viernes, 28 de septiembre de 2012

ADOLESCENTES EN EL LÍMITE Y VIOLENCIA FAMILIAR: ENTRE LA PSICOPATOLOGÍA Y LA DELINCUENCIA*. Ricardo Fandiño Pascual **,Raquel Gude Saíñas ***

RESUMEN
Durante los años 2007 y 2008 se desarrolló un trabajo de  investigación acerca de la relación entre psicopatología de la  adolescencia, delito, y medio familiar, tomando como muestra  los usuarios del C.A.E. Montefiz, único Centro Terapéutico para  menores de Reforma existente en Galicia. La gravedad de los cuadros psicopatológicos atendidos, la transversalidad de las  problemáticas a todos los niveles socio-económicos, y la alta  prevalencia de los conflictos familiares son algunas de las conclusiones derivadas de este estudio.  Palabras clave: Psicopatología, adolescencia, familia, delito, institución.
ABSTRACT
An investigation work regarding the relationship between psychopathology of adolescence, crime and familiar environment  has been developed during 2007 and 2008. For this investigation,  the inmates of C.A.E. Montefiz, the unique Therapeutic Juvenile  Correctional Centre that there exist in Galicia, were taken as  samples. The seriousness of the psychopathologic frames  observed, the problems at every socio-economic level, and the  kength of the familiar confl icts are some of the conclusions derived from this investigation. Keywords: psychopathology, adolescence, family, offence,  institution.

El trabajo de investigación fue realizado con el apoyo económico de la Beca Siota concedida por el Colegio Oficial de  Psicólogos de Galicia. Para su realización nos basamos en el  trabajo que realiza todo el equipo del Centro de Atención Específica Montefiz, perteneciente a la red de Centros de la Dirección  Xeral de Benestar Social de la Xunta de Galicia, y gestionado  por la Fundación Internacional O’Belén. Contamos también, con  el soporte teórico y clínico del Seminario de Formación del Instituto Wilhelm Reich – Galicia, con sede en Ourense.

INVESTIGACIÓN

OBJETIVOS
–  Establecimiento del perfil de los menores usuarios de un Centro Terapéutico para Menores de Reforma.
–  Evolución de dicho perfil en el tiempo y previsiones de futuro. Relación entre cuadros psicopatológicos, tipologías delictivas y características familiares.
–  Establecer líneas de investigación que nos aproximen a la problemática de la adolescencia en la actualidad.

MUESTRA
–  La Muestra 1 o Muestra histórica: Usuarios que tuvieron tratamiento terapéutico en el C.A.E. Montefiz, desde su apertura, en junio de 2001 hasta diciembre de 2008. Esta muestra cuenta con 109 sujetos.
–  La Muestra 2 o Muestra Reducida: Jóvenes ingresados desde enero de 2007 hasta diciembre de 2008, con los que hemos podido utilizar un mismo protocolo de evaluación. Esta muestra es de 38 sujetos.

VARIABLES
– Edad (entre 14 y 18 o + años).
– Género.
– Perfi l psicopatológico.
°Funcionamento cognitivo:
·Atención-Concentración, Memoria de trabajo, Funciones ejecutivas, Función visoespaciales, Coeficiente Intelectual.
°Rasgos de personalidad
·  Escalas clínicas: depresión, histeria, paranoia, esquizofrenia
·  Escalas de contenido: ansiedad, depresión, baja autoestima, problemas familiares
–  Tipo de familia (ausente, monoparental, estruturada, reestruturada, adopción).
–  Nivel socioeconómico (alto, medio-alto, medio, medio-bajo, bajo).
– Tipo de delito.

INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN
Valoración Cognitiva
– WISC-R
– WAIS III
– Figura de Rey
– Stroop
– WSCT
Valoración Personalidad
– MMPI-A
Otros Instrumentos
–  Informes previos al ingreso en el Centro.
–  Entrevistas clínicas al menor.
–  Entrevista Familiar Diagnóstica.
–  Coordinación y Supervisión
Equipo Clínico/Educadores.
– Reuniones Clínicas
Nivel Socioeconómico
–  “Escala simplifi cada de Barratt (BSMSS)”

Familia

En la comparativa de la tipología de delito según el tipo de familia destacamos como dato más significativo, cómo en los casos de adopción ingresados en el centro es claramente la violencia familiar el delito que desencadena la medida judicial.

Delito/Diagnóstico

La comparativa de delito motivo de ingreso, con diagnóstico del menor, permite ver que las personas con trastornos de personalidad tienden a cometer más delitos relacionados con descontrol de impulsos (violencia familiar y agresiones), aquellos con trastorno del comportamento cometen más delitos que tienen que ver con la disocialidad (robos), y los trastornos psicóticos se centran de forma significativa en la problemática intrafamiliar.

Diagnóstico

En la comparativa de los porcentajes de diagnóstico entre la muestra 1 y la muestra 2, observamos una evolución en el perfil de los usuarios del Centro Terapéutico, hacia una mayor presencia de la psicosis, en sus diversas formas, como diagnóstico principal. Es también patente que los trastornos de personalidad son la patología más presente tanto a nivel nivel histórico como en la actualidad del centro.

Tipo de Familia

En cuanto al tipo de familia de los menores ingresados en el Centro Terapéutico, en la comparativa entre la muestra histórica, y aquella que da cuenta de los dos últimos años, se observa una evolución en la que se agudiza aún más la presencia de familias de tipo monoparental, fundamentalmente a causa de separación o divorcio. También destacan el significativo incremento de ingresos de jóvenes adoptados, y el descenso de los jóvenes tutelados, aunque este último dato puede explicarse a través de decisiones de tipo administrativo.

Tipo de delito

En cuanto al tipo de delito, motivo de ingreso en el Centro, destacaríamos la clara evolución hacia un significativo incremento de la violencia familiar que llega a ser el desencadenante de la mitad de los internamiento en Centro Terapéutico durante los últimos dos años.

Nivel Socio-económico

En cuanto al nivel socio-económico, en la comparativa entre la muestra histórica, y aquella que da cuenta de los dos últimos años, la evolución parece ser hacia un mayor porcentaje de internamientos de menores que provienen de familias de nivel socio-económico medio. La tendencia es a que las familias no provengan de un contexto marginal, sino a que se trate de familias socialmente bien adaptados pero internamento disfuncionales.

DISCUSIÓN: “ADOLESCENTES EN EL LÍMITE: ENTRE LA PSICOPATOLOGÍA Y LA DELINCUENCIA”.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Actualización en el tratamiento farmacológico de los trastornos del comportamiento de la adolescencia. O. Herreros*, F. Sánchez**, Belén Rubio*** y R. Gracia**** .

Introducción
Los trastornos del comportamiento constituyen, como grupo, el diagnóstico más frecuente en Psiquiatría Infanto-Juvenil, caracterizados por la presencia crónica de una gran variedad de conductas antisociales repetitivas, y de inicio más temprano en niños que en niñas (hacia los 7 años para los primeros frente a los 13 para las segundas). Su prevalencia se estima entre el 4 y el 9%, siendo además 5 veces más frecuente en varones (Offord y cols., 1987).
Las conductas características son diversas (agresividad, robos, incendios, fugas, mentiras), y con frecuencia se asocian con hiperactividad, impulsividad, dificultades cognitivas y de aprendizaje y habilidades sociales pobres. Si bien estas conductas, en menor intensidad, pueden verse como parte del desarrollo normal de niños y adolescentes, su severidad, frecuencia y cronicidad las hacen marcadamente diferentes en las poblaciones clínicas. Cuestiones como la psicopatología presente en los padres, la genética, el ambiente y otros factores psicosociales y, por supuesto, el propio temperamento, juegan un papel relevante en su génesis (Kazdin, 1995).

En relación con su diagnóstico, el DSM-IV-TR establece distinciones entre el Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) y el Trastorno de Conducta (TC) (APA, 2002). El TOD consiste en un patrón de conducta negativista, hostil y desafiante de al menos 6 meses de duración con comportamientos presentes tales como encolerizarse, discutir con adultos y desafiarles activamente, molestar deliberadamente a otras personas, acusar a otros de errores o faltas propias, ser colérico y rencoroso, etc., debiendo descartarse para su diagnóstico otras causas y que tales comportamientos sean normales dentro de la edad y el nivel de desarrollo del niño. Por otra parte, el TC presenta un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras personas o normas sociales importantes propias de la edad (agresión a personas y animales, destrucción de la propiedad, fraudulencia o robo, violaciones graves de normas), debiendo especificarse la gravedad y el momento de inicio (infancia o adolescencia). Así, el TOD representa una variante más temprana en su aparición y menos grave del TC.

Por otra parte, la CIE-10 (OMS, 2000) establece los Trastornos Disociales (TD) como categoría única, definiéndolos como trastornos caracterizados por una forma persistente y reiterada de comportamiento disocial, agresivo o retador. Los contempla como desviaciones más graves que la simple «maldad» infantil o rebeldía adolescente, implicando un patrón de comportamiento duradero con manifestaciones como peleas o intimidaciones, crueldad hacia otras personas y animales, destrucción grave de pertenencias ajenas, incendio, robo, mentiras reiteradas, faltas a la escuela y fugas, rabietas frecuentes y graves y desobediencia.
El TOD del DSM-IV correspondería aquí a una subcategoría de los TD, el Trastorno Disocial Desafiante y Oposicionista, caracterizado por conductas marcadamente desafiantes y desobedientes y comportamientos disruptivos sin actos de delincuencia o formas más agresivas del Trastorno Disocial. Además, incluye en los Trastornos Hipercinéticos el diagnóstico de Trastorno Hipercinético Disocial, evitando así la multiplicación de diagnósticos en este trastorno, tan frecuente en la clínica y tan frecuentemente asociado a los Trastornos Disociales.

Las diferencias individuales en relación con la agresividad son casi tan estables en el tiempo como las diferencias en la inteligencia (Olweus, 1979), por lo que la presencia de trastornos del comportamiento en la infancia y de delincuencia en la adolescencia predicen un patrón persistente de violencia en la edad adulta (Pulkkinen, 1987). Ello supone que este grupo clínico es un grupo de alto riesgo evolutivo, debiendo por ello prestarse especial atención a su tratamiento.
Otro hecho especialmente importante es la frecuente presencia de comorbilidad. Los trastornos del comportamiento (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, Trastorno Oposicionista Desafiante, Trastorno de Conducta) suelen presentarse juntos (Verhulst y Koot, 1995), lo que ha llevado a algunos autores a plantear, dado su notable solapamiento, que el Trastorno de Conducta y el TOD no son entidades diferentes (Schachar y Wachsmuth, 1990). Por otra parte, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se presenta junto con el Trastorno de Conducta en hasta un 45-70% de los casos (Ferguson y cols., 1991). Los trastornos ansiosos y la depresión son también diagnósticos comórbidos frecuentes (en un 30-50% de los casos –Zoccolillo y cols., 1992-), así como trastornos del eje II como el trastorno borderline de la personalidad, el retraso mental y los trastornos del desarrollo (Steiner y cols., 1997). Por ello, en la evaluación de este tipo de trastornos es preciso ir más allá de las simples conductas disruptivas para estudiar e identificar factores ambientales y trastornos neurológicos y psiquiátricos subyacentes y potencialmente tratables que puedan estar contribuyendo a la existencia de dichas conductas (Gérardin y cols., 2002).
En general se admite que no existen tratamientos únicos efectivos frente a los trastornos del comportamiento en la infancia y la adolescencia, y que la farmacoterapia no constituye la primera línea de tratamiento (Kazdin, 2000). Las intervenciones deben planificarse como multimodales, dirigidas a cada una de las áreas disfuncionales y diseñadas teniendo en cuenta el contexto del paciente, incluyendo siempre técnicas conductuales e intervenciones psicosociales. De entre éstas, se han identificado tres como potencialmente eficaces: el entrenamiento de padres en manejo de conductas (dirigido a modificar las interacciones padres-hijo en el hogar), el entrenamiento en habilidades cognitivas de resolución de problemas (centrado en los procesos cognitivos asociados a la conducta social), y la terapia multisistémica (centrada en el individuo y los sistemas familiar y extrafamiliar como vía para reducir los síntomas y promocionar las conductas sociales).

viernes, 7 de septiembre de 2012

Transtornos de conducta y violencia en adolescentes en conflicto con la ley. Miguel Oliveros Donohue (1), Ricardo Ramirez Bustamante (2)

Por largo tiempo se consideró que los adolescentes estaban libres de problemas y tenían la mejor expresión de salud, pero en las últimas décadas ha surgido una preocupación creciente por el consumo, cada vez a más temprana edad de alcohol, drogas, incremento de accidentes y muertes, además de violencia interpersonal, hechos que han alarmado al público (1).
El individuo (niño/adolescente) posee un sistema biopsico- social con determinadas características físicas y temperamentales que lo diferencian de otros individuos, desempeña roles y actividades, tienen diversas relaciones interpersonales entre las que se subrayan las figuras parentales, la vinculación con la madre y su medio ambiente. Las variaciones del comportamiento dependen de una adaptación saludable a las condiciones del entorno, o a desviaciones patológicas por un ambiente o entorno hostil y negativo (2).

En el mundo moderno hay millones de niños y adolescentes que sufren y mueren a causa de explotación, violencia, guerras, abandono y todas las formas de abuso y discriminación. La prostitución, el narcotráfico, la explotación física o sexual y el secuestro, al igual que la explotación económica de niños y adolescentes en sus peores formas, son una realidad cotidiana en todas las regiones del mundo, mientras que la violencia doméstica y la violencia sexual contra mujeres y niños continúa siendo un problema grave, que tendrá repercusiones en la salud mental de niños y adolescentes (3).

El fenómeno de la violencia en los centros urbanos es entendido como un problema de base bio-psicosocio-cultural, que comprende las más variadas formas de agresión, con efecto multiplicador y expansivo que no solo afecta a las víctimas sino a la sociedad en pleno, por lo que es motivo de preocupación (2). En estudios de violencia en varones adolescentes, se ha encontrado asociación significativa con el diagnóstico de trastornos de conducta y consumo de tabaco, marihuana, cocaína y sedantes. En las mujeres adolescentes se asoció la violencia a depresión moderada, distimia, trastornos de conducta desafiante, antecedentes de consumo de tabaco y acoso sexual (4,5).

Las fuerzas de socialización que históricamente han nutrido el desarrollo del niño, especialmente en la familia, necesitan ser vistas en conjunto con las prácticas en la escuela y comunidad, para darle soporte a la familia en su misión de velar por el normal crecimiento y desarrollo de ellos (6,7). Para el tipo de población estudiada, los casos más severos han estado expuestos a una socialización primaria en un entorno donde sus parientes más cercanos son personas antisociales (presos, vendedores de droga, miembros de bandas, prostitutas, drogadictos, entre otros).

Los problemas de conducta se manifiestan de diversas maneras y en diferentes entornos, llámense hogar, escuela, comunidad. En general, el desarrollo infantil normal es bastante armónico, existiendo un paralelismo en las diversas áreas del desarrollo, que permiten que el niño o adolescente se adapte fácilmente a las exigencias de su medio ambiente y que su conducta sea en general, relativamente predecible. Pero, existe un grupo relativamente importante de la población infantil en quienes este desarrollo armónico no se da, lo que determina estilos cognitivos y conductuales diferentes.

Los factores de riesgo pueden motivar cambios en esta etapa de la vida, al participar ellos en actividades que pueden comprometer su salud física y mental. En la práctica, se ve que muchas de estas conductas son de carácter exploratorio por influencia de sus pares o del entorno en que viven (8).

La adolescencia como etapa en formación marca algunas modalidades de socialización, algunas de ellas con un valor límite, así el consumo de drogas sin dependencia, la adhesión a grupos juveniles cerrados y estilos de vida que son expresión de una búsqueda de identidad necesitan ser consideradas con un necesario criterio de diagnóstico diferencial. La conducta de riesgo del adolescente se ha convertido en un problema de Salud Pública en nuestro país, como le da sustento el 13% de embarazos, la existencia de alrededor de 1,500 jóvenes privados de libertad en Centros Juveniles y la elevada cifra de niños y adolescentes que dejan las aulas o repiten anualmente (613,000 según UNICEF). Se ha introducido en la nomenclatura judicial el término “adolescentes en conflicto con la ley” para referirse a aquellos adolescentes que violen la ley penal.

jueves, 30 de agosto de 2012

El constructo psicopatia en la infancia y la adolescencia: del trastorno de conducta a la personalidad antisocial. Estrella Romero. Universidad de Santiago de Compostela


La psicopatía  en adultos es un campo de trabajo altamente  desarrollado, y en las últimas décadas se ha avanzado en el análisis del concepto, la medida y la etiología del trastorno. 
Sin embargo, se sabe poco sobre sus antecedentes evolutivos y  no existe mucho acuerdo sobre cómo identificar a los niños en alto riesgo. En este trabajo se revisan las principales lineas de investigación sobre el constructo psicopatía  en la infancia y la adolescencia. Nos detenemos especialmente en las propuestas de Lynam (que atribuye un papel  especial a la conjunción entre hiperactividad y problemas de conducta) y Frick (que extiende el modelo bifactorial de Hare a la infancia y la adolescencia). Se presentan las líneas de evidencia disponibles, se discuten sus puntos mas críticos y se sugieren posibles vias de investigación.
Palabras clave: psicopatia, trastorno antisocial de la personalidad, trastorno de conducta, niños, adolescentes.

The study ofpsychopathy in adults is a well developedfield, and in recent  decades  there  have  been  advances in conceptualization,  measurement, and etiolology of the disorder. However the developmental  antecedents are not well known and there is no agreement regarding the identification  of  high-risk children. This study reviews the  main  lines of research on psychopathy in childhood and adolescence. Special attention is paid  to the proposals of Lynam (who attributes particular  importance to the co-occurrence of hyperactivity and conduct disorder) and Frick (who extends Hare's bifactorial model to childhood and adolescence). We re- view  the lines  of  evidence available, discuss  critica1 points and suggest further lines of investigation.
Key words:  Psychopathy, antisocial personality  disorder, conduct disorder, children, adolescents.

Sin duda la psicopatía es un constructo de gran relevancia clínica y criminológica. Los estudios epidemiológicos muestran que una gran proporción de los delitos es cometida por una minoría de delincuentes persistentes (Farrington, Ohlin y Wilson, 1986) y se estima que los  psicópatas pueden  constituir una buena parte de esa minoría. En las últimas décadas, numerosos estudios han relacionado a la psicopatia con indicadores de una carrera  criminal cronificada y  severa: la psicopatía se ha relacionado con una mayor tasa de delitos y una mayor versatilidad (Hare, McPherson y Forth, 1988), mayores cifras de reincidencia (Salekin, Rogers y Sewell, 1996), de crimenes violentos (Hart, 1998) y de agresiones sexuales graves (Barbaree, Seto, Serin, Amos y Preston, 1994), asi como una pobre respuesta al tratamiento (Losel, 1998).

Pese a su relevancia, la psicopatía se ha mostrado como un concepto problemático, con una historia larga y un tanto complicada. En términos breves, se han venido identificando dos grandes tradiciones en el análisis de la psicopatía (véase Aluja, 1989; Luengo y Carrillo, 1995). Una de ellas, que emana de la tradición y la practica clínica, hace hincapié en un perfil de personalidad particular, en el que se aglutinan características tales como la falta de empatía, las dificultades para la planificación, los déficits afectivos, el egocentrismo o la falta de remordimientos. Esta tradición estaría bien representada por los  escritos, hoy clásicos, de Cleckley (1941) y es recogida, en parte, por los criterios de la personalidad disocial de la C I E -10  (OMS, 1992). La otra tradición, que parte del movimiento neo-kraepeliano en psicodiagnóstico, emana de la Universidad de Washington  y muestra  una  caracterización básicamente conductual del  trastorno. Como señalan Hart y Hare (1997), uno de sus supuestos es que la evaluación deberia centrarse en comportamientos públicamente observables, puesto que los clinicos difícilmente podran hacer una evaluación fiable de características personales o afectivas. Esta tradición queda bien reflejada en las Últimas versiones del DSM. A diferencia de lo que ocurria en el DSM-I y, sobre todo en el DSM-II,  las características de personalidad carecen de protagonismo en el llamado trastorno  antisocial de la personalidad indicadores de una  conducta antisocial continuada son los que pasan  a ser el centro de atención, de modo que se obtiene una descripción que, efectivamente, parece alcanzar buenos niveles de consistencia interjueces, pero que, a juicio de muchos, desvirtúa la noción  clínica, original, de la psicopatía (Harpur, Hart y Hare, 1993). Aunque en el DSM-111-R y en el DSM-IV se han introducido ciertos cambios y se intentó, en parte, incluir descriptores personales, el resultado no parece haber dejado satisfechos a los clinicos (véase Hare, 1998; Widiger et al.,1996) y el peso fundamental del diagnóstico sigue recayendo en una historia de conducta antisocial reiterada.

Las discusiones sobre la problemática conceptual de la psicopatía han persistido en las Últimas décadas (recientemente, Millon y Davis, 1998, identificaban hasta 10 variantes del trastorno). Sin embargo, se debe destacar que, en los últimos años, una concepción que ha venido generando cierto consenso, y en la que confluyen tanto los aspectos personales como los conductuales, es la propuesta por Hare (Hare, 1980; Hare, Hart y Harpur, 1991; Harpur, Hare y Hakstian, 1989). Casi al mismo tiempo que aparecían los criterios del DSM-III, Hare desarrolla un sistema alternativo para la evaluación de la psicopatia en las poblaciones de delincuentes institucionalizados: el PCL  (Psychopathy Checklist), que ha de ser aplicado por un  observador experto, el cual ha de basar sus conclusiones en una entrevista semiestructurada y en la revisión del historial del caso. La última versión de este instrumento (el PCL-R) consta de 20 items, que han de ser puntuados en una escala de 3 puntos (O,1,2), en función del grado en que cada ítem se aplica al individuo; en general, se toma una puntuación de 30 como criterio para el diagnóstico de psicopatia. La mayoría de las investigaciones con este instrumento han definido una estructura de dos factores, que captarían, respectivamente, los aspectos de personalidad y de conducta del constructo psicopatía (véase, por ejemplo, Moltó, Poy y Tormbia, 2000). El Factor 1 estaría definido por características como el egocentrismo, la falta de sinceridad, la insensibilidad y la falta de remordimiento, y describiría la configuración personal que en la tradición clínica caracteriza al psicópata. El Factor 2 recoge los aspectos del constructo relacionados con la conducta desviada y con un estilo de vida crónicamente inestable y antisocial. Hay evidencia de la validez discriminante de estos factores. Asi, el Factor 1 tiene una relación más alta con los criterios de Cleckley y con medidas autoinformadas de ansiedad, empatia (correlación negativa), narcisismo y dorninancia (correlación positiva). El Factor 2, sin embargo, estaria mis relacionado con el diagnóstico TAP del DsM y,  con signo negativo, con otras variables como el estatus socioeconómico, el nivel educativo o la inteligencia(1). Ambos factores están correlacionados entre si (con indices en torno a 50 ), si bien es posible obtener una alta puntuación en un factor y baja en el otro.
Esto se correspondería con el hecho de que, como había señalado el propio Cleckley, no todos los psicópatas definidos por los criterios tradicionales responden al diagnóstico de TAP, ni todos los individuos con TAP podrian considerarse psicópatas. De hecho, se ha encontrado que, en las poblaciones de delincuentes institucionalizados, las tasas del TAP se sitúan en torno al 75%; las tasas de psicopatía definidas por el PCL en estas poblaciones se sitúan en torno al 30% (Hart y  Hare, 1989) y se han encontrado incluso cifras menores (véase Hare, 1991).

viernes, 24 de agosto de 2012

Los comportamientos antisociales tienen un componente genético Nuevos estudios analizan el papel del ADN y del entorno en el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual. Yaiza Martínez.


¿Qué papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos antisociales y criminales? Aunque la respuesta no está clara y aún queda mucho por investigar y comprender, los resultados de varios estudios recientes dentro del campo de la investigación biosocial sugieren que existiría un condicionamiento genético que predispone a desarrollar la agresividad o la tendencia al acoso, entre otras actitudes. En estas investigaciones se hace patente asimismo la importancia de la combinación de genética y ambiente, como potenciadora de cualquier tipo de comportamiento. 
¿Qué papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos antisociales y criminales? La respuesta no está clara y aún queda mucho por investigar y comprender. En el año 2002, el psicólogo de la University of Southern California (USC) de Estados Unidos, Adrian Reine, especializado en los mecanismos cerebrales que predisponen a estos comportamientos, señalaba ya en un artículo aparecido en PubMed, la necesidad de profundizar en el conocimiento de la combinación de los factores sociales y biológicos que influyen en las actitudes violentas.
Los estudios de Reine y de otros científicos se enmarcarían en el campo de la investigación biosocial, un método multidisciplinal de análisis de los comportamientos antisociales y criminales, que incluye aspectos de la genética del comportamiento, de la neurociencia, de la biología evolutiva y de la psicología del desarrollo. Además, esta metodología incorpora diversas técnicas analíticas.
En definitiva, aunque durante siglos los especialistas han señalado el papel que los factores biológicos juegan en la formación del comportamiento humano, la incorporación de las ciencias biológicas al estudio de los comportamientos criminales es aún una práctica reciente, en continuo desarrollo.

La genética y el efecto del maltrato

En este campo es en el que trabaja Brian Boutwell profesor del College of Criminal Justice de la Sam Houston State University (SHSU) de Estados Unidos. Boutwell es además psicólogo y criminólogo, y está especializado en la genética del comportamiento y en el estudio de la influencia del entorno y de los factores genéticos en el comportamiento antisocial.
Según publica la SHSU en un comunicado, en sus últimos estudios, Boutwell ha examinado el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual.

viernes, 17 de agosto de 2012

Psicópatas criminales versus psicópatas integrados: un análisis psicológico-forense, legal y criminológico. Pozueco Romero, José Manuel 1*


Resumen 
La Jurisprudencia española se encuentra frecuentemente ante dictámenes periciales en los que  aparecen términos como psicópata, trastorno antisocial de la personalidad, personalidad psicopática, psicópata desalmado, psicopatía epileptoide, sociopatía, etc. De esta forma, no es infrecuente que los juristas (magistrados, jueces,  fiscales, abogados) se hallen desorientados ante tanta terminología que, pese a todo, en absoluto se constituyen en sinónimos. La Doctrina, por su parte, disiente de la visión tradicionalmente ya asentada en la Jurisprudencia de que los psicópatas sean sujetos inimputables. Muchos penalistas conocen bien los textos y estudios psicológicos y psiquiátricos que al respecto existen, y en ellos suelen basarse para establecer ciertas diferencias que aparentemente son sutiles. Una de las controversias más prolongadas es si los términos trastorno antisocial de la personalidad y psicopatía son la misma entidad. La controversia se polemiza aún más por el hecho de contemplar la existencia y diferencia de los denominados psicópatas integrados con respecto a los psicópatas criminales. En esta revisión se pretende ahondar en y remarcar esas sutiles diferencias, ya que se ha demostrado reiteradamente que ambas entidades diagnósticas, si bien comparten algunos rasgos en común, no son el mismo concepto ni comportan las mismas consecuencias. 
Palabras claves:  Criminología, doctrina, jurisprudencia, PCL-R, penología, psicopatía, sociopatía, trastorno antisocial de la personalidad. 
Abstract 
Spanish jurisprudence is frequently faced with the fact that in some expert reports appear terms like psychopath, antisocial Personality disorder, psychopathic personality, cruel psychopath, epileptoid psychopathy, sociopathy, etcetera. In this way, it’s not infrequent that jurists (magistrates, judges, public prosecutors, lawyers)  became disorientated with so much terminology which, despite all, they are nothing at all about synonym terms. Doctrine, on the  other hand, dissents from the traditionally point maintained by the Jurisprudence that psychopaths are non-attributed individuals. Many penologists know very good psychological  and psychiatric manuals and research studies on subject, and they are usually based on them to make some differences which apparently are fines. One of the controversies more extended is if the terms antisocial personality disorder and psychopathy are the same category. The polemic controversy goes further by the fact of contemplating the existence and difference of the socalled “successful” psychopaths compared with criminal psychopaths. In this review, it’s pretended to go deeply into and emphasize those fine differences, now that it’s been proved repeatedly that both diagnosis categories, if it’s  of course true that they share some common features, they are neither the same concept nor involve the same consequences. 
Keywords:  Antisocial personality disorder, criminology, doctrine, jurisprudence, PCL-R, 
penology, psychopathy, sociopathy.

1. Introducción

Exceptuando aquellos períodos del Medievo en los que se creía que la psicopatía y cualquier  otra conducta y personalidad  anormales eran bien de origen demoníaco, bien de corte estrictamente hereditarista-biologicista-fisionomista-antropométrico, el resto de enfoques  teórico-investigadores han arrojado sobrada luz que, a día de hoy, y tras más de 200 años de  historia amarga y controvertida sobre el término, nos permiten haber llegado a un consenso  generalizado entre los estudiosos de la psicopatía tanto desde el punto de vista clínico-forense y  como desde el punto de vista criminológico. 
La posición legalista mantenida tanto por la Jurisprudencia como por la Doctrina es,  particularmente en España, muy confusa, quizás debido, en parte, al disenso entre ciertos  sectores científicos que no parecen ponerse de acuerdo al respecto, quizás debido a la no  familiaridad de los juristas ni con el argot psicológico-psiquiátrico ni con los grandes avances  científicos y la innumerable cantidad de investigaciones que hasta la fecha de hoy se han venido  realizando al respecto desde diversas disciplinas. 
Centrándonos en la concreta legislación española, el tratamiento jurisprudencial, penológico  y penitenciario que ha venido recibiendo el constructo de psicopatía es poco más o menos que 
una mera disputa terminológica de opiniones y disquisiciones intelectuales fundamentadas en 
argumentos legalistas pero no empíricos, todo lo cual ha ido en detrimento del normal  procesamiento judicial de muchos psicópatas al considerar en éstos alguna especie de eximentes  y/o atenuantes que realmente no se aprecian desde el punto de vista psicológico y criminológico. 
A pesar de esto, el avance empírico en el estudio de la psicopatía es imparable. 
En la presente revisión se realiza, en primer lugar, un recorrido histórico sobre el concepto  de psicopatía desde las principales ciencias sociales (Sociología, Criminología y Derecho) y de la  salud mental (Psicología, Psiquiatría y Medicina). A continuación, exponemos la criminalidad  de los psicópatas, especificando los delitos más frecuentes en los que estos sujetos están  involucrados. Posteriormente, se realiza un análisis sobre la posición jurídico-penal que han  venido teniendo los psicópatas en nuestro sistema legal desde antaño hasta la actualidad. 
Finalmente, el estudio de algunas de las sentencias más relevantes de nuestro Tribunal Supremo  nos ayudará a obtener una visión más global de la situación controversial en torno a este  concepto. 

2. Las ciencias sociales y de la salud mental ante los psicópatas

En 1996, el doctor ROBERT D. HARE escribió un artículo de revisión titulado Psychopathy: 
A clinical construct whose time has come (Psicopatía: Un constructo clínico para los tiempos  que vienen) que fue publicado en la prestigiosa revista Criminal Justice and Behavior. Sin duda  alguna, este artículo de revisión puso magistralmente de manifiesto la situación actual en la que  se encontraba la psicopatía, tanto a nivel teórico como a nivel de investigación. Se trata de uno  de los artículos más citados de entre los innumerables trabajos que ha publicado HARE y el cual  ha servido de referencia para los diversos investigadores de todo el mundo, ya que incluso ha  servido de base para la elaboración de posteriores artículos de revisión y capítulos de libro. 
Recientemente, en otro espléndido artículo de revisión español que vuelve a rememorar el  del doctor HARE (1996a), se ha puesto de manifiesto una realidad psicosocial que es la que nos 
interesa traer aquí a colación: «la psicopatía es una de las entidades clínicas más controvertidas,  y ello se debe a diversos elementos de confusión que se sitúan en dos planos distintos: el  conceptual y el terminológico» (TORRUBIA y CUQUERELLA, 2008, p. 26). 

Las fuentes históricas que nos pueden traer a la memoria ejemplos de psicópatas pueden ser  tantas como especulativa sea la imaginación de cada historiador. Sin embargo, y a pesar de que  podemos encontrar incluso referencias bíblicas e históricas de algunos personajes que más o  menos emulan al psicópata (MOLTÓ y POY, 1997), lo cierto es que la psicopatía no comenzó a  tomar forma como un constructo clínico con entidad  propia hasta principios de 1940, fundamentalmente con la influyente obra del psiquiatra norteamericano HERVEY MILTON  CLECKLEY: The Mask of Sanity (La Máscara de la Cordura). 

jueves, 9 de agosto de 2012

LA HUELLA DEL MALTRATO Y LA VIOLENCIA INFANTIL. Cecilia Frías

Al igual que en todas las sociedades, en Bolivia se ha visto diferentes tipos de discriminación sobre lo más débiles, los niños. Hoy esta discriminación es entendida como maltrato infantil, trata de evitarse y penalizarse, gracias a la evolución del pensamiento de la sociedad vigente y de las normas jurídicas que en ella se implantaron.

LA VIOLENCIA INFANTIL: UNA REALIDAD OSCURA… 

El maltrato infantil debe solucionarse, a través de los intentos de superación de sus causas sociales reales, tales como el avasallamiento de la pobreza, del estado de guerra y de la impunidad. El concepto de maltrato infantil no se restringe sólo a la violencia física, sino que es mucho más amplio: “Hay modalidades de discriminación sutil, que están relacionadas con la sobreprotección y que no tienen relación con la violencia física o el amedrentamiento psicológico. La sobreprotección impide que los niños sean estimulados de acuerdo a sus capacidades y les imposibilita atender a sus propias necesidades. El maltrato tiene que ver también con acciones u omisiones que provocan un trastorno en su desarrollo, ya sea en lo físico, lo psicológico y/o lo social. La violencia y el maltrato infantil constituyen un fenómeno muy complejo, que involucra a toda la sociedad. La clave para prevenirlos es establecer propuestas o estrategias para reemplazar modalidades interactivas violentas, donde el diálogo sea el vehículo para resolver diferencias y problemas.

RESULTA INTERESANTE… 
Para comprender a un adulto que reacciona violentamente, hay que hacer un recorrido por su vida, que seguramente estará signada por una serie de episodios con privaciones importantes. “Si observamos qué sucede con un niño con carencias emocionales, veremos que inexorablemente influyen en los mecanismos de adaptación durante el proceso de socialización. El niño o adolescente que proviene de un medio que resulta nocivo para él, tendrá poca capacidad para responder a situaciones nuevas y tendrá dificultades en el aprendizaje, adolecerá de trastornos de conducta y en su capacidad empática y solidaria. El niño o adolescente se va a aislar o va a tener actitudes violentas. Si no se lo aborda de manera adecuada, se termina fabricando a un niño o adolescente violento y finalmente, a un adulto violento. Si bien es cierto que la violencia familiar existe en los niveles sociales medios y altos, la pobreza, la indigencia y el hacinamiento dan lugar a que se generen modelos violentos mucho más fácilmente.

lunes, 6 de agosto de 2012

TRASTORNO DE CONDUCTA: ETIOLOGÍA : FACTORES FAMILIARES, AMBIENTALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Joaquín Díaz Atienza



Los factores ambientales son considerados como determinantes en la presentación y mantenimiento de los trastornos de conducta, aunque en un contexto de interacción entre vulnerabilidad genética y ambiente. En este capítulo consideramos como factores ambientales los que hacen referencia tanto  al ambiente familiar como  a los sociales en general.
A pesar de su importancia, no son considerados como específicos de los trastornos de conducta ya que han sido relacionados de forma significativa con otros trastornos paidopsiquiátricos. Sin embargo, presentan un peso muy importante desde una perspectiva preventiva.

FACTORES LIGADOS AL CONTEXTO FAMILIAR.

Se exponen los problemas de salud mental de los padres, la separación y/o divorcio, la exposición a la violencia intrafamiliar, el embarazo precoz, el tipo de acogimiento, el tipo de vínculo, las pautas educativas y los factores psicosociales, en general.
1. Trastornos psiquiátricos en los padres.
Revisaremos la presencia de trastornos de conducta en el padre, la madre y la pareja, así como la depresión post-parto en la madre y la presencia de toxicomanías y alcoholismo en alguno de los padres.

1.1. Trastornos de personalidad y dependencia a drogas en los padres.
Las diferentes investigaciones evidencian de forma consistente la asociación entre problemas de conducta en los niños y la de personalidad antisocial en  el padre. En las investigaciones de Tremblay y cols (2004) encontramos que el 35 al 46% de los niños con diagnóstico de trastornos de conducta van a presentar antecedentes de conducta antisocial en  el padre frente al 6-17% en controles.  En esta misma línea se manifestaron las investigaciones de Moss y cols (2001) en las que los autores afirmaron que el riesgo se multiplicaba por 13 cuando se daban esta circunstancia.
En cuanto a estos antecedentes en las madres, Tremblay y cols (2004) afirman que, a pesar de ser uno de los aspectos menos estudiados, la presencia de conducta antisocial en las madres de niños con edades anteriores a su entrada en la secundaria originaría un mayor número de conductas agresivas en sus hijos. Esta frecuencia sería aún mayor si, al hecho de la conducta antisocial, han sido madres a una edad precoz. Por tanto, la presencia de conductas antisociales y embarazos precoces incrementaría aún más el riesgo de los trastornos de conducta en los hijos.
Respecto al consumo de drogas, y especial, la alcohol-dependencia, en los padres se ha considerado como el mayor riesgo para padecer trastornos de conducta en los hijos.
Incluso incrementan el riesgo de padecer, igualmente, alcohol-dependencia (Clark y cols,2004).
Hoy se admite que la presencia de trastornos de conducta, tanto en el padre como en la madre, incrementa significativamente el riesgo en los hijos. Otro aspecto se refiere a que, según algunos estudios (Ehrensaft y cols, 2003), la presencia de toxicomanías, en especial la alcohol-dependencia, en la madre no tendrían efecto sobre la presentación de trastornos de conducta en los hijos.

1.2. La depresión post-parto.
Las investigaciones que relacionan la depresión post-parto como factor de riesgo presentan, la mayoría de ellos, la ventaja metodológica de que suelen ser longitudinales.
De otra parte, su prevalencia supone un problema psiquiátrico importante ya que, según los estudios realizados, la sitúan en el 10 al 15 %. Se cree que el riesgo estaría relacionado con el tipo de interacción  entre la madre con depresión post-parto y su hijo, ya que originaría una merma  en las capacidades del niño, a largo plazo, para regular sus emociones (Kim-Cohen y cols, 2005). También se ha argumentado que las razones serían la incapacidad de la madre para responder de forma contingente y con sensibilidad frente a las demandas del niño.
Hay y cols (2003) realizaron un estudio sobre 122 familias inglesas. Encontraron que la violencia de los niños a los 11 años estaba asociada a la presencia de depresión postparto, independientemente de episodios depresivos durante el embarazo, episodios depresivos posteriores y otras características familiares como la cohesión, comportamiento antisocial de los padres y variables de tipo socioeconómico. Los niños más violentos eran aquellos en donde la madre había presentado un cuadro depresivo después de los tres meses de vida del niño. La afectación se daría tanto en las niñas como en los niños.
El tratamiento de la depresión en la madre, si bien da resultados positivos sobre la depresión, éstos no se traducen en una mejora de la interacción madre-hijo. Igualmente, la presencia de un temperamento difícil en el niño puede desencadenar una depresión en la madre (Murray y cols, 1996).
En un estudio longitudinal realizado por Morrel y Murray (2003) en donde pasaron un test que evaluaba la regulación emocional de niños de 9 meses y su posterior evaluación a los 5 y 8 años, pusieron de manifiesto que una mala regulación emocional (distrés e irritabilidad) a la edad de nueve meses correlacionaba posteriormente con la presencia de un trastorno de conducta. Este riesgo se manifestó solo en los niños y no en las niñas. Igualmente puso de manifiesto el vínculo entre la expresión emocional negativa en la madre y la conducta agresiva en los hijos.
Aunque se admite, en general, la influencia negativa de la depresión post-parto sobre la conducta posterior del hijo, no todos los estudios confirman esta circunstancia. Así tenemos que para Kurstjens y Wolke (2001) solo supondría un factor de riesgo si la depresión es crónica , solo en los niños y no en la niñas y si presentan riesgo añadidos neonatales o la familia está expuesta a otros riesgos.

miércoles, 1 de agosto de 2012

La Psicopatía y su Repercusión Criminológica: Un modelo Comprehensivo de la Dinámica de Personalidad Psicopática.José Manuel Muñoz Vicente Tribunal Superior de Justicia. Madrid, España



Resumen.
El trastorno psicopático de personalidad o psicopatía, a pesar de sus controversias en el contexto clínico ha resultado de enorme interés en el ámbito de la psicopatología criminal y forense al mostrarse tras la evidencia científica acumulada como un factor predictor de primera magnitud de la conducta trasgresora de la normativa social y legal. En el presente trabajo se propone un modelo comprehensivo de la dinámica de personalidad psicopática desde una perspectiva psicopatológica como paso previo y necesario para facilitar su análisis criminológico. Palabras clave: dinámica de personalidad, psicopatía, repercusión criminológica.

Abstract. The Psychopathic personality disorder or Psychopathy, regardless their controversies in the clinical context, results of a crucial interest in the criminal and forensic psychopathology context, due to the proven scientific accumulated evidence, like a first magnitude predictor factor of the transgresor misconduct of legal and social rules. In the present study it is proposed a comprehensive model of the psychopathic personality’s dynamic from the psychopathology perspective as a prior and required step to facilitate its criminological analysis. Keywords: criminological impact, personality dynamics, psychopathy.

“Algo no va bien en nuestro tiempo cuando seguimos inmersos en discusiones bizantinas. Personas normales, desde luego, no lo son: entienden la diferencia entre el bien y el mal, pero disfrutan haciendo el mal, viven para hacer el mal, y eso no es muy normal que digamos. Algo tendremos que hacer también desde el punto de vista legal, ¿no les parece?” (José Sanmartin, Prólogo al libro de J. M. Pozuelo: Psicópatas integrados).

Introducción.

El constructo “psicopatía” hace referencia a un síndrome clínico (aunque a día de hoy no esté recogido en las clasificaciones internacionales de los desordenes mentales –APA y OMS–), es decir, a un conjunto de signos y síntomas psicopatológicos relacionados (Hare, 2003). Como se desarrollará en el presente artículo, la conformación de la personalidad psicopática tiene alta probabilidad de vulnerar la normativa social y por tanto, de entrar en colisión con el Sistema de Justicia, de ahí su interés criminológico y forense (Monaham, 2006). Por tanto, este trabajo se enmarca dentro del área de investigación de la Psicología Criminal y más concretamente de las aportaciones de la Psicopatología Criminal y Forense como campo de conocimiento encargado de abordar la criminodinamia y delictogénesis de los Trastornos Mentales y su repercusión legal.

La Psicología Criminal o Psicología de la Delincuencia es una subárea dentro del ámbito disciplinar de la Psicología Jurídica, cuyos hallazgos empíricos también han sido aplicados a la Criminología. En la actualidad existe consenso dentro de la comunidad psicológica española en considerar a la Psicología Jurídica un campo consolidado de actuación profesional del psicólogo (Tortosa, Civera, Fariña y Alfaro, 2008; Ovejero, 2009; Clemente, 2010).
La Psicología Criminal, a partir de los métodos y los conocimientos generales de la Psicología, desarrolla investigaciones y genera conocimientos específicos en relación a la explicación de la conducta criminal. Su interés investigador ha versado especialmente: 1) explicación de la conducta delictiva; 2) estudios sobre carreras delictivas; 3) prevención y tratamiento; y 4) predicción del riesgo de violencia y/o reincidencia delictiva (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007).

Desde el enfoque criminológico de las actividades rutinarias (Cohen y Felson, 1979) se considera que se necesitan tres elementos para que se produzca un acto delictivo: un individuo motivado a cometerlo; una víctima (objeto o persona) que le atrae y que se encuentra a su alcance, y una percepción de vulnerabilidad de la misma (alta probabilidad de éxito y baja probabilidad de ser capturado). En definitiva, la comisión de un hecho ilícito es función de la interacción entre una personalidad vulnerable al delito y una situación propicia (oportunidad delictiva) (Redondo, 2008).

El recurso a la psicopatología como motivación de la conducta delincuencial ha estado ligado principalmente a la explicación de delitos con alto contenido violento, provocando históricamente la estigmatización del enfermo mental. La sociedad atribuye a estos sujetos una elevada peligrosidad (delitos imprevisibles, con elevado contenido violento y bizarro en su comisión y que provocan una enorme alarma social). La investigación empírica al respecto ha demostrado sin embargo, que la enfermedad mental grave (referida principalmente a trastornos de corte psicótico) explica un pequeño porcentaje de la criminalidad violenta. Las descompensaciones criminales de estos enfermos suelen ir ligadas a una falta de adherencia al tratamiento (ausencia de conciencia de enfermedad, efectos secundarios de los psicofármacos y síntomas negativos de los casos residuales), el consumo de tóxicos (como estrategia de enfrentamiento ante el malestar experimentado por su sintomatología) y el escaso apoyo social (Esbec, 2006).

miércoles, 25 de julio de 2012

Actualización en Adolescencia Antisocial: Su Perfil. Presentación Académica. Carlos Espinoza Jara



-actos que suponen quebrantamiento de la ley.
-todos los estudios demuestran que la gran mayoría de delitos no llegan a tribunales.
-muchos adolescentes que cometen delitos que podrían ser procesados nunca figuran en las estadísticas criminales.
-profesionales clínicos Psicólogos y Psiquiatras tienden a  referirse a categorías diagnósticas como”trastorno hostil/desafiante, trastorno de conducta y trastorno de personalidad antisocial” (DSM IV). Están lejos de ser sinónimo de delito.
-mucho de estos adolescentes que son objeto no muestran deterioro social y disfunción psicológica (la medida puede causarla).
-esta claro que la conducta antisocial o infractora comienza durante la niñez antes que pueda ser procesado.
-nos referiremos al periodo entre los 10 y 18 años.
- en los últimos 20 años ha habido un considerable aumento en el conocimiento empírico relativo a la naturaleza de la delincuencia, sus causas, los factores que influyen en la perpetuación en la vida adulta y su prevención y tratamiento.
-las teorías del delito basadas en la idea de una sola serie unificadora de factores causales han caído en descrédito, cada vez se presta mayor atención a los orígenes de las diferencias individuales (factores de riesgo y protectores).
-la psicología la psiquiatría, la sociología y la criminología han contribuido con un notable avance en el conocimiento del problema.
-cuando son muy jóvenes (niños o pre adolescentes) que posteriormente desarrollan repetidas actividades antisociales tienden a ser superactivos, de conductas indisciplinadas, hostiles, y tienen dificultad para llevarse bien con los demás niños.
-tienden a ser impulsivos y a estar deseosos de buscar experiencias nuevas y excitantes.
-tienen mas inclinación que los demás a mostrar sentimientos de infelicidad, a tener dificultad con la lectura y consumir drogas ilegales.
-cuando estos rasgos persisten al final de la adolescencia y en la edad adulta temprana adoptan a menudo la forma de excesos, historia laboral irregular, dificultades en las relaciones familiares y sociales, tendencias contraer deudas, responden  a la frustración con violencia.
-biología y conducta, ha habido un avance científico en desechar el viejo esquema que sostenía  que lo biológico determinaba la conducta, hoy en día se trabaja con una compleja interacción de doble dirección entre psiquis y soma.
-los procesos del pensamiento y las emociones y las tendencias de la conducta no aparecen fuera del cuerpo.
-cuando alguien se siente preocupado y asustado esto ira acompañado de aumento de pulsaciones, la sudoración y la segregación de determinadas hormonas.
-la transferencia de los efectos de las experiencias se puede realizar a través de estilos de pensamiento o procesamientos cognitivos o conceptos del yo, pero de alguna manera u otra habrá en el sustrato biológico alguna alteración.
-si se elevan artificialmente de una u otra manera las hormonas sexuales masculinas, esto tendrá efecto mensurables en ciertas conductas como el dominio.
-durante la adolescencia temprana, los pensamientos de los jóvenes tienden a hacerse más abstractos, multidimensionales, auto reflexivos y concientes de sí mismo, con una mejor comprensión de los conceptos relativos.

jueves, 19 de julio de 2012

ADOLESCENCIA Y COMPORTAMIENTO ANTISOCIAL Óscar Herrero, Francisco Ordóñez de la Rosa, Aránzazu Salas Ballesteros y Roberto Colom. Universidad Autónoma de Madrid



Lykken (2000) propuso un modelo para explicar la conducta antisocial basado en las dificultades de temperamento y el proceso de socialización. Los rasgos temperamentales que consideró básicos fueron la ausencia de miedo, la búsqueda de sensaciones y la impulsividad. Las diferencias individuales en estos rasgos interactuarían con los factores del contexto que contribuyen a la socialización. Las personalidades antisociales puntuarían más alto en ausencia de miedo, búsqueda de sensaciones e impulsividad. El presente estudio evalúa a 186 reclusos y 354 adolescentes. No se observan diferencias significativas entre reclusos y adolescentes en búsqueda de sensaciones y ausencia de miedo, pero los adolescentes puntúan más alto en impulsividad. Estos resultados contradicen la propuesta de Lykken. Sin embargo, este resultado adverso puede ser re-interpretado desde una perspectiva alternativa.

Adolescence and antisocial behavior. Lykken (2000) proposed a model to understand antisocial behavior. The model considers the interaction between temperament difficulties and the socialization process. The temperament traits are fearlessness, sensation seeking, and impulsivity. Individual differences in those traits interact with contextual factors germane to socialization. The antisocial personalities must score higher on fearlessness, sensation seeking, and impulsivity. The present study assesses 186 imprisoned and 354 adolescents. No significant differences were found between imprisoned and adolescents neither in sensation seeking or fearlessness. Moreover, adolescents scored higher on impulsivity. The results are not in line with Lykken’s prediction. However, this adverse finding could have an alternative explanation.

Lykken (2000) propuso un modelo para explicar el desarrollo de las personalidades antisociales. Según este autor, hay dos caminos para desarrollar un comportamiento antisocial. Uno de ellos es estar expuesto a una socialización deficiente como consecuencia de una práctica familiar negligente. Este primer camino podría conducir a que el individuo se convirtiese en un sociópata. Por otra parte, una persona que expresase desde su nacimiento un nivel elevado de una serie de rasgos temperamentales podría ser insensible a un esfuerzo socializador normal y crecer sin desarrollar una conciencia. En este caso la persona podría convertirse en un psicópata. Los rasgos temperamentales propuestos por Lykken son la búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la ausencia de miedo. Tanto en el caso de la sociopatía como en el de la psicopatía, las personas mostrarían una vulnerabilidad al comportamiento antisocial, pero no se podría hablar de una situación determinista e inamovible. Temperamento y socialización son dos factores relacionados.

Basándose en Gray (1987), Lykken (2000) propone que las personas con alta vulnerabilidad a la psicopatía nacerían con un bajo Sistema Inhibidor de la Conducta (BIS) o con un Sistema Activador de la Conducta muy potente (BAS). El primer caso daría lugar a un muy bajo miedo que podría derivar en una psicopatía primaria, mientras que el segundo conllevaría una alta impulsividad que podría derivar en una psicopatía secundaria.
Existe evidencia experimental sobre la hipótesis del bajo miedo. Hare, Frazelle y Cox (1978) encontraron diferencias en la actividad cardíaca y electrodérmica de psicópatas y no psicópatas durante una cuenta atrás al final de la cual oían un ruido de alta intensidad. Los psicópatas tenían mayor aceleración cardíaca y menor actividad electrodérmica que los no psicópatas. Se ha encontrado también en psicópatas menor nivel de sobresalto (medido mediante reflejo parpebral) cuando se presenta un tono alto durante la visión de imágenes emocionalmente negativas como un cuerpo humano mutilado (Patrick, Bradley y Lang, 1993; Levenston, Patrick, Bradley y Lang, 2000) o mientras se imaginan situaciones que deben evocar miedo (Patrick, Cuthbert y Lang, 1993).

lunes, 16 de julio de 2012

HIPERACTIVIDAD Y TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD (Niños-Adolescentes). SOBRE LA HIPERACTIVIDAD* Alberto Lasa Zulueta**




INTRODUCCIÓN
En el momento actual la hiperactividad del niño se ha convertido en un “síndrome” o, aún más, en una “enfermedad” de moda, particularmente en la psiquiatría anglosajona, de cultura sanitaria y medios asistenciales muy diferentes a los nuestros. Pese a ello está siendo importada y descrita por ciertos medios, de prensa y también científicos de nuestro país, como si se tratara de una situación clínica de descubrimiento y tratamiento reciente. Se trata sin embargo de un concepto de larga y controvertida historia que conviene repasar con algún detalle para no incurrir en un reduccionismo excesivo que puede conducir a decisiones clínicas y terapéuticas excesivamente simplificadoras. Por sorprendente que pueda parecer, sobre todo a quienes ya hemos conocido hace décadas el mismo fenómeno, (en los años setenta ya con la hiperactividad y entonces y posteriormente con conceptos también controvertidos como el de disfunción cerebral mínima o el de dislexia) asistimos a la reactivación y promoción, con un interesado etiquetaje de “nuevo descubrimiento científico”, de hechos clínicos sobradamente conocidos y de propuestas terapéuticas ensayadas desde hace mucho tiempo.
Una vez más, se trata de encajar hechos clínicos complejos en un viejo y estrecho paradigma, resucitado por la actual orientación psiquiátrica denominada “neo-kraepeliniana”, que tiende al ideal decimonónico del llamado “modelo médico”: “una causa, una enfermedad, un tratamiento”. Ideas que resurgen con el auge de la psiquiatría biológica y de sus investigaciones y descubrimientos, e influenciadas también por el generoso, e interesado, mecenazgo de una industria farmacéutica de extraordinario poder económico y mediatico, y de gran influencia en los medios de opinión y expresión científicos y universitarios. Autores poco sospechosos de ignorar los hechos biológicos han resaltado que, en las tendencias actuales, “las afirmaciones sobrepasan considerablemente las pruebas” (RUTTER, 2000). Un experto observador y protagonista de la psiquiatría americana (EISENBERG, 1986), lo ha resumido en pocas palabras: “el punto de vista “sin cerebro” ha sido sustituido por otro punto de vista  “sin mente” igualmente estrecho y limitado”.
El debate científico enfrenta a autores, inicial y fundamentalmente norteamericanos, que defienden la existencia de una entidad clínica diferenciada y con una etiopatogenia orgánica determinada, denominada “Trastorno de hiperactividad-déficit de atención”, con otros, fundamentalmente europeos pero también norteamericanos, que no están de acuerdo en atribuirle el carácter de una categoría diagnóstica específica porque juzgan que se trata de una agrupación sintomática, tradicionalmente denominada “inestabilidad psicomotriz”, sin ninguna relación etiopatológica determinable con lesión o disfunción cerebral precisa alguna, y dependiente de múltiples factores etiopatogénicos, no solo biológico-temperamentales, sino también psicológicos y psicopatológicos, familiares y socio-educativos.

ACERCA DE DOS MODELOS DE (IN)COMPRENSIÓN POSIBLES.

Indudablemente existen diferentes maneras de situarse frente a los hechos clínicos y a las diferentes opciones de tratarlos. La formación recibida y la experiencia de cada cual, así como el lugar de trabajo y los contactos profesionales y recursos terapéuticos que permite y ofrece, son seguramente, tanto por su riqueza como por sus carencias, los factores más determinantes del estilo de comprensión clínica y respuesta terapéutica de cada profesional. Al tratarse de fenómenos experienciales, interactivos y, en cierto modo, azarosos, condicionan diversos estilos y etapas en cada profesional.
Sin embargo, se pueden tratar de agrupar, y seguramente afirmar que, todas las modalidades de actividad profesional oscilan entre dos polos o modelos de comprensión que, a su vez, condicionan supuestos etiopatogénicos y, en consecuencia, opciones terapéuticas diferentes. Que ambas puedan ser integradas o, por el contrario esgrimidas como argumentos recíprocamente excluyentes dependerá de la formación, experiencia y elasticidad de cada (equipo) profesional. Pero además condicionará la colaboración o descalificación entre profesionales que emiten diagnósticos, orientaciones terapéuticas y opiniones diferentes, conllevando, en caso de desacuerdo, además del riesgo del descrédito de la objetividad de nuestros criterios diagnósticos, cierto desconcierto, sufrimiento y hasta desconfianza de los pacientes y sus familias.
La hiperactividad es un síndrome clínico en el que las repercusiones de todo lo expuesto resultan particularmente manifiestas. Frente a ella la actitud, es decir la predisposición, del profesional puede ser distinta, predominando una actitud de reflexión e intento de comprensión de los fenómenos latentes que subyacen al comportamiento hiperactivo, o, en el otro polo, el interés por la observación, descripción objetiva y cuantificación del fenómeno manifiesto más visible. Obviamente la prioridad elegida condicionará una posición “de espera” (y de apertura a la aparición de eventualidades psicopatológicas acompañantes o determinantes) o “de confirmación” (de un diagnóstico claro a confirmar o a evidenciar). La comprensión y reflexión estará centrada en el funcionamiento mental y en sus mecanismos repetitivos de orden psicopatológico en el primer caso, y en el segundo en la descripción y objetivación de síntomas “cuantificables”, por ejemplo a través de cuestionarios, a los que ingenua o interesadamente se atribuye un valor de “prueba diagnóstica”.
Esta actitudes se plasman en dos tipos de actividad en la exploración clínica, que buscará un diálogo abierto a la indagación en el primero, y una observación destinada a completar y cerrar una recopilación de datos objetivables en el otro.
Ambos tipos, de predisposición y de actividad exploratoria, van unidos a que el objeto de estudio al que apuntan es diferente. La  comprensión del funcionamiento mental se interesa por la articulación de los síntomas con mecanismos psíquicos, conscientes e inconscientes, y en particular por la persistencia repetitiva y limitante de algunos de ellos, así como por su psicogénesis, relacionada con mecanismos de interiorización e identificación y por tanto influenciada, tanto en su origen como en su mantenimiento, por la interacción con personas significativas del entorno. El conjunto interactivo constituido por: la persistencia limitante de ciertos mecanismos mentales defensivos y constitutivos; los conflictos, intrapsíquicos y con el entorno, que conllevan un particular sufrimiento emocional y afectivo; los problemas relacionales consecuentes y repetitivos; constituirán los ejes que permitan confirmar la consolidación estable y predominante de un tipo de funcionamiento estructurado y permanente, que configura un tipo de diag-nóstico, el diagnóstico estructural  y con ello delimitar si se trata, o no, de algo calificable de psicopatológico. En contraste, si el objeto a estudiar es la  conducta observable y la detección de los síntomas en sí mismos, esta adición, sumario y catalogación, método que ha sistematizado con el éxito consabido el sistema de clasificación americano (DSM en sus diferentes versiones) facilitará un diagnóstico sintomático fundamentalmente.