martes, 27 de diciembre de 2011

Prevalencia de trastornos psiquiátricos en adolescentes infractores de ley. Estudio caso-control. Pedro Rioseco S.(1), Benjamin Vicente P.(1), Sandra Saldivia B.(1,3,) Félix Cova S.(2,3, )Roberto Melipillán A.(1,4) y Patricia Rubi G.(1)

Introduction: 
The juvenile delinquency has grown worldwide in alarming form in the last time, a multicausality is recognized in the origin of this phenomenon, but it becomes necessary to identify the importance of each one of this causes, and its specific impact in the time. Objective: To identify individual, educational and family factors associated with criminal conduct in a sample of adolescent offenders. Method: Observational study, crossectional, of case-control. From a universe of adolescents between 12 years old and 17 years with 11 months and 30 days, offenders, imprisoned in penal or protection institutions, a convenience sample of 100 adolescents was chosen, which was equalled in gender, age range, and socioeconomic level with a control group of the same size. To both groups a battery of instruments, DISC IV, WISC-R or WAIS, and the Family History Screen, was applied. Results: During the 12 months prior to the study 64% of the offenders and 18% of the controls presented a psychiatric diagnosis. Among the offenders the most prevalent disorder were conduct disorder (46.99%), abuse of alcohol (26%) and dependence of other substances (18%); among the control group the most prevalent were attentional deficit disorder (5%) and conduct disorder (5%). There are statically significant differences between both groups when measuring the intellectual level of functiong, 31%) of the offenders were in the rank of borderline and 34%> of controls were classified as low average. Conclusions: Lower intellectual capacity, school failures, number of sexual partners and conduct disorder were the variables that better predicted inclusion in the group of juvenile offenders.
Key words: Adolescents, criminal conduct, psychiatric prevalence, associated factors.

Resumen

La delincuencia juvenil ha crecido en forma alarmante. Se reconoce en el origen del fenómeno una multicausalidad, pero se hace necesario identificar y ponderar eventuales causas y medir su impacto específico. Objetivo: Identificar prevalencias de patología psiquiátrica y variables individuales, educacionales y familiares asociadas con conductas delictivas en una muestra de adolescentes infractores de ley. Método: Estudio observacional, transversal, de caso-control. De un universo de adolescentes entre 12 y 17 años, infractores, recluidos en instituciones penales o de protección, se eligió una muestra por conveniencia de 100 sujetos y una muestra control pareada por edad y nivel socioeconómico. A ambos grupos se aplicó una batería de instrumentos, incluyendo DISC-IV, WISC-R ó WAIS, Cuestionario de Estilos de Vida y FHS. Resultados: Un 64% de los adolescentes infractores de ley y 18% de sus pares, presentaban algún diagnóstico psiquiátrico durante los doce meses previos a la entrevista. Los cuadros más prevalentes en los adolescentes infractores son trastorno disocial (46,9%), abuso de alcohol (26%) y dependencia a otras sustancias (18%). En los adolescentes no infractores son más prevalentes el déficit atencional con hieractividad (5%) y el trastorno disocial (5%). Hay diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos en la medición de coeficiente intelectual, un 31%) de infractores está en el rango de inteligencia limítrofe y un 34% en normal lento. Conclusiones: Menor capacidad intelectual, antecedentes de repitencia, mayor número de parejas sexuales y presencia de un trastorno disocial son las variables que mejor predicen la pertenencia al grupo de adolescentes infractores de ley.
Palabras clave: Adolescentes, conducta criminal, patología psiquiátrica, factores asociados.

Introducción

La violencia juvenil resulta desde hace varios años inquietante en nuestra región, por el incremento sostenido que ha sufrido en el último tiempo. Esto no ha ocurrido sólo en América Latina -región especialmente marcada por la violencia- sino que se observa también a nivel mundial. En el año 2000, de acuerdo a datos entregados por la OMS(1), se produjeron a nivel mundial unos 199.000 homicidios de jóvenes (9,2 por 100.000 habitantes).
Desde hace varios años se viene discutiendo sobre las causas de los comportamientos antisociales de los jóvenes, considerándose finalmente la multicausalidad del fenómeno, por lo cual se hace necesario identificar la ponderación de cada una y su impacto específico en el tiempo. En caso contrario se llega a concluir que sólo los cambios estructurales en materia social, que constituyen el núcleo de muchos problemas, son los únicos relevantes para la prevención.
Sobre la edad de inicio de las conductas disocíales, Frechette et Leblanc(2) identificaron varios períodos en los cuales pueden comenzar en los menores de edad, pero sin duda la preado-lescencia parece ser una edad privilegiada para el ingreso a la delincuencia gracias al contexto de crecimiento disarmónico a menudo presente, en el cual se mezclan aspectos de la infancia y manifestaciones de contestación, de oposición más típicas de la adolescencia.
Corsi y Peyrú(3), plantean que hay distintas formas de violencias sociales que crecen y se multiplican a un ritmo acelerado. Estas conductas resultan disruptivas y amenazan el proceso de integración en el que los adolescentes incorporan nuevas capacidades y aptitudes. En medio de este revolucionario período de cambio personal los adolescentes intentan formar su propio espacio y son vulnerables a las conductas de violencias que los rodean. En este período también se transforma la relación con el poder adulto, reelaborán-dose conceptos e imágenes de sí mismo y del mundo, para llegar a formar su propia identidad.
Los estudios internacionales indican la existencia de factores de riesgo(4) asociados al desarrollo del comportamiento delictivo en jóvenes y que en algunos casos resultan útiles para construir perfiles de riesgo que orienten la focalización de políticas preventivas.

domingo, 18 de diciembre de 2011

VIOLENCIA, ANIQUILACIÓN Y DESOBJETALIZACIÓN* . José Manuel Macias Rocha**

Resumen: En este trabajo sobre la violencia partimos de una perspectiva amplia, para centrarnos ulteriormente en el papel dominante de las pulsiones de muerte y de destrucción. Desarrollamos un concepto central en la metapsicología de la violencia, el proceso de DESOBJETALIZACIÓN, que equivaldría en la psicopatología de la vida cotidiana a lo que llamamos habitualmente deshumanización.Si el amor implica un investimiento libidinal y su opuesto el odio un investimiento agresivo, lo contrario de todo investimiento es el no-investimiento, la indiferencia. Para el trabajo de lo negativo, la indiferencia hacia el objeto supone que este nunca ha existido, ni en él mismo ni para el sujeto. La violencia conceptualizada en una óptica moderna del terror, implica por lo tanto un trabajo de deshumanización en el que se niega precisamente al objeto la posibilidad de que sea eso para lo que ha sido creado, un objeto de investimiento. Palabras clave: violencia, pulsión de muerte, objetalizacion, desinvestimiento, DESOBJETALIZACIÓN.

Summary: In this work about violence, we suggest a broad perspective although we focus on the preponderant role of the death and destruction pulsions. We develop continuously a central concept in the metapsychology of the violence, the deobjectalization proces, which means in the psychopathology of the daily life what we usually call dehumanization. If love implies a libidinal investment and his opposite hate an aggressive investment, the contrary to all investment is the no-investment, the indifference. To work out the negative, the indifference towards the object means that the latter never existed, neither in itself, nor towards the subject. The conceptual violence from a modern focus of terror implies therefore a work of dehumanization in which precisely the  objects is denied the possibility that it is that what it has been created for, an investment object.
Key words: violence, death pulsion, objectalization, deinvestment, deobjectalization

VIOLENCIA Y ANIQUILACIÓN DEL OBJETO:  
LO MALO DEL MAL

Introducción
A estas alturas de la Historia tenemos suficientes argumentos para afirmar que Jean-Jacques ROUSSEAU se equivocó. El homo sapiens no es un pequeño e inocente salvaje, bueno por naturaleza y corrompido por la sociedad, sino un animal dotado del instinto de la máxima capacidad de Destrucción. Al menos esto es lo que nos ha mostrado un siglo cuyos últimos suspiros se conjugaron con la aniquilación de las Torres Gemelas, el 11 Septiembre 2001, seguida unos días después por otra catástrofe menos divulgada pero tan mortífera acaecida en el país vecino: el incendio de origen criminal o terrorista de Toulouse, que ocasionó más de tres mil lesionados y damnificados.
Es precisamente en Francia donde el clima de violencia y de inseguridad ciudadana ha alcanzado el paroxismo, del que un exponente trágico fue el crimen d’Evreux: cuando el 7 de Marzo 2002, el joven Jimmy cuenta a sus padres que está siendo objeto de extorsión (racket) en el Instituto, su padre Guy, 38 años, no imagina que él mismo iba a ser linchado hasta la muerte por los compañeros de su hijo. El reflejo natural de protección de este padre inmigrante le lleva, esa misma tarde, a esperar a su hijo a la salida de clase. Unos cuarenta jóvenes lo reciben con una lluvia de piedras y adoquines que le producen la muerte.

viernes, 16 de diciembre de 2011

¿Locos O malos? Una revisión del trastorno de personalidad antisocial o disocial.M.Delgad,A.González,A.Moren,E.Pérez,N.Ponte,A.C.Sierra


Las dificultades para distinguir entre la enfermedad mental y la maldad pura  y simple cuentan,  en nuestra cultura,  con una muy  larga tradición  (1,  2,  3).  A  lo largo de la historia, tanto los descubrimientos científicos sobre la psique y sus  enfermedades como los esfuerzos  nosológicos de notables teóricos han ido contribuyendo de manera muy importante a la delimitación de los trastornos mentales,  de modo que los síntomas y signos observables en éstos no sean confundidos con ninguna otra cosa.  Sin embargo, aún hoy nos encontramos con algunos trastornos que ponen en entredicho nuestra capacidad para distinguir y, por ende, nuestras habilidades para tratar, clasificar o denominar, e incluso, simplemente, aceptar o tolerar estos problemas. Un caso paradigmático nos lo presenta la entidad nosológica que en las modernas clasificaciones se viene denominando trastorno de personalidad  antisocial  (TPAS)  o  disocial  (4).

«This disease is beyond my practice» (<  frase  del  Médico en Macbeth,  de  Shakespeare,  V,  1).  La misma cita aparece tanto en el clásico trabajo de Cleckley (5) como en el mucho más reciente de Loma S.  Benjamin (6),  separados ambos por más de medio siglo.  ¿Debemos entender, por ello, que no se han producido avances en la comprensión y el tratamiento del TPAS? Desde luego que no.  
Pero s í  es bien cierto que en los últimos años se viene desarrollando un intenso debate sobre los criterios diagnósticos para  este trastorno,  y  que la tarea de  obtener un  amplio  consenso  con  respecto  a tales  criterios  parece bastante complicada.  Asimismo,  muchos  profesionales  de la Salud Mental  siguen siendo pesimistas sobre las  posibilidades de  hallar tratamientos eficaces para el TPAS.  Pese a todo,  se ha realizado recientemente un estudio de campo sobre este trastorno de cara a la confección del DSM-IV, lo cual mantiene vivo el interés al  respecto.  Además, la literatura reciente cita una serie de posibles medidas terapéuticas sobre las cuales merecería la pena profundizar, y se hace referencia, por ende, a toda una serie de prácticas preventivas precoces que es necesario tener en cuenta.  Una de las consecuencias más importantes del interés mantenido sobre los trastornos de personalidad, y más en concreto sobre el TPAS, es el reconocimiento de que las personas afectadas tienden a sufrir bastante por ello, y necesitan ayuda (7). 
A pesar de la impopularidad de los pacientes antisociales entre nuestros profesionales y, por  supuesto, en la sociedad en general,  diversos autores postulan que éste es  un trastorno tratable y ocasionalmente curable  (8).  Dado que tales individuos tienden a hacer daño o incluso a matar a otras personas,  o bien a hacerse daños  a ellos mismos  o  suicidarse,  y dado que a menudo entran en conductas delictivas  o  se convierten en padres descuidados o maltratantes, la búsqueda de soluciones razonables y humanitarias para todo este tipo de problemas con los que tales pacientes confrontan a la sociedad resulta sencillamente irrenunciable. Así quizá sea posible que, cuando menos en algunos casos, podamos completar la frase del Médico en Macbeth:  «. . .yet I have known those. . .  who have died holily in their beds»  (<< ••• si bien he sabido de algunos que alcanzaron el final de sus vidas santamente y en sus lechos»). El presente artículo revisa  diversos  aspectos  de interés  relativos  al  diagnóstico,  la comorbilidad,  la epidemiología, la etiología, el curso, el pronóstico, el tratamiento y la prevención del trastorno de personalidad antisocial, así como de algunos síndromes de características similares.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL FENÓMENO DE LA DELINCUENCIA JUVENIL: José Miguel de la Rosa Cortina. Fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid CAUSAS Y TRATAMIENTOS.

LAS RAÍCES DE LA DELINCUENCIA JUVENIL.
Pocos fenómenos traen consigo una alteración mas aguda de la convivencia que el fenómeno delincuencial y, especialmente dentro de la delincuencia, la cometida por menores de edad. Ante estos supuestos la sociedad se siente en ocasiones inerme, impotente e indefensa. Se ha constatado a nivel internacional un aumento progresivo de la delincuencia juvenil (1). Como datos globales, se han aportado los siguientes: “en los países de nuestra área de cultura (países occidentales más industrializados) la delincuencia juvenil in genere se aproxima, en cuanto al volumen, en los últimos años, al 15% de la delincuencia general total. Si bien, las estadísticas de algunas de esas naciones, como es el caso, por ejemplo, de Francia, ofrecen cifras apreciablemente mayores: 20 ó 22%. Por el contrario, otros países ofrecen estadísticas muy por debajo de la media”.(2)  
En España, un informe del Defensor del Pueblo de este mismo año aporta datos esclarecedores al respecto: el número de menores detenidos en el año 2001 ascendió a 22.906, lo que representa el 10,48% del total de personas detenidas durante ese período. En todo caso, la valoración de estos datos de delincuencia juvenil en relación con otros países de nuestro entorno cultural no es especialmente negativa.(3)  
Las causas, para Goleman, hay que cifrarlas en “un claro descenso en el grado de competencia emocional”, considerando como ámbitos en los que se han producido “un franco empeoramiento” los siguientes: marginación o problemas sociales (tendencia al aislamiento, a la reserva y al mal humor, falta de energía, insatisfacción y dependencia); problemas de atención o de razonamiento (incapacidad para prestar atención y permanecer quieto, ensoñaciones diurnas, impulsividad, exceso de nerviosismo que impide la concentración, bajo rendimiento académico, pensamientos obsesivos); ansiedad y depresión (soledad, excesivos miedos y preocupaciones; perfeccionismo, falta de afecto, nerviosismo, tristeza y depresión); delincuencia o agresividad (relaciones con personas problemáticas, uso de la mentira y el engaño, exceso de justificación, desconfianza, exigir la atención de los demás, desprecio por la propiedad ajena, desobediencia en casa y en la escuela, mostrarse testarudo y caprichoso, hablar demasiado, fastidiar a los demás y tener mal genio).(4)  Una de las raíces de esta pérdida de competencia emocional por parte de los menores se encuentra en que nos encontramos en una época en la que como consecuencia de las presiones sociales y laborales “la atención cotidiana que reciben los mas jóvenes raya en la negligencia”(5)  Existen también una serie de causas sociales que al final confluyen en un mismo mínimo común denominador: familias desestructuradas incapaces de cumplir la función primordial de transmitir normatividad al menor: padres drogadictos, alcohólicos, analfabetos, padres “desaparecidos”, familias marginales o desarraigadas, pobreza, prostitución, enfermedad mental, etc.(6)

lunes, 12 de diciembre de 2011

LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO, ENTRE EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN* Adela Abella**

El título de este simposio invita a considerar los trastornos del comportamiento y su tratamiento desde un punto de vista particular: entre el pensamiento y la acción. Este tipo de patología puede en efecto ser comprendida como un fracaso del pensamiento, de la mentalización, con el resultado de una tendencia, en el niño y en el adolescente al igual que en el adulto, a la expresión del conflicto fundamentalmente a través de actuaciones comportamentales. La consecuencia grave de este fracaso de la mentalización es que el comportamiento y la acción, privados del efecto modulador y regulador del pensamiento, tienden a adoptar formas extremas y violentas, con frecuencia peligrosas para el sujeto y para su entorno, sin valor adaptativo y que finalmente resultan dañinas para el desarrollo del individuo.
Pero el problema es más complejo. Esta concepción clásica de una oposición entre pensamiento y acción se ha enriquecido posteriormente con la idea de la existencia de otro tipo de relación entre ambos términos. Así, se han descrito en la clínica pensamientos que son utilizados como una forma de acción y acciones que tienen la finalidad fundamental de trasmitir una comunicación. Se trata por ejemplo de la palabra que

intenta no comunicar sino influenciar al otro,  hacerle algo, hacer que el otro sienta algo o que el otro haga algo. Así, la palabra que hiere o que calma o que seduce: en el fondo, más acción que palabra. A la inversa, ciertas acciones tienen fundamentalmente un valor comunicativo, son acciones que dicen lo que el niño o el adolescente no puede expresar verbalmente. Comportamientos que son en realidad peticiones de ayuda, o intentos de comunicar sentimientos de tristeza, de ira, de amor.
Actualmente los estudios empíricos sobre los resultados de la psicoterapia dan por aceptada su eficacia en el tratamiento de buen nombre de patologías psíquicas, entre ellas precisamente los trastornos del comportamiento del niño y del adolescente. No es de este aspecto de lo que voy a tratar. La pregunta que quisiera plantear concierne la naturaleza del proceso psicoterapéutico con este tipo de pacientes. Es decir: ¿cómo aparecen los trastornos del comportamiento en el curso de una psicoterapia?, ¿qué valor toma en este contexto preciso lo que el niño o el adolescente dice o hace? Paralelamente ¿cómo interviene y qué efecto tiene lo que el psicoterapeuta dice o hace? En otros términos, ¿cómo se expresan, qué valor toman el pensamiento, la palabra y la acción en el contexto de una psicoterapia, de qué forma pueden ponerse al servicio del cambio psíquico o, al contrario, entorpecerlo?

viernes, 9 de diciembre de 2011

APROXIMACIÓN A LAS TENTATIVAS DE SUICIDIO EN LOS ADOLESCENTES*. Ana Berta Jara Segura**, Fernando González Serrano***, Paz San Miguel**** y Maite Urizar*****

Resumen: Revisión sobre las Tentativas de Suicidio en los adolescentes, factores epidemiológicos, contexto socio-familar, funcionamiento mental, evaluación del riesgo y actitud ante un gesto suicida, la valoración de la necesidad de ingreso y propuestas de tratamiento.
Palabras clave: Suicidio en adolescentes, evaluación y actitud.
Summary: Revision of the suicide attempts in adolescents, epidemiologic factors, socio-family context, mental functioning, risk assesmeret and attitude before a suicide gesture, the assesment of the admission need and treatement proposals.
Keywords: Suicide in adolescents, assesment and attitude.

INTRODUCCIÓN.

Los suicidios y las tentativas de suicidio en la adolescencia tienen un interés creciente, y suponen un importante desafío para los profesionales de la salud mental y para todos aquellos que trabajan directa o indirectamente con adolescentes. Con esta revisión pretendemos aportar algunos puntos de reflexión sobre el funcionamiento mental de los jóvenes que están más predispuestos a pasar al acto, el contexto en que éste se produce y la necesidad de una adaptación del enfoque terapéutico. Teniendo en cuenta que en estos casos prever es la mejor forma de evitar una tentativa de suicidio, es de vital importancia conocer los factores de riesgo y protectores, así como tomar en consideración y evaluar cuidadosamente cualquier T.S. por vanal que ésta parezca; tomando así las medidas terapéuticas oportunas, sin olvidar la encrucijada vital en la que ésta se produce.
Hemos puesto el acento en los aspectos vitales interpersonales e intra psíquicos de las T.S. más que en los aspectos psicobiológicos, genéticos, etc. de indiscutible trascendencia y sobre los que existe numerosa literatura.

ENFOQUE EPIDEMIOLÓGICO.

Las conductas suicidas (tentativas o suicidio consumado) suelen ser raras hasta el final de la latencia (10-12 años), aumentando progresivamente a lo largo de la pubertad y adolescencia. Las tasas de suicidio entre los 15 y los 19 años se acercan a las de los adultos: aproximadamente 11/100000 frente a 12-15/100000 de la población general (1, 2).
Actualmente se considera el suicidio como la 2.ª ó 3.ª causa de muerte en la adolescencia y juventud en los países desarrollados (incluso la 1.ª en algunos). Asimismo en los últimos años se ha podido constatar una elevada y creciente tasa de tentativas de suicidio (TS) en esta población. La TS es un comportamiento más frecuente que el suicidio consumado: se calcula que hay unos 8-10 intentos por cada suicidio en la población general y que esta proporción es aún mayor entre adolescentes y jóvenes (2, 3). A raíz de la constatación del alza de las conductas suicidas surgen numerosos estudios epidemiológicos con objeto de investigar estrategias que puedan contrarrestar esta tendencia.
El más importante en el ámbito europeo es el Estudio Multicéntrico del Parasuicidio WHO-EURO llevado a cabo entre 1989 y 1992 en 13 países distintos (4).
La OMS ha preferido utilizar el término de Parasuicidio con el fin de unificar la definición de la TS que era poco clara, dependiendo a menudo del clínico que investiga e incluso variando de un país a otro. Se define el Parasuicidio como “ un acto con final no fatal por el que un individuo emprende deliberadamente un comportamiento inhabitual que, sin la intervención de otros, causa daños autoinfringidos; o que ingiere deliberadamente una sustancia en cantidad superior a la prescrita, o a la dosis generalmente admitida, y que tiene por objetivo, debido a las consecuencias físicas reales o supuestas, provocar cambios que el sujeto desea”. Se excluye pues la referencia a la intencionalidad o la gravedad(4).
Este estudio de la OMS da tasas de prevalencia de Parasuicidio de 106,9/100000 para varones y 291,8/100000 para mujeres de 15 a 19 años (168 y 283 respectivamente para la población entre 15 y 24).

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Categorial o Dimensional. En las puertas del DSM-V y la CIE-10, la importancia de reconsiderar la nosología especialmente en adicciones y considerando la relavancia de la comorbilidad/patología dual. http://www.psiquiatria.com

En un momento en que se están planteando o se han planteado importantes cambios en la nosología psiquiátrica en general y la referente al capítulo de adicciones en particular, ante la inminente publicación tanto de la undécima revisión de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) y de la quinta edición del Manual Estadístico y Diagnóstico (Diagnostic and Statistical Manual), el DSM-V, los autores, todos ellos contrastados y prestigiosos investigadores, intentan en esta completa y amplia revisión reformular la compleja y separación entre adicciones y el resto de psiquiatría y con especial interés en la psicopatología de la adicción, pero yendo más allá de la comorbilidad. 

De hecho, en el DSM-IV el diagnóstico del paciente con un trastorno por uso de sustancias (TUS) se limita fundamentalmente a las manifestaciones físicas y psicosociales de la adicción, mientras que los síntomas psiquiátricos adicionales que afectan el bienestar, el funcionamiento, la evolución, y la respuesta al tratamiento son relegados al dominio de la “comorbilidad” psiquiátrica. Sin embargo, tal como se documenta en la presente revisión, la relación entre los síntomas “comórbidos” con la adicción, es decir la patología dual, es muy estrecha, tal como refleja la elevada asociación observada en estudios epidemiológicos y las marcadas conexiones neurobiológicas y neuropsicológicas. 

Múltiples estudios realizados tanto en muestras clínicas como en población general y que son ampliamente conocidos han evidenciado el elevado grado de comorbilidad entre los TUS y otros trastornos mentales. Estudios como el Epidemiologic Catchment Area (ECA) Survey o el National Comorbidity Survey (NCS), ambos con muestras representativas en Estados Unidos han mostrado una odds ratios (OR) de comorbilidad de algún trastorno mental a lo largo de la vida (según DSM-III-R) de al menos 2,4. Otros grandes estudios con muestras clínicas no sólo confirman estos resultados, sino que demuestran a su vez una particular relación entre el abuso y dependencia con los trastornos de ansiedad, de ánimo y de personalidad. Además, esta asociación es aun más fuerte para la dependencia que para el abuso de drogas.

martes, 6 de diciembre de 2011

OFENSORES SEXUALES JUVENILES. Dr. José Díaz Morfa Psiquiatra-Psicoterapeuta Presidente AESC. Vicepresidente APTOS

Se hace una revisión de la literatura sobre los ofensores sexuales juveniles, abordando en primer lugar su definición, el desarrollo sexual normal, las características de los jóvenes que han cometido ofensas sexuales, los tipos de conductas ofensivas; la etiología, los temas de salud mental, y actualización de los tipos y clasificaciones.
Se hace mención sobre poblaciones específicas donde se producen abusos sexuales como por ejemplo, el incesto entre hermanos; de las chicas, los niños pequeños y los jóvenes con incapacidades del desarrollo que han cometido ofensas sexuales, ofreciendo diferentes categorías. Se compara a los jóvenes que han cometido ofensas sexuales versus otros tipos de ofensas y se muestran las diferencias entre los abusadores adultos y los adolescentes. Se presentan las diferentes áreas de la evaluación y las diferentes aproximaciones terapéuticas.
Se finaliza, dando pautas para la prevención de la recaída y la investigación sobre la eficacia del tratamiento.
Palabras clave: ofensa, sexual, joven

INTRODUCCIÓN

El abuso sexual es ampliamente reconocido como un problema significativo en la sociedad, y el alcance del problema puede ser subestimado porque los ofensores sexuales juveniles que son conocidos por el sistema pueden representar sólo una pequeña proporción de los jóvenes que han cometido tales ofensas. Los estudios de ofensores sexuales adultos sugieren otra dimensión del problema: muchos de estos ofensores comenzaron su conducta sexualmente abusiva en su juventud.
Actualmente se estima que los jóvenes son responsables de más de una quinta parte de las violaciones, y de la mitad de los casos de molestia de niños, cometidos en los Estados Unidos cada año (Hunter, 2000). La mayoría de los casos de agresión sexual juvenil parecen involucrar a perpetradores adolescentes masculinos; sin embargo, varios estudios clínicos han señalado la presencia de mujeres adolescentes y jóvenes prepúberes que se han comprometido en conductas sexualmente abusivas. La ofensa sexual juvenil parece atravesar los límites raciales y culturales.
Los estudios de ofensores sexuales adultos (a los que se les aseguró que la información que proporcionaran permanecería confidencial) también apoya la conclusión de que el abuso sexual realizado por jóvenes es un problema grave. Esta investigación sugiere que aproximadamente la mitad de estos individuos comenzaron su conducta sexualmente abusiva antes de la edad adulta (Abel, Mittelman, and Becker, 1985; Groth, Longo, and McFadin, 1982; Saylor, citado en Smith and Monastersky, 1986).
Los estudios de adultos jóvenes y adultos que cometieron ofensas sexuales de jóvenes indican que la ofensa sexual incluye una amplia gama de conductas sexuales inadecuadas. Las ofensas incluían conductas sexuales sin contacto (tal como exhibicionismo y voyeurismo), molestar a niños, y violación (Abel, Osborn, and Twigg, 1993; Righthand, Hennings, y Wigley, 1989). La investigación ha mostrado que los problemas de la conducta sexual exhibidos por estos jóvenes “no son simplemente incidentes aislados que involucran normalmente a adolescentes desarrollándose” (Fehrenbach et al., 1986).

Uno de cada dos ofensores sexuales adultos comenzaron la conducta sexualmente abusiva de jóvenes siendo adolescentes. Knight and Prentky (1993) encontraron que sólo el 37% de los ofensores sexuales adultos en su muestra tenía registros oficiales que documentaban las historias de las ofensas sexuales de jóvenes. En contraste, cuando estos sujetos completaron un cuestionario generado por ordenador y se les aseguró que sus respuestas permanecerían confidenciales, el 55% reconoció que llevaron a cabo conductas sexualmente abusivas desde jóvenes.
Los costes de la ofensa sexual son substanciales para las víctimas y la sociedad y para los ofensores juveniles y sus familias. Además de los costes humanos en términos de angustia y sufrimiento emocional y físico, se incurre en costes financieros elevados como resultado de la involucración del sistema de justicia criminal y juvenil en el bienestar del niño y de la intervención terapéutica (Prentky y Burgess, 1990). Para minimizar estos costes, son necesarias intervenciones oportunas y apropiadas.
Una revisión de la literatura sugiere que los programas desarrollados para satisfacer las necesidades percibidas de estos ofensores sexuales jóvenes frecuentemente han aplicado el conocimiento y las intervenciones diseñadas para los ofensores sexuales adultos sin considerar los temas del desarrollo y las necesidades específicas de los adolescentes. Sólo recientemente hay un número creciente de estudios empíricos que enfatizan que, especialmente cuando se dirige a los jóvenes, la investigación no ha apoyado la noción de que “una vez se es ofensor sexual, siempre se es un ofensor sexual” (Association for the Treatment of Sexual Abusers, 1997b; Becker, 1998). La investigación longitudinal necesaria para apoyar concluyentemente tal hipótesis no ha sido aún realizada. (Becker, 1998). Además, hay importantes distinciones que diferencian a los ofensores sexuales adultos y juveniles (Association for the Treatment of Sexual Abusers, 1997b; Becker, 1998; Bonner, 1997).
La ética del término “ofensor sexual juvenil” ha sido puesto en duda (Bonner, 1997). El lenguaje que describe a estas personas jóvenes como niños o adolescentes que han sido sexualmente abusivos (más que como ofensores sexuales juveniles) los hace responsables de su conducta aunque no sugiere que serán siempre ofensores sexuales. El lenguaje que enfatiza la conducta más que a la persona, puede ayudar a evitar las profecías de auto-cumplimiento, que pueden contribuir a la conducta ofensora promoviendo la creencia de que una persona nunca puede ser más que su pasado. Cuando el pasado incluye la ofensa sexual, esto puede ser una perspectiva desesperanzadora y auto-desvalorizadora.
Ya que la mayoría de los artículos y los estudios en la literatura han utilizado el término “ofensores sexuales juveniles”, este término será utilizado, a veces, en esta revisión. Es importante considerar el impacto del lenguaje y comenzar a hacer los cambios apropiados.

DEFINICIÓN

¿Quiénes son los ofensores sexuales adolescentes?.
(The National Clearinghouse on Family Violence, 1997) Ofensor sexual adolescente es definido como cualquier varón o mujer entre las edades de 12 y 17 años de edad que comete cualquier acto con una persona de cualquier edad contra el deseo de la víctima, sin consentimiento, o de una manera agresiva, explotadora, o amenazante.
Los ofensores sexuales adolescentes vienen de todos los entornos socioeconómicos, etnoculturales, y religiosos. También varían ampliamente en su nivel de funcionamiento intelectual, su motivación, las víctimas que eligen, y las conductas que cometen. Algunos adolescentes abusan sexualmente sólo de niños más pequeños, otros de víctimas de la misma edad. Algunos utilizan la fuerza o la violencia extrema mientras otros engañan, presionan sutilmente o manipulan a sus víctimas a la actividad sexual. La mayoría de los ofensores sexuales adolescentes son conocidos por sus víctimas.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Trastorno negativista - desafiante - Presentation Transcript. Isabel Santana Domínguez Psicóloga Don. Raúl Pérez Artiles Maestro Terapeuta


IV JORNADAS DE ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD: EDUCACIÓN EMOCIONAL
Trastornos de Conducta: Trastorno Negativista Desafiante
Criterios para el diagnóstico del Trastorno Negativista Desafiante (TND)
El trastorno de conducta provoca deterioro clínicamente significativo en la actividad social, académica o laboral.
Los comportamientos en cuestión no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno psicótico o de un trastorno del estado de ánimo.
No se cumplen los criterios de trastorno disocial, y, si el sujeto tiene 18 años o más, tampoco los de trastorno antisocial de la personalidad.
*Nota: En la CIE-10 el TND se considera un subtipo más de Trastorno Disocial (TD)
Diferencia entre TND y TD
El TND se caracteriza por un patrón recurrente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil, dirigido hacia las figuras de autoridad.
En el TD se pueden dar todas las características del TND pero además incluye violación de las leyes o los derechos fundamentales de los demás, como el robo, la crueldad, la intimidación, el ataque o la destrucción.
El TND y otros trastornos de inicio en la infancia, niñez o adolescencia
El TND es una característica comúnmente asociada a trastornos de ánimo y trastornos psicóticos de niños y adolescentes. No se deben diagnosticar separadamente.
El TND puede distinguirse del comportamiento perturbador resultante de la desatención y la impulsividad propias del trastorno por déficit de atención con hiperactividad.
Niños con retraso mental pueden padecer el TND. Se establece el diagnóstico de TND cuando el comportamiento negativista es notablemente mayor que lo habitualmente observado en sujetos de edad, sexo y gravedad del retraso mental comparables.
El comportamiento negativista es propio de ciertos estadios del desarrollo (primera infancia, adolescencia). Sólo se establece el diagnóstico de TND cuando dicho comportamiento tenga mayor frecuencia y gravedad de lo esperado para su edad.
Prevalencia, edad y sexo en el TND Fuente: E. Cardo et al.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Prevalencia y aspectos diferenciales relativos al género del fenómeno bullying en países pobres.Eva M. Romera Félix, Rosario Del Rey Alamillo y Rosario Ortega Ruiz. Universidad de Córdoba


Existe un importante cuerpo de conocimiento científico sobre violencia escolar y bullying en Europa y  en otras regiones del llamado mundo desarrollado. Sin embargo, este avance es más escaso en regiones pobres o en vías de desarrollo, como es el caso de Latinoamérica y concretamente de Nicaragua. Este trabajo tiene como objetivo conocer la prevalencia del fenómeno bullying en escuelas de Primaria de Nicaragua, analizar las posibles relaciones entre las distintas formas de violencia utilizadas por los escolares y explorar las posibles similitudes o diferencias entre chicos y chicas en ambos aspectos. 
Para ello, se ha encuestado a 3.042 escolares de Primaria (50,3% niñas) mediante el Cuestionario sobre Convivencia, Violencia y Experiencias de Riesgo-COVER. Entre los resultados se encuentra un nivel de implicación en bullying considerablemente más elevado que en los países ricos, que los chicos están más implicados que las chicas en bullying verbal, físico y psicológico, y que no existen diferencias respecto a la exclusión social. Se discuten los resultados comparándolos con estudios realizados en distintos países y con metodologías similares.
Prevalence and differentiating aspects related to gender with regard to the bullying phenomenon in poor countries. There is a large body of scientifi c knowledge about school violence and bullying in Europe and some other regions of the so-called developed world. However, improvement is scarce in poor and developing regions, as in the case of Latin America and, in particular, Nicaragua. The goal of this work was to determine the prevalence of the bullying phenomenon in Nicaraguan primary schools, to analyze the eventual relationships between the different forms of violence used by the students and to explore, in relation to these aspects, the similarities and differences between boys and girls. 
For this purpose, we surveyed 3042 pupils of primary school (50.3% girls) using the «Cuestionario sobre Convivencia, Violencia y Experiencias de Riesgo» (COVER, in English, Questionnaire about Living Together, Violence and Risk Experiences). We found that the level of involvement in bullying is signifi cantly higher than in developed countries, that boys are more involved than girls in verbal, physical and psychological bullying, and that there are no differences with regard to social exclusion. 
The results are discussed, comparing them with studies conducted in different countries but with similar methodologies.

Las investigaciones internacionales sobre violencia escolar y juvenil muestran que están presentes en todas las zonas del mundo, siendo los países con menor nivel de desarrollo los más vulnerables (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi y Lozano, 2002; Pinheiro, 2006). En la región centroamericana, una de las zonas más pobres del mundo y con los mayores índices de violencia juvenil (Banco Mundial, 2007; Krug et al., 2002; PNUD, 2007), las pocas investigaciones existentes han focalizado los graves casos de violencia juvenil pre-criminal y criminal en las llamadas pandillas delictivas, normalmente apoyadas por el crimen organizado, en gran medida producto de la miseria y el abandono (Cabezas, Gilsanz y Sampayo, 2008; Cruz, 1997; Portillo, 2003; Santacruz, 2005). 
En los países desarrollados, una de las formas de violencia escolar más estudiada durante los últimos treinta años ha sido el bullying (Debarbieux y Blaya, 2001; Olweus, 1993; Rigby, 1996; Smith, 2003; Smith, Morita, Junger-Tas, Olweus, Catalano y Slee, 1999; Smith, Pepler y Rigby, 2004), tendencia que no ha sido generalizada en los países pobres y en vías de desarrollo. Sin embargo, durante la última década se han hecho esfuerzos desde distintas perspectivas enfocados hacia este tipo de violencia interpersonal entre escolares (Abramovay, 2005; Abramovay y Rua, 2002; Holt, Finkelhor y Kantor, 2007; Sacayón, 2003; Velázquez, 2005). Un ejemplo de este avance es el análisis del bullying desde la visión de los Derechos Humanos realizado en Honduras (Carías, 2010). No obstante, en este estudio cualitativo se muestran resultados vagos y poco precisos según criterios utilizados tradicionalmente en el mundo desarrollado (Smith et al., 1999), lo que deja en evidencia la necesidad de realizar investigaciones en este sentido.