miércoles, 11 de enero de 2017

Comportamiento perturbador en la adolescencia y su relación con el temperamento y los estilos de afrontamiento. Ferràn Viñas Poch, Mònica González Carrasco, Yolanda García Moren, María Claustre Jane Ballabriga y Ferràn Casas Aznar. Universidad de Girona .Universidad Autónoma de Barcelona

Partiendo de la clasificación del DSM-IV TR que aglutina, bajo la etiqueta de trastornos del comportamiento perturbador, el trastorno de conducta antisocial y el trastorno negativista desafiante, se ha realizado un estudio con dos objetivos: a) conocer las diferencias en la sintomatología del trastorno del comportamiento perturbador durante la adolescencia en función del género, la edad y la ubicación del centro escolar; y b) analizar las relaciones entre las variables temperamentales y de afrontamiento con las dimensiones psicopatológicas de conducta antisocial y negativista desafiante. Se ha administrado el YI-4, el EATQ-R y la ACS a una muestra de 1.240 adolescentes de edades comprendidas entre los 11 y 17 años. Los resultados obtenidos ponen de manifiesto que los chicos realizan un mayor número de conductas antisociales que las chicas, no observándose diferencias según la ubicación del centro escolar. En el caso de la sintomatología negativista desafiante, se observan diferencias según el grupo de edad, siendo a la edad de 13 a 14 años cuando se presenta una mayor sintomatología. Los datos indican una correlación positiva de ambas dimensiones psicopatológicas con surgencia y afrontamiento no productivo y negativa con control voluntario y afrontamiento productivo.
Disruptive behavior in adolescence and its relationship with temperament and coping styles. Employing the DSM-IV TR classifi cation, which classifi es both antisocial behavior disorder and oppositional defi ant disorder under the label of disruptive behavior disorder, a study was conducted with two aims: a) to determine the symptomatological differences of disruptive behavior disorder in adolescence depending on gender, age and school location, and b) to analyse the relationships between temperament, coping and the psychopathological dimensions of antisocial and oppositional defi ant behavior. The YI-4, EATQ-R and ACS were administered to a sample of 1,240 adolescents between 11 and 17 years of age. The results show that boys display a greater number of antisocial behaviors than girls. No differences in school location were observed. In the oppositional defi ant symptoms, there were differences according to age group, with 13 to 14 years being an age when there is a greater symptomatology. The data indicate a positive correlation with psychopathological dimensions of both surgency and non-productive coping and a negative correlation with effortful control and productive coping.

Bajo la denominación de “Trastorno por déficit de atención y del comportamiento perturbador”, el DSM-IV-TR (American Psychiatric Association, 2000) incluye el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, el trastorno disocial y el Trastorno Negativista Desafiante, quedando estas dos últimas entidades nosológicas agrupadas bajo la etiqueta o denominación de trastornos del comportamiento perturbador. El trastorno del comportamiento perturbardor es uno de los trastornos juveniles más frecuentes en salud mental (Loeber, Burke, Lahey, Winters y Zera, 2000), siendo de gran interés su investigación por las graves alteraciones que causa en las familias, la escuela y la comunidad (Frick, Strauss, Lahey y Christ, 1993; Frick et al., 1993) y por el riesgo que existe, entre otros, de futura criminalidad, delincuencia y abuso de sustancias (Burke, Loeber y Birmaher, 2002). 

Esta investigación se centra en el estudio de los factores de riesgo funcionales para el desarrollo del comportamiento perturbador (Burke et al., 2002) y, más concretamente, del temperamento, junto con las estilos de afrontamiento, como correlatos de la sintomatología del trastorno del comportamiento perturbador, así como del género, la edad y la ubicación del centro escolar, como factores de riesgo sociodemográficos.
Existe un gran número de estudios que indican que los niños que presentan problemas de conducta tienen dificultades para regular sus emociones (Frick y Morris, 2004). Esta dificultad viene explicada, entre otros aspectos, por el temperamento y en concreto por la autorregulación, que ha sido definida por Rothbart y Bates (1998) como los procesos neuronales y conductuales que actúan para modular la reactividad emocional subyacente. De base constitucional, la autorregulación emerge a lo largo del desarrollo  temprano (Rothbart y Bates, 1998) y permite controlar las reacciones ante el estrés, mantener focalizada la atención e interpretar tanto los estados mentales propios como los de los otros (Fonagy y Target, 2002). 

Una de las principales formas de autorregulación es el control voluntario, que se defi ne como la efi ciencia de la atención ejecutiva e incluye la capacidad para inhibir una respuesta dominante y/o activar una respuesta subdominante para planificar o detectar errores (Rothbart y Bates, 2006), siendo a la vez un elemento central en el estudio de la psicología del desarrollo y la psicopatología (Rothbart y Rueda, 2005). Además de los sistemas relacionados con el control voluntario, la conducta social también puede venir regulada por la reactividad emocional, como el miedo o la frustración. Miedo y control voluntario estarían relacionados con la regulación de la conducta social (Rothbart, Ahadi y Evans, 2000) ya que, como se ha constatado, el miedo, como rasgo temperamental, predice la empatía, el sentimiento de culpabilidad y una menor conducta agresiva (Rothbart, 2007). Consecuentemente, se puede plantear que la vulnerabilidad a la conducta antisocial puede venir determinada por una combinación de altos niveles de frustración y bajos niveles de control voluntario (Muris y Ollendick, 2005) y miedo. 

Si bien diversos estudios se han centrado en documentar la relación entre temperamento y trastornos de conducta, pocos se han centrado en el análisis de los procesos a través de los cuales el temperamento puede incrementar el riesgo de desarrollar un trastorno de conducta (Frick y Morris, 2004). Es necesario, por tanto, profundizar más en el estudio de la relación entre temperamento y sintomatología del trastorno del comportamiento perturbador. En este sentido, contemplar la aportación de los estilos de afrontamiento en dicha relación puede ayudar a clarifi car dicho nexo. 

Como señalan Sorlie y Sexton (2001), la aproximación contemporánea más emergente en la investigación del afrontamiento se centra precisamente en el estudio del afrontamiento dentro de los modelos generales estructurales de los rasgos de personalidad, ya que la selección de una determinada respuesta de afrontamiento puede estar influenciada por dichos rasgos (Fickova, 2001) y el temperamento (Derryberry, Reed y Pilkenton-Taylor, 2003). Más concretamente, con relación al temperamento, el afrontamiento está relacionado tanto con la reactividad emocional como con la autorregulación (Compas, Connor-Smith, Saltzman, Thomsen y Wadsworth, 2001), y en lo que respecta a la patogénesis de los trastornos mentales, temperamento y afrontamiento pueden interactuar incrementando o disminuyendo el riesgo de desarrollar problemas de salud mental (De Boo y Spiering, 2010). 

Finalmente, otro punto a considerar es la influencia de los factores sociodemográficos en la presentación de los trastornos de conducta. Es conocida la mayor prevalencia en chicos, superando a las chicas tanto en frecuencia como en la severidad de los síntomas (Moffi tt, Caspi, Rutter y Silva, 2001). No obstante, en los últimos años se ha observado un incremento de las chicas que reciben tratamiento por problemas de conducta (Putallaz y Bierman, 2004; Moffi tt y Scott, 2008), siendo, junto con el posible efecto que pueda tener la zona de residencia y el grupo de edad, variables que requieren de mayor investigación. Con relación a la zona de residencia y la edad, algunos estudios señalan una mayor presencia de problemas de conducta en zonas urbanas en comparación con las rurales (Offord et al., 1987; Kroes et al., 2001) y un incremento de los trastornos de conducta durante la adolescencia (Moffi tt y Scott, 2008). 

Partiendo del modelo de Rothbart sobre el temperamento y de la relación existente entre temperamento y afrontamiento, se plantean dos objetivos pare este estudio: a) conocer las diferencias en la sintomatología del trastorno del comportamiento perturbador durante la adolescencia en función del género, la edad y la ubicación del centro escolar; y b) analizar las relaciones entre las variables temperamentales y de afrontamiento con las dimensiones psicopatológicas de conducta antisocial y negativista desafiante. 

jueves, 5 de enero de 2017

5 recomendaciones para tratar con el psicópata que todos tenemos cerca trabajamos o estamos en pareja con ellos.


El periodista Eric Barker, autor del libro Barking Up the Wrong Tree, señala en su columna para la revista Time que uno se puede encontrar con un psicópata más a menudo de lo que piensa. En su análisis para la prestigiosa revista, Barker dice que es común tropezarse con personas que no tienen conciencia o empatía por el otro.


Él los nombra como "psicópatas subclínicos". Es decir, "no son tan malos como para ir a la cárcel, pero bastantes malos para hacer tu vida horrible".
Se trata de personas que cumplen con los requisitos de la psicopatía, pero que no se involucran en conductas delictivas. Se caracterizan por la falta de sinceridad, incapacidad para establecer relaciones afectivas, ausencia de culpa, frialdad emocional y gran capacidad para manipular a los demás.

Los psicópatas ven el mundo con bastante claridad. Tal vez demasiada. Como explica Ronald Schouten, profesor de psiquiatría de la Facultad de Medicina de Harvard, no dejan que la conciencia o la empatía se entrometa en su camino, debido a que no poseen ninguno de los dos.

Para ellos, los demás son meros objetos, y actúan siempre en su propio beneficio, ya que son personas muy egoístas. Sus marcas de identidad son el engaño, la mentira y el desprecio por el otro.  Pero para lograr lo que quieren poseen un gran encanto superficial y un marcado egocentrismo.

Entonces, ¿cómo hacemos para que sean mejores personas con los otros? Al parecer, tratarlos con empatía no los hace más empáticos, señala Barker. Simplemente les enseña a fingir mejor. Ellos ven esta ayuda como "terminar la escuela".

Robert D. Hare, doctor en psicología e investigador de renombre en el campo de la psicología criminal y profesor emérito de la University of British Columbia, dice: "Estos individuos son tan egocéntricos, insensibles, y manipuladores como el psicópata criminal promedio; sin embargo, su inteligencia, los antecedentes familiares, las habilidades sociales y las circunstancias les permiten construir una fachada de normalidad y para conseguir lo que quieren con relativa impunidad".

¿Cómo consiguen lo que quieren?  Hare dice que uno puede encontrarse con un psicópata subclínico en la vida amorosa o en su lugar de trabajo. ¿Cómo se salen con la suya? Conocen las debilidades y las defensas de los que los rodean. Saben como arrastrar a otros para conseguir lo que quieren.

Si invaden tu vida personal lo hacen gracias a encantadores engaños. Ellos escuchan para pretender compartir cualidades. 
¿El objetivo? Soy como tú. No es muy diferente en la oficina. 
Llegan a conocer a todo el mundo y utilizan la empatía falsa para causar una buena primera impresión y rápidamente averiguar quién tiene el poder.

¿Cómo recomiendan tratar con ellos los expertos?

1) No juegues sus juegos
Si deseas tratar con ellos tiene que saber que nunca podrás jugar sus juegos. Son mejores en esto que de lo que tú eres. Lo han hecho antes.

La psicóloga de Harvard Martha Stout advierte podrías pensar que "estás siendo un héroe, pero en realidad está cayendo en una emboscada".

2) Aceptar que algunas personas son malas noticias
Es mejor creer que todas las personas tienen algo bueno. O que cada persona puede ser "arreglada". Mejor no intentarlo. No se los puede cambiar. Sí lo intenta, puede aprender cuáles son sus vulnerabilidades. Hacer frente a sus debilidades antes de que otros las exploten.

3) Preste atención a las acciones, no a las palabras
No hagas caso a las excusas, son todas mentiras. No hagas caso a lo que dicen que van a hacer. Sólo está muy atento a lo que hacen. Stout recomienda el uso de la "regla de tres" (contar hasta tres posibles "errores de buena fe"). Al cuarto, ya estamos hablando de un comportamiento manipulador.

4) Construir su reputación y las relaciones
Los psicópatas en el trabajo siempre están reclutando personas de confianza para cuando los rumores sobre su comportamiento sombrío comienza a circular. También van a aprovechar estas relaciones para difundir desinformación y mentiras sobre cualquiera que se interponga en su camino, o represente una amenaza.
Así que asegúrese de construir sus propios vínculos y mantener una reputación de un gran trabajador. De esta forma, cuando presente una queja, será oído.
En la vida personal, los amigos a menudo pueden ser de gran ayuda. Cuando varios confidentes advierten que él/ella no es bueno, es mejor escuchar.

5) Acuerdos
Los psicópatas de la vida cotidiana tiene personalidades agresivas. Ellos quieren ganar. Al negociar, intente proponer tantos escenarios como sea posible. Hacer esto es muy importante y requiere creatividad y una mentalidad particular. Es una herramienta de empoderamiento personal muy eficaz.
Lo más importante que hay que recordar es la necesidad de detener a este tipo de relaciones tóxicas en nuestra  vida … No renunciar a la relación con las personas sólo porque se topó con una muy mala.