sábado, 15 de julio de 2017

LA IMPULSIVIDAD Y LA BÚSQUEDA DE SENSACIONES COMO PREDICTORES DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL EN ADOLESCENTES. Bentacourt Ocampo, Diana; García Campos, Sahid Rafael

Resumen: 
El objetivo del presente estudio fue determinar el nivel predictivo de la búsqueda de sensaciones y la impulsividad en la conducta antisocial de adolescentes. Participaron 408 jóvenes: 49.8% hombres y 50.2% mujeres. Para medir la impulsividad se utilizó la versión adaptada de la Escala de Plutchik, que consta de catorce reactivos; la conducta antisocial se evaluó por medio del POSIT, en su versión adaptada para México, que consta también de catorce reactivos. Además, se empleó la Escala de Búsqueda de Sensaciones, constituida por tres dimensiones: búsqueda de aventuras y riesgo, búsqueda de placer, y cautela. Todas estas escalas tienen un formato tipo Likert con cuatro opciones de respuesta. Los resultados mostraron que la impulsividad y la búsqueda de riesgo explicaron 31% de la varianza de la conducta antisocial. Palabras clave: Conducta antisocial, Búsqueda de sensaciones: Impulsividad, Predictores, Adolescentes.

Abstract: e purpose of this study was to determine the predictive level of seeking of sensations and impulsivity of an antisocial behavior in adolescents. 408 adolescents participated. 49.8% men and 50.2% women. To measure the impulsivity, an adapted Plutchik Scale version was used, consisting of 14 items; antisocial behavior was evaluated through POSIT, a version adapted to be used in Mexico, also of 14 items. In addition, the Sensation Seeking Scale was also used, consisting of three dimensions: search and adventure and risk, seeking pleasure, and caution; all scales used did have a Likert format with four response options. e results showed that impulsivity and risk seeking accounted for 31% of the variance of the antisocial behavior. Keywords: search and adventure and risk, Antisocial behavior, Sensation seeking, Impulsivity, Predictors, Adolescents. 

La conducta antisocial se define como una diversidad de actos que violan las normas sociales y los derechos de los demás ( Kazdin y Buela, 2002 ); sin embargo, tal definición es ambigua y frecuentemente se refiere a un amplio conjunto de conductas poco delimitadas. Los mismos autores explican que el que una conducta se catalogue como antisocial depende de los juicios sobre la severidad de los comportamientos y de su alejamiento de las pautas normativas en función de la edad y sexo, entre otras consideraciones, por lo que sugieren que el punto de referencia para definir un comportamiento antisocial sea el contexto sociocultural en que surge la conducta. 

Si bien la conducta antisocial incluye una amplia gama de comportamientos, para los propósitos del presente estudio se refiere a la frecuencia que la que un adolescente se comporta de un modo que va en contra de lo establecido por la sociedad; tal comportamiento podría o no encontrarse dentro o fuera de la ley, ubicado en un continuo que va de menor a mayor gravedad. Se incluyen en ese continuo desde las faltas menores, pasando por los actos desafiantes o agresivos en contra de otras personas, hasta los actos ilícitos penalizados por la ley, como el robo u otros ( Palacios, 2005 ). 

Moffit (1993) explica que la conducta antisocial difiere en cuanto a su topografía según la etapa del desarrollo en el que se encuentre la persona; aunque generalmente dicha conducta se asocia con el período de la adolescencia, tiene su inicio en una etapa anterior. Si bien se espera que la mayoría de los niños se impliquen cada vez menos en conductas antisociales conforme crecen y maduran, una minoría de adolescentes las continúan llevando a cabo de forma incluso más frecuente ( Loeber y Stouthamer-Loeber, 1998 ). Además, dentro de este periodo, los adolescentes van cambiando y acentuando tales comportamientos; así, pueden cometer delitos cada más graves contra la propiedad, o delitos caracterizados por la agresividad y la violencia. 

Del mismo modo, Moffit (1993) plantea que existen dos formas en que la conducta antisocial se manifiesta: una que es pasajera y que forma parte del desarrollo del adolescente, la cual es menos severa, y otra que es permanente y, por tanto, más rígida y problemática, misma que comienza a manifestarse en edades tempranas y que muestra que quien la ejecuta sufre alteraciones de temperamento, del desarrollo conductual y de las capacidades intelectuales, por lo que su pronóstico es menos favorable. 

Respecto a las diferencias por sexo en cuanto a ese tipo de conductas, Rutter, Giller y Hagell (2000) señalan que si bien el ser varón se considera como uno de los indicadores de riesgo mejor documentados para el desarrollo de la conducta antisocial, no podría considerarse como un factor definitivo; no obstante, en México, algunos datos recogidos de la población estudiantil indican que los hombres muestran con mayor frecuencia este tipo de comportamientos en comparación con las mujeres ( Juárez, Villatoro, Gutiérrez, Fleiz y Medina- Mora, 2005 ; Villatoro et al., 2011 ). 

Uno de los aspectos más importantes del estudio de la conducta antisocial ha sido el análisis de las variables con las que se asocia; por ejemplo, Lahey, Waldman y McBurnett (1999) explican que las prácticas parentales, la influencia de los pares y el nivel socioeconómico pueden considerarse como factores ambientales que contribuyen al desarrollo de este tipo de comportamiento. En efecto, los conflictos familiares, la pérdida de los padres y la falta de habilidades en la crianza son los factores principales que pueden intervenir en el desarrollo de la antisocialidad ( McCord, 2001 ; Morrison y Cherlin, 1995 ; Widom y Ames, 1994 ),aunque la desintegración familiar también se ha asociado con la conducta antisocial ( Juby y Farrington, 2001 ). 

Respecto a los factores ambientales, uno de los más estudiados es el vecindario donde crecen los jóvenes; de hecho, los menores que viven en vecindarios violentos tienen mayor probabilidad de llevar a cabo comportamientos antisociales que los que viven en lugares con menos violencia ( Abrahamson, 1996 ; Bursik, 2000 ). 

Dentro de los factores individuales, se tiene evidencia de que ciertas características temperamentales, tales como la búsqueda de sensaciones, la reactividad emocional, la impulsividad y la baja percepción del riesgo o daño son variables asociadas a la ocurrencia de la conducta antisocial ( Del Barrio, 2004 ). 

Búsqueda de sensaciones Por lo que respecta a la búsqueda de sensaciones, Zuckerman, Persky, Link y Basu (1994) la definen como la necesidad de experimentar variadas y complejas sensaciones y el deseo de correr riesgos físicos y sociales por el simple deseo de disfrutar de tales experiencias. Dicha búsqueda se puede expresar, por ejemplo, en los deportes extremos o en la conducción riesgosa de automóviles, entre muchos otros ( Roberti, 2004 ). 

sábado, 1 de julio de 2017

Trastorno antisocial de la personalidad. (Compilado) Carlos Espinoza.

Características diagnósticas.

La característica esencial del trastorno antisocial de la personalidad es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad adulta. Este patrón también ha sido denominado psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la personalidad. Puesto que el engaño y la manipulación son características centrales del trastorno antisocial de la personalidad, puede ser especialmente útil integrar la información obtenida en la evaluación clínica sistemática con la información recogida de fuentes colaterales.

Para que se pueda establecer este diagnóstico el sujeto debe tener al menos 18 años (Criterio B) y tener historia de algunos síntomas de un trastorno disocial antes de los 15 años (Criterio C). El trastorno disocial implica un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de los demás o las principales reglas o normas sociales apropiadas para la edad. Los comportamientos característicos específicos del trastorno disocial forman parte de una de estas cuatro categorías: agresión a la gente o los animales, destrucción de la propiedad, fraudes o hurtos, o violación grave de las normas. Están descritas con más detalle en la página 90.

El patrón de comportamiento antisocial persiste hasta la edad adulta. Los sujetos con un trastorno antisocial de la personalidad no logran adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal (Criterio A1). Pueden perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención (que puede o no producirse) como la destrucción de una propiedad, hostigar o robar a otros, o dedicarse a actividades ilegales. Las personas con este trastorno desprecian los deseos, derechos o sentimientos de los demás. 

Frecuentemente, engañan y manipulan con tal de conseguir provecho o placer personales (p. ej., para obtener dinero, sexo o poder) (Criterio A2). Pueden mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros o simular una enfermedad. Se puede poner de manifiesto un patrón de impulsividad mediante la incapacidad para planificar el futuro (Criterio A3). Las decisiones se toman sin pensar, sin prevenir nada y sin tener en cuenta las consecuencias para uno mismo o para los demás, lo que puede ocasionar cambios repentinos de trabajo, de lugar de residencia o de amistades.

Los sujetos con un trastorno antisocial de la personalidad tienden a ser irritables y agresivos y pueden tener peleas físicas repetidas o cometer actos de agresión (incluidos los malos tratos al cónyuge o a los niños) (Criterio A4). Los actos agresivos necesarios para defenderse a uno mismo o a otra persona no se consideran indicadores de este ítem. Estos individuos también muestran una despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás (Criterio A5). Esto puede demostrarse en su forma de conducir (repetidos excesos de velocidad, conducir estando intoxicado, accidentes múltiples). Pueden involucrarse en comportamientos sexuales o consumo de sustancias que tengan un alto riesgo de producir consecuencias perjudiciales. Pueden descuidar o abandonar el cuidado de un niño de forma que puede poner a ese niño en peligro.

Los sujetos con trastorno antisocial de la personalidad también tienden a ser continua y extremadamente irresponsables (Criterio A6). El comportamiento irresponsable en el trabajo puede indicarse por períodos significativos de desempleo aun teniendo oportunidades de trabajar, o por el abandono de varios trabajos sin tener planes realistas para conseguir otro trabajo. También puede haber un patrón de absentismo no explicado por enfermedad del individuo o de un familiar. 

La irresponsabilidad económica viene indicada por actos como morosidad en las deudas y falta de mantenimiento de los hijos o de otras personas que dependen de ellos de forma habitual. Los individuos con trastorno antisocial de la personalidad tienen pocos remordimientos por las consecuencias de sus actos (Criterio A7). Pueden ser indiferentes o dar justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado a alguien (p. ej., «la vida es dura», «el que es perdedor es porque lo merece» o «de todas formas le hubiese ocurrido»). 

Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su mala suerte, pueden minimizar las consecuencias desagradables de sus actos o, simplemente, mostrar una completa indiferencia. En general, no dan ninguna compensación ni resarcen a nadie por su comportamiento. Pueden pensar que todo el mundo se esfuerza por «servir al número uno» y que uno no debe detenerse ante nada para evitar que le intimiden.
El comportamiento antisocial no debe aparecer exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia o de un episodio maníaco (Criterio D).

Síntomas y trastornos asociados

Los sujetos con trastorno antisocial de la personalidad frecuentemente carecen de empatía y tienden a ser insensibles, cínicos y a menospreciar los sentimientos, derechos y penalidades de los demás. Pueden tener un concepto de sí mismos engreído y arrogante (pensar que el trabajo normal no está a su altura, o no tener una preocupación realista por sus problemas actuales o futuros) y pueden ser excesivamente tercos, autosuficientes o fanfarrones. Pueden mostrar labia y encanto superficial y ser muy volubles y de verbo fácil (p. ej., utilizan términos técnicos o una jerga que puede impresionar a alguien que no esté familiarizado con el tema). 

La falta de empatía, el engreimiento y el encanto superficial son características que normalmente han sido incluidas en las concepciones tradicionales de la psicopatía y pueden ser especialmente distintivos del trastorno antisocial de la personalidad en el medio carcelario o forense, en el que los actos delictivos, de delincuencia o agresivos probablemente son inespecíficos. Estos sujetos también pueden ser irresponsables y explotadores en sus relaciones sexuales. 

Pueden tener una historia de muchos acompañantes sexuales y no haber tenido nunca una relación monógama duradera. Pueden ser irresponsables como padres, como lo demuestra la malnutrición de un hijo, una enfermedad de un hijo a consecuencia de una falta de higiene mínima, el que la alimentación o el amparo de un hijo dependa de vecinos o familiares, el no procurar que alguna persona cuide del niño pequeño cuando el sujeto está fuera de casa o el derroche reiterado del dinero que se requiere para las necesidades domésticas.