El objetivo del presente estudio fue determinar el nivel predictivo de la
búsqueda de sensaciones y la impulsividad en la conducta antisocial de adolescentes.
Participaron 408 jóvenes: 49.8% hombres y 50.2% mujeres. Para medir la impulsividad
se utilizó la versión adaptada de la Escala de Plutchik, que consta de catorce reactivos; la
conducta antisocial se evaluó por medio del POSIT, en su versión adaptada para México,
que consta también de catorce reactivos. Además, se empleó la Escala de Búsqueda de
Sensaciones, constituida por tres dimensiones: búsqueda de aventuras y riesgo, búsqueda
de placer, y cautela. Todas estas escalas tienen un formato tipo Likert con cuatro
opciones de respuesta. Los resultados mostraron que la impulsividad y la búsqueda de
riesgo explicaron 31% de la varianza de la conducta antisocial.
Palabras clave: Conducta antisocial, Búsqueda de sensaciones: Impulsividad,
Predictores, Adolescentes.
Abstract: e purpose of this study was to determine the predictive level of seeking of sensations and impulsivity of an antisocial behavior in adolescents. 408 adolescents participated. 49.8% men and 50.2% women. To measure the impulsivity, an adapted Plutchik Scale version was used, consisting of 14 items; antisocial behavior was evaluated through POSIT, a version adapted to be used in Mexico, also of 14 items. In addition, the Sensation Seeking Scale was also used, consisting of three dimensions: search and adventure and risk, seeking pleasure, and caution; all scales used did have a Likert format with four response options. e results showed that impulsivity and risk seeking accounted for 31% of the variance of the antisocial behavior. Keywords: search and adventure and risk, Antisocial behavior, Sensation seeking, Impulsivity, Predictors, Adolescents.
Abstract: e purpose of this study was to determine the predictive level of seeking of sensations and impulsivity of an antisocial behavior in adolescents. 408 adolescents participated. 49.8% men and 50.2% women. To measure the impulsivity, an adapted Plutchik Scale version was used, consisting of 14 items; antisocial behavior was evaluated through POSIT, a version adapted to be used in Mexico, also of 14 items. In addition, the Sensation Seeking Scale was also used, consisting of three dimensions: search and adventure and risk, seeking pleasure, and caution; all scales used did have a Likert format with four response options. e results showed that impulsivity and risk seeking accounted for 31% of the variance of the antisocial behavior. Keywords: search and adventure and risk, Antisocial behavior, Sensation seeking, Impulsivity, Predictors, Adolescents.
La conducta antisocial se define como una diversidad de actos que violan
las normas sociales y los derechos de los demás ( Kazdin y Buela, 2002
); sin embargo, tal definición es ambigua y frecuentemente se refiere a
un amplio conjunto de conductas poco delimitadas. Los mismos autores
explican que el que una conducta se catalogue como antisocial depende de
los juicios sobre la severidad de los comportamientos y de su alejamiento
de las pautas normativas en función de la edad y sexo, entre otras consideraciones, por lo que sugieren que el punto de referencia para
definir un comportamiento antisocial sea el contexto sociocultural en que
surge la conducta.
Si bien la conducta antisocial incluye una amplia gama de comportamientos, para los propósitos del presente estudio se refiere a la frecuencia que la que un adolescente se comporta de un modo que va en contra de lo establecido por la sociedad; tal comportamiento podría o no encontrarse dentro o fuera de la ley, ubicado en un continuo que va de menor a mayor gravedad. Se incluyen en ese continuo desde las faltas menores, pasando por los actos desafiantes o agresivos en contra de otras personas, hasta los actos ilícitos penalizados por la ley, como el robo u otros ( Palacios, 2005 ).
Moffit (1993) explica que la conducta antisocial difiere en cuanto a su topografía según la etapa del desarrollo en el que se encuentre la persona; aunque generalmente dicha conducta se asocia con el período de la adolescencia, tiene su inicio en una etapa anterior. Si bien se espera que la mayoría de los niños se impliquen cada vez menos en conductas antisociales conforme crecen y maduran, una minoría de adolescentes las continúan llevando a cabo de forma incluso más frecuente ( Loeber y Stouthamer-Loeber, 1998 ). Además, dentro de este periodo, los adolescentes van cambiando y acentuando tales comportamientos; así, pueden cometer delitos cada más graves contra la propiedad, o delitos caracterizados por la agresividad y la violencia.
Del mismo modo, Moffit (1993) plantea que existen dos formas en que la conducta antisocial se manifiesta: una que es pasajera y que forma parte del desarrollo del adolescente, la cual es menos severa, y otra que es permanente y, por tanto, más rígida y problemática, misma que comienza a manifestarse en edades tempranas y que muestra que quien la ejecuta sufre alteraciones de temperamento, del desarrollo conductual y de las capacidades intelectuales, por lo que su pronóstico es menos favorable.
Respecto a las diferencias por sexo en cuanto a ese tipo de conductas, Rutter, Giller y Hagell (2000) señalan que si bien el ser varón se considera como uno de los indicadores de riesgo mejor documentados para el desarrollo de la conducta antisocial, no podría considerarse como un factor definitivo; no obstante, en México, algunos datos recogidos de la población estudiantil indican que los hombres muestran con mayor frecuencia este tipo de comportamientos en comparación con las mujeres ( Juárez, Villatoro, Gutiérrez, Fleiz y Medina- Mora, 2005 ; Villatoro et al., 2011 ).
Uno de los aspectos más importantes del estudio de la conducta antisocial ha sido el análisis de las variables con las que se asocia; por ejemplo, Lahey, Waldman y McBurnett (1999) explican que las prácticas parentales, la influencia de los pares y el nivel socioeconómico pueden considerarse como factores ambientales que contribuyen al desarrollo de este tipo de comportamiento. En efecto, los conflictos familiares, la pérdida de los padres y la falta de habilidades en la crianza son los factores principales que pueden intervenir en el desarrollo de la antisocialidad ( McCord, 2001 ; Morrison y Cherlin, 1995 ; Widom y Ames, 1994 ),aunque la desintegración familiar también se ha asociado con la conducta antisocial ( Juby y Farrington, 2001 ).
Respecto a los factores ambientales, uno de los más estudiados es el vecindario donde crecen los jóvenes; de hecho, los menores que viven en vecindarios violentos tienen mayor probabilidad de llevar a cabo comportamientos antisociales que los que viven en lugares con menos violencia ( Abrahamson, 1996 ; Bursik, 2000 ).
Dentro de los factores individuales, se tiene evidencia de que ciertas características temperamentales, tales como la búsqueda de sensaciones, la reactividad emocional, la impulsividad y la baja percepción del riesgo o daño son variables asociadas a la ocurrencia de la conducta antisocial ( Del Barrio, 2004 ).
Búsqueda de sensaciones Por lo que respecta a la búsqueda de sensaciones, Zuckerman, Persky, Link y Basu (1994) la definen como la necesidad de experimentar variadas y complejas sensaciones y el deseo de correr riesgos físicos y sociales por el simple deseo de disfrutar de tales experiencias. Dicha búsqueda se puede expresar, por ejemplo, en los deportes extremos o en la conducción riesgosa de automóviles, entre muchos otros ( Roberti, 2004 ).
En cuanto a la relación entre la conducta antisocial y la mencionada búsqueda, Herrero y Colom (2008) llevaron a cabo un estudio en el que compararon esta última variable entre la población recluida en un penal y la población en general, encontrando que la primera mostró mayores puntajes en la búsqueda de sensaciones que la segunda. Newcomb y McGee (1991) realizaron un estudio longitudinal en el que dieron seguimiento por cinco años a un grupo de adolescentes hasta que fueron adultos. Sus resultados mostraron que la búsqueda de sensaciones se asoció positivamente con la conducta antisocial en las diferentes mediciones llevadas a cabo.
De igual manera, Muñoz, Navas y Graña (2005) analizaron la influencia de la búsqueda de sensaciones en la conducta antisocial de adolescentes, mostrado sus resultados que los principales factores de riesgo psicológicos para explicar la conducta antisocial eran variables vinculadas a la mencionada búsqueda, tales como desinhibición, impulsividad y búsqueda de excitación.
Si bien la conducta antisocial incluye una amplia gama de comportamientos, para los propósitos del presente estudio se refiere a la frecuencia que la que un adolescente se comporta de un modo que va en contra de lo establecido por la sociedad; tal comportamiento podría o no encontrarse dentro o fuera de la ley, ubicado en un continuo que va de menor a mayor gravedad. Se incluyen en ese continuo desde las faltas menores, pasando por los actos desafiantes o agresivos en contra de otras personas, hasta los actos ilícitos penalizados por la ley, como el robo u otros ( Palacios, 2005 ).
Moffit (1993) explica que la conducta antisocial difiere en cuanto a su topografía según la etapa del desarrollo en el que se encuentre la persona; aunque generalmente dicha conducta se asocia con el período de la adolescencia, tiene su inicio en una etapa anterior. Si bien se espera que la mayoría de los niños se impliquen cada vez menos en conductas antisociales conforme crecen y maduran, una minoría de adolescentes las continúan llevando a cabo de forma incluso más frecuente ( Loeber y Stouthamer-Loeber, 1998 ). Además, dentro de este periodo, los adolescentes van cambiando y acentuando tales comportamientos; así, pueden cometer delitos cada más graves contra la propiedad, o delitos caracterizados por la agresividad y la violencia.
Del mismo modo, Moffit (1993) plantea que existen dos formas en que la conducta antisocial se manifiesta: una que es pasajera y que forma parte del desarrollo del adolescente, la cual es menos severa, y otra que es permanente y, por tanto, más rígida y problemática, misma que comienza a manifestarse en edades tempranas y que muestra que quien la ejecuta sufre alteraciones de temperamento, del desarrollo conductual y de las capacidades intelectuales, por lo que su pronóstico es menos favorable.
Respecto a las diferencias por sexo en cuanto a ese tipo de conductas, Rutter, Giller y Hagell (2000) señalan que si bien el ser varón se considera como uno de los indicadores de riesgo mejor documentados para el desarrollo de la conducta antisocial, no podría considerarse como un factor definitivo; no obstante, en México, algunos datos recogidos de la población estudiantil indican que los hombres muestran con mayor frecuencia este tipo de comportamientos en comparación con las mujeres ( Juárez, Villatoro, Gutiérrez, Fleiz y Medina- Mora, 2005 ; Villatoro et al., 2011 ).
Uno de los aspectos más importantes del estudio de la conducta antisocial ha sido el análisis de las variables con las que se asocia; por ejemplo, Lahey, Waldman y McBurnett (1999) explican que las prácticas parentales, la influencia de los pares y el nivel socioeconómico pueden considerarse como factores ambientales que contribuyen al desarrollo de este tipo de comportamiento. En efecto, los conflictos familiares, la pérdida de los padres y la falta de habilidades en la crianza son los factores principales que pueden intervenir en el desarrollo de la antisocialidad ( McCord, 2001 ; Morrison y Cherlin, 1995 ; Widom y Ames, 1994 ),aunque la desintegración familiar también se ha asociado con la conducta antisocial ( Juby y Farrington, 2001 ).
Respecto a los factores ambientales, uno de los más estudiados es el vecindario donde crecen los jóvenes; de hecho, los menores que viven en vecindarios violentos tienen mayor probabilidad de llevar a cabo comportamientos antisociales que los que viven en lugares con menos violencia ( Abrahamson, 1996 ; Bursik, 2000 ).
Dentro de los factores individuales, se tiene evidencia de que ciertas características temperamentales, tales como la búsqueda de sensaciones, la reactividad emocional, la impulsividad y la baja percepción del riesgo o daño son variables asociadas a la ocurrencia de la conducta antisocial ( Del Barrio, 2004 ).
Búsqueda de sensaciones Por lo que respecta a la búsqueda de sensaciones, Zuckerman, Persky, Link y Basu (1994) la definen como la necesidad de experimentar variadas y complejas sensaciones y el deseo de correr riesgos físicos y sociales por el simple deseo de disfrutar de tales experiencias. Dicha búsqueda se puede expresar, por ejemplo, en los deportes extremos o en la conducción riesgosa de automóviles, entre muchos otros ( Roberti, 2004 ).
En cuanto a la relación entre la conducta antisocial y la mencionada búsqueda, Herrero y Colom (2008) llevaron a cabo un estudio en el que compararon esta última variable entre la población recluida en un penal y la población en general, encontrando que la primera mostró mayores puntajes en la búsqueda de sensaciones que la segunda. Newcomb y McGee (1991) realizaron un estudio longitudinal en el que dieron seguimiento por cinco años a un grupo de adolescentes hasta que fueron adultos. Sus resultados mostraron que la búsqueda de sensaciones se asoció positivamente con la conducta antisocial en las diferentes mediciones llevadas a cabo.
De igual manera, Muñoz, Navas y Graña (2005) analizaron la influencia de la búsqueda de sensaciones en la conducta antisocial de adolescentes, mostrado sus resultados que los principales factores de riesgo psicológicos para explicar la conducta antisocial eran variables vinculadas a la mencionada búsqueda, tales como desinhibición, impulsividad y búsqueda de excitación.
Impulsividad
Por otro lado, otra de las variables estudiadas alrededor de la
conducta antisocial es la impulsividad, definida como una forma de
comportamiento desinhibido, de lo que resulta una falta de control de la
conducta.
En el estudio ya mencionado de Herrero y Colom (2008) , se encontraron asimismo mayores puntajes de impulsividad en la población penal masculina que en la población general. Neumann, Barker, Koot y Maughan (2010) analizaron el efecto de la impulsividad en el desarrollo de la conducta antisocial en hombres y mujeres adolescentes, mostrando sus resultados que la impulsividad, habitar en vecindarios considerados de riesgo y vivir con uno solo de los padres fueron las variables que más se asociaron con la conducta antisocial en ambos sexos.
En un estudio longitudinal realizado en adolescentes por Luengo, Carrillo, Otero y Romero (1994) se halló que había una estrecha relación de la conducta antisocial de los jóvenes con la impulsividad; además, los autores sugieren que ésta se asocia a un incremento de la frecuencia de conductas antisociales. Boyle, O’Leary, Rosenbaum y Hassett-Walker (2008) , por su parte, reportaron asimismo una correlación significativa entre la conducta antisocial y la impulsividad. White et al. (1994) evaluaron esta variable en una muestra de varones que participaron en un estudio longitudinal acerca de la conducta antisocial. Los resultados mostraron que la impulsividad conductual se asoció especialmente con actos delictivos graves, que fueron estables en las diferentes mediciones hechas a lo largo del estudio.
En México existen pocos estudios sobre el efecto de los factores individuales (como la búsqueda de sensaciones y la impulsividad) en el desarrollo del comportamiento antisocial y el constante incremento de conductas delictivas ( Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2011 ). Es por ello de suma importancia contar con elementos empíricos que contribuyan al desarrollo de programas de prevención y tratamiento.
Dentro de los estudios realizados en México se encuentra el de Contreras, Andrade y Palacios (2007) , quienes hallaron que la búsqueda de sensaciones predice de manera significativa la conducta antisocial; Andrade, Betancourt y Cañas (2008) , a su vez, reportaron correlaciones significativas entre la búsqueda de sensaciones y la conducta antisocial en un grupo de adolescentes. Moral y Ortiz (2011) encontraron correlaciones igualmente significativas entre la conducta antisocial y la búsqueda de sensaciones en sus cuatro dimensiones: desinhibición, búsqueda de excitación, búsqueda de emociones y susceptibilidad al aburrimiento, tanto en hombres como mujeres adolescentes que vivían en vecindarios de alto índice delictivo.
Con base en lo anterior, el objetivo de la presente investigación fue determinar el nivel predictivo de la búsqueda de sensaciones y la impulsividad sobre la conducta antisocial en adolescentes.
En el estudio ya mencionado de Herrero y Colom (2008) , se encontraron asimismo mayores puntajes de impulsividad en la población penal masculina que en la población general. Neumann, Barker, Koot y Maughan (2010) analizaron el efecto de la impulsividad en el desarrollo de la conducta antisocial en hombres y mujeres adolescentes, mostrando sus resultados que la impulsividad, habitar en vecindarios considerados de riesgo y vivir con uno solo de los padres fueron las variables que más se asociaron con la conducta antisocial en ambos sexos.
En un estudio longitudinal realizado en adolescentes por Luengo, Carrillo, Otero y Romero (1994) se halló que había una estrecha relación de la conducta antisocial de los jóvenes con la impulsividad; además, los autores sugieren que ésta se asocia a un incremento de la frecuencia de conductas antisociales. Boyle, O’Leary, Rosenbaum y Hassett-Walker (2008) , por su parte, reportaron asimismo una correlación significativa entre la conducta antisocial y la impulsividad. White et al. (1994) evaluaron esta variable en una muestra de varones que participaron en un estudio longitudinal acerca de la conducta antisocial. Los resultados mostraron que la impulsividad conductual se asoció especialmente con actos delictivos graves, que fueron estables en las diferentes mediciones hechas a lo largo del estudio.
En México existen pocos estudios sobre el efecto de los factores individuales (como la búsqueda de sensaciones y la impulsividad) en el desarrollo del comportamiento antisocial y el constante incremento de conductas delictivas ( Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2011 ). Es por ello de suma importancia contar con elementos empíricos que contribuyan al desarrollo de programas de prevención y tratamiento.
Dentro de los estudios realizados en México se encuentra el de Contreras, Andrade y Palacios (2007) , quienes hallaron que la búsqueda de sensaciones predice de manera significativa la conducta antisocial; Andrade, Betancourt y Cañas (2008) , a su vez, reportaron correlaciones significativas entre la búsqueda de sensaciones y la conducta antisocial en un grupo de adolescentes. Moral y Ortiz (2011) encontraron correlaciones igualmente significativas entre la conducta antisocial y la búsqueda de sensaciones en sus cuatro dimensiones: desinhibición, búsqueda de excitación, búsqueda de emociones y susceptibilidad al aburrimiento, tanto en hombres como mujeres adolescentes que vivían en vecindarios de alto índice delictivo.
Con base en lo anterior, el objetivo de la presente investigación fue determinar el nivel predictivo de la búsqueda de sensaciones y la impulsividad sobre la conducta antisocial en adolescentes.
MÉTODO
Participantes
Se seleccionó una muestra no aleatoria de 408 adolescentes, estudiantes
de dos escuelas secundarias privadas del Estado de México (México), de
los cuales 49.8% fueron hombres y 50.2% mujeres, con un rango de edad
de 11 a 16 años, media de 14.04 y desviación estándar de 1.28. De ellos,
21.3% estudiaba el primer año de secundaria, 44.2% el segundo y 34.5%
el tercero.
Instrumentos
La impulsividad se evaluó con la versión adaptada de la Escala de Plutchik
( Páez et al., 1996 ), que consta de catorce reactivos que se califican
en una escala tipo Likert de cuatro opciones de respuesta que van de
“nunca” a “siempre” (a = 0.66). La conducta antisocial se valoró por
medio de la escala de conducta antisocial del Cuestionario de Tamizaje de
Problemas en Adolescentes (POSIT), en su versión adaptada para México
por Mariño (1997) , la cual consta de catorce reactivos que se califican
mediante una escala tipo Likert con cuatro opciones de respuesta que van
de “nunca” a “siempre” (a = 0.80). Se utilizó la Escala de Búsqueda de
Sensaciones de Sánchez y Andrade (no publicada), que consta de trece
reactivos agrupados en tres dimensiones: búsqueda de aventuras y riesgo
(a = 0.87), búsqueda de placer (a = 0.69) y cautela (a = 0.78). Es una escala
tipo Likert con cuatro opciones de respuesta que van asimismo de “nunca”
a “siempre”.
Procedimiento
Se solicitó el permiso correspondiente a las autoridades escolares para llevar a cabo la aplicación de los instrumentos. A los estudiantes se les explicó el objetivo del estudio y se les solicitó su participación voluntaria. Se les garantizó la confidencialidad de la información proporcionada y se respondieron las dudas de aquellos que así lo solicitaron. Los instrumentos fueron autoaplicados de forma grupal y dentro de los salones de clase de las instituciones educativas.
Procedimiento
Se solicitó el permiso correspondiente a las autoridades escolares para llevar a cabo la aplicación de los instrumentos. A los estudiantes se les explicó el objetivo del estudio y se les solicitó su participación voluntaria. Se les garantizó la confidencialidad de la información proporcionada y se respondieron las dudas de aquellos que así lo solicitaron. Los instrumentos fueron autoaplicados de forma grupal y dentro de los salones de clase de las instituciones educativas.
RESULTADOS
Para determinar las diferencias en la conducta antisocial, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones entre hombres y mujeres, se llevaron a cabo pruebas t de Student para muestras independientes ( Tabla 1 ). Los resultados indicaron que no hubo diferencias significativas entre unos y otras en las variables estudiadas; pese a ello, los hombres obtuvieron puntajes ligeramente más altos en conducta antisocial, búsqueda de riesgo y búsqueda de placer que las mujeres, quienes alcanzaron puntajes altos en impulsividad y cautela. En la Tabla 2 se presentan los resultados de las correlaciones de Pearson entre las variables estudiadas.
Como se puede observar, se hallaron correlaciones estadísticamente significativas entre ellas, correlaciones que fueron de débiles a moderadas. La impulsividad, la búsqueda de placer y la búsqueda de riesgo se asociaron positivamente con la conducta antisocial; es decir, a mayor frecuencia de conducta antisocial, más conductas impulsivas y mayor búsqueda de conductas de riesgo. Por otro lado, la conducta antisocial se relacionó negativamente con la dimensión de cautela. Con el propósito de determinar el nivel predictivo de la impulsividad y la búsqueda de sensaciones sobre la conducta antisocial, se llevó a cabo una regresión lineal paso por paso ( Tabla 3 ). En el primer paso de la ecuación entró como predictor la impulsividad (F[1, 318] = 133.93, p < .001] y en el segundo la dimensión de búsqueda de riesgo (F[2, 317] = 73.18, p < .001], las cuales explicaron 31% de la varianza de la conducta antisocial.
DISCUSIÓN
Para determinar las diferencias en la conducta antisocial, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones entre hombres y mujeres, se llevaron a cabo pruebas t de Student para muestras independientes ( Tabla 1 ). Los resultados indicaron que no hubo diferencias significativas entre unos y otras en las variables estudiadas; pese a ello, los hombres obtuvieron puntajes ligeramente más altos en conducta antisocial, búsqueda de riesgo y búsqueda de placer que las mujeres, quienes alcanzaron puntajes altos en impulsividad y cautela. En la Tabla 2 se presentan los resultados de las correlaciones de Pearson entre las variables estudiadas.
Como se puede observar, se hallaron correlaciones estadísticamente significativas entre ellas, correlaciones que fueron de débiles a moderadas. La impulsividad, la búsqueda de placer y la búsqueda de riesgo se asociaron positivamente con la conducta antisocial; es decir, a mayor frecuencia de conducta antisocial, más conductas impulsivas y mayor búsqueda de conductas de riesgo. Por otro lado, la conducta antisocial se relacionó negativamente con la dimensión de cautela. Con el propósito de determinar el nivel predictivo de la impulsividad y la búsqueda de sensaciones sobre la conducta antisocial, se llevó a cabo una regresión lineal paso por paso ( Tabla 3 ). En el primer paso de la ecuación entró como predictor la impulsividad (F[1, 318] = 133.93, p < .001] y en el segundo la dimensión de búsqueda de riesgo (F[2, 317] = 73.18, p < .001], las cuales explicaron 31% de la varianza de la conducta antisocial.
DISCUSIÓN
En el presente estudio se analizó el modo en que la búsqueda de
sensaciones y la impulsividad explican la presencia de la conducta
antisocial en un grupo de adolescentes. Los resultados mostraron
correlaciones significativas entre tales variables; sin embargo, los
predictores más importantes fueron la impulsividad y la búsqueda de
riesgo. Estos hallazgos concuerdan de manera general con lo reportado en previas investigaciones, en las cuales se han realizado análisis de
corte transversal, hallándose relaciones positivas y significativas entre la
conducta antisocial y la búsqueda de sensaciones ( Andrade, Betancourt
y Cañas, 2008 ; Contreras et al., 2007 ; Moral y Ortiz, 2011 ; Muñoz
et al., 2005) así como con la impulsividad ( Neumann et al., 2010 ),
aunque no de manera conjunta.
La evidencia reportada en los estudios longitudinales de Luengo et al. (1994) , Newcomb y McGee (1991) y White et al. (1994) también ha mostrado que en diferentes periodos de seguimiento se ha encontrado una asociación positiva entre la conducta antisocial y la búsqueda de sensaciones y la impulsividad; sin embargo, la mayoría de las investigaciones revisadas estudian por separado la búsqueda de sensaciones y la impulsividad, excepto en el caso de Herrero y Colom (2008) , en el que los autores reportan que la población penal obtuvo mayores puntajes en la búsqueda de sensaciones y en la impulsividad, en comparación con la población general. Aun así, los hallazgos del presente estudio no serían del todo comparables con este último estudio debido a las diferentes poblaciones utilizadas.
Otro aspecto analizado en la presente investigación fueron las diferencias en las variables estudiadas entre hombres y mujeres, cuyos resultados mostraron que al menos en este grupo de adolescentes no hubo diferencias significativas; a pesar de ello, los varones puntuaron ligeramente más alto en conducta antisocial y en dos de las dimensiones de búsqueda de sensaciones (búsqueda de riesgo y búsqueda de placer), en comparación que las mujeres; en el caso de estas últimas, puntuaron ligeramente más alto que los varones en las dimensiones de impulsividad y cautela.
Los resultados de las diferencias en la conducta antisocial son parcialmente congruentes con los datos reportados por encuestas hechas en la población estudiantil, los que indican que los varones exhiben con mayor frecuencia este tipo de comportamientos que las mujeres. Probablemente estas diferencias se deban a las características propias del contexto; por ejemplo, las escuelas a las que asistían los participantes eran instituciones con una disciplina rigurosa, lo que podría explicar que los adolescentes se involucraran en conductas antisociales con poca frecuencia. Cabe señalar que los promedios de conducta antisocial obtenidos en este estudio fueron bajos; es decir, los participantes reportaron exhibir con poca frecuencia tales comportamientos.
A manera de conclusión, se puede decir que el presente estudio apoya la investigación previa sobre el efecto de la impulsividad y la búsqueda de sensaciones en el desarrollo de la conducta antisocial. No obstante, los resultados sugieren la necesidad de analizar qué otros factores junto con los aquí explorados pudieran explicar que los jóvenes se involucren en un comportamiento antisocial. Finalmente, se sugiere considerar la búsqueda de sensaciones y la impulsividad en el diseño de programas de prevención y tratamiento de este tipo de comportamiento.
Tablas:http://www.redalyc.org/pdf/292/29242800008.pdf
La evidencia reportada en los estudios longitudinales de Luengo et al. (1994) , Newcomb y McGee (1991) y White et al. (1994) también ha mostrado que en diferentes periodos de seguimiento se ha encontrado una asociación positiva entre la conducta antisocial y la búsqueda de sensaciones y la impulsividad; sin embargo, la mayoría de las investigaciones revisadas estudian por separado la búsqueda de sensaciones y la impulsividad, excepto en el caso de Herrero y Colom (2008) , en el que los autores reportan que la población penal obtuvo mayores puntajes en la búsqueda de sensaciones y en la impulsividad, en comparación con la población general. Aun así, los hallazgos del presente estudio no serían del todo comparables con este último estudio debido a las diferentes poblaciones utilizadas.
Otro aspecto analizado en la presente investigación fueron las diferencias en las variables estudiadas entre hombres y mujeres, cuyos resultados mostraron que al menos en este grupo de adolescentes no hubo diferencias significativas; a pesar de ello, los varones puntuaron ligeramente más alto en conducta antisocial y en dos de las dimensiones de búsqueda de sensaciones (búsqueda de riesgo y búsqueda de placer), en comparación que las mujeres; en el caso de estas últimas, puntuaron ligeramente más alto que los varones en las dimensiones de impulsividad y cautela.
Los resultados de las diferencias en la conducta antisocial son parcialmente congruentes con los datos reportados por encuestas hechas en la población estudiantil, los que indican que los varones exhiben con mayor frecuencia este tipo de comportamientos que las mujeres. Probablemente estas diferencias se deban a las características propias del contexto; por ejemplo, las escuelas a las que asistían los participantes eran instituciones con una disciplina rigurosa, lo que podría explicar que los adolescentes se involucraran en conductas antisociales con poca frecuencia. Cabe señalar que los promedios de conducta antisocial obtenidos en este estudio fueron bajos; es decir, los participantes reportaron exhibir con poca frecuencia tales comportamientos.
A manera de conclusión, se puede decir que el presente estudio apoya la investigación previa sobre el efecto de la impulsividad y la búsqueda de sensaciones en el desarrollo de la conducta antisocial. No obstante, los resultados sugieren la necesidad de analizar qué otros factores junto con los aquí explorados pudieran explicar que los jóvenes se involucren en un comportamiento antisocial. Finalmente, se sugiere considerar la búsqueda de sensaciones y la impulsividad en el diseño de programas de prevención y tratamiento de este tipo de comportamiento.
Tablas:http://www.redalyc.org/pdf/292/29242800008.pdf
Referencias
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York: St. Martin’s Press.
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