Resumen: En este trabajo sobre la violencia partimos de una perspectiva amplia, para centrarnos ulteriormente en el papel dominante de las pulsiones de muerte y de destrucción. Desarrollamos un concepto central en la metapsicología de la violencia, el proceso de DESOBJETALIZACIÓN, que equivaldría en la psicopatología de la vida cotidiana a lo que llamamos habitualmente deshumanización.Si el amor implica un investimiento libidinal y su opuesto el odio un investimiento agresivo, lo contrario de todo investimiento es el no-investimiento, la indiferencia. Para el trabajo de lo negativo, la indiferencia hacia el objeto supone que este nunca ha existido, ni en él mismo ni para el sujeto. La violencia conceptualizada en una óptica moderna del terror, implica por lo tanto un trabajo de deshumanización en el que se niega precisamente al objeto la posibilidad de que sea eso para lo que ha sido creado, un objeto de investimiento. Palabras clave: violencia, pulsión de muerte, objetalizacion, desinvestimiento, DESOBJETALIZACIÓN.
Summary: In this work about violence, we suggest a broad perspective although we focus on the preponderant role of the death and destruction pulsions. We develop continuously a central concept in the metapsychology of the violence, the deobjectalization proces, which means in the psychopathology of the daily life what we usually call dehumanization. If love implies a libidinal investment and his opposite hate an aggressive investment, the contrary to all investment is the no-investment, the indifference. To work out the negative, the indifference towards the object means that the latter never existed, neither in itself, nor towards the subject. The conceptual violence from a modern focus of terror implies therefore a work of dehumanization in which precisely the objects is denied the possibility that it is that what it has been created for, an investment object.
Key words: violence, death pulsion, objectalization, deinvestment, deobjectalization
VIOLENCIA Y ANIQUILACIÓN DEL OBJETO:
LO MALO DEL MAL
Introducción
A estas alturas de la Historia tenemos suficientes argumentos para afirmar que Jean-Jacques ROUSSEAU se equivocó. El homo sapiens no es un pequeño e inocente salvaje, bueno por naturaleza y corrompido por la sociedad, sino un animal dotado del instinto de la máxima capacidad de Destrucción. Al menos esto es lo que nos ha mostrado un siglo cuyos últimos suspiros se conjugaron con la aniquilación de las Torres Gemelas, el 11 Septiembre 2001, seguida unos días después por otra catástrofe menos divulgada pero tan mortífera acaecida en el país vecino: el incendio de origen criminal o terrorista de Toulouse, que ocasionó más de tres mil lesionados y damnificados.
Es precisamente en Francia donde el clima de violencia y de inseguridad ciudadana ha alcanzado el paroxismo, del que un exponente trágico fue el crimen d’Evreux: cuando el 7 de Marzo 2002, el joven Jimmy cuenta a sus padres que está siendo objeto de extorsión (racket) en el Instituto, su padre Guy, 38 años, no imagina que él mismo iba a ser linchado hasta la muerte por los compañeros de su hijo. El reflejo natural de protección de este padre inmigrante le lleva, esa misma tarde, a esperar a su hijo a la salida de clase. Unos cuarenta jóvenes lo reciben con una lluvia de piedras y adoquines que le producen la muerte.
La escalada de la violencia comienza por la degradación urbana, sigue con los robos y peleas y continua con la extorsión mediante la que los jefes de las bandas delimitan su territorio. En el espíritu de las democracias modernas, la ciudadanía designa un espacio de responsabilidades compartidas. Pero cuando se emplea esta palabra se enfatiza sólo en la vitalidad de la sociedad civil, que no cesa de emitir nuevas reivindicaciones, nuevas demandas, nuevas quejas. La idea de responsabilidad es evacuada y desvirtuada por la búsqueda de una causalidad que justifique las conductas inexplicables violentas.
Lo que puede ser preocupante hoy en día es la abolición de las distinciones elementales entre lo real y lo virtual, entre el hecho y la opinión, entre lo bueno y lo malo. La cuestión de los límites será para el Siglo XXI la cuestión fundamental.
TEORÍAS CLÁSICAS SOBRE LA VIOLENCIA.
Psicológicamente la violencia es la fuerza despiadada y brutal empleada con el objetivo de someter a alguien. Intentaremos resumir en el siguiente cuadro sinóptico los diferentes enfoques que han propuesto una comprensión teórica de la violencia, algunos de los cuales desarrollaremos con detenimiento en las páginas siguientes
ETOLOGÍA
– Konrad LORENZ
La agresión es la expresión del INSTINTO DE CONSERVACIÓN DEL INDIVIDUO, DE PROTECCIÓN DE LA ESPECIE Y DE DEFENSA DEL TERRITORIO.
ENFOQUE AMBIENTALISTA
– MODELO DE FRUSTRACIÓN AGRESIÓN DOLLARD, DOOB, MILLER Y COL. (YALE, 1932)
La agresión es siempre CONSECUENCIA DE LA FRUSTRACIÓN y la existencia de la frustración conduce a alguna forma de agresión.
Frustración: estado o condición que se produce cuando se impide a un individuo realizar una respuesta buscada como objetivo.
– Leonard BERKOWITZ (1976)
Relación entre el estado emocional interno y los estímulos del medio ambiente, que pueden actuar como
señales para la ejecución de comportamientos agresivos.
– MODELO DEL APRENDIZAJE SOCIAL
– Albert BANDURA
Los comportamientos agresivos son CONSECUENCIA DEL APRENDIZAJE DIRECTO y de los PROCESOS QUE LO REFUERZAN. La VISIÓN DE LA VIOLENCIA (TV) produce efectos nefastos, pero para otros autores puede servir de catarsis.
MODELO HISTÓRICO
– Erich FROMM
La naturaleza específica del ser humano tiene un carácter histórico, y puede llevar a la violencia.
Existe una PULSION ORGANICA (INSTINTO) DE LUCHA que constituye una VIOLENCIA DEFENSIVA al servicio de la SUPERVIVENCIA DEL INDIVIDUO Y DE LA ESPECIE, que es adaptativa y desaparece cuando cesa la amenaza. En cambio la PULSION NO ORGANICA (“agresión maligna”) lleva a la DESTRUCTIVIDAD Y CRUELDAD propias del hombre.
PSICOANÁLISIS
1 - Sigmund FREUD
En relación con la pulsión de auto-conservación, y a partir de 1920 con la PULSION DE MUERTE.
2 - ADLER
Pulsión agresiva autónoma
3 – Mélanie KLEIN
Sadismo, odio, avidez, envidia, deseo de posesión infiltran las fantasías arcaicas esquizo-paranoides.
4 – W. BION
La violencia afecta a la destrucción de la vida psíquica (capacidad de pensarsoñar) por los procesos de psicotización de la personalidad.
5 – D. W. WINNICOTT
Agresividad pulsional primitiva, fuente de placer, que se ejerce hacia el objeto amado (AMOR SIN PIEDAD), lo que permite la fusión entre Amor y Agresividad
6 - Jean BERGERET VIOLENCIA FUNDAMENTAL de la que deriva el movimiento libidinal
EL PUNTO DE VISTA DE LA ETOLOGÍA.
Konrad LORENZ ilustró con su excepcional capacidad didáctica, dos tipos de reacción agresiva en el animal. La agresividad intra-específica, que es el comportamiento hostil hacia otro sujeto de la misma especie, puede provocar acciones destructoras entre los mismos, mientras que la agresividad inter-específica está al servicio de la supervivencia, del equilibrio funcional entre las especies y de la salvaguardia del territorio. Entre más combativo es el sujeto más grande será su territorio, que deber defender contra las incursiones extranjeras, de manera que la noción de territorio adquiere para los etólogos una importancia aritmética proporcional a la agresividad de los combatientes. Se trata de una función variable pero intangible, en relación directa con la potencia combativa del propietario y con el número de inquilinos dispuestos a defender las fronteras.
Las observaciones etológicas convergen por lo tanto en la descripción de una agresividad intra-específica que es tanto más drástica en tanto en cuanto el grupo social está más estructurado, jerarquizado y dominado por un líder incontestable. La combatividad se manifiesta en el seno de la colectividad por la defensa de una jerarquía celosamente protegida, en defensa de la familia y del grupo contra otros grupos similares, y en la salvaguardia del territorio indispensable a la supervivencia del microcosmos social. Sin embargo en condiciones de vida normales, LORENZ insiste sobre el hecho de que la agresividad no busca la muerte del adversario, muerte que si ocurre suele ser una consecuencia accidental, pero no un fin en sí misma.
Al correlacionar la agresividad con el territorio, LORENZ nos ofrece una lectura esclarecedora sobre la superpoblación que soportan las urbes contemporáneas. Si cada sujeto precisa un mínimo de espacio vital, a menor territorio disponible para el conjunto de la horda, mayor agresividad, por aumento de la promiscuidad y por la falta de espacio En lo que nos atañe, los estudios de LORENZ han permitido ilustrar en la vertiente biológica varios conceptos psicoanalíticos centrales, como la relación entre Instinto y Pulsión,
que no deben entenderse como términos equivalentes. El instinto responde a una pura necesidad biológica (hambre), mientras que la pulsión parte de ese mismo estado de tensión y de excitación interna para expresar la necesidad psicológica que tiene el Sujeto del Objeto. Por otra parte, los instintos son aquellas tendencias que tienen como función garantizar la supervivencia del individuo y de la especie, son comunes a todos los seres humanos y están programados filogenéticamente (alimento, lucha, huida, sexualidad, etc.). A diferencia de las pulsiones, están relacionados con actos reflejos anclados en el cuerpo que carecen de expresión psíquica, la connotación imaginaria aconteciendo sólo a posteriori. Las pulsiones en cambio, que están para FREUD ancladas en lo somático, se expresan a nivel del psíquismo, “bajo una forma desconocida por nosotros”.
A partir de los estudios etológicos podemos diferenciar por lo tanto la agresividad de la VIOLENCIA cuyo objetivo no es la defensa del territorio, ni la protección de los congéneres, sino la MUERTE irracional y gratuita del adversario, la muerte por la muerte, por el mero ejercicio del instinto de matar. La agresividad no es lo mismo que la violencia que se ejerce mediante el ejercicio del sadismo y la necesidad de matar.
COMO COMPRENDEMOS LA VIOLENCIA DESDE EL PSICOANÁLISIS.
Uno de los más interesantes trabajos psicoanalíticos sobre la cuestión que nos ocupa, y del que nos hemos ampliamente inspirado, es una conferencia del Profesor René HENNY, titulada “Metapsicología de la violencia”. Es curioso que alguien tan pacífico, tan humano como HENNY, tuviera un interés declarado por la cuestión de la violencia. Ya en 1967 había efectuado una comunicación ante la Sociedad de Higiene mental del cantón de Vaud - Suiza, titulada “Psicoanálisis del Odio”, donde comenzaba diciendo: “L’homme est un tueur - El hombre es un asesino”. Desgraciadamente las contribuciones más interesantes de este psicoanalista suizo no han sido publicadas en los medios habituales, por lo que permanecen inaccesibles al gran público.
HENNY señalaba por aquellos años que la sola idea de que el hombre es violento, desde el origen de los tiempos, suscita en nosotros la negación y la angustia. Dicho sentimiento de angustia que experimentamos ante la evocación del horror, no es en absoluto patológica ya que puede ser el principio de una toma de conciencia. Desde que el hombre es hombre, pero sobretodo antes que fuera homo sapiens, el hombre ha descargado su violencia sobre sí mismo y sobre los demás. A medida que el hombre se ha “civilizado”, las formas de la violencia se han hecho cada vez más crueles y sofisticadas, de manera que ya no existen límites para el horror, como tampoco los hay para la inhumanidad del hombre. La violencia no es sólo un fenómeno exterior sino un rasgo constitutivo de la condición humana.
Una concepción psicoanalítica de la violencia debe ir más allá de las concepciones habituales de ese término. Definida como una situación de hecho relativa a la naturaleza, la violencia es sinónimo de una acción de fuerza de carácter intenso o excesivo, que se despliega sin orientación particular y se desencadena sobre el medio en el que se manifiesta.
LA VIOLENCIA Y SU RELACIÓN CON LA DINÁMICA PULSIONAL.
“Deberíamos acordarnos que nuestras hipótesis no pretenden tener otro valor que el de una
representación figurada” S. FREUD, Metapsicología. Es probable que el siglo XX detenga el récord de haber sido uno de los más sangrientos, si pensamos en las guerras que se han sucedido o en los crímenes de Hitler, Staline, Pol Pot, Mao Tse-tung y todos los demás tiranos. FREUD vislumbra desde el principio los horrores que estaban aún por venir.
En medio de la primera guerra mundial, comprende que las ideas republicanas del siglo XIX iban a ser anegadas por la potencia destructiva de las armas modernas, que afectaría a los civiles e incluiría el recurso a la propaganda y a la guerra psicológica. En la primavera de 1933, cuando los nazis quemaron por primera vez sus libros, parece que hizo un comentario irónico: “¡Cuanto progreso estamos haciendo. En la Edad Media me habrían quemado, ahora se contentan con quemar mis libros!”
FREUD tenía una visión eminentemente trágica de la humanidad, citando el antiguo dicho “Homo homini lupus” (“El hombre es un lobo para el hombre”). Estaba escépticamente convencido que la humanidad era capaz de realizar acciones horribles. Su concepto del inconsciente, que había situado en el centro de su teoría, se apoyaba sobre la presencia en cada uno de nosotros de una especie de maldad diabólica.
La reflexión psicoanalítica sobre la violencia prosigue, desde FREUD, a la sombra de dos grandes concepciones de la teoría: el punto de vista pulsional y el punto de vista objetal.
Si por una parte la descarga pulsional violenta encuentra sus cartas de naturaleza en la PULSIÓN DE MUERTE, por otra parte la dependencia del bebé‚ del objeto primario que lo cuida y lo cría señala la función de las RELACIONES OBJÉTALES en la generación de la violencia ulterior.
Desde la hecatombe de la guerra del 14-18, FREUD se interroga por la destructividad del hombre. El caso Dora en 1905 le hizo ver la connotación agresiva de la relación de esta paciente con él mismo, profundizando entonces el concepto de transferencia negativa, es decir hostil al psicoanalista. No siguió sin embargo las proposiciones de ADLER sobre una pulsión agresiva autónoma, y se limita a oponer las pulsiones sexuales a las de conservación de la vida. Demuestra que la agresividad, el odio y el sadismo son el producto de la lucha del Yo por su conservación y afirmación. Pero es en 1920 en un ensayo con connotaciones nietzcheanas, “Más allá del principio del placer”, que va efectivamente más allá y define la PULSIÓN DE MUERTE.
Constata en el enfermo la repetición permanente de los mismos síntomas, en afecciones como las neurosis traumáticas o la neurosis de guerra, en las que el acontecimiento traumático se revive constantemente en los sueños, en fantasías e incluso en la relación de transferencia. En lugar de intentar buscar el placer, el paciente parece torturarse con la reminiscencia de escenas dolorosas. Este automatismo, que FREUD cataloga de demoníaco, lo explica por la tendencia de la psique a retornar a un estado anterior, es decir a volver del estado de ser al de no ser. La vida es un accidente de la muerte, la finalidad de la vida es la muerte, la vida no es más que un espacio antes de la desaparición, de la afanisis. Eros y Tanatos se enfrentan en esta visión grandiosa, en la que el objetivo de Tanatos, instinto de muerte, es el de convertir lo vivo en lo muerto. FREUD parece pronunciarse por una victoria de la muerte que conduce al silencio de este gran agitador que se llama Eros.
Estemos o no de acuerdo con esta visión mortífera, no cabe la menor duda que la crueldad, la violencia y todo el sistema que articulan los mecanismos de destrucción, no pueden comprenderse de otra manera que como derivados de una fuente pulsional tan potente y decisiva como la pulsión de muerte. Es por ello que desde la perspectiva freudiana, la destructividad deja de ser un fenómeno meramente coyuntural o accidental, par formar parte integrante de la estructura psíquica fundamental del ser humano.
Cuando en 1933 EINSTEIN somete a FREUD el estudio sobre las relaciones entre derecho y fuerza, la expresión suena bien en alemán: “Recht und Macht”. FREUD renuncia a la eufonía, y lo corrige prefiriendo a Recht, que designa también el Poder, el término de violencia que le parece más radical. Es la única vez en toda su obra que utilizará este término, refiriéndose más a menudo a la destructividad y a la agresividad que sitúa en el seno de la pulsión de muerte.
A diferencia de los integrantes de la Egopsychology, quienes liderados por HARTMANN tratan de laicizar el pensamiento freudiano, haciendo de sexualidad y agresividad una pareja de conceptos “razonables”, Melanie KLEIN intenta dar mayor calado a las ideas de FREUD. Hasta el punto que incluso se ha dicho que ella se refería a los instintos (de vida y de muerte) y no a las pulsiones como hace FREUD. Desde sus primeros trabajos, la libido se desplaza hacia la exacerbación del sadismo, infiltrando los fantasmas arcaicos de la posición esquizo-paranoide, de manera que el desarrollo de la libido planteado por FREUD parece a su lado un cuento de hadas.
Cuando se refiere a las manifestaciones de Eros, como cuando ilustra las fantasías de destrucción, Melanie KLEIN aborda crudamente la cuestión de la violencia, que confundida a menudo con el sadismo, expresa el trabajo de una pulsión de muerte que no es silenciosa, sino omnipresente y voraz, lo que la conduce a tratar de remplazar, cada vez que la situación se lo permite, las fijaciones libidinales por sus equivalentes de destrucción. En su libro Love, Hate and Reparation, Melanie KLEIN desarrolla las relaciones de la agresividad con el odio, y con nociones tales como la avidez, la envidia y el deseo de posesión, de manera que la rivalidad edípica parece en comparación una caricatura..
Aunque no se ocupa directamente de la violencia, BION prosigue los estudios de Melanie KLEIN, a medida que introduce modificaciones fundamentales en su teoría. En sus primeros trabajos describe secuencias psicoanalíticas completas, mostrando las expresiones de una triple violencia: violencia de los afectos y de las pulsiones que se manifiestan en el discurso, violencia defensiva contra esas mismas pulsiones y contra la transferencia que provocan, y violencia interpretativa del analista. La destructividad es proporcional al grado de afectación esquizofrénica, pero daña más el propio pensamiento del paciente que a la persona del analista. BION introduce una nueva forma de violencia: el odio de la realidad interna y externa, de manera que el campo de la violencia afectará en lo sucesivo a la destrucción de la vida psíquica por los procesos de psicotización de la personalidad.
WINNICOTT también se autonomiza progresivamente de Melanie KLEIN, llegando a considerar que la agresividad se relaciona tanto con el amor como con el odio, cuando afirma que “un niño pequeño vive el amor y el odio con tanta violencia como un adulto”. Su idea fundamental es la de una agresividad pulsional primitiva, fuente de placer, que se ejerce sobre un objeto amado (ruthless love), lo que permite la fusión entre amor y agresividad. La doble naturaleza de la agresividad implica que es concebida como reacción a la frustración y al mismo tiempo como una fuente de energía vital para el individuo. Dicha energía se descarga mediante la motricidad y la utilización de los movimientos expulsivos del cuerpo que dan lugar a las lágrimas, a la saliva, a la orina y a los excrementos. Desde que fue enunciada por FREUD, la cuestión de la pulsión atormenta y divide a los analistas. LACAN, por ejemplo, se vuelve hacia el lado del deseo inconsciente, del significante.
Para los kleinianos, lo determinante no es la pulsión sino la relación de objeto. Sin embargo, y a pesar de todas las matizaciones posibles e imaginables, hoy en día la pulsión está en lo social, es allí donde se manifiesta. No ya sobre el diván, donde aparece más diluida, sino en las manifestaciones cotidianas de la violencia que inundan las páginas de los periódicos, infiltrándose en el discurso social y modificando radicalmente el mundo que conocemos.
En este sentido, es necesario que algún día terminemos por admitir que lo que hay sin duda de más subversivo en el pensamiento freudiano es que revoluciona la teoría de la subjetividad instalando en sus fundamentos el mito de la pulsión y haciendo del sujeto el sujeto de la pulsión. ¿Qué quiere decir SUJETO DE LA PULSION? La expresión, con toda su ambigüedad, es rica de sentidos. Toda pulsión es directamente o potencialmente violenta Decir que no hay sujeto sino como sujeto de la pulsión, es decir que la subjetividad se manifiesta ante un fin pulsional a alcanzar, ante un objeto que conquistar, movida por un empuje que surge de las entrañas del cuerpo y pone el ser en movimiento, haciéndolo salir de si mismo, invitándolo a realizarse en esa búsqueda. Lejos de nosotros la antigua concepción de un sujeto neutro, distante de sí mismo, sin pasión, maestro de su destino. En lo sucesivo, habría que hablar de sujeto de la pulsión de la misma manera que hablamos de “sujeto de su Majestad”.
VIOLENCIA DE LA SEPARACIÓN DEL OBJETO PRIMARIO.
“Creer que un cielo en un infierno cabe, eso es amor, quien lo probó lo sabe” (LOPE DE VEGA)
El bebé sueña con la ilusión de formar un todo, una unidad narcisista con la madre, hasta que confrontado a la frustración de la separación y de la espera descubre la existencia individualizada del otro. Herida narcisista fundamental por la que descubre que no es el centro del universo de su madre, ni el único de quien ella se ocupa, descubrimiento del Otro diferente, junto con la percepción de un mundo interior que grita necesidades fundamentales de dependencia, desnudando su propia angustia, impotencia y vulnerabilidad. Fuera de la unidad primordial con la madre, se siente realmente castrado, amenazado de muerte, aniquilado. Así se gesta la angustia de pérdida, de la ruptura, del duelo, en la relación diádica del niño con su madre que va a determinar la esencia del alma humana, dividida por la ambivalencia, el deseo y el miedo, el cariño y el odio, la necesidad del otro y el rechazo del otro. El odio, la agresividad, pero también la envidia, los celos, el deseo de posesión, todos estos sentimientos se derivan de esta experiencia primitiva inconsciente. El sentimiento de separación es el detonador de un movimiento profundo que, mediatizado por la experiencia ulterior de la castración, va a ser determinante en la generación de la angustia de muerte. Pero si la madre, por su bondad y su altruismo, sabe responder de manera adecuada a la angustia y a la rabia destructora de su hijo, ella le permitirá curarse o al menos compensar la herida narcisista fundamental que le inflige.
René HENNY sitúa en 1967 la agresividad en su relación a la corporeidad y a las funciones corporales, bucales, anales y genitales, donde se manifiestan tanto la ternura sexualizante como el sadismo de morder, ensuciar y penetrar. La agresividad se manifiesta en todas las actividades humanas como una expresión dinámica que tiende también a la satisfacción del deseo del objeto. Ejemplo de lo que puede ser un pensamiento en movimiento, en 1995 al final de su conferencia de Sevilla, pone en cambio el acento en la inadecuación de los cuidados maternos y en el fracaso de la función de para-excitación. La incapacidad de la madre a apaciguar y a calmar la tensión del bebé conduce a este a un estado de desbordamiento que puede desorganizar su propio funcionamiento mental, y ser el origen de numerosas expresiones somáticas o no mentalizadas de sufrimiento mental. Lo cito: “Si unida a su propio desorden la madre (...) desborda la capacidad de restauración del propio niño, es entonces el caos, y este caos es el que va a desencadenar la violencia, violencia que desgarrará la vida del hombre y de la sociedad, y esto desde el comienzo del mundo
hasta hoy mismo”
Haciendo hincapié en la ontogénesis de las angustias originarias, de separación y de castración, ponemos el acento en el mundo interior como principio generador de la angustia de muerte, mundo del que también emerge la pulsión de muerte y sus derivados, como el Trabajo de lo negativo de GREEN. En realidad la secuencia dinámica se presenta en otro sentido, puesto que es primero de la pulsión que emerge el deseo y la apetencia del objeto (pulsiones de vida), o su rechazo y destrucción (pulsiones de muerte). Tanto monta monta tanto. La pulsión necesita al objeto como el objeto a la pulsión. Para desplegarse la pulsión precisa de un objeto que no tiene posibilidad de existir y ser investido como tal sin la existencia de un movimiento pulsional.
Sin embargo, aunque la cuestión pulsional ha sido objeto de numerosos estudios, no existe una idea unívoca sobre el origen de la violencia. Incluso entre los mismos psicoanalistas surgen algunas contradicciones. FREUD sitúa en una confrontación dinámica las pulsiones de vida con las pulsiones de muerte, la actividad con la pasividad, el sadismo con el masoquismo, etc.. puesto que incluso la expresión de la violencia sádica se articula con el movimiento contrario masoquista que le confiere el dualismo pulsional. Pero de hecho, hasta fechas relativamente recientes el vocabulario psicoanalítico apenas usaba el término de violencia, invocando en su lugar el odio, la agresividad o la destructividad. Debemos a Jean BERGERET la revalorización de una noción, la violencia, que surge una sola vez en la obra de FREUD, concretamente en su correspondencia de 1933 con EINSTEIN.
Jean BERGERET formula la Violencia fundamental en una posición originaria de la que deriva el movimiento de vida libidinal, violencia pura por la que se manifiesta únicamente el movimiento destructor del objeto. Cuando describe los fenómenos relacionados con las fases pregenitales y preedípicas en los que se manifiesta la violencia, BERGERET, no evoca una hipotética pulsión de muerte, sino que la atribuye a la violencia fundamental, es decir a “un instinto violento, natural, innato, universal y primitivo”. Dicho instinto (la palabra no es elegida al azar) es consustancial con la vida misma. Trata por consiguiente BERGERET de describir el movimiento violento puro, sin intrincación libidinal, formulación que opera una desviación de la concepción freudiana del equilibrio entre los instintos sádicos y masoquistas, la violencia apareciendo siempre, en la teoría de FREUD, connotada por un movimiento libidinal.
No debe pasarnos desapercibido en esta perspectiva que la violencia implica el deseo de controlar y dominar al otro, ni debemos subestimar la dimensión de placer relacionada con el ejercicio de la coacción. Placer que parece más relacionado con el hecho de dominar que con el de infligir sufrimiento.
Sabemos que el lenguaje erótico opone placer y dominación, lo que no es totalmente cierto, ya que en realidad la dominación se refiere a un deseo de satisfacción que puede no concluir en orgasmo sexual, sino en una forma de gozo narcisista.
Se puede constatar durante el análisis de las estructuras border-lines como el analista no es utilizado sino por sus carencias. La transferencia refleja que la carencia principal del objeto-analista es la de haber impedido que el niño viva sus pulsiones de manera tolerable, de haber fracasado en su papel sin duda contradictorio que no se limita a satisfacer sus necesidades, sino a despertarlo a la vida, tolerando sus movimientos pulsionales profundos al mismo tiempo que le ofrece un receptáculo donde se expresa su sentimiento de libertad y de vitalidad. El objetivo es que el self pueda vivir sus pulsiones sin miedo de destruir el objeto, o de vivir una nueva experiencia de pérdida del holding o del continente sin que se hunda el objeto. A fin de cuentas, el verdadero self es el self pulsional, hecho de amor sin piedad, de crueldad egoísta, de destructividad inconsciente, sin límites.
EL CONFLICTO EN PSICOANÁLISIS.
La confrontación de ideas y el conflicto entre personas forman parte del mismo movimiento psicoanalítico, hasta el punto de que cuesta concebir la posibilidad de progreso en el conocimiento de nuestro oficio sin recurrir a una dialéctica permanente de las ideas y conceptos que manejamos. Desde las controversias en ocasiones virulentas entre kleinianos y anafreudianos en la Inglaterra de la post-guerra, pasando por las batallas (por emplear el título de la obra histórica de Elisabeth ROUDINESCO - La batalla de los 100 años) con las generaciones sucesivas de lacanianos, batallas que finalizan con el estallido en múltiples grupúsculos del movimiento fundado por Jacques LACAN, la confrontación de las ideas no puede hacer la economía de un cierto grado de beligerancia.
En este sentido la filiación ideológica es también una forma de militancia que se expresa y se combate con más o menos ardor, pero siempre con la pasión que otorga el sentir lo que se piensa. Nos referimos en particular a la pasión con la que André GREEN ha defendido sus posiciones en contra por ejemplo de lo que él llama la deriva del lacanismo (Este asunto ha sido ampliamente desarrollado por nosotros en otro contexto).
El conflicto se sitúa en la misma base del funcionamiento pulsional. Entre fuerzas opuestas (conflicto entre pulsiones), entre la fuerza pulsional y el Yo (conflicto que opone el principio del placer y el principio de realidad), entre instancias psíquicas (entre el Ello como representante de las pulsiones y el Yo, entre el Ello y el Superyo. No es por nada que FREUD sitúa el conflicto psíquico en el núcleo de la emergencia del síntoma, conceptualizando este como una “solución de compromiso” que es preciso delimitar, disecar y descubrir. Un psicoanalista debe encontrarse cómodo en el conflicto en el que le sumerge el paciente. Conflicto interno del psicoanalista, conflicto interno del paciente, pero a veces también conflicto con el paciente, contratransferencia como movimiento opuesto, como reacción emotiva inconsciente a la transferencia, pero a veces también violencia de la interpretación como reflejo de la violencia de las representaciones de cosa del paciente en la cabeza del psicoanalista.
La tesis del conflicto pulsional fundamental responde en FREUD a una exigencia. La de mostrar que el conflicto es repetible, desplazable, transformable, y que su permanencia resiste a todas las modificaciones del aparato psíquico. Dicha constatación obliga a FREUD a postular teóricamente un conflicto original fundamental que enfrenta las formas más primitivas de la actividad psíquica (pulsión de vida y pulsión de muerte), lo que explica su inflexibilidad en todas las discusiones que mantuvo sobre el dualismo pulsional.
André GREEN (a quien nos referiremos más tarde) ha sido y es un psicoanalista apasionado, enfático en sus gestos, ardiente en su escritura. Sus contribuciones a la clínica de los pacientes border-lines, su metánalisis de las grandes tragedias Shakesperianas, su interés por la pulsión de muerte y la destructividad, e incluso los títulos de sus obras reflejan esa violencia fundamental de quien se ha mostrado siempre cercano de sus fuentes pulsionales: “ La locura privada”, “ La madre muerta”, “Hamlet”, “el trabajo del negativo”, “La desvinculación”... El mismo ha sido protagonista de numerosas controversias, siendo uno de los más beligerantes contra el “inconsciente estructurado como un lenguaje” de Jacques LACAN. Algunas de estas controversias dieron lugar a encontronazos públicos, como cuando discutió públicamente con LEBOVICI sobre el estatus de las psicoterapias con los bebés. Más cerca de nosotros, rebatió con acritud las críticas que hace Daniel STERN (quien ha mostrado como el bebé busca activamente los estímulos externos) de la idea de FREUD (“Más allá del principio del placer”) según la cual el bebé experimenta la excitación como un displacer.
VIOLENCIA POLIMORFA.
Dominadas por la refriega constante entre Eros y Tanatos, las relaciones humanas son esencialmente ambivalentes. El amor va de la mano del odio, el orden sigue a la guerra, la calma al bullicio y la paz a la violencia. Si los efectos de encuentro son generadores de amor, los efectos de desencuentro provocan rechazo, odio y violencia. Paradigma de la relación ambivalente de Amor / Odio es la RIVALIDAD FRATERNA, típico reflejo de agresividad que en caso de desbordamiento puede llegar a producir la muerte del hermano, convertido en rival y en enemigo (mito de Caín y Abel).
Durante la adolescencia el conflicto entre padres e hijos reviste una destructividad que sin embargo continua siendo ambivalente y perpetua un vinculo afectivo con los padres odiados / amados, como pudimos constatar en esta observación clínica: C., 19 años, 140 de C. I., es un joven psicópata que no respeta norma ni ley. Insulta a sus padres, les agrede, hace lo que le viene en gana. Sus padres se enfrentan ante nuestros ojos sobre la manera de abordar la situación ¿Cómo controlar a C.?
Se enzarzan en una terrible discusión. Pienso en ese momento que un psicoanalista no es un bombero. Debe dejar estallar el conflicto y que se radicalicen las posiciones entre padres e hijo. El fragor de la confrontación puede entonces propiciar la separación de C. como medida terapéutica que ponga fin a la violencia destructora en la familia.
Permítanme una observación un tanto más prosaica. Un Profesor de psiquiatra de cuyo nombre no quiero acordarme, buscando explicaciones que fueran más allá del biologicismo imperante en la psiquiatra española de la época había erigido en etiología fundamental la existencia de una agresividad reprimida en los enfermos mentales. A nivel de la cabeza la agresividad reprimida generaba cefaleas y migrañas. A nivel del corazón ansiedades, palpitaciones e infarto. Y a nivel del vientre todo el cortejo psicosomático de manifestaciones digestivas, cólicos, ulceras, colitis, etc. Excesivamente simplista, por su cercanía con las concepciones hipocráticas de los humores, esta teoría reflejaba sin duda algo evidente. La psicopatología implica una forma de violencia, el síntoma es una agresión contra sí mismo, contra los otros. Ataca el funcionamiento psíquico, lo destruye, en algunos casos conduciéndolo hasta la sideración psíquica de la esquizofrenia o de otras formas destructivas del sujeto, tanto a nivel psíquico como somático.
Las observaciones clínicas nos revelan como el germen de la violencia se sitúa también a nivel transgeneracional en las historias de abusos sexuales, de malos tratos, en las patologías parentelas severas, psicopatías, psicosis, en la falta de cuidados, el abandono, la marginalidad, en las patologías del vínculo y de la dependencia a drogas y alcohol. La destructividad de los progenitores encuentra su paradigma en los procesos de parentificación, mediante los que responsabilizan al menor de las dolencias de los adultos, culpándolos de un destino que no les pertenece y depositando en ellos la solución de una problemática que les desborda.
Pero si hay un período en el que la violencia ejerce su influjo destructor es en la adolescencia. Es bien conocido que la mortalidad y la morbilidad durante este período se relacionan con factores psicosociales y con el entorno. El concepto de “nuevas morbilidades” engloba estos problemas que afectan principalmente a los jóvenes como la violencia auto y heteroagresiva, los accidentes de tráfico, la depresión, el suicidio, las Enfermedades Sexualmente Transmisibles, los embarazos no deseados, el consumo de drogas, de alcohol, y los trastornos de la alimentación (anorexia-bulimia).
La violencia es la fuerza bruta empleada para someter o destruir a otro, a quien se niega sus derechos como persona, en última instancia su derecho a la Vida. Resulta por lo tanto paradójica una forma de violencia en la que no se trata de suprimir la vida sino de prolongarla artificialmente. La violencia estriba, en estos casos, en la prolongación artificial de una vida que ha dejado de tener sentido para el sujeto. Violenta es la prolongación de una vida que ya no reúne las condiciones para ser vivida con un mínimo de placer y dignidad. Es por ello que, en la medida en la que interrumpe el sufrimiento y la degradación injustificada del sujeto, la eutanasia o ayuda para morir, no es una forma de violencia puesto que restituye al moribundo su dignidad como persona.
Sucede el infanticidio como una consecuencia de la negación de la humanidad del bebé. Por eso la joven madre infanticida rehuye todo contacto físico con él. No lo pone sobre su vientre, protegiéndose de todo resquicio de vínculo, de cualquier forma de sensaciones corporales erógenas, susceptibles de devenir significativas y fuentes de representación mental. El no contacto protege de esta manera a la joven de cualquier pensamiento o representación de un sujeto al que se le niega su derecho a la existencia. El bebé es entregado inmediatamente a la persona encargada de desembarazarse de él, tirándolo a la basura o descuartizándolo. Se depositan en él todas las atribuciones de fecalidad que, como recuerda SOULE, son en general atribuidos a la placenta. Si en las situaciones fisiológicas normales se tira la placenta y se guarda el bebé, que puede ser investido positivamente, aquí el bebé‚ equivale a un despojo planetario. No se opera el clivaje entre el bebé‚ idealizado y la placenta fecalizada, sino que el proceso de desobjetalización del bebé‚ lo convierte en un residuo insignificante del que es preciso librarse con premura.
Por último, en situaciones menos dramáticas como son las intervenciones psicoterapéuticas, el no show (pacientes que no asisten a la cita concertada previamente) representa a menudo una forma de agresividad contra el terapeuta y el marco que representa. Suele tratarse de personas con bajo nivel cultural y dificultades de verbalización, por lo que encontramos muchas patologías psicosomáticas, pacientes depresivos con la agresividad muy contenida, pacientes abandónicos como los descritos por Germaine GUEX, que parecen indicar al terapeuta con su ausencia “te maltrato a ti como me han maltratado antes a mi, sufre el abandono que yo he sufrido, te fustigo con mi indiferencia”.
DISTINCIONES ENTRE AGRESIVIDAD Y VIOLENCIA.
Al cabo de nuestro periplo teórico espero haber podido reflejar que AGRESIVIDAD y VIOLENCIA constituyen dos conceptos complementarios que se distinguirían en 4 aspectos estructurales:
1. el origen de la pulsión,
2. las modalidades de la relación de objeto que determinan,
3. el tipo de investimiento del objeto, y finalmente
4. su objetivo.
El ORIGEN PULSIONAL de la agresividad se sitúa en el ámbito de la pulsión de autoconservación que tiende a la protección de la vida del individuo y de sus congéneres, y a la defensa del territorio. La violencia por su parte se enraíza en la pulsión de muerte, que tiende a la mera satisfacción del instinto de matar y de la compulsión de destruir.
La RELACIÓN DE OBJETO en la agresividad se establece por mor de la intrincación de las pulsiones de vida con las pulsiones de muerte que son determinantes en la dinámica siempre articulada del sadismo con su correlato el masoquismo.
En la violencia bruta asistimos en cambio a una desintrincación pulsional, de manera que no existe un sustrato libidinal sino que la pulsión de muerte se manifiesta en estado puro.
Caben dos manifestaciones. Si predomina la hipertrofia del narcisismo del sujeto, no hay lugar para el masoquismo, y la violencia se descarga únicamente sobre el objeto. Si predomina la hipertrofia del Ideal o de la ideología que anula la voluntad del sujeto, es entonces mediante la destrucción suicida del sujeto (kamikaze) que se consigue la destrucción del objeto.
El INVESTIMIENTO DEL OBJETO participa en la agresividad del dualismo ambivalente Amor / Odio, como en la pasión amorosa, en la que las emociones más dispares pueden estar totalmente confundidas e imbricadas. En cambio en la violencia pura NO HAY investimiento del objeto, ya que los aspectos determinantes son la DESOBJETALIZACIÓN, la INDIFERENCIA, la ausencia de identificación y la negación del objeto como objeto de investimiento. La violencia es una consecuencia de la no-existencia del objeto en el campo de las representaciones mentales del sujeto.
Finalmente el OBJETIVO de la agresividad, relacionada con la supervivencia del individuo, se contrapone al objetivo de la violencia que como hemos visto apunta a la aniquilación pura y dura de lo que ha dejado de ser una persona para convertirse en el destinatario de los impulsos más mortíferos de lo que pudo ser un ser humano.
EL PROCESO DE DESOBJETALIZACIÓN EN LA ANIQUILACIÓN DEL OTRO.
“Todo saber es provisional. Cuando no se reconoce como tal, ya no pertenece a la categoría del saber sino a la de la revelación” A GREEN “Nadie tiene la verdad absoluta de las cosas.
El enriquecimiento de la cultura y también de la vida está en la diversidad”. J. L. PINILLOS
LA ANIQUILACIÓN DEL OBJETO.
Hoy en día todos los psicoanalistas reconocen el papel capital de la destructividad. Se ha especulado sobre el hecho de que FREUD distingue las pulsiones de muerte a las que atribuye una orientación interna de tendencia autodestructiva, y las pulsiones de destrucción que se orientarían hacia el exterior. Pulsión de destrucción y pulsión de agresión serian para Freud sinónimos. Con objeto de evitar las resonancias especulativas del término pulsión de muerte, GREEN propuso recientemente de asimilarlo a la expresión pulsión de destrucción, reservando en cambio el término de pulsión de agresión a las manifestaciones destructivas dirigidas hacia el exterior. La expresión pulsión de muerte puede ser por tanto equivalente del término pulsión de destrucción, que puede adoptar una orientación interna o externa.
Desde que FREUD desarrollara el concepto de pulsión parece claramente establecido que el amor implica un investimiento libidinal, mientras que su opuesto el odio comporta un investimiento agresivo del objeto. Pero amor y odio no se oponen tanto entre ellos como se oponen juntos a la INDIFERENCIA, por lo que podríamos afirmar que lo contrario del amor y del odio es la indiferencia. En efecto, lo que llama más la atención en las manifestaciones agresivas puras, es decir desprovistas de cualquier forma de placer, es el DESINVESTIMIENTO LIBIDINAL DEL OBJETO que está siendo agredido.
Ello corresponde a una AUSENCIA DE REACCIÓN DE IDENTIFICACIÓN al agredido por parte de quien lo agrede, apareciendo en un primer plano la indiferencia a todo lo que puede resentir el objeto agredido. Resulta de dicho desinvestimiento que el Otro pierde su estatus de humano, por lo que tratado con indiferencia puede ser agredido sin culpabilidad, e incluso sin placer. Cuando la violencia se ejerce a gran escala o por un gran número de sujetos, el desinvestimiento es el único medio de perpetuar la masacre sin dejarse paralizar por la culpabilidad. Retirando al objeto agredido su similitud con el agresor, se le despoja al mismo tiempo del derecho a la alteridad y de sus derechos como sujeto. El Otro-humano es así convertido en una cosa..
Por consiguiente, lo contrario de todo investimiento (libidinal o agresivo) es la negación misma de la existencia del objeto. Es en este campo de no-vida, de no-existencia del objeto, en tanto en cuanto todo objeto es susceptible de investimiento, que se sitúa lo que GREEN denomina el trabajo de lo negativo.
El no investimiento sería asimilable al proceso de Aphanisis (desaparición del Objeto) de LACAN, con el matiz de que en el caso del trabajo del negativo la indiferencia hacia el objeto presupone que este NUNCA HA EXISTIDO, ni en él mismo ni para el sujeto. NEGACIÓN DE EXISTENCIA. La violencia tal como la conceptualizamos en una óptica moderna del terror, supone por lo tanto un TRABAJO DE DESOBJETALIZACIÓN en el que se niega precisamente al objeto la posibilidad de que sea eso para lo que ha sido creado, un objeto de investimiento. Como una obra sin público, la desaparición del psicoanalista de la escena del análisis deja al paciente confrontado a su propia muerte como sujeto de palabra. Es en la medida en la que el objeto es desobjetalizado, desvitalizado, desposeído de su capacidad de ser un objeto que puede cebarse en él la Violencia.
LA FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE.
Ya en 1986 GREEN propone que el objetivo esencial de las pulsiones es asegurar una FUNCIÓN OBJETALIZANTE. Ello no implica solamente el establecimiento de relaciones de objeto internas y externas, sino que sea capaz de transformar estructuras en objeto. Es decir que la función objetalizante no se limita a las transformaciones del objeto, sino que puede promover al rango de objeto incluso aquello que inicialmente no posea ninguna característica objetal, siempre y cuando que una condición persista en el trabajo psíquico: la de un INVESTIMIENTO SIGNIFICATIVO, hasta el extremo de que el mismo investimiento pude ser objetalizado.
El objeto es investido inicialmente por la pulsión, de forma que mientras perdure el investimiento se mantiene la predominancia de la líbido erótica o agresiva.
El proyecto objetalizante de las pulsiones de vida o de amor, que se ejercen a través de la función sexual, implica como consecuencia fundamental el despliegue de la simbolización, por la que se manifiesta la intricación de los dos grandes grupos pulsionales como axioma indispensable del funcionamiento psíquico. En el polo opuesto, el objetivo de la pulsión de muerte es el de realizar lo más drásticamente posible, mediante la desvinculación, una FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE. El mismo término deja entrever que no se trata solamente de destruir la relación de objeto, sino incluso de todos los sustitutos de la misma como el Yo, y por supuesto el investimiento en tanto en cuanto ha sido previamente objetalizado. Se trata en definitiva de un movimiento de vaivén en el que concurren las resultantes de las pulsiones de vida y de muerte. Pero la manifestación propia de la destructividad de la pulsión de muerte es el desinvestimiento. En este sentido el éxito del desinvestimiento desobjetalizante se manifiesta por la extinción de la actividad proyectiva, que se traduce sobretodo por el sentimiento de muerte psíquica (alucinación negativa del Yo) que precede en los preámbulos de la psicosis a la amenaza de pérdida de la realidad externa e interna.
En este contexto de la acción destructora, el lenguaje viene a ser un elemento fundamental en el control, la espera, mediatizando la pulsión a nivel de los procesos secundarios, creando un espacio de mediación donde se ejerce la función de la psicoterapia.
La destrucción ofrece toda una panoplia de situaciones. Puede presentarse intricada o desintricada, sometida a la pulsión sexual o sin relación directa con ella. Pero la destrucción que podríamos llamar pura no sería posible sin que un desinvestimiento afectivo facilite su acción y no impida su curso. La función autodestructiva juega un papel correspondiente para la pulsión de muerte al que juega la función sexual para las pulsiones de vida.
No olvidemos sin embargo el impulso sacrificial que impone la búsqueda de la muerte, cuando la muerte como fin último de la vida es objeto de negación puesto que abre a los heróicos combatientes las puertas del paraíso. La exaltación pasional no conoce límites, la violencia es en este caso la expresión del amor a la causa que se defiende, vivida en olor de santidad.
HUELLAS DE LA VIOLENCIA EN LA ELABORACIÓN DEL PENSAMIENTO.
No vamos a insistir sobre lo conocido, sino sugerir elementos de reflexión que nos ayuden a adoptar una posición de pensamiento sobre la violencia en nuestro trabajo con personas sufrientes.
Decía BION que “es doloroso pensar”. El pensamiento, como el nacimiento de un hijo, no puede salir a la luz sin dolor, sin esfuerzo ni sangre. Irrumpe en la realidad rompiendo las cadenas de la represión que lo mantenían dormido. La misma escritura que atraviesa la hoja, penetra, viola su pureza con una estocada mortal que la marca de su impronta indeleble. Pensar es darse cuenta, ver, interrogarse, y a menudo la realidad ejerce sobre nosotros una violencia de la que nos protegemos negando su existencia. No olvidemos en ese sentido que los grandes mecanismos descritos por FREUD como característicos de la pulsión de vida y de muerte son la vinculación y la desvinculación.
A diferencia de los procesos mentales de asociación y de vinculación de contenidos psíquicos, procesos esencialmente constructivos y creativo, el efecto de la violencia se manifiesta particularmente en la incapacidad de pensar. No sólo destruye los procesos psíquicos, sino que sidera e impide el despliegue del pensamiento. Favorece por consiguiente los procesos de desvinculación y de ruptura de los contenidos psíquicos, desarmando al sujeto de su capacidad de ser precisamente eso, un sujeto de pensamiento. Desde esta perspectiva la contribución de GREEN al tema que nos ocupa puede estructurarse en dos campos: los procesos de construcción del psíquismo y los procesos de deconstrucción, esencialmente destructivos de la capacidad de pensar.
VIOLENCIA EN RELACIÓN CON LA INTRICACIÓN PULSIONAL.
En un reciente estudio sobre la violencia, André GREEN renuncia a la tarea de diferenciar agresividad, destructividad, odio y violencia, optando por una solución mucho más compleja consistente en definirlas en su relación con la mayor o menor intrincación pulsional. Al distinguir 8 formas de violencia, subraya el hecho de que sólo en la última de la lista, LA VIOLENCIA DESOBJETALIZANTE, actúa en solitario la pulsión de muerte, mientras que en el resto de las expresiones descritas asistimos a una intrincación de las pulsiones de vida y de muerte.
1. VIOLENCIA AL SERVICIO DE LA AUTOCONSERVACIÓN.
Violencia para sobrevivir. Para sobrevivir hay que matar, y para matar hay que ser violento. La naturaleza es violenta. Violencia fundamental de BERGERET: “un instinto violento, natural, innato, universal y primitivo”. Dicho instinto (la palabra no es elegida al azar) es consustancial con la vida misma.
Objeción a la idea de BERGERET: FREUD atribuye a la intrincación pulsional un papel originario, por lo que las pulsiones de autoconservación son de naturaleza erótica, aunque tienen que disponer de la agresividad para conseguir sus objetivos.
INTRICACIÓN DE LAS PULSIONES DE VIDA (también denominadas por FREUD pulsiones de AMOR = AUTOCONSERVACIÓN + EROS) CON LAS PULSIONES AGRESIVAS
2. VIOLENCIA MATRICIAL.
Violencia pulsional indiferenciada, que se manifestaría por el AMOR SIN PIEDAD (ruthless love) de WINNICOTT. Se trata de una forma de vínculo objetal (reflejo de un amor) que se expresa de tal manera que el afecto amoroso no está identificado como tal sino que se traduce por UNA VIOLENCIA SIN NINGUNA CONSIDERACIÓN POR LO QUE RESIENTE EL OBJETO, ya que sólo cuenta la expresión bruta de la pulsión.
3. VIOLENCIA NARCISISTA.
Placer ligado a la expresión plena de la pulsión en relación con LA AFIRMACIÓN NARCISISTA DEL SUJETO: Pulsión de dominio y Voluntad de Poder (NIETZCHE).
4. VIOLENCIA ERÓTICO-OBJETAL.
Intrincación pulsional en el caso típico del SADO-MASOQUISMO
5. VIOLENCIA AMOROSA.
Concierne las RELACIONES AMOR-ODIO (“Odiamoramiento” de LACAN).
6. VIOLENCIA EXTERMINADORA.
Cuyo objetivo es LA MUERTE, del Otro o de si-mismo.
7. VIOLENCIA SILENCIOSA.
Silencio de las pulsiones de muerte en los trastornos psicosomáticos.
8. VIOLENCIA DESOBJETALIZANTE.
DESINVESTIMIENTO DEL OBJETO DESTINADO A LA MUERTE PSÍQUICA Y FÍSICA. Despoja al objeto de sus cualidades humanas hasta la deshumanización cosificante.
CUATRO CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA COMPRENDER LA VIOLENCIA.
El TRABAJO DE LO NEGATIVO, la DESOBJETALIZACIÓN, la DESVINCULACIÓN y los PROCESOS TERCIARIOS juegan un papel central en la articulación intrapsíquica de la violencia, por lo que merecen ser parcialmente definidos. No nos ocuparemos aquí de otros conceptos mejor conocidos, como el investimiento-desinvestimiento y la desidentificación, ya que forman parte de lo que llamamos el proceso de desobjetalización.
GREEN toma la expresión de TRABAJO DE LO NEGATIVO de HEGEL, quien evoca en su Fenomenología del espíritu “la fuerza mágica que hace que lo negativo vuelva al ser”. El trabajo de lo negativo, aún siendo un producto de la pulsión de muerte, realiza lo que se puede denominar una “positivización de la negatividad”: el hueco, la falta y el duelo se transforman así en objetos de identificación e investimiento, en detrimento del objeto faltante. La alucinación negativa, la función desobjetalizante, el narcisismo negativo y el complejo de la madre muerta son paradigmas en los cuales se traduce la acción del trabajo de lo negativo.
El trabajo de lo negativo conduce a una forma incruenta de violencia que se ejerce sin golpes ni agresiones físicas, sin contacto y sin heridas, sino sólo y exclusivamente por el decreto de inexistencia que se cierne sobre el objeto. Reducirlo a la nada, ignorándolo, desconociéndolo y eyectándolo del campo representacional de manera que figure sólo como Aphanisis, como Transparencia, asesinato perfecto que conduce a la Desaparición. Bajo su forma destructora, el trabajo de lo negativo se presenta durante el tratamiento psicoanalítico, en todo aquello que se ha ido llamando “ataques contra el marco”. En el seno de la pulsión de vida se reconoce el trabajo de la FUNCIÓN OBJETALIZANTE, siendo la función sexual un modelo de la misma. Podemos por consiguiente establecer la proposición correlativa, según la cual existe una FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE que opera en el seno de la pulsión de muerte a través de la DESVINCULACIÓN y del DESINVESTIMIENTO. En el reino de la pulsión de muerte no es atacado solamente la vinculación al objeto interno, sino además los sustitutos del objeto y sobretodo el investimiento del mismo, en la medida en que se había previamente efectuado un proceso de objetalización.
Poco importa que las oscilaciones teóricas conduzcan hacia la pulsión o hacia el objeto, si admitimos que les une una tensión dinámica, un movimiento de búsqueda, cuyas idas y venidas constituyen lo específico del desarrollo del tiempo humano.
La función objetalizante consiste, como bien ha mostrado WINNICOTT, no solamente en vincularse a los objetos sino también en crearlos. Pero crear el objeto significa encontrarlo, y sólo es posible encontrarlo si previamente estaba ahí donde se realiza el encuentro con él. En este sentido, EL CAMPO DE LO QUE ES OBJETALIZABLE ES INFINITO. Pero esta incesante actividad se apagaría pronto si la pulsión perdiera su carácter apetitivo, su insaciable sed de tragar la vida para otorgarle la lujuriante diversidad de las formas que pueblan nuestro paisaje mental.
Por obra y gracia de la función objetalizante asistimos a la creación de objetos que no existían originariamente. Las diferentes instancias psíquicas sufren también este trabajo de transformación que puede hacer del Yo un objeto del Ello o incluso, mediante la división del Yo de la que nace el Superyo, un objeto del mismo Yo. La función objetalizante enriquece el Yo de nuevos objetos que le aseguran las ventajas de la diversidad y de las múltiples combinaciones que resultan de la intrincación y de la desintoxicación.
No obliteremos sin embargo la experiencia paradójica según la cual la función objetalizante no equivale al duelo sino que es el procedimiento más radical para oponerse al trabajo de duelo que se sitúa en el centro de los procesos de transformación característicos de la función objetalizante.
Llegamos por lo tanto a la conclusión que todo es, en definitiva, transformable en objeto, y que las pulsiones tienen una función objetalizante, es decir que son creadoras (y destructoras) de objeto. LAS PULSIONES DE VIDA TIENEN UNA FUNCIÓN OBJETALIZANTE Y LAS DE MUERTE DESOBJETALIZANTE. El mayor peligro radica en la indiferenciación inducida por la función desobjetalizante que sólo aspira a la aniquilación objetal seguida de la aniquilación del mismo Yo, ignorando los buenos oficios de las pulsiones de conservación. La función desobjetalización tiene una acción deshumanizante, alejando del corazón del hombre la relación de alteridad y retirándole al prójimo su estatus de Otro-similar.
La pulsión de muerte no se manifiesta siempre bajo una forma activa, y en la medida de su mayor o menor intrincación puede ser subyugada por la pulsión de Amor. Puede expresarse bajo diferentes registros, somáticos o psíquicos, individuales o colectivos. No conduce obligatoriamente a la muerte física (por enfermedad o suicidio), pudiendo quedar confinada en una muerte psíquica, trágico testimonio de la muerte en vida.
En cuanto a los PROCESOS TERCIARIOS, fueron definidos inicialmente en el contexto de la creatividad por ARIETI. Para el pensamiento greeniano son aquellos procesos que relacionan los procesos primarios y los procesos secundarios, limitando la saturación de los procesos secundarios por los primarios y de los primarios por los secundarios. En definitiva, se trata de una instancia de mediación entre los procesos inconscientes y los procesos conscientes, que equivale tópicamente al Preconsciente.
PROCESOS INTRAPSÍQUICOS
CONSTRUCTIVOS-CREATIVOS
FUNCIÓN OBJETALIZANTE
Aquella que tiende a hacer de cualquier cosa un objeto de INVESTIMIENTO libidinal.
DESTRUCTIVOS
FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE
Por la cual se retira todo investimiento libidinal del objeto para convertirlo en nada significativo para el sujeto. Anulación de investimientos psíquicos y de representaciones mentales sobre el objeto. NO INVESTIMIENTO
PROCESOS TERCIARIOS
Espacio intermediario entre los procesos primarios (Inconsciente) y secundarios (Consciente), situados del punto de vista tópico a nivel del Preconsciente. Función de mediación y transición de contenidos psíquicos.
PROCESOS PRIMARIOS
Relativos al funcionamiento del Inconsciente, donde predomina la disociación, escisión y morcelamiento de los contenidos psíquicos.
VINCULACIÓN Acción de liar, unir. Que lía y une los contenidos psíquicos.
DESVINCULACIÓN Acción de desligar. Proceso por el que los contenidos psíquicos son desligados.
EL PROCESO DE DESOBJETALISACIÓN EN LA VIOLENCIA.
La violencia no es nunca espontánea ni gratuita, se forma sobre un terreno donde confluyen unas condiciones convergentes en el mismo destino. En el caso humano, la violencia reúne características específicas entre las que destacan:
1. su intrincación con el erotismo (en el paradigma del sado-masoquismo),
2. su capacidad de volverse contra el sujeto en la autodestrucción suicida o sacrificial,
3. y sobretodo su derivación en el proceso de desobjetalización, que haciendo abstracción explícita de violencia física, proclama el decreto de aniquilación física y moral del objeto.
Trazando una línea imaginaria desde el polo del investimiento objetal hasta el extremo de la aniquilación del objeto, el proceso de desobjetalización atraviesa una serie de fases de intensidad variables que de manera simplificada serían:
La fase PROYECTIVA, la del CHIVO EXPIATORIO, la de COSIFICACIÓN por anulación de investimientos y una última fase de ANIQUILACIÓN y destrucción de objeto desaparecido
previamente de las representaciones mentales del sujeto violento. El proceso de desobjetalización significa por lo tanto que toda tarea de destrucción del objeto transcurre en paralelo al desinvestimiento y cosificación de ese mismo objeto.
1. La fase PROYECTIVA se corresponde con el mecanismo típico de la proyección por el que determinadas cualidades, sentimientos y deseos inquietantes para el sujeto son expulsados y localizadas en un objeto exterior (persona o cosa) que es designado como enemigo.
La relación sigue siendo ambivalente en la medida en la que la confrontación y la rivalidad con el objeto aporta (Como decía Napoleón “al enemigo no se le odia sino se le combate”) ciertas gratificaciones libidinales, e incluso el placer explícito de la confrontación dialéctica o bélica. Se trata de respuestas “proporcionadas” que buscan la medida de las fuerzas respectivas Por consiguiente, la primera medida de seguridad y de defensa contra el peligro interior creado por la pulsión de destrucción es la proyección sobre el exterior o sobre otro objeto. Lo que me resulta intolerable a mí mismo, mi propio deseo de destrucción es atribuido a otro sujeto o grupo de sujetos que devienen los destinatarios de mi furor. Persiguiendo la misma maldad, los mismos demonios en el otro, el hombre se deshumaniza en la expresión más brutal de su hostilidad, buscando la desaparición de sus congéneres, para lo que inventa medios de destrucción cada vez más sofisticados.
2. Fase de CHIVO EXPIATORIO, o de DEMONIZACIÓN, en la que desaparece la rivalidad para dejar paso a la negación de las características humanas del sujeto de odio. La fuerza utilizada contra el adversario supone la supresión de todo vínculo identificatorio. Una cascadade movimientos psíquicos acontece: No es un ser como nosotros, es otro-diferente, y como tal no tengo ningún vínculo emocional con él, por lo que me es extraño, extranjero, alienígena, demonio, y es por dicha condición que puedo ejercer mi violencia sobre él, incluso matarlo, puesto que la ausencia de vínculo justifica que la muerte sea el precio justo para quien es diferente.
3. Fase de COSIFICACIÓN, en la que se inicia la DESOBJETALIZACIÓN propiamente dicha, por la que el objeto expiatorio deviene un objeto inanimado, desprovisto de vida y de intenciones, una cosa. El terrorista, sujeto violento, ejerce su furor no sobre algo, no sobre alguien, sino sobre Nada. La persona no existe (no había nadie dentro de las Torres Gemelas, sólo un símbolo de potencia que arrasar), ni existió nunca, por lo que su único origen y destino es el de su propia destrucción.
4. ANULACIÓN DE INVESTIMIENTOS. La cosa es desprovista de sus potencialidades para convertirse en un a-objeto, un no-objeto sin significación ni significado para el sujeto, lo que permite proceder a la destrucción masiva, sin remordimientos ni ambages.
La especificidad de la violencia humana estriba en sus múltiples transformaciones (sado-masoquismo, asesinato, suicidio,...) de los que el más espectacular es aquel en el que la misma violencia se desvanece para devenir una fuerza neutra ejercida sin ningún placer de desaparición del adversario. En este sentido cuando las ideologías la ponen en práctica, la desobjetalización se funda en el refuerzo de los agentes efectivos de la exclusión y la desresponsabilización individual de los que toman las decisiones bajo la cobertura del deber. Los objetos odiados se convierten por la fuerza en No-Objetos.
Desposeídos de cualidades humanas, no son diferentes ni extraños, sino pertenecientes a lo inexistente, a lo no-humano.
¿QUE ES EN DEFINITIVA LA FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE?
En las páginas precedentes hemos ido desgranando la propuesta teórica de FREUD sobre la existencia de una vida pulsional en el interior de todos los seres humanos.
•1.PRIMERA TEORÍA DE LAS PULSIONES: PULSIONES DE AUTOCONSERVACIÓN vs. PULSIONES SEXUALES.
En un momento inicial de su teoría (1910), FREUD describe dos pulsiones complementarias, las PULSIONES DE AUTOCONSERVACIÓN y las PULSIONES SEXUALES,
cuando escribe: “Todas las pulsiones orgánicas que obran en nuestro psiquismo pueden clasificarse, como dice el poeta, en Hambre o en Amor”. Conocemos asimismo la importancia acordada al apoyo de las pulsiones sexuales sobre las de auto-conservación durante todos los estadios del desarrollo psicosexual (fase oral, anal, genital...) del infante.
•2.SEGUNDA TEORÍA DE LAS PULSIONES: PULSIONES DE VIDA-AMOR vs. PULSIONES
DE MUERTE
En 1920 FREUD enuncia la segunda teoría de las pulsiones, cuando reagrupa bajo el término de PULSIONES DE VIDA (también llamadas en 1939 pulsiones de AMOR) las dos precedentes (pulsiones de auto-conservación y pulsiones sexuales), oponiéndolas a las PULSIONES DE MUERTE.
•3.PULSIONES DE VIDA – F. SEXUAL – FUNCIÓN OBJETALIZANTE
La función objetalizante es una manifestación de la función sexual, que se originarían en las pulsiones del Eros.
P. MUERTE – F. DESOBJETALIZANTE – AUTODESTRUCCIÓN – VIOLENCIA
La pulsión de muerte puede descargarse hacia el interior o hacia el exterior, en la medida en la que se inicie el proceso de desobjetalización.
•4.La FUNCIÓN OBJETALIZANTE actúa mediante el INVESTIMIENTO y la VINCULACIÓN, lo que conduce a la SIMBOLIZACIÓN y al establecimiento de RELACIONES DE OBJETO GRATIFICANTES.
Por su parte la FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE procede a través del DESINVESTIMIENTO y la DESVINCULACIÓN, lo que conduce irremediablemente a la MUERTE PSÍQUICA y a la MUERTE DEL OBJETO.
A MODO DE CONCLUSIÓN: EL OLVIDO DEL BIEN.
Por lo mismo que el homo sapiens se convierte realmente en ser humano mediante el proceso complejo de la humanización (por el que abandona la antropofagia e introduce la dimensión espiritual) la deshumanización puede de nuevo arrastrarlo a cometer las más inmundas bestialidades. El PROCESO DE HUMANIZACIÓN transcurre por un largo recorrido que pasa, en una etapa inicial, por las interacciones y relaciones precoces, y son sobradamente conocidos los efectos deletéreos para el psiquismo de los trastornos interactivos o aún peor del abandono y del mal trato infantil. Muy tempranamente se pone de manifiesto una característica esencial del psiquismo humano, la de necesitar como condición indispensable para su desarrollo a otro psiquismo humano. Esa característica esencial del psiquismo, la de necesitar otro psiquismo que lo potencia y lo modela, en el seno de una experiencia de mediación por la que se adviene como Sujeto, constituye el fundamento de la necesidad de comunicar y contactar con el otro sin la cual no hubiéramos adquirido el extraordinario polimorfismo de nuestra vida mental. Entre el Uno y el Otro se despliega por consiguiente un área de mediación psíquica, el ÁREA DE LA TIERCEIDAD, cuya función de transicionalidad y de tránsito rescata al individuo de su solipsismo para proyectarlo en la dinámica de la simbolización y de la civilización.
En la actualidad sin embargo las posibilidades de mediación psíquica se hacen cada vez más precarias, a pesar del ingente desarrollo de la “Sociedad de la Información”. Nunca el Hombre ha estado tan sólo. La televisión y los ordenadores, que a menudo le tienen compañía, no tienen vida psíquica. Podrán tener inteligencia, pero nunca podrán dotarse de lo más específico y recóndito del ser humano, sus pulsiones.
Nuestro periplo por el campo que la pulsión de muerte ha dejado a la merced de la violencia, no puede terminar sin denunciar un efecto directo de la fascinación que ejerce actualmente todo lo relativo a la destructividad. NOS HEMOS OLVIDADO DEL BIEN. La filosofía contemporánea, desde NIETZCHE hasta HUSSERL, ha contribuido sin duda alguna a este olvido que transcurre en paralelo a una fascinación por el mal que se refleja en las actitudes complacientes y voyeuristas de todo lo que se conjuga con violencia. El morbo de las situaciones trágicas y escabrosas es explotado por los medios de comunicación para aumentar sus audiencias, efectuando al mismo tiempo una apología de conductas que suelen ser imitadas por los más jóvenes. FASCINACIÓN POR LO INHUMANO, por lo violento, que está ganando la batalla al movimiento de objetalización y humanización, cada vez más relegado a una filosofía asistencial. Es ahí donde reivindicamos el papel revolucionario del psicoanálisis en tanto en cuanto instituye en el núcleo del Sujeto las pulsiones de vida, las pulsiones sexuales, las pulsiones de Amor, únicas competentes para reafirmar y fortalecer el PROCESO DE ENCUENTRO entre los seres humanos. Lo que hay sin duda de más subversivo en el pensamiento freudiano es que revoluciona la teoría de la subjetividad instalando en sus fundamentos el mito de la pulsión y haciendo del sujeto el sujeto de la pulsión.
BIBLIOGRAFIA
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* Ponencia presentada en el XV Congreso nacionalL de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente, que bajo el título “Psicopatología de la violencia en el niño y en el adolescente”, se celebró en Granada los días 8 y 9 de noviembre de 2002 Granada
**Psiquiatra y Psicoterapeuta de niños y adolescentes. Ex jefe de Clínica en Psiquiatría infanto-juvenil en los Departamentos Universitarios de Ginebra y Lausana. Correspondencia: J. M. Macias, c/ Dr. Domingo Déniz, 11 35002 Las Palmas de G. C. e-mail: psicomac@terra.es
CUADERNOS DE PSIQUIATRÍA Y PSICOTERAPIA DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE, 2002; 33/34, 179-218
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