¿Qué
papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos
antisociales y criminales? Aunque la respuesta no está clara y aún queda mucho
por investigar y comprender, los resultados de varios estudios recientes dentro
del campo de la investigación biosocial sugieren que existiría un
condicionamiento genético que predispone a desarrollar la agresividad o la
tendencia al acoso, entre otras actitudes. En estas investigaciones se hace
patente asimismo la importancia de la combinación de genética y ambiente, como
potenciadora de cualquier tipo de comportamiento.
¿Qué
papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos
antisociales y criminales? La respuesta no está clara y aún queda mucho por
investigar y comprender. En el año 2002, el psicólogo de la University of
Southern California (USC) de Estados Unidos, Adrian Reine, especializado en los
mecanismos cerebrales que predisponen a estos comportamientos, señalaba ya en
un artículo aparecido en PubMed, la necesidad de profundizar en el conocimiento
de la combinación de los factores sociales y biológicos que influyen en las
actitudes violentas.
Los
estudios de Reine y de otros científicos se enmarcarían en el campo de la
investigación biosocial, un método multidisciplinal de análisis de los
comportamientos antisociales y criminales, que incluye aspectos de la genética
del comportamiento, de la neurociencia, de la biología evolutiva y de la psicología
del desarrollo. Además, esta metodología incorpora diversas técnicas
analíticas.
En
definitiva, aunque durante siglos los especialistas han señalado el papel que
los factores biológicos juegan en la formación del comportamiento humano, la
incorporación de las ciencias biológicas al estudio de los comportamientos
criminales es aún una práctica reciente, en continuo desarrollo.
La
genética y el efecto del maltrato
En
este campo es en el que trabaja Brian Boutwell profesor del College of Criminal
Justice de la Sam Houston State University (SHSU) de Estados Unidos. Boutwell
es además psicólogo y criminólogo, y está especializado en la genética del
comportamiento y en el estudio de la influencia del entorno y de los factores
genéticos en el comportamiento antisocial.
Según
publica la SHSU en un comunicado, en sus últimos estudios, Boutwell ha
examinado el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual.
En
un artículo publicado recientemente por Boutwell y sus colaboradores en la revista
Agressive Behavior, los investigadores explican los resultados obtenidos en uno
de sus análisis, que se centró en la relación entre los factores genéticos de
riesgo para el comportamiento antisocial y el uso del castigo físico en los
niños.
Investigaciones
previas habían asociado el castigo físico infantil con la propensión de las
víctimas a la agresividad, la psicopatología y la criminalidad. Boutwell
analizó porqué, sin embargo, no todos los niños que son físicamente maltratados
desarrollan estas tendencias antisociales.
Los
resultados obtenidos en su estudio, realizado en colaboración con los
investigadores Courtney Franklin (SHSU), J.C. Barnes (de la Universidad de
Texas en Dallas) y Kevin M. Beaver (de la Florida State University) sugieren
que ciertos factores genéticos determinarían el efecto del maltrato en el
comportamiento antisocial.
Más
concretamente, los niños con una predisposición genética al comportamiento
antisocial parecen ser los más sensibles a las influencias negativas del
castigo físico. Como curiosidad, esta interacción entre genes y ambiente
resultó ser especialmente importante en el caso de los varones, y no de las
niñas estudiadas.
En
este caso, los investigadores analizaron el peso de la variable genética en el
desarrollo de los comportamientos antisociales a partir de datos de una muestra
nacional representativa de parejas de gemelos, explican los autores del estudio
en Agressive Behavior.
Otros
comportamientos genéticamente condicionados
Boutwell
también ha examinado la relación entre los delincuentes reincidentes y las
violaciones. Partiendo de la teoría del desarrollo propuesta en 1993 por la
especialista en ciencias del comportamiento de la Universidad de Duke, Terrie
Moffit, Boutwell constató en otro estudio que las personas que pertenecen al
pequeño grupo de población que presenta agresividad crónica son significativamente
más propensas a la violación, y cometen estos actos repetidamente a lo largo de
su vida.
A
partir de estos resultados, y de resultados obtenidos en estudios anteriores,
los investigadores sugieren que el origen de las violaciones, en parte, podría
ser genético. Boutwell y sus colaboradores pretenden desarrollar nuevas
investigaciones a este respecto, para probar esta relación específica entre
genética y comportamiento.
Por
otro lado, en otro estudio en curso, realizado con los colaboradores de la
SHSU, Matt Nobles y Todd Armstrong, Boutwell está examinando las correlaciones
genéticas y ambientales de los comportamientos de acoso.
Los
datos a analizar han sido tomados de una muestra de estudiantes matriculados en
los cursos de justicia criminal de la SHSU. Los científicos han realizado
cuestionarios a los participantes en los que se incluyeron preguntas sobre
factores ambientales, de comportamiento y demográficos, y se están evaluando
las actitudes de acoso, violencia hacia la pareja e implicación en las
relaciones personales de los estudiantes.
Por
otro lado, para la investigación se han recopilado, a través de la mucosa bucal
de los voluntarios, muestras de las células de ADN de sus mejillas. A partir de
estas muestras, los científicos analizarán aquellos genes que podrían estar
relacionados con la tendencia a acosar a otras personas.
Por
ultimo, Boutwell y sus colaboradores están estudiando el vínculo entre la
genética, el comportamiento social y la inteligencia. Los descubrimientos
realizados hasta ahora en esta dirección han demostrado que existe una relación
entre los factores de riesgo genéticos que se corresponden con un
comportamiento antisocial incrementado y una función cognitiva reducida.
Mitigación
ambiental
Recientemente,
hablamos en Tendencias21 de otra investigación que también había relacionado el
mal comportamiento con los genes. Realizado en la Virginia Commonwealth
University de Estados Unidos, este estudio reveló que un gen particular, el
CHRM2, influiría en los comportamientos peligrosos que desarrollan algunos
adolescentes.
La
influencia de este gen en el comportamiento de los jóvenes estaría, sin
embargo, condicionada por las actitudes de los padres. En concreto, la
investigación demostró que la atención paterna y materna (el grado de
conocimiento que los padres tienen acerca de lo que sus hijos hacen) es un
moderador clave del grado de influencia de las predisposiciones genéticas hacia
ciertas actitudes perniciosas.
En
este caso, los investigadores analizaron a 450 voluntarios, su comportamiento
desde la escuela infantil y hasta la adolescencia. Además, tomaron muestras de
ADN de todos ellos. Según los autores del estudio, los resultados obtenidos
demuestran que el comportamiento es una combinación de predisposición genética
e influencia ambiental y que, por tanto, el riesgo de desarrollar actitudes
nocivas por predisposición genética puede mitigarse.
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