Tradicionalmente las prácticas educativas disfuncionales han sido confirmadas como una de las fuentes de riesgo más importantes de los problemas de conducta infanto juveniles. Por otra parte, en la última década se ha corroborado la importancia de la manifestación temprana de rasgos psicopáticos a la hora de delimitar los patrones más graves y persistentes de conducta antisocial. En esta línea, se ha diseñado el presente trabajo a partir de la información proporcionada por padres y profesores de 192 niños entre 6 y 11 años, de los cuales 133 fueron nuevamente evaluados en un seguimiento realizado tres años después. De este modo, se analiza en qué medida rasgos psicopáticos y prácticas parentales permiten predecir el desarrollo de los problemas de conducta, se examinan las posibles interacciones entre variables partiendo de las hipótesis que la escasa literatura sobre el tema ha formulado, y se realiza una aproximación al papel diferencial que rasgos psicopáticos y prácticas parentales parecen jugar en la trayectoria evolutiva de las conductas externalizantes. Los resultados obtenidos constatan la existencia de interacciones entre rasgos psicopáticos y prácticas parentales, de forma que las prácticas educativas pierden poder predictivo sobre los problemas de conducta ante la presencia de rasgos psicopáticos afectivo-interpersonales.
Palabras clave: Prácticas parentales; rasgos psicopáticos; dureza/insensibilidad emocional; infancia; adolescencia.
Title: Pychopathic traits and parenting practices in the prediction of childhood behavioural problems.
Abstract: Dysfunctional parenting practices have been evidenced as one of the most important sources of risk for child and adolescent behavioural problems. On the other hand, during the last decade, psychopathic traits have also been shown as important ingredients in order to identify the most severe and persistent patterns of antisocial behaviours. In this line, this study was developed taking into account data collected from parents and teachers about 192 children (aged 6-11 years); a follow up which take place three years later could collect new data on a subsample of 133 chil-dren. This study analyzes to what extent psychopathic traits and parenting practices predict the development of behavioural problems. Moreover, in-teractions among psychopathic traits and family variables are examined, on the basis of the hypotheses suggested by previous studies about the differential role placed by these factors in the developmental pathways of externalizing problems. Results confirm the existence of interactions be-tween psychopathic traits and parenting practices, leading to a loss of in-fluence of educational practices on behavioural problems in the presence of psychopathic affective-interpersonal traits.
Keywords: Parenting practices; psychopathic traits; callous/unemotional traits; childhood; adolescence.
El contexto familiar ha sido tradicionalmente analizado co-mo una de las fuentes de riesgo y protección más relevante en el estudio de los problemas de conducta infanto-juveniles (Romero, Robles y Lorenzo, 2006). A pesar de que han sido múltiples las variables analizadas (Farrington, 2005), en las últimas décadas el interés se ha centrado, fundamentalmente, en la amplia constelación de conductas desplegadas por los padres en sus interacciones con los hijos así como en las actitudes que subyacen a dichos comportamientos y que, en conjunto, darán lugar a una tipología de educación familiar o, lo que es lo mismo, a diferentes estilos y prácticas educativas familiares (Darling y Steinberg, 1994).
El empleo de unas prácticas parentales inadecuadas y su interacción con un temperamento difícil por parte del niño ha sido propuesto en diversos modelos como primer es-labón en el desarrollo de los problemas de conducta infanti-les (ej. Moffitt, 1993). En este sentido, variables como la implicación o supervisión parental (Monitoring; Dishion y McMahon, 1998), la implicación y afectividad de la relación paterno-filial (Hill, 2002), la consistencia en la disciplina (Romero et al., 2006) o el empleo del castigo físico (Gers-hoff, 2002) han sido extensamente analizadas como parte del marco explicativo de la conducta perturbadora y antisocial en la infancia y adolescencia.
Por otra parte, con el fin de delimitar los problemas de conducta infantiles y teniendo en cuenta la heterogeneidad en cuanto a etiología, curso y pronóstico que los caracteriza (McMahon, Witkiewitz y Kotler, 2010), en los últimos años se ha venido analizando, durante las primeras etapas del ciclo vital, la presencia de rasgos afectivos (ej. ausencia de re-mordimientos), interpersonales (ej. manipulación) y conductuales (ej. impulsividad) similares a aquellos que perfilan el constructo de psicopatía adulta (Frick y Viding, 2009; Rome-ro, Luengo, Gómez-Fraguela, Sobral y Villar, 2005).
De hecho, la presencia de rasgos psicopáticos a edades tempranas, especialmente rasgos afectivos de dureza e insen-sibilidad emocional (Frick y White, 2008), ha mostrado su papel como importante predictor de problemas de conducta severos y persistentes (Rowe et al., 2010), conductas agresivas y violentas (especialmente de carácter proactivo e instrumental; Marsee y Frick, 2010), y comportamientos delictivos (Lynam, Miller, Vachon, Loeber y Stouthamer-Loeber, 2009) tanto entre la población infantil como en la adolescen-te (McMahon et al., 2010).
A pesar de la importancia que tanto las prácticas parentales como los rasgos psicopáticos de tipo afectivo e interpersonal tienen como predictores independientes de los problemas de conducta (Larsson, Viding y Plomin, 2008), su influencia no parece manifestarse de forma aditiva acumulando los efectos de ambos factores (Wootton, Frick, Shelton y Silverthorn, 1997). Aun siendo escasos los trabajos desarrollados en esta línea (Farrington, 2006), los resultados parecen apuntar a la existencia de interacciones significativas entre rasgos psicopáticos y prácticas parentales a la hora de predecir los problemas de conducta infantiles (Edens, Skopp y Cahill, 2008).
Esta idea fue propuesta inicialmente por Lykken (1995), quien planteó que los niños caracterizados por un temperamento duro y difícil, posteriormente equiparado con el rasgo dureza emocional (Wootton et al., 1997), presentarían un riesgo importante de desarrollar conductas antisociales con independencia del ambiente de crianza en el que habían crecido. Por el contrario, los niños que no presentaban dicha predisposición temperamental veían incrementadas las probabilidades de desarrollar problemas de conducta ante la exposición a prácticas educativas disfuncionales en el entorno familiar.
Posteriormente, Wootton et al. (1997) pusieron a prueba dicha hipótesis en un trabajo desarrollado en una muestra clínica de 136 niños, además de 30 niños de la población ge-neral, entre 6 y 13 años. Tal y como se había planteado, en el grupo de niños en el que se habían detectado rasgos de dureza e insensibilidad emocional el desarrollo de problemas de conducta era relativamente independiente de las prácticas parentales. En este sentido, las propias características de los niños los hacían, en cierto modo, resistentes a las prácticas de socialización tradicional. Por el contrario, la mayoría de los niños con problemas de conducta no presentaban rasgos de dureza emocional pero sí una alta sensibilidad a los estilos y prácticas educativas desarrolladas por los padres. En definitiva, las tácticas disciplinarias disfuncionales aparecían es-trechamente relacionadas con los problemas de conducta pero únicamente en el subgrupo de niños en los que no se habían manifestado rasgos psicopáticos.
Estos mismos resultados fueron replicados en un trabajo desarrollado por Oxford, Cavell y Hughes (2003) con una muestra de 243 niños y niñas de la población general, con una edad media de 8.42 años. En este estudio se observó que las prácticas parentales ineficaces no se relacionaban con problemas de conducta en el grupo de niños en los que se comenzaba a manifestar un perfil próximo a la personalidad psicopática adulta.
Por su parte Hipwell et al. (2007) analizaron las interacciones entre prácticas parentales, rasgos psicopáticos y pro-blemas de conducta en una muestra de 990 niñas (5-8 años) de la población general. Al igual que en los trabajos anteriores, los resultados revelaron que las prácticas parentales ejercían un papel clave en el desarrollo de conductas externalizantes únicamente entre las niñas que no habían manifestado de forma temprana rasgos psicopáticos.
En la misma línea, Edens et al. (2008) evaluaron el efecto moderador de los rasgos psicopáticos en la relación entre disciplina parental y conducta antisocial en una muestra de 76 jóvenes recluidos en un centro de detención juvenil. Los resultados de dicho trabajo corroboraron la hipótesis analizada, planteando que el empleo de tácticas disciplinarias duras e inconsistentes perdía parte de su poder como predictor de conducta antisocial entre los jóvenes en los que se habían manifestado déficit afectivos tradicionalmente asociados con el perfil psicopático de personalidad.