domingo, 29 de abril de 2012

Rasgos psicopáticos y prácticas educativas en la predicción de los problemas de conducta infantiles.Laura López-Romero*, Estrella Romero y Xose Antón Gómez-Fraguela . Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología. Universidad de Santiago de Compostela

Resumen: 
Tradicionalmente las prácticas educativas disfuncionales han sido confirmadas como una de las fuentes de riesgo más importantes de los problemas de conducta infanto juveniles. Por otra parte, en la última década se ha corroborado la importancia de la manifestación  temprana de rasgos psicopáticos a la hora de delimitar los patrones más graves y persistentes de conducta antisocial. En esta línea, se ha diseñado el presente trabajo a partir de la información proporcionada por padres y profesores de 192 niños entre 6 y 11 años, de los cuales 133 fueron nuevamente evaluados en un seguimiento realizado tres años después. De este modo, se analiza en qué medida rasgos psicopáticos y prácticas parentales permiten predecir el desarrollo de los problemas de conducta, se examinan las posibles interacciones entre variables partiendo de las hipótesis que la escasa literatura sobre el tema ha formulado, y se realiza una aproximación al papel diferencial que rasgos psicopáticos y prácticas parentales parecen jugar en la trayectoria evolutiva de las conductas externalizantes. Los resultados obtenidos constatan la existencia de interacciones entre rasgos psicopáticos y prácticas parentales, de forma que las prácticas educativas pierden poder predictivo sobre los problemas de conducta ante la presencia de rasgos psicopáticos afectivo-interpersonales.
Palabras clave: Prácticas parentales; rasgos psicopáticos; dureza/insensibilidad emocional; infancia; adolescencia.

Title: Pychopathic traits and parenting practices in the prediction of childhood behavioural problems.
Abstract: Dysfunctional parenting practices have been evidenced as one of the most important sources of risk for child and adolescent behavioural problems. On the other hand, during the last decade, psychopathic traits have also been shown as important ingredients in order to identify the most severe and persistent patterns of antisocial behaviours. In this line, this study was developed taking into account data collected from parents and teachers about 192 children (aged 6-11 years); a follow up which take place three years later could collect new data on a subsample of 133 chil-dren. This study analyzes to what extent psychopathic traits and parenting practices predict the development of behavioural problems. Moreover, in-teractions among psychopathic traits and family variables are examined, on the basis of the hypotheses suggested by previous studies about the differential role placed by these factors in the developmental pathways of externalizing problems. Results confirm the existence of interactions be-tween psychopathic traits and parenting practices, leading to a loss of in-fluence of educational practices on behavioural problems in the presence of psychopathic affective-interpersonal traits.
Keywords: Parenting practices; psychopathic traits; callous/unemotional traits; childhood; adolescence.

Introducción
El contexto familiar ha sido tradicionalmente analizado co-mo una de las fuentes de riesgo y protección más relevante en el estudio de los problemas de conducta infanto-juveniles (Romero, Robles y Lorenzo, 2006). A pesar de que han sido múltiples las variables analizadas (Farrington, 2005), en las últimas décadas el interés se ha centrado, fundamentalmente, en la amplia constelación de conductas desplegadas por los padres en sus interacciones con los hijos así como en las actitudes que subyacen a dichos comportamientos y que, en conjunto, darán lugar a una tipología de educación familiar o, lo que es lo mismo, a diferentes estilos y prácticas educativas familiares (Darling y Steinberg, 1994).
El empleo de unas prácticas parentales inadecuadas y su interacción con un temperamento difícil por parte del niño ha sido propuesto en diversos modelos como primer es-labón en el desarrollo de los problemas de conducta infanti-les (ej. Moffitt, 1993). En este sentido, variables como la implicación o supervisión parental (Monitoring; Dishion y McMahon, 1998), la implicación y afectividad de la relación paterno-filial (Hill, 2002), la consistencia en la disciplina (Romero et al., 2006) o el empleo del castigo físico (Gers-hoff, 2002) han sido extensamente analizadas como parte del marco explicativo de la conducta perturbadora y antisocial en la infancia y adolescencia.

Por otra parte, con el fin de delimitar los problemas de conducta infantiles y teniendo en cuenta la heterogeneidad en cuanto a etiología, curso y pronóstico que los caracteriza (McMahon, Witkiewitz y Kotler, 2010), en los últimos años se ha venido analizando, durante las primeras etapas del ciclo vital, la presencia de rasgos afectivos (ej. ausencia de re-mordimientos), interpersonales (ej. manipulación) y conductuales (ej. impulsividad) similares a aquellos que perfilan el constructo de psicopatía adulta (Frick y Viding, 2009; Rome-ro, Luengo, Gómez-Fraguela, Sobral y Villar, 2005).
De hecho, la presencia de rasgos psicopáticos a edades tempranas, especialmente rasgos afectivos de dureza e insen-sibilidad emocional (Frick y White, 2008), ha mostrado su papel como importante predictor de problemas de conducta severos y persistentes (Rowe et al., 2010), conductas agresivas y violentas (especialmente de carácter proactivo e instrumental; Marsee y Frick, 2010), y comportamientos delictivos (Lynam, Miller, Vachon, Loeber y Stouthamer-Loeber, 2009) tanto entre la población infantil como en la adolescen-te (McMahon et al., 2010).
A pesar de la importancia que tanto las prácticas parentales como los rasgos psicopáticos de tipo afectivo e interpersonal tienen como predictores independientes de los problemas de conducta (Larsson, Viding y Plomin, 2008), su influencia no parece manifestarse de forma aditiva acumulando los efectos de ambos factores (Wootton, Frick, Shelton y Silverthorn, 1997). Aun siendo escasos los trabajos desarrollados en esta línea (Farrington, 2006), los resultados parecen apuntar a la existencia de interacciones significativas entre rasgos psicopáticos y prácticas parentales a la hora de predecir los problemas de conducta infantiles (Edens, Skopp y Cahill, 2008).
Esta idea fue propuesta inicialmente por Lykken (1995), quien planteó que los niños caracterizados por un temperamento duro y difícil, posteriormente equiparado con el rasgo dureza emocional (Wootton et al., 1997), presentarían un riesgo importante de desarrollar conductas antisociales con independencia del ambiente de crianza en el que habían crecido. Por el contrario, los niños que no presentaban dicha predisposición temperamental veían incrementadas las probabilidades de desarrollar problemas de conducta ante la exposición a prácticas educativas disfuncionales en el entorno familiar.
Posteriormente, Wootton et al. (1997) pusieron a prueba dicha hipótesis en un trabajo desarrollado en una muestra clínica de 136 niños, además de 30 niños de la población ge-neral, entre 6 y 13 años. Tal y como se había planteado, en el grupo de niños en el que se habían detectado rasgos de dureza e insensibilidad emocional el desarrollo de problemas de conducta era relativamente independiente de las prácticas parentales. En este sentido, las propias características de los niños los hacían, en cierto modo, resistentes a las prácticas de socialización tradicional. Por el contrario, la mayoría de los niños con problemas de conducta no presentaban rasgos de dureza emocional pero sí una alta sensibilidad a los estilos y prácticas educativas desarrolladas por los padres. En definitiva, las tácticas disciplinarias disfuncionales aparecían es-trechamente relacionadas con los problemas de conducta pero únicamente en el subgrupo de niños en los que no se habían manifestado rasgos psicopáticos.
Estos mismos resultados fueron replicados en un trabajo desarrollado por Oxford, Cavell y Hughes (2003) con una muestra de 243 niños y niñas de la población general, con una edad media de 8.42 años. En este estudio se observó que las prácticas parentales ineficaces no se relacionaban con problemas de conducta en el grupo de niños en los que se comenzaba a manifestar un perfil próximo a la personalidad psicopática adulta.
Por su parte Hipwell et al. (2007) analizaron las interacciones entre prácticas parentales, rasgos psicopáticos y pro-blemas de conducta en una muestra de 990 niñas (5-8 años) de la población general. Al igual que en los trabajos anteriores, los resultados revelaron que las prácticas parentales ejercían un papel clave en el desarrollo de conductas externalizantes únicamente entre las niñas que no habían manifestado de forma temprana rasgos psicopáticos.
En la misma línea, Edens et al. (2008) evaluaron el efecto moderador de los rasgos psicopáticos en la relación entre disciplina parental y conducta antisocial en una muestra de 76 jóvenes recluidos en un centro de detención juvenil. Los resultados de dicho trabajo corroboraron la hipótesis analizada, planteando que el empleo de tácticas disciplinarias duras e inconsistentes perdía parte de su poder como predictor de conducta antisocial entre los jóvenes en los que se habían manifestado déficit afectivos tradicionalmente asociados con el perfil psicopático de personalidad.

viernes, 27 de abril de 2012

PREVENCIÓN DE LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA. JOAQUÍN DÍAZ ATIENZA.Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil Almería

INTRODUCCIÓN
Tal vez no exista ningún otro trastorno paidopsiquiátrico que reúna mejores condiciones que los trastornos de conducta en la infancia y adolescencia para poder establecer programas de prevención eficientes. Esta afirmación se sustenta en los aspectos siguientes:
1. La población en riesgo es absolutamente conocida.
2. Disponemos de instrumentos fiables para detectar el problema.
3. Existe un amplio margen temporal para la intervención y la evaluación(al menos desde los 10 años hasta la adolescencia).
4. Conocemos una serie importante de factores causales que son susceptibles a la intervención preventiva:
a. Ambiente social desorganizado.
b. Adversidad familiar.
c. Educación/supervisión parental deficiente.
d. Déficit en las habilidades cognitivas y emocionales.

De otra parte, sabemos que las intervenciones “terapéuticas” son relativamente poco exitosas si no se interviene simultáneamente sobre los factores de riesgo (o mantenedores).  Sin embargo, son escasos los programas que estén diseñados convenientemente. Es decir, que mantengan una asignación aleatoria de los sujetos y con medidas de los efectos a largo plazo o que utilicen las clasificaciones a uso (CIE o DSM) en el diagnóstico de los TC.

Los Programas de Prevención deberían cumplir un mínimo de requisitos metodológicos:
1. Las intervenciones preventivas deben contemplar a niños sin problemas con objeto de poder evaluar el efecto preventivo.
2. Las intervenciones debería incluir a niños de 12 años o menores al inicio de la intervención con objeto de determinar  que  la implementación del programa se ha realizado antes de la presentación del trastorno.
3. El programa debe contemplar un periodo de seguimiento de la menos un año con objeto de determinar si posee  efectos a medio plazo.
4. Deben utilizar el método de aleatorización en la inclusión de sujetos o utilizar diseños cuasi experimentales con medidas pre –post intervención.

El término prevención podemos redefinirlo en base a donde se aplica. Así tenemos:
1. Intervención preventiva universal: se aplica en la población genera.
2. Intervención preventiva selectiva: se aplica en población que presentan cierto riesgo de tipo ambiental.
3. Intervención preventiva indicada: Se aplica a individuos asintomáticos con alto riesgo debido a características individuales.

viernes, 20 de abril de 2012

CONDUCTAS ANTISOCIALES EN LA ADOLESCENCIA.Fabiola Muñoz Vivas. TESIS DOCTORAL (Capitulo 10). FACULTAD DE PSICOLOGÍA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE, MADRID, 2000

Definiciones Conceptuales
Es muy importante establecer una diferenciación conceptual previa para delimitar la expresión “conductas antisociales”. Se puede hablar de conducta adaptada cuando la persona acepta las pautas o normas sociales y los valores culturales de la sociedad o grupo concreto de pertenencia y las interacciones con los otros miembros son positivas y no conflictivas. Por su parte la conducta desadaptada o inadaptada interfiere en el proceso de socialización, alterando la convivencia en los espacios vitales de relación (hogar, escuela, entorno próximo, grupo de amigos, etc.) y produciendo efectos negativos o dañinos para las otras personas y/o para sí mismo. Dentro de estas conductas inadaptadas se incluye la conducta disruptiva que se refiere a los patrones de conducta emocional, negativa y persistente de los niños, tales como temperamento dificil en los bebés, conducta de oposición crónica y rabietas. También se incluye el término problemas de conducta para indicar una tendencia a la violación de los derechos de los otros y de las principales reglas o normas sociales (Asociación Americana de Psiquiatría, 1987), reservando la expresión conducta antisocial para actos más serios como robo deliberado, vandalismo y agresión fisica (Loeber, 1990).
Esta conducta antisocial se puede conceptualizar como una dimensión con dos polos: un polo consiste en actos antisociales de confrontación o abiertos tales como discutir, hacer rabietas, peleas, insultos, etc. mientras que el otro polo consiste en conductas antisociales ocultas o encubiertas como hacer novillos, robo, abuso de sustancias, etc.(Loeber & Schmaling, 1985 a). Las conductas anteriores pueden manifestarse de varias formas a diferentes edades. Ejemplo, un niño en particular puede presentar un patrón de distintas conductas antisociales que incluyen robo, agresión física, piromanía o conducta disruptiva en la escuela, acompañada de “hacer novillos”, extorsión a los compañeros, ataques fisicos a profesores, intimidación, etc, que se convierten en manifestaciones diferentes de una tendencia antisocial básica (Belí, 1986).
En este sentido los estudios están de acuerdo en que hay una considerable continuidad en el tiempo de la conducta antisocial (Olweus, 1979; Patterson, 1982; Loeber, 1982), no sólo entre la agresión temprana y posteriormente (Olweus, 1979), sino también entre diferentes manifestaciones de conducta antisocial, tales como agresión temprana y robo posterior; sin embargo, reconocen que la continuidad no es la misma para todos los individuos, siendo más alta para los que, comparados con sus iguales, han iniciado conductas antisociales a edades más tempranas (Loeber & Stouthamer- Loeber, 1987; Loeber, 1988 a). Además de los inicios tempranos, se han identificado otros patrones específicos como la frecuencia, variedad y escenarios múltiples sobre  los que existe un gran consenso entre los investigadores al plantear que estos patrones son altamente relevantes para la conducta antisocial posterior.
Por ejemplo han encontrado que cuanto mayor es la frecuencia de los problemas de conducta presentados por el niño a edades tempranas, más alto es el riesgo de una conducta desadaptada posterior. De igual forma, tal riesgo se incrementa con la variedad de conductas problemáticas que presente en los primeros años y cuando dichas conductas se presentan en diferentes ambientes o escenarios. Siguiendo esta línea de análisis, Loeber (1988 a) concluyó que hay al menos tres vías distintas que pueden conducir a diferentes conductas antisociales. Estas son:
a. Vía Agresiva/ Versátil: Su inicio típicamente se produce a edades muy tempranas, concretamente durante los años de educación infantil, y posteriormente van desarrollando conductas ocultas tanto agresivas como no agresivas, presentando problemas académicos de atención, impulsividad e hiperactividad, siendo muy probable que también tengan dificultades en sus relaciones con los pares y con los adultos al carecer habilidades sociales eficaces. Dichos problemas de conducta no se circunscriben a su ambiente familiar sino que también son evidentes en otros entornos como el escolar y social en general. Lo que más caracteriza a los adolescentes de esta vía agresiva/versátil es la gran variedad de problemas de conducta que presentan desde edades muy tempranas, el alto porcentaje de innovación en el desarrollo de nuevas conductas antisociales, el bajo porcentaje de remisión y el mayor número de chicos que de chicas implicados, teniendo la probabilidad de coavertirse en “ofensores versátiles” también llamados “predadores violentos” (Chaiken & Chaiken, 1982).
b. Vía No ,Agresiva: Su inicio suele ser más tardio que los de la vía anterior y normalmente no inician su conducta antisocial hasta la niñez tardía o la adolescencia temprana. Estos adolescentes típicamente no son agresivos y su conducta antisocial se reduce a robos mentiras, hacer novillos vio uso de sustancias. Presentan menos hiperactividad y los rasgos asociados a ella, tienen buenas relaciones con sus padres (que se dan cuenta del problema cuando la conducta es muy evidente), son populares y aceptados entre muchos de sus pares y gran parte de su conducta antisocial se produce en compañia de éstos.
Además tienen un bajo porcentaje de innovación y un alto porcentaje de remisión pudiendo ocurrir que una amplia proporción de estos chicos y chicas abandonen su conducta antisocial durante algún tiempo en la adolescencia. En esta vía suele haber una proporción más alta de chicas que en la vía versátil.
e. Vía Exclusiva de Abuso de Sustancias: El comienzo del uso de sustancias suele ser más tardío que en las vías anteriores, ubicándose en la adolescencia media o posteriormente. Tampoco se aprecian antecedentes de problemas de conducta y hallazgos longitudinales han encontrado que una gran proporción de alcohólicos eventuales y otros abusadores de drogas no presentaban serias conductas antisociales cuando eran jóvenes (Loeber, 1988 a). Pero se reconoce que hace falta más investigación para precisar las características de esta vía.

miércoles, 18 de abril de 2012

Caracterización Psicométrica del Psychopathy Checklist: Youth Version (PCL:YV) en Adolescentes Chilenos. Daniela Zúñiga, Eugenia V. Vinet y Elizabeth León. Universidad de La Frontera. Chile


Resumen


Esta investigación determinó las características psicométricas del Psychopathy Checklist: Youth Version (PCL:YV; Forth, Kosson & Hare, 2003) en una muestra de 30 adolescentes chilenos, varones, infractores de ley. El análisis de confiabilidad arrojó un alfa = 0.41 para la escala total e indicadores más elevados para sus cuatro facetas (alfa entre 0.53 y 0.76). La validez concurrente establecida en relación a las escalas del Inventario Clínico para Adolescentes de Millon (MACI; Millon, 1993) mostró relaciones significativas moderadas entre el puntaje total del PCL:YV y las escalas del MACI relacionadas con el constructo de psicopatía. Además, se evaluó su relación con dos escalas de psicopatía desarrolladas conceptualmente con ítems del MACI. Los resultados indican que el PCL:YV presenta indicadores de confiabilidad y validez suficientemente adecuados para continuar su estudio en muestras chilenas con el fin de utilizarlo, en un futuro cercano, en la toma de decisiones profesionales relativas a jóvenes infractores de ley.
Palabras clave: Caracterización psicométrica, psicopatía, adolescentes, infractores de ley.


Abstract


This research was aimed to determine the psychometric characteristics of the Psychopathy Checklist: Youth Version (PCL:YV; Forth, Kosson & Hare, 2003) in a sample of 30 Chilean male, juvenile offenders. Reliability analysis showed an alpha = 0.41for the total scale and higher indexes for its four facets (alpha between 0.53 and 0.73). The concurrent validity with the Millon Adolescent Clinical Inventory (MACI; Millon, 1993) showed significant associations among the total PCL:YV score and MACI scales related to the psychopathy construct. Besides, the association with two psychopathy scales that were conceptually developed by taking selected MACI items, was assessed. Results indicate that the PCL:YV presents reliability and validity indexes good enough to continue its study in Chilean samples to be use, in the near future, for taking professional decisions with relation to juvenile offenders.
Key words: Psychometric characteristics, psychopathy, adolescents, juvenile offenders.

Introducción

El aumento de la participación de niños, niñas y jóvenes en conductas delictivas llevó al Estado de Chile a promulgar la Ley de Responsabilidad Penal Juvenil (LRPJ) en Julio de 2007. Esta ley establece un sistema de responsabilidad de los adolescentes por infracciones a la ley penal y define procedimientos especializados para la investigación y establecimiento de la responsabilidad de los adolescentes en los delitos, la delimitación de las infracciones a la ley penal, los derechos y garantías de los adolescentes que han infringido la ley, y las sanciones privativas y no privativas de libertad que les corresponden (MIDEPLAN, 2003). En este contexto, las instituciones nacionales han debido poner en marcha procedimientos especializados que requieren del aporte de las ciencias del comportamiento a través de estudios empíricos y sistemáticos de diferentes aspectos de la conducta antisocial de los adolescentes.

Dos constructos permiten comprender la aparición sostenida de conductas transgresoras en la vida de una persona, ellos son el Trastorno de Personalidad Antisocial y la Psicopatía. Éste último, ha cobrado relevancia científica en los últimos años debido a numerosas investigaciones, desarrolladas inicialmente en población adulta, que vinculan altos puntajes en una escala de psicopatía con la peligrosidad y reincidencia de los delitos, siendo prioritario investigar este concepto en población infanto-juvenil con el fin de detectar precozmente la manifestación de estas características y lograr diseñar intervenciones atingentes. A continuación, se exponen brevemente estos dos conceptos y las relaciones que existen entre ellos en población juvenil con el objeto de dar un sustrato teórico al presente estudio.

sábado, 14 de abril de 2012

Conducta antisocial Uso del litio - Transcripción de documentos .EEUU. James M.Decarli. Universidad California.

Resumen.
A pesar de las intervenciones para ayudar a eliminar la agresión inadaptación y las conductas antisociales, la victimización de la violencia sigue siendo un problema de salud pública en los Estados Unidos. Aunque no todos los que están genéticamente predispuestos a conductas antisociales se vuelven violentos, los que tienen el gen MAO-A, cuando se expone a los estímulos ambientales apropiados, se ven influidos a la exposición de las conductas antisociales. Los estímulos ambientales pueden ser observados como el problema entre ambos, el padre y el niño antisocial, pero esto se convierte en una barrera y los que no son propensos a buscar tratamiento. Un enfoque de salud pública para alcanzar este difícil llegar a un grupo de anosognósicos, confirmar un suplemento nutricional de litio como un mecanismo efectivo para ayudar a cerrar esta brecha entre quienes tienen conductas antisociales que optan por no solicitar ni aceptar el tratamiento, debido a su negación y falta de conciencia la conciencia de la enfermedad y ayudar a cumplir con la gente de la Salud 2010 objetivo de salud que lleva a reducir la violencia juvenil. El litio se encuentra para contrarrestar los efectos neuroquímicos y neurostructural de conductas antisociales a través de un efecto protector entre los neurotransmisores.
Para la Reducción de las conductas antisociales agresión mala adaptación y conductas antisociales entre los niños y adolescentes en los Estados Unidos se han mantenido altos durante la última década. Las consecuencias de la violencia juvenil han dado lugar a los funcionarios de salud pública para establecer la violencia juvenil como uno de los objetivos principales de la salud de Healthy People 2010 para ayudar a resolver este problema de salud pública. Sin embargo, a pesar de las intervenciones de salud pública para ayudar a eliminar la agresión y las conductas antisociales siendo un 20% de la población de los Estados Unidos se convierte en víctimas de conductas ilegales violentos y no violentos cada año (EE.UU. Oficina de Estadísticas Judiciales, 2002). Para agravar el problema, muchos más casos no se denuncian. Si bien los funcionarios de salud pública promover algunos de los mejores programas que se encuentran para prevenir conductas antisociales, sólo el 12% se ha demostrado para reducir la reincidencia de los delincuentes juveniles (Lipsey y Wilson, 1998). Mientras que los programas no han demostrado ser eficaces, esta revisión tiene un enfoque para responder a la neurociencia, si la suplementación de litio puede convertirse en una potencial estrategia de salud pública para reducir y controlar la violencia. Antecedentes comportamientos antisociales y la violencia. Conductas antisociales son un grupo complejo de comportamientos exhibidos a principios de la adolescencia y continúan hasta la edad adulta. Si bien estos comportamientos muestran una falta de consideración hacia los demás y el desprecio de sus derechos con características comunes problemáticas en la regulación emocional, impulsividad, déficit de atención, y falta de juicio, el DSM-IV identifica estos comportamientos no sólo entre el trastorno antisocial de la personalidad, sino también entre los impulsos control de los trastornos y trastornos por uso de sustancias. 


Investigación de la intervención puede tener pruebas demostrado para prevenir conductas antisociales en algunos programas, pero la evaluación de resultados ha demostrado que incluso los mejores de estos programas no han mostrado evidencia de reducir las conductas antisociales (Weissbeerg, Kumpfer, y Seligman, 2003 ). Los autores sugieren que esto se debe a la ciencia del comportamiento no comprender plenamente la causalidad de las conductas antisociales. Mientras que la causalidad está en los restos en cuestión, los rasgos de personalidad y trastornos también son comunes entre las conductas antisociales. Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), trastorno de oposición desafiante (ODD), y trastorno de la conducta (CD), y son tres los trastornos observados en la infancia que tienen un vínculo que predispone a los adultos las conductas antisociales, trastornos de personalidad antisocial en concreto (Holmes, Masacre, y Kashani , 2001). Mientras que los niños diagnosticados con TDAH están en riesgo de desarrollar TOD y el TC. Y la presencia de TOD y el TC en la infancia es un predictor de conductas antisociales en la edad adulta (Kaplan, 2004). 


En un esfuerzo por comprender la causalidad, la investigación se ha movido hacia la prevención de las intervenciones genéticas. Mientras que los estudios han demostrado un 10% de las personas cometen más del 50% de los delitos en la población general (Wolfgang, Figlio, y Sellin, 1972). Esto confirma una concentración familiar de la delincuencia en la población general, ya que menos del 10% de la cuenta de las familias más de la mitad de los delitos de esa comunidad. Moffitt (2005) pone de manifiesto que la causalidad sin embargo, no se entiende completamente, porque si bien estos estudios muestran que la concentración de la familia de las conductas antisociales podría parecer influenciada por la genética, pero también podría ser explicado por la no-genética de transmisión social de las conductas antisociales dentro de las familias. Sin embargo, como sugirió, además, por Moffitt, pocos estudios han demostrado la condición causal de los factores de mayor riesgo. Como se observa en la investigación de intervenciones en el comportamiento antisocial, esto se traduce en costosas intervenciones que no sólo conducen al fracaso, sino también otras consecuencias. Dinero de los impuestos y otros recursos han sido en vano, porque los programas de intervención han llevado a cabo sobre la base de factores de riesgo sin suficiente investigación para entender causal.

jueves, 12 de abril de 2012

VIOLENCIA EN LA INFANCIA: DEL TEMOR A LA IMPULSIÓN. LIC. SILVIA MORICI

El título del panel, que alude a la violencia en el seno de la familia  puede ser abarcado  desde diferentes perspectivas de análisis. Podríamos hablar de familias violentas, de medio social violento y su influencia en el ámbito familiar; de medios de comunicación que exaltan la   violencia y su influencia en la familia, etc. 
Decidí, entonces encarar uno de los aspectos  posibles de la violencia en la infancia, tomando en particular al niño violento, y cómo entender su violencia si no es en el seno de una familia. Un niño nace, crece, se desarrolla, produce síntomas, se violentiza o no, siempre en el seno de una familia.  Pensando estas cuestiones recordé la novela El Señor de las moscas, que utilizaré para  hablar sobre los posibles orígenes de la violencia infantil. 
Si bien la novela se centra en la historia de niños que deben vivir por un período de tiempo solos sin adultos, obviamente no son niños sin familia, sino que deberán poner en juego en esa particular situación traumática (como  ocurre en todo trauma, por otro lado) la internalización de la función paterna-materna que hayan podido realizar hasta el momento. 
La novela fue escrita por el británico William Golding, premio Nobel de literatura en 1983. Relata de forma magistral la lenta transformación que va sufriendo el psiquismo de una treintena de niños, entre 6 y 12 años de edad, que a causa de un accidente aéreo del que son los únicos sobrevivientes, se ven forzados a organizar su existencia en una pequeña isla sin la 
presencia de adultos.  
Recordaré brevemente el argumento: este  grupo de niños, provenientes de una escuela inglesa con férrea educación victoriana, al descubrir la inexistencia de sobrevivientes adultos en la isla, decide organizarse. Los niños púberes  (los mayores), entienden que dicha responsabilidad debe recaer sobre ellos y ésto es aceptado tácitamente por los más pequeños, quienes reconocen la primacía que otorga la asimetría . Desde el comienzo de este intento de organización, se esboza la trama por donde luego estallará el conflicto: surgen claramente dos tipos de liderazgos, sustentados por dos niños, Ralph y Jack, cuya rivalidad y disputa por el poder  los llevará a  quedar divididos en dos grupos diametralmente opuestos: los que respetan un orden simbólico, representado por Ralph,  líder carismático, quien conserva la evocación de su padre, preguntándose , por ejemplo, cómo resolvería aquel los problemas con los que se ve enfrentado. 
No nos llama la atención, entonces que sea él  quien instala un objeto de clara alusión fálica, como objeto que representa un poder que lo trasciende. Este objeto es una caracola, que tiene como virtudes el ser muy extraño, extremadamente bello y que al ser soplado puede emitir  un sonido muy potente . Para llamar a una asamblea hay que hacer sonar la caracola, para hablar y ser escuchado, hay que tenerla en las manos, el que la posee no puede ser interrumpido, y el líder es el poseedor de la caracola. El otro grupo, es el que va a seguir a otro niño erigido como líder , Jack, por haber sido el director del coro de su escuela al poseer el atributo de lograr el registro de un “do sostenido”. Este niño, del cual no hay referencias a un padre, pero si a su pertenencia a una organización coercitivamente disciplinada, va a cuestionar el poder otorgado por el objeto simbólico, privilegiando nuevamente una aptitud física: su capacidad, adquirida en la isla, para cazar jabalíes. Desconoce, entonces, todo elemento simbólico de poder, reemplazándolo por la supremacía física. La descripción de sus sentimientos, durante la primer experiencia como cazador, es  sumamente ilustrativa, ya que las  primeras sensaciones de sorpresa , horror y repugnancia por haber matado a un ser viviente, van dejando lugar al placer, orgullo y sensación de ese “extraño” poder que otorga el haber ultrajado el cuerpo de un ser vivo. Agregando un dato curioso, confiesa haber sentido en sí mismo el terror reflejado por el animal atacado. A partir de esta primera experiencia, queda embriagado por la intensa sensación de supremacía y dominio experimentada, contagiándola a los demás niños, e imponiéndosela a los que la rechazaban.

lunes, 9 de abril de 2012

CONCEPTUALIZACIÓN DE LA CONDUCTA AGRESIVA Y SU ESTUDIO CIENTÍFICO. ADOLESCENCIA Y AGRESIVIDAD. Fabiola Muñoz Vivas.TESIS DOCTORAL (1° Parte). FACULTAD DE PSICOLOGÍA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE, MADRID, 2000


TEORIAS Y MODELOS EXPLICATIVOS:  DEL “INSTINTO AGRESIVO” AL APRENDIZAJE DE LA CONDUCTA AGRESIVA.
Visión innatista de la Conducta Agresiva: Un debate del pasado.
• ¿Es la conducta agresiva humana innata?

• ¿Se puede entender como algo imposible de eliminar, o por el contrario, es un mal evitable?.
• ¿Es la sociedad la que genera y mantiene los comportamientos agresivos?.


Estas y otras muchas preguntas más han sido tema de apasionados debates entre científicos y público en general. Entre los investigadores la primera controversia ha girado en torno a la existencia o no de un “instinto agresivo “. Durante siglos se ha creído en un instinto violento, defendiendo que los seres humanos nacemos con una innata necesidad de odio y destrucción.

Una de las figuras que con más frecuencia se ha asociado a dicha hipótesis es la de Freud, quien en 1920 y a raíz de los horrores de la Primera Guerra Mundial, se manifestaba convencido de que las personas estaban impulsadas hacia el odio y la muerte, afirmando que “(...)el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se la atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el projimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo (...), para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo” (Freud, 1930, pp.S2-53). En años más recientes Konrad Lorenz, fundador de la etología y premio nobel a raíz de las investigaciones de la conducta animal
en su hábitat natural, mantenía que los seres humanos, igual que otras especies animales, poseen un impulso agresivo innato. Según él, “la agresión, cuyos efectos suelen equipararse a los del instinto de muerte, es un instinto como cualquier otro y, en condiciones naturales igualmente apto para la conservación de la vida y de la especie” (Lorenz, 1963, p.41. Estudiar con más detalle estas conceptualizaciones es fundamental, teniendo en cuenta el impacto social que tuvieron en su momento, las diversas interpretaciones que se han hecho y la enorme influencia que aún en la actualidad ejerce sobre determinados grupos humanos, que se apoyan en ellas para justificar sus actos agresivos.


Teoría Psicodinámica de la Agresión.


Freud y otros autores de orientación psicodinámica consideran la agresión como uno de los motores básicos de la vida. La describe como una fuerza global, instintiva, urgente, presente en toda actividad humana y básicamente inevitable. Afirma que “evidentemente, al hombre no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de estas tendencias agresivas suyas; no se siente nada a gusto sin esa satisfacción (...). Siempre se podrá vincular amorosamente entre sí a un mayor número de hombres, con la condición de que sobren otros en quienes descargar los golpes” (Freud, 1930, p.55).Inicialmente Freud había dedicado poca atención al fenómeno de la agresión, mientras consideraba que la sexualidad y la conservación del individuo eran las dos fuerzas que predominaban en el ser humano. Su concepto de agresión va evolucionando y siguiendo la aproximación histórica realizada por Van Rillaer (1978), se pueden distinguir claramente tres períodos:


Primer Período (1892-1913).

En un primer momento, Freud describió los fenómenos agresivos como emergentes de unas pulsiones libidinales, que en determinados momentos se manifestaban con urgencia constituyendo lo que denominó “perversiones” o aberraciones sexuales.
Dentro de su concepción de las aberraciones, plantea el fenómeno del sadismo que, aunque es un componente de la sexualidad normal, se puede transformar en dominante bajo determinadas circunstancias, estigmatizando el comportamiento sexual de un individuo determinado. El sadismo como manifestación eminentemente agresiva no es más que una tendencia de dominación que busca vencer la resistencia del objeto sexual, de forma diferente a la seducción.
El sentido y el origen de la tendencia sádica están lejos de adoptar una forma definitiva en las primeras aproximaciones freudianas. Sus ideas oscilan entre considerarla como una simple expresión libidinal y atribuirle orígenes muy diferentes a los sexuales.
En este primer periodo también presentó el fenómeno de la ambivalencia afectiva, del amor como la otra cara de la misma moneda que el odio y la agresión. Freud llama la atención sobre la ambivalencia interna de la pulsión sexual, defendiendo que la pulsión hacia la crueldad es un componente de la sexualidad y que dicha pulsión generalmente representa una parte del comportamiento social del enfermo. Afirma que “de esta relación entre crueldad y libido, se origina también la transformación del amor en odio, de emociones tiernas en emociones hostiles ( (Van Rillaer, 1978, p.57).

domingo, 8 de abril de 2012

Números de una triste realidad. Fabiana Scherer. LA NACION. 08 de abril de 2012. Argenina.


En nuestro país hay 14.675 menores institucionalizados, sin el cuidado de su familia, según un informe de Desarrollo Social al que tuvo acceso LNR. Datos que evidencian la tensión entre las normas y su aplicación
Todavía queda mucho trabajo por hacer. La cultura del Patronato continúa muy arraigada entre nosotros", asegura Laura Musa, asesora tutelar del ministerio público de la Ciudad. Cuando en 2005 se sancionó la ley nacional de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes Nº 26.061 se abrió un proceso de transformación profunda respecto de las concepciones jurídico-sociales de la infancia que moldearon las intervenciones estatales sobre las personas menores de edad durante más de 80 años.

miércoles, 4 de abril de 2012

El peligro es un imán para el adolescente. INMACULADA DE LA FUENTE. Madrid .

Como una moto. Y sin frenos. Al llegar la adolescencia, el cerebro experimenta un incremento de actividad, una agitación desacostumbrada. Aunque no todas las áreas actúan con la misma intensidad. Iniciada la pubertad, se activa el circuito del placer-recompensa, mientras que el análisis lógico llega más tarde. “Estos cambios pueden verse ya en el cerebro a través de técnicas como la resonancia magnética”, dice Alfredo Oliva Delgado, profesor titular del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla. Una de las áreas más activas, la corteza prefrontal, es también responsable de una progresiva maduración intelectual que solo acaba pasada la adolescencia, “en torno a los 20 años”, añade Oliva. Un desfase que conduce al adolescente a vivir cierta esquizofrenia: el circuito del placer está sobreexcitado, pero la reflexión no entra en sus hábitos. Eso no significa que todo adolescente sea de por sí temerario. Simplemente reacciona de forma inmediata al estímulo, cueste lo que cueste.

Es tiempo de excesos. El mundo empieza a ser suyo y el vértigo les lleva a descubrir los paraísos artificiales, sea Internet y las redes sociales o ese cigarrillo medio clandestino apurado en la esquina del colegio. Un cigarrillo que tal vez se convierta pronto en una rutina y, quizás, una carga. Todo a la vez, y a edades más tempranas. Sea por inexperiencia o impulsividad, el consumo y abuso temprano del alcohol (responsable de frecuentes ingresos de urgencia hospitalaria) y el sexo precoz e inseguro son algunos de los riesgos más obvios que acechan al adolescente. Oliva, sin embargo, matiza: es cierto que cada vez son más precoces, lo que incrementa su vulnerabilidad ante el alcohol y otras drogas. Pero adelantarse no siempre significa engancharse. Empezar a beber más tarde no garantiza tampoco una posterior moderación. E, incluso, “algunos llegan a beber más y a desajustarse durante más tiempo”, indica.

La psicóloga del centro infanto-juvenil SINEWS Macarena Pi Davanzo antepone otros riesgos: “Uno de los problemas de salud más graves a los que se enfrentan hoy los adolescentes son los trastornos alimentarios. En la anorexia, las tasas de suicidio se elevan al 30%. No en vano se trata del trastorno mental que más adolescentes mata”, asegura.

Los trastornos alimenticios van más allá de la moda de estar delgado. “Les llega una insistente publicidad por diversos medios que les empuja a seguir unos estándares de apariencia física bastante más inalcanzables que los exigidos a generaciones anteriores, lo que les provoca una inseguridad profunda”, continúa Pi Davanzo. “A una edad en la que la identificación con el grupo es importante, esa mezcla de inseguridad y exigencia les lleva a tener conductas de riesgo en una sociedad en que parece que todo está permitido. Y en la que los padres han perdido autoridad no de forma consciente, sino porque no saben ejercerla”, agrega.

lunes, 2 de abril de 2012

La Corte Suprema de Estados Unidos debe tener en cuenta el difícil entorno de los jóvenes en prisión.Considerar el impacto de la violencia sexual, el régimen de aislamiento y la depresión.


(Nueva York) – La Corte Suprema de Estados Unidos, durante las deliberaciones en las causas Miller v. Alabama y Jackson v. Hobbs, debe tener presentes las rigurosas condiciones en que viven los jóvenes recluidos en cárceles para adultos, señaló hoy Human Rights Watch a partir de las conclusiones de un informe publicado recientemente por esta organización. El 20 de marzo de 2012,la Corte Suprema de Estados Unidos escuchó los alegatos orales de las partes en ambos casos, en los cuales se cuestionó la constitucionalidad de las sentencias a cadena perpetua para jóvenes menores de 18 años. Existen pruebas contundentes que señalan que estos jóvenes son recluidos en condiciones que exacerban la crueldad de la pena, vulneran las normas internacionales de derechos humanos y generan serios cuestionamientos de tipo constitucional.

El informe de 47 páginas, denominado “Against All Odds: Prison Conditions for Youth Offenders Serving Life without Parole Sentences in the United States” (“Contra viento y marea: Condiciones penitenciarias para delincuentes juveniles condenados a cadena perpetua sin libertad condicional en Estados Unidos”), refleja seis años de investigaciones, entrevistas e intercambios de correspondencia con funcionarios penitenciarios y cientos de delincuentes juveniles que cumplen prisión perpetua sin posibilidad de recibir el beneficio de la libertad condicional. Human Rights Watch comprobó que casi todos los jóvenes que obtuvieron penas de este tipo denunciaron haber sufrido actos de violencia física o abuso sexual por otros internos o funcionarios penitenciarios. Las estadísticas correspondientes a todo el país señalan que los presos jóvenes que cumplen cualquier tipo de condenas en cárceles para adultos, así como aquellos de complexión pequeña y delgados, son los más vulnerables a agresiones.

“Los menores que cometen delitos graves y causan perjuicios a otros deben ser sancionados”, afirmó Alison Parker, directora del programa sobre Estados Unidos de Human Rights Watch y coautora del informe. “Sin embargo, ni los jóvenes delincuentes ni ningún otro preso deberían tolerar abusos físicos de ninguna clase”.

Estados Unidos es el único país del mundo donde jóvenes delincuentes (menores de 18 años al momento del delito) cumplen penas de prisión perpetua sin posibilidad de ser excarcelados en el futuro bajo un régimen de libertad condicional. La nueva investigación arroja luz sobre las rigurosas condiciones carcelarias que toleran quienes cumplen estas penas, indicó Human Rights Watch.