El concepto de violencia que usaré a lo largo de ésta comunicación, se refiere a la expresión destructiva de la agresividad dirigida hacia el objeto. La violencia tiene como finalidad última, por lo tanto, la destrucción o el dominio del otro por medio de un acto de fuerza. En este sentido utilizo más un término sociológico que psicológico, como podría ser agresividad, instinto de muerte u odio.Tomo el término violencia como lo escuchamos en la clínica: como un síntoma que presenta el adolescente y que le preocupa a él o a su entorno.
En los meses que han transcurrido, desde que me ofrecieron el colaborar en éste Congreso sobre este tema, hasta hoy, pienso que ha aumentado la inquietud en la sociedad, o al menos los medios de comunicación han dedicado muchos espacios a los problemas de la violencia juvenil. Esta alarma social presiona sobre las Instituciones y los profesionales que trabajamos con esta población y nos compromete a reflexionar y hallar respuestas que ayuden y contengan estas ansiedades. Mi deseo, por tanto, es intercambiar impresiones sobre el fenómeno de la violencia, y hacerlo desde la clínica, que es el campo en el que me desenvuelvo.
La violencia tiene su manera de expresarse en todas las etapas del desarrollo; esto, que es obvio, es algo que acostumbro a incluir siempre que me refiero a algún tema sobre adolescencia, porque la tendencia de la sociedad es atribuir a esta población la causa de todos los males, la droga, delincuencia, accidentes, etc.
Existen múltiples factores desencadenantes de violencia en la adolescencia: defensas narcisistas o paranoides, celos o envidia, intolerancia a la frustración. Grandes cuadros: delirio, alucinaciones, psicopatía, adicción, perversiones,… Yo voy a tratar de describir dos defensas frecuentes que tiene que ver con las ansiedades que despierta la consecución de una nueva identidad.