viernes, 28 de diciembre de 2012

Entrevistas OIJJ - Sra. Marianne Moore. Experta en Justicia Juvenil. Reino Unido



Con la siguiente entrevista la Sra. Marianne Moore, experta en justicia juvenil del Reino Unido, presenta uno de los principales resultados del Proyecto MHYO: Análisis Comparativo Europeo y la Transferencia de Conocimientos sobre Recursos de Salud Mental para Jóvenes Infractores (MHYO), Volumen II: 'Manual para la mejora de los conocimientos y habilidades profesionales y el desarrollo de programas de promoción' coordinado por el OIJJ y apoyado por la Comisión Europea.
En este contexto, es analizada la formación adecuada para los profesionales que trabajan con menores infractores con problemas mentales para mejorar el conocimiento y habilidades profesionales. También añade algunas recomendaciones relevantes que los estados deberían llevar a cabo para mejorar la situación de estos jóvenes que sufren problemas de salud mental.

Marianne Moore es especialista en justicia juvenil reconocida internacionalmente. Como directora del Estudio de Justicia Ltd entre sus clientes se incluyen: OIJJ, UNICEF en Afganistán y Turquía; y Reforma Penal Internacional. Recientemente, ha diseñado una política de prevención de la delincuencia para niños en Afganistán y ha proporcionado asistencia estratégica a dos organizaciones benéficas que trabajan con infractores en Uganda: el Proyecto de Prisiones de África y apoyo para la Vida.

Antes de crear el Estudio de Justicia Ltd, Marianne era una consultora en Cordis Bright Ltd donde dirigió tres exámenes de gran escala en centros de detención en Reino Unido para la Junta de Justicia de Menores de Inglaterra y Gales. Éstos se centraban en jóvenes infractores con necesidades de tratamientos específicos y aquellos que debían cumplir largas sentencias. Estando allí, también entrenó a profesionales de la justicia juvenil mejorando el cumplimiento de los Servicios de Jóvenes infractores con los Estándares Nacionales de la Justicia Juvenil en Reino Unido. Antes de trabajar en Cordis Bright, Marianne era una consultora en Tribal Consulting y Capita Consulting. Ha publicado trabajos sobre justicia juvenil y género, protección de menores y sobre estándares internacionales de detención de jóvenes. Tiene un master en Justicia Juvenil y Criminología aplicada de la Universidad de Middlesex y un graduado de la Universidad de Oxford.

La Comisión Europea apoyó al Observatorio Internacional de Justicia Juvenil (OIJJ) en el desarrollo y la coordinación del Proyecto MHYO – El análisis comparativo europeo y la transferencia de conocimientos sobre recursos de salud mental para jóvenes infractores. Como usted ha sido encargada del seguimiento del Proyecto MHYO- Volumen II, ¿cuál es su objetivo y qué es lo que define usted como innovador en los resultados obtenidos?

El tema de los jóvenes infractores con problemas de salud mental tiene poco reconocimiento y no se ha investigado lo suficiente. Hay un escaso compromiso nacional, incluso menor que en la cooperación internacional, y se centró en la búsqueda de soluciones para el asunto en cuestión que ahora está muy extendido. Estar en conflicto con la ley es un tema tabú, y el tener problemas de salud mental otro. La gente, por lo general, no sabe cuál es la mejor manera de enfrentarse a esa situación, por lo que finge que no es real. Por eso, el Programa MHYO tiene por objetivo poner este tema en la agenda internacional, y eso es innovador. Su objetivo es proporcionar una nueva investigación, destacando las mejores prácticas, y dar medios prácticos para mejorar la situación de los jóvenes infractores con problemas de salud mental. Además, intenta captar la atención a todos los niveles sobre la toma de decisiones e, incluso, ofrecer formas y soluciones prácticas para la mejora en la práctica in situ. Así pues, es una campaña global para mejorar la vida de los jóvenes infractores con problemas de salud mental, lo cual era necesario desde hace bastante tiempo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Dilemas e imprecisiones en el diagnóstico en salud mental del adolescente: el paradigma del TDAH Cornellà i Canals, Josep 1*


Revisión teórica
Resumen
Desde hace más de un siglo, se ha prestado especial atención hacia aquellas personas que, con inteligencia normal, tienen dificultades en mantener su atención y concentración. Se han propuesto múltiples denominaciones. El DSM-IV (Manual Estadístico de Diagnóstico de la Academia Americana de Psiquiatría, 4ª edición) acepta el término “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad” (TDAH), mientras que la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) habla de “Trastorno Hipercinético”. ¿Está de “moda” el TDAH? Tendemos a “medicalizar” muchos de los conflictos del día a día. La triada sintomática del TDAH (hiperactividad, inatención e impulsividad) puede aparecer en niños normales y en distintos trastornos psiquiátricos. El diagnóstico debe ser clínico, hay que apurar un diagnostico diferencial, hay que ser cauto con la comorbilidad  y debe considerarse  la globalidad de la persona y de su entorno, incluyendo el posible fracaso del sistema educativo actual. Reflexión sobre los límites del diagnóstico, en un momento en que abundan los diagnósticos en pacientes en pleno proceso de desarrollo.

Introducción
Desde hace más de un siglo, se ha prestado especial atención hacia aquellas personas que, con inteligencia normal, tienen dificultades en mantener su atención y concentración. Se han propuesto múltiples denominaciones. El DSM-IV (Manual Estadístico de Diagnóstico de la Academia Americana de Psiquiatría, 4ª edición) acepta el término “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad” (TDAH), mientras que la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) habla de “Trastorno Hipercinético”.
¿Está de “moda” el TDAH? Tendemos a “medicalizar” muchos de los conflictos del día a día. La triada sintomática del TDAH (hiperactividad, inatención e impulsividad) puede aparecer en niños normales y en distintos trastornos psiquiátricos. El diagnóstico debe ser clínico, hay que apurar un diagnostico diferencial, hay que ser cauto con la comorbilidad y debe considerarse  la globalidad de la persona y de su entorno, incluyendo el posible fracaso del sistema educativo actual.

Datos para la reflexión
- Existe una enorme disparidad en las tasas de prevalencia, oscilando entre el 1 y el 18 %. Con criterios DSM-IV las cifras pueden ser hasta cuatro veces más elevadas que con los criterios más estrictos de la CIE-10. Ha habido un interés en la utilización del modelo estadounidense por encima del de la OMS, mucho más restrictivo.
- Las tasas de prevalencia varían incluso con los mismos criterios DSM. Con encuestas cumplimentadas por profesores de primaria (1), se pasó de una tasa del 9,6 % (cuestionarios basados en criterios DSM-III) al 10,9 % (criterios DSM-III-R) y al 17,8 % (criterios DSMIV). ¿Se trata únicamente de criterios científicos, o existen intereses económicos y políticos en la definición del trastorno?
- Un metaanálisis (2) que conjuga los criterios DSM con los CIE proporciona una prevalencia del 5,29 %. Nos queda la duda sobre la validez de la metodología de screening seguido.
- Los estudios de screening basados en la cumplimentación de un cuestionario dan tasas muy elevadas de TDAH. En muchos, falta la correspondiente entrevista y exploración psiquiátrica para confirmar o no la existencia del  trastorno. En otros estudios, desde equipos de neuropediatría, falta el diagnóstico diferencial psiquiátrico.
- Sin negar la existencia de un grupo de niños y adolescentes que presentan dificultades en mantener la atención y la concentración, debemos reconocer también la presión existente sobre los profesionales de la salud (pediatras de atención primaria, paidopsiquiatras, psicólogos, etc.) para el diagnóstico del TDAH.
- Los síntomas del TDAH pueden aparecer en muchos otros trastornos psiquiátricos infantiles, así como en niños normales con deficiencias educativas o en adolescentes que, simplemente, muestran su rebeldía (3). Julio Bobes  (4) advierte sobre los peligros de “psiquiatrizar” los problemas de la vida diaria.
- Existen algunas revisiones críticas. En un estudio  retrospectivo, P. Hill (5) concluye que solamente la mitad de los pacientes previamente diagnosticados de TDAH podían ser considerados dentro de esta categoría diagnóstica.  Datos semejantes encontramos en una revisión crítica que hicimos sobre 158 pacientes (6).

Las edades de mayor riesgo: preescolares y adolescentes.

Con excesiva frecuencia se diagnostica un TDAH en niños menores de 6 años. La agenda para el DSM-V se plantea si es posible establecer un diagnóstico correcto de TDAH antes de los doce años. En el preescolar, muy a menudo, los síntomas de inatención obedecen mayormente a una evolución madurativa más lenta que el ritmo de aprendizajes que imponen los planes de estudio.
La atención es una función cognitiva que va madurando a lo largo de estos años. La normalidad no debe confundirse con la media.
Los síntomas diana del cuadro pueden aparecer en niños normales, con falta de límites educativos, o con otras alteraciones. Es imprescindible la evaluación exhaustiva de todas las áreas psicopatológicas. Siempre hay que considerar el síntoma por encima del trastorno.
En la adolescencia pueden aparecer otros trastornos emocionales o conductuales que dificultan el diagnóstico y pueden crear confusiones diagnósticas. Por lo tanto, no nos queda más remedio que volver a los principios, a los elementos básicos del ejercicio de la medicina.

El diagnóstico, el diagnóstico diferencial y la comorbilidad.

El diagnóstico del TDAH es un acto médico, y como tal, requiere obtener todos los datos posibles para hacer una aproximación diagnóstica, teniendo en cuenta todos los factores posibles, y libres de influencias y prejuicios externos. Todo diagnóstico en psiquiatría es un acto médico, al igual que ocurre en las demás especialidades médicas. Nunca puede obedecer un diagnóstico al cumplimiento de unos cuestionarios.  Los psiquiatras, como médicos, debemos repasar los conceptos básicos ligados al diagnóstico.
1.- El diagnóstico
Diagnosticar supone entender con la máxima precisión científica la dinámica del proceso morboso, y nombrarle nosográfica e individualmente con expresividad y concisión. Diagnosticar supone “conocer, aparte del cuadro sintomático y el curso del proceso morboso en cuestión, los factores patogenéticos o causales “strictu sensu” y los factores patoplásticos o configuradores de tal proceso.”(K Birnbaum, 1923).

jueves, 13 de diciembre de 2012

¿TDAH en la adolescencia? 50 preguntas orientativas para reconocer y tratar el TDAH. NÉSTOR SZERMAN


1.¿Qué es el TDAH? 

Durante muchos años, el Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad, conocido entre los clínicos por sus siglas TDAH, resultó ser especialmente conocido y diagnosticado por pediatras, cuando los padres o  educadores derivaban a un niño con conductas disruptivas, muy impulsivo e hiperactivo. Este trastorno, tratado o no, se esperaba que continuara  hasta la pubertad, período de la vida en el que se suponía remitía espontáneamente. Durante la última década, la investigación neurobiológica y  la experiencia clínica han cambiado radicalmente nuestra comprensión  de este trastorno. Ahora sabemos que el trastorno afecta no sólo a niños  varones hiperactivos, sino a un sustancial porcentaje de niños, adolescentes y adultos de ambos géneros, probablemente al menos al 5% de la  población, muchos de los cuales no son hiperactivos. Surgen ahora las dificultades cognitivas como centrales en el trastorno, dentro de las cuales  la falta de atención es la más llamativa, pero abarca una amplia variedad 
de funciones cognitivas, incluyendo habilidad para activar y organizar un  trabajo, habilidad para sostenerse alerta, capacidad para utilizar a corto plazo y de forma efectiva la “memoria de trabajo”(1), etc. Algunas de  estas dificultades de atención están recogidas en los criterios diagnósticos usuales como el DSM-IV, aunque va emergiendo el conocimiento  de que particularmente adolescentes y adultos presentan un gama más  amplia de dificultades cognitivas que se solapan con alteraciones en las   “funciones ejecutivas” que cumplen un rol crítico en integrar y regular el  conjunto de la actividad mental.(2) En resumen, se ha cambiado el criterio  simplista del TDAH como niños hiperactivos, hacia una comprensión del  trastorno que incluye alteraciones crónicas en funciones críticas para la  activación, integración y organización de la actividad mental, determinantes para una eficaz adaptación a las exigencias académicas, laborales y de las relaciones sociales.  


2. ¿Qué no es el TDAH?  
No es un problema emocional ni tampoco un problema de aprendizaje.  Es esencial distinguir entre problemas emocionales, sociales y familiares  que originan dificultades académicas y los problemas emocionales, sociales y familiares que surgen como consecuencia de un TDAH. El TDAH  es “poco comprendido”, porque los afectados parecen, en ocasiones,  normales y es difícil comprender que su comportamiento es “natural”  y se relaciona con la neurobiología que regula su actitud. Así, es común  que los niños de 2 y 3 años sean inquietos e impulsivos y no mantengan  su atención más de unos pocos minutos. De hecho, la mayoría de los  niños de esta edad presentan estas características debido a que es una  etapa en la que están descubriendo e investigando su entorno, aunque  sólo un 5%, aproximadamente, seguirá presentándolas después de los 4  años. De hecho, muchos padres de hijos con TDAH describen que esta  conducta hiperactiva e impulsiva de sus hijos no sólo no disminuye sino  que, por el contrario, aumenta a partir de los 4 años. Es bastante común  que a estos niños se los considere vagos o maleducados, como si la culpa  fuera de los padres o como si dependiera de la voluntad de los niños  cambiar el estado de la situación.
Es habitual que se compare a estos niños con los hermanos, los  amigos u otros compañeros de clase, sin tener en cuenta que para ellos  lograr un nivel de atención o control de la conducta, que exhiben otros  niños, les exige un esfuerzo extraordinario, y en algunos casos de una  magnitud tal que resulta imposible de lograr.(3)

3. ¿Cuáles son los síntomas nucleares del TDAH? 
Según los criterios diagnósticos usuales, como el DSM-IV, son: déficit de  atención (dificultades para mantener la atención y la concentración), así  como para seguir instrucciones, impulsividad (dificultad para controlar  los impulsos) e hiperactividad (agitación e hipercinesia).


4. ¿Es el TDAH un diagnóstico nuevo? 
¿Por qué no existía antes? 
Antes de 1940, los niños con dificultades de atención/aprendizaje fueron considerados retrasados mentales, o con alteraciones emocionales  o con desventajas culturales. El primer reconocimiento del diagnóstico  sindrómico y del aspecto fundamental de la inatención inapropiada,  como dimensión central del TDAH, llegó con la publicación del DSM III  en 1980. Los primeros estudios sobre las bases orgánicas se sitúan a  mediados del pasado siglo con el concepto de “disfunción cerebral mínima”, hoy sólo referencia histórica. A continuación se puso el acento en el  llamado “síndrome hiperquinético”, donde la atención se focalizaba en la  hiperactividad motora. En 1972, Douglas(4) propone un cambio trascendental al plantear que el síntoma principal es el déficit de atención. En la  actualidad se mantiene la falta de atención como síntoma fundamental,  pero la neuropsicología comienza a aportar nuevos insights que conducen a “una tendencia creciente a fijarse en las funciones ejecutivas y la  inhibición de respuesta como planteamientos de futuro”.(5)

 
5. TDAH ¿cada vez son más? 
El incremento del diagnóstico de niños y adolescentes con TDAH ha creado preocupación social en la comunidad por el uso de estimulantes en  su tratamiento. Esta preocupación de carácter moral, ya que estamos  usando “drogas” en nuestros jóvenes, ha traído como consecuencia el  infradiagnóstico y peor tratamiento de los sujetos afectados. No hay  motivos para esta sospecha de sobrediagnóstico(6) , que por otra parte no  existe en España, aunque sí preocupación por los casos que no se pueden  beneficiar de un diagnóstico y tratamiento adecuados.


6. ¿Es el TDAH una condición americana  de los EE UU? 
El TDAH afecta a uno de cada veinte niños en los EE UU. El predominio  de la investigación en este país en el último medio siglo ha dado la impresión de que es un “problema americano”, donde sería más prevalente  que en el resto del mundo, impresión reforzada por la percepción de que  los factores culturales y sociales que lo favorecen serían una característica de la sociedad americana. Los datos de la investigación no parecen  demostrar esta peculiaridad aparente de “los americanos”, ya que en  rigurosos metaanálisis(7) se comprueba en más de 50 artículos estudiados  la prevalencia mundial del TDAH. Sí se puede afirmar que la posibilidad de diagnóstico ha sido más temprana en ese país.

7.¿Es el TDAH un trastorno de base genética? 
La investigación genética en psiquiatría puede contribuir a la clínica de  varias formas distintas: identificando causas en el entorno, especificando  mecanismos de vulnerabilidad y ayudando a que los diagnósticos posean  una mayor fiabilidad. El TDAH es un síndrome cuyas manifestaciones  principales tienen una clara relación con factores de índole genética. 
Los familiares de primer grado de pacientes con TDAH tienen un riesgo  de padecer otros trastornos psiquiátricos como adicciones a sustancias,  conductas antisociales, trastornos por somatización y el propio TDAH superior al que explica el azar. En estudios en gemelos, la concordancia del  trastorno entre gemelos monocigóticos (que comparten al 100% la dotación genética) es de 50-80%, frente a gemelos dicigóticos (comparten la  dotación genética al 50%) que es del 30-40%(8). Los estudios de adopción  que permiten analizar el peso de factores genéticos-ambientales en la  aparición del TDAH demuestran que la frecuencia en que se presenta el  TDAH o trastornos relacionados en familiares biológicos de probandos  es significativamente superior (9) . La genética molecular ha dado lugar a  multitud de trabajos sobre el sistema dopaminérgico, fundamentalmente  sobre el receptor D3 y D4, el transportador de dopamina DAT, la enzima  catecol-o-metil-transferasa, que cataliza la degradación de catecolaminas, regulando la disponibilidad de dopamina y noradrenalina en la  sinapsis de circuitos cerebrales implicados en el TDAH, receptores de  noradrenalina y otros. En ellos se confirma la importancia del sistema  catecolaminérgico en el TDAH, al menos en sus manifestaciones clínicas y en la respuesta a los tratamientos farmacológicos disponibles. En definitiva, los datos actuales disponibles sitúan la heredabilidad del trastorno, aunque con matices, en torno al 60-70%, constituyendo uno de los  trastornos psiquiátricos con mayor preponderancia genética(10).


8. ¿Cuáles son las bases neurobiológicas del TDAH? 
Desde hace cuatro décadas, la investigación neurobiológica ha implicado a los sistemas de neurotrasmisión catecolaminérgicos en la fisiopatología del TDAH y a las estructuras frontales, ganglios basales y vías  frontoestriatales, como sustrato patogénico del mismo. Estas estructuras  forman parte esencial de los circuitos integrados en el llamado sistema  biológico de recompensa. Se ha propuesto la existencia de una disfunción  frontoestriatal de origen diverso como responsable de la existencia del  TDAH. Fundamentalmente se ha implicado al sistema dopaminérgico en  el cuál existiría una disfunción global. La utilización de psicoestimulantes como las anfetaminas y el metilfenidato, que modulan los sistemas   dopaminérgicos y noradrenérgicos en el tratamiento del TDAH, mejora  las manifestaciones clínicas nucleares del trastorno y son ampliamente  utilizadas. Básicamente se ha relacionado la dimensión déficit de atención con una disfunción dopaminérgica y noradrenérgica en áreas del  córtex cerebral que controlan la cognición. La dimensión hiperactividad  motora con disfunción dopaminérgica nigro-estriada. A modo pedagógico  podríamos establecer esta relación: 
• noradrenalina y atención;
• dopamina e impulsividad
• dopamina-noradrenalina con hiperactividad

viernes, 7 de diciembre de 2012

Sentimiento anómico y conductas antisociales y delictivas: verificación de un modelo causal en jóvenes brasileños. Nilton S. Formiga 1*


Resumen
La anomia conduce el individuo para una sociedad carente en el consenso del contenido de las normas sociales haciendo con que las personas vivan sin adherir o cumplir las reglas sociales causando daño a una buena interacción  individuo-sociedad; en este sentido, el sentimiento anómico refiérese a un estado mental de desespero y de abandono que acompaña el sujeto, debido a la falta de acceso a los medios socialmente prescritos para la realización de los fines sociales. Las conductas desviantes refiérense a los comportamientos que no están de acuerdo con los códigos y los preceptos morales socialmente establecidos, infringiendo simultáneamente reglas de conducta y causando prejuício a la sociedad  y al individuo. En este estudio se pretende verificar la asociación del sentimiento anómico con las conductas desviantes en jóvenes. Doscientos treinta y cinco hombres y mujeres con edad entre 13 y 20 años, de la red de educación pública y particular de la ciudad de João Pessoa PB, han respondido a la escala de sentimiento de estar a la margen de la sociedad, a la escala de conductas antisociales y delictivas y cuestiones sociodemográficos. A partir del programa AMOS GRAFICS 16.0, se observaron indicadores psicométricos que comprobaron la asociación, positiva, entre sentimientos anómicos y las conductas desviantes.
Palabras Claves: Sentimientos anómicos, conductas antisociales y delictivas, jóvenes. Abstract
The anomie leads the individual to a society lacking the consensus of the content of social norms so that people can live without adhering or fulfill the social rules hurting a good individualsociety interaction. That been said, the feeling anomic refers to a mental state of hopelessness and helplessness that accompanies the subject, due to lack of access to socially prescribed ways to the achievement of social goals. The deviant behaviors refer to behaviors that are not in accordance with codes and socially established moral precepts, while violating rules of conduct and causing harm to society and the individual. This study aims to verify the association of feeling with the anomic deviant behavior in young people. 235 men and women aged 13 to 20 years, the network of public and private education  in the city of João Pessoa, the scale of respondents feeling of being on the fringes of society, the scale of antisocial and criminal behavior and socio-demographic. From the program AMOS 16.0 grafics, it was observed psychometric indicators that demonstrated the positive correlation, between anomic feeling and deviant behavior.
Keywords: Feeling anomic, pipelines antisocial and criminal behaviors, young

Introducción
Las explicaciones sobre las causas de la violencia entre jóvenes han sido buscadas por las ciencias humanas, sociales y de la salud. Ese problema, también, ha preocupado la población brasileña en general y las instituciones de control y formación social (por ejemplo, escuela, familia, etc.) sobre las razones que llevan  jóvenes a manifestaren comportamientos violentos. La violencia entre jóvenes brasileños ha sido destacada, principalmente cuando sus autores no son sólo aquellos que corresponderían a  las características socioeconómicas y culturales atribuidas a jóvenes considerados violentos cuando se refiere a  los indicadores estándar de pobreza-riqueza, ruptura de la personalidad, exclusión social, disfunción familiar y de falta de oportunidades para gozar de bienestar  material de sus autores (Adorno, 2002; Beato, Peixoto & Andrade, 2004; Formiga & Gouveia, 2002; Paixão, 1983; Pino, 2007; Olmo, 1999).

No bastase el perjuicio de la violencia entre jóvenes, sobre el daño humano y social, también ha sido discutido bajo a la perspectiva de  un perjuicio material que ella causa. Conforme Santos e Kassouf (2008), los gastos públicos y particulares en la prevención, combate y control de la violencia a cada década, exceden el total de 5% del PIB brasileño, además, de las pérdidas aún no contabilizadas, con respecto del  capital humano, calidad de vida, reducción en el turismo, etc. A pesar de esa inversión, la violencia ha aumentado, haciendo ascender a la tasa de mortalidad de jóvenes de 15 a 19 años, haciendo que Brasil sea el 3er lugar en el mundo en muertes de jóvenes asociados a la conducta delictiva (Coffey, Veit, Wolfe, Cini & Patton, 2005; Kahn, 1999; Laub &Vaillant, 2000; Waiselfisz, 2008).

Sin embargo, ese es un fenómeno que tiene formas distintas, alcanzando un alto porcentaje de actos desviantes y causando fuertes daños a la población. Para abordadlas, es necesario tener claro las distintas modalidades en  que la violencia se presenta, así como, sus diferentes causas (Sanmartín, 2006). Según Formiga, Estevam, Camino, Anderson e Santos (2010), las modalidades de la violencia entre jóvenes, generalmente, ha sido atribuido al constructo del comportamiento agresivo, conducta desviante y uso potencial de drogas. Para eses autores, en un estudio con jóvenes de Paraíba, estado brasileño, fue observada una relación positiva entre eses constructos. Pero, a título de parsimonia científica, se pretende contemplar en el presente estudio, solamente una de las facetas de la violencia: las conductas desviantes.

 Las conductas desviantes no solamente estuvieron condicionadas a las incontables elaboraciones cuanto a su concepto, pero también, las controversias  en la forma de análisis del problema y en la forma de tratar con las personas responsables por la conducta. De manera general, este tipo de conducta se refiere a un conjunto de transgresiones, solo aceptas como es, cuando considera un determinado contexto sociocultural (Neto, 2004).

 En la actualidad, sin embargo,  en estas conductas no ha sido identificadas autor y rótulo específico, son conductas muy variadas, a pesar de evidentes, llevada a cabo por personas que ni siempre son identificadas, pudiendo presentarse como una conducta antisocial y/o delictiva. Estas conductas se refiere a los comportamientos que no están de acuerdo con los códigos establecidos por las autoridades de determinado espacio geográfico y con los preceptos morales socialmente establecidos, violando, simultáneamente códigos de conducta moral (Carvalho, 2010; Formiga & Gouveia, 2003).

 Según Formiga y Gouveia (2003) y Formiga (2005), la conducta antisocial se refiere a falta de conciencia de las normas que deben ser respetadas – desde a la norma de limpieza de las calles al respeto con los colegas en el que se  refiere a ciertos juegos – no practicadas por algunos jóvenes. En esa dirección, este tipo de conducta se caracteriza por el echo de causaren incómodo, pero sin que causen necesario daños físicos a otras personas; solo dicen a respeto a las bromas de los jóvenes o simplemente a la búsqueda por la ruptura de algunas leyes sociales.

 Sobre a conducta delictiva, eses autores a conciben como merecedoras de punición jurídica, capaces de causar daños graves, morales y/o físicos. Así que, tales conductas pueden ser consideradas más severas que las anteriores, representando una amenaza eminente a la orden social vigente. Estas conductas tienen en común es que las dos interfieren en los derechos y deberes de las personas, amenazando su bienestar, así como diferenciándolas en su función de gravedad de las consecuencias oriundas (Formiga & Gouveia, 2003; Molina & Gómez, 1997).

Posiblemente, todo joven practica o ha practicado algún tipo de conducta antisocial, que es del repertorio de ellos, resaltando como un desafío en  la ruptura de las normas sociales y reglas tradicionales de la sociedad, evidenciando las normas de la generación de sus padres, como exceden y que impiden eses jóvenes de realizaren su propia voluntad.

 Se considera que un fenómeno con esta fuerza entre los jóvenes es típico de una sociedad que tiene sus valores debilitados y las acciones institucionales de control del comportamiento, fracasadas cuanto al establecimiento de la norma social (Beato, Peixoto & Andrade, 2004; Feijó, 2001; Minayo et. all., 1999; Moreira  Rosário & Costa, 2008; Mulvey & Cauffman, 2001; Paixão, 1983).

 El aumento de la conducta antisocial y delictiva entre jóvenes, principalmente, aquellos sin historia de delincuencia en la época actual, debe a un cambio cultural que tiene perfil de los países occidentales, en otras palabras, el aumento del individualismo (Formiga & Diniz, 2010).Conforme Reykowski (1994), esta perspectiva individualista destaca el bienestar do self como principal orientación a la adaptación, por otro lado, la perspectiva colectivista tiene como enfoque el bienestar para el grupo. Todas las diferencias cognitivas, actitudinales y de comportamiento entre colectivismo y individualismo  son oriundas de esta diferencia en suposiciones implícitas sobre el mundo social.

 El individualismo tiene como presupuesto fundamental la racionalidad, basándose en los principios de regulaciones, reglas y leyes, de  modo a favorecer a individualización, autonomía, autorrealización y la libertad de elección. Por otro lado, el colectivismo tiene como presupuesto fundamental las relaciones, basándose en los principios del bienestar colectivo, papeles, deberes y obligaciones, favoreciendo a la convivencia en grupo.

 Es en este sentido que “... el impulso para la individualización estimuló mayor libertad en las relaciones entre trabajadores y empleadores, hombres y mujeres, padres y hijos. Las formas tradicionales de deferencia cedieran lugar a una nueva afirmación de derechos individuales,reforzadas, si necesario, por apelación a las cortes de justicia” (Kumar,1997, p. 179). De acuerdo con Giddens (1998), esta condición ya  había sido vislumbrada por Emile Durkheim, el cual defendía la necesidad de que las  personas precisasen ser ‘individualistas’, pero sin que eso favoreciese la justicia social y el fortalecimiento y consistencia de la autoridad moral en la sociedad.

 Pero, para Sorj e Martuccelli (2008), la perspectiva defendida por Dukheim en el que se refiere a la necesidad de una mayor individualidad  de los sujetos, debería implicar en el aumento de la autonomía y iniciativa individual, pero, no fue eso que pasó. Al contrario, las personas con una acción individualista, no la realizaban con base en la negociación de las relaciones interpersonales y del respeto a las normas y reglas sociales, tornando, con eso, opaca la relación del mundo subjetivo del individuo y la  sociedad. Esto ha causado una perdida del reconocimiento y comprensión  de los espacios de la sociabilidad destinados a la cohesión social y no un estado de desorganización. 

 El hecho es que este cambio cultural ha llevado el sujeto a la priorización de necesidades personales en que la meta sería la obtención de prestigio. Así que, en la falta de recursos o mismo de apoyo social para alcanzar tal prestigio,  el individuo se utilizaría de conductas desviantes, el que revelaría no solo la delincuencia juvenil, pero, una falta de estructura y descrédito del poder disciplinario de las instituciones normativas y formadoras de la conducta juvenil y la disolución del poder socializador de estas instituciones cuanto a la transmisión moral y ética para los jóvenes, indicando así, un tiempo de anomia (Idhac, 2009; De Giorgi, 2005; Formiga & Diniz, 2010; Lipovetsky, 1986).

 Tal estado de anomia sigue un camino de caos social, en la que, romper la norma o manifestar alguna conducta desviante entre los jóvenes puede ser un acto ennoblecedor para la construcción de la imagen juvenil y la busca de las aspiraciones del consumo para propia realización del sujeto. Un desvío excesivo de la norma transpone los espacios de la vida particular de las personas, afectando los espacios  públicos y colectivos y un sentimiento de inseguridad y exclusión social (Arendt, 2009; Neto, 2006; Sorj & Martuccelli, 2008).

jueves, 29 de noviembre de 2012

PREDICCIÓN DE LA VIOLENCIA: ENTRE LA PELIGROSIDAD Y LA VALORACIÓN DEL RIESGO DE VIOLENCIA Antonio Andrés Pueyo y Santiago Redondo Illescas. Grupo de Estudios Avanzados en Violencia. Universidad de Barcelona

El comportamiento violento es uno de los elementos más característicos y alarmantes de la delincuencia grave. 
La atribución de peligrosidad a los responsables de estos delitos violentos ha servido durante muchos años como factor explicativo y sobre todo predictivo de la reincidencia y la gravedad de las actuaciones de estos delincuentes, entre los que destacan los agresores sexuales, los homicidas y los maltratadores familiares. 
La intensa preocupación social por el comportamiento violento ha demandado a la Psicología soluciones que han superado el ámbito tradicional de aplicación de la Psicología de la Delincuencia al definirse nuevos delitos como la violencia de género y especialmente por el surgimiento de las demandas atencionales que requieren las víctimas. Hoy los  profesionales de la Psicología son requeridos para actuar también en la prevención, para evitar la ocurrencia y el mantenimiento de cualquier tipo de violencia. Entre estas nuevas demandas se encuentra la predicción futura de las conductas violentas que tienen una alta tasa de repetición. El atributo esencial sobre el que se ha fundamentado la predicción de la violencia ha sido la peligrosidad. La peligrosidad es un constructo con una capacidad predictiva limitada ya que no es el único determinante del comportamiento violento. 
En los últimos 15 años han surgido nuevas técnicas de predicción basadas en la valoración del riesgo de violencia que han demostrado tener una mayor eficacia predictiva. Presentaremos estas nuevas técnicas de predicción de la violencia, sus propiedades y sus aplicaciones. Dichas técnicas mejoran de forma significativa la eficacia predictiva, ayudan a clarificar las bases sobre las que los profesionales sustentan sus decisiones relacionadas con el futuro del comportamiento individual y facilitan la gestión y prevención de la violencia.
Palabras clave: Peligrosidad, Violencia, Predicción y Valoración del Riesgo.

Violent behaviour is one of the most characteristic elements of burden and serious crimes. The “dangerousness” is an attribution towards these violent criminals has been used during many years as an explanatory and mostly predictive fact of the recidivism of the criminal acts of these chronic criminals, sexual predators, serial killers and domestic offenders.The strong social worry about these violent behaviours have forced Psychology to find solutions that have surpassed the traditional scope of the criminal psychology, defining new offences such as gender violence and specially when appearing new ways of treatment of the victims. Nowadays, professional psychologists are required in order to take part of the prevention processes, to avoid occurrence or reiteration of any kind of violence. The prediction of violence is amongst these new requirements. The most important attribute in where mostly all of the predictions of violence are based is the degree of dangerousness of the individual, but it has a limited predictive capacity, because it isn’t the only fact that affects violent behaviour. In these last 15 years, we’ve find new ways to predict violence that are based on the violence risk assessment, and their results have had a higher predictive effectiveness. In this paper we present these new techniques of violence risk assessment, with their characteristics and applications. These new techniques significantly improve the predictive power, and they help to clarify the process that professionals use to take their decisions
about the future of the violent behaviour, facilitating violence risk management strategies and prevention.
Key words: Dangerousness, Violence, Prediction, Risk assessment

Algunos casos criminales recientes muestran cómo reclusos de permiso o ex-carcelados, maridos, ex-maridos o novios sometidos a órdenes de alejamiento de sus parejas, jóvenes con precoces historiales violentos, o enfermos mentales dados de alta de hospitales psiquiátricos, cometen graves actos violentos. Estos sucesos constituyen el núcleo principal del problema de la reincidencia y evidencian el riesgo de violencia existente en ciertos individuos (Blackburn, 1999; Buchanan, 1999; Campbell, 1995; Hart, 1998).

Estamos muy acostumbrados a utilizar la peligrosidad como atributo clave para estimar la probabilidad futura de realización de comportamientos violentos, pero el desarrollo de la psicología criminológica ha mostrado que la capacidad predictiva de la peligrosidad es limitada y su uso poco eficaz para los profesionales que toman decisiones prospectivas en contextos forenses, clínicos o penitenciarios (Webster et al., 1997, Andrews y Bonta, 2003, Scott y Resnick, 2006). En los últimos 15 años se han desarrollado nuevas técnicas para   predecir   la   conducta   violenta   basadas   en   tres elementos principales: a) un mejor conocimiento de la naturaleza y procesos que producen la violencia, b) la sustitución del término “peligrosidad” por el de “riesgo de violencia”, y c) el desarrollo de protocolos e instrumentos de uso profesional para la valoración del riesgo de violencia (Andres Pueyo y Redondo, 2004). Analizaremos, de forma resumida, estos aspectos para ofrecer al lector una imagen actual de la predicción de la violencia.

La violencia es un fenómeno interpersonal y social (Reiss, 1994) que afecta seriamente al bienestar y la salud de los individuos. En la actualidad se ha convertido en un problema colectivo de primer orden con graves consecuencias sobre el desarrollo político-económico y social de los grupos humanos (Krug et al., 2002). Esta situación ha provocado una reacción de alarma social en un contexto de rechazo e intolerancia generalizada acerca del uso de la violencia en las relaciones humanas. En el año 2002, Gro Harlem Burtland, directora general OMS, afirmaba: “la violencia está presente en la vida de numerosas personas en todo el mundo y nos afecta a todos en algún sentido” (Krug,2002; pp.2).

La reacción de intolerancia y rechazo social contra la violencia se acompaña de una serie de demandas para solucionar las causas y las consecuencias de la misma.
Estas demandas recaen sobre todos los agentes sociales, empezando por las estructuras político-administrativas del Estado y las demás administraciones públicas, las organizaciones sociales, los medios de comunicación, etc. En consecuencia se ha producido una movilización urgente de los profesionales que trabajan en tres ámbitos de actuación concretos: la justicia, la sanidad y los servicios sociales. Todos ellos tienen un efecto directo sobre el control y la prevención de la violencia.

Entre todos estos profesionales, los psicólogos y las psicólogas (1) , tenemos unas responsabilidades muy relevantes, en primer lugar para atender a las víctimas de la violencia y también para intervenir con los agresores y evitar en el futuro sus comportamientos violentos. En este contexto las técnicas de predicción de la violencia forman parte de las estrategias de prevención y gestión del riesgo de violencia.

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿COMO PREDECIR EL COMPORTAMIENTO VIOLENTO?. DRA. KARIN ARBACH LUCIONI. REVISTA “DIALOGAR”, COLEGIO DE PSICOLÓGOS DE LA PROVINCIA DE CORDOBA. JULIO, 2008.


Desde hace más de medio siglo, en el seno de la Psicología se debate la cuestión de cuál es el mejor método con que cuentan los psicólogos para predecir el comportamiento humano. En este artículo el objetivo es presentar las perspectivas que han abordado el tema enfocándose concretamente sobre la predicción del comportamiento violento. Frecuentemente, los psicólogos y psiquiatras se ven enfrentados con situaciones que requieren evaluar y  gestionar las  conductas violentas de las personas que atienden en  su práctica profesional cotidiana. Las preguntas del tipo ¿quién se comportará violentamente?¿cuándo?¿quién será la potencial víctima?¿qué puede hacerse para prevenir un daño? tienen una relevancia principalmente jurídica, clínica y pública que requiere a los profesionales de la salud mental valorar el riesgo de violencia en una amplia variedad de  situaciones (2004; Rice, Harris & Quinsey, 2002; Shaw, 2000; Borum, 1996) y tomar decisiones para minimizar los efectos adversos de la conducta violenta.

Por ejemplo, en el ámbito clínico intervienen y deciden sobre el ingreso involuntario, el nivel de seguridad necesario durante la hospitalización, las condiciones óptimas para el alta, o las intervenciones convenientes para proteger a víctimas potenciales (McNiel, Gregory, Lam, Binder & Sullivan, 2003). También estos profesionales ofrecen su servicio en circunstancias vinculadas al sistema legal, como por ejemplo la valoración de la inimputabilidad por enfermedad mental, el  planteamiento de penas alternativas, la libertad condicional, la detección de violencia intrafamiliar, escolar o institucional o las decisiones de incapacitación  (Folino & Escobar Córdoba, 2004; Webster, Douglas, Eaves & Hart, 1997a; Borum, 1996).

En este proceso de toma de decisiones la predicción de la conducta violenta  es un requisito a cumplir  para alcanzar conclusiones y propuestas de acción  racionales y  adecuadas a cada caso. El tema que será abordado a continuación trata los métodos que actualmente disponen los profesionales de la salud mental para conducir este proceso.

Clásicamente los profesionales de la salud mental han defendido la idea de que la mejor alternativa para predecir el comportamiento de alguien es apelando al juicio de un experto y a su modo particular de organizar la información y tomar decisiones en base a ella. Según los supuestos del método clínico un profesional con experiencia puede saber cómo se comportará una persona basándose principalmente en su juicio clínico. Los datos de las pruebas, la información de la entrevista y los antecedentes son obtenidos y analizados por el clínico, quien combina de forma intuitiva su conocimiento y experiencia previa con la información que considera relevante sobre un caso único para hacer una predicción (Bjorkly, 2002; Mossman, 2000; Arango, Calcedo Barba, Gonzalez Salvador & Calcedo Ordoñez, 1999).

En el caso de la predicción de la conducta violenta los clínicos usan unas claves para evaluar la peligrosidad, y el acuerdo sobre cuáles son relevantes varía en función de la experiencia del clínico y del contexto (por ejemplo psiquiátrico, forense o penitenciario). Hasta el momento, los clínicos acuerdan más en algunos factores de riesgo, como por ejemplo la exposición repetida a la violencia, las amenazas o la historia de violencia o ciertas condiciones psiquiátricas, que en otros, como los intentos suicidas, la edad, el género o la ausencia de remordimiento  (Louw, Strydom & Esterhuyse, 2005). Sin embargo,  aún  existe un bajo nivel de fiabilidad entre evaluadores  sobre  las claves principales para la predicción de la  violencia (Odeh, Zeiss & Huss, 2006) lo que conlleva una  baja precisión  en la tarea  predictiva  (Webster, Hucker & Bloom, 2002; Gardner, Lidz, Mulvey & Shaw, 1996).
No obstante, hace pocos años algunos  ajustes metodológicos en las investigaciones  permitieron demostrar que el método clínico presenta  una habilidad predictiva mejor que el azar, aunque modesta y  parcialmente basada en claves incorrectas (Dolan & Doyle, 2000; Monahan & Steadman, 1994; Mossman, 1994; Lidz, Mulvey & Gardner, 1993).

Las desventajas del método clínico principalmente derivan del elevado nivel de pericia requerido para obtener resultados óptimos, y de las limitaciones y sesgos en el procesamiento de la información propios del juicio humano. Las correlaciones ilusorias, ignorar la tasa base de la conducta a predecir, confiar en claves muy  llamativas y los sesgos confirmatorios, retrospectivos o de memoria, son algunos de ellos  (McMillan, Hastings & Coldwell, 2004; Elbogen, 2002; Buchanan, 1999).

viernes, 16 de noviembre de 2012

EVOLUCIÓN DE LA TIPOLOGÍA DE MENORES INTERNADOS EN CENTROS DE REFORMA DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA VASCA* Ángel Estalayo Hernández**; Juan Carlos Romero León***

La evolución en la tipología de violencia en los centros de Justicia Juvenil, responde, a nuestro parecer, fundamentalmente a dos factores:
• el surgimiento de la nueva ley penal del menor que ha conllevado el incremento en edad de los menores internados
• el aumento de internamientos provinientes de sectores institucionales de protección del menor.

Si bien es cierto que desde el comienzo existían casos relativos a problemáticas relativas a dinámicas familiares disfuncionales, junto con situaciones características de la adolescencia, también lo es que en la actualidad se ve más que nunca cómo en las familias de los delincuentes la relación del padre con el hijo se produce bajo el signo de un rechazo activo. De este modo, “la existencia de un vínculo negativo entre el adolescente y el padre provoca en el muchacho el sentimiento de verse rechazado activamente por el progenitor” (Cirillo et al, 1997:33).

Tal es así, que una de las formas más explícitas de rechazo activo es la necesidad de que un menor sea tutelado por una Institución pública. Su inserción en pisos o centros constituye la escenificación cotidiana del rechazo de que ha sido objeto. Si, además, a ello se le suma los problemas de relación con los profesionales del servicio, la estigmatización parece cerrar un círculo que aumenta las posibilidades de salidas violentas al conflicto interno, máxime si entendemos que en las desviaciones o conductas antisociales se puede ver un desplazamiento hacia la sociedad de un resentimiento, en parte inconsciente, dirigido originariamente contra el padre. Así, puede observarse la reacción de los menores hacia el propio sufrimiento con la violencia, ante la dificultad que presentan para entender el contenido de excitación antidepresiva de determinados gestos antisociales. En este sentido, conviene tener en cuenta el significado del paso al acto en estos lapsos de edad, de manera que “expresa este carácter de irrupción violenta de un acto que viene a romper un cierto equilibrio. Es sinónimo lo más a menudo de impulsividad y tiene una connotación delictiva y asocial. En cuanto al contexto que sobreviene al acto, es preciso diferenciar lo que pertenece al registro del impulso y de la compulsión” (Jeamnet, 19:988). Este punto contribuye a diferenciar entre perfiles más primarios, caracterizados en nuestra opinión por registros de impulso, y aquellos secundarios, más relacionados con la compulsión.

De esta forma, la evolución nos conduce a una población:
• con un perfil más secundario, menos tendente al paso al acto por impulsividad y con una capacidad de demora y planificación que le sitúa en el transito casi consumado de lo disocial a lo antisocial; de esta forma, los actos violentos cometidos suelen estar revestidos de mayor crudeza;

• derivada en un número cada vez mayor de instituciones públicas de protección que se ven desbordadas por situaciones y conflictos más violentos que en épocas anteriores. Su inclusión en centros de Justicia Juvenil conlleva necesariamente la interposición de una denuncia, que no en pocas ocasiones procede del propio equipo educativo. En nuestra opinión este hecho constituye un nuevo rechazo activo de un menor que ya había sido rechazado con anterioridad. Ello cobra especial importancia si estas figuras educativas constituyen el escenario representativo de la sociedad sobre el que el menor desplaza su resentimiento contra la figura paterna;

• dicho perfil secundario también conlleva una mayor disociación de los contenidos conflictivos y problemáticos de su historia personal, así como un aumento de la negación sobre los actos que han conducido al menor a su internamiento en un Centro de Justicia Juvenil;

• todo lo anterior, conlleva presencia de menores con delitos de mayor gravedad, así como mayor reincidencia y número de infracciones;

• en muchas ocasiones los intentos de individuación se conducen a intentos de sustituir viejas relaciones que propician situaciones de repetición y fijación; “por lo general las personas no eligen la pareja que quieren, sino que reciben la pareja que necesitan. Se escoge una pareja que, según se espera, le permitirá al individuo eliminar, reproducir, controlar, superar, revivir o cicatrizar, dentro de un marco diádico, lo que no pudo saldarse internamente” (Frammo, 1996:133);

• son menores más conflictuados y violentos en los que no es extraño encontrar situaciones autolesivas de creciente gravedad, explicitando más, si cabe, el componente depresivo de muchas de las acciones que emprenden, así como el carácter pretendidamente antidepresivo de dichas excitaciones;

• son menores que suelen responder a estructuras de personalidad borderlines con presencia de mecanismos de defensa tales como: escisión, idealización, devaluación, identificación proyectiva, control omnipotente y acting out. Puede llegar a darse presencia de estructuras narcisistas que utilizan dichos mecanismos, destacando el uso de la idealización y la devaluación; no obstante y según la evolución se observa un incremento de desarrollos disociales, principalmente en los casos en los que se dan internamientos seguidos y comisiones de delitos al término de su estancia en Centros;

• se da una creciente presencia de menores procedentes de sectores socio-culturales marginales, con una predominancia de origen árabe. Las variables culturales y sociales de desarraigo contribuyen a ampliar la escenificación de un rechazo activo de índole social;

• el rechazo activo paterno mencionado con anterioridad, suele ir acompañado de una ambivalencia materna que contribuye a generar sistemas familiares que van desde aquellos que mantienen con los profesionales una relación de enfrentamiento, al desplazar sobre los mismos la tensión acumulada con los miembros de los Juzgados, pudiendo llegar a una protección del menor que, en ocasiones, raya el encubrimiento, a aquellos que desde la transferencia de la impotencia y la desconfianza llegan al supuesto inconsciente de resistencia a la colaboración, dado que cualquier éxito en la intervención sobredimensionaría su incapacidad anterior. También están las que directamente escinden la existencia de su hijo, incurriendo en abandonos o negligencias continuadas;

• todas las dinámicas transferenciales de las familias de origen se extienden a las situaciones de relaciones de pareja de los menores

jueves, 8 de noviembre de 2012

Conducta antisocial de los adolescentes y su realización con el éxito académico. María de Lourdes Solís Segura* Martha Díaz Flores** Eduardo Tenorio Morón***


Resumen
Se han realizado desde hace años, muchos estudios en diferentes aspectos para crear y desarrollar modelos preventivos de las conductas antisociales en adolescentes, centrados en factores de riesgo y con ello se pudiesen lograr resultados alentadores.
Se han realizado diferentes esfuerzos para llevar a cabo programas enfocados en el manejo de determinadas variables de riesgo.
La etiología de las conductas antisociales de los adolescentes sugiere que un modelo de prevención viable, este modelo, debe incluir una atención simultánea a un número de factores de riesgo presentes en diferentes aspectos sociales y ajustarse a las distintas etapas del desarrollo.
La revisión bibliográfica efectuada muestra diversas investigaciones realizadas en adolescentes que tienen un mayor comportamiento conflictivo en el proceso de socialización, revelan que son los que estos adolescentes, presentan un mayor número de asignaturas reprobadas al final del curso escolar.
Palabras clave: Conducta, antisocial, adolescencia, responsabilidad, éxito académico.

Abstract
Has been made for years, many studies in different ways to create and develop preventive models of antisocial behaviors in adolescents, focusing on risk factors and thereby could achieve encouraging results. Various efforts have been made to carry out programs focused on the management of certain risk variables. The etiology of adolescent antisocial behavior suggests that a viable prevention, this model, model must include a simultaneous attention to a number of risk factors present in different social aspects, and conform to the different stages of development. The literature review carried out shows various research in adolescents who have a more confrontational behavior in the socialization process, reveal that those who are these teens have a greater number of subjects failed at the end of the school year.
Key words: Anti-social behaviour, teenage, responsibility, academic success.

Tradicionalmente, la adolescencia ha representado un periodo crítico en el inicio y/o incremento de problemas del comportamiento, específicamente en el antisocial y delictivo, La alta participación de jóvenes en actos antisociales y delictivos es una amenaza potencial para el desarrollo individual, social y económico de un país. Los jóvenes con estas características atraviesan sin éxito por los procesos de educación formal, debido a ello se involucran en actividades marginales y de alto riesgo psicosocial (Sanabria, 2009).
El costo de la delincuencia implica familias desintegradas y rompimiento de relaciones, así como no práctica de valores en el núcleo familiar; jóvenes muertos prematuramente, y con ello, pérdida del capital humano y de vidas humanas productivas, y un precio económico debido a la alta y costosa atención de las emergencias derivadas de la delincuencia, por ejemplo, los costos para la atención de la salud y de programas educativos y de rehabilitación (Sanabria, 2009).
Los adolescentes, quienes presentan comportamientos antisociales y delictivos en edades tempranas y por tiempo prolongado (niños pequeños y/o preadolescentes), forman parte de un grupo en alto riesgo para continuar con las mismas conductas y de mayor gravedad durante la edad adulta. Estos mismos jóvenes también estarían en alto riesgo para otros problemas, como dificultades académicas, consumo de sustancias psicoactivas y comportamientos sexuales de riesgo (Sanabria, 2009).
Actualmente, existe una multiplicidad de términos para hacer referencia a la conducta antisocial, como las conductas agresivas e impulsivas y los trastornos o problemas de la conducta, entre otros (Sanabria, 2009).
Acorde a Sanabria, el término conducta antisocial hace referencia a “diferentes comportamientos que reflejan trasgresión de las reglas sociales y/o sea una acción contra los demás”, en este caso por parte de adolescentes y jóvenes (Sanabria, 2009).
La incluyen trasgresión de normas sociales en relación con la edad, tales como romper objetos de otras personas en lugares públicos o la calle, el cine, autobuses; golpear, agredir a otras personas; falsificar notas, no asistir al colegio o llegar tarde intencionalmente, copiar en un examen; ensuciar las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras; tirar piedras a la gente, casas o autos; hasta conductas delictivas como robar y agredir a otras personas (Sanabria, 2009).

viernes, 2 de noviembre de 2012

AGRESIVIDAD Y EVOLUCIÓN DE LA PERSONALIDAD. UN ENFOQUE DINÁMICO-VINCULAR.(*) Carlos Rodríguez Sutil

RESUMEN
En este artículo se presenta la evolución de la agresividad a través de tres prototipos básicos de la personalidad: agresiva (o antisocial), explosivo-bloqueada y rígida (obsesivo-compulsiva). Se muestra como la agresividad se expresa de forma directa, en el primer nivel, es bloqueada y expresada con explosividad, en el segundo nivel, o se expresa de manera continua pero indirecta, desplazándose al respeto de las normas y el orden, en el tercer nivel. Se compara este esquema con las tres fases del desarrollo moral, según Kohlberg (1964): preconvencional, convencional y postconvencional.

ABSTRACT
In this paper we present the evolution of aggression through three basic personality prototypes: aggressive personality (antisocial), explosive-block, and rigid (obsessive -compulsive). It is showed how aggression is expressed directly, at the first level, blocked and expressed by means of the explosion, at the second level, or aggression is expressed continuos but indirectly, displaced to the norms and order, at the third level. We compare this scheme with that of the three stages in the moral development, following Kohlberg (1964): preconventional, conventional, and postconventional.

INTRODUCCIÓN

Lo que define a la personalidad son las pautas semipermanentes de comportamiento, manifestadas principalmente en la relación interpersonal. El enfoque interpersonal en psicopatología posee ilustres antecedentes, como es H.S. Sullivan (1953), así como la más reciente exposición de D.J.Kiesler (1986) y, desde otra perspectiva, J.S.Wiggins (1979; Wiggins, Phillips y Trapnell, 1989) y su utilización de descriptores de la conducta interpersonal, derivados de la teoría interpersonal de la personalidad y de la psicoterapia. Nuestra línea de inspiración más directa es la psicopatología vincular (Caparrós, 1980, 1992, 1993) y la teoría de las relaciones objetales de influencia kleiniana (Kernberg, 1984, 1994, 1996).
Pero, aunque defendemos una definición de la personalidad que busca la consistencia no somos partidarios de posturas internalistas o esencialistas, como parece habitual desde los trabajos de Allport (1937). La perspectiva interpersonal es la que, precisamente, debería permitir superar dicho conflicto, como hemos señalado en otros lugares (Rodríguez Sutil, 1993, 1998). La crítica de las entidades internas que llevó a cabo el filósofo vienés Ludwig Wittgenstein, muestra con claridad que no es que los términos mentales sean traducibles a términos conductuales, sino que o son términos conductuales o no son nada. Los rasgos de la personalidad no deben ser inferidos del comportamiento y atribuidos a una instancia interna al individuo, sino que son nuestra manera de tipificar el comportamiento de dicho individuo, si bien no en secuencias breves pues el diagnóstico de la personalidad requiere un examen cuidadoso de la historia vital del paciente. El estudio de autobiografías se ha mostrado sumamente productivo en nuestra práctica.

La mejor manera de entender la personalidad en el ámbito clínico, consiste en la descripción de los comportamientos en su contexto significativo, junto con las circunstancias, históricas y actuales, que pueden haberlos producido o mantenerlos. Las pautas de comportamiento se pueden agrupar, a su vez, en un segundo nivel de semejanza. Para esa agrupación recurrimos al concepto de "núcleo" de los trabajos de Caparrós (1980, 1992, 1993). Caparrós entiende por "núcleo" una estructura inconsciente, la internalización de los vínculos fundantes de la personalidad, vínculos que se componen de tres elementos: el self, el objeto y la situación, justifica así que se trata de un concepto puente entre la psicología profunda y la psicopatología fenomenológica. Aunque su antecedente más directo está en las posiciones intrapsíquicas de la teoría kleiniana (esquizo-paranoide y depresiva) también describe el núcleo como un conjunto de conductas automatizadas y como filtro en la percepción de la realidad.

Desde la psicología cognitiva clínica, Aaron T.Beck (Beck, Freeman y otros, 1995) ha propuesto un concepto semejante, que es el de esquema', utilizado con anterioridad por autores tan relevantes como Bartlett y Piaget, que supone también una serie inconsciente de conductas automatizadas, una forma peculiar de procesar las percepciones y de tomar decisiones. El concepto de "esquema", junto con el de "internalización", pueden ser engañosos por la connotación de interioridad que sugieren, pero también pueden ser interpretados desde la visión externa del comportamiento, nos sirven para agrupar las regularidades.
En este trabajo nos proponemos ahora fundamentar desde la teoría y la práctica la línea evolutiva que lleva desde la expresión directa de la agresivi dad (personalidad agresiva o antisocial), a su total control y desplazamiento (personalidad rígida u obsesiva), pasando por el mecanismo inestable del estancamiento y la descarga brusca, propio del núcleo confusional,  que se produce en la personalidad explosivo-bloqueada(1).