Se
han realizado desde hace años, muchos estudios en diferentes aspectos para
crear y desarrollar modelos preventivos de las conductas antisociales en
adolescentes, centrados en factores de riesgo y con ello se pudiesen lograr
resultados alentadores.
Se
han realizado diferentes esfuerzos para llevar a cabo programas enfocados en el
manejo de determinadas variables de riesgo.
La
etiología de las conductas antisociales de los adolescentes sugiere que un
modelo de prevención viable, este modelo, debe incluir una atención simultánea
a un número de factores de riesgo presentes en diferentes aspectos sociales y
ajustarse a las distintas etapas del desarrollo.
La
revisión bibliográfica efectuada muestra diversas investigaciones realizadas en
adolescentes que tienen un mayor comportamiento conflictivo en el proceso de socialización,
revelan que son los que estos adolescentes, presentan un mayor número de
asignaturas reprobadas al final del curso escolar.
Palabras
clave: Conducta, antisocial, adolescencia, responsabilidad, éxito académico.
Abstract
Has
been made for years, many studies in different ways to create and develop
preventive models of antisocial behaviors in adolescents, focusing on risk
factors and thereby could achieve encouraging results. Various efforts have
been made to carry out programs focused on the management of certain risk
variables. The etiology of adolescent antisocial behavior suggests that a
viable prevention, this model, model must include a simultaneous attention to a
number of risk factors present in different social aspects, and conform to the
different stages of development. The literature review carried out shows
various research in adolescents who have a more confrontational behavior in the
socialization process, reveal that those who are these teens have a greater
number of subjects failed at the end of the school year.
Key
words: Anti-social behaviour, teenage, responsibility, academic success.
Tradicionalmente,
la adolescencia ha representado un periodo crítico en el inicio y/o incremento
de problemas del comportamiento, específicamente en el antisocial y delictivo,
La alta participación de jóvenes en actos antisociales y delictivos es una
amenaza potencial para el desarrollo individual, social y económico de un país.
Los jóvenes con estas características atraviesan sin éxito por los procesos de
educación formal, debido a ello se involucran en actividades marginales y de
alto riesgo psicosocial (Sanabria, 2009).
El
costo de la delincuencia implica familias desintegradas y rompimiento de
relaciones, así como no práctica de valores en el núcleo familiar; jóvenes
muertos prematuramente, y con ello, pérdida del capital humano y de vidas
humanas productivas, y un precio económico debido a la alta y costosa atención
de las emergencias derivadas de la delincuencia, por ejemplo, los costos para la
atención de la salud y de programas educativos y de rehabilitación (Sanabria,
2009).
Los
adolescentes, quienes presentan comportamientos antisociales y delictivos en
edades tempranas y por tiempo prolongado (niños pequeños y/o preadolescentes),
forman parte de un grupo en alto riesgo para continuar con las mismas conductas
y de mayor gravedad durante la edad adulta. Estos mismos jóvenes también
estarían en alto riesgo para otros problemas, como dificultades académicas,
consumo de sustancias psicoactivas y comportamientos sexuales de riesgo
(Sanabria, 2009).
Actualmente,
existe una multiplicidad de términos para hacer referencia a la conducta
antisocial, como las conductas agresivas e impulsivas y los trastornos o
problemas de la conducta, entre otros (Sanabria, 2009).
Acorde
a Sanabria, el término conducta antisocial hace referencia a “diferentes
comportamientos que reflejan trasgresión de las reglas sociales y/o sea una
acción contra los demás”, en este caso por parte de adolescentes y jóvenes
(Sanabria, 2009).
La
incluyen trasgresión de normas sociales en relación con la edad, tales como
romper objetos de otras personas en lugares públicos o la calle, el cine,
autobuses; golpear, agredir a otras personas; falsificar notas, no asistir al
colegio o llegar tarde intencionalmente, copiar en un examen; ensuciar las
calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras; tirar piedras a
la gente, casas o autos; hasta conductas delictivas como robar y agredir a
otras personas (Sanabria, 2009).
Arce
(2010) parte de la base de que el comportamiento antisocial como el prosocial,
son adquiridos. Se entiende por factores de riesgo aquellas variables
individuales y ambientales que aparecen vinculadas con el comportamiento
desviado; y por factores protectores, aquellas variables o características
individuales y ambientales vinculadas al comportamiento prosocial, como las que
potencian las capacidades de los individuos expuestos a altos niveles de riesgo
para afrontar con éxito dichas situaciones adversas.
Al
respecto, Farrington (1996) resumió en 12 los principales factores de riesgo:
factores pre y peri-natales; hiperactividad e impulsividad; inteligencia baja y
pocos conocimientos; supervisión, disciplina y actitudes parentales; hogares
rotos; criminalidad parental; familias de gran tamaño; de privación
socioeconómica; influencias de los iguales; influencias escolares; influencias
de la comunidad; y variables contextuales.
Por
su parte, Lösel y Bender (2003) condensaron en 10 los factores protectores más
relevantes: factores psicofisiológicos y biológicos; temperamento y otras
características de personalidad; competencias cognitivas; apego a otros
significativos; cuidado en la familia y otros contextos; rendimiento escolar;
vínculo con la escuela y empleo; redes sociales y grupos de iguales;
cogniciones relacionadas con uno mismo, cogniciones sociales y creencias; y
factores de la comunidad y vecindario (Arce, 2010).
Estos
factores de protección o riesgo no se dan de forma aislada, sino en combinación
unos con otros, la combinación de los factores de riesgo ha dado lugar a los
modelos de vulnerabilidad o de déficit de destrezas en tanto la de los factores
de protección, a los de competencia.
Pero
¿qué es un modelo de vulnerabilidad?, se entiende por ello a un conjunto de
variables que se dan juntas y facilitan el comportamiento antisocial y
delictivo. Por el contrario, un modelo de competencia se obtiene de la unión de
variables de protección que pueden sumar sus efectos. Por ejemplo D’Zurilla
(1986) entiende la competencia social como un amplio rango de habilidades y
estrategias de afrontamiento; Peterson y Leigh (1990) como la conjunción de
procesos atribucionales, habilidades interpersonales y empatía; o, entre muchos
otros, Garrido y López (1995) como el resultado de destrezas cognitivas
(razonamiento, pensamiento, resolución de problemas), habilidades sociales,
valores y control emocional. En todo caso, estas propuestas agrupan un rango de
variables cognitivas, sociales o ambas para explicar, en último término, la
competencia cognitivo-social o no del individuo frente al comportamiento
antisocial o delictivo.
Los
factores de riesgo social, tales como el vecindario o la exposición a modelos,
que se ha evidenciado pueden actuar como un potenciador o inhibidor de la
competencia social y de comportamientos antisociales y delictivos (Arce, 2010).
Otra
de las grandes líneas de investigación sobre el comportamiento antisocial y
delictivo se ha centrado en la evolución. En ésta se han propuesto los modelos
de desarrollo, principalmente sociomorales que asumen como causa de la
adquisición del comportamiento antisocial y delictivo un estancamiento en el
desarrollo; y los dirigidos a variables del desarrollo o a las trayectorias de
desarrollo. Las trayectorias más significadas incluyen: trayectorias de curso
persistente, de inicio a edades tempranas, de inicio en la adolescencia y de
inicio en la adultez.
Arce
(2010) señala que todas estas teorías del desarrollo coinciden en señalar el
inicio de la adolescencia (14 años) como un punto crítico, bien porque se ha
producido un estancamiento en el desarrollo moral o psicosocial previamente a
la adolescencia (entre los 10 y los 14 años), bien porque con la adolescencia
(14 años) se inicia una de las trayectorias en la adquisición del comportamiento
antisocial y delictivo (Arce, 2010).
Acorde
a Bringas (2009), en la adaptación escolar de los adolescentes intervienen una
serie de factores, que dados en mayor o menor medida, traen como resultado un
éxito académico o, por el contrario, el fracaso escolar. Estos factores son
variados –como la motivación que tiene el alumno para el estudio, la relación
que establece con los profesores y compañeros, así como con otros amigos–, al
mismo tiempo que sus influencias van a proporcionar también experiencias de mejora
en el aprendizaje de las habilidades y de las respuestas prosociales, tanto
dentro como fuera del aula (Bringas, 2009).
Por
otro lado, en el contexto familiar, cabe destacar la actitud paterna hacia el
ambiente escolar y la preocupación de los padres por el nivel de rendimiento en
la adaptación escolar de sus hijos. Diferentes estudios con niños y
adolescentes demuestran que el rendimiento escolar puede verse afectado, no
solamente por el tiempo que dedican al estudio diariamente, el nivel de
inteligencia y/o la responsabilidad que presentan, sino también por las
diferentes actividades que los estudiantes realizan en su vida diaria, tales
como el consumo de los diferentes medios electrónicos de comunicación
–televisión, videojuegos e Internet–, que forman parte de la actividad diaria
de nuestros jóvenes en su socialización, se ha observado que el uso continuado
de medios de comunicación electrónicos, cuando conlleva una menor dedicación al
estudio, tiene repercusión en el rendimiento académico, y en algunos casos
extremos se llega a relacionar con el absentismo escolar.
Para
explicar el comportamiento adaptativo de los adolescentes Bringas considera que
es necesario tener en cuenta una serie de variables relacionadas con el propio
individuo, o variables internas, como son las características psicobiológicas o
temperamentales, así como las variables sociocognitivas. Entre las primeras,
tiende a referirse hiperactividad, extraversión, responsabilidad, neuroticismo,
impulsividad, búsqueda de sensaciones o ‘temperamento difícil’. Entre las
variables sociocognitivas, asumidas como la interrelación entre la persona y su
entorno, se situarían las expectativas, un procesamiento de la información
deficiente y habilidades de resolución de problemas (Bringas, 2009).
Las
variables referentes al contexto o situación que rodea al adolescente se deben
de considerar importantes, cuando se quiere explicar y comprender la presencia
de comportamientos conflictivos y antisociales en el desarrollo de su
socialización. Los factores explicativos consideran a la familia, el tamaño de
la misma, su desestructuración, el historial paterno de conductas antisociales,
las pautas de disciplina.
En
la escuela, el fracaso escolar, podría considerarse un factor de riesgo
desencadenante de un comportamiento antisocial, lo que explicaría que ello
pueda llevar, por un lado, al absentismo y, en algunos casos, a un abandono
temprano de la escuela que favorece el proceso de inadaptación o marginación
–la mayor disponibilidad de tiempo libre lo ocupan en la calle– y, por otra
parte, a una baja autoestima asociada a la autopercepción dentro del ambiente
escolar (Bringas, 2009).
El
ejercicio de las conductas antisociales está determinado por una interacción
entre características intrínsecas a los individuos así como influencias
provenientes de diversos grupos sociales. Esta afirmación se encuadra
claramente en la teoría del aprendizaje social de Bandura (1969, 1977), quien
considera al proceso de socialización como una adquisición de conductas y
valores determinada, en su mayor parte, por un conglomerado de relaciones
sociales en las que el individuo está inmerso (Muñoz, 2004).
Muñoz
(2004) considera que en el rubro de los factores escolares, las principales
variables implicadas son:
·Fracaso
académico: se ha mostrado como una variable relevante para la explicación de la
conducta antisocial juvenil. En este sentido, Farrington (1989) encontró que
obtener pobres rendimientos en la escuela elemental predecía estar convicto por
delito violento. El 20% de los chicos con informes de los profesores acerca de
un bajo rendimiento en la escuela elemental a la edad de 11 años fueron
condenados por delitos violentos en su etapa adulta, comparados con un
porcentaje inferior al 10% en el grupo con rendimiento normal. Asimismo,
aquellos que referían un bajo rendimiento en la escuela secundaria mostraron el
doble de probabilidad de estar convictos por violencia.
·Apego
escolar: la escuela tiene abundantes elementos positivos como institución
social y pedagógica. Por ejemplo: los buenos modelos de comportamiento del
profesorado, las expectativas de los alumnos adecuadamente altas con una
respuesta eficaz, una enseñanza interesante y bien organizada, un buen uso de
las tareas para casa. Así como, las relaciones de apoyo mutuo entre el hogar y
la escuela también serían importantes.
Desde
las teorías del control social se ha enfatizado en la importancia del apego o
compromiso hacia la escuela como importante factor protector contra el crimen.
La evidencia disponible apoya la hipótesis de que el bajo nivel de apego a la
escuela predice un posterior comportamiento violento. Datos semejantes son los
de Crosnoe y cols., (2002), quienes encuentran que aquellos adolescentes con un
mayor vínculo hacia la escuela tenían menos posibilidades de verse inmiscuidos
en situaciones problemáticas.
·Elevada
delincuencia y vandalismo en la escuela: Farrington (1989) encontró que los
chicos que tenían altos índices de delincuencia a la edad de 11 años informaban
levemente, aunque significativamente, más comportamiento violentoque otros
jóvenes al llegar a la adolescencia y etapa adulta. Por otro lado, el
vandalismo escolar puede consistir en agresiones físicas por parte de los
alumnos contra profesores o contra sus compañeros; violencia contra objetos y
cosas de la escuela amenazas, insultos, intimidación, aislamiento o acoso,
entre los propios escolares.
Este
último fenómeno se ha llamado bullying. El bullying es una forma de violencia
entre niños que suele ocurrir en el colegio y en sus alrededores. Bajo este
término se engloban tres formas de violencia: física (golpes, escupir, etc.),
verbal (insultos, menosprecios, etc.) y psicológica (falsos rumores,
intimidaciones, etc.). Estas conductas son buenos predictores de posteriores
actividades antisociales y criminales (Muñoz, 2004).
Muñoz
(2004) presenta resultados donde se han realizado diferentes esfuerzos para
llevar a cabo programas enfocados en el manejo de determinadas variables de
riesgo, obteniendo resultados muy positivos al lograr efectos protectores
durante varios años de seguimiento.
Esta
forma de aproximaciones se centran en la educación en la infancia y
adolescencia, el soporte familiar, el entrenamiento de los padres, la promoción
de la competencia social y académica y las estrategias de cambio organizacional
escolar. Pese a los avances, aún no se conoce certeramente el resultado que
estas intervenciones pueden tener en la población general y en situaciones
concretas de alto riesgo familiar, social o personal. En cualquier caso, resulta
necesario desarrollar abordajes preventivos que tengan como objetivo la
población general y/o las poblaciones de riesgo, adaptando las estrategias de
intervención a las distintas etapas de desarrollo cognitivo, psicológico,
fisiológico y social de las mismas.
Conclusiones
Se
debe considerar la presencia de conductas conflictivas en el comportamiento de
los adolescentes como un predictor y/o un resultante del fracaso académico o
del abandono escolar.
Los
resultados de los teóricos revisados han confirmado que los adolescentes con
representación de mayor presencia de comportamientos conflictivos en su proceso
de socialización, son quienes, al mismo tiempo, refieren un mayor número de
asignaturas reprobadas al final del curso escolar.
Si
se tiene en cuenta que el éxito académico depende, entre otros factores, por
ejemplo: del tiempo que los adolescentes dedican diariamente a sus tareas
escolares, no es de extrañar que los jóvenes considerados conflictivos en su
adaptación y comportamiento, sean los que reprueban más asignaturas, de igual
forma son los que menos tiempo pasan realizando las tareas académicas fuera del
horario escolar.
*Maestra
en Seguridad. Docente y responsable del Programa de Desarrollo Humano en la
Facultad de Odontología de la UAEM.
lur1818@yahoo.com.mx
**Doctora
en Educación. Docente y Responsable del Proyecto Institucional de
Fortalecimiento de los Valores Universitarios de la UAEM.
marfalda08@gmail.com
***Doctor
en Educación. Docente de la Escuela Preparatoria de la UAEM, Presidente de Área
Académica de Historia Nivel Medio Superior.
Bibliografía
Arce,
R., Seijo, D., Fariña, Laila, F. y Mohamed-Mohand. (2010). Comportamiento
antisocial en menores: Riesgo social y trayectoria natural de desarrollo en:
Revista Mexicana de Psicología, vol. 27, núm. 2, junio, 2010, pp. 127-142.
México: Sociedad Mexicana de Psicología, A. C.
Bringas
Molleda, C., Rodríguez Díaz, F. J. y Herrero Díez, F. J. (2009).
Responsabilidad y Comportamiento Antisocial del Adolescente como Factores
asociados al rendimiento escolar en: Acta Colombiana de Psicología, vol. 12,
núm.2, diciembre, 2009, pp. 69-76. Bogotá: Universidad Católica de Colombia.
Muñoz
García, J. J. (2004). Factores de riesgo y protección de la conducta antisocial
en adolescentes en: Revista Psiquiátrica Facultad Medicina Barna 2004;
31(1):21-27
Sanabria,
A. M., Uribe Rodríguez, A. F. (2009). Conductas antisociales y delictivas en
adolescentes infractores y no infractores en: Pensamiento Psicológico. Vol. 6,
Núm.13, 2009, pp. 203-217.
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