Capítulo II
2. La adolescencia, la Familia y la Delincuencia Juvenil
2.1. Adolescencia.
Etimológicamente, adolescencia deriva del termino latino “adolescere”, que significa
“crecer” y es definido como la etapa de desarrollo entre la niñez y la edad adulta. En el
proceso de crecimiento y desarrollo del ser humano permite evidenciar periodos con
características más o menos definidas no solamente desde el punto de vista físico sino
también emocional y social. Cada uno de estos periodos y más aún la adolescencia, es
influenciados por factores genéticos, el estado previo de la salud o enfermedad, las
experiencias de etapas anteriores, las condiciones propias e inherentes del medo físico,
cultural y social en que se desenvuelve el individuo, sus aspiraciones, sus deseos y la
necesidad en el futuro de desempeñarse como persona adulta (Cruz P., 2004).
Cabe recalar que según la estrategia de IMAN (Integración del Manejo de Adolescentes y
sus Necesidades), perteneciente a la OPS, no existe un concepto universal de adolescentes,
sino muchas definiciones, que catalogan a las y los adolescentes por la edad, o por sus
características biológicas o psicológicas (Iman/Ops, 2005). Por ello se considera las
siguientes definiciones.
Según la OMS, citado por Fitzgerald H, Strommen E. y Mckinney J. La define como
“Aquella etapa de cambios de la vida en la que se transita de patrones infantiles a adultos,
produciéndose profundas modificaciones sociales y psicológicas, llegando a la
independencia económico”. Considera la adolescencia desde los 10 a 19 años de edad.
Según el MINSA (Ministerio de Salud, 2009) define la adolescencia como la etapa que
presenta ciertos cambios, tanto en el aspecto fisiológico (estimulación y funcionamiento
de los órganos por hormonas, femeninas y masculinas). Cambios estructurales anatómico
y modificaciones el perfil psicológico y de la personalidad; Sin embargo, la condición de
la adolescencia no es uniforme y varia de acuerdos a las características individuales y de
grupo. Actualmente, acorde con la normativa nacional, establece a la adolescencia como
la población comprendida desde los 12 años de edad hasta los 17 años 11 meses y 29 días.
Es en la adolescencia donde se fijan prácticas y valores que determinan en el futuro la
forma de vivir sea o no saludable en el presente y el futuro. Es importante que la familia
ofrezca el soporte, orientación y modelos positivos necesarios que permitan el desarrollo y
crecimiento de sus miembros (MINSA, 2005).
Según Barbaran (2009), la adolescencia comprende cambios físicos, psicológicos y sociales es el periodo en que una persona se
prepara para ser un adulto productivo, con familia y con deberes ciudadanos. Erikson
(1968), que consideraba a la adolescencia como un periodo de moratoria o aplazamiento
en el que se han alcanzado capacidades tanto físicas como cognitivas muy similares a las
de los adultos, pero en el que todavía no se asumen las responsabilidades familiares y
laborales típicas de la adultez.
Según Piaget, caracterizaba a la adolescencia como un periodo de desequilibrio psíquico,
conflicto emocional y conducta errática, afirmando que los adolescentes oscilan entre la
rebelión y la conformidad, no sólo son egoístas y materialistas, sino también moralmente
idealistas; su conducta fluctúa entre ser desconsiderados y rudos pero también cariñosos y
tiernos; entre el ascetismo y el hedonismo, el entusiasmo infatigable y el hastió
indiferente; entre la confianza más absoluta y la duda medrosa.
La tarea fundamental de la adolescencia es lograr la inserción en el mundo de los adultos.
Para lograr este objetivo las estructuras mentales se transforman y el pensamiento
adquiere nuevas características en relación al del niño:
Comienza a sentirse igual ante los adultos y los juzga en este plano de igualdad y
entera reciprocidad.
Piensa en el futuro, muchas de sus actividades actuales apuntan a un proyecto
ulterior. Quiere cambiar el mundo en el comienzo a insertarse.
Tiende a comprender sus teorías (filosóficas, políticas, sociales, estéticas,
musicales, religiosas) con sus pares, al principio solo con los que piensan como él.
La discusión con otros le permite, poco a poco, el desarrollo (aceptar que su
verdad es un punto de vista, que puede haber otro igualmente valida y que puede
estar equivocado).
La inserción en el mundo laboral promueve más aún que la discusión con los
pares, la descentración y el abandono de dogmatismo mesiánico, (mi verdad es la
única verdad).
Los proyectos y sueños cumplen en esta etapa la misma función que la fantasía y
el juego en los niños: permiten elaborar conflictos, compensar las frustraciones,
afirmas el yo. imitar los modelos de los adultos, participar en medios y situaciones
de hecho inaccesibles.
La capacidad de interesarse por ideas abstractas le permite separa progresivamente
los sentimientos referidos a ideas de los sentimientos referidos a las personas que
sustentan esos ideales.
2.1.1.Desarrollo de la Adolescencia
2.1.1.1. Desarrollo Biológico
Una de las características fundamentales de la adolescencia es la serie de cambios
biológicos conocidos como pubertad. Estos cambios transforman físicamente al joven
desde un niño a un adulto maduro desde el punto de vista reproductor. Este proceso es tan
elemental en el desarrollo de la adolescencia que muchas personas identifican la pubertad
como el comienzo de la adolescencia. La pubertad implica un conjunto de
acontecimientos biológicos que producen cambios en todo el cuerpo (Coleman y Hendry,
1999).
2.1.1.2. Desarrollo Psicosocial
Esta visión subraya la influencia de los factores externos. La adolescencia es la
experiencia de pasar a una fase que enlaza la niñez con la vida adulta, y que se caracteriza
por el aprendizaje de nuevos papeles sociales: no es un niño, pero tampoco es un adulto,
es decir, su estatus social es difuso. En este desarrollo del nuevo papel social, el
adolescente debe buscar la independencia frente a sus padres. Surgen ciertas
contradicciones entre deseos de independencia y la dependencia de los demás, puestos que
se ve muy afectadas por las expectativas de los otros.
Los adolescentes buscan establecerse e identificarse dentro del ambiente social, buscan
coordinar la auto seguridad, la intimidad y la satisfacción sexual en sus relaciones.
2.1.1.3. Desarrollo Cognitivo
La adolescencia es una etapa avanzada de cognición en la que la capacidad de razonar va
más allá, del pensamiento concreto a uno abstracto, descrito como un pensamiento formal.
Piaget señala la importancia del cambio cognitivo y su relación con la afectividad. El
importante cambio cognitivo que se produce en estas edades genera un nuevo
egocentrismo intelectual, confiando excesivamente en el poder de las ideas.
2.1.1.4. Desarrollo Psicológico
La tarea evolutiva centra de la adolescencia, según Erick Erickson, es la formación de una
identidad individual coherente. La identidad es la autodefinición de una persona con
respecto a otras personas, a la realidad y a otros valores. En la identidad hay un
componente psicológico, referido a la imagen psicológica que cada persona tiene de sí
mismo y otros componentes sociales, referido a la imagen que el grupo tiene de sí mismo.
Esta autodefinición se forma a medida que el adolescente elige valores, creencias y metas
en la vida tras explorar las alternativas y desempeñar distintos roles.
2.1.1.5. Desarrollo Social
La socialización de los adolescentes se realiza a través de la familia, el instituto, el grupo,
los medios de comunicación y las normas culturales la familia es el primer agente de
socialización durante la niñez y es muchas veces quien selecciona de manera directa o
indirecta a otros agentes, pudiéndolos limitar o controlar el impacto de los demás agentes
de socialización como por ejemplo; elegir el instituto y controlar la relación del
adolescente con los medios de comunicación y sus grupo de amigos (Coleman y Hendry,
1999).
Es el seno de la familia donde la persona se socializa, aprende y adquiere tanto creencias
como actitudes, normas sociales interiorizadas, valores, intenciones y hace a partir de ellas
unas u otras conductas. El aprendizaje, la observación y las consecuencias de las acciones
van poco a poco moldeando el modo de ser del niño y posteriormente del adolescente.
La idealización de los padres otras figuras con profesores que se mantiene hasta la
entrada en la adolescencia, deja paso a una visión más realista de los mismos. Se produce
unos alejamientos de la familia y una identificación con grupo de amigos que pasan a
ocupar un papel de mayor peso, convirtiéndose en el refugio y sustitución de la relación
perdida. Los amigos ayudan a suavizar estos sentimientos de debilidad y las interacciones
con ellos, son importantes campos de prueba de las cualidades interpersonales del
adolescente y no deben ser interferidos. Le permite al adolescente poner en práctica lo
aprendido con otros agentes socializadores y a la vez, le comunica normas, valores y
formas de actuar en el mundo (Dulanto, 2000). En cuanto a los medios de comunicación,
se considera que influyen en la socialización ya que transmiten conocimientos a la vez que son muy potentes en reforzar los valores y normas de acción social aprendido con los
otros agentes socializadores (Perales y Chica, 2003).
2.1.1.6. Desarrollo Moral
Es necesario, tener en cuenta que el tema del pensamiento formal, propio del periodo
adolescente, es uno de los que más tiempo ha tardado en ser estudiado de forma
experimental y con cierta continuidad por investigadores que no se integraban dentro de la
Escuela de Ginebra. Carretero (1998b) detalla este aspecto indicando que las primeras
obras fundamentales sobre el pensamiento formal datan de la primera mitad de la década
de los cincuenta (Inhelder y Piaget, 1955). No se vuelve a retomar el tema hasta finales de
los años setenta, fecha en la que ya se va investigando más y de forma más detallada por
un buen número de investigadores.
La adolescencia es la etapa en la que los individuos se suelen adherir a valores y además,
este sistema de valores permanece estable en la adultez en la mayoría de los casos. En este
período se define la orientación que por lo general la persona mantendrá durante el resto
de su vida en relación a metas, fines y proyectos.
El desarrollo moral se corresponde con
un dominio donde las transformaciones son profundas en la etapa adolescente. Implica la
evolución progresiva de la apreciación individual de normas y valores sociales, y
comprende tres aspectos fundamentales:
Un nivel conceptual o cognitivo, que incluye los juicios morales, la representación
de las normas, el razonamiento y la conciencia moral.
Un nivel actitudinal, referido a elementos emotivos y de orientación evaluativa.
Un nivel pragmático, que considera las acciones y comportamientos morales,
como la conducta cooperativa, prosocial o de solidaridad.
En el estudio del desarrollo del juicio y razonamiento moral, destacan los análisis y
modelos de dos influyentes autores. Piaget, interesado principalmente en el desarrollo del
juicio moral en la infancia y Kohlberg, centrado en este desarrollo a lo largo de la
adolescencia y la edad adulta (Molpeceres, 1991).
2.1.1.7. Desarrollo Cultural
Considera la adolescencia un tiempo en que una persona cree que merece los privilegios
de los adultos, pero le son negados. Esta etapa termina cuando la sociedad le da poder
completo y estado de adulto.
2.1.1.8. Desarrollo Físico
La adolescencia se caracteriza por grandes cambios físicos que trasladan a la persona
desde la niñez hasta la madurez física. Estos cambios son importantes desde dos
perspectivas, por un lado, con ellos se consiguen la madurez orgánica del cuerpo humano
y por otro, por las necesidades de estilos de salud adecuados para que estos cambios
acaben con éxitos y se logre la adecuada madurez funcional (Behrman, Kliegman, y
Arvin, 2001).
2.1.1.9. Desarrollo Espiritual
Las creencias espirituales se relacionan de forma íntima con los aspectos éticos y morales
del auto concepto por lo que se deben considerar como parte de sus necesidades básicas.
Según Fowler indica que siete etapas en el desarrollo de la fe, los cuatros primeros en
intima asociación con el desarrollo cognitivo y psicosocial del niño y paralelas a él. La
adolescencia se sitúa en la cuarta etapa, individualizadoras reflexivas. Los adolescentes se
vuelven más escépticos y empiezan a comparar las normas religiosas de sus padres con las
de los demás, también empiezan a comparar con el punto de vista científico. Es un tiempo
de búsqueda y no de logros. Intentan determinar que conductas religiosas adoptaran e
incorporaran a su propio conjunto de valores, dudan de muchas ideas religiosas y no
elaboran conceptos profundos hasta el final de la adolescencia o comienzo de la edad
adulta (Behrman, Kliegman, y Arvin, 2001).
2.1.1.10.Desarrollo Afectivo
Tras el período turbulento de la pre adolescencia, la conducta de los jóvenes suele
sosegarse. Las relaciones familiares dejan de ser un permanente nido de conflictos
violentos y la irritación y los gritos dejan paso a la discusión racional, al análisis de las
discrepancias y hasta a los pactos y los compromisos
Esto significa que el adolescente ha conseguido librar con éxito el combate contra las
exigencias libidinales infantiles, de las que no obtiene ya satisfacción, y está dispuesto a
afrontar las dificultades que conlleva su nueva condición, por fin plenamente asumida, de
joven adulto.
A partir de este momento, el conflicto se desplaza desde la ambivalencia
afectiva a la reivindicación de ciertos derechos personales, entre los que destacan las
exigencias de libertad e independencia, la libre elección de amistades, aficiones, etc. El
adolescente intenta experimentar sus propios deseos más allá del estrecho círculo de las
relaciones familiares y para ello necesita imaginarse reprimido por los padres, lo esté o no.
La fantasía de represión de sus iniciativas es estructurarte para su afectividad, que obtiene
una base firme para iniciar experiencias adultas. La represión real, por el contrario, coloca
al adolescente en una situación de desequilibrio, que puede precipitar prematuramente los
tanteos del joven en el mundo de los adultos, o bien –operando en sentido contrario desacreditarlos
por completo.
En resumidas cuentas: en este segundo momento de la adolescencia, los intereses
afectivos de los jóvenes abandonan masivamente el ámbito familiar, estableciendo nuevas
elecciones de objetos afectivos extra familiares, como es propio de todo adulto. El
problema reside en que la afectividad va más allá de la familia, pero el adolescente sigue
viviendo y tal vez por mucho tiempo- en el domicilio paterno.
2.1.2.Etapas de la Adolescencia
2.1.2.1. Adolescencia Temprana (de los 10 a los 14 años)
Tomada en un sentido amplio, podría considerarse como adolescencia temprana el período
que se extiende entre los 10 y los 14 años de edad. Es en esta etapa en la que, por lo
general, comienzan a manifestarse los cambios físicos, que usualmente empiezan con una
repentina aceleración del crecimiento, seguido por el desarrollo de los órganos sexuales y
las características sexuales secundarias.
Estos cambios externos son con frecuencia muy
obvios y pueden ser motivo de ansiedad, así como de entusiasmo para los individuos
cuyos cuerpos están sufriendo la transformación. Es durante la adolescencia temprana que
tanto las y los adolescentes cobran mayor conciencia de su género que cuando eran
menores, y pueden ajustar su conducta o apariencia a las normas que se observan. Pueden
resultar víctimas de actos de intimidación o acoso, o participar en ellos, y también sentirse
confundidos acerca de su propia identidad personal y sexual.
La adolescencia temprana debería ser una etapa en los adolescentes cuenten con un espacio claro y seguro para llegar
a conciliarse con esta transformación cognitiva, emocional, sexual y psicológica, libres de
la carga que supone la realización de funciones propias de adultos y con el pleno apoyo de
adultos responsables en el hogar, la escuela y la comunidad.
Dados los tabúes sociales que
con frecuencia rodean la pubertad, es de particular importancia darles a los adolescentes
en esta etapa toda la información que necesitan para protegerse del VIH, de otras
infecciones de transmisión sexual, del embarazo precoz y de la violencia y explotación
sexuales. Para muchos adolescentes esos conocimientos llegan demasiado tarde, si es que
llegan, cuando ya han afectado el curso de sus vidas y han arruinado su desarrollo y su
bienestar (Lavaje, 1996).
2.1.2.2. Adolescencia Tardía (de los 15 a los 19 años)
La adolescencia tardía abarca la parte posterior de la segunda década de la vida, en líneas
generales entre los 15 y los 19 años de edad. Para entonces, ya usualmente han tenido
lugar los cambios físicos más importantes, aunque el cuerpo sigue desarrollándose.
El
cerebro también continúa desarrollándose y reorganizándose, y la capacidad para el
pensamiento analítico y reflexivo aumenta notablemente. Las opiniones de los miembros
de su grupo aún tienden a ser importantes al comienzo de esta etapa, pero su ascendiente
disminuye en la medida en que los adolescentes adquieren mayor confianza y claridad en
su identidad y sus propias opiniones.
La temeridad es un rasgo común de la temprana y mediana adolescencia, cuando los
individuos experimentan con el “comportamiento adulto”– declina durante la adolescencia
tardía, en la medida en que se desarrolla la capacidad de evaluar riesgos y tomar
decisiones conscientes. Sin embargo, el fumar cigarrillos y la experimentación con drogas
y alcohol frecuentemente se adquiere en esta temprana fase temeraria para prolongarse
durante la adolescencia tardía e incluso en la edad adulta. Por ejemplo, se calcula que 1 de
cada 5 adolescentes entre los 13 y los 15 años fuma, y aproximadamente la mitad de los
que empiezan a fumar en la adolescencia lo siguen haciendo al menos durante 15 años.
El
otro aspecto del explosivo desarrollo del cerebro que tiene lugar durante la adolescencia es
que puede resultar seria y permanentemente afectado por el uso excesivo de drogas y
alcohol. En la adolescencia tardía, las mujeres suelen correr un mayor riesgo que los
varones de sufrir consecuencias negativas para la salud, incluida la depresión; y a menudo la discriminación y el abuso basados en el género magnifican estos riesgos. Las
muchachas tienen una particular propensión a padecer trastornos alimentarios, tales como
la anorexia y la bulimia; esta vulnerabilidad se deriva en parte de profundas ansiedades
sobre la imagen corporal alentadas por los estereotipos culturales y mediáticos de la
belleza femenina (Lavaje, 1996).
2.1.3.Características de la Adolescencia
2.1.3.1. Desarrollo de la Personalidad
Sobre el desarrollo de la personalidad se han desarrollado variadas teorías, por parte de
diferentes autores dedicados al estudio de los diversos aspectos que influyen en el
desarrollo y comportamiento del individuo en la adolescencia.
La adolescencia es, si se quiere una etapa muy delicada y clave en el desarrollo de la
personalidad que va a regir la vida del adulto, su desarrollo social, emocional y
desenvolvimiento positivo en la sociedad. Según algunos autores, se creía, que el
temperamento y el carácter, integrantes principales de la imagen corporal estaban
determinados biológicamente y venían predicados por la información general.
La imagen
corporal adquiere mayor importancia cuando el adolescente se encuentra en grupos que
dan demasiada importancia a los atributos físicos tanto del varón como la hembra, o
cuando en su entorno familiar o social se burlan de cualquiera de sus características
físicas, estatura, contextura, color, etc. La imagen corporal se toma más en cuenta en la
hembra que en el varón y hasta en algunos casos determinan la profesión escogida.
Pero
es necesario hacer hincapié, que, aunque la imagen corporal juega un papel en el
desarrollo de la personalidad, son factores de mayor importancia el ambiente donde se
mueve el joven, la familia y los valores que se mueven a su alrededor y de vital
importancia la motivación como el motor que pone a funcionar todas sus acciones hacia el
logro de metas trazadas (Aguirre, 1994).
2.1.3.2. Búsqueda de la Identidad
Búsqueda de la identidad es un viaje que dura toda la vida, cuyo punto de partida está en
la niñez y acelera su velocidad durante la adolescencia. Como Erik Eriksson (1950)
señala, este esfuerzo para lograr el sentido de sí mismo y el mundo no es “un tipo de malestar de madurez” sino por el contrario un proceso saludable y vital que contribuye al
fortalecimiento total del ego del adulto (Lavaje, 1996).
2.1.3.3. Identidad Frente a la Confusión de la Identidad
Para formar una identidad, el ego organiza las habilidades, necesidades y deseos de una
persona y la ayuda a adaptarlos a las exigencias de la sociedad. Durante la adolescencia la
búsqueda de “quién soy” se vuelve particularmente insistente a medida que el sentido de
identidad del joven comienza donde termina el proceso de identificación.
La
identificación se inicia con el moldeamiento del yo por parte de otras personas, pero la
información de la identidad implica ser uno mismo, en tanto el adolescente sintetiza más
temprano las identificaciones dentro de una nueva estructura psicológica. Eriksson
concluyó que uno de los aspectos más cruciales en la búsqueda de la identidad es decidirse
por seguir una carrera; como adolescentes necesitan encontrar la manera de utilizar esas
destrezas; el rápido crecimiento físico y la nueva madurez genital alertan a los jóvenes
sobre su inminente llegada a la edad adulta y comienzan a sorprenderse con los roles que
ellos mismos tienen en la sociedad adulta.
Erickson considera que el primer peligro de esta etapa es la confusión de la identidad, que
se manifiesta cuando un joven requiere un tiempo excesivamente largo para llegar a la
edad adulta (después de los treinta años). Sin embargo, es normal que se presente algo de
confusión en la identidad que responde tanto a la naturaleza caótica de buena parte del
comportamiento adolescente como la dolorosa conciencia de los jóvenes acerca de su
apariencia. De la crisis de identidad surge la virtud de la fidelidad, lealtad constante, fe o
un sentido de pertenencia a alguien amado o a los amigos y compañeros.
La fidelidad representa un sentido muy ampliamente desarrollado de confianza; pues en la
infancia era importante confiar en otros, en especial a los padres, pero durante la
adolescencia es importante confiar en sí mismos (Lavaje, 1996).
2.1.3.4. Inserción de la Comunidad
Es necesario prever el ambiente favorable en el que, antes de cualquier otra cosa, se
aprendan los sentimientos, los valores, los ideales, las actitudes y los hábitos de
significación ético social. Es ésta una responsabilidad primero de la familia y después de
la escuela; formar en los muchachos personalidades socialmente adaptadas de modo que, al salir del círculo familiar y escolar, puedan ocupar el lugar que les corresponden en la
comunidad de los ciudadanos.
Hay en las jóvenes actitudes que puedan llamarse prevalentemente sociales, porque están
fundadas en necesidades que están en sí mismas orientadas socialmente a la necesidad de
aprobación de conformidad, de reconocimiento y participación.
Estos factores llevan a la
formación de grupos sociales como: clubes, equipos, fraternidades, organizaciones
juveniles, etc. La función específica de tales grupos es la de favorecer el proceso de
socialización mediante la comunicación entre los hombres.
Con participación activa de
estos grupos, los adolescentes pueden adquirir muchos de los conceptos fundamentales y
de los procedimientos que están en la base de una prospera vida social.
Las actividades juveniles hacia la sociedad consideradas globalmente son más bien
pesimistas, en el sentido que la sociedad se considere como una construcción arbitraria
hacha por los adultos.
Esta sociedad de adultos produce en muchos un estado de ánimo de
repulsión, en las transacciones, en la astucia o en la fuerza, y muy raras veces en la
honestidad. Por eso la problemática de la sociedad requiere una técnica adecuada de tipo
organizativo para que puedan concretarse positivamente. Su realización descoordinada
acaba por disocializar realmente al individuo en los umbrales de la madurez. Muchas
actividades antisociales de los adultos se ven como productos de inadaptaciones
precedentes de tipo conflictivo acaecidas en el ámbito de la vida de grupo durante la edad
evolutiva (Aguirre, 1994).
2.1.4.Autoestima
Es el sentimiento de aceptación y aprecio hacia uno mismo, que va unido al sentimiento
de competencia y valía personal. El cual es aprendido de nuestro alrededor, mediante la
valoración que hacemos de nuestro comportamiento y de la asimilación e interiorización
de la opinión de los demás respecto a nosotros (Pacheco y Huarsaya, 2009).
Según la Estrategia Sanitaria Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud, la
autoestima es el sentimiento valorativo de nuestra manera de ser, de quienes somos, del
conjunto de rasgos corporales, mentales y emocionales que configuran nuestra
personalidad. Esta se aprende, cambia y la podemos mejorar. Muchas veces dependerá de
cómo se encuentra nuestra autoestima para adquirir éxitos y fracasos en el transcurrir de
nuevas vidas. Se dice que cuando mantenemos una autoestima adecuada, esta se vinculara al concepto positivo de uno mismo, potenciara la capacidad de las personas a desarrollar
sus habilidades y aumentar el nivel de seguridad personal.
A diferencia de una autoestima
baja, que enfocara a la persona hacia la derrota y el fracaso (Minsa, 2005).
MINSA concuerda con lo mencionado por dicho autor, afirmando que la autoestima tiene
una gran influencia en la forma de comportarnos y especialmente en la forma en que nos
relacionamos con los demás (Minsa, 2005).
Es una actitud hacia uno mismo y es el resultado de la historia personal. Resulta de un
conjunto de vivencias, acciones, comportamientos que se van dando y experimentando a
través de la existencia. Es el sentimiento que se expresa siempre con hechos.
Es el proceso
mediante el cual la persona, confronta sus acciones, sus sentimientos, sus capacidades,
limitaciones y atributos en comparación a su criterio y valores personales que ha
interiorizado. La autoestima sustenta y motiva la personalidad. Es el resultado de hábitos,
capacidades y aptitudes adquiridas en todas las vivencias de la vida; es la forma de pensar,
sentir y actuar, la cual conlleva la valoración de lo que en nosotros hay de positivo y de
negativo, implica así mismo un sentimiento de lo favorable o desfavorable, de lo
agradable o desagradable que veamos en nosotros. Es sentirse a gusto o disgusto consigo
mismo. Es la admiración ante la propia valía (Harry, 2002).
2.1.4.1. Componentes de la Autoestima
Según Gloria Marsellach Umbert citado por Santos A. (2012).
2.1.4.1.1. Autoconocimiento
Es conocer las partes que componen el yo, cuáles son sus manifestaciones, necesidades,
habilidades y debilidades; los papeles que vive el individuo y a través de los cuales es.
En
otras palabras, autoconocimiento es: Conocer por qué y cómo actúa y siente el individuo.
Al conocer todos sus elementos, que desde luego no funcionan por separado, sino que se
entrelazan para apoyarse uno al otro, el individuo logrará tener una personalidad fuerte y
unificada; si una de estas partes no funciona de manera eficiente, las otras se verán
modificadas y su personalidad será insegura, con sentimientos de ineficiencia y
desvaloración.
Tener una imagen adecuada, correcta del propio yo, mediante:
Ser consciente de uno mismo.
Descubrir, identificar, reconocer la forma de pensar, sentir y actuar propia.
Analizar y conocer nuestras experiencias personales, nuestro pasado, para que nos
sirvan para nuestro futuro.
2.1.4.1.2. Auto Concepto
Es el conjunto de percepciones organizado jerárquicamente, coherente y estable, aunque
también susceptible de cambios, que se construye por interacción a partir de las relaciones
interpersonales.
El constructo auto concepto incluye:
Ideas, imágenes y creencias que uno tiene de sí mismo.
Imágenes que los demás tienen del individuo.
Imágenes de cómo el sujeto cree que debería ser.
Imágenes que al sujeto le gustaría tener de sí mismo.
El autoconcepto en la adolescencia puede estar especialmente condicionado por la imagen
corporal (autoconcepto corporal). Muchos adolescentes se inquietan y preocupan por su
cuerpo.
Los cambios rápidos que experimentan no dejan de producirles cierta perplejidad,
extrañeza y cierta inquietud. El crecimiento desproporcionado de sus extremidades, las
espinillas en las chicas, el cambio de voz en los chicos, y todo lo que es el cambio físico,
les hace sentir su cuerpo como ajeno a sí mismos, encontrándose en la necesidad de
reelaborar el propio esquema corporal.
2.1.4.1.3. Autovaloración
Refleja la capacidad interna de calificar las situaciones: si el individuo las considera
"buenas”, le hacen sentir bien y le permiten crecer y aprender, por el contrario, si las
percibe como "malas", entonces no le satisfacen, carecen de interés y le hacen sentirse
devaluado, mal, incompetente para la vida, no apto para una comunicación eficaz y
productiva.
Es una configuración de la Personalidad, que integra de modo articulado un concepto de sí
mismo por parte del sujeto, en el que aparecen cualidades, capacidades, intereses y
motivos, de manera precisa, generalizada y con relativa estabilidad y dinamismo,
comprometido en la realización de las aspiraciones más significativas del sujeto en las
diferentes esferas de su vida. Puede incluir contenidos que se poseen, otros deseables y otros inexistentes que constituyen un resultado de las reflexiones, valoraciones y vivencias
del sujeto sobre sí mismo y sobre los contenidos esenciales de su propia Personalidad". La
autovaloración puede tener ciertos grados de desarrollo en cada individuo de acuerdo con
sus características psicológicas individuales, en función de la manera en que se percibe a
sí mismo física y subjetivamente, de acuerdo con las cualidades, aptitudes y capacidades
que cree poseer, con qué sexo, género, familia y cultura se siente identificado, hasta qué
punto se conoce, y cuánto se estima. Estas características, sin lugar a dudas adquieren
matices particulares, a partir de las percepciones individuales del sujeto, pero se
encuentran también determinadas por las condiciones de vida y educación en las que se
haya formado su personalidad.
2.1.4.1.4. Auto Aceptación
Las personas adquieren y forman conceptos de sí mismas, es decir, tienen maneras de
hablarse, tratarse, motivarse, desmotivarse; todo esto deriva de las ideas, pensamientos
que se cultivan en la mente. Cuando se habla de sí mismo se manifiesta lo que se cree ser.
Sin embargo, el cambio, al ser una decisión, hace ver que la persona no es lo que creía ser,
puesto que los defectos y los esquemas mentales no permitían ver otras posibilidades de
pensar y actuar.
La auto aceptación pese a tener un enfoque más interno en la persona, conduce a pensar en
un ámbito delicado donde el individuo debe hacer las paces consigo mismo a pesar de que
su condición no sea la más favorable.
2.1.4.1.5. Auto Respeto
Es atender y satisfacer las propias necesidades y valores. Expresar y manejar en forma
conveniente sentimientos y emociones, sin hacerse daño ni culparse. Buscar y valorar todo
aquello que lo haga a uno sentirse orgulloso de sí mismo. Se basa en conocerse, en
encontrar esa sensación o sentimiento de identidad espiritual (Santos, 2012).
2.2. La Familia
Parece ser que la familia juega un papel importante en la vida de una adolescente ya que la
formación del individuo comienza desde el núcleo familiar Vargas, (1997). Sánchez
(1976) citado en Soria R., Montalvo J. y Arizpe M. (1998) define a la familia como el núcleo primario fundamental para promover la satisfacción de las necesidades básicas del
hombre, y sobre todo de los hijos. Así mismo Estrada (1991) citado Soria R., Montalvo J.
y Arizpe M. (1998), habla de la familia nuclear y se refiere a ella como un conjunto de
seres que viven bajo un mismo techo y que tienen un peso emotivo significativo entre
ellos, también dice que es una unidad de personalidades interactuantes que forman un
sistema de emociones y necesidades conectadas entre sí, de la más profunda naturaleza. Al
igual Castellán (1992), citado Soria R., Montalvo J. y Arizpe M. (1998), define a la
familia como la reunión de individuos por vínculos de sangre que viven bajo el mismo
techo o en un mismo conjunto de habitaciones con una comunidad de servicios. Terkelsen
(1980) citado en Soria R., Montalvo J. y Arizpe M. (1998) define a la familia como un
pequeño sistema social integrado por individuos relacionados entre sí por fuertes afectos y
lealtades recíprocas (Soria, Montalvo y Arispe, 1998).
Olson, Russell y Sprenkle (1979), citado en Ramírez H.(2004) describen la funcionalidad
familiar en cuanto a la adaptabilidad y cohesión, definiendo la adaptabilidad o cambio
como la habilidad del sistema familiar para cambiar su estructura de poder, las relaciones
de roles, las normas y reglas en función de las demandas situacionales o de desarrollo, es
decir, la capacidad que posee el sistema conyugal o familiar para cambiar sus relaciones
en respuesta a una situación o a una evolución estresante. La cohesión la definen como la
vinculación emocional entre los miembros de la familia, e incluye cercanía, compromiso
familiar, individualidad y tiempo compartido, es decir, los lazos emocionales que los
miembros de la familia tienen unos con otros y el grado de autonomía personal que
experimentan (Ramírez, 2004). Para Moos R. (1974) el ambiente es un determinante
decisivo del bienestar del individuo; asume que el rol del ambiente es fundamental como
formador del comportamiento humano ya que éste contempla una compleja combinación
de variables organizacionales y sociales, así como también físicas, las que influirán
contundentemente sobre el desarrollo del individuo. En cuanto al clima social familiar,
son tres las dimensiones o atributos afectivos que toma en cuenta para evaluarlo: una
dimensión de relaciones, una dimensión de desarrollo personal y una dimensión de
estabilidad y cambio de sistemas.
Para estudiar estas dimensiones Moos R. (1974) ha
elaborado diversas escalas de clima social aplicables a diferentes tipos de ambiente. La
escala de Ambiente Social Familiar (FES) mide la percepción de cada miembro de la
familia sobre diferentes aspectos de la vida familiar, haciendo referencia a toda la familia y tomando en cuenta aspectos como cohesión, expresividad, conflicto, independencia,
orientación a metas, orientación cultural e intelectual, recreación, religiosidad,
organización y control (Gonzales y Pereda, 2009). Son las características socio
ambientales de todo tipo de familias, en cuanto a las relaciones interpersonales entre los
miembros de la familia, los aspectos de desarrollo que tienen mayor importancia en ella y
en su estructura básica en referencia a su estabilidad (Moos, 1974).
Podemos mencionar a Zamudio (2008) citado en Galarza C. (2012) quien nos dice que:
La familia constituye la red básica de relaciones sociales en su máxima expresión cultural
y emocional. Además de ser la institución más compleja por su componente erótico -
afectivo y por su papel en los procesos de reproducción mental y social, recibe todas las
tensiones y condiciones del medio. La familia se convierte en una especie de síntesis de
todas las contradicciones sociales que se reflejan en ella, más o menos fuertemente,
dependiendo de sus reservas de cohesión social. En los últimos años, la familia ha sufrido
importantes transformaciones que tienen que ver con la limitación de espacios y tiempos
familiares derivadas de la tensión entre horarios de trabajo, insatisfacciones individuales y
limitaciones económicas; con las limitantes de espacios y tiempos que debilitan en las
grandes ciudades, la dimensión relacional de la familia extensa; y con las políticas
públicas que fraccionan aún más los grupos familiares por edad y sexo. Fuertes tensiones
de pareja aumentan las separaciones conyugales con las consecuencias sobre cónyuges e
hijos. Por otro lado, la familia según la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la
sociedad y del Estado.
Los lazos principales que definen una familia son de dos tipos:
vínculos de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo reconocido socialmente,
como el matrimonio que, en algunas sociedades, sólo permite la unión entre dos personas
mientras que en otras es posible la poligamia, y vínculos de consanguinidad, como la
filiación entre padres e hijos o los lazos que se establecen entre los hermanos que
descienden de un mismo padre (Galarza. 2012).
Zamudio (2008), No hay consenso sobre la definición de la familia, se considera que la
familia nuclear derivada del matrimonio heterosexual. Sin embargo las formas de vida
familiar son muy diversas, dependiendo de factores sociales, culturales, económicos y
afectivos, la familia como cualquier institución social, tiende a adaptarse al contexto de
una sociedad cada vez más globalizada.
No se puede dejar de lado a la Organización de las Naciones Unidas, ONU (1994) donde se define a la familia como: El grupo de
personas del hogar que tiene cierto grado de parentesco por sangre, adopción o
matrimonio, limitado por lo general al cabeza de familia, su esposa y los hijos solteros que
conviven con ellos. Asimismo, enfatiza en que la familia es una entidad universal y tal vez
el concepto más básico de la vida social; sin embargo, las familias se manifiestan de muy
diversas maneras y con distintas funciones. El concepto del papel de la familia varía según
las sociedades y las culturas. No existe una imagen única ni puede existir una definición
universalmente aplicable, es así que en lugar de referirnos a una familia, parece más
adecuado hablar de "familias", ya que sus formas varían de una región a otra y a través de
los tiempos, con arreglo a los cambios sociales, políticos y económicos (ONU, 1994).
Por otra parte, Gonzales, O. y Pereda, A. (2009), en su tesis sobre clima social familiar
cita a Escardo quien define a la familia como: Una entidad basada en la unión biológica de
una pareja que se consuma con los hijos y que constituye un grupo primario en el que cada
miembro tiene funciones claramente definidas. No podemos ignorar que la familia está
inmersa en la sociedad de la que recibe de continuo múltiples, rápidas e inexcusables
influencias, de lo que resulta que cada sociedad tiene su tipo de familia de acuerdo con sus
patrones e intereses culturales.
2.2.1.Funciones de la Familia
Medalie (1987) citado en Santos A (2012), la familia está encargada, como ente principal
de la composición de una sociedad, de desarrollar todos los procesos básicos que llevan al
progreso de sus miembros. En este núcleo social se trasmiten los principios y actitudes
psicosociales. Las conductas, comportamientos y enfermedades pueden delinearse en la
interacción de los participantes de una familia. Entre las funciones que se deben llevar a
cabo en una familia, está el desarrollo de los roles de los miembros, la comunicación, y las
transacciones múltiples.
Por eso las personas “pertenecemos a distintos grupos que
podemos llamar sistemas sociales (escuela, trabajo, equipos deportivos, clubes sociales,
vecindarios o asociaciones, etc.). sin embargo, la familia es el sistema en que vibran más
las emociones, los sistemas de creencias, las tradiciones, las fortaleza y vulnerabilidades,
los elementos de apoyo y con frecuencia la fuente de estrés y de presiones que nos
empujan al éxito o al fracaso”.
2.2.1.1. Función Socializadora
En la familia como grupo primario, la socialización se desarrolla como función
psicológica, función de interrelación de sus miembros y como función básica de la
organización social. En este sentido, la socialización es el eje fundamental en torno al cual
se articula la vida intrafamiliar y el contexto sociocultural con su carga de roles,
expectativas, creencias y valores (Molpeceres, 1994).
La socialización parental ha sido objeto de especial atención de los científicos sociales a
lo largo del siglo XX. Es bien conocido que las prácticas educativas o de socialización
parentales varían según las culturas, las cuales establecen el rango de oportunidades para
el desarrollo, definen los límites de lo que es deseable, lo que son variaciones individuales
“normales” y el rango y foco de la variación personal que se permite, desea y recompensa
(Scarr, 1993; Arnett, 1995).
De esta manera la socialización significa inevitablemente la
definición de límites, y las culturas difieren en el grado de restricción que se imponen. Los
límites culturales establecidos en el curso de la socialización incluyen no sólo demandas
explícitas, restricciones y advertencias, sino también, la más sutil, pero no menos
influyente, fuerza de las expectativas de los demás, tal y como se experimenta a través de
las interacciones sociales.
Lo cierto es que los procesos de socialización familiar y sus efectos en la personalidad y
ajuste del niño y el adolescente, han sido objeto de preocupación constante de los
psicólogos y pedagogos de diferentes orientaciones y perspectivas interesados en esta
parcela de estudio.
No debemos olvidar que la socialización de los hijos es la principal
responsabilidad de las familias en gran parte de las sociedades y que las formas en que los
padres logran este objetivo varía no sólo entre las culturas (Kobayashi y Power 1989; Lin
y Fu, 1990; Zern, 1984), sino también entre las familias (Molpeceres, 1991, 1994; Musitu
y Allat, 1994)
El término socialización, de amplio uso en Psicología, Pedagogía, Antropología y
Sociología, denota el proceso mediante el cual se transmite la cultura de una generación a
la siguiente (Whiting, 1970). Para Arnett (1995) la socialización es un proceso interactivo
mediante el cual se transmiten los contenidos culturales que se incorporan en forma de
conductas y creencias a la personalidad de los seres humanos.
También se puede definir
como un proceso de aprendizaje no formalizado y en gran parte no consciente, en el que a
través de un entramado y complejo proceso de interacciones, el niño asimila conocimientos, actitudes, valores, costumbres, necesidades, sentimientos y demás
patrones culturales que caracterizarán para toda la vida su estilo de adaptación al ambiente
(Musitu y Allatt, 1994).
Mediante este importante proceso se consiguen, al menos, tres objetivos generales de gran
importancia, tanto para el niño socializado como para la sociedad en la que está integrado:
El control de impulsos, incluyendo el desarrollo de una conciencia.
Preparación y ejecución del rol, incluyendo roles ocupacionales, roles de género y
roles en las instituciones, tales como el matrimonio y la paternidad.
El cultivo de fuentes de significado –esto es, lo que es importante, lo que tiene que
ser valorado, por qué y para qué se tiene que vivir.
El proceso de socialización cumple, en consecuencia, una función radicalmente social,
puesto que es, esencialmente, un proceso de inmersión cultural que en gran medida
determinará la futura forma de actuar del niño, el adolescente y el joven; aprenderán las
limitaciones y posibilidades que les depara su porvenir en la comunidad, controlarán sus
impulsos y aprenderán roles que les permitirán expresarse considerando la existencia de
los demás.
Este proceso requiere que el sujeto, objeto de la socialización, participe de las
fuentes de significado que hacen posible las relaciones sociales. Del éxito de este proceso
dependerá, no solo la supervivencia y adaptación del niño, sino también la contribución de
éste a la sociedad y al futuro mismo de la comunidad cultural de la que forma parte.
2.2.1.2. Funciones Intrafamiliares
Mejía. (1991) citado en Santos A. (2012), cada participante debe recibir tres funciones
básicas por parte de la familia como tal:
Apoyo y protección para satisfacer las necesidades materiales y biológicas.
Ayuda para que cada persona logre un desarrollo de su personalidad adecuado, y
pueda realizar los roles que le imponen los demás participantes de su familia, así
como también la sociedad.
La satisfacción de la pareja, la reproducción y la crianza de los hijos, entre otros.
2.2.1.3. Funciones Extra Familiares
La familia está expuesta a “presión exterior originada en los requerimientos para
acomodarse a las instituciones sociales significativas que influyen sobre los miembros familiares”.
“La respuesta a estos requerimientos exige una transformación constante de la
posición de los miembros de la familia” “para que puedan crecer mientras el sistema
familiar conserva su continuidad”. La familia debe “trasmitir los valores, actitudes éticas,
normas de comportamiento, estrategias para sobrevivir y tener éxito en un mundo social
complejo y competitivo”.
La familia está influenciada por el estrato social al que
pertenece. Por lo tanto, una de sus funciones es la de proveer un status a sus miembros. Al
ser la familia la unidad primaria de la sociedad, entre sus miembros se desarrollan diversas
funciones de comunicación, división de roles y transacciones múltiples, que le permiten
tener una dinámica específica y propia (Santos, 2012).
Teniendo en cuenta que la familia es el primer lugar en donde los niños aprenden a
satisfacer sus primeras necesidades, los mismos que, le servirán de soporte para integrarse
a un medio social que le rodea, una de las funciones más importantes de la familia es
entonces, satisfacer las necesidades de sus miembros. Asimismo, Romero, S. Sarquis, F. y
Zegers, H. (1997) sostienen que todas las personas, especialmente los niños, necesitan que
los responsables de la familia cumplan ciertas funciones: “dado a que cada persona tiene
necesidades particulares, las mismas que deben ser satisfechas y que son muy importantes
para su calidad de vida. Manifiesta además que, la familia es el primer lugar en donde el
niño aprende a satisfacer esas necesidades que en el futuro le servirán de apoyo para
integrarse a un medio y a su comunidad”.
2.2.2.Clima Social Familiar.
Es la suma de las aportaciones personales de cada miembro de la familiar, traducida en
algo que proporciona emoción. A su vez el clima se mejora en la medida en que se
establecen relaciones entre dos personas, se define tres dimensiones fundamentales y cada
una está constituida por elementos que las componen: relación, desarrollo y estabilidad.
La teoría del clima Social de Moos (mencionada en García, 2005) es aquella situación
social de la familia que define 3 dimensiones fundamentales y cada una está constituida
por elementos que la componen:
La dimensión de relaciones familiares cuyos elementos son cohesión, expresividad y
conflicto. La dimensión de desarrollo cuyos elementos son: autonomía, actuación,
intelectual – cultural, social – recreativo, moral – religioso y finalmente la dimensión de
estabilidad definida por los elementos de organización y control. En este sentido Kemper S. (2000), Menciona que la escala del clima social en la familia tiene como fundamento a
la teoría del clima social de Rudolf Moos, citado en García C., (2005), y esta tiene como
base teórica a la psicología ambientalista”.
Los estilos familiares de socialización. El estilo educativo de los padres también es
influyente tanto en el proceso educativo de los estudiantes como en las relaciones familiaescuela.
Para Pereira y Pino (2002) distingue “varios estilos educativos que vienen
determinados por la presencia o ausencia citado en Galarza C. (2012), de dos variables
fundamentales a la hora de establecer la relación padres/madres/hijos. La cantidad de
afecto o disponibilidad de los padres y madres; y el control o exigencia paterna/ materna
que se plasma en la relación padres/madres/hijos y que dan origen a las diferentes
prácticas educativas. Según se combinen el afecto y la exigencia, surgirán cuatro estilos de
familias: Democrático, autoritario, permisivo y negligente
Hidalgo y Palacios (1999) citado en Galarza C. (2012), refiere que el estilo autoritario: se
caracteriza por unos padres que utilizan el poder para conseguir la obediencia. Privan de
libertad a sus hijos, adoptan una actitud severa basada en una disciplina rígida e
intransigente que sanciona de forma extremada hasta las faltas más leves. Los hijos se
vuelven rebeldes e inadaptados, introvertidos y tímidos. Sus armas son la agresividad y la
mentira y suelen convertirse en adultos inmaduros e inseguros con una baja autoestima.
Los padres que no suelen expresar abiertamente su afecto a los hijos y tienen poco en
cuenta sus intereses o necesidades inmediatas. Estilo permisivo: los padres dejan hacer a
sus hijos lo que quieren. No existen normas ni límites evitando así los conflictos y
eludiendo sus responsabilidades.
No transmiten noción de autoridad, son los intereses y
deseos del menor los que parecen dirigir las interacciones adulto- niño/a, pues los padres
están poco interesados en establecer normas, plantear exigencias o ejercer control sobre la
conducta de los menores que les ayuden a desarrollar su inteligencia emocional y su
sentido común.
Hidalgo y Palacios (1999) citado en Galarza C. (2012), refiere que en el estilo negligente
los padres muestran poco compromiso en las tareas de crianza y educación, y sus
relaciones con los hijos se caracterizan por la frialdad y distanciamiento. Toda la familia
esta desconectada, muchos gritos. Tienen hijos con poca tolerancia a la frustración y poco
control emocional, no tienen metas a largo plazo y son propensos a actos delictivos. que
en el estilo democrático o positivo:
Los padres favorecen la autonomía de sus hijos potenciando su responsabilidad y su autoestima a través del diálogo, la tolerancia, se
comprometen, buscan soluciones, expresan cariño y afecto, escuchan pacientemente y
fomenten la participación. En consecuencia, los hijos son respetuosos y tolerantes, y se
convierten en adultos capaces de enfrentarse a los problemas, seguros, críticos, reflexivos
y constructivos.
2.2.2.1. Dimensiones del Clima Social Familiar
Moos R, (1974) clasifica el clima social familiar en las siguientes dimensiones:
2.2.2.1.1. Relaciones
Es el grado de comunicación y libre expresión dentro de la familia y el grado de
interacción conflictiva que la caracteriza. Está conformado por:
Cohesión: grado en que los miembros de la familia están compenetrados y se
ayudan entre sí.
Expresividad: grado en que se permite y anima a los miembros de la familia a
actuar libremente sus sentimientos.
Conflicto: grado en que se expresan libre y abiertamente la cólera, agresividad y
conflicto entre los miembros de la familia.
2.2.2.1.2. Desarrollo
Es la importancia que tienen dentro de la familia ciertos procesos de desarrollo personal,
que pueden ser fomentados o no por la vida en común. Está constituida por cinco sub
escalas:
Independencia: o grado en que los miembros de la familia están seguros de sí
mismos y toman sus propias decisiones.
Orientación a metas: referida al grado en que las actividades se enmarcan en una
estructura competitiva.
Orientación cultural e intelectual: o grado de interés en las actividades políticas,
sociales, intelectuales y culturales.
Recreación: que mide el grado de participación en este tipo de actividades.
Religiosidad: definida por la importancia que se da en el ámbito familiar a las
prácticas y valores de tipo ético y religioso. (Moos, 1974. traducción y adaptación
Chaparro y Ayala, 2000).
2.2.2.1.3. Estabilidad
Proporciona información sobre la estructura y organización de la familia y sobre el grado
de control que habitualmente ejercen los miembros de la familia sobre los otros.
Organización: importancia que se da a un clara organización y estructura al
planificar actividades y responsabilidades de la familia.
Control: grado en que la dirección de la vida familiar se atiene a reglas y
procedimientos establecidos (Galarza, 2012).
2.3. Delincuencia Juvenil
La adolescencia representa un periodo crítico en el inicio y experimentación de conductas
de riesgo. Pero además, en estos últimos años se ha producido un cambio cualitativo y
cuantitativo en el patrón de conductas violentas de estos jóvenes —que cada vez empiezan
antes a delinquir—, incrementándose el número de actos vandálicos, ya no sólo hacia
bienes materiales, sino también hacia las personas, por lo que la situación se hace todavía
más preocupante (Martín y Martínez, 1998). Lo que está claro es que muchos de los
delitos que cometen los adolescentes son muy graves, originando consecuencias realmente
serias tanto para ellos como para la sociedad.
La delincuencia se caracteriza por su considerable versatilidad, al mismo tiempo que es
posible que los patrones muestren una importante heterogeneidad en variedades de
conducta antisocial. Esto se evidencia, por ejemplo, con respecto a la omnipresencia y a la
persistencia. Así, la mayor parte de los varones toman parte alguna vez en su vida en
actividades delictivas ocasionales. Sin embargo, sólo uno de cada 23 varones y una de
cada 50 mujeres muestra una conducta antisocial persistente que va asociada a la
disfunción social omnipresente a la que se aplica el término diagnóstico trastorno de
personalidad antisocial. Por lo tanto, parece evidente que ya no resulta aceptable analizar
la conducta antisocial como si constituyese una entidad homogénea.
Gran cantidad de estudios han observado que los sujetos que participan en acciones
delictivas de manera frecuente, tienden a diferenciarse de otros miembros de la población general en una gran variedad de aspectos.
A modo de resumen, algunos rasgos
característicos de estos individuos, teniendo en cuenta por supuesto, que la medida en la
que éstos muestran esta gama más amplia de conductas varía mucho:
Cuando son muy jóvenes, las personas que posteriormente desarrollan repetidas
actividades antisociales tienden a ser superactivas, de conducta indisciplinada,
hostiles y tienen dificultad para llevarse bien con los demás niños.
También cuando son jóvenes, tienden a ser impulsivos y a estar deseosos de buscar
experiencias nuevas y excitantes.
Además de estas características, en la niñez media y en la adolescencia tienen más
inclinación que los demás a mostrar sentimientos de infelicidad, a tener
dificultades de lectura y a consumir drogas ilegales.
Cuando estos rasgos persisten en el final de la adolescencia y en la edad adulta
temprana, adoptan a menudo la forma de excesos en la bebida, un historial laborar
irregular, dificultades en las relaciones con la familia y los amigos, tendencia a
contraer deudas y a jugar, y propensión a responder a la frustración y a otras
dificultades mediante el uso de la violencia.
En general, el adolescente que muestra un comportamiento disruptivo lo manifiesta con
conductas violentas —verbales o físicas—, burlas, provocaciones, peleas, discusiones
sobre conflictos ya resueltos, falta de cooperación con sus compañeros/as, fracaso a la
hora de demostrar sus habilidades sociales —lo que le incapacita para una interacción
positiva con sus iguales o superiores—, violación de los derechos de los demás, consumo
de sustancias y robos, etc. Es importante tener en cuenta una serie de parámetros como la
frecuencia y magnitud de los hechos, así como la edad en que se cometen, ya que esto
servirá para predecir las consecuencias en la vida adulta (Gómez y cols., 1998).
Respecto a la edad, cuanto más pronto comienzan los jóvenes a fumar, beber y buscar
pareja, más débiles son el apego y las aspiraciones de éstos y mayores las probabilidades
de llegar a involucrarse en la delincuencia. En definitiva, cuanto mayor sea el apego, el
compromiso, la participación y las creencias de los adolescentes que les unen a los
contextos familiar, escolar, de amigos y de pautas de acción convencionales, menor será la
probabilidad de que se involucren en acciones delictivas.
La primera detención representa un indicador clave de la reincidencia. Según advierten
Garrido y López (1995), cuanto menor es la edad en la que se produce el primer arresto, más probabilidad hay de que el adolescente reincida en una conducta delictiva consistente,
siendo los 13 años una edad de máximo riesgo. La magnitud del delito, como ya se ha
indicado, es otro de los predictores de la reincidencia. En la mayoría de las ocasiones, se
comienza con delitos menores (marcharse de casa, experimentar con drogas, etc.), pero el
problema reside en que este tipo de conductas pueden implicar una influencia negativa por
parte de amistades que ya realizan actos delictivos, o pueden ser la vía de entrada a la
consecución de otras acciones más problemáticas.
Hay dos espacios donde la violencia juvenil se manifiesta de manera frecuente. El primero
de ellos se encuentra en los lugares de ocio, donde los propios jóvenes violentos son, al
mismo tiempo, los violentados. El segundo espacio de violencia es el entorno familiar,
donde se producen agresiones por parte de los padres a los hijos y viceversa. La violencia
en las escuelas, está situada fundamentalmente en el ámbito de la descortesía,
desobediencia, indisciplina, amenazas y agresiones, tanto a compañeros como a profesores
(Elzo, 2000).
2.3.1.Perspectiva Sociológica
Desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta hoy se han sucedido diversas explicaciones
de la criminalidad en general o de fenómenos criminales singulares. Esta pluralidad de
interpretaciones y de teorías criminológicas pueden ser reagrupadas en una serie bastante
limitada de perspectivas generales capaces de dar cuenta de las relaciones entre la ley y la
sociedad; cada una de ellas refleja diferentes principios organizadores y diferentes valores
acerca de la naturaleza del hombre y de la sociedad, y por lo tanto diferentes enfoques del
estudio de la criminalidad (Pavarini, 2002).
Existen multitud de teorías que intentan explicar la conducta antisocial y su relación con
distintos factores, si miramos atrás, encontraremos como existió un cambio en las
variables de interés y la metodología utilizada, partiendo primero desde las variables
biológicas, psicológicas, psiquiátricas hasta las sociológicas las cuales son las que
interesan para este proyecto, y que tratan de explicar la asociación de la conducta
antisocial o el delito con el medio ambiente o el contexto del lugar en donde viven los
individuos que cometieron conductas antisociales.
Desde que se reconoció que la criminalidad no es solamente un hecho individual sino un
fenómeno social, la sociología a estado indisolublemente ligada con la explicación de la
criminalidad (Reyes, 2003).
El enfoque sociológico explica el comportamiento antisocial en función exclusivamente
de la influencia de variables externas al individuo o relativas a su mundo social,
centrándose básicamente en los factores macrosociales (De la Peña, 2010).
Desde la perspectiva sociológica se propone establecer la relación que existe entre el
individuo, su conducta y el medio social que le rodea con el objeto de contextualizarlo en
el comportamiento de la sociedad en su conjunto.
Este enfoque trata de conocer a la conducta delictiva, pero estableciendo que esta no se da
aisladamente, si no en una sociedad determinada.
A continuación se describen los modelos y teorías que contemplan al delito como un
fenómeno social, procediendo a su explicación desde diversos enfoques teóricos. Y trata
de encontrar una de sus causas en el contexto social del individuo.
2.3.1.1. Teoría de la Asociación Diferencial
El autor de esta teoría, Sutherland considera que se puede llegar a ser delincuente, según
el ambiente en el que uno se haya desarrollado. Las personas al vivir en sociedad se
relacionan continuamente con otras personas, pudiendo relacionarse con personas
favorables a la ley o por el contrario, con personas que violan y fomentan la violación a la
misma (Marsh, 2006).
Fue uno de un grupo de científicos sociales de la Universidad de Chicago que desafiaron
las explicaciones individualistas de la delincuencia. La idea de convertirse en un
delincuente fue central en el concepto de asociación diferencial desarrollada por Edwin
Sutherland en su teoría de la asociación diferencial, en donde trata de explicar el
comportamiento antisocial en cuanto al contacto o asociación con determinados grupos
sociales o entornos.
Contestando en términos de asociación diferencial, el autor de la teoría se cuestiona cómo
surge el comportamiento criminal a lo cual responde: “los individuos tienen asociaciones
diferenciales con otras personas que son más o menos dispuestos a la criminalidad”. La
esencia de este enfoque es que el comportamiento antisocial se aprende, el aprendizaje se produce a través de la asociación con otras personas, dicho aprendizaje incluye los medios
para llevar a cabo la conducta criminal (Marsh, 2006).
En esta teoría de la Asociación diferencial se destacan las influencias más relevantes que
recibió Sutherland, entre ellas, de Shaw y McKay, de los cuales extrajo la idea de la
“desorganización social”, como factor que contribuye al delito, al ser precisamente en
estas áreas socialmente desorganizadas donde se produce un exceso de definiciones
favorables a infringir la ley. Otra de sus influencias viene de Thorsten Sellin, con la idea
del conflicto cultural, el cual es un producto de la progresiva diferenciación de la sociedad
y de la inmigración, esta fue incorporada por Sutherland para reforzar el porque la gente
aprende valores normativo distintos.
Y por último para elaborar su propia teoría, destaca la influencia de la corriente
sociológica del interaccionismo simbólico de Mead. Para dicho autor la gente actúa sobre
la base del significado que las situaciones poseen para ellos, esto es el significado
determina el comportamiento; adicionalmente la interacción social consiste en el
intercambio de símbolos y significados.
Esto lo explica Sutherland en su teoría en el
significado que la persona atribuye a una determinada situación objetiva y como este
significado se aprende en la interacción que uno desarrolla con sus grupos personales más
íntimos (Larrauri y Cid, 2001).
Tomando en cuenta esta teoría, consideramos puesto que toda persona se adecua más o
menos a la cultura que la circunda, entonces, el medio sociocultural desempeña un
importante papel como factor (Lamnek, 1980).
2.3.1.2. Teoría de las Subculturas
Su representante más importante es Albert Cohen, alcanzó gran notoriedad y resulta
sumamente interesante ya que situó como el eje central de su explicación, el problema de
la criminalidad juvenil (David, 1979).
El punto de partida para el desarrollo de su teoría de las subculturas fue la proposición de
que “toda acción es el resultado de continuados esfuerzos por solucionar problemas de
adaptación”, esto es, su falta de reconocimiento por el grupo de referencia. Según Cohen,
la mayoría de los problemas de adaptación se solucionan de forma normal, pero en
algunos casos, las personas eligen soluciones desviadas.
Los problemas de adaptación, entonces, son funciones de campos sociales locales y
dependen igualmente de la personalidad y los componentes situacionales de tales campos,
pues varían con modificaciones en cada uno de estos. Dichos componentes y personalidad
son el producto de la estructura y articulación de un sistema más grande, de los
subsistemas de reclutamiento, de distribución de papeles, de socialización, de poder, de
comunicación, de propiedad, entre otros, los cuales tienen como efecto conjunto una
específica distribución de personalidades y situaciones, y consecuentemente de
correspondientes problemas de adaptación.
Pero aun para Cohen, el demostrar los problemas de adaptación no aclara porque la gente
actúa como lo hace, y mucho menos explica el comportamiento criminal.
Para la mayoría de estos problemas existe un número concebible de soluciones, algunas de
ellas normales y algunas desviadas.
Por qué eligen esas alternativas desviadas hay que buscarlo en “grupos de referencia” que
tienen a su alrededor los individuos, ya que las personas seleccionan en un primer
momento las soluciones que son compatibles con las expectativas de sus grupos de
referencia corrientes, pero cuando estas soluciones no son adecuadas, se buscan otros
grupos cuya cultura proporcione respuestas adecuadas. Finalmente, la subcultura surge
cuando hay un número de personas con similares problemas de adaptación para los cuales
no existen soluciones institucionalizadas ni tampoco grupos de referencia alternativos que
proporcionen otro tipo de respuestas. Entonces, es muy probable que si las circunstancias
los favorecen este grupo de personas desubicado, acabe por encontrarse y unirse, creando
una subcultura nueva, en la que solucionen sus problemas de aceptación social (David,
1979).
2.3.1.3. Teoría de la Desorganización Social
Uno de los hechos más reconocidos sobre el crimen es que no se distribuye aleatoriamente
entre vecindarios dentro de una ciudad. Esto es, que el crimen no ocurre igualmente en
todas las áreas, más bien tiende agruparse en ciertos lugares, y en otros no. La teoría de la
desorganización social toma este hecho de la distribución no aleatoria de la delincuencia
como punto de partida para la explicación del crimen. Es una de las pocas teorías de la
estructura social de la delincuencia que considera ¿Por qué las tasas de delincuencia
varían en ciertas áreas o barrios? (Krohn, Lizotte y Penly, 2009).
Las demás cuestiones de interés para la teoría de la desorganización social, ¿Por qué la
delincuencia es mayor en algunos barrios, comparándola con otros barrios?, y si más allá
de las propias personas que viven en el barrio, ¿existe alguna característica en los barrios
que fomenta la delincuencia?
Un elemento central de la teoría es que las comunidades se caracterizan por una
dimensión de la organización: en un extremo están las comunidades que se organizan
socialmente y en el otro las comunidades socialmente desorganizadas. Esto es un punto
clave para la teoría, porque la organización social es la clave para la lucha contra la
delincuencia. Las comunidades socialmente organizadas tienen la solidaridad, cohesión y
la integración que ayudan colectivamente a mantener los índices de criminalidad más
bajos, en cambio, las comunidades socialmente desorganizadas que carecen de estas
características tienden a tener mayores tasas de delincuencia.
La conexión entre la organización social y el delito tiene que ser autorregulada. En las
comunidades organizadas existe: una vigilancia informal o la observación casual en las
calles del vecindario por parte de las personas que habitan ahí, como parte de sus
actividades diarias, existen reglas para tratar de evitar acercarse a ciertas áreas que son
consideradas como peligrosas, para la intervención directa en cuestionar a extraños en el
vecindario que actúen de manera sospechosa, amonestación a adultos y niños con
comportamiento considerado como inaceptable.
En resumen las comunidades organizadas socialmente, generalmente marcadas por estas
características tienen un alto nivel de control social informal y menores tasas de
delincuencia.
La desorganización social puede entonces así definirse como la incapacidad de las
comunidades locales para tener por parte de los residentes valores comunes y para
resolver problemas comunes que experimenten en el lugar.
Algunas características consideradas ecológicas, como la pobreza, el desempleo, la
movilidad residencial, y la heterogeneidad racial, pueden influir en el grado de
desorganización social, y por consiguiente tener implicaciones de delincuencia. Por
ejemplo si la gente continuamente entra y salen, se hace más difícil para los residentes
conocerse y confiar unos con otros, lo que reduce el control social informal que es
necesario para prevenir la delincuencia. Según la teoría, las comunidades caracterizadas
por altas tasas de rotación residencial deben experimentar altas tasas de criminalidad, precisamente porque estas comunidades sufren lazos débiles y mantienen un poco control
informal. Los estudios demuestran que esto es cierto, incluso resultados similares se
registran respecto a los efectos de la pobreza, desempleo y otros factores de las
comunidades (Krohn, Lizotte y Penly, 2009).
2.3.1.4. Teoría del Aprendizaje Social
El principal exponente de la teoría del aprendizaje social es Albert Bandura, con la cual
explica la conducta humana en los siguientes términos: consiste en “una interacción
recíproca y continua entre los determinantes cognoscitivos, los comportamentales y los
ambientales”. Haciendo un importante énfasis en el papel que desempeñan las variables
sociales para explicar el desarrollo y modificación de la conducta humana, así como la
formación de la personalidad (Bandura y Walters, 1988).
Bandura, parte de examinar con cuidado el proceso por el que se alcanza la socialización
de la conducta y seleccionar las dimensiones o variables de la conducta infantil que
parezcan tener importancia en el proceso de socialización.
Del mismo modo intenta explicar la “conducta desviada” desde los principios de
aprendizaje social, incidiendo en tres aspectos sustanciales:
Las características de comportamiento de los modelos sociales a los que este
expuesto el niño.
Las contingencias de refuerzo de su historia de aprendizaje.
Los métodos de instrucciones que se han utilizado para desarrollar y modificar su
conducta social.
2.3.1.5. Teoría de la Desigualdad de Oportunidades
Cloward y Olhin explican con su teoría de la desigualdad de oportunidades las
condiciones para que una persona que experimenta el desajuste entre aspiraciones y
oportunidades llegue a desarrollar una respuesta delictiva (Cloward, citado por Larrauri y
Cid, 2001).
El punto de partida de estos autores, consiste en señalar que la presión anómica que está
en la base de la respuesta delictiva se deriva de la discrepancia entre las aspiraciones
culturales inducidas y la posibilidad de lograr tales objetivos por medios lícitos. Una vez
que la persona experimenta esta presión que le distancia de los medios lícitos, por advertir que mediante ellos no va a conseguir el anhelado éxito económico entonces ya nada le
impide recurrir a los medios ilícitos.
En síntesis, para delinquir no solo hay que tener bloqueados los medios lícitos, sino que
además se tiene que tener acceso y aprender a utilizar los ilícitos (Cloward, citado por
Larrauri y Cid, 2001).
2.3.1.6. Teoría del Control
Formulada por Travis Hirschi, consiste en distinguir entre el control ejercido desde
fuentes externas al individuo y el control ejercido por el propio individuo. Al primero
denominado “control social”, y al segundo “autocontrol”. La sociedad se esfuerza en
presionar a sus miembros con modelos de conformidad, en principio, es el control social
el que opera de freno para evitar la comisión de delitos. Las que carecen de vínculos
sociales estarán más predispuestas a delinquir que aquellas que tienen fuertes vínculos con
la sociedad. “la delincuencia se produce cuando los vínculos que nos unen a la sociedad se
rompen o se debilitan” (Hirschi, 1969).
Para explicar la conducta conforme a las normas sociales o “conformidad”, Hirschi hace
un especial hincapié en cuatro variables de control, representadas por un fuerte vínculo
social: el afecto, compromiso, participación y creencia (Larrauri, 1999).
Varios autores coinciden en que la aplicación de esta teoría supone que mejorando el
arraigo social de los jóvenes, esto quiere decir el conocimiento y compromiso de valores
pro sociales y el acercamiento con la familia y sociedad, se lograra una reducción del
comportamiento delictivo de los jóvenes.
2.3.1.7. Teoría Integradora de Farrington
Integra aportaciones de la teoría de las subculturas, la del aprendizaje social, la de la
asociación diferencial, la de la desigualdad de oportunidades y la de control social.
La delincuencia según Farrington (1992), surgía por un proceso de interacción entre el
individuo y el ambiente. El surgimiento de la motivación para delinquir parte de los
deseos de bienes materiales para obtener prestigio social o de la búsqueda de sensaciones.
Posteriormente, se busca un método legal o ilegal para satisfacer los deseos personales.
Obviamente, el pertenecer a una clase baja va a determinar con mayor probabilidad el
recurrir a formas ilegales. No obstante, la motivación para cometer actos delictivos no es constante y puede modularse por las creencias o actitudes interiorizadas acerca de la ley
(Farrington, Ohlin y Wilson, citado por Farrington, 1992).
Las edades en que se llevan a cabo los distintos hechos tiene gran importancia así como la
falta de recursos económicos, un bajo coeficiente intelectual y una crianza de poca
calidad, serán factores de riesgo que podrían determinar el comienzo de la delincuencia,
los familiares y amigos antisociales tienen una gran influencia en que persista este
comportamiento antisocial (Farrington, 1997).
2.3.1.8. Teoría Ecológica
Esta teoría fue desarrollada en la Escuela de Chicago, la cual se caracterizó por estudiar la
criminalidad desde una perspectiva ecológica, relacionando al fenómeno con la estructura
social en que se desenvuelve y en función del ambiente que lo rodea.
Entre sus principales exponentes esta Ernest W. Burgess, quien parte de la idea central de
la Escuela ecológica, la cual es denominada como la “Hipótesis zonal”, para ilustrar el
análisis de la delincuencia en la ciudad. Para él las zonas denominadas de transición era
un área con graves problemas de integración, una zona de desorden y por lo tanto
potencialmente delincuente.
Esta directriz se mantuvo en las investigaciones llevadas a cabo por la Escuela de
Chicago, enclavada en aquella orientación y mediante la cual relacionaron particulares
comportamientos con el medio en el cual ellos se producían. Esta perspectiva impulsó,
una nueva tendencia en los estudios de los fenómenos sociales.
Manejando que los actores
o protagonistas interactúan entre ellos, pero en estrecha relación con el medio.
La ciudad o ciertas áreas de ella fueron consideradas en muchas investigaciones, como el
ámbito en el cual los comportamientos de sus habitantes resultaban influenciados.
Clifford R. Shaw y Henry D. Mckay desarrollaron sus trabajos en el área de los estudios
ecológicos, han hecho un estudio sobre la delincuencia juvenil en Chicago, obteniendo
importantes datos acerca de su naturaleza y gravedad en las grandes comunidades urbanas.
Una de las conclusiones de los diversos estudios realizados por Shaw y McKay, radica en
que la diferencia entre delincuentes y no delincuentes no reside en rasgos o caracteres
individuales como son la personalidad, inteligencia o condición física, sino en ciertas
características de los barrios en los que los delincuentes viven. Específicamente afirman
que los barrios en los que hay un índice de mayor delincuencia, también tienen otra serie de problemas como invasión de industrias, inmigración, edificios deteriorados, mortalidad
infantil entre otras enfermedades siendo, a su vez, los residentes en estos barrios los que se
encuentran más desfavorecidos económicamente de la ciudad.
Se explica en estos lugares, una clara emergencia de tradiciones criminales y delincuentes
de estos barrios desorganizados socialmente, revistiendo una particular importancia, la
íntima asociación de los jóvenes con bandas y otras formas de organización criminales, ya
que los contactos con estos grupos, en virtud de su participación en sus actividades, les
hace aprender las técnicas de actuación, y además les relaciona con sus compañeros en la
delincuencia, adquiriendo las actitudes propias de su posición como miembros de dichos
grupos.
Para estos autores, la delincuencia “hunde sus raíces en la vida dinámica de la
comunidad”, resumiendo las conclusiones de uno de los estudios realizados por ellos, en
que las áreas de rentas bajas, donde hay una gran miseria y frustración; donde, en la
historia de la ciudad, grupos de inmigrantes y emigrantes han traído juntos una gran
variedad de instituciones y tradiciones culturalmente divergentes; y donde existen grandes
disparidades entre los valores sociales a los que aspira la población y la disponibilidad de
facilidades para adquirir esos valores de forma convencional, el desarrollo del crimen es
una forma de vida organizada y muy marcada.
Se resalta que desde esta perspectiva ecológica, los autores consideran que la solución al
problema de la criminalidad, no reside en tratamientos individualizados a los delincuentes,
sino en apuntalar el tradicional control social en los barrios desorganizados para lograr su
estabilización.
2.3.1.9. La Ecología del Desarrollo Humano
Con una nueva metodología pero siempre dentro del enfoque que toma a consideración al
individuo, al ambiente y a la interacción que existe entre ellos, se basa el modelo
ecológico, llamado por el autor: La ecología del desarrollo humano.
Bronfenbrenner (1987), considera que la comprensión del desarrollo humano exige algo
más que la observación directa de la conducta de una o más personas en el mismo lugar;
requiere el examen de sistemas multipersonales de interacción que no se limiten a un solo
entorno y debe tener en cuenta los aspectos del ambiente que vayan más allá de la
situación inmediata que incluye al sujeto.
El ambiente ecológico como lo maneja Bronfenbrenner (2002) en su modelo, lo define
como un conjunto de estructuras seriadas, las cuales caben cada una dentro de las
siguientes.
Se concibe a la estructura del ambiente ecológico como algo que se extiende mucho más
allá de la situación inmediata que afecta directamente a la persona en desarrollo: los
objetos a los que responde, o las personas con las que interactúa cara a cara, también se les
atribuye la misma importancia a las conexiones entre otras personas que estén presentes
en el entorno, a la naturaleza de estos vínculos, y a su influencia indirecta sobre la persona
en desarrollo, a través del efecto que producen en aquellos que se relacionan con ella
directamente.
Este complejo de interrelaciones dentro del entorno inmediato y
previamente definido se denomina microsistema.
El principio de interconexión se aplica no solo dentro de los entornos, sino también, con la
misma fuerza y las mismas consecuencias, a los vínculos entre entornos, tanto aquellos en
los que la persona en desarrollo participa realmente, como aquellos en los que no entre
nunca, pero en los que se producen hechos que afectan a lo que ocurre en el ambiente
inmediato de la persona. Los primeros constituyen lo que se llaman los mesosistemas y
los últimos exosistemas, previamente también definidos.
El autor considera al complejo de sistemas seriados e interconectados como una
manifestación de los patrones arqueados de la ideología y la organización de las
instituciones sociales comunes a una determinada cultura o subcultura. Estos patrones
generalizados se denominan macrosistemas.
Por lo tanto dentro de una sociedad o grupo social en particular, la estructura y la
sustancia del micro, meso y exosistema tienden a ser similares, como si estuvieran
construidos a partir del mismo modelo maestro, y los sistemas funcionan de manera
similar. Por el contrario, entre grupos sociales diferentes, los sistemas constitutivos
pueden presentar notables diferencias. Por lo tanto, analizando y comparando los micro,
meso y los exosistemas que caracterizan a distintas clases sociales, grupos étnicos y
religiosos o sociedades enteras, es posible describir sistemáticamente y distinguir las
propiedades ecológicas de estos contextos sociales más grandes como ambientes para el
desarrollo humano.
En el nivel más interno de esta estructura se encuentra el entorno inmediato que contiene a
la persona en desarrollo, este puede ser su casa o la clase. El siguiente nivel nos conduce fuera del camino conocido, porque nos hace mirar más allá de cada entorno por separado,
es decir, a las relaciones que existen entre ellos. El tercer nivel del ambiente ecológico nos
lleva aún más lejos, y evoca la hipótesis de que el desarrollo de la persona se ve afectado
profundamente por hechos que ocurren en entornos en los que la persona ni siquiera está
presente.
Se menciona en su obra que las interconexiones es decir las relaciones que surgen en el
entorno de la persona, pueden ser tan decisivas para el desarrollo como lo que sucede
dentro de un entorno determinado, al igual que las influencias externas en las que no
interviene el individuo pueden afectar su desarrollo.
El autor presenta un amplio marco de definiciones de los conceptos que maneja
reiteradamente, para así poder tener una mayor comprensión sobre el modelo que maneja.
Primeramente la ecología del desarrollo humano comprende el estudio científico de la
progresiva acomodación mutua entre un ser humano activo en desarrollo y las propiedades
cambiantes de los entornos inmediatos en los que vive la persona en desarrollo en cuanto
este proceso se ve afectado por las relaciones que se establecen entre estos entornos, y por
los contextos más grandes en los que están incluidos los entornos.
La anterior definición en primer lugar, considera a la persona como una entidad creciente,
dinámica, que va adentrándose progresivamente y reestructurando el medio en que vive.
En segundo, como el ambiente también influye y requiere un proceso de acomodación
mutua, se considera que la interacción de la persona con el ambiente es bidireccional
caracterizada por su reciprocidad. En tercero, el ambiente definido como importante para
el proceso de desarrollo, no se limita a un único entorno inmediato, si no que se extiende
para incluir las interconexiones entre estos entornos, y las influencias externas que
emanan de los entornos más amplios.
El ambiente ecológico se concibe como anteriormente lo mencionamos, pero más
detalladamente lo definimos como una disposición seriada de estructuras concéntricas, en
la que cada una está contenida en la siguiente. Estas estructuras son definidas por
Bronfenbrenner y mencionadas también anteriormente en los niveles pero ahora los
nombramos como micro, meso, exo y macro sistemas.
Un microsistema es un patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la
persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y
materiales particulares.
Un entorno es un lugar en que las personas pueden interactuar cara a cara fácilmente como
el hogar. Los factores de la actividad, el rol y la relación interpersonal constituyen
elementos o componentes del microsistema.
El siguiente sistema lo define como mesosistema, que comprende las interrelaciones de
dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente (por ejemplo,
para un niño, las relaciones entre el hogar, la escuela y el grupo de pares del barrio). Por lo
tanto es un sistema de microsistemas. Se forma o se amplía cuando la persona en
desarrollo entra en un nuevo entorno. Además de este vínculo primario, las
interconexiones pueden adoptar varias formas adicionales: otras personas que participan
activamente en ambos entornos, vínculos intermedios en una red social, comunicaciones
formales e informales entre entornos, el grado y la naturaleza del conocimiento y las
actitudes que existen en un entorno con respecto al otro.
Un exosistema se refiere a uno o más entornos que no incluyen a la persona en desarrollo
como participante activo, pero en los cuales se producen hechos que afectan a lo que
ocurre en el entorno que comprende a la persona en desarrollo, o que se ven afectados por
lo que ocurre en ese entorno.
Algunos ejemplos que nos presenta el autor de un exosistema, son el caso de un niño
menor de edad, podría ser el lugar de trabajo de los padres, los amigos de los padres, las
actividades del consejo escolar, o actividades en las que el menor no participa
directamente pero que se ve afectado de alguna manera.
El macrosistema se refiere a las correspondencias, en forma y contenido, de los sistemas
de menor orden (micro, meso y exo) que existen o podrían existir, al nivel de la subcultura
o de la cultura en su totalidad, junto con cualquier sistema de creencias o ideología que
sustente estas correspondencias.
Existe un fenómeno sorprendente que corresponde a los entornos de los niveles del
ambiente ecológico como hemos mencionado: en toda cultura o subcultura, los entornos
de una determinada clase tienden a ser muy parecidos, mientras que entre las culturas
presentan diferencias perceptibles. Es como si dentro de cada sociedad o subcultura
existiera un plan para organizar cada tipo de entorno. Además el plan puede cambiarse,
con lo cual resulta que la estructura de los entornos de una sociedad puede alterarse
notoriamente y producir los cambios correspondientes en lo que respecta a la conducta y
el desarrollo.
Según la orientación ecológica propuesta se analizan varios tipos de entornos en función
de su estructura. Los ambientes no se distinguen con referencias o variables lineales, sino
que se analizan en términos de sistemas.
Las secuencias de las estructuras ecológicas seriadas y su significación evolutiva puede
explicarse haciendo referencia a la siguiente hipótesis: podemos formular que es más
probable que un niño aprenda a hablar en un entorno que incluya roles que obliguen a los
adultos a hablar con los niños, o que estimulen o permitan que otras personas lo hagan.
Pero el hecho de que los padres puedan cumplir con eficacia su rol de educadores dentro
de la familia, depende de la demanda de roles, el estrés y el apoyo que surjan de otros
entornos.
Las evaluaciones que hacen los padres de su propia capacidad para funcionar,
así como también la opinión que tienen de su hijo, están relacionadas con factores
externos como la flexibilidad en los horarios de trabajo, la adecuación de los arreglos para
el cuidado del niño, la presencia de amigos y vecinos que pueden prestar ayuda en caso de
emergencias grandes y pequeñas, la calidad de la salud y los servicios sociales y la
seguridad del barrio.
Entonces, la disponibilidad de entornos de apoyo depende, a su vez, de su existencia, y de
la frecuencia en una cultura o subcultura determinadas. La frecuencia puede aumentarse si
se adoptan políticas o costumbres oficiales que creen entornos adicionales y roles sociales
que tiendan a la vida en familia.
Se hace referencia a una noción, la cual surge cuando se modifican las circunstancias
ambientales conjuntamente con los cambios biológicos, lo que llama: transición ecológica.
La transición ecológica se produce cuando la posición de una persona en el ambiente
ecológico se modifica como consecuencia de un cambio de rol, de entorno o de ambos a la
vez.
La mayoría de los componentes del aspecto ambiental de la teoría de Bronfenbrenner son
conceptos familiares en las ciencias sociales y en la de la conducta, sin embargo lo nuevo
que se propone es el modo en que estas entidades se relacionan entre sí y con el curso del
desarrollo.
2.3.1.9.1. El Desarrollo en el Marco de la Teoría Ecológica
Bronfenbrenner (1987), es uno de los pocos que considera relevante la afirmación sobre
que el desarrollo humano es producto de la interacción del organismo humano con su
ambiente, la cual es una aseveración en casi todas las ciencias de la conducta.
Sin embargo él hace notable el contraste entre la importancia bilateral universalmente
admitida que implica, y la puesta en práctica videntemente unilateral que este principio ha
recibido en el desarrollo de la teoría científica y el trabajo empírico. Inclusive cuando se
describe el ambiente, se hace en función de la estructura estática, que no hace concesiones
a los procesos de interacción que se producen, por medio de los cuales se instiga, apoya y
desarrolla la conducta de los participantes.
Desde la perspectiva ecológica, estas formulaciones presentan dos inconvenientes, uno
que tienden a pasar por alto el impacto de los aspectos sociales del ambiente, incluso la
naturaleza real de las actividades en las que intervienen las personas. Y por otro lado se
limita el concepto de ambiente a un único entorno inmediato que incluye al sujeto, lo que
Bronfenbrenner denomina como microsistema.
No es frecuente que se preste atención a la conducta de una persona en más de un entorno,
o a la manera en que las relaciones entre entornos pueden afectar a lo que ocurre dentro de
ellos. Resulta más extraño que se reconozca que los hechos y las condiciones ambientales
que se producen fuera de cualquier entorno inmediato que incluya a la persona, puedan
tener una profunda influencia sobre la conducta y el desarrollo dentro de ese entorno.
La comprensión del desarrollo humano exige algo más que la observación directa de la
conducta de una o más personas en el mismo lugar; requiere el examen de sistemas
multipersonales de interacción, que no se limiten a un solo entorno, y debe tener en cuenta
los aspectos del ambiente que vayan más allá de la situación inmediata que incluye al
sujeto.
Como anteriormente se menciona, si se altera la estructura de los entornos de una manera
notable se producen cambios en la conducta y el desarrollo de la persona, por ejemplo, se
observa como una seria crisis económica que se produce en una sociedad tiene un impacto
positivo o negativo en el consiguiente desarrollo de una persona.
Por lo tanto se propone el modelo teórico ecológico, para detectar la serie de variables tan
amplias de factores que influyen en el desarrollo, por medio de su observación.
Se concibe al desarrollo humano dentro del marco de la teoría ecológica y se define como
el proceso por el cual la persona en desarrollo adquiere una concepción del ambiente
ecológico más amplia, diferente y valida, y se motiva y se vuelve capaz de realizar
actividades que revelen las propiedades de ese ambiente, lo apoyen y lo reestructuren de
igual o mayor complejidad, en cuanto a su forma y contenido.
Los elementos de esta definición, son en primera que el desarrollo supone un cambio en
las características de la personas, no depende de la situación y no solamente es efímero
sino que implica una reorganización que tiene continuidad tanto en el tiempo como en el
espacio. En segundo el cambio del desarrollo tiene lugar en dos campos: el de la
percepción y la acción, en el primero la cuestión pasa aquí a ser en qué medida el punto de
vista que tiene del mundo la persona en desarrollo, se extiende más allá de la situación
inmediata, para incluir una imagen de otros entornos en los que ha participado
activamente, las relaciones entre estos, la naturaleza y la influencia de los contextos
externos con los que no ha tenido un contacto cara a cara, y, por último los patrones
coherentes de organización social, sistemas de creencias y estilos de vida, que son
específicos de su propia cultura, subcultura y de otras. Del mismo modo al nivel de la
acción, la cuestión es la capacidad de la persona para usar estrategias que resulten
eficaces, primero, para proporcionar un feedback exacto sobre la naturaleza de los
sistemas que existen en niveles cada vez más remotos; segundo para permitir que estos
sistemas continúen funcionando y tercero, para reorganizar los sistemas existentes, o para
crear sistemas nuevos, de un orden comparable o superior que estén más de acuerdo con
sus deseos.
Un tercer elemento es que cada uno de estos campos tiene una estructura que
es isomórfica con los cuatro niveles del ambiente ecológico propuesto por Bronfenbrenner
(1987).
El autor considera que presentando la estructura del ambiente ecológico que propone, se
está en condición de identificar un fenómeno general de movimiento a través del espacio
ecológico, un fenómeno que es producto y a la vez productor de cambios de desarrollo
(Bronfenbrenner, 1987).
Como se ha visto, las teorías sociológicas a través de las cuales se puede hacer una
discusión y análisis sobre las conductas antisociales son muy variadas, sin embargo, para
este trabajo de investigación se tomara en cuenta la perspectiva de la ecología del
desarrollo humano, por considerar que proporciona una visión más completa acerca del comportamiento antisocial de los menores infractores al hacer referencia a los diferentes
ambientes que pueden influir en las conductas de las personas.
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