El
objetivo del estudio fue identificar condiciones de vida de los adolescentes
acusados por cometer delitos contra la salud y robo desde una perspectiva
psicosocial. Se revisaron los expedientes de los menores remitidos al Centro
Tutelar de Menores de Jalisco entre septiembre de 2006 y agosto de 2007. En los
expedientes consta la valoración psicológica, social, educativa, médica y
propuesta judicial, así como información administrativa. La muestra se conformó
por 122 expedientes de adolescentes, de los cuales 50 por ciento fueron
acusados por delitos contra la salud, y el otro 50 por ciento, por robo; 100
fueron expedientes de hombres y 22 de mujeres.
Abstract
The
study's objective was to identify life conditions of adolescents charged with
drug offenses or robbery. The study was based upon a psychosocial perspective.
The authors examined the teenagers' records in Centro Tutelar para Menores
(Juvenile Detention Center) in the State of Jalisco, Mexico, from September 2006
to August 2007 (12 months). The records included psychological, social,
educational, medical and judicial assessments, as well as administrative
information. The sample included personal files of 122 adolescents, 50 percent
of them were charged with drug offenses and 50 percent with robbery. They were
100 males and 22 females.
Key
words: adolescents, life condiotions, juvenile delinquency, family,
psychosocial perspective, violence.
Introducción
Uno
de los principales problemas en América Latina es la delincuencia juvenil, pues
implica un gasto social y económico para cualquier sociedad, toda vez que
genera costos por los servicios públicos de salud mental, justicia y educación
especial. En general, los jóvenes delincuentes se mantienen dentro de los sistemas
de salud mental y justicia hasta la adultez. La Organización Mundial de la
Salud (OMS) calcula que cada año pierden la vida por arma de fuego entre 73 y
90 mil personas en América Latina, esto es, tres veces más que la media mundial
(UNODC, 2008). Por su parte, El Salvador tiene el índice de homicidio más alto
de América Latina (58 por cada 100 mil habitantes), y otros dos países
centroamericanos (Guatemala y Honduras), presentan índices de homicidios de 45
y 43 por cada 100 mil habitantes (Banco Mundial, 2011:1).
Cualquier
tipo de acto delictivo afecta a la sociedad en general, por lo que un
tratamiento efectivo a los adolescentes que delinquen no sólo beneficia a este
grupo poblacional, sino también a sus familias; además, este tipo de
intervención ayuda a mantener a salvo de convertirse en víctimas al resto de la
comunidad. Según Borduin (1999: 249), la Oficina de Investigaciones Federales
(FBI por sus siglas en inglés) de EUA reportó en 1996 que 30 por ciento de los
arrestos en ese país fueron hechos a jóvenes menores de 18 años, de los cuales
19 por ciento fueron arrestos por crímenes violentos y 35 por ciento por los
delitos contra la propiedad. Un estudio nicaragüense de 186 individuos
arrestados por asesinato en 2006 descubrió que casi la mitad tenía entre 15 y
25 años de edad. En Centroamérica y México, los jóvenes de entre 15 y 34 años
representan aproximadamente 80 por ciento de todas las víctimas de homicidio y
robo (Ranum, 2006). Asimismo, se encontró que la cuarta parte de los
adolescentes detenidos en Centroamérica eran delincuentes caracterizados como
crónicos o reincidentes, los cuales eran responsables de más de la mitad de los
delitos cometidos por el total de los jóvenes (Muggah et al.,2008). El análisis
de los datos del Proyecto de Opinión Pública en América Latina por parte del
Banco Mundial (2011) señala que, en México, 5.7 por ciento de los adultos han
sido víctimas de robo armado durante los recientes 12 meses. En contraste con
15.6 por ciento en Ecuador, donde sólo 3.7 por ciento han sido víctimas de robo
de morada y 16 por ciento de otros tipos de crímenes.
El
problema de la delincuencia se ha analizado a través de distintos enfoques
caracterizados sobre todo por la fragmentación, pues cada disciplina ha impreso
su punto de vista, sin que se hayan integrado los avances alcanzados en los
ámbitos de las ciencias sociales, las penales y la salud pública. Es importante
tratar la delincuencia juvenil de hoy como posible delincuencia adulta de
mañana.
Desde
la salud pública, el análisis de la delincuencia debe partir de la base de que
se trata de un fenómeno predecible y, por lo tanto, prevenible. Existen
barreras sociales que impiden detectar los efectos de la delincuencia sobre las
condiciones de salud de la población. Por ejemplo, muchos de los homicidios,
violaciones y robos se cometen entre miembros de la familia y amigos. De este
modo, la relación entre delincuentes y afectados es a veces tan cercana que
ocasiona que muchos de esos hechos no se denuncien y, en consecuencia, no se
registren.
El
presente trabajo centra su atención en los adolescentes que cometen delitos
como parte de una problemática social y que afecta a todas las áreas de la vida
no sólo de los jóvenes que delinquen y de sus familias, sino a la sociedad en
general. Este trabajo consta de una revisión de las condiciones sociales y
económicas de los jóvenes acusados por los tipos de delitos más comunes: el
robo y los delitos contra la salud.
Contexto
teórico
La
realidad de creciente violencia juvenil, la alta incidencia de delitos contra
la salud y de robos en las grandes ciudades de Estados Unidos (en 1990 del
total de arrestados 16 por ciento fueron menores de edad) y Latinoamérica,
incluye el hecho de que la delincuencia cometida por varones menores de 18 años
es cuatro y media veces mayor que entre las mujeres de las mismas edades (U.S.
Bureau of the Census, 1992, citado por Winkler, 1992: 839-834). Es importante
considerar, además de la información estadística disponible, la presión que
están ejerciendo los medios de comunicación como prensa, radio y televisión.
La
delincuencia es una forma de inadaptación social y al producirse esa anomalía
se da un desafío a la misma sociedad y a su normativa de convivencia. Los
hechos y condiciones que conducen a la delincuencia son múltiples, de ahí que
podemos afirmar que la delincuencia tiene un origen poliforme (Jiménez, 2005:
215-261). El concepto de delincuencia juvenil nos obliga, ante todo, a
establecer dos términos: 'delincuencia' y 'juvenil', además de ver en su justa
dimensión qué es lo que lleva a un individuo a ser calificado y caracterizado
como delincuente.
La
delincuencia es una situación asocial de la conducta humana y en el fondo una
ruptura de la posibilidad normal de la relación interpersonal. El delincuente
no nace, como pretendía Lombroso según sus teorías antropométricas o algunos
criminólogos constitucionalistas germanos; el delincuente es un producto del
genotipo humano que se ha maleado por una ambientosis familiar y social. Puede
considerarse al delincuente más bien que un psicópata un sociópata. Para llegar
a esa sociopatía se parte de una inadaptación familiar, escolar o social
(Izquierdo, 1999: 45)
La
delincuencia juvenil es fundamentalmente adolescente, es decir, reúne toda la
problemática típica de este periodo evolutivo, pero de una forma no
normalizada. Friedlander (1951) señala la existencia de un estado de
delincuencia latente; añade que la base de esa latencia es lo que se denomina
el carácter antisocial que se ha formado en el menor a través de sus primeras
relaciones. El autor considera que aunque el menor llegue al periodo de
latencia con esa formación caracterológica antisocial o susceptibilidad, no
necesariamente se hará manifiesta la conducta delictiva, dependerá más bien de
los diversos agentes que influyan en el desarrollo del joven. Destacan las
malas compañías, el trabajo inadecuado, el deambular callejero y la
desocupación como factores secundarios que, aunque no son determinantes, pueden
provocar la delincuencia si existe previamente esa susceptibilidad o carácter
antisocial ya mencionados. Una realidad social frustrante o una familia
excesivamente indulgente, o bien, un entorno delictivo, serían algunos de los
aspectos de mayor importancia para que el joven adopte un estilo de vida
delictivo. La actitud reiterativa y moralizante de los padres y las
instituciones ante ciertas actividades del chico le llevarían a tener una
identificación negativa. Facilitarían también la evolución delictiva, la
marginación y el poco contacto que el adolescente podría mantener con la
llamada sociedad normal.