jueves, 30 de agosto de 2012

El constructo psicopatia en la infancia y la adolescencia: del trastorno de conducta a la personalidad antisocial. Estrella Romero. Universidad de Santiago de Compostela


La psicopatía  en adultos es un campo de trabajo altamente  desarrollado, y en las últimas décadas se ha avanzado en el análisis del concepto, la medida y la etiología del trastorno. 
Sin embargo, se sabe poco sobre sus antecedentes evolutivos y  no existe mucho acuerdo sobre cómo identificar a los niños en alto riesgo. En este trabajo se revisan las principales lineas de investigación sobre el constructo psicopatía  en la infancia y la adolescencia. Nos detenemos especialmente en las propuestas de Lynam (que atribuye un papel  especial a la conjunción entre hiperactividad y problemas de conducta) y Frick (que extiende el modelo bifactorial de Hare a la infancia y la adolescencia). Se presentan las líneas de evidencia disponibles, se discuten sus puntos mas críticos y se sugieren posibles vias de investigación.
Palabras clave: psicopatia, trastorno antisocial de la personalidad, trastorno de conducta, niños, adolescentes.

The study ofpsychopathy in adults is a well developedfield, and in recent  decades  there  have  been  advances in conceptualization,  measurement, and etiolology of the disorder. However the developmental  antecedents are not well known and there is no agreement regarding the identification  of  high-risk children. This study reviews the  main  lines of research on psychopathy in childhood and adolescence. Special attention is paid  to the proposals of Lynam (who attributes particular  importance to the co-occurrence of hyperactivity and conduct disorder) and Frick (who extends Hare's bifactorial model to childhood and adolescence). We re- view  the lines  of  evidence available, discuss  critica1 points and suggest further lines of investigation.
Key words:  Psychopathy, antisocial personality  disorder, conduct disorder, children, adolescents.

Sin duda la psicopatía es un constructo de gran relevancia clínica y criminológica. Los estudios epidemiológicos muestran que una gran proporción de los delitos es cometida por una minoría de delincuentes persistentes (Farrington, Ohlin y Wilson, 1986) y se estima que los  psicópatas pueden  constituir una buena parte de esa minoría. En las últimas décadas, numerosos estudios han relacionado a la psicopatia con indicadores de una carrera  criminal cronificada y  severa: la psicopatía se ha relacionado con una mayor tasa de delitos y una mayor versatilidad (Hare, McPherson y Forth, 1988), mayores cifras de reincidencia (Salekin, Rogers y Sewell, 1996), de crimenes violentos (Hart, 1998) y de agresiones sexuales graves (Barbaree, Seto, Serin, Amos y Preston, 1994), asi como una pobre respuesta al tratamiento (Losel, 1998).

Pese a su relevancia, la psicopatía se ha mostrado como un concepto problemático, con una historia larga y un tanto complicada. En términos breves, se han venido identificando dos grandes tradiciones en el análisis de la psicopatía (véase Aluja, 1989; Luengo y Carrillo, 1995). Una de ellas, que emana de la tradición y la practica clínica, hace hincapié en un perfil de personalidad particular, en el que se aglutinan características tales como la falta de empatía, las dificultades para la planificación, los déficits afectivos, el egocentrismo o la falta de remordimientos. Esta tradición estaría bien representada por los  escritos, hoy clásicos, de Cleckley (1941) y es recogida, en parte, por los criterios de la personalidad disocial de la C I E -10  (OMS, 1992). La otra tradición, que parte del movimiento neo-kraepeliano en psicodiagnóstico, emana de la Universidad de Washington  y muestra  una  caracterización básicamente conductual del  trastorno. Como señalan Hart y Hare (1997), uno de sus supuestos es que la evaluación deberia centrarse en comportamientos públicamente observables, puesto que los clinicos difícilmente podran hacer una evaluación fiable de características personales o afectivas. Esta tradición queda bien reflejada en las Últimas versiones del DSM. A diferencia de lo que ocurria en el DSM-I y, sobre todo en el DSM-II,  las características de personalidad carecen de protagonismo en el llamado trastorno  antisocial de la personalidad indicadores de una  conducta antisocial continuada son los que pasan  a ser el centro de atención, de modo que se obtiene una descripción que, efectivamente, parece alcanzar buenos niveles de consistencia interjueces, pero que, a juicio de muchos, desvirtúa la noción  clínica, original, de la psicopatía (Harpur, Hart y Hare, 1993). Aunque en el DSM-111-R y en el DSM-IV se han introducido ciertos cambios y se intentó, en parte, incluir descriptores personales, el resultado no parece haber dejado satisfechos a los clinicos (véase Hare, 1998; Widiger et al.,1996) y el peso fundamental del diagnóstico sigue recayendo en una historia de conducta antisocial reiterada.

Las discusiones sobre la problemática conceptual de la psicopatía han persistido en las Últimas décadas (recientemente, Millon y Davis, 1998, identificaban hasta 10 variantes del trastorno). Sin embargo, se debe destacar que, en los últimos años, una concepción que ha venido generando cierto consenso, y en la que confluyen tanto los aspectos personales como los conductuales, es la propuesta por Hare (Hare, 1980; Hare, Hart y Harpur, 1991; Harpur, Hare y Hakstian, 1989). Casi al mismo tiempo que aparecían los criterios del DSM-III, Hare desarrolla un sistema alternativo para la evaluación de la psicopatia en las poblaciones de delincuentes institucionalizados: el PCL  (Psychopathy Checklist), que ha de ser aplicado por un  observador experto, el cual ha de basar sus conclusiones en una entrevista semiestructurada y en la revisión del historial del caso. La última versión de este instrumento (el PCL-R) consta de 20 items, que han de ser puntuados en una escala de 3 puntos (O,1,2), en función del grado en que cada ítem se aplica al individuo; en general, se toma una puntuación de 30 como criterio para el diagnóstico de psicopatia. La mayoría de las investigaciones con este instrumento han definido una estructura de dos factores, que captarían, respectivamente, los aspectos de personalidad y de conducta del constructo psicopatía (véase, por ejemplo, Moltó, Poy y Tormbia, 2000). El Factor 1 estaría definido por características como el egocentrismo, la falta de sinceridad, la insensibilidad y la falta de remordimiento, y describiría la configuración personal que en la tradición clínica caracteriza al psicópata. El Factor 2 recoge los aspectos del constructo relacionados con la conducta desviada y con un estilo de vida crónicamente inestable y antisocial. Hay evidencia de la validez discriminante de estos factores. Asi, el Factor 1 tiene una relación más alta con los criterios de Cleckley y con medidas autoinformadas de ansiedad, empatia (correlación negativa), narcisismo y dorninancia (correlación positiva). El Factor 2, sin embargo, estaria mis relacionado con el diagnóstico TAP del DsM y,  con signo negativo, con otras variables como el estatus socioeconómico, el nivel educativo o la inteligencia(1). Ambos factores están correlacionados entre si (con indices en torno a 50 ), si bien es posible obtener una alta puntuación en un factor y baja en el otro.
Esto se correspondería con el hecho de que, como había señalado el propio Cleckley, no todos los psicópatas definidos por los criterios tradicionales responden al diagnóstico de TAP, ni todos los individuos con TAP podrian considerarse psicópatas. De hecho, se ha encontrado que, en las poblaciones de delincuentes institucionalizados, las tasas del TAP se sitúan en torno al 75%; las tasas de psicopatía definidas por el PCL en estas poblaciones se sitúan en torno al 30% (Hart y  Hare, 1989) y se han encontrado incluso cifras menores (véase Hare, 1991).

viernes, 24 de agosto de 2012

Los comportamientos antisociales tienen un componente genético Nuevos estudios analizan el papel del ADN y del entorno en el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual. Yaiza Martínez.


¿Qué papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos antisociales y criminales? Aunque la respuesta no está clara y aún queda mucho por investigar y comprender, los resultados de varios estudios recientes dentro del campo de la investigación biosocial sugieren que existiría un condicionamiento genético que predispone a desarrollar la agresividad o la tendencia al acoso, entre otras actitudes. En estas investigaciones se hace patente asimismo la importancia de la combinación de genética y ambiente, como potenciadora de cualquier tipo de comportamiento. 
¿Qué papel juegan la genética y el entorno en el desarrollo de los comportamientos antisociales y criminales? La respuesta no está clara y aún queda mucho por investigar y comprender. En el año 2002, el psicólogo de la University of Southern California (USC) de Estados Unidos, Adrian Reine, especializado en los mecanismos cerebrales que predisponen a estos comportamientos, señalaba ya en un artículo aparecido en PubMed, la necesidad de profundizar en el conocimiento de la combinación de los factores sociales y biológicos que influyen en las actitudes violentas.
Los estudios de Reine y de otros científicos se enmarcarían en el campo de la investigación biosocial, un método multidisciplinal de análisis de los comportamientos antisociales y criminales, que incluye aspectos de la genética del comportamiento, de la neurociencia, de la biología evolutiva y de la psicología del desarrollo. Además, esta metodología incorpora diversas técnicas analíticas.
En definitiva, aunque durante siglos los especialistas han señalado el papel que los factores biológicos juegan en la formación del comportamiento humano, la incorporación de las ciencias biológicas al estudio de los comportamientos criminales es aún una práctica reciente, en continuo desarrollo.

La genética y el efecto del maltrato

En este campo es en el que trabaja Brian Boutwell profesor del College of Criminal Justice de la Sam Houston State University (SHSU) de Estados Unidos. Boutwell es además psicólogo y criminólogo, y está especializado en la genética del comportamiento y en el estudio de la influencia del entorno y de los factores genéticos en el comportamiento antisocial.
Según publica la SHSU en un comunicado, en sus últimos estudios, Boutwell ha examinado el castigo físico, la violación, el acoso y el cociente intelectual.

viernes, 17 de agosto de 2012

Psicópatas criminales versus psicópatas integrados: un análisis psicológico-forense, legal y criminológico. Pozueco Romero, José Manuel 1*


Resumen 
La Jurisprudencia española se encuentra frecuentemente ante dictámenes periciales en los que  aparecen términos como psicópata, trastorno antisocial de la personalidad, personalidad psicopática, psicópata desalmado, psicopatía epileptoide, sociopatía, etc. De esta forma, no es infrecuente que los juristas (magistrados, jueces,  fiscales, abogados) se hallen desorientados ante tanta terminología que, pese a todo, en absoluto se constituyen en sinónimos. La Doctrina, por su parte, disiente de la visión tradicionalmente ya asentada en la Jurisprudencia de que los psicópatas sean sujetos inimputables. Muchos penalistas conocen bien los textos y estudios psicológicos y psiquiátricos que al respecto existen, y en ellos suelen basarse para establecer ciertas diferencias que aparentemente son sutiles. Una de las controversias más prolongadas es si los términos trastorno antisocial de la personalidad y psicopatía son la misma entidad. La controversia se polemiza aún más por el hecho de contemplar la existencia y diferencia de los denominados psicópatas integrados con respecto a los psicópatas criminales. En esta revisión se pretende ahondar en y remarcar esas sutiles diferencias, ya que se ha demostrado reiteradamente que ambas entidades diagnósticas, si bien comparten algunos rasgos en común, no son el mismo concepto ni comportan las mismas consecuencias. 
Palabras claves:  Criminología, doctrina, jurisprudencia, PCL-R, penología, psicopatía, sociopatía, trastorno antisocial de la personalidad. 
Abstract 
Spanish jurisprudence is frequently faced with the fact that in some expert reports appear terms like psychopath, antisocial Personality disorder, psychopathic personality, cruel psychopath, epileptoid psychopathy, sociopathy, etcetera. In this way, it’s not infrequent that jurists (magistrates, judges, public prosecutors, lawyers)  became disorientated with so much terminology which, despite all, they are nothing at all about synonym terms. Doctrine, on the  other hand, dissents from the traditionally point maintained by the Jurisprudence that psychopaths are non-attributed individuals. Many penologists know very good psychological  and psychiatric manuals and research studies on subject, and they are usually based on them to make some differences which apparently are fines. One of the controversies more extended is if the terms antisocial personality disorder and psychopathy are the same category. The polemic controversy goes further by the fact of contemplating the existence and difference of the socalled “successful” psychopaths compared with criminal psychopaths. In this review, it’s pretended to go deeply into and emphasize those fine differences, now that it’s been proved repeatedly that both diagnosis categories, if it’s  of course true that they share some common features, they are neither the same concept nor involve the same consequences. 
Keywords:  Antisocial personality disorder, criminology, doctrine, jurisprudence, PCL-R, 
penology, psychopathy, sociopathy.

1. Introducción

Exceptuando aquellos períodos del Medievo en los que se creía que la psicopatía y cualquier  otra conducta y personalidad  anormales eran bien de origen demoníaco, bien de corte estrictamente hereditarista-biologicista-fisionomista-antropométrico, el resto de enfoques  teórico-investigadores han arrojado sobrada luz que, a día de hoy, y tras más de 200 años de  historia amarga y controvertida sobre el término, nos permiten haber llegado a un consenso  generalizado entre los estudiosos de la psicopatía tanto desde el punto de vista clínico-forense y  como desde el punto de vista criminológico. 
La posición legalista mantenida tanto por la Jurisprudencia como por la Doctrina es,  particularmente en España, muy confusa, quizás debido, en parte, al disenso entre ciertos  sectores científicos que no parecen ponerse de acuerdo al respecto, quizás debido a la no  familiaridad de los juristas ni con el argot psicológico-psiquiátrico ni con los grandes avances  científicos y la innumerable cantidad de investigaciones que hasta la fecha de hoy se han venido  realizando al respecto desde diversas disciplinas. 
Centrándonos en la concreta legislación española, el tratamiento jurisprudencial, penológico  y penitenciario que ha venido recibiendo el constructo de psicopatía es poco más o menos que 
una mera disputa terminológica de opiniones y disquisiciones intelectuales fundamentadas en 
argumentos legalistas pero no empíricos, todo lo cual ha ido en detrimento del normal  procesamiento judicial de muchos psicópatas al considerar en éstos alguna especie de eximentes  y/o atenuantes que realmente no se aprecian desde el punto de vista psicológico y criminológico. 
A pesar de esto, el avance empírico en el estudio de la psicopatía es imparable. 
En la presente revisión se realiza, en primer lugar, un recorrido histórico sobre el concepto  de psicopatía desde las principales ciencias sociales (Sociología, Criminología y Derecho) y de la  salud mental (Psicología, Psiquiatría y Medicina). A continuación, exponemos la criminalidad  de los psicópatas, especificando los delitos más frecuentes en los que estos sujetos están  involucrados. Posteriormente, se realiza un análisis sobre la posición jurídico-penal que han  venido teniendo los psicópatas en nuestro sistema legal desde antaño hasta la actualidad. 
Finalmente, el estudio de algunas de las sentencias más relevantes de nuestro Tribunal Supremo  nos ayudará a obtener una visión más global de la situación controversial en torno a este  concepto. 

2. Las ciencias sociales y de la salud mental ante los psicópatas

En 1996, el doctor ROBERT D. HARE escribió un artículo de revisión titulado Psychopathy: 
A clinical construct whose time has come (Psicopatía: Un constructo clínico para los tiempos  que vienen) que fue publicado en la prestigiosa revista Criminal Justice and Behavior. Sin duda  alguna, este artículo de revisión puso magistralmente de manifiesto la situación actual en la que  se encontraba la psicopatía, tanto a nivel teórico como a nivel de investigación. Se trata de uno  de los artículos más citados de entre los innumerables trabajos que ha publicado HARE y el cual  ha servido de referencia para los diversos investigadores de todo el mundo, ya que incluso ha  servido de base para la elaboración de posteriores artículos de revisión y capítulos de libro. 
Recientemente, en otro espléndido artículo de revisión español que vuelve a rememorar el  del doctor HARE (1996a), se ha puesto de manifiesto una realidad psicosocial que es la que nos 
interesa traer aquí a colación: «la psicopatía es una de las entidades clínicas más controvertidas,  y ello se debe a diversos elementos de confusión que se sitúan en dos planos distintos: el  conceptual y el terminológico» (TORRUBIA y CUQUERELLA, 2008, p. 26). 

Las fuentes históricas que nos pueden traer a la memoria ejemplos de psicópatas pueden ser  tantas como especulativa sea la imaginación de cada historiador. Sin embargo, y a pesar de que  podemos encontrar incluso referencias bíblicas e históricas de algunos personajes que más o  menos emulan al psicópata (MOLTÓ y POY, 1997), lo cierto es que la psicopatía no comenzó a  tomar forma como un constructo clínico con entidad  propia hasta principios de 1940, fundamentalmente con la influyente obra del psiquiatra norteamericano HERVEY MILTON  CLECKLEY: The Mask of Sanity (La Máscara de la Cordura). 

jueves, 9 de agosto de 2012

LA HUELLA DEL MALTRATO Y LA VIOLENCIA INFANTIL. Cecilia Frías

Al igual que en todas las sociedades, en Bolivia se ha visto diferentes tipos de discriminación sobre lo más débiles, los niños. Hoy esta discriminación es entendida como maltrato infantil, trata de evitarse y penalizarse, gracias a la evolución del pensamiento de la sociedad vigente y de las normas jurídicas que en ella se implantaron.

LA VIOLENCIA INFANTIL: UNA REALIDAD OSCURA… 

El maltrato infantil debe solucionarse, a través de los intentos de superación de sus causas sociales reales, tales como el avasallamiento de la pobreza, del estado de guerra y de la impunidad. El concepto de maltrato infantil no se restringe sólo a la violencia física, sino que es mucho más amplio: “Hay modalidades de discriminación sutil, que están relacionadas con la sobreprotección y que no tienen relación con la violencia física o el amedrentamiento psicológico. La sobreprotección impide que los niños sean estimulados de acuerdo a sus capacidades y les imposibilita atender a sus propias necesidades. El maltrato tiene que ver también con acciones u omisiones que provocan un trastorno en su desarrollo, ya sea en lo físico, lo psicológico y/o lo social. La violencia y el maltrato infantil constituyen un fenómeno muy complejo, que involucra a toda la sociedad. La clave para prevenirlos es establecer propuestas o estrategias para reemplazar modalidades interactivas violentas, donde el diálogo sea el vehículo para resolver diferencias y problemas.

RESULTA INTERESANTE… 
Para comprender a un adulto que reacciona violentamente, hay que hacer un recorrido por su vida, que seguramente estará signada por una serie de episodios con privaciones importantes. “Si observamos qué sucede con un niño con carencias emocionales, veremos que inexorablemente influyen en los mecanismos de adaptación durante el proceso de socialización. El niño o adolescente que proviene de un medio que resulta nocivo para él, tendrá poca capacidad para responder a situaciones nuevas y tendrá dificultades en el aprendizaje, adolecerá de trastornos de conducta y en su capacidad empática y solidaria. El niño o adolescente se va a aislar o va a tener actitudes violentas. Si no se lo aborda de manera adecuada, se termina fabricando a un niño o adolescente violento y finalmente, a un adulto violento. Si bien es cierto que la violencia familiar existe en los niveles sociales medios y altos, la pobreza, la indigencia y el hacinamiento dan lugar a que se generen modelos violentos mucho más fácilmente.

lunes, 6 de agosto de 2012

TRASTORNO DE CONDUCTA: ETIOLOGÍA : FACTORES FAMILIARES, AMBIENTALES Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Joaquín Díaz Atienza



Los factores ambientales son considerados como determinantes en la presentación y mantenimiento de los trastornos de conducta, aunque en un contexto de interacción entre vulnerabilidad genética y ambiente. En este capítulo consideramos como factores ambientales los que hacen referencia tanto  al ambiente familiar como  a los sociales en general.
A pesar de su importancia, no son considerados como específicos de los trastornos de conducta ya que han sido relacionados de forma significativa con otros trastornos paidopsiquiátricos. Sin embargo, presentan un peso muy importante desde una perspectiva preventiva.

FACTORES LIGADOS AL CONTEXTO FAMILIAR.

Se exponen los problemas de salud mental de los padres, la separación y/o divorcio, la exposición a la violencia intrafamiliar, el embarazo precoz, el tipo de acogimiento, el tipo de vínculo, las pautas educativas y los factores psicosociales, en general.
1. Trastornos psiquiátricos en los padres.
Revisaremos la presencia de trastornos de conducta en el padre, la madre y la pareja, así como la depresión post-parto en la madre y la presencia de toxicomanías y alcoholismo en alguno de los padres.

1.1. Trastornos de personalidad y dependencia a drogas en los padres.
Las diferentes investigaciones evidencian de forma consistente la asociación entre problemas de conducta en los niños y la de personalidad antisocial en  el padre. En las investigaciones de Tremblay y cols (2004) encontramos que el 35 al 46% de los niños con diagnóstico de trastornos de conducta van a presentar antecedentes de conducta antisocial en  el padre frente al 6-17% en controles.  En esta misma línea se manifestaron las investigaciones de Moss y cols (2001) en las que los autores afirmaron que el riesgo se multiplicaba por 13 cuando se daban esta circunstancia.
En cuanto a estos antecedentes en las madres, Tremblay y cols (2004) afirman que, a pesar de ser uno de los aspectos menos estudiados, la presencia de conducta antisocial en las madres de niños con edades anteriores a su entrada en la secundaria originaría un mayor número de conductas agresivas en sus hijos. Esta frecuencia sería aún mayor si, al hecho de la conducta antisocial, han sido madres a una edad precoz. Por tanto, la presencia de conductas antisociales y embarazos precoces incrementaría aún más el riesgo de los trastornos de conducta en los hijos.
Respecto al consumo de drogas, y especial, la alcohol-dependencia, en los padres se ha considerado como el mayor riesgo para padecer trastornos de conducta en los hijos.
Incluso incrementan el riesgo de padecer, igualmente, alcohol-dependencia (Clark y cols,2004).
Hoy se admite que la presencia de trastornos de conducta, tanto en el padre como en la madre, incrementa significativamente el riesgo en los hijos. Otro aspecto se refiere a que, según algunos estudios (Ehrensaft y cols, 2003), la presencia de toxicomanías, en especial la alcohol-dependencia, en la madre no tendrían efecto sobre la presentación de trastornos de conducta en los hijos.

1.2. La depresión post-parto.
Las investigaciones que relacionan la depresión post-parto como factor de riesgo presentan, la mayoría de ellos, la ventaja metodológica de que suelen ser longitudinales.
De otra parte, su prevalencia supone un problema psiquiátrico importante ya que, según los estudios realizados, la sitúan en el 10 al 15 %. Se cree que el riesgo estaría relacionado con el tipo de interacción  entre la madre con depresión post-parto y su hijo, ya que originaría una merma  en las capacidades del niño, a largo plazo, para regular sus emociones (Kim-Cohen y cols, 2005). También se ha argumentado que las razones serían la incapacidad de la madre para responder de forma contingente y con sensibilidad frente a las demandas del niño.
Hay y cols (2003) realizaron un estudio sobre 122 familias inglesas. Encontraron que la violencia de los niños a los 11 años estaba asociada a la presencia de depresión postparto, independientemente de episodios depresivos durante el embarazo, episodios depresivos posteriores y otras características familiares como la cohesión, comportamiento antisocial de los padres y variables de tipo socioeconómico. Los niños más violentos eran aquellos en donde la madre había presentado un cuadro depresivo después de los tres meses de vida del niño. La afectación se daría tanto en las niñas como en los niños.
El tratamiento de la depresión en la madre, si bien da resultados positivos sobre la depresión, éstos no se traducen en una mejora de la interacción madre-hijo. Igualmente, la presencia de un temperamento difícil en el niño puede desencadenar una depresión en la madre (Murray y cols, 1996).
En un estudio longitudinal realizado por Morrel y Murray (2003) en donde pasaron un test que evaluaba la regulación emocional de niños de 9 meses y su posterior evaluación a los 5 y 8 años, pusieron de manifiesto que una mala regulación emocional (distrés e irritabilidad) a la edad de nueve meses correlacionaba posteriormente con la presencia de un trastorno de conducta. Este riesgo se manifestó solo en los niños y no en las niñas. Igualmente puso de manifiesto el vínculo entre la expresión emocional negativa en la madre y la conducta agresiva en los hijos.
Aunque se admite, en general, la influencia negativa de la depresión post-parto sobre la conducta posterior del hijo, no todos los estudios confirman esta circunstancia. Así tenemos que para Kurstjens y Wolke (2001) solo supondría un factor de riesgo si la depresión es crónica , solo en los niños y no en la niñas y si presentan riesgo añadidos neonatales o la familia está expuesta a otros riesgos.

miércoles, 1 de agosto de 2012

La Psicopatía y su Repercusión Criminológica: Un modelo Comprehensivo de la Dinámica de Personalidad Psicopática.José Manuel Muñoz Vicente Tribunal Superior de Justicia. Madrid, España



Resumen.
El trastorno psicopático de personalidad o psicopatía, a pesar de sus controversias en el contexto clínico ha resultado de enorme interés en el ámbito de la psicopatología criminal y forense al mostrarse tras la evidencia científica acumulada como un factor predictor de primera magnitud de la conducta trasgresora de la normativa social y legal. En el presente trabajo se propone un modelo comprehensivo de la dinámica de personalidad psicopática desde una perspectiva psicopatológica como paso previo y necesario para facilitar su análisis criminológico. Palabras clave: dinámica de personalidad, psicopatía, repercusión criminológica.

Abstract. The Psychopathic personality disorder or Psychopathy, regardless their controversies in the clinical context, results of a crucial interest in the criminal and forensic psychopathology context, due to the proven scientific accumulated evidence, like a first magnitude predictor factor of the transgresor misconduct of legal and social rules. In the present study it is proposed a comprehensive model of the psychopathic personality’s dynamic from the psychopathology perspective as a prior and required step to facilitate its criminological analysis. Keywords: criminological impact, personality dynamics, psychopathy.

“Algo no va bien en nuestro tiempo cuando seguimos inmersos en discusiones bizantinas. Personas normales, desde luego, no lo son: entienden la diferencia entre el bien y el mal, pero disfrutan haciendo el mal, viven para hacer el mal, y eso no es muy normal que digamos. Algo tendremos que hacer también desde el punto de vista legal, ¿no les parece?” (José Sanmartin, Prólogo al libro de J. M. Pozuelo: Psicópatas integrados).

Introducción.

El constructo “psicopatía” hace referencia a un síndrome clínico (aunque a día de hoy no esté recogido en las clasificaciones internacionales de los desordenes mentales –APA y OMS–), es decir, a un conjunto de signos y síntomas psicopatológicos relacionados (Hare, 2003). Como se desarrollará en el presente artículo, la conformación de la personalidad psicopática tiene alta probabilidad de vulnerar la normativa social y por tanto, de entrar en colisión con el Sistema de Justicia, de ahí su interés criminológico y forense (Monaham, 2006). Por tanto, este trabajo se enmarca dentro del área de investigación de la Psicología Criminal y más concretamente de las aportaciones de la Psicopatología Criminal y Forense como campo de conocimiento encargado de abordar la criminodinamia y delictogénesis de los Trastornos Mentales y su repercusión legal.

La Psicología Criminal o Psicología de la Delincuencia es una subárea dentro del ámbito disciplinar de la Psicología Jurídica, cuyos hallazgos empíricos también han sido aplicados a la Criminología. En la actualidad existe consenso dentro de la comunidad psicológica española en considerar a la Psicología Jurídica un campo consolidado de actuación profesional del psicólogo (Tortosa, Civera, Fariña y Alfaro, 2008; Ovejero, 2009; Clemente, 2010).
La Psicología Criminal, a partir de los métodos y los conocimientos generales de la Psicología, desarrolla investigaciones y genera conocimientos específicos en relación a la explicación de la conducta criminal. Su interés investigador ha versado especialmente: 1) explicación de la conducta delictiva; 2) estudios sobre carreras delictivas; 3) prevención y tratamiento; y 4) predicción del riesgo de violencia y/o reincidencia delictiva (Redondo y Andrés-Pueyo, 2007).

Desde el enfoque criminológico de las actividades rutinarias (Cohen y Felson, 1979) se considera que se necesitan tres elementos para que se produzca un acto delictivo: un individuo motivado a cometerlo; una víctima (objeto o persona) que le atrae y que se encuentra a su alcance, y una percepción de vulnerabilidad de la misma (alta probabilidad de éxito y baja probabilidad de ser capturado). En definitiva, la comisión de un hecho ilícito es función de la interacción entre una personalidad vulnerable al delito y una situación propicia (oportunidad delictiva) (Redondo, 2008).

El recurso a la psicopatología como motivación de la conducta delincuencial ha estado ligado principalmente a la explicación de delitos con alto contenido violento, provocando históricamente la estigmatización del enfermo mental. La sociedad atribuye a estos sujetos una elevada peligrosidad (delitos imprevisibles, con elevado contenido violento y bizarro en su comisión y que provocan una enorme alarma social). La investigación empírica al respecto ha demostrado sin embargo, que la enfermedad mental grave (referida principalmente a trastornos de corte psicótico) explica un pequeño porcentaje de la criminalidad violenta. Las descompensaciones criminales de estos enfermos suelen ir ligadas a una falta de adherencia al tratamiento (ausencia de conciencia de enfermedad, efectos secundarios de los psicofármacos y síntomas negativos de los casos residuales), el consumo de tóxicos (como estrategia de enfrentamiento ante el malestar experimentado por su sintomatología) y el escaso apoyo social (Esbec, 2006).