Este
artículo se sitúa desde la Psicología Social Comunitaria, abordando los procesos
de alteridad sobre la relación que se establece en Chile entre infancia y
delincuencia. Enmarco esta discusión desde la noción de dispositivo, en el
contexto de las políticas públicas. Los apartados desarrollan la relación entre
infancia, delincuencia y alteridad desde distintas perspectivas (Políticas
Públicas, Investigación Social, Dispositivo Foucaultiano, Historiografía e Intervención
Social), desarrollando una crítica a los procesos de criminalización de la
infancia y proponiendo la noción de Alter-
Infancia como posibilidad de comprensión crítica.
Palabras
Clave: Psicología Social Comunitaria, Infancia, Delincuencia, Alteridad,
Dispositivo, Políticas Públicas
Abstract
This article is based on communitarian social
psychology perspective. It will analyse the process of otherness in the
relationship between childhood and delinquency. It will discuss in the context
of social policies using the notion of device (dispositif). The following
sections will develop the relationship between childhood, delinquency and
otherness using several approaches: social policies, research in social
sciences, the notion of device (Foucault) and historiography, developing a
critical over the criminalization process to childhood, and proposing the idea
of Alter- Childhood as critical compehension.
Keywords: Social Communitarian Psychology, Childhood,
Delinquency, Otherness, Device, Social Policies
La
relación entre políticas públicas, infancia y delincuencia en Chile se inscribe
en un ámbito de acción y estudio que se encuentra saturado de supuestos indiferenciados,
reproduciéndose certezas estigmatizantes antes que posiciones críticas. El
propósito de este artículo es problematizar, desde la perspectiva de la
Psicología Social Comunitaria, la relación entre infancia, delincuencia y
alteridad, sobre cuatro objetivos: 1) la política pública y la subjetivación
diferencial de infancias; 2) las relaciones entre infancia, delincuencia y
alteridad; 3) la noción de dispositivo como productor de alteridad en infancia;
4) procesos sociohistóricos que subjetivan infancias desde la alteridad.
A
este respecto, la Psicología Social Comunitaria (Alfaro, 2009; 2013; Montero,
2010; 2011) contribuye desarrollar perspectivas desnaturalizadoras de los procesos
sociales, históricos y culturales contenidos en estos ejes reflexivos, desde dimensiones
conceptuales, ético- políticas y disciplinares. En lo conceptual, posibilita la
comprensión intersubjetiva de la relación entre infancia y delincuencia, desde
una perspectiva crítica de las relaciones sociales (Montero, 2011; Piper,
2002), desmitificando su carácter de manifestación objetiva (Montero y
Montenegro, 2006; Montero, 2010). A nivel ético- político, facilita la visibilización
de las tensiones entre la perspectiva garantista y proteccional hacia las
infancias, aportando al debate sobre los procesos de criminalización en la intervención
(Sepúlveda, 2011) y cuestionando las perspectivas estigmatizadoras (Llobet, 2010;
Olmos, 2012). A nivel disciplinar, permite definir la intervención desde un
carácter situado (Montenegro y Pujol, 2003), aportando a la complementariedad entre
la formulación, diseño e implementación de la intervención social, al
considerar las tensiones entre los agentes disciplinares, los formuladores y
sujetos intervenidos (Alfaro, 2013), en una lectura compleja de los procesos de
intervención (Alfaro, 2009; Piper, 2002). Estas ideas- fuerza serán empleadas
para reflexionar acerca de las implicancias de cada uno de los apartados,
decantando en la noción de Alter-
Infancia, en tanto proceso de subjetivación de Alteridad (Gnecco, 2008).
Políticas
Públicas e Infancias: entre el garantismo y la criminalización.
Las políticas públicas en Chile articulan visiones sobre las infancias, erigiéndose un discurso dominante desde la Doctrina de la Protección Integral (Galvis, 2009; Quiroz, 2011), sustentado normativamente en la Convención de Derechos de la Infancia (UNICEF, 1989). pretendiendo marcar un hito de tránsito entre la doctrina basada en la noción de menor en situación de vulnerabilidad a otra que concibe a la infancia en tanto sujetos de derechos.
Las políticas públicas en Chile articulan visiones sobre las infancias, erigiéndose un discurso dominante desde la Doctrina de la Protección Integral (Galvis, 2009; Quiroz, 2011), sustentado normativamente en la Convención de Derechos de la Infancia (UNICEF, 1989). pretendiendo marcar un hito de tránsito entre la doctrina basada en la noción de menor en situación de vulnerabilidad a otra que concibe a la infancia en tanto sujetos de derechos.
A nivel del diseño de políticas públicas, el accionar del
Ministerio de Justicia a través del Servicio Nacional de Menores ha desarrollado
la concepción de separación de
vías (Werth, 2010) como una expresión de una supuesta diferencia entre la
aproximación hacia los denominados adolescentes
infractores de ley y los niños y niñas sujetos de promoción de derechos. El devenir de
esta perspectiva es cuestionable, siendo muchos de sus efectos y prácticas
vulneradoras de derechos humanos (UNICEF, 2008; INDH, 2013).
La
política pública orientada hacia los “infractores de ley” se encuentra culturalmente construida desde la noción del miedo al otro (PNUD, 1998), cimentando
la cohesión social en la identificación de éstos como íconos de la peligrosidad
e inseguridad (Vergara, 2007), sustentando procesos
de criminalización (Sepúlveda, 2011). Es esta radical mirada sobre la
infancia criminalizada la que permite reflexionar en torno de la intervención
social desde la alteridad.
Si
realizamos un análisis a nivel internacional de los programas que intervienen
sobre la infancia criminalizada, se destacan las estrategias preventivas centradas
en la relación costo- beneficio (Greenwood, 2008), las que privilegian la
intervención sobre la infancia para disminuír la conducta criminal en la etapa adulta, bajo el supuesto de una mayor
permeabilidad de los factores asociados (Mann y Reynolds, 2006; White, Temple y
Reynolds, 2010; Jenson, 2010).
En
esta perspectiva, Trentacosta y Shaw (2009) realizan un estudio longitudinal
sobre la relación entre la autorregulación emocional y el rechazo de pares, observándose
una asociación positiva entre éste y el comportamiento antisocial, debiéndose
trabajar la autorregulación adaptativa tempranamente. Hawkins, Kosterman,
Catalano, Hill, y Abbot
(2008) presentan los efectos de una estrategia de intervención multidimensional
en el espacio escolar, reportándose efectos significativos en la reducción de
la delincuencia adulta. Mann y Reynolds (2006) realizaron un estudio
longitudinal sobre la intervención educativa temprana en la delincuencia
juvenil, relacionando los factores de intervención y escolarización temprana con
la reducción de la delincuencia. Asimismo, Reynolds, Ou y Topitzes (2004)
investigaron longitudinalmente los efectos de la participación de preescolares
de clase baja en los Centros de Padres e Hijos, evidenciándose mayores logros
educativos y menores tasas de arrestos juveniles. Asimismo, Crooks, Scott,
Ellis y Wolfe (2011)
analizaron un programa de prevención de la violencia escolar, determinándose un
efecto amortiguador de éste respecto de la comisión de delitos violentos.
Más
allá del ámbito escolar, la revisión internacional da cuenta de programas de
intervención hacia la infancia que apuntan de modo general a la disminución de
riesgos futuros, en donde la delincuencia es uno de los factores de riesgo.
Geenwood (2008) plantea la importancia de focalizar los esfuerzos en la
denominada práctica basada en la
evidencia, lo cual implica centrarse en indicadores que delineen buenas
prácticas, más allá de la perspectiva conceptual a la base. Cole, Mills,
Jenkins, y Dale
(2005),
realiza una comparación entre programas de intervención temprana sobre la
delincuencia, incorporando a la medición medidas que denomina de desarrollo
social, como la satisfacción escolar, la soledad y depresión, concluyendo
que no hay diferencias en los resultados
entre programas. En ambas experiencias, la intervención temprana es una
estrategia consensuada, en la lógica de la posibilidad de incidencia sobre
factores asociados (White, Temple y Reynolds, 2010).
A
nivel nacional, se representa el ámbito escolar como factor protector de
diversas manifestaciones disfuncionales, definidas dentro de un campo semejante
de problemas sociales: consumo de drogas ilícitas, rendimiento escolar,
deserción, conductas de riesgo en general y delincuencia, siendo SENDA (2013)
el encargado de articular los esfuerzos entre el Ministerio de Educación y el
Ministerio del Interior y Seguridad Pública. Fuera del ámbito escolar, los
programas se sitúan en la óptica de cumplimiento de penas, en una perspectiva
de responsabilización y control de la conducta delictiva (Ministerio de
Justicia, 2005).
En
síntesis, la perspectiva de factores de riesgo y protectores define la
intervención sobre la delincuencia en niños y niñas desde la incidencia de
factores contextuales e individuales, consolidando una perspectiva de
interacción diádica y de costo- beneficio. No se concibe desde allí la
posibilidad de comprender la relación entre infancia y delincuencia en tanto
manifestación social, histórica y cultural, reduciendo la intervención al
ámbito puramente técnico. Se asume la infancia como una etapa uniforme, posible
y necesaria de intervenir desde la urgencia, antes de llegar a una etapa tardía.
Se les concibe como potenciales delincuentes, sintetizándose el negocio de la
prevención en “cuidarlos hoy para cuidarnos mañana” (Grupo de trabajo “Niñez”,
2006).
En tensión a
esta perspectiva, surgen lineamientos críticos agrupables bajo la noción de construcción
social de las criminalización. Smith (2009) sostiene una perspectiva interventiva
crítica en la esfera judicial, conceptualizando la infancia como construcción
social, resaltando su cualidad agencial desde la óptica de los derechos
humanos. Complementariamente, Gatti, Tremblay y Vitaro (2009) refieren que la
intervención jurídica se centra en las características familiares y sociales, antes
que en las condiciones asociadas al delito, afirmando que dicha intervención
judicial presenta un efecto iatrogénico, al aumentar la probabilidad de comisión de
delitos en la edad adulta. A su vez, Greenwood (2008) sostiene que muchos de
los programas considerados en un momento como exitosos incrementan la
probabilidad de delincuencia en la etapa adulta. Bernburg, Krohn y Rivera
(2006) realiza un estudio longitudinal sobre sujetos infractores de ley,
sosteniendo que la intervención de la justicia juvenil acrecienta la
probabilidad de involucramiento en la comisión de delitos graves. Desdes estos
estudios, se aprecia la pertinencia de entender las políticas públicas como
ingenios reproductores de criminalización.
Infancia, Delincuencia y
Alteridad: posibilidades desde la investigación social.
La
concepción de alteridad da cuenta de procesos subjetivadores inscritos en
discursos y prácticas que delimitan la normatividad y la desviación,
categorizando a grupos desde relaciones sociales de dominio (Cabruja, 1998). Como
heurística científica es multidisciplinar (González, 2009), desarrollándose
desde campos como la antropología, la psicología social, la sociología, la
linguística y la educación, requiriendo de una articulación compleja para
iluminar los procesos de producción de conocimiento. Corresponden a procesos
situados sociohistóricamente en la modernidad (Gnecco, 2008), en tensión dialéctica con los
procesos de identidad (Rabello, Rocha, Texeira, Alves, Antunes, 2006; Flórez,
2007; Heffes, 2012). Desde una perspectiva crítica, los procesos de alteridad
cristalizan las representaciones de lo otro sobre distinciones que facilitan la
subordinación (Juliano, 1994), desde el ejercicio hegemonizador de su rechazo
incluyente, representándolo en una suerte de basurero del Yo (Gnecco, 2008). Lo anterior, resalta el doble juego
de la modernidad, en orden a la necesidad de consolidar la figura del Otro
monstruoso pero a la vez necesario, centrando el accionar en la administración
de la diferencia antes que en su erradicación.
Así
entendido, la alteridad se refiere a producciones discursivas que determinan
específicas relaciones de poder, las cuales mantienen el orden social y definen
vinculaciones de dominio y de subordinación. Se desconocen así las relaciones
sociales desde su carácter histórico, produciénsose esencializaciones excluyentes relativamente rígidas, sustentadas en una lectura binarista
de las relaciones sociales (Castro- Gómez, 2000).
Desde
lo anterior, la construcción de una Infancia Criminalizada en oposición a la Infancia Normalizada (Llobet, 2010) es
una cuestión de administración de la
delincuencia, no siendo posible ni deseable su erradicación al ser
necesaria para la función de normalización social. Se hace necesario conjuntamente
el ejercicio de la violencia, dado el carácter violento de la constitución del
sujeto moderno en el horizonte colonial y post- colonial (Castro- Gómez, 2000; Herrera, 2006;
Recasens, 2006; Gnecco, 2008).
Desde
una lectura contemporánea, las lógicas de exclusión binaria se tensionan con
los procesos de la modernidad tardía, desde los cuales se asiste a la ruptura
de los modos dicotómicos de producir sujetos (Castro- Gómez, 2000), valorándose
la diversidad cultural como modo de viabilizar los nuevos modelos de desarrollo
(Soria, 2012) y desdibujando a su vez la
monstruosidad encarnada en la figura de la alteridad (Blaney, 2008;
Foucault, 2011). No obstante, el estado del arte muestra una multiplicidad de
figuras de exclusión: en torno a dispositivos de sexualidad (Piola, 2008) o los
dispositivos jurídico- culturales (Juliano, 1994); desde los fenómenos
migratorios (Rea, 2006; Olmos, 2012); o en los dispositivos educativos
(Cabruja, 1998; Colmenares, 2004).
Complementariamente,
se consolida en la espacialidad de la urbe en tanto lugar de confrontación con
el otro, concibiendo la ciudad como
el espacio de las diferencias (Rabello et al, 2006), o de reafirmación étnica
desde la recreación de los vínculos comunitarios en el contexto urbano (Planas,
2007). Surge desde una diversidad de dispositivos de producción, donde los
medios de comunicación de masas vehiculan los discursos hegemónicos
(Silverstone, 2004), fomentando la construcción del otro peligroso desde la carga valorativa que éstos le adjudican (Álvarez,
2012). Esta hegemonía no equivale a pasividad, siendo tensionada por dinámicas
de valoración de la diferencia, desde procesos de resistencia y reafirmación
étnica (Rivera, 2006; Merino, Mellor, Sáez y Quilaqueo, 2009).
Como
se aprecia desde la revisión presentada, los procesos de subjetivación desde la
alteridad permiten establecer distintas siluetas
de alteridad, desde la reificación de la peligrosidad, de procesos de
hegemonía y resistencia, y de naturalización de procesos intersubjetivos, entre
otros órdenes posibles. Cabe preguntarse sobre la pertinencia de estos procesos
de alteridad para dar cuenta de la relación entre infancia y delincuencia.
En esta
revisión, se aprecia un grupo de investigaciones que asumen la existencia de jóvenes infractores de ley, en tanto
portadores de una particular desviación, y/o en una condición de deprivación de
los recursos indispensables para su integración. Zambrano y Pérez (2004)
proponen que los niños y niñas que cometen infracciones de ley se encuentran
condicionados por una serie de factores de carácter psicosocial, situándolos al
margen de la integración, evidenciando procesos identitarios de carácter
desadaptativo. Valdenegro (2005) plantea que el ejercicio de infracción de ley
se encuentra mediado por un conjunto de factores de carácter psicosocial, en
donde la percepción de ser objeto de prejuicio y el bajo apoyo social familiar
son característicos de sujetos con prácticas infractoras. Salazar et al. (2009)
identifican dimensiones de vida en niños infractores desde una perspectiva
psicosocial, destacando una asociación significativa entre condiciones de
personalidad y la conducta delincuencial. Reyes (2014) destaca la especificidad
del fenómeno delictivo en adolescentes del género femenino, identificando
factores particulares que inciden en su ocurrencia. Morales (2008) revisa las
principales teorías explicativas respecto del comportamiento infractor
adolescente, enfatizando su carácter multicausal y a la vez resaltando una
particular teoría de carácter neuropsicológico (Taxonomía del Desarrollo), presentando
el mayor valor heurístico.
Se
perfila así un marco investigativo basado en relaciones psicosociales diádicas,
individuales y ahistóricas, posibilitándose la emergencia del individuo infractor, relacionado en
grados de disfuncionalidad con su entorno de acuerdo a variables individuales y
contextuales.
Esta radicación
en el individuo y su contexto microsocial pasa por alto las condiciones contextuales
macro, omitiendo la producción histórica, cultural y social de la diferencia. En
contrapartida, la alteridad permite situar dicha relación como una expresión
cultural, histórica e intersubjetiva, resaltándose la importancia de analizar
las condiciones que promueven estas diferenciaciones, y a la vez abordar las
modalidades específicas en que los dispositivos de producción de alteridad
operan en la actualidad.
Relación entre Alteridad e
Infancia desde la noción de Dispositivo.
La
noción foucaultiana de dispositivo (Deleuze, 1990; Foucault, 2000; Agamben,
2011) denota la idea de “máquinas para
hacer ver y hacer hablar” (Deleuze, 1990, p. 155), delineando tanto lo
visible y lo invisible, como lo enunciable y lo imposible de ser dicho,
haciendo aparecer o desparecer el objeto que define. Así, la problematización
de la infancia como sujeto singular
en el paradigma garantista es una particular visibilización que desdibuja la
existencia de la diversidad de infancias, y específicamente la infancia desde
la alteridad.
Según
Agamben (2011), “dispositivo” refiere a un conjunto heterogéneo de elementos
tales como discursos, instituciones, edificios, leyes, entre otros. Se aleja de
la identificación con la noción de institución, constituyéndose en red de
articulación en la medida que responden a un específico orden de
inteligibilidad (García, 2011).
La
noción de los dispositivos como regímenes (re)productores de órdenes en el
mundo permite entenderlos, en tanto líneas
de fuerza (Deleuze, 1990), configurando la triple dimensión de saber, poder
y subjetividad. Sobre esta última, se le entiende como un proceso sin
determinación preexistencial, operando para sujetar
al sujeto a un determinado régimen de verdad. Así entendido, la relación entre infancia y
delincuencia es contingente cultural e históricamente, delimitada en
particulares regímenes de enunciabilidad.
Agamben
(2011) señala que los dispositivos producen distintas posiciones de sujeto, pudiendo
un mismo individuo ser sujeto de múltiples procesos de subjetivación. Se
resalta así la importancia central de los dispositivos en los procesos de
subjetivación, abiendo la puerta para considerar Lo Otro: “Lo que se subjetiviza son tanto los nobles, (…) así como - aunque en
otras condiciones- los excluidos, los malos, los pecadores” (Deleuze, 1990,
p. 157).
La
construcción de alteridad desde la noción de dispositivo como red articuladora
de sentido, es posible de situarla como proceso
de construcción de lo otro en diversos ámbitos del contexto social
(espacios comunitarios, medios de comunicación de masas, ámbito jurídico, entre
otros), siendo el accionar que el Estado desarrolla en las políticas públicas
hacia las infancias uno de los posibles órdenes. No obstante, este ámbito presenta
la particularidad de explicitar el vínculo entre infancia y delincuencia desde
específicas concreciones tales como planes nacionales y programas de intervención,
definiendo conjuntamente las instituciones encargadas de su ejecución, los
espacios interventivos y las particulares naturalizaciones sobre a la figura
del “infractor de ley”.
Así
entendido, la política pública y las instituciones hacia las infancias derivadas
se constituyen en espacios sociales de construcción de alteridad, sustentados
desde saberes y prácticas en torno a la producción de la diferencia (Cabruja,
1998). Se posibilita la reificación de sujetos intervenidos tanto desde modos de actuar como desde saberes, constituyéndose en fábricas de niños (Llobet, 2010), desde
su carácter de desviación y peligro.
La producción
binaria de Infancias como proceso histórico.
Desde
el enfoque propuesto, la política pública y en particular la generada hacia las
infancias se configuran en tanto fenómeno histórico y cultural (Llobet, 2010).
Así expuesto, es relevante poder revisar las modalidades en que la acción del
Estado hacia las infancias se ha manifestado a través de la historia,
intentando comprender tanto las continuidades como las discontinuidades de este
ejercicio.
La
primera constatación que puede hacerse es que la infancia no es algo dado, erigiéndose
en tanto producción social (Grupo de Trabajo “Niñez, 2006; García y Gallego,
2011; Gómez y Alzate, 2014), la cual dista a su vez de tener una concreción
uniforme.
Las
infancias se construyen entonces desde específicas relaciones históricas, desde
las redes institucionales, legislaciones, espacialidades y prácticas. De este
modo, el Estado y la sociedad civil han materializado históricamente
específicos perfiles de infancias, siendo la emergencia de la institución
escolar hacia fines del siglo diecinueve un hito histórico en la constitución
de las infancias en Chile. Este proceso se ha traducido en la pedagogización de la infancia (Alzate,
2003; Grupo de Trabajo “Niñez”, 2006), decantando el sujeto- niño escolarizado, como la combinación entre objeto de
cuidado y de obediencia.
Así
entendido, el estatus de niñez se
sostiene en torno al comportamiento social deseable, con relativa independencia
de cualidades etarias o normativo- garantistas. Se elabora una particular
silueta de infancia desde la paradójica negación de su particularidad (Llobet,
2010), lo que decanta como horizonte sobre prácticas cotidianas, restringiendo
la pluralidad de las infancias desde un ejercicio dicotómico de producción de lo
otro y lo mismo.
Desde
una mirada histórica, las acciones del Estado de Chile sobre las infancias dan
cuenta de un ejercicio de producción binarista característico de los procesos
de construcción de alteridad, en un orden social estatal segregador respecto de
determinadas manifestaciones de infancias (Salazar, 2006). La especificidad de
la intervención del Estado sobre un segmento de las infancias populares,
construye un sujeto cuya desviación es peligrosa, siendo pertinente la
modelización de estrategias de control y segregación social. Esta acción de
intervención del Estado cobra fuerza desde su carácter sociocultural, heredera
de la producción de alteridad étnica del régimen colonial, y como emergente de
la interacción cotidiana con lo otro
como fuente de ansiedad e inseguridad
(Rabello, 2006).
El
accionar técnico- punitivo se combina con los vaivenes del orden social, en
tanto que la infancia popular es objeto de estudio e intervención
integracionista desde las ciencia sociales y la técnica social en los ciclos de
auge, mientras que en los periodos de crisis es objeto de criminalización (Salazar
y Pinto, 2010). Lo anterior no aplica a la subjetivación de infancias en clases
sociales media alta y alta, quienes quedan fuera del radio segregador del
Estado (Grupo de Trabajo “Niñez”, 2006), en donde ser niño- caballerito (Salazar y Pinto, 2010) propio de la crianza
en las capas oligarcas, define un sistema de clase altamente protector y
reproductor de las diferencias sociales.
El
movimiento reformista de mediados del siglo diecinueve desarrolla espacios
sociales de transformación en alianza con el aparato de control social
punitivo, configurando desde los sistemas
de caridad- control (García, 2001) la figura vulnerable del Menor (Ministerio de Justicia, 1928), como
sujeto marginado pero mayoritario. Se cimenta así una cultura de la judicialización de las políticas sociales (Vergara, 2007), construyendo
una particular lectura de la infancia ya en los inicios del siglo pasado (Rocuant,
1932).
Desde
los años cincuenta comienza en Chile una expansión de las políticas sociales
básicas, facilitándose procesos de integración de amplios sectores sociales, en
el contexto del desarrollo del Estado de Bienestar Corporativo (Larrañaga,
2010). Como resultante de este movimiento social ascendente, los menores son cada vez más residuales (García, 2001), conformándose
el aparato jurídico como la instancia articuladora de las políticas supletorias
de un Estado que concibe a la infancia desde la minoría, en tanto sujeto marginal.
La
transformación del Estado que deviene con la dictadura militar acrecienta esta
tendencia de judicializar la problemática del menor, aumentando el espacio de intervención desde la aplicación de
políticas supletorias, en un trasfondo de carencias materiales. Se desarrolla
así una ilusión de política social
(García, 2001), reemplazándose el carácter psicosocial y material de la
intervención por la figura omnisciente del juez y la normativa jurídica.
En
el contexto del proceso de transición a la democracia, los gobiernos de la
etapa postdictatorial consolidan una apuesta que conlleva el desarrollar un
nuevo impulso a las políticas sociales en su conjunto, desde el denominado pago de la deuda social (Larrañaga,
2010). Así conceptuado, la infancia pasa a ser un eje de las Políticas Públicas
en diversos frentes, lo que se plasma en
la proyección de Planes Nacionales de Infancia, en los periodos 1992-
2000, 2001- 2010 y 2010- 2014 (Gobierno de Chile, 2010).
Estos
cuerpos normativos pretenden ser marcos orientadores de la política
gubernamental a favor de la infancia y adolescencia, como respuesta coordinada
a la ratificación por parte de Estado de Chile de la Convención sobre los
Derechos del Niño (UNICEF, 1989). Se puede sostener que esta redefinición de
las políticas públicas desde la valoración de las diferencias sociales y
culturales se inscriben en un giro de soporte del nuevo modelo de desarrollo, que
reemplaza la perspectiva universalista por la de focalización y compensación
(Wade, 2006).
No obstante,
estos supuestos avances van aparejados de una segmentación institucional,
distinguiendo sujetos de protección y sujetos de control, lo que se ha
traducido pragmáticamente en la naturalización de grupos sociales desde la
criminalización. Así expuesto, se va encarnando la silueta productora de la
subjetividad vulnerada, cimentada en la figura del Miedo al Otro (PNUD, 1998), constituyéndonos desde la diferencia
segregadora.
Conclusiones.
Como
primera reflexión, es posible sostener la conceptualización crítica de la
relación entre infancia y delincuencia desde la noción de alteridad. Lo
anterior se enfrenta con la existencia de diversas prácticas naturalizantes, que
reifican la silueta del joven infractor de ley y definen hegemónicamente la
noción del problema social y su abordaje, desde la criminalización hacia las
infancias (Sarcinelli, 2011; Sepúlveda, 2011).
Desde
lo anterior, las políticas públicas se constituyen en un importante contexto para
la consolidación de la perspectiva normalizadora, conjugando la acción social
(integracionista) y la investigación. La Psicología Social Comunitaria permite
la visibilización de esta tensión de modo privilegiado, aportando un horizonte
crítico y de transformación social desde la promoción de procesos dialógicos
entre actores y sus marcos interpretativos (Alfaro, 2013).
Se
desprende así que los programas sociales hacia las infancias se definen como un
conjunto de respuestas al particular modelo de desarrollo en Chile, en tanto
actualización de las construcciones históricas respecto de la condición y
estatus de dichas infancias (Grupo de
Trabajo “Niñez”, 2006; Salazar, 2006; Rojas, 2010). Es en este sentido que
propongo la expresión Alter- Infancia,
connotando la específica subjetivación de otro-
sujeto infantil, definido desde las intervenciones sociales hacia las
infancias, herederas de la diferenciación históricamente segregadora del
Estado- Nación chileno. Esta definición de Alter- Infancia no se traduce en la
descripción de un particular modo de ser, resaltándose la condición de proceso
en tanto concreción contingente y relativa a dinámicas subjetivadoras inscritas
en dispositivos.
A
nivel sociocomunitario, concebir la relación entre infancia y delincuencia
desde la alteridad se tensiona con los modos de entender la relación entre el
mundo adulto y las infancias en un contexto patriarcal y adultocéntrico. La
radicalización de los procesos de criminalización expresados en la creciente
sensación de inseguridad y en la externalización de los problemas sociales
hacia las figuras de alteridad, constituyen un reto para la sociedad en su
conjunto y en particular para las políticas públicas hacia las infancias, si de
verdad se proponen siturse desde perspectivas transformadoras y garantistas. En
esta óptica, el desarrollo de prácticas de intervención locales orientadas a la
promoción de perspectivas garantistas hacia las infancias, en una lógica de
desarrollo “abajo- arriba” en que las comunidades se hacen cargo de la
resolución y definición de sus problemas, se constituyen en una alternativa no
sólo necesaria sino eficaz, en contraposición con la ineficaz y verticalista guerra a la delincuencia, en tanto ejemplo
de la tendencia privatizadora de los procesos sociales.
Desde esta
mirada, los procesos históricos y culturales a la base de la construcción de la
Alter- infancia se constituyen en un eje de análisis comprensivo que permite
problematizar las perspectivas de intervención actuales: seguridad ciudadana,
vulnerabilidad, miedo al otro, factores de riesgo, entre otras. Esta
constatación, en la medida que nos interpela no sólo como investigadores o
interventores sociales sino que en tanto sujetos ético- políticos, permite
posicionar un debate necesario respecto de la responsabilidad por el Otro en
tanto apuesta histórico- social transformadora (Carballeda, 2013), que polemiza
con la naturalización criminalizante que
emerge de la reproducción binaria de infancias: niños o jóvenes, víctimas o
delincuentes, frágiles o peligrosos.
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Nuk mund ta besoja se do të ribashkohesha ndonjëherë me ish-dashnorin tim, isha aq i traumatizuar duke qëndruar vetëm pa një trup që të qëndronte pranë meje dhe të ishte me mua, por isha aq me fat që një ditë takova këtë magjistar të Dr. Ediomo, pasi i tregova per situaten time ai beri gjithcka qe te shihte te dashurin tim te kthehej tek une, ne fakt pasi beri magji ish i dashuri im u kthye tek une me pak se 48 ore, ish i dashuri im u kthye duke me lutur qe nuk do te rikthehej kurre. me ler perseri 3 muaj me vone u fejuam dhe u martuam nese edhe ti ke te njejten situate. Ai është shumë i fuqishëm në punët e tij;
ResponderEliminar* dua magjinë
* nëse doni që ish-i juaj të kthehet
* Ndaloni divorcin
*thyej obsesionet
* shëron goditjet në tru dhe të gjitha sëmundjet
* magji mbrojtjeje
*infertiliteti dhe problemet e shtatzënisë
Kontaktoni Dr Ediomo në emailin e tij: drediomo77@gmail.com
faleminderit shume zoteri qe ma ktheve ish te dashurin tim emailin e tij: drediomo77@gmail.com ose telefononi/whatsapp:+2349132180420
+2348155926512
¿SIENTE QUE SU MATRIMONIO ESTÁ FRACASANDO/DIVORCIO/PERDIÓ EL AMOR Y BAJO FINANCIERAMENTE??? LA CASA ESPIRITUAL DE LA DR ELLEN OMIRI ES LA SOLUCIÓN A TUS PROBLEMAS. LLAMA O WHATSAPP:+2348106541486
ResponderEliminar* Poderoso hechizo de amor.
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*Adivino
*Lectura de mano. Correo electrónico: ellenspellcaster@gmail.com
*Lectura psíquica.
*Locura causada por el arte de las brujas.+2348106541486
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DR DAWN ËSHTË NJË SHPËTUES I JETËS DHE MUND TË JU SIGUROJ.
ResponderEliminarEmri im është loana conga dhe jam këtu për t'u bashkuar me shumë njerëz këtu për të falënderuar Dr DAWN për ndihmën dhe gjestet e tij të mira ndaj meje. Kam pasur një përvojë të tmerrshme të thyerjes së zemrës me burrin tim. Ai më la dhe unë isha i shkatërruar dhe nuk gjeta asnjë ndihmë për ta kthyer atë. Në një moment isha në depresion derisa hasa në faqe ku njerëzit dëshmonin se si i ndihmoi Dr. DAWN. E kontaktova dhe ai nuk hezitoi asnjë moment të më ndihmonte edhe mua. Jo vetëm që e ktheva burrin tim pas 48 orësh, por dashuria dhe lumturia janë rikuperuar më mirë se kurrë. dr. Agimi është një personalitet i mrekullueshëm dhe nuk mund ta falënderoj sa duhet për shërbimin e tij vetëmohues ndaj njerëzimit. kontaktoni atë tani me email: dawnacuna314@gmail.com
Whatsapp: +2349046229159
*Për magji dashurie.
*Për të ndaluar abortin.
*Për të mbetur shtatzënë.
*Për të kuruar të gjitha llojet e sëmundjeve.
*Për të rivendosur paqen dhe lumturinë në martesën ose marrëdhënien tuaj.
*Për të fituar biletën e lotarisë.
Dhe të tjerët.