La
adolescencia es una etapa en la que el individuo se encuentra en continuo cambio. En muchos manuales se la
trata, como el inicio de la vida adulta o como el final de la infancia y no
como una fase diferente con aspectos y
referencias específicas y claramente distintas de la infancia y la vida adulta
(Salinas, 2003).
La
adolescencia se inicia, aproximadamente a los 12 años en las mujeres y a los 13 en los varones, es entonces
cuando aparece el periodo de la pubertad. En esta etapa se distinguen dos
momentos diferenciados: la Preadolescencia o periodo de la pubertad y la
Adolescencia. Comentaré aquí el desarrollo que se produce en los distintos
planos de las dos etapas, respectivamente.
La Preadolescencia.
Es en la Preadolescencia donde se
produce una intensa actividad hormonal y, por tanto, los cambios físicos que ya
conocemos, en mujeres y varones: menstruación, vello púbico, primera
eyaculación, aumento de estatura, senos, caderas, fuerza física, desarrollo
muscular…
Con
respecto al desarrollo cognitivo, en este período puede imaginar lo que podría
ser, y ya no confunde lo real con lo imaginario, aunque a veces, es fantasioso.
Se
desarrolla su espíritu crítico y usa con mayor facilidad los procedimientos
lógicos: análisis, síntesis…Al
mismo tiempo, discute para probar su capacidad y seguridad del adulto.
Desarrollo
tendencial: Tiene necesidad de independencia de sus padres, por tanto quiere
libertad y para ello emplea la desobediencia.
A
lo que al desarrollo afectivo se refiere, en la etapa Preadolescente, fluctúan
gran intensidad de emociones y sentimientos y con ello una desproporción entre
el sentimiento y su expresión.
El
sujeto controla poco las manifestaciones externas que se traducen en tics
nerviosos, muecas, gestos bruscos, gritos extemporáneos.
Se
pasa de la agresividad a la timidez fácilmente.
Desarrollo
social: además de la emancipación e independencia con respecto a los padres, ya
anteriormente comentada, busca también la protección de estos.
El individuo tiene la necesidad de afiliación
y de sentirse aceptado y reconocido por lo de su entorno, de valorarse y de
afirmarse.
Su
interés se centra en el deporte, la diversión, etc.
En
esta edad, tiende a la separación entre chicos y chicas y tienen gran
curiosidad por todo lo relacionado con la sexualidad.
La Adolescencia propiamente dicha.
Esta
difícil etapa de la vida es en la que generalmente comienza el consumo de
alcohol y tabaco. Y, lo que es peor, el peligroso momento de ingreso en el
mundo de la droga, tan extendido en nuestros días.
Desarrollo
cognoscitivo: La adolescencia es el ciclo donde madura el pensamiento lógico
formal. Su pensamiento es más objetivo y racional. Es capaz de raciocinar de un
modo hipotético deductivo.
El
adolescente sueña con los ojos abiertos, se refugia en un mundo fantasmagórico
donde se mueve a sus anchas, ya que mundo real no satisface sus expectativas.
Es
también la edad de los ideales. El adolescente descubre valores y trata de
capturarlos para sí y para los demás. Aunque este hecho no afecta a todos los
adolescentes. Depende de la formación recibida.
Para
el desarrollo motivacional vamos a seguir los pasos de Schneiders sobre los
motivos que interesan en esta edad a los adolescentes:
-
Necesidad de seguridad: Se funda en un sentimiento de certeza del mundo interno
(estima de sí, de sus habilidades, de su valor intrínseco, de su equilibrio
emocional, de su integridad física) y externo (economía, su status en la
familia y en el grupo). El adolescente puede sufrir inseguridad por los cambios
fisiológicos, la incoherencia emotiva o por la falta de confianza en los
propios juicios y decisiones.
-
Necesidad de independencia: independencia emocional, intelectual, volitiva y
libertad de acción. Se trata de una afirmación de sí.
-
Necesidad de integración.
-
Necesidad de afecto: sentir y demostrar ternura, admiración, aprobación.
-
Necesidad de experiencia: esta necesidad se manifiesta en las necesidades vicarias
(TV, cine, lecturas, conversaciones, redes sociales, deportes, juegos). Por
esto mismo se meten en actividades poco recomendables: alcohol, drogas, etc.
Desarrollo
emotivo: la adolescencia es el periodo de mayor inestabilidad social, por tanto
está lleno de riqueza y originalidad.
El
adolescente es variado en su humor. Sus acontecimientos le obligan a rechazar
hacia el interior las emociones que le dominan. De ahí la viveza de su
sensibilidad: al menor reproche se le verá frecuentemente rebelde, colérico.
Por el contrario, una manifestación de simpatía, un cumplido o una palmadita en
la espalda, le pondrán radiante, entusiasmado, gozoso.
Desarrollo
social: los desarrollos anteriormente comentados agilizan el proceso de
socialización.
En
este proceso se desarrolla en el adolescentes oscilaciones tales como:
-
Vaivenes entre confianza y desconfianza en sí mismos.
-
Vaivenes entre excitación y depresión: trabajo y ocio, buen humor y llanto.
-
Vaivenes entre sociabilidad e insociabilidad: tratables e intratables,
delicados e hirientes.
-
Vaivenes entre vida heroica y sensualidad.
En
esta época aparecen rivalidades y luchas para obtener el poder y ejercerlo
sobre los demás. Prueba sus fuerzas físicas y así se convierte en agresivo, lo
que se manifiestan con ciertos actos exteriores (se golpean unos a otros),
palabras agresivas (se insultan), manifestaciones reprimidas y ocultas,
agresividad contra sí mismos, agresividad contra las cosas.
La
situación del adolescente frente a la familia es ambivalente: por una parte
está la emancipación progresiva de la familia, lo que implica un riesgo; y por
otra, el adolescente percibe que su familia es fuente de seguridad y ayuda, con
miedo a perderla.
La
escuela favorece la reorganización de la personalidad sobre la base de la
independencia (emancipación de los padres, la constitución de grupos, status
autónomo fundado sobre su propia acción,…), aunque también puede presentar
obstáculos.
La
amistad entre adolescentes se caracteriza por la sinceridad, el altruismo, la
delicadeza. Se presumen de tener los mismos gustos y opiniones, se imitan, se tienen mutua
confianza, se quieren con exclusividad, se sacrifican unos por otros.
Entre
ellos predominan los grupos primarios, se reúnen con frecuencia, participan de
las mismas diversiones, peligros y emociones.
El
grupo proporciona al adolescente sentimiento de seguridad, protección y
solidaridad; ayuda a emanciparse de los padres; reduce el conjunto de
frustraciones; facilita las amistades; es una escuela de formación social.
Desarrollo
sexual: En el momento en que los adolescentes tienen preocupaciones sobre su
desarrollo sexual, los comentan y tratan solo en un clima de gran confianza y
complicidad. La tensión sexual que tienen los adolescentes es el resultado de
de tres tipos de estimulantes que operan de forma compleja: la acción del mundo
exterior, la influencia de la vida psíquica y la acción del organismo.No
hay que olvidar que es en esta edad cuando el adolescente comienza a tener las
primeras atracciones sexuales.
Desarrollo
moral: la moral para los adolescentes es un comprometer todo su ser a la
búsqueda de la imagen ideal de sí mismo, donde pone a prueba la fuerza de la
voluntad, la solidez de las posibilidades y cualidades personales. Hay algunos
valores morales que ellos prefieren por ser más brillantes, más nobles y porque
existe un donde sí más absoluto: el sentido del honor, la valentía, la lealtad
y la sinceridad.
Con
todo ello, llegamos a la conclusión de que la adolescencia es un periodo
crítico o sensible porque durante estos años el adolescente debe afrontar una
serie de retos y tareas, y asumir unos compromisos, que le ayudarán a construir
su identidad personal y a iniciar una determinada trayectoria evolutiva. Todas
sus experiencias durante estos años van a tener unos efectos duraderos, aunque
no necesariamente irreversibles, sobre su desarrollo futuro (Oliva, 2004).
Actualmente,
existe una multiplicidad de términos para hacer referencia a la conducta
antisocial, como las conductas agresivas e impulsivas y los trastornos o
problemas de la conducta, entre otros.La
conducta antisocial hace referencia a una diversidad de actos que infringen las
normas sociales y los derechos de los demás. Este término es bastante ambiguo,
ya que no delimita o circunscribe a un conjunto de conductas determinadas. No
existen unos criterios objetivos que delimiten qué es antisocial, ya que hay
juicios subjetivos sobre aquello que es apropiado, lo que es ―social o prosocial. Además, el punto de
referencia para la conducta antisocial siempre es el contexto sociocultural en
que surge la conducta. Por esto mismo, que cierta conducta se observe como
antisocial, puede depender de ciertos juicios valorativos sobre la severidad de
los actos y de su alejamiento de las normas, en función del sexo, la edad del
niño, la clase social, y otro tipo de consideraciones.
Además
de los problemas existentes para identificar la conducta antisocial, también
hay problemas en identificar dicha conducta en casos concretos a causa de las
muchas circunstancias en cómo se contempla un acto determinado. Eso sí, en el
tratamiento de los adolescentes, este tipo de conductas está, para algunos
autores, tiene un significado claro.
Los
actos de agresión, provocación de incendios, vandalismo, robo, holgazanería,
por ejemplo, evidencian actos evidentes de quebrantar gravemente las normas.
Estos comportamientos son cualitativa y cuantitativamente graves y severos en
contraposición a las conductas que aparecen en la vida cotidiana.
Estas
conductas antisociales tienen consecuencias inmediatas tanto para el
adolescente que las realiza (expulsión del instituto, hospitalización,
internamiento en centros de menores, por ejemplo) como para aquellos con
quienes interactúan (la víctima). Además de estas consecuencias inmediatas,
existen consecuencias a largo plazo.
Los
problemas de los jóvenes antisociales les persiguen hasta la vida adulta. Estos
jóvenes están en peligro de conducta criminal, drogadicción, alcoholismo,
afectación psiquiátrica y problemas sociales y familiares, entre otros.
Así
pues, advertimos la visión que de este concepto poseen algunos autores y
estudiosos: Castell Rodríguez y Carballo González (1987) reafirman la
ambigüedad y amplitud que posee el término conducta antisocial. Aún así,
incluyen una graduación de las siguientes conductas:
-
Inadaptación social: es aquella conducta desarrollada por las personas que se
apartan de la norma, pudiendo o no crear conflicto. Una postura de pasividad
exagerada sería un tipo de inadaptación social pero no sería tenida en cuenta
como peligrosa.
-
Conducta desviada: es aquella conducta que viola las normas institucionalizadas
de una sociedad. Es objeto de reacción social pero no siempre de penalización.
-
Conducta delictiva: es aquella conducta desviada que implica la transgresión de
una ley, entendida como una normativa promulgada que tiende a ir acompañada de
una coerción y de una amenaza de sanción para su cumplimiento. Es objeto de
penalización y de reacción social negativa.
Para
Pérez Sánchez (1987), los actos delictivos son conductas concretas que vulneran
ciertas normas legales de las que la sociedad se ha dotado. De entre la
multitud de reglas sociales de conducta, sólo la transgresión de alguna de
ellas puede ser considerada delito. El concepto delito jurídicamente es muy
restrictivo, es cambiante y depende de una sociedad determinada en un momento
preciso. La conducta antisocial implica la violación de las normas sociales de
conducta y es, por tanto, un concepto más general que el de delito.
López,
López-Soler y Freixinos (2003), en uno de sus trabajos, exponen la evaluación
de estos dos aspectos, por separado, (conducta antisocial y conducta delictiva)
al utilizar el Cuestionario de Conducta Antisocial-Delictiva (A-D) de
Seisdedos:
―Conducta
antisocial: se
trata de comportamientos no expresamente delictivos, aunque sí algo desviados
de la ley. Incorpora conductas como ―llamar a la puerta de alguna casa y salir
corriendo,
―ensuciar
las calles y aceras rompiendo botellas y volcando cubos de basura y ―coger fruta que no es tuya de un
jardín o huerto.
―Delictivo: Se trata de comportamientos que
suelen caer fuera de la ley. Algunas de las conductas que halamos aquí son
―robar cosas de los coches,
―llevar algún arma, como un cuchillo o una navaja, por si es necesario en una
pelea y
―conseguir dinero amenazando a personas más débiles. (p. 12)
Parellada
(2004) expone lo siguiente: Delincuencia es un término legal, comportamiento
antisocial se refiere a comportamiento que viola los principios sociales,
normas o leyes de una sociedad, y trastorno del comportamiento es un término
psiquiátrico, diagnóstico, que se refiere a un conjunto de síntomas que incluye
lo anterior y que son considerados desde el punto de vista de la
psicopatología. (p. 55)
En
cambio, para los siguientes autores no existen dichas diferencias, según
aportan a la hora de definir conductas antisociales: Garaigordobil (2005)
define conducta antisocial con las siguientes palabras:
Cualquier
conducta que refleje infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los
demás. En concreto, se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo
y a conductas de trasgresión de normas sociales en relación con la edad tales
como romper objetos de otras personas o romper objetos de lugares públicos en
la calle, el cine, autobuses..., golpear, pelearse o agredir a personas, fumar,
beber, falsificar notas, no asistir al colegio o llegar tarde intencionalmente,
copiar en un examen, robar, colarse cuando hay que esperar un turno, ensuciar
las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras, tirar
piedras a la gente, tirar piedras a casas, coches o trenes... (p. 198) Brigas,
Herrero, Cuesta y Rodríguez (2006):
La
conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se
ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende viene a
referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad
psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del
DSM III. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel
comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una
acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o
propiedades, siendo su factor principal la agresión. (p. 2)
―Cualquier
conducta que refleje el infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los
demás. Con este uso, las conductas antisociales se refieren a distintas
acciones como pelearse, mentiras y otras conductas con independencia de su
gravedad.
(Kazdin y Buela-Casal, 1994, p. Rodríguez y Paíno (2009:229), en uno de sus
estudios, se basan en las teorías de Barbero, García-Pablos y Larrauri para
concretar el siguiente concepto: ―La desviación social tiende a posicionarse en
torno a los comportamientos que se alejan de las normas y los valores que rigen
la sociedad normativa a la que pertenece el individuo.
Como
hemos visto hasta ahora, la conducta antisocial incluye una variedad de actos
específicos tales como pelearse, robar, mentir, enojarse y desobedecer. Estas
conductas, cuando son extremas y persistentes, son obviamente esenciales para
el diagnóstico de la disfunción clínica. De todos modos, es importante observar
también que muchas de esas conductas aparecen de alguna forma en el curso del
desarrollo normal. La significación clínica y las características propias de
los niños antisociales tienen que contemplarse frente al trasfondo de conductas
similares en el desarrollo normal.
Un
factor de riesgo es una característica (personal, familiar, grupal, social...)
cuya presencia aumenta la probabilidad de que se produzca un determinado
fenómeno. En este caso, un factor de riesgo sería una característica que
permite predecir el desarrollo de la conducta antisocial; una variable que
sitúa al sujeto en una posición de vulnerabilidad hacia este tipo de
comportamientos.
Ahora
bien, se dice que el concepto de factor de riesgo es ―probabilístico, no determinista. Ningún factor de
riesgo por sí solo permite predecir adecuadamente la conducta problema.
Se
tiende a admitir que estos factores actúan en interrelación; las distintas
variables interactúan, se modulan y se influyen entre sí. (Luengo, Romero,
Gómez, Guerra y Lence, 2007)
Se
estima que este trastorno es causado por una variedad de factores. Muchos son
de índole genético, heredados de algún miembro de la familia que ya los
padeció. Pero también el entorno de la persona, especialmente el de los
familiares directos, tiene mucha importancia en su posterior desarrollo. Los
investigadores también consideran que existen factores biológicos que pueden
contribuir en su progreso. La manifestación de procesos químicos anormales en el
sistema nervioso y posibles daños en las partes del cerebro que atañen a la
toma de decisiones puede llegar a despertar un comportamiento impulsivo y
agresivo. El abuso de estupefacientes también puede ser una de las causas de
este trastorno.
Según
Lykken, hay dos caminos para desarrollar un comportamiento antisocial. Cuando
se está expuesto a una socialización deficiente a causa de una práctica
familiar negligente, el individuo puede convertirse en un sociópata. En cambio,
una persona que expresase desde su infancia un nivel elevado de una serie de
rasgos temperamentales podría ser insensible a un esfuerzo socializador normal
y crecer sin desarrollar una conciencia. En este caso la persona podría
convertirse en un psicópata. Los rasgos temperamentales propuestos por este
autor son la búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la ausencia de miedo.
Para Lykken, temperamento y socialización son dos factores relacionados.
(Lykken, 2000)
En
la actualidad, asimismo, se acepta la influencia de variables socio-ambientales,
por ejemplo, la influencia del grupo de iguales, en la adquisición, desarrollo
y mantenimiento de la conducta antisocial. Sin embargo, desde la década de los
80, diversos estudios han reactivado y recuperado el énfasis en el estudio de
variables de personalidad que pueden interactuar con variables sociales y
ambientales en la realización de conductas antisociales. Variables de
personalidad tales como impulsividad, empatía, hostilidad, inteligencia o
estabilidad emocional. (Garaigordobil, 2005)
Del
mismo modo, muchos factores que sitúan al niño o adolescente en riesgo de
conducta antisocial pueden estar influidos por causas hereditarias y/o
ambientales. Así por ejemplo, la conducta antisocial de los padres puede
conducir a una conducta antisocial de los hijos, a través del factor
hereditario como de la imitación, también por unas prácticas de educación
infantil defectuosas, o la combinación de ambos hechos.
Aunque
se demuestre que tanto influencias genéticas como ambientales jueguen un papel
importantísimo en la conducta antisocial, no se resuelve cómo estas influencias
lleguen a conductas antisociales determinadas.
Llegamos
a la conclusión de que la mayoría de las investigaciones nos ofrecen escasa
información sobre las causas de los trastornos de conducta, aunque se puede
comprobar que en la etiología del trastorno sí juegan un papel importante los
factores genéticos y ambientales, como comentamos en párrafos anteriores.
Ahora
bien, con respecto a los factores genéticos: parece demostrado que en los
niños/adolescentes con este tipo de trastornos y conductas antisociales,
existen factores heredados de tipo neurofisiológico, psicofisiológico y
bioquímico, que predispondrían a los menores a manifestar conductas disruptivas
y dificultades de aprendizaje. Se ha encontrado relación, en adolescentes
adoptados, con el padre biológico antisocial o alcohólico, y la existencia en
el hijo descendiente de conductas antisociales.
Factores
ambientales: un papel importante en la raíz y desarrollo de los trastornos de
conducta lo juegan estos factores. Una de las variables aceptadas por la
comunidad científica respecto a los determinantes de la conducta antisocial, es
el ambiente familiar y el tipo de patrones de aprendizaje que este emplea en la
crianza de los hijos.
Por
esto, que ocurran ciertos fenómenos en el entorno familiar puede tener una
relación causal en la aparición de los trastornos de conducta. (Del Campo,
1997).
Si
bien parece clara la influencia del ambiente familiar sobre el menor, de manera
recíproca, el comportamiento del menor con trastorno de conducta va a alterar
la vida familiar.
La
doble contribución de las dos influencias, genética y ambiental, puede
observarse en los estudios que muestran que la conducta antisocial tanto en
padres biológicos como adoptivos aumenta el riesgo de conducta antisocial en
los niños, aunque el impacto de los padres biológicos es mucho mayor. No
obstante, el riesgo se aumenta cuando están presentes tanto las influencias
genéticas como las ambientales.
Sin
embargo, analizar las diferentes variables que determinan o mantienen el
comportamiento agresivo y/o disocial es muy complejo.
Siguiendo
a López y López-Soler, con otras pequeñas aportaciones, exponemos en esta tabla
las distintas variables que han mostrado relación con la conducta antisocial.
VARIABLES INDIVIDUALES
FACTORES
FAMILIARES
OTROS
-
Rasgos de Personalidad.
-
Búsqueda de sensaciones.
-
Inteligencia.
-
Perfiles diferentes por género y edad.
-
Autoestima.
-
Percepción social.
-
Interacciones entre padres e hijos.
-
Conflictos matrimoniales.
-
Orden de nacimiento y número de miembros.
-
Clase social.
-
Factores relacionados con la escuela.
-
Maternidad en la adolescencia y complicaciones perinatales.
-
Influencia de los medios de comunicación.
-
Relaciones con los iguales.
Se
debe tener en cuenta que las distintas variables actúan de forma
interrelacionada, interdependientes entre sí, e incluso en ocasiones al mismo
tiempo. Cuanto más factores de riesgo, más posibilidades existen de que se
produzca una conducta problemática.
Las
malas relaciones interpersonales, las dificultades cognitivas de los jóvenes
que tienen problemas de conducta, el ambiente en el que se desenvuelve, tanto
dentro de la familia como en la sociedad, o los factores personales son los
principios claves para analizar el comportamiento antisocial y delictivo.
Así,
la agresividad, por ejemplo es una conducta inherente a la naturaleza del
hombre y a la hora de aprender a defenderse, es un mecanismo de defensa natural
a la especie humana. La guerra y la violencia es uno de los métodos predilectos
para dominar e imponerse un grupo humano sobre otro. La intolerancia y la
incapacidad para el diálogo son las marcas del siglo XXI y parte de los
mensajes que se venden y compran cada día por TV. (Proyecto Esperi, 2004)
En
términos generales, podemos decir que los numerosos estudios centrados en el
comportamiento antisocial de jóvenes y adolescentes nos han proporcionado una
enorme cantidad de datos acerca de los factores de riesgo implicados:
complicaciones en el parto, influencias hormonales, hiperactividad,
impulsividad y falta de control, escasa empatía, deficiencias cognitivas, bajo
nivel de desarrollo del razonamiento moral, agresividad, conflictos familiares,
estilos parentales coercitivos o negligentes, depresión y rechazo materno,
malos tratos en la infancia, problemas de rendimiento y conducta en la escuela,
relaciones con iguales desviados, exposición a la violencia en televisión, etc.
Sin embargo, hoy día existe un gran consenso entre investigadores en otorgar
una mayor validez a la hora de explicar el comportamiento antisocial a los
modelos explicativos multicausales, en los que factores biológicos,
psicológicos, familiares y sociales se combinan para generar el comportamiento
antisocial. (Oliva, 2004).
DESCRIPCIÓN DE VARIABLES
1.
VARIABLES INDIVIDUALES
1.1.
RASGOS DE PERSONALIDAD
Describimos
en este apartado la relación existente entre rasgos de personalidad y conducta
antisocial.
Un
grupo de estudios ha examinado las relaciones existentes de la conducta
antisocial con variables de la personalidad adolescente. Algunos trabajos han
encontrado correspondencias positivas de la conducta antisocial con la
agresividad (Garaigordobil, Álvarez y Carralero, 2004; Quinsey, Book y
Lalumiere, 2001; Rodríguez, López y Andrés-Pueyo, 2002), con prejuicios étnicos
(Kiesner, Maass, Cadinu y Vallese, 2003) y con impulsividad (Calvo, González y
Martorell, 2001; Rodríguez et al., 2002; Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000;
Taylor, 2000). López y López (2003) en una investigación con adolescentes de
población normal corroboran la presencia de relaciones significativas entre
determinados rasgos de personalidad (psicoticismo, impulsividad, falta de
autocontrol, despreocupación, atrevimiento) y la conducta antisocial y
delictiva. (Garaigordobil 2005)
La
postura de Eysenck (1964, 1987), postula que la personalidad puede describirse
en base a tres dimensiones básicas configuradas por diversos rasgos de
personalidad: - Extraversión cuyos rasgos serían sociabilidad, vitalidad,
actividad, dogmatismo, búsqueda de sensaciones, despreocupación, dominancia,
urgencia y aventura.
-
Neurotismo: ansiedad, sentimientos de culpa, baja autoestima, tensión,
irracionalidad, timidez, tristeza, emotividad.
-
Psicoticismo: agresividad, frialdad, egocentrismo, impulsividad, baja
sociabilidad, baja empatía, creatividad, inconmovilidad.
Estas
tres variables se relacionan positivamente con la conducta antisocial, pero hay
diferencias en la importancia de estas relaciones. Eysenck (1996) consideró que
de las tres dimensiones es el psicoticismo el que más claramente se relaciona
con la delincuencia, siendo psicopatía primaria; mientras que la extraversión y
el neurotismo, estarían relacionadas con la psicopatía secundaria. Gray (1983),
desde un modelo alternativo y crítico al de Eysenck, trata de analizar la
relación entre delito y personalidad. Propone dos dimensiones básicas de
personalidad: impulsividad y ansiedad, y considera que la delincuencia se
relaciona con una sensibilidad alta a las señales de recompensa (dimensión de
impulsividad) y también con una sensibilidad relativamente débil a las señales
de castigo (dimensión de ansiedad). La relación que establece entre las dos
dimensiones de personalidad y la conducta antisocial sería: alta impulsividad y
baja ansiedad.
López-Soler
y López, en un estudio realizado con adolescentes, refuerzan parcialmente la
teoría de Eysenck, pues de las tres variables que para él deberían estar
relacionadas con la conducta antisocial y delictiva es el psicoticismo la que
parece claramente relacionada, aunque para la conducta antisocial también
aparece el neuroticismo.
La
impulsividad está muy relacionada, como vemos, con la conducta antisocial. Esta
es entendida como un fracaso para planificar, para inhibir respuestas
inadecuadas (tendencia a responder con la conducta más fácilmente disponible),
dificultad para planificar respuestas, tendencia a interrumpir o interferir
frecuentemente a otros, no atender las normas que se les dan e incurrir en
actividades potencialmente peligrosas sin considerar sus posibles
consecuencias. La impulsividad como rasgo de personalidad, implica una
predisposición a responder de forma rápida y espontánea en general, y es
considerada un factor temperamental, de fuerte sustrato biológico (Eysenck,
1997; Zukerman, 1983; Cattell, 1972).
El
temperamento denomina a los aspectos dominantes de la personalidad que muestran
alguna consistencia a través de las situaciones y el tiempo. Las diferencias
del temperamento se basan a menudo en características tales como la actividad
del niño, respuesta emocional, sus momentos de mal humor y adaptabilidad
social.
Plomin
(1983), distingue a los niños en fáciles y difíciles. Los niños fáciles se
caracterizan por su humor positivo, el enfoque de los estímulos nuevos,
adaptabilidad al cambio y unas reacciones de baja intensidad a los estímulos
nuevos. Los niños difíciles, que presentan patrones contrarios a los
anteriores, son propensos a mostrar varios problemas de conducta o a
desarrollarlos más tarde. Los niños difíciles son también más propensos a
recibir tratamiento por conductas agresivas y rabietas.
1.2.
BÚSQUEDA DE SENSACIONES
Zuckerman
establece la relación entre la conducta antisocial y la personalidad a partir
de la variable búsqueda de sensaciones, ya que esta variable explica disgusto
por las actividades rutinarias y gran implicación con experiencias o
actividades intensas, impredecibles o de riesgo, que resultan muy gratificantes
para el individuo.
Para
medir esta variable, este autor creo la escala de Búsqueda de Sensaciones, que
en su V versión, se compone de cuatro subescalas: desinhibición, búsqueda de
experiencias, susceptibilidad al aburrimiento y búsqueda de aventuras. De todas
ellas, las más relacionadas con la conducta antisocial son la desinhibición y
la búsqueda de experiencias.
Zuckerman
(1978), mostró cómo la búsqueda de sensaciones se relacionaba con el hábito de
consumo de alcohol en unas edades determinadas (adolescencia y adultos jóvenes)
y que podía ser mediatizada por cambios en las circunstancias socio-culturales.
Un
importante número de estudios han encontrado una relación directa entre el
rasgo de personalidad búsqueda de estimulación y la conducta antisocial tanto
en población reclusa como en estudios con población estudiantil.
Simó,
y Pérez (1991) han mostrado cómo algunas formas de conducta antisocial, como
robos, hurtos, y peleas, que involucran riesgo, novedad y situaciones
complejas, pueden fácilmente satisfacer los estímulos de los individuos que los
cometen. Por tanto, no es de extrañar que en algunos estudios se hayan
relacionado las altas puntuaciones en búsqueda de sensaciones con haber
cometido este tipo de hechos (Arnett, 1996; Horvath, y Zuckerman, 1992;
Newcomb, y McGee, 1991; Pérez, y Torrubia, 1985). Sin embargo, otros estudios,
han mostrado que no siempre, los buscadores de sensaciones tienen por qué
involucrarse en conductas antisociales, dependiendo de influencias temporales,
sociales o culturales (Hansen, y Breivik, 2001; Simon et al., 1994).
Un
estudio realizado en 2002 por Herrero, Ordóñez, Salas, y Colom con reclusos y
adolescentes obtiene como resultados que los adolescentes puntuaron consistentemente
más alto en búsqueda de sensaciones e impulsividad. Discrepando con la
predicción de Lykken (2000) según la cual los reclusos las supuestas
personalidades antisociales) deberían puntuar más alto en impulsividad,
ausencia de miedo y búsqueda de sensaciones.
La
idea básica es que aquellos que sienten esa necesidad de experiencias y
sensaciones variadas, nuevas y complejas, estarán motivados a asumir riesgos
físicos, sociales y legales para cubrir su necesidad de estimulación.
1.3.
INTELIGENCIA:
Las
deficiencias académicas y niveles bajos de funcionamiento intelectual se
asocian a los trastornos de conducta. Esta relación se ha demostrado con
distintas medidas del rendimiento intelectual y escolar (por ej. pruebas
verbales y no verbales, notas, pruebas de rendimiento) y medidas de la conducta
antisocial (ej. Autoinforme del niño, informe del maestro, antecedentes
delictivos). Las deficiencias académicas y un bajo cociente intelectual
predicen a menudo una posterior conducta antisocial.
Se
sabe que el funcionamiento intelectual y académico se relaciona con otras
variables tales como la clase social y número de miembros de la familia.
Incluso cuando se controlan estas variables, los funcionamientos educativo e
intelectual sirven como factores de predicción de la conducta antisocial.
Aunque las disfunciones académicas son un factor de riesgo para los trastornos
de conducta, la relación no es meramente unidireccional. La conducta antisocial
predice el posterior fracaso escolar y el nivel de rendimiento académico.
También
se ha encontrado que los padres con un bajo rendimiento académico,
desarrollaron un mayor uso de prácticas coercitivas con sus hijos, lo que
posteriormente estuvo relacionado con la conducta antisocial de sus hijos.
1.4.
PERFILES DIFERENCIALES POR GÉNERO Y EDAD
Los
datos provenientes de las investigaciones sobre conducta antisocial basados
tanto en estadísticas oficiales como en investigaciones con autoinformes y con
encuestas de victimización han encontrado que, aunque la adolescencia supone
una etapa de alta vulnerabilidad para el desarrollo de conductas antisociales
(Herrero et al., 2002), el número de chicas implicadas en este tipo de
comportamientos es menor que el de chicos (Alcázar, Bouso, y Gómez Jarabo,
2007; Alcázar et al., 2005; Alcázar, y Gómez-Jarabo, 2004; Walklate, 2004;
Junger-Tas, Ribeaud, y Cruyff, 2004; Torrente, 1996, 2002; Torrente, y Merlos,
2000; Garrido, Stangeland, y Redondo, 2001, 2006), y aunque en los últimos años
esta tendencia parece estar cambiando, en general, los chicos obtienen las
puntuaciones más altas en conducta externalizada y las chicas en internalizada
(Bongers, Koot, Van der Ende, y Verhulst, 2003). Las conductas a resaltar entre
los varones serían hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción… mientras
que las mujeres muestran más sensibilidad o timidez a la hora de realizarlos
(siempre desde un punto de vista general).
En
España, las estadísticas oficiales muestran como en el año 2003 el número de
menores infractores con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años fue de
10.001 varones, frente a 915 mujeres (Torrente, 2006). Para los hombres, los
delitos más frecuentes en ese intervalo de edad eran el robo, el robo y hurto
de vehículos, las lesiones y el hurto. En el caso de las mujeres los delitos
más frecuentes eran prácticamente los mismos, el robo, el hurto y las lesiones
(INE, 2004).
La
edad es un factor modulador de la delincuencia de primer orden. Muchos
delincuentes inician sus carreras delictivas a edades muy tempranas, aunque
muchos otros las abandonan con el paso del tiempo. Además, los sujetos más
jóvenes delinquen más que los sujetos de mayor edad.En
diversos estudios se ha constatado que los varones inician generalmente su
conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las chicas, en cambio, la edad
de inicio está entre los 14 y los 16 años.
1.5.
AUTOESTIMA
La
relación entre agresividad, conducta delictiva y autoestima es compleja.
Estudios
han señalado correlaciones negativas entre conducta antisocial y
autoconcepto-autoestima, observando que niños yadolescentes con alto
autoconcepto manifiestan pocas conductas antisociales, que los adolescentes con
baja autoestima tienen más conductas amenazantes e intimidatorias hacia otros
así como que distintas dimensiones de la autoestima muestran una asociación
negativa con la conducta desviada y que bajos niveles en ciertos componentes de
la autoestima se revelan de la implicación en actividades delictivas.
Otros
estudios que han analizado las características de sujetos agresivos, considerados
problemáticos, protagonistas de peleas y habitualmente castigados por ellos,
confirman que tienen bajo autoconcepto.
Existen
dos modelos teóricos que establecen esta relación entre autoestima y conducta
antisocial:
-
Teoría de Reckless (1961, 1967) o teoría del control social.
Se
admite que a baja autoestima débil control interno (o autocontrol) y, por
tanto, un factor de riesgo de cara al desarrollo de actividades desviadas.
-
Modelo teórico de Kaplan (1978, 1980, 1984): parte de la idea de que todas las
personas realizan conductas que maximicen la experiencia de una autovaloración
y autoestima positiva, y que minimicen experiencias personales negativas. A
veces, la persona puede vivir situaciones de signo negativo dentro de sus
grupos de pertenencia (indiferencia parental, fracaso escolar…) que le llevan a
sufrir sentimientos de autodevaloración. En estas situaciones el sujeto tenderá
a alejarse de su grupo convencional para paliar esa autoevaluación negativa.
Este motivo hace que aumente las posibilidades de que el individuo se asocie
con grupos desviados que desarrollan conductas que se encuentran fuera de las
normas sociales, con el fin de recuperar la autoestima perdida mediante la
aceptación y refuerzo de este nuevo grupo.
Parece
claro que la autoestima que se nutre del grupo de iguales es muy importante en
la comisión de actos antisociales.
1.6.
PERCEPCIÓN SOCIAL
Un
factor muy importante en el análisis de la interacción social es la empatía.
Para
este término citaremos a Hoffman (1982, 1984, 1991) quien asegura que un niño
desarrolla empatía cuando es capaz de sentir el sufrimiento de una persona
cuando esta tiene problemas y, a su vez, es capaz de sentir la alegría que el
otro experimenta. Es decir, es capaz de sentir tanto las emociones positivas
como negativas que experimenta el prójimo.
Así,
para él, según el tipo de experiencias que tengamos harán que se desarrolle la
empatía ya que es algo innato.
Esta
teoría pone de manifiesto que cuando los menores con capaces de responder empáticamente
tienen menos riesgo de realizar conductas antisociales. Es decir, cuando se
siente el sufrimiento ajeno es más probable que no se haga daño, se inhibe la
conducta agresiva.
Del
mismo modo, estudios realizados sobre el tema, demuestran que esta variable
está muy relacionada por la variable género. Y se confirma que las mujeres son
más empáticas que los hombres de su misma edad por la asunción del rol femenino
tradicional.
Para
Hoffman, se consigue llegar al desarrollo afectivo de la empatía a través de un
correcto aprendizaje de las habilidades prosociales, es decir, es necesario que
en la socialización del individuo se utilicen técnicas educativas basadas en el
razonamiento y en la explicación de las consecuencias que ciertas conductas
tienen para los demás, así como el apoyo afectivo de los agentes
socializadores.
López
y López-Soler, incluyen como variables individuales el autocontrol, Locus de
control y la rigidez cognitiva. Yo las considero características de las
personas antisociales o disociales, por tanto las expondré en el capítulo 4 y
no como variables implicadas o causas de este tipo de comportamiento.
2.
VARIABLES FAMILIARES: FACTORES DE LOS PADRES Y FAMILIARES
Si
manifestamos la idea de Lykken en este punto, todo lo que ocurre en el ámbito
familiar constituye un dispositivo esencial para explicar las diferencias de
socialización entre individuos. En este punto trataremos tanto las variables
referidas a la estructura familiar como a las variables del funcionamiento
familiar.
2.1.
INTERACCIÓN ENTRE PADRES E HIJOS
El
modo en que los padres interactúan con sus hijos contribuye a este tipo de
comportamientos antisociales. Los estudios sobre las prácticas disciplinarias
revelan que el comportamiento disocial no es debido solo a un castigo más duro
o una disciplina más rígida, sino que este comportamiento aumenta cuando se
pone en práctica una disciplina más laxa y relajada, caprichosa e inconsciente
por parte de los padres, tanto por un miembro como por los dos. Eso sí, ambas
prácticas pueden aparecer simultáneamente en una misma familia, ya que si hay
desacuerdo entre los padres, existe un mayor riesgo de delincuencia por parte
de los hijos. Es decir, que exista castigo severo por parte del padre y
disciplina laxa por parte de la madre, por ejemplo.
Por
tanto, una buena relación entre ambos ayuda a un proceso adecuado de
socialización y evita que el hijo se involucre en actividades delictivas.
Otro
rasgo interesante es como la agresión es enseñada involuntariamente en los
hogares por parte de los padres. Ya que se les dota de atención a dichas
conductas disociales, se les recompensa de esta manera, mientras que las
conductas prosociales y adecuadas son ignoradas y no reciben ningún tipo de
atención o gratificación.
La
supervisión del niño por parte de los padres es otro de los factores de riesgo
importante. Diversos estudios demuestran que los padres de jóvenes delincuentes
son menos propensos a controlar a sus hijos, y por tanto estos vagan por las
calles y realizan esto tipos de actos. Ya que la figura paternal no manifiesta
el cuidado ni el interés por sus hijos. Es decir, la supervisión deficiente y
la ausencia de normas que establezca al adolescente dónde puede ir y a qué hora
debe volver a casa, empuja al adolescente a vagar por las calles y a participar
en actividades delictivas y no supervisadas.
Estalleres,
García, Prieto y García (1989) utilizan el término de “pequeños tiranos para referirse a aquellos
adolescentes que sus padres son permisivos y tolerantes, y permiten que el
joven pueda culminar casi siempre con éxito sus requerimientos. Este hecho hará
que las conductas realizadas en el hogar se exterioricen en contextos sociales.
Al
mismo tiempo, la actitud de rechazo por parte de los padres, refuerza la
agresividad en los niños. Estos niños rechazados se caracterizan por ser
inestables emocionalmente, hostiles y son incapaces de establecer relaciones
interpersonales validas.
Otro
dato importantísimo para explicar las conductas antisociales es el maltrato en
los menores, ya que estos serán más agresivos con sus amigos que los niños
ausentes de maltrato. Por supuesto y como comentamos en las causas genéticas,
la psicopatología (alcoholismo, depresión, trastornos de personalidad…) de los
padres influyen de forma directa en la conducta de los hijos.
2.2.
CONFLICTOS MATRIMONIALES
Un
estudio realizado en 2001 por Juby y Farrington, pone de manifiesto que la
delincuencia de los jóvenes es influida por los conflictos familiares y la
desintegración de la familia, hecho que ocurre antes del divorcio de los
padres. Concluyen que es este conflicto el que empuja a delinquir a los hijos y
no la separación en sí misma. (FríasArmenta, López-Escolar y Díaz-Méndez, 2003)
Es
más, el acto del divorcio y la separación afectiva de los padres, resulta ser
un alivio para los hijos. Ya que estos actos ponen punto y final a un período
de de tensión, de discusiones, a menudo de violencia y, cuando hay adulterio
por alguna de las partes, finalizan las relaciones malsanas.
La
situación de guerra permanente genera angustia en el niño y si tiene que
ponerse de parte de uno u otro, le crea un sentimiento de culpabilidad.
No
es el divorcio, por tanto, lo que provoca los problemas del niño, sino el grado
de equilibrio psicológico e integración social de los padres.
2.3.
ORDEN DE NACIMIENTO Y NÚMERO DE MIEMBROS DE LA FAMILIA
Según
un estudio realizado por Glueck y Glueck (1968) el orden de nacimiento influye
en las actividades delictivas. Según estos estudiosos, ser el hijo mediano o
intermediado en una familia tiene más predisposición a realizar conductas
antisociales que le primogénito o el menor de la familia. Lo curioso, es que
este riesgo se reduce si dicho individuo vive como hermano menor un largo
período.
Para
dichos autores, en una familia numerosa se eleva el riesgo de delincuencia. Ya
que cuanto mayor sea el número de miembros de una familia mayores son las tasas
de delincuencia. Esto se relaciona con el orden de nacimiento. Los niños con
hermanos mayores son más propensos a los conductas disociales y que cuanto
mayor sea la diferencia de edad entre los hermanos, mayor es la probabilidad de
delincuencia. Es muy curioso que este riesgo se asocie al número de hermanos y
no al de hermanas. Asimismo, si uno de los hermanos es delincuente, aumenta el
riesgo de los otros a esta conducta.
2.4.
CLASE SOCIAL
Tanto
en estudios tradicionales como en la actualidad, se discute sobre la influencia
de la clase social en los trastornos de conducta. Existe cierta complejidad a
la hora de evaluar el papel de la clase social.
Además,
la clase social está en continuo movimiento, y más en estos períodos de crisis,
una familia puede cambiar de clase social en el transcurso del desarrollo de su
hijo.
Para
algunos autores (West, 1982; Mayor y Urra, 1987), existe un predominio de
trastornos de conducta y delincuencia en las clases más bajas. Del mismo modo,
para Kazdin, ―la clase social como categoría de conjunto que incluye una serie
de factores relacionados sirve como factor de riesgo.
Sin
embargo, Odile Dot (1988) asegura lo siguiente: ―Lo cierto es que los pobres,
poco cultivados y poco informados, sin relaciones y sin apoyo, están más
expuestos a que se les considere sospechosos de delitos y se les arresten. Será
más fácil que se vea acusado de acto de violencia un asocial que alguien bien
situado. Es
más, traslada este reflejo social a la escuela. Defiende como ante un acto de
vandalismo en la escuela, el sospechoso (por muchas razones que haya) no será
el hijo del director, ni el niño modelo del funcionario, ni el de un próspero
comerciante, sino el etiquetado como gamberro, hijo de un preso y que su madre
se dedica a la limpieza por horas o trabajos poco remunerados.Continua
diciendo lo siguiente: ―…el hijo de una familia bien establecida en la
sociedad, conocida por sus bienes y su moral, se beneficia de un prejuicio
favorable; además, si ha cometido acto de violencia y lo detienen, cuenta con
más probabilidades de reinsertarse en la sociedad. Se considera el acto como
una «locura de juventud», fácilmente perdonable.
Es
interesante advertir, según pronuncia Odile Dot, que la pobreza material lleva
al individuo a perder toda la agresividad y combatividad. Se convierte en un
ser apático que acepta la caridad, sin concebir que él mismo puede ayudarse.
En
cambio, para otros investigadores, la violencia aumenta con la prosperidad del
nivel de vida. Ya que la sociedad da prestigio a aquellos que poseen, que
tienen. Por ello, ese desfase entre unos y otros, entre los diferentes niveles
de vida, se convierte en fuente de conflicto y de rivalidad, y se genera un
clima de violencia, ya que los que están situados en la escala más baja quieren
satisfacerse pronto, sin trabajar largo tiempo.
Como
vemos, muchos teóricos no se ponen de acuerdo sobre la importancia de la clase
social como factor desencadenante de delincuencia.
3.
OTROS FACTORES
3.1.
FACTORES RELACIONADOS CON LA ESCUELA:
CARACTERÍSTICAS DEL ENTORNO O EMPLAZAMIENTO
Parece
ser que el ambiente escolar contribuye como factor de riesgo de conductas
antisociales. Como sabemos, los colegios se pueden caracterizar por muchos
modos, según la proporción que haya de maestros-alumnos, localización,
criterios de selección de estudiantes, etc. Por ejemplo, está demostrado, que
colegios de primaria con baja proporción de maestros según número de alumnos o
con carencias físicas y en malas condiciones, reflejan un mayor número de
hechos delictivos. Ya en 1979, Rutter realizó un estudio con doce centros de
secundaria con características diferentes. Llegó a la conclusión que los
resultados más favorables obtenidos por las escuelas no venían dadas por las
características físicas de los centros ni las características de niños y
familias de dichas escuelas. Las obtención de estos resultados procedían de
características tales como: el tiempo que los maestros dedicaban a las
lecciones, el énfasis en lo académico, las buenas condiciones de trabajo
(mobiliario en buen estado, limpieza en las aulas), la atención del profesorado
a los alumnos, etc.
De
esta manera, se deduce que las características del centro contribuyen y/o
incrementa el riesgo de conducta social del centro o de una forma más positiva,
las características del centro ayuda a fomentar el comportamiento prosocial en
los alumnos. Como
vemos, la escuela es aquel lugar en el que se adquieren conocimientos a la vez
que se interactúa y se entrenan las relaciones sociales y donde se exponen
normas, costumbres y una serie de reglas.
El
cumplimiento y la forma de hacer cumplir dichas reglas, influyen el
comportamiento del adolescente. Por tanto, un ambiente escolar positivo,
refuerza las relaciones del alumnado con sus profesores como con otros alumnos.
Por ello, un ambiente escolar negativo puede producir actitudes y conductas
antisociales entre los jóvenes. Como bien dice Gaustad (1992), existe más
confrontación entre los alumnos en las escuelas en las que existen reglas que
no son claras, o reglas arbitrarias e injustas. Del mismo modo, si se ignoran
las conductas antisociales de los alumnos y se carece de recursos suficientes
para enseñanza, se potencia dichas conductas desviadas.
3.2.
MATERNIDAD EN LA ADOLESCENCIA Y COMPLICACIONES PERINATALES
Según
estudios realizados por Morash y Rucker (1989) sobre cuatro investigaciones de
EEUU e Inglaterra y Baker y Mednick (1984) en Copenhague, llegan a la
conclusión de que los niños de de madres jóvenes tendían a ser más agresivos y
a tener un bajo rendimiento escolar. Estas madres tienen dificultades en la
crianza de sus hijos por la falta de recursos económicos, escasa ayuda del
padre y problemas familiares, laborales y sociales. Todo ello dificulta el
establecimiento de límites en la conducta infantil.
Como
está científicamente comprobado, el consumo de sustancias como el tabaco,
alcohol o drogas, durante el embarazo influye negativamente en el menor.
Streissguth (1986) mostró que fumar y consumir alcohol excesivamente durante el
embarazo es perjudicial para el hijo: bajo peso al nacer, pequeña estatura,
bajo rendimiento escolar, mal crecimiento físico posterior, baja inteligencia e
hiperactividad.
Las
complicaciones perinatales también predicen problemas conductuales y delictivas
en el chico, pero como he podido comprobar por los trabajos realizados, en
contexto con otros factores:Para
Moffitt (1990), por ejemplo, si unimos los problemas perinatales con chicos
hiperactivos, sin duda alguna, esta conexión producirá delincuencia.
También
se aprecia conducta delictiva en adolescentes con un padre con trastorno
psiquiátrico y habiéndose producido a prioriproblemas en el parto (Kandel y
Mednick, 1991)
Y,
por supuesto, la unión a las complicaciones perinatales del rechazo parental y
la adversidad familiar conllevará a conductas antisociales de inicio temprano
(Kandel y Mednick, 1991)
3.3.
INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Hoy
existe evidencia del impacto que estos medios ejercen sobre el comportamiento.
Es impepinable ver que la violencia está presente en los medios de comunicación
hasta el punto de que la concebimos como algo normal y cotidiano.
Estos
medios de comunicación se introducen dentro del desarrollo de la vida del niño
y llega a desplazar a los padres y al colegio, situándose como primer agente
socializador. Más concretamente, los menores de 2-5años pasan una media de 25
horas semanales frente la TV; los menores de 6-11 años, una media de 22 horas
semanales y los adolescentes de 12-17 años, 23 horas.
Según
los datos de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los menores españoles
en edad escolar ven la televisión cada semana un promedio de 670 homicidios, 15
secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 20 emisiones eróticas, 30
casos de torturas y 18 casos de horas. (López y López Soler, 2008)
No
sólo a través de noticiarios se ven este tipo de imágenes llenas de violencia,
sino que ya aparecen en horario infantil en series de televisión policíacas,
detestivescas e incluso científicas que estudian huesos, realizan pruebas
forenses o analizan la psicología de los asesinos en serie y, por supuesto en
dibujos animados, tanto infantiles como para adultos que no dudan en valerse de
la violencia y la agresión para conseguir lo que desean de una forma rápida.
Todas
estas imágenes y acciones son imitadas por los niños y provocan efectos
negativos sobre ellos:
Además de comportarse con agresividad, aceptan esta actitud como algo normal y
cotidiano.
No se preocupan por las consecuencias de sus actos ni del daño que son capaces
de provocar. Estas exposiciones prolongadas de violencia les provoca
insensibilidad hacia ella.
Su percepción del mundo está basada en las luchas y peleas para conseguir lo
que quieren de forma rápida.
Para
subsistir y no ser ellos la vítima. (Justicia, Benítez, Pichardo, Fernández,
García y Fernández, 2006)
La
relación que se establece entre violencia y medios de comunicación estará
mediatizada por la familia en que se hallen los jóvenes, la educación que estén
recibiendo y la cultura en que vivan dichos jóvenes. Estos factores pueden
actuar positiva o negativamente sobre esta relación.
Al
igual que influye en actos violentos, la exposición a mensajes que invitan a
consumir sustancias promueve actitudes favorables al consumo. En la actualidad,
la publicidad (más explícita o más encubierta) invierte gran cantidad de
recursos en la promoción de hábitos de consumo, especialmente en los jóvenes.
El consumo se asocia a imágenes relacionadas con la satisfacción personal, el
placer y la popularidad, de forma que los efectos de modelado favorecen el
consumo en los adolescentes. (Luengo, Romero, Gómez, Guerra y Lence, 2007)
Asimismo
, el uso de los medios de comunicación por sí solo no ejerce un papel
predictivo en las conductas antisociales, sino que la influencia de los está
mediada por factores pertenecientes a las caracteristicas de los propios
participantes. Esto es, junto con el consumo mediático, la edad, rasgos de
personalidad —como el nivel de responsabilidad en mayor medida, extraversion y
sociabilidad—, valores motivacionales —como la estimulacion, universalismo y
poder— y variables situacionales, como la profesion del padre, influyen, a
nivel predictor, en la conducta conflictiva e infractora de nuestros
adolescentes. (Bringas, Ovejero, Herrero, Rodríguez. 2008)
3.4.
RELACIONES CON LOS IGUALES.
Ya
comentamos en el Capítulo 1 del presente trabajo como el adolescente vive un
período de emancipación y autonomía con respecto a los padres y un acercamiento
con el grupo de iguales, compañeros y amigos.
Partiendo
de este hecho indiscutible en el desarrollo vital del adolescente, la
influencia de los iguales es una variable significativa en la conducta
antisocial. Los jóvenes antisociales tienen pocos amigos y los que poseen son
también jóvenes delincuentes. (Alcázar Córcoles, 2007)
Ahora
bien, ¿los amigos delincuentes viene antes que la violencia o es la violencia
la que atrae a ese tipo de amistades? Elliott y Menard (1996) en su estudio,
llegan a la conclusión que la violencia genera lazos con los compañeros y,
mismo tiempo, los vínculos con los compañeros delincuentes genera más
violencia. (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi y Lozano, 2003)
CARACTERÍSTICAS
DE LOS ADOLESCENTES ANTISOCIALES
En
el curso del desarrollo normal, tanto del niño como del adolescente, aparecen
determinadas conductas antisociales. Este tipo de conductas pueden ocurrir con
frecuencia y caracterizar a muchos niños de una determinada edad, e incluso,
estas conductas pueden darse relacionadas con otras.
Por
ejemplo, en un estudio realizado por McFarlane (1954) con niños normales,
demuestra que las mentiras de estos niños correlación significativamente con la
irritabilidad, demanda de atención y negativismo.
De
todos modos, este tipo de comportamientos en niños normales, tienden a decrecer
durante el desarrollo. (Kazdin, 1988)
Asimismo,
las conductas antisociales que se producen habitualmente y de una forma
aislada, no tienen significación clínica no social para la mayoría de los
niños.
En
cambio, se les proporciona atención clínica cuando estas conductas son
externas, por ejemplo cuando los padres no pueden controlar a sus hijos o
cuando las conductas de estos pueden ser peligrosas, es entonces cuando los
niños son tratados como antisociales, psicópatas o delincuentes.
Para
describir a los niños se parte de un vocabulario que incluye:
-
Problemas de comportamiento,
-
Dificultades emocionales y de conducta,
-
Trastornos del comportamiento,
-
Trastornos emocionales y de conducta,
-
Trastornos de la conducta
-
Trastornos por déficit de atención con hiperactividad.
Patterson
y cols., (1992) hacen una analogía, bastante sorprendente, del niño
problemático o antisocial por medio de la ―mala hierba, esta crece a partir de una base de
padres antisociales, abuelos no cualificados, agentes estresantes, abuso de
sustancias por parte de los padres y temperamento del niño y termina en una
historia laboral caótica, internación y ruptura matrimonial.
En
el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV-TR) se
denomina a estos tipos de trastornos como trastorno disocial y lo define como
―un patrón de comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los
derechos básicos de los otros o importantes normas sociales adecuadas a la edad
del sujeto (criterio A DSM IV-TR año 2000).
Los
tipos de comportamientos antisociales o de trastorno disocial pueden
organizarse en cuatro grandes categorías: comportamientos agresivos, daño a la
propiedad privada, fraudes y robos y violaciones de las normas.
SÍNTOMAS
CENTRALES DE ADOLESCENTES ANTISOCIALES.
Antes
de explicar los diferentes síntomas que poseen los adolescentes con trastornos
de conducta, es pertinente aclarar que no es probable que un niño presente la
totalidad de los síntomas.
Los niños con conducta antisocial son más propensos a sufrir deficiencias
académicas, sobre todo dificultad lectora. Se caracterizan dentro de la escuela
por tener un bajo rendimiento escolar y trastornos de aprendizaje. Según Kazdin,
estos niños son considerados por sus maestros como poco interesados en la
escuela, poco entusiastas con respecto a los objetivos académicos y descuidados
en su trabajo.
Muchos estudiosos coinciden en que su nivel intelectual y su madurez perceptiva
están levemente por debajo de la media de la población. (Sarmiento, Puhl,
Oteyza, Bermúdez, Siderakis, 2009)
Suelen ser muy activos, inquietos, impacientes e incurren en conductas
revoltosas.
Según Kazdin (1988:29) entre los síntomas de estos niños se incluye el exceso
de conducta motora, la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y la
hiperactividad en general. Alardear, alborotar y acusar a los demás.
Como ya comentamos en el capítulo anterior, con respecto a los factores de riesgo,
este tipo de chicos se caracterizan por falta de empatía. No son conscientes
con las consecuencias de sus actos ni del daño que provocan.
Muchas
veces, los chicos atribuyen intenciones negativas a los hechos de otras
personas que no tienen por qué tener esa intención. Por esta concepción que
tiene el niño hacia los demás, demuestra una justificación de la violencia y la
agresividad. Es decir, actúa con hostilidad, ya que cree que los demás están
siendo hostiles con él. (Isla Molina, 2002)
Relacionado con la empatía, estos adolescentes están exentos de remordimientos,
no se sienten culpables de sus actos. Es más, en muchos casos estos chicos
culpabilizan a los demás de sus actos. Para no ser delatados se valdrán de la
coacción y amenaza para librarse del castigo.
Conflicto con la autoestima: por el fracaso escolar, ya se le tacha de tonto.
También suele ser rechazado en los juegos o trabajos grupales. Por ello es
agresivo contra ese mundo hostil que lo rechaza.
Actúan de manera impulsiva y carecen de autocontrol. Por lo general, tienen
poca tolerancia a la frustración.
Idea de autodestrucción o suicidio. Muchos de estos niños, al ser rechazados
por la sociedad, familia y por el deterioro de la calidad de vida, entre otras
causas, creen que no hay lugar en el mundo para ellos.
Se considera que las personas agresivas presentan un perfil cognitivo
caracterizado por rigidez cognitiva, orientación a la acción y poca capacidad
analítica. No perciben adecuadamente los elementos no evidentes de las
personas, tales como, sentimientos o pensamientos, motivos específicos, etc.
(López y López Soler, 2008:129). Por todo ello fallan en el pensamiento
alternativo y causal (Urra, 1993).
Tendencia a negar la responsabilidad de sus actos y por explicar su conducta
como si dependiera de personas o circunstancias ajenas a ellos, es decir,
poseen una orientación externa, o locus de control externo. (Parrot y
Strongman, 1986; Díaz y Bagueda, 1989. Extraído de López y López Soler, 2008:
131)
Déficit en el establecimiento de sus vínculos, el cual se evidencia en síntomas
tales como abulia, apatía y desinterés por el otro (Käes, 1991)
Valera, Álvarez y Sarmiento (1992) caracteriza a estos individuos con los
siguientes síntomas: compulsividad a la acción (como característica
predominante); intolerancia a la tensión y frustración; visión tergiversada de
la realidad; noción del tiempo como presente absoluto; falla en el proceso de
simbolización; manejo del mundo como objeto; inmadurez cognitiva; pobreza de
juicio; marcada impulsividad; vulnerabilidad yoica y perturbación en los
vínculos interpersonales.
Odile
Dot, en su obra Agresividad y violencia en el niño y el adolescente, siguiendo
a Roger Mucchielle (1981), describe así al delincuente y su psicología
(1988:97)
EL
DELINCUENTE Y SU PSICOLOGÍA
-
No tolera la frustración
-
Es agresivo
-
Se tiene a sí mismo en alta estima
-
Está en conflicto con todo lo que presenta la autoridad
-
Está inadaptado a la vida en sociedad
-
Rechaza las responsabilidades
-
Contrariamente a lo que se cree, tiene sentido de la realidad (para preparar
sus golpes necesita tener sangre fría y buen sentido de la organización)
-
Su sexualidad no está muy desarrollada
-
Es incapaz de sentimiento
-
No lamenta sus actos negativos
Descripción
del delincuente. Roger Mucchielli, Comment ils deviennent délinquants, ESF,
1981.
Ahora
bien, estos síntomas pueden aparecer tanto en chicos como en chicas, lo que sí
es cierto es que existen unas variaciones de edad y sexo en los distintos
comportamientos (mentiras, robo, agresión, etc.). Por ejemplo, Robins (1966)
halló la media de edad de inicio de la delincuencia entre chicas y chicos. La
mayoría de los chicos (el 57% de su muestra) inician sus actividades delictivas
antes de los 10 años (media de 7 años). En las chicas, por otro lado, el inicio
de la conducta antisocial se situaba en el rango de edad de 14 a 16 años (media
de 13 años)
CONSECUENCIAS
ORIGINADAS POR CONDUCTAS ANTISOCIALES
Muchos
de los casos de niños y/o adolescentes antisociales acabarán en manos de la
justicia y en centros penitenciarios, llegando a ser inadaptados sociales,
siendo institucionalizados en un primer lugar y llegando a ser criminales
después. Este es el camino final a la antisocialidad.
Los
trastornos por abusos de sustancias es la otra gran vía a la que degenerarán
gran cantidad de jóvenes con este tipo de conductas. Muchas adolescentes con
este tipo de características, comienzan a mantener relaciones sexuales
tempranas, lo que llevará a muchas de ellas a ser madres en la adolescencia,
con los problemas que tanto para ellas como para el bebé acarrean. Como se puso
de manifiesto en el capítulo anterior. Las adolescentes que deciden quedarse
con sus hijos, muy pocas veces pueden darle condiciones dignas o de bienestar y
otras llegan a abandonar a sus hijos.
Otro
peligro que corren las jóvenes que mantienen relaciones en edad temprana es
caer en la prostitución, bien por el hecho de desafiar las reglas o por
necesidad, ya que obtienen beneficio económico con estas prácticas.
El
abandono escolar es otro de los fines trágicos en que puede devenir la vida del
adolescente, ya que constituye el primer paso hacia los valores
contraculturales.
Buenísimo, es un material "casi" obligatorio para quiénes tenemos hijos adolescentes y nos preocupamos por su conducta en la familia, pero también por su acción en sus ámbitos sociales y privados.
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