En
este artículo abordaremos los trastornos de la personalidad, (TP), primero
desde un punto de vista general y posteriormente
revisaremos la concepción de Theodore Millon. La Personalidad es un tema
complicado por cuanto no
existe un consenso sobre lo que es la personalidad normal. Las personas que
padecen un “trastorno de personalidad”
se caracterizan por presentar un conjunto de rasgos de personalidad, que se
inician normalmente
en
la infancia o en la adolescencia y se manifiestan de manera más específica en
la vida adulta, como formas inflexibles
de pensar y sentir, que se manifiesta con círculos viciosos de respuestas ante
situaciones diferentes, vulnerabilidad
al estrés y un comportamiento desadaptado, que lleva a un deterioro de su
funcionamiento social, laboral
y familiar con limitación de oportunidades. Hablaríamos de “normalidad” en
personas capaces de afrontar el
ambiente de un modo flexible, con percepciones y conductas que fomentan el
aumento de la satisfacción personal,
así como oportunidades de aprender y crecer.
Definición
Este
epígrafe incluye trastornos graves del carácter constitutivo y de las
tendencias comportamentales del individuo,
que normalmente afectan a varios aspectos de la personalidad y se manifiestan
como modalidades estables
de respuestas a un amplio espectro de situaciones individuales y sociales que
casi siempre, se acompañan
de alteraciones personales, tensión subjetiva o alteraciones sociales con
dificultades de adaptación considerable.
Representan desviaciones extremas, o al menos significativas, del modo como el
individuo normal de
una cultura determinada percibe, piensa, siente y, sobre todo, se relaciona con
los demás. Abarcan aspectos múltiples
de las funciones psicológicas y del comportamiento.
Otra
definición sería la de Millon, quién los define como “patrón complejo de
características psicológicas profundamente
arraigadas, que son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar, y
se expresan automáticamente
en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo. Estos rasgos
intrínsecos y generales surgen
de una complicada matriz de determinantes biológicos y aprendizajes, y en
última instancia comprenden el patrón
idiosincrático de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un
individuo” (Sánchez y Quemada,1998).
Dentro
del concepto de personalidad tradicionalmente se ha distinguido entre
temperamento y carácter, el primero
para referirse a los factores más biológicos de la personalidad y el segundo a
los factores más relacionados
con el entorno donde se desarrolla esta. En la tabla I se presentan las pautas
generales de diagnóstico
correspondientes a todos los trastornos de la personalidad según el CIE-10. El
resto de las características
complementarias se especifican en cada uno de los subtipos.
Se
trata por tanto de trastornos y alteraciones y modos de comportamiento que:
-
tienen relevancia clínica por sí mismos,
-
tienden a ser persistentes, duraderos, inflexibles y profundamente arraigados
en el enfermo.
-
son la expresión de un estilo de vida y de la manera característica que el
individuo tiene de relacionarse consigo mismo
y con los demás.
Algunas de estas alteraciones y modos de comportamiento aparecen en estadíos precoces del desarrollo del individuo, como resultado tanto de factores constitucionales como de experiencias vividas, mientras que otros se adquieren más tarde a lo largo de la vida.
Algunas de estas alteraciones y modos de comportamiento aparecen en estadíos precoces del desarrollo del individuo, como resultado tanto de factores constitucionales como de experiencias vividas, mientras que otros se adquieren más tarde a lo largo de la vida.
Historia
Los
TP tienen una vieja historia y podemos ver descripciones ya en Hipócrates,
quién hablaba de la teoría de los cuatro
temperamentos, cada una de los cuales tenía predisposición a padecer
determinadas enfermedades. Con Galeno
en el siglo II d.de C. La doctrina de los temperamentos se convierte en un
modelo descriptivo complejo, los
cuatro elementos ( sangre, bilis negra, bilis amarilla y linfa), van a
determinar según cual predomine el carácter
sanguíneo (abiertamente optimista y extravertido), colérico ( irritable y
hostil), melancólico (pesimista) y flemático
(apático). Posteriormente Kretschmer propone una tipología somática en la que
relaciona la constitución corporal
con el carácter. El asténico lo define como tímido, perseverante y con
tendencia a preocuparse, este biotipo
predispondría a la esquizofrenia. El Pícnico es sociable, y despreocupado,
estarían predispuestos al trastorno
bipolar, el atlético sería sincero y tenaz. Los intentos de clasificar la
personalidad de Gall, Sheldon o de Kretschmer,
por características físicas tuvieron un valor limitado. En 1801 Pinel describe
la manía sin delirio que puede
considerarse como la primera aproximación al estudio de los TP, describiendo
pacientes que presentaban conductas
antisociales en ausencia de trastornos del juicio y de las funciones
intelectuales. En 1812, Benjamín Rush,
en estados Unidos, describe la deprivación moral innata y Esquirol en 1817 las
monomanias instintivas, siendo
mejorada la descripción del trastorno en 1835 por Prichard. Es Koch en 1881
quién introdujo el concepto de
“inferioridades psicopáticas” para designar a toda irregularidad psíquica que
influye sobre el hombre en su vida personal,
ya sean congénitas o adquiridas.
A
continuación fueron fundamentalmente Kräepelin, Bleuler, Bumke y Kurt Schneider
los que hablan de estos trastornos
en sus clasificaciones, las cuales han tenido una trascendencia enorme en
Europa (Yllá, 1993). Kraepelin
introduce modificaciones importantes, definiendo una amplia variedad de
trastornos ( el criminal, el inestable,
el mentiroso patológico y el pseudoquerulante) y nó sólo las conductas
antisociales. También separa y diferencia
las personalidades psicopáticas como entidad morbosa, con unas manifestaciones
clínicas características,
un curso evolutivo y una etiología específica. K. Schneider introduce una idea
básica para todo el desarrollo
posterior de este grupo de trastornos: la existencia de un interjuego entre los
factores constitucionales y
los factores ambientales en la construcción de la personalidad normal y
patológica, habla de personalidades lábiles,
hipertímicos, inseguros de sí mismos, necesitados de estimación, fanáticos,
asténicos, depresivos, lábiles de
humor, explosivos, desalmados y abúlicos, los cuales han constituido la base de
las clasificaciones actuales.
Para
este autor los TP son una desviación de la norma y no son por tanto algo
“morboso”. Jaspers, en su tratado de psicopatología general aprecia ya que tras
el conocido dilema de proceso-desarrollo se esbozan
los posibles límites entre las enfermedades mentales “sensu estricto” y los TP,
como variantes anormales del
modo de ser psíquico.
Las
tipologías de Freud, Abraham, Fenichel y Reich y las formulaciones de la
relación de objeto de Kernberg han influido
de forma importante en la psiquiatría americana (Widiger y Frances, 1988) y
Europea. Freud estableció los
fundamentos del psicoanálisis, Abraham, completó los estadios del desarrollo
libidinal. Reich, años más tarde, concibió
la personalidad como la cristalización de un conjunto particular de mecanismos
de defensa y definió una serie
de tipos de personalidad que se agrupaban en los caracteres oral, anal y
fálico. Adler y Jung, valoraron más los
aspectos sociales del funcionamiento interpersonal. Otras aportaciones actuales
proceden de las teorías de las relaciones
objetales de Kernberg y la psicología del self de Kohut.
Otro
grupo que ha estudiado estos TP han sido los modelos cognitivos-conductuales.
Paulov tipificó tres tipos de respuesta
a un estímulo determinado: grado de excitación o inhibición, equilibrio y
movilidad-rapidez para pasar de
un proceso a otro.
Hacia
la mitad del siglo XX, algunos autores, entre ellos el español López-Ibor y el
británico Cleckley, cuestionaron la
naturaleza moral de los TP, postulando que las alteraciones de carácter
reflejan con frecuencia las alteraciones funcionales
producidas en un estrato endógeno de carácter biológico, en el que se
encuentran los instintos y los sentimientos
vitales. Este cambio conceptual ayudó al cambio en la metodología médica y la
investigación realizado
en los últimos años (Díaz-Marsá y cols. 1997). En los últimos años han
predominado las construcciones estadísticas
y los modelos neurobiológicos o temperamentales.
Como
categoría diagnóstica entró a formar parte de la nomenclatura psiquiátrica en
el año 1969, con ocasión de la
publicación de la Octava Revisión de la Clasificación Internacional de las
Enfermedades (W.H.O. 1969) para hacer
referencia a un cuadro clínico caracterizado por la existencia de una
incapacidad para adecuarse a las exigencias
del entorno, en ausencia de manifestaciones clínicas de otros trastornos
mentales. No son tan dispares las
modernas tipificaciones de los TP (DSM-IV, CIE-10) y las descripciones
psiquiátricas centroeuropeas, sobre todo
alemanas. En unas y otras se tiene en cuenta criterios evolutivos, psicológicos,
psicopatológicos y clínicos; todos
ellos necesarios para el diagnóstico acertado de TP (González Infante, 1993).
Con la incorporación de un eje independiente
para estos trastornos que se ha llevado a cabo en el DSM ( no sucedía así en
las primeras ediciones),
se le ha dado una mayor relevancia y peso diagnóstico, sin que quede claro que
este sea el camino correcto.
En
la actualidad, existe un renovado interés en el estudio de los TP que viene
dado por (Ingelmo, 1993):
1.-
Disponer en la actualidad de criterios diagnósticos uniformes y relativamente
compartidos que aumentan claramente
la fiabilidad diagnóstica.
2.-
Por la sospecha de que los TP presentan una alta prevalencia en la población
general y en la población de pacientes
psiquiátricos, siendo en parte responsables del deterioro del funcionamiento
social o laboral.
3.-
La convicción sobre la enorme influencia que los TP tienen en el curso y
tratamiento de otros trastornos mentales
y orgánicos, agravando el pronóstico cuando se presentan junto con otros
diagnósticos del eje I del DSM-IV.
4.-
Porque se sabe que provocan un mayor consumo de recursos sanitarios.
Modelos
etiológicos
Desde
la antigüedad se ha intentado definir los rasgos que caracterizan a los seres
humanos, intentando agruparlos
para explicar y predecir el comportamiento. Parece evidente que la estructura
de la personalidad va a venir
determinada por la interacción de lo biológico con lo ambiental, siendo la
etiología de los TP multifactorial, hoy
por hoy, el origen causal de los TP permanece aún ampliamente desconocido.
Algunas teorías como las de Millon
(1994), proponen que el desarrollo de la personalidad será función de una
compleja interacción de factores biológicos,
psicológicos y ambientales, donde el impacto que cada grupo de factores tendrá
sobre el desarrollo de la
personalidad de un individuo dependerá de la potencia y cronicidad de cada
factor. Encontramos sin embargo en
muchos de los modelos analizados el intento de explicaciones unilaterales y
totales de explicación del cuadro clínico.
Vamos a analizar las diferentes corrientes de investigación que intentan dar
respuesta a esta cuestión:
Los
TP son un problema biológico (Marín y Frances, 1994)
Estos modelos comparten la idea de que los mecanismos biológicos son fundamentales p ara comprender la personalidad. Entre los diversos autores Cloninger comparte los postulados de la herencia con el de la investigación estadística. Cloninger, propone un modelo tridimensional, la primera dimensión vendría dada por la búsqueda de novedades, tendencia heredada hacia la excitación en respuesta a estímulos novedosos. Este rasgo conduce a conductas exploratorias en busca de recompensa o de evitación de la monotonía, dependería del sistema dopaminérgico. La segunda sería la evitación del peligro, tendencia heredada a responder intensamente a indicadores de estímulos aversivos, aprendiendo por ello a inhibir la conducta con el objeto de evitar el castigo, dependería del sistema serotoninérgico. El tercero sería la dependencia del refuerzo, es una tendencia heredada a responder intensamente a signos de recompensa (particularmente a signos verbales de aprobación social o sentimental), dependería del sistema adrenérgico.
Estos modelos comparten la idea de que los mecanismos biológicos son fundamentales p ara comprender la personalidad. Entre los diversos autores Cloninger comparte los postulados de la herencia con el de la investigación estadística. Cloninger, propone un modelo tridimensional, la primera dimensión vendría dada por la búsqueda de novedades, tendencia heredada hacia la excitación en respuesta a estímulos novedosos. Este rasgo conduce a conductas exploratorias en busca de recompensa o de evitación de la monotonía, dependería del sistema dopaminérgico. La segunda sería la evitación del peligro, tendencia heredada a responder intensamente a indicadores de estímulos aversivos, aprendiendo por ello a inhibir la conducta con el objeto de evitar el castigo, dependería del sistema serotoninérgico. El tercero sería la dependencia del refuerzo, es una tendencia heredada a responder intensamente a signos de recompensa (particularmente a signos verbales de aprobación social o sentimental), dependería del sistema adrenérgico.
Como
la personalidad está claramente moldeada por el aprendizaje social, la idea de
que los TP son heredados puede
parecer inicialmente extraña. El que la herencia juega un papel en la
manifestación de los rasgos de personalidad
lo demuestra un estudio realizado en Estados Unidos en 15.000 parejas de
gemelos. Los monocigóticos
presentaban una concordancia de TP varias veces superior que entre los
dicigóticos. Los estudios daneses
de adopción encontraron que la prevalencia de TP del grupo A (esquizoide y
paranoide) es mayor en los niños
con familiares biológicos esquizofrénicos pero no en los adoptados por padres
esquizofrénicos. Ambos hallazgos
sugieren un papel dominante para la transmisión genética sobre la transmisión
ambiental. Igual sucede para
el trastorno antisocial. Este aparece relacionado con la aparición de trastorno
por somatización en mujeres de
la misma familia y con la presencia de alcoholismo familiar, sospechándose que
pudieran tener un origen genético
común. Es probable que la carga genética exprese determinados rasgos de
carácter que supongan una dificultad
a la hora de adaptarse a las normas de una determinada cultura. Se han descrito
diversas alteraciones de
tipo neuroquímico en relación no tanto con trastornos sino con rasgos de
personalidad. La impulsividad está asociada
a un déficit de la función serotoninérgica cerebral, manifestada por bajos
niveles raquídeos del ácido 5- hidroxiindolacético
(5-HIAA) y por respuestas disminuidas de prolactina a los agonistas
serotoninérgicos en los individuos
impulsivos. Una disminución de la MAO plaquetaria está asociada tanto a la
impulsividad como al rasgo exploratorio
y la necesidad de excitación (Carrasco y cols. 1994). La inestabilidad afectiva
podría estar en relación con
alteraciones de la función noradrenérgica y las peculiaridades cognitivas de
los pacientes del grupo I del DSMIV podrían asociarse a disfunciones
dopaminérgicas (Diaz-Marsá y cols. 1977). Este tipo de “alteraciones” podrían ser
susceptibles de un control farmacológico.
Todas
las formas de lesión neurológica ( estados postencefalíticos, epilepsia
temporal ), aumentan la incidencia y gravedad
de los TP (Bear y cols. 1994). Las pruebas neurofisiológicas y de imagen
cerebral en vivo, nos están permitiendo
conocer mejor algunos datos de importancia sobre la base orgánicas de estos
trastornos.
Los
TP son un problema interpersonal, cultural, ambiental...
Diferentes teorías achacan la etiología de los TP a problemas de desarrollo o culturales, los estudios prospectivos realizados no han podido demostrar que las experiencias infantiles sean determinantes, en particular, aquellas que se consideraban cruciales como la falta de lactancia, el control de esfínteres, la presencia de onicofagia y otras. Sin embargo, si parece existir una relación de tipo inespecífico, entre la presencia de TP y las relaciones padres-hijos en la infancia (Diaz-Marsá y cols.1997).
Diferentes teorías achacan la etiología de los TP a problemas de desarrollo o culturales, los estudios prospectivos realizados no han podido demostrar que las experiencias infantiles sean determinantes, en particular, aquellas que se consideraban cruciales como la falta de lactancia, el control de esfínteres, la presencia de onicofagia y otras. Sin embargo, si parece existir una relación de tipo inespecífico, entre la presencia de TP y las relaciones padres-hijos en la infancia (Diaz-Marsá y cols.1997).
Otras
teorías defienden que el inicio del TP podría venir condicionado por la forma
de interacción del paciente con los
demás, sin que esté claro que unas determinadas alteraciones y modos de
comportamiento puedan ser considerados
por si mismos enfermedad y precisen tratamiento. Quizás este tipo de abordaje
sean los que tengan más
futuro. Algunas teorías sistémicas estarían dentro de este modelo, como la
propuesta de la “autoprofecía autocumplidora”,
provocando su comportamiento la reacción que temen, lo que reafirma al paciente
en sus creencias.
Modelos
psicológicos:
Entre
los modelos psicodinámicos tenemos el de Reich (1933), quién delimitó los
individuos histriónicos, compulsivos
y pasivo-agresivos, teminología que ha persistido hasta hoy. En su obra
análisis del carácter, plantea no
sólo que el conflicto inconsciente genera rasgos de carácter patológicos
mediante un mecanismo idéntico al de la
formación de síntomas, sino también que, dicho conflicto, provoca una
alteración generalizada del funcionamiento
del yo, y que, precisamente, esa alteración generalizada del yo y el armazón
caracterial defensivo, constituye
el objeto de estudio y el foco de atención terapeútica en los TP. En cierta
medida, y por más que las condiciones
de génesis sean muy diferentes, este funcionamiento general del psiquismo que
caracteriza según Reich
a los TP, podrían relacionarse con el estilo neurótico de Shapiro, el estilo
cognitivo de Goldstein y Blackman, e
incluso, con el concepto del yo que sustentan Aulagnier y Mcdougall. Para Jung,
la dimensión fundamental es la introversión-extroversión
(Pichot, 1977).
Las
teorías del déficit sostienen que en los TP existe una falla en la construcción
o en la investidura de determinadas funciones psíquicas que se constituyen
desde las aportaciones realizadas por los objetos externos y que
no se haría de manera adecuada. Desde esta perspectiva, la angustia no surge
como consecuencia de deseos prohibidos
que buscan pasar a la conciencia, sino como consecuencia de vivencias de
pérdida de identidad del yo, de
vivencias de inconsistencia en relación con el propio pensamiento o de
vivencias de ausencia de significado de la
experiencia.
En
resumen, en el psicoanálisis actual existen dos formas de abordar el estudio de
los TP: la patología del conflicto
y la patología del déficit. Existiendo en los últimos años intentos de
articular ambas perspectivas. Kernberg,
basándose en las aportaciones de la psicología del yo ( Erikson, Jacobson y
Mahler) y en la teoría de las relaciones
objetales (Fairbain, Klein, Rosenfeld), considera que lo básico, de cara a una
conceptualización de los TP
es determinar la estructura de personalidad de los mismos. Para ello sienta las
bases de un tipo de entrevista, la
entrevista estructural, con el estudio sistemático en la clínica de las
características y funciones de las estructuras
que organizan la personalidad: motivaciones pulsionales, mecanismos de defensa
utilizados, grado de integración
de la identidad, grado de integración del superyo, calidad de las relaciones de
objeto, manifestaciones específicas
e inespecíficas de debilidad del yo, etc. ( Ingelmo, 1993; Christopher y
Cooper, 1994).
Modelos
basados en el análisis factorial. Cognitivos y conductuales:
Eysenck, aplicando el método científico al estudio de la personalidad y a través del análisis factorial describe tres dimensiones básicas de la personalidad, neuroticismo-estabilidad emocional, extraversión-introversión y psicoticismo-normalidad. El neurótico tendría facilidad para la frustración, sería ansioso, preocupado, frecuentemente deprimido, con cambios de humor, con tendencia a quejas múltiples, inestable emocionalmente. En el polo opuesto, la estabilidad emocional se caracteriza por ser equilibrados, calmosos, controlados y despreocupados. Estaría controlado por el sistema límbico. El rasgo introversión se caracterizaría por ser persistentes, rígidos, irritables, subjetivos y tímidos, el extravertido sería sociable, activo, vivaz, excitable e impulsivo, estaría controlado por el sistema reticular activador ascendente y la corteza. El rasgo psicoticismo serían personas solitarias, problemáticas, crueles, con falta de sentimientos y de empatía, hostiles, con intereses extravagantes y con desprecio del peligro, lo relaciona con la actividad androgénica.
Eysenck, aplicando el método científico al estudio de la personalidad y a través del análisis factorial describe tres dimensiones básicas de la personalidad, neuroticismo-estabilidad emocional, extraversión-introversión y psicoticismo-normalidad. El neurótico tendría facilidad para la frustración, sería ansioso, preocupado, frecuentemente deprimido, con cambios de humor, con tendencia a quejas múltiples, inestable emocionalmente. En el polo opuesto, la estabilidad emocional se caracteriza por ser equilibrados, calmosos, controlados y despreocupados. Estaría controlado por el sistema límbico. El rasgo introversión se caracterizaría por ser persistentes, rígidos, irritables, subjetivos y tímidos, el extravertido sería sociable, activo, vivaz, excitable e impulsivo, estaría controlado por el sistema reticular activador ascendente y la corteza. El rasgo psicoticismo serían personas solitarias, problemáticas, crueles, con falta de sentimientos y de empatía, hostiles, con intereses extravagantes y con desprecio del peligro, lo relaciona con la actividad androgénica.
Para
Gray, basándose en estudios de psicología experimental y en pruebas de
laboratorio, encuentra diferentes estilos
de personalidad en función de la búsqueda de recompensas o de la evitación del
castigo. Propone dos dimensiones,
la primera sería la ansiedad que iría desde una alta a una baja susceptibilidad
al castigo y a la no recompensa,
iría ligado al sistema de inhibición de la acción y a las estructuras
cerebrales del circuito periventricular
(hipocampo, area medial del septo, cortex orbital frontal y núcleo caudado). La
segunda sería la impulsividad,
que va desde una alta a una baja susceptibilidad al premio. Iría ligado al
sistema de recompensa o activador
de la acción, mediado a través de haz medial del cerebro anterior y el
hipotálamo lateral. Un
tercer sistema, el de lucha/huida, que implica la agresividad, lo relaciona con
el hipotálamo medial y la sustancia
gris del cerebro medio.
El
modelo de “interpersonal circumplex” definiría los rasgos desadaptativos de
personalidad en relación a la intensidad
y la rigidez de la expresión de la dominancia-sumisión (poder o control) y de
la afiliación.
En
los modelos cognitivos, la personalidad sería el sistema de constructos del
individuo, es decir, un sistema cognitivo
persistente a partir del que se derivan acciones específicas a través de la
interacción con el medio en el proceso
de maduración y aprendizaje, donde la observación de la recurrencia y el
proceso de abstracción subsiguiente
permiten al terapeuta establecer los constructos propiamente dichos y anticipar
fenómenos. La interacción
entre la personalidad y la exposición a determinados contextos determina unas
pautas de interacción social.
Algunas
maniobras como limitaciones protectoras, generalizaciones de comportamientos y
distorsiones cognitivas constituirán
procesos a través de los cuales, se limitan las oportunidades de nuevo
aprendizaje, interpretando erróneamente
acontecimientos inocuos, que a su vez provocarán reacciones en los demás que
reactivarán problemas
anteriores, propone tres criterios para evaluar la severidad del trastorno, el
primero sería la poca estabilidad
en situaciones de estrés, el segundo la inflexibilidad adaptativa y el tercero
la tendencia a promover círculos
viciosos (Millon, 1996). Los modelos cognitivos tienen en cuanta las variables
dependencia-independencia de
campo y la impulsividad-reflexividad.
El
modelo conductual concibe la conducta social inadaptada persistente manifestada
por los sujetos con TP como una
conducta reforzada y mantenida por recompensas, habitualmente sociales,
presentes en el entorno. La cultura
moldearía la expresión conductual de los TP.
Epidemiología
La prevalencia en población general es del 5-18%, sin que las diferencias de sexo parezcan evidentes (Cabrera y cols. 1993). La prevalencia de TP es ligeramente superior en poblaciones urbanas y en algunos entornos socioeconómicamente más problemáticos, marginales o poco estructurados. Por orden de frecuencia el más frecuente es el TP por dependencia, seguido del TP esquizotípico. En los varones es más frecuente el TP antisocial, esquizotípico, esquizoide y narcisista. Entre las mujeres, predominan el TP dependiente, histrinónico y límite. El TP borderline o límite es el que aparece con mayor frecuencia en comorbilidad con otros trastornos (Roca y Bernardo, 1998; Weissman, 1994).
Epidemiología
La prevalencia en población general es del 5-18%, sin que las diferencias de sexo parezcan evidentes (Cabrera y cols. 1993). La prevalencia de TP es ligeramente superior en poblaciones urbanas y en algunos entornos socioeconómicamente más problemáticos, marginales o poco estructurados. Por orden de frecuencia el más frecuente es el TP por dependencia, seguido del TP esquizotípico. En los varones es más frecuente el TP antisocial, esquizotípico, esquizoide y narcisista. Entre las mujeres, predominan el TP dependiente, histrinónico y límite. El TP borderline o límite es el que aparece con mayor frecuencia en comorbilidad con otros trastornos (Roca y Bernardo, 1998; Weissman, 1994).
Desde
el punto de vista de la edad, los TP tienden a presentarse en la infancia y
adolescencia y a persistir durante la
edad adulta, por ello, es probable que un diagnóstico de TP sea adecuado antes
de los 16-17 años, parece existir
un ligero descenso en los grupos de mayor edad, lo que induce a pensar en el
papel modificador de factores
madurativos, encontrando la mayor prevalencia en la edad media de la vida.
Por
lo que respecta a estudios en poblaciones clínicas, existe mayor variabilidad
encontrando entre un 7-50% de casos
en pacientes hospitalizados y alrededor del 30% en pacientes ambulatorios (
Ingelmo, 1993). En la Tabla II podemos
ver un resumen de la prevalencia en la población general y en la población
clínica de los diferentes TP.
Evaluación
El
examen del estilo particular y del grado de patología de la personalidad
debería ser un aspecto básico en cualquier
evaluación clínica o de investigación. Para llegar a establecer el diagnóstico
nos deberemos fijar en la observación
de la conducta y lo referido por la familia más que por lo que cuenta el
paciente. La evaluación ha de basarse
en tantas fuentes de información como sea posible, ya que todos presentan limitaciones
y ventajas, pero cada
uno ayuda a mejorar la perspectiva, así en el TP disocial puede ser útil tener
registros de los responsables de su
empresa, de los tribunales, de la escuela o del hospital. Aunque a veces se
puede evaluar la personalidad en una
sola entrevista, a menudo se requiere realizar más de una. El establecer el
diagnóstico puede ser difícil, pero es
importante para poder abordar de forma adecuada e integral al paciente.
Entre
los instrumentos de evaluación tenemos la entrevista clínica semiestructurada o
estructurada, los cuestionarios
autoadministrados y los test proyectivos que han sido poco investigados en el
TP y las pruebas biológicas.
Entre las entrevistas semiestructuradas para el diagnóstico de los TP tenemos
la Structu red interview for
the diagnosis of personality disorders (SIDPD); la personality Disorder
Examination (PDE); la Structured clinical
interview for DSM-III-R (SCID) (existe versión española, Gomez Beneyto y cols.
1994) y la Personality interview
questions (PIQ). Todos estos instrumentos han demostrado fiabilidad entre los
examinadores. Requieren un
gasto de tiempo mayor del que puede disponer el clínico, pero resulta útil
familiarizarse con ellas.
Contamos
con tres importantes cuestionarios autoadministrados para el examen de los TP;
el Minnesota multiphasic
personality inventory (MMPI), el Millon clinical multiaxial inventory (MCMI) y
el Personality diagnostic questionnaire
(PDQ). Los cuestionarios autoadministrados no pueden asegurar que se estén
evaluando estados y no
rasgos, han mostrado repetidamente alta frecuencia de falsos positivos, tienen
una fiabilidad test-retest baja y la
concordancia con las entrevistas clínicas suele ser baja, en general estos test
están afectados por la patología subyacente. Se recomiendan como herramienta de
screening donde ofrecen la ventaja de la facilidad de administración
y corrección. El
International Personality Disorder Examination, IPDE de Loranger traducido al
español y el Standardized Assessment
od Personality,SAP de Pilgrim y Mann tienen en cuenta los criterios CIE-10.
En
la evaluación no hay que olvidar la posibilidad de tener que realizar exámenes neurológicos y médicos para descartar
una etiología orgánica. Puede ser necesario emplear pruebas complementarias en
algunos casos como el
electroencefalograma, la tomografia axial computarizada y el mapeo
electrofisiológico.
Clasificación
Cada
una de las alteraciones incluidas en este grupo debe ser clasificada de acuerdo
con la forma de expresión comportamental
predominante. No obstante, la clasificación de este área no puede, por el
momento, ir más allá de
la descripción de una serie de tipos o subtipos que no son mutuamente
excluyentes y que tienen entre ellos características
que se solapan, a pesar de ello, han recibido un reconocimiento general como
formas importantes de
desviación de la personalidad.
En
el seno de la psiquiatría, el método de clasificación más popular en los
últimos años ha sido el modelo categorial,
suponiendo los TP cambios cualitativos de la normalidad y pudiendo ser
agrupados en categorías diagnósticas,
tal como apoyarían los recientes estudios de las bases biológicas de la
personalidad. El DSM-IV y la CIE-10,
ofrecen un conjunto de criterios específicos y explícitos para todos los TP. En
este enfoque se define un tipo
ideal que constituye la acentuación de los estilos de personalidad que
observamos normalmente en la clínica.
Por
el contrario, en el campo de la psicología, el método más utilizado ha sido la
clasificación dimensional de la personalidad,
donde los TP serían los extremos de una curva de Gauss (Roca y Bernardo, 1998),
habiéndose estudiado
múltiples modelos, como las dimensiones clínicas del MMPI y otras. Estos
modelos se basan en dimensiones
estables de la personalidad, constituidas por agrupaciones empíricas de rasgos
y características. Las mismas
dimensiones se encuentran en todos los individuos, y es la desviación excesiva
en el nivel cuantitativo de las
mismas la que caracteriza a los TP. Tyrer
y Johnson (1995) hacen un intento de clasificar la severidad de los TP en
cuatro grupos: sin TP, dificultades de
personalidad, TP simple y TP difuso, encontrando con este modelo buena
adaptación al CIE 10.
En
la tabla III podemos ver la clasificación del los TP en función del DSM-IV,
CIE-10 y teniendo en cuenta los mecanismos
de defensa empleados y los términos genéticos (Widiger y Hyler, 1994).
Tabla
III. Clasificación de los TP según el CIE-10 y el DSM-IV
Diagnóstico (Loranger, 1994)
Para hacer un diagnóstico de trastorno de la personalidad, el clínico ha de considerar todos los aspectos funcionales de la personalidad, aunque el diagnóstico, para ser simple y eficaz, se referirá sólo a aquellas dimensiones o rasgos en los que se alcancen los grados de gravedad propuestos. Para poder hacer el diagnóstico se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a otro trastorno psiquiátrico, que cumpla al menos tres de los rasgos o pautas de comportamiento que aparecen en la definición. Es importante separar la patología de la personalidad de los trastornos incluidos en otras categorías de la CIE 10. Si un problema de personalidad precede a un trastorno psiquiátrico, episódico o crónico, han de diagnosticarse ambos.
Diagnóstico (Loranger, 1994)
Para hacer un diagnóstico de trastorno de la personalidad, el clínico ha de considerar todos los aspectos funcionales de la personalidad, aunque el diagnóstico, para ser simple y eficaz, se referirá sólo a aquellas dimensiones o rasgos en los que se alcancen los grados de gravedad propuestos. Para poder hacer el diagnóstico se requiere la presencia de una alteración de la personalidad no directamente atribuible a una lesión o enfermedad cerebral importante, o a otro trastorno psiquiátrico, que cumpla al menos tres de los rasgos o pautas de comportamiento que aparecen en la definición. Es importante separar la patología de la personalidad de los trastornos incluidos en otras categorías de la CIE 10. Si un problema de personalidad precede a un trastorno psiquiátrico, episódico o crónico, han de diagnosticarse ambos.
En
las manifestaciones de las anomalías de la personalidad, las diferencias
culturales o regionales son importantes,
pero son aún escasos los conocimientos específicos en este área. Los problemas
de personalidad que se
presentan con una frecuencia especial en una determinada parte del mundo, pero
que no corresponden a ninguno
de los subtipos que se especifican a continuación, pueden clasificarse como
"otros" trastornos de la personalidad
e identificarse mediante un quinto carácter en el código correspondiente de una
posible adaptación de
la CIE 10 para esa región o país en particular. Las diferencias locales de las
manifestaciones de un trastorno de personalidad
pueden reflejarse también en la redacción de las descripciones clínicas y
pautas para el diagnóstico, del
trastorno correspondiente.
Entre
los problemas que dificultan el diagnóstico tenemos por un lado la falta de
acuerdo sobre el concepto y definición
de los TP, ya que la definición basada únicamente en el empirismo clínico no
parece suficiente para las necesidades
actuales de la práctica psiquiátrica, a la hora de hacer una valoración del
pronóstico y el plan terapéutico,
parece que el contar con modelos conceptuales basados en los mecanismos
etiológicos serían más útiles
que el basarnos exclusivamente en la identificación del TP en base a los
síntomas y su curso.
Por
otra parte, y aunque posibilita una mejor comunicación entre los profesionales
e investigadores, existen dificultades
para diferenciar adecuadamente entre los diferentes trastornos específicos de
la personalidad con las clasificaciones
actuales, existiendo un notable solapamiento sintomático entre ellos, lo que
hace que en la práctica podamos
encontrarnos enfermos que reúnen características de varios trastornos, con
cuadros clínicos diferentes al
que nos proporcionan las categorías diagnósticas.
Otro
problema a la hora del diagnóstico es que los instrumentos de evaluación
disponibles carecen de la fiabilidad y
validez suficiente, con baja fiabilidad interjueces, existiendo un número elevado
de falsos positivos y con múltiples
dificultades, como el que los test provocan respuestas defensivas en quienes
los responden, tendiendo por
tanto a cambiar las respuestas o no diferenciando adecuadamente entre rasgo y
estado. Por otro lado, los investigadores
no se ponen de acuerdo en establecer el número óptimo de categorías o dimensiones de la personalidad,
oscilando por ejemplo, entre los 4 humores hipocráticos y los 810 tipos de
caracteres de Fourier (Widiger
y Frances, 1988).
Las deficiencias de registro de casos de TP en los registros hospitalarios por la predominancia de diagnósticos del eje I del DSM dificulta los estudios de investigación, por lo que hemos de intentar señalar estos diagnósticos en los informes de alta hospitalaria, en caso de estar presentes.
Las deficiencias de registro de casos de TP en los registros hospitalarios por la predominancia de diagnósticos del eje I del DSM dificulta los estudios de investigación, por lo que hemos de intentar señalar estos diagnósticos en los informes de alta hospitalaria, en caso de estar presentes.
Diagnóstico
diferencial
Los
TP se sitúan entre las neurosis y las psicosis. Al contrario que estas, los TP
ocurren siempre en un contexto interpersonal.
Los individuos con TP no son fáciles de comprender. El neurótico solicita ayuda
voluntariamente, confiesa
sus problemas, sus síntomas son autoplásticos (la adaptación a través del
cambio del yo) y experimentados
como egodistónicos (inaceptables para el yo). En contraste con ello, un
individuo con TP es mucho
más reacio a solicitar ayuda psiquiátrica, expresar sus problemas, sus síntomas
son aloplásticos (la adaptación
cambiando al medio) y egosintónicos (aceptables para el yo). Los TP normalmente
padecen una incapacidad
para trabajar y amar que generalmente es más grave y duradera que la hallada en
las neurosis y carecen
de empatía para con los demás. Los trastornos de la personalidad se diferencian
de las transformaciones de
la personalidad por el momento y el modo de aparición. Los TP son alteraciones
del desarrollo que aparecen en la
infancia o la adolescencia y persisten en la madurez. No son secundarios a
otros trastornos mentales o lesiones cerebrales,
a pesar de que pueden preceder a otros trastornos o coexistir con ellos. Por el
contrario, la transformación
de la personalidad es adquirida. normalmente, durante la vida adulta, como
consecuencia de situaciones
estresantes graves o prolongadas, de privaciones ambientales extremas, de
trastornos psiquiátricos graves
o de lesiones o enfermedades cerebrales.
También
hemos de diferenciarlos de las psicosis, estando en los TP conservado el
sentido de realidad y careciendo de
las alteraciones perceptivas que caracterizan a estas. En relación con el abuso
de sustancias (alcohol, anfetaminas,
etc.), faltará la relación temporal entre el consumo de estas y la aparición
del cuadro clínico. En el caso
de TP secundarios a lesiones o daño cerebral podremos encontrar dicho
antecedente en la historia del paciente y una relación temporal entre ambos
trastornos.
El
diagnóstico diferencial entre los TP histriónicos, límite, narcisistas y
antisociales es particularmente difícil, debiendo
a veces diagnosticas varios de ellos. En la tabla IV podemos ver algunas
características diferenciales de cada
uno de estos TP.
Tabla
IV. Comparación de los ámbitos personológicos (Millon, 1998)
Comorbilidad, curso y pronóstico
Existe la impresión generalizada de que, una vez que una persona sufre un TP lo tiene para siempre. El curso es crónico y estable, sin embargo los estudios de seguimiento muestran gran inestabilidad en el diagnóstico. Con respecto a la población normal van a presentar un mayor número de problemas legales, interpersonales, laborales y sociales, junto con un mayor número de consumo de tóxicos. TP y neurosis. Los TP se asocian fuertemente con la neurosis, se sabe que cuando esto sucede el pronóstico es peor, por lo que se requieren estrategias innovadoras para mejorar la cumplimentación terapéutica y para tratar los rasgos salientes de la personalidad además de los síntomas neuróticos, pudiendo ser necesario adaptar las técnicas de psicoterapia y respondiendo mejor a los psicofármacos (Taylor & Livesley, 1995).
Comorbilidad, curso y pronóstico
Existe la impresión generalizada de que, una vez que una persona sufre un TP lo tiene para siempre. El curso es crónico y estable, sin embargo los estudios de seguimiento muestran gran inestabilidad en el diagnóstico. Con respecto a la población normal van a presentar un mayor número de problemas legales, interpersonales, laborales y sociales, junto con un mayor número de consumo de tóxicos. TP y neurosis. Los TP se asocian fuertemente con la neurosis, se sabe que cuando esto sucede el pronóstico es peor, por lo que se requieren estrategias innovadoras para mejorar la cumplimentación terapéutica y para tratar los rasgos salientes de la personalidad además de los síntomas neuróticos, pudiendo ser necesario adaptar las técnicas de psicoterapia y respondiendo mejor a los psicofármacos (Taylor & Livesley, 1995).
TP
y depresión. Los estudios recientes reflejan que las personas con depresiones
crónicas tienen tasas mayores de TP
que aquellas con un curso episódico de la depresión, suponiendo por tanto los
TP un peor pronóstico en el curso
de la depresión ( Tracie, 1996).
TP
y dependencia de drogas.
La gran mayoría de personas que abusan de las drogas, según la ley, son individuos emocionalmente sanos. Si nos centramos en grupos relativamente pequeños de consumidores compulsivos de drogas, no sólo encontramos los psicópatas o las personalidades pasivo-dependientes, sino todo el rango de psicopatología y síntomas de los TP. Es necesario un enfoque crítico de la estructura de personalidad y de la etiología. Se relacionan con la predisposición a la búsqueda adictiva, la formación defectuosa de ideales, la autodestructividad, los efectos a largo plazo de las drogas sobre la personalidad y su importancia en el tratamiento en las comunidades terapéuticas, programas de metadona, y otros programas TP y alcoholismo. En los individuos alcohólicos puede encontrarse en mayor o menor grado toda la psicopatología. Los TP tienen importancia en el tipo de alcoholismo, el desarrollo del alcoholismo, los distintos tipos de bebedores y su tratamiento.
La gran mayoría de personas que abusan de las drogas, según la ley, son individuos emocionalmente sanos. Si nos centramos en grupos relativamente pequeños de consumidores compulsivos de drogas, no sólo encontramos los psicópatas o las personalidades pasivo-dependientes, sino todo el rango de psicopatología y síntomas de los TP. Es necesario un enfoque crítico de la estructura de personalidad y de la etiología. Se relacionan con la predisposición a la búsqueda adictiva, la formación defectuosa de ideales, la autodestructividad, los efectos a largo plazo de las drogas sobre la personalidad y su importancia en el tratamiento en las comunidades terapéuticas, programas de metadona, y otros programas TP y alcoholismo. En los individuos alcohólicos puede encontrarse en mayor o menor grado toda la psicopatología. Los TP tienen importancia en el tipo de alcoholismo, el desarrollo del alcoholismo, los distintos tipos de bebedores y su tratamiento.
Tratamiento
Clásicamente
ha existido una inhibición terapéutica ante los TP. Hay profesionales que al considerarlos como una variación
del rango normal de comportamiento entendían que no existían muchas
posibilidades de intervención. Otros
que al ser de origen genético o hereditario estaban poco sujetos a la
influencia de los fármacos. Creemos que
los tratamientos de estos trastornos se deben de hacer desde una perspectiva
integradora, partiendo de un diagnóstico
preciso de cuales son los problemas personales o de relación que estos TP
provocan y que mecanismos
de intervención sobre estos tenemos, aplicando abordajes de las diferentes
escuelas existentes (
modificar cogniciones erróneas con la terapia cognitiva, modular el afecto con
fármacos, proporcionar estrategias
de habilidades sociales, utilizar ansiolíticos o bajas dosis de neurolépticos
para los casos con intensa ansiedad
o angustia, etc.). Creemos que en general el abordaje integral de estos
trastornos puede ser el que origine
un mejor pronóstico.
Los
TP que hacen sufrir al que los padece (obsesivo-compulsivo, histriónico,
dependiente, evitador) es más probable
que impliquen al paciente en el tratamiento y estén más dispuestos a colaborar
en diferentes estrategias psicoterapéuticas.
Por otro lado, los pacientes con TP que tienen bajo insight de su trastorno
(narcisista, límite, esquizotípico,
paranoides, esquizoides, antisocial, pasivo-agresivo), estarán menos dispuestos
a colaborar, no buscaran
ayuda por si mismos y normalmente será la familia quién lo solicite. En estos
casos las estrategias farmacológicas
pueden ser las únicas con que podamos contar.
En
el uso de la psicoterapia, en la mayoría de casos, no es realista establecer
como objetivo un cambio fundamental
de estilo de personalidad. Una meta más práctica es disminuir la rigidez de los
rasgos desadaptativos y
reducir su interferencia con el funcionamiento cotidiano y con las relaciones
significativas. Las psicoterapias de orientación
interpersonal son especialmente adecuadas, ya que los TP se suelen manifestar
en la relación con los demás.
Las distintas técnicas incluyen terapias de grupo, de pareja, y
sistémico-estratégicas. La terapia de grupo ayudará
a reconocer la rigidez del estilo interpersonal del paciente y el efecto que
despierta en otras personas. La terapia
de pareja puede ser necesaria, pues el cónyuge puede estar reforzando los
rasgos desadaptativos de un paciente
y dificultando el cambio. Las terapias de conducta y cognitiva a menudo
resultan útiles. Este tipo de tratamientos centrados en la conducta permiten
obtener un efecto generalizado. El empleo del moldeamiento, la
desensibilización sistemática, las técnicas
de exposición y el manejo de contingencias pueden ayudar a iniciar cambios
positivos.
Los
estudios sobre tratamiento farmacológico de los TP son escasos y con problemas metodológicos (pocos pacientes,
sin grupo control, casos mixtos, con comorbilidad con otros trastornos, etc.).
En la actualidad se tiende más
a tratar síntomas específicos, que el trastorno global ( DeBatista y Glick,
1995). La intervención farmacológica
puede ayudar a corregir alteraciones neuroquímicas o controlar los síntomas lo
suficiente como para
permitir aplicar otras técnicas psicoterapéuticas (Widiger y Frances, 1988).
Modelo
de Theodore Millon
Introducción
Poco
tiempo después de aparecido el DSM-II (APA, 1968), T. Millon publica el primer
movimiento de una vasta obra,
donde dejaría sentadas las bases del estudio de la personalidad y su patología
en las décadas futuras. En “psicopatología
moderna. Enfoque biosocial de los aprendizajes erróneos y del disfuncionalismo”
(Millon, 1976), propuso
una nueva clasificación de los trastornos psíquicos, presentando una rica
teoría de las TP. La influencia de su
modelo fue decisiva para lo que luego sería el eje II del DSM-III, 1980.
Decía
Millon en 1969, en la introducción de su obra: “lo más representativo del
cuerpo central de la psicopatología son
los problemas no dramáticos y mundanos de la vida, las ansiedades calladas pero
persistentes, las frustraciones
repetidas y conflictos inmovilizantes que obstaculizan a millones de americanos
día a día. Estos trastornos
leves, suelen ser considerados como algo que “nos viene dado” como parte del
“destino” del hombre o de
su naturaleza.
En
este párrafo Millon deja marcado un principio que marcará el estudio de la
psicopatología: no solo los trastornos
sintomáticos, más fluidos y evidentes, deben formar parte de la nosología, sino
también los patrones de
psicología patológica, a menudo más larvados y ocultos, de los cuales emergen
los trastornos sintomáticos.
El
relieve que han cobrado los trastornos de personalidad (TP) los últimos 50 años
se debe en parte a que cuentan con
un eje propio en el DSM-III ( hasta entonces eran un trastorno psicopatológico
más en paralelo a los demás trastornos).
Desde ese momento se pide la elaboración de diagnósticos de comorbilidad entre
ambos tipos de psicopatologías,
ya que se entiende que los trastornos del eje I, tienen un sentido psicológico
muy distinto según el
contexto de la personalidad en que se den.
El
concepto de P. está formado por constructor hipotéticos que ayudan a explicar
las conductas del sujeto, que deben
de utilizarse de manera heurística, como guías que se reformulan y cambian
cuando sea necesario. Deben ser
capaces de comunicar de forma eficaz información sobre el paciente. Una
de las dificultades para el estudio de los trastornos de personalidad (TP) es
que aún no tenemos una definición
universalmente aceptada de que es la P, ni la TP. A continuación podemos ver
algunas definiciones de la misma:
-
Personalidad: Se concibe actualmente como un patrón complejo de características profundamente arraigadas que
son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar, y que se expresan
automáticamente en casi todas las
áreas de funcionamiento del individuo. Estos rasgos intrínsecos y generales
surgen de una complicada matriz de
determinantes biológicos y aprendizajes y en última instancia comprenden el
patrón idiosincrásico de sentir, pensar,
afrontar y comportarse de un individuo.
-
La P. es el estilo de comportarse, relacionarse, pensar, sentir y afrontar las
dificultades ( Millon, 1996).
-
La P. es el estilo adaptativo que exhibe un organismo o especie frente a sus
entornos habituales.
-
La P. es como un cuadro impresionista…, a distancia es “todo una pieza”, de
cerca es un entramado de estados de
ánimo, cogniciones, motivaciones…
Los
procesos de P. son fenómenos estables, pero no estáticos. Son patrones
consistentes de cambio. La variable
tiempo
tiene una importancia fundamental.
Para
M. los TP no son entidades médicas, ni perversidades humanas….son estilos
problemáticos de adaptación humana.
Los TP serían estilos de funcionamiento desadaptativo. Millon busca criterios
ajenos a la cultura para definir normal:
-
capacidad para funcionar de forma autónoma y competente.
-
Tendencia a adaptarse de forma eficaz y eficiente al propio entorno social.
-
Sensación subjetiva de satisfacción.
-
Capacidad para mejorar las propias potencialidades.
-
Integrar las normas sociales
-
Con flexibilidad adaptativa en respuesta al ambiente.
-
Imagen de si mismo coherente e integrada, base de:
•
La autoestima
•
Del sentimiento de autenticidad
•
De la capacidad para mantener intimidad
•
De la capacidad empática
Factores
que influyen en el desarrollo de la Personalidad
Para
M. del desarrollo de la P. tiene que ver con:
–
Factores Biológicos:
•
Temperamento (heredado) (set de capacidades y disposiciones): Energía, tempo,
conducta, nivel de actividad, inteligencia,
actividad sensorial, Fuerza física, Vulnerabilidad.
•
Constitución genética.
–
Factores Contextuales
•
Carácter ( aprendido), papeles sociales en el niño, cultura, situación
socioeconómica
•
Factores ambientales ( Experiencias pasadas): El medio puede ser normal,
demandante, presión ambiental, ambiente
familiar
•
Vida intrauterina
Características
de los TP de Millon:
Los
TP se caracterizan por:
-
Poca flexibilidad adaptativa. Elevado malestar personal, disminuye la
posibilidad de aprender y desarrollarse.
-
Tendencia a producir círculos viciosos.
-
Inestabilidad ante las dificultades.
Lo
que provoca unos circulos viciosos que mantienen y agravan estas
características ( gráfico 1). Gráfico 1.- Desarrollo y Mantenimiento de los TP
Teoría
Integrada. Personología
Durante
más de 3 décadas, Millon y cols, desarrollan y amplían su teoría original,
produciendo una amplia serie de libros
y de artículos, que reflejan su esfuerzo para construir una ciencia unificada
de la P y la psicopatología. La cual
tiene en cuenta los aspectos citados a continuación:
-
Principios científicos universales (evolución)
-
Asentados en leyes de la naturaleza
-
Estructura guía para diversos objetos
-
Teoría orientada al sujeto
-
consistente con los conocimientos establecidos y ajustada a los cuadros
clínicos. Debe permitir sistemas de clasificación
-
Estructura heurística de proposiciones explicatorias.
-
Deducción y comprensión de condiciones clínicas.
-
Clasificación de estilos y síndromes (nosología/taxonomía):
Derivado
de la teoría DSM-IV.
Organización
coherente, que agrupa y diferencia categorías permitiendo el desarrollo de
instrumentos de evaluación.
Rasgos
derivados de la teoría, tipologías y patologías.
Prototipos
diferenciados, agrupados, interrelacionados.
-
Evaluación, diagnóstico:
Instrumentos
que permitan evaluar la teoría. Instrumentos clínicos personalizados: debe
permitir diagnosticar las categorías
y medirlas ( dimensionarlas), especificando áreas “diana” para la intervención.
- Terapia, intervención, estrategias y modalidades de tratamiento:
De
acuerdo con la teoría y orientada a modificar la problemática de las
características clínicas, en consonancia con una
comprensión de la persona como un todo.
Modelo
Biosocial
Deriva
sus contructos de la teoría del aprendizaje y apuntala la ontogénesis del
desarrollo. Millon intentó generar las
categorías de la P establecidas y reconocidas a partir de la deducción formal,
a la vez que mostrar su covariación
con otros trastornos mentales. Uno de los aspectos fundamentales que le da
nombre es que la P. y la psicopatología
se desarrollan como resultado de la interacción de fuerzas ambientales y
organísmicas.
Estas
3 dimensiones fueron identificadas en parte o como un todo por Freud, Heymans y
Wiersma, McDougall, Meumann,
Kollarits, Fiske y otros….
A
partir de este esquema tripartito, Millon (1969) derivo patrones de P. de
afrontamiento que, se correspondían con
cada uno de los trastornos oficiales del DSM.II. Estos patrones de
afrontamiento eran concebidos como formas
complejas de comportamiento instrumental, es decir, formas complejas de
conseguir un refuerzo + y de evitar
una estimulación aversiva. Estas estrategias reflejan el tipo de refuerzo que
las personas aprenden a perseguir
o evitar ( placer-dolor), donde intentan obtenerlo ( el si mismo o en los
otros) y como han aprendido a comportarse
para conseguirlo o escapar de el ( activos frente a pasivos). Combinándolos nos
salían diferentes patrones
de afrontamiento.
Gráfico
2. Modelo Biosocial
Modelo
Evolucionista (1990)
Tiene
en cuenta la cosmogonia y la biología de las poblaciones. Inspirado en Godels
(1931), (ningún sistema puede
probar sus propias proposiciones), intenta salirse de la psicología y buscar en
la naturaleza la explicación de
su modelo. Los principios esenciales de la naturaleza y de la conducta, operan
en todos los aspectos, desde la cosmología
a las interacciones humanas. El ser vivo precisa mantener estable su energía
interna y lo hace mediante
su comportamiento, que supone una característica evolutiva altamente
especializada en sus funciones adaptativas
antientrópicas de conservación de la energía.
Basados
en 4 mecanismos que utiliza la evolución para la supervivencia y reproducción.
Son aplicables a la filogénesis
y a los estilos de adaptación humanos. 4 elementos organizados en polos.
• Metas de la existencia ( búsqueda del placer/evitación del dolor)
• Metas de la existencia ( búsqueda del placer/evitación del dolor)
•
Modos de adaptación
•
Estrategias de replicación
•
Procesos de abstracción
Las
formas patológicas del funcionamiento humano son interpretadas por Millon, como
deficiencias, interrupciones,
conflictos o desequilibrios de esos principios de la evolución que son la base
de la adaptación y de la
supervivencia ecológica.
Metas
de la existencia:
Transformación
desde los estados menos organizados hacia aquellos con estructuras distintivas
o mayor organización.
Reconoce que , en último término, las motivaciones apuntan hacia una de dos
direcciones:
Búsqueda
del placer – apertura, búsqueda de experiencias de recompensa, refuerzos positivos. “disfrutar la vida”
“
aumentar calidad de vida”. Tendencia hacia los acontecimientos que son
atractivos o refuerzan positivamente.
Evitación
del dolor: preservación, evitación del peligro y amenazas, refuerzos negativos.
“ preservar la vida” “Disminuye
la calidad de vida”. Tendencia a alejarse de los acontecimientos que son
aversivos o refuerzan negativamente.
Modo
de adaptación:
Se
refiere a que dentro del amplio abanico de comportamientos en los que puede
verse involucrada una persona, estos
pueden ser agrupados en función de si el individuo toma la iniciativa para
configurar los acontecimientos que
le rodean o si su comportamiento es básicamente reactivo a ellos. Incluye los
procesos homeostáticos empleados
para sobrevivir en sistemas abiertos. Intercambio de energía/información con el
medio. Estrategias de afrontamiento,
esquemas, reglas, formas de procesar. ( Ver tabla V)
Activo:
dominio del entorno, modificación, intervención
Pasivo:
atenerse a la realidad favorable, acomodación
Tabla
V. Modos de adaptación
Modos
de replicación:
Estilos reproductivos para maximizar la diversificación y selección de atributos efectivos desde el punto de vista ecológico. Reconoce que entre todos los objetos de nuestro entorno existen dos que destacan entre los demás por su poder para afectarnos: nosotros mismos y los otros. Refuerzo se basa en el yo: incapaz de dar cuidados, individualista, insensible, falto de consideración. En el otro: interés por supervivencia y descendencia , protector y solicito, amor constructivo hacia los demás. Cuidador, afiliativo.
Estilos reproductivos para maximizar la diversificación y selección de atributos efectivos desde el punto de vista ecológico. Reconoce que entre todos los objetos de nuestro entorno existen dos que destacan entre los demás por su poder para afectarnos: nosotros mismos y los otros. Refuerzo se basa en el yo: incapaz de dar cuidados, individualista, insensible, falto de consideración. En el otro: interés por supervivencia y descendencia , protector y solicito, amor constructivo hacia los demás. Cuidador, afiliativo.
Procesos
de abstracción
Aparece
el sentido de identidad individual como distinto de los demás. Se crea de un
área de representaciones internas,
transformada por las reflexiones racionales y emocionales, que gobiernan el
curso de la acción y a partir de
la cual se inician los comportamientos.
Capacidad
de abstracción para poder trascender la realidad puramente concreta del momento
actual y proyectar el
si mismo como objeto en múltiples contingencias futuras con el propio estilo de
acción.
Emergencia
de competencias de planificación y toma de decisiones.
Estilo
de representar las experiencias en significados. Modos de procesar la
información.
Los
estilos cognitivos serían las capacidad de simbolizar el mundo interno/externo
Polaridad
pensamiento/sentimiento. Estas habilidades son cognitivas y emocionales.
•
Fuente de la Información
–
Externa ( extrovertido)(tangible)
–
Interna ( introvertido) ( intangible)
•
Procesos de transformación de la Información
–
Intelectivos/pensamiento ( asimilativos, reflexivo)
–
Afectivos/sentimiento (imaginativos, innovador)
Matriz
de refuerzo: Unifica el modelo. ( tabla VI).
La
noción de refuerzo es el tema unificador del modelo. ¿Qué refuerzos busca?
¿dónde? ¿como actúa para conseguirlos?.
Independiente: confían en si mismos Dependiente: necesita apoyo y atención,
esperan que los demás
le den el refuerzo. Ambivalente: dudan entre los dos anteriores Desvinculado:
carece de aspiraciones, se aíslan.
Activo: tiende a la acción, toma la iniciativa, emprendedores. Pasivo:
reactivo, espera que el entorno le proporcione
el refuerzo, resignados. Tabla VI.- Matriz de refuerzo
Los
modelos anteriores permiten diferentes agrupaciones de los TP según las
características que destaquemos de los
mismos, los podemos agrupar por cual es la dificultad principal ( tabla VII).
Una clasificación más reciente clasificación
de los estilos/TP derivados de la teoría de M. cuenta con 15 estilos/TP. Este dominio representa el punto
de vista de Millon que la P. está compuesta de numerosas esferas mayores de
estructura y funcionamiento, en
relación con su importancia clínica; que constituye nuestra matriz de estudio.
P como constructo multifuncional y
multiestructural. Cuenta con 5 niveles (gráfico 3). El primero son estilos
normales. El segundo estilos anormales o
TP. Así entre los que tienen dificultades para el placer tendríamos el
esquizoide y el evitativo.
Tabla
VII..- Trastornos de Personalidad agrupados por dificultades(Leyenda I:
polaridad placer/dolor; II. personas normales; III.- personas anormales; IV.-
Modo de adaptación:
activo/pasivo;
V: escalas MCMI-III ( dónde se incluyen estilos de P provisionales no
diagnósticados en DSM-IV: depresivo,
agresivo/sádico, pasivo-agresivo/negativista,…).
Gráfico
3.- Circulagrama de la Personalidad
Etapas
del desarrollo neuropsicológico:
Millon
construye un modelo de desarrollo basado en las fases evolutivas y las etapas y
los procesos neuropsicológicos
relacionados, más que basados en modelos de periodos psicosexuales o
cognitivos. Millon piensa
que los TP deben organizarse sobre la base de unos ejes personológicos
fundamentales cimentados en la teoría
evolucionista.
En
cada una de las etapas el individuo adquiere unas disposiciones personológicas
que representan el equilibrio o la
predilección hacia cada una de las tendencias polares.
1.-
Fijación sensorial: 0-18m (placer- entornos que potencian la
vida/dolor-entornos que los apartan de lo que amenaza
la vida), desarrollo de la confianza en los demás. La función organísmica
principal es continuar existiendo.
Desarrollan la capacidad innata de discriminar entre las señales de dolor y de
placer.
2.-
Autonomía sensorio-motora: 12m -6 años (activo/pasivo), adquisición de la
confianza adaptativa. El niño debe pasar
de un estilo inicial de acomodación relativamente pasivo a un estilo activo de
modificación de su entorno físico
y social. En esta etapa se pasa de la persona a la persona dentro del contexto.
3.-
Identidad puberal genérica ( si mismo/otros). 11-15 años Asimilación del papel
sexual. Propagación individual o
de la especie. Reproducción. Suponen estrategias de autopropagación o de
educación de otros.
4.-
Integración intracortical. Iniciativa(pensamiento/sentimiento). 4a-adolescencia
Equilibrio entre razón y emoción.
La capacidad de reflexión para trascender lo inmediato y lo concreto,
interrelacionar y sintetizar la diversidad,
de representar simbólicamente los acontecimientos.
Clasificación.
El
modelo multiaxial del DSM ha sido compuesto para integrar los síntomas clínicos
en términos situados entre los estilos
de personalidad y los estresores psicosociales. Nuestra misión como clínicos es
comprender dicha interacción
para lograr una concepción de la psicopatología de cada paciente, que es más
que el mero diagnóstico de
sus síntomas.
“El
total es más que la suma de las partes” “Ningún área puede aislarse y hacer que
funcione por si misma”. Para explicarlo desarrolla el siguiente esquema, gráfico
4 donde:
Eje
I síndromes clínicos del DSM, sería el equivalente a la medicina centrada en
síntomas del siglo pasado. El anillo
más externo , paralelo al eje IV del DSM, estresores psicosociales, ya no es
solo los síntomas, sino que tiene en
cuenta los agentes infecciosos. En psicopatología equivale a que ya no solo se
tiene en cuenta la ansiedad, sino también
los factores a los acontencimientos vitales que la desencadenan.
En
los últimos 15 años, se le da más importancia al sistema inmune y la capacidad
intrínseca del organismo para luchar
contra los agentes agresores. En psicopatología sería nuestra personalidad, con
un objetivo que sería la homeostasía
o equilibrio interno.
Gráfico
4.- Sistema Multiaxial de Naturaleza interactiva
Evaluación:
El
problema de la evaluación de la P. es que existe menos acuerdo sobre lo que se
está evaluando que sobre como
hacerlo, de lo que se desprende que hay muy poco acuerdo sobre el ámbito que
abarca. La perspectiva integradora
concibe la P. como un constructo multideterminado y multirefencial que puede
ser evaluado desde una
variedad de áreas de contenido con:
•
Instrumentos cuantitativamente sensibles y probados
•
Que identifiquen medidas de prototipos, síndromes, atributos, contexto, ….
•
Con validez y utilidad teórica y clínica. Entre los múltiples cuestionarios
desarrollados por Millon tenemos: MMPI
MCMI ( 3ª versión) (inventario clínico multiaxial de Millon) MPTQ ( Millon P.
type questionnarie, mide estilos de
P. no clínicos) MPDC ( M. P. disorder checkllist) MIPS: ( Inventario de M. de
estilos de P. 1997) MAPI: (Inventario
de P. M. para adolescentes. 1982) MBHI: (Inventario M. de conductas de salud.
1982) MACI: (Millon adolescent
Clinical Inventory)……
Aunque
los instrumentos de evaluación de M. están ampliamente aceptados, el propone
que se siga trabajando en este
sentido. Refiere que la evaluación con sus escalas no es adecuada para
contestar sobre la adaptación inflexible,
circulo vicioso y falta de estabilidad de la P. Dice que la instrumentación en
el futuro debe aumentar la sensibilidad
sobre el contexto en el cual el individuo vive.
Ámbitos funcionales y estructurales de la Personalidad
Reflejan el proceso evolutivo. Sirven para identificar el dominio psíquico en el cual se manifiesta la psicopatología, pero esas manifestaciones no son “la totalidad de la patología”, sino una expresión en la estructura o función. La P. es el conjunto de atributos estructurales y funcionales. Los TP son el estilo definido de desadaptación al medio, no solo preconcepciones cognitivas, compulsiones inconscientes a la repetición o disfunciones neuroquímicas.
Ámbitos funcionales y estructurales de la Personalidad
Reflejan el proceso evolutivo. Sirven para identificar el dominio psíquico en el cual se manifiesta la psicopatología, pero esas manifestaciones no son “la totalidad de la patología”, sino una expresión en la estructura o función. La P. es el conjunto de atributos estructurales y funcionales. Los TP son el estilo definido de desadaptación al medio, no solo preconcepciones cognitivas, compulsiones inconscientes a la repetición o disfunciones neuroquímicas.
Los
ámbitos clínicos más específicos pueden ser organizados sistemáticamente en
forma similar a las distinciones efectuadas
en la esfera biológica, es decir, dividiéndolos en atributos funcionales y
estructurales. (Algo así como la
anatomía/estructura y la fisiología/procesos). (ver tabla VIII )
Ambitos
funcionales:
Representan
procesos dinámicos que se sitúan en el mundo intrapsíquico y entre el si mismo
individual y el entorno
psicosocial. Coordinan y controlan el intercambio entre la vida interna y
externa.
Ambitos
estructurales:
Entramado
profundo y relativamente estable de recuerdos, actitudes, necesidades, temores
y conflictos, que dirigen
la experiencia y transforman la naturaleza de los acontecimientos vitales.
Alteran las experiencias en función
de las inclinaciones y expectativas preformadas. A partir de la disminución
selectiva del umbral para las transacciones
consonantes con los elementos constitutivos o los aprendizajes recientes, los
acontecimientos futuros
suelen ser experimentados como variaciones del pasado. ( Representaciones objetales
( relación de objeto) ( proveniente de la corriente neopsicoanalítica).
Organización morfológica
) ( proveniente de la corriente neopsicoanalítica), se refiera a la fuerza
estructural, la congruencia
interna
y la eficacia funcional del sistema de P.) La
incorporación de todas las personalidades del DSM_IV produce una matriz de 8
ámbitos x14 trastornos.
Operativizar
los TP mediante ámbitos clínicos puede ser el primer paso para alcanzar validez
de contenidos y lograr
una taxonomía lo bastante válida para permitir la acumulación del conocimiento.
La ausencia de coordinación
de los criterios diagnósticos con los ámbitos puede conducir a redundancias.
Por ej. El TP por dependencia.
El criterio 1 establece que “tiene dificultades para tomar decisiones
cotidianas si no cuenta con un excesivo
consejo y reafirmación por parte de los demás”. El criterio 2 dice
prácticamente lo mismo: “necesidad de que
otros asuman la responsabilidad en las principales parcelas de la vida”. De
hecho 5 de los 8 criterios parecen orientados
al ámbito interpersonal, dos orientados a la autoimagen y uno al estilo
cognitivo. Dejando completamente
al margen los ámbitos de los mecanismos de defensa (introyección), de las
representaciones objetales
(inmadura), la organización morfológica (rudimentaria), el estado de ánimo
(pacífico) y comportamiento observable
(incompetente).
Terapia
integracionista (psicosinergia) y personológica
Esquema
coordinado de estrategias de tratamiento y de métodos que intentan captar las
características que definen
el sistema de la personalidad para facilitar tácticas centradas en la sesión,
ideadas para cumplir los objetivos
estratégicos a largo plazo. Dado que el sistema de P. tiende al equilibrio,
cualquier intervención terapéutica
única, que no tuviera en cuenta el todo, podría encontrar resistencia al cambio
terapéutico. El esquema
coordinado de estrategias de tratamiento y de métodos que intentan cumplir este
fin es la psicoterapia personológica.
La
interdependencia de las estructuras y funciones del sistema significa que
cualquier punto del sistema, cualquier área
funcional o estructural, puede convertirse en el objeto del esfuerzo
terapéutico y dar lugar a resultados. Combina
una secuencia de terapias. Configuración de estrategias y tácticas de las
cuales se selecciona cada técnica
de intervención por su eficacia en relación con el resto de procedimientos y
por su contribución en la constelación
global de procedimientos terapéuticos. La integración natural está en la
persona, no en las modalidades
o las tácticas.
El
diagnóstico funciona como un medio para limitar el universo de terapias y
técnicas hasta un determinado conjunto,
y dentro del mismo, los factores individuales deciden la elección de una
técnica o el orden en que son aplicadas.
De
este modo, las Intervenciones personalizadas cuentan con los siguientes
elementos:
• Objetivos estratégicos, metas: pretenden lograr cierto balance entre los polos, por ej. En los que tienen dificultades para el placer ( esquizoide, evitativo, depresivo), se trata de que experimenten un aumento en su capacidad para experimentarlo.
• Objetivos estratégicos, metas: pretenden lograr cierto balance entre los polos, por ej. En los que tienen dificultades para el placer ( esquizoide, evitativo, depresivo), se trata de que experimenten un aumento en su capacidad para experimentarlo.
•
Especificidad táctica: el saber que comportamientos están ligados a los rasgos
particulares ayuda a los pacientes a
comprender como le perciben los demás y que comportamientos no deben repetirse.
•
Balancear polaridades
•
Seleccionar modalidades de dominios (neuroquímico, cognitivo,…)
•
Integración terapeútica sinérgica.
–
Parejas potenciadoras – Secuencias catalíticas
Aportaciones
al DSM
El
DSM-IV no solo NO constituye una lista exhaustiva de constructor de la P. que
puedan ser relevantes para algún
individuo particular, sino que apenas va más allá de lo estrictamente
superficial. Desde esta perspectiva, un diagnóstico
basado únicamente en el DSM-IV, que no se haya complementado con información
descriptiva de otros
aspectos, constituye una base insuficiente para explicar el funcionamiento de
un individuo. Las etiquetas diagnósticas,
son necesarias, pero no suficientes. (perspectiva nomotética).
Los
criterios han de hacer algo más que clasificar a las personas en categorías.
Deben permitir una comprensión esencial
e integracionista del paciente a través de todas las áreas en las que se
expresa la personalidad. El uso de los
criterios DSM-IV como guía de las características de la P. hace que queden sin
evaluar muchos sistemas que pueden
operar de manera insidiosa en la perpetuación de la patología personal.
Los
criterios del DSM-IV no son integradores ( no se ha desarrollado ningún esquema
mediante el cual coordinar y en
el cual basar los atributos de la P.) ni comparables ( los criterios oscilan
entre muy amplios y muy específicos).
Algunos
problemas del DSM-IV son:
•
Pacientes graves pueden tener varios diagnósticos
•
Pacientes leves no cumplen de ninguno
•
Pacientes muy diferentes con igual diagnóstico
•
El TP puede aparecer y desaparecer en el tiempo
•
Le falta base científica para varias de las categorías …..
•
El grado en que un “rasgo” se convierte en problemático, no es función directa
de su puntuación en una escala, sino
de su interacción con otras características del organismo y de su interacción
entre el organismo y el contexto.
Algunas
de las propuestas de Millon podrían mejorarlos.
Así
referidos a las diferentes áreas tenemos:
Principios.
La
individualidad absoluta es demasiado compleja y variada para ser organizada en
clases o situada en dimensiones
de diferencias individuales. Si estas se utilizan a pesar de todo, deben serlo,
con la conciencia de que son
artefactos que facilitan la investigación de la individualidad y no objetivos
finales.
La
perspectiva ideográfica, no reconoce que cada individuo debe ser comparado y
contrastado con los demás.
Aunque
cada biografía es única, por si sola, pierde la capacidad de generalización que esperamos de la ciencia.
La
perspectiva integradora busca una síntesis, reconociendo que el individuo es un
fenómeno singular que solo es accesible
parcialmente a la ciencia ya a sus métodos, para ello utiliza el concepto de
“sistema”.
Teoría.
Teoría.
Posibilidad
de que la APA amplíe el eje, para incluir los estilos de personalidad normal de
Millon. Dado que la Personalidad
es una dimensión que afecta a todos las condiciones del eje I, así como a su
respuesta al tratamiento,
los modelos de Millon, ofrecen una aproximación práctica que podría
incorporarse en la taxonomía actual
sin cambios mayores.
Clasificación
Cualquier
modelo dimensional que se utilice, no sustituye totalmente al categorial, que
puede ser útil para temas administrativos,
médicos, legales….
Integrar
los modelos dimensionales existentes, ya que la mayoría comparten dominios de
alto nivel, que permiten su
integración en un modelo jerárquizado de 4 o 5 factores, quizás ayudándose de
métodos genéticos,, mecanismos
neurobiológicos , antecedentes infantiles , cuestiones transculturales
La
elección del término trastorno para las anomalías del eje II no es afortunada,
carga al eje II con suposiciones más
propias del eje I.
Millon
propone para finalizar que el sistema diagnóstico del futuro debe tener soporte
empírico, ser consistente con
los modelos etiológicos y de desarrollo, consistente con los modelos del curso
y evolución, ser útil en la clínica y
en el diagnóstico, permitir la comunicación profesional, tener fiabilidad y
permitir a los investigadores la mejor prevención
y tratamiento de los trastornos mentales.
Tablas y Graficos : http://www.psiquiatria.com/revistas/index.php/psiquiatriacom/article/viewFile/258/243/
Tablas y Graficos : http://www.psiquiatria.com/revistas/index.php/psiquiatriacom/article/viewFile/258/243/
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A NDJENI SI TË DËSHON MARTESA/SHKURORËS/HUMBË DASHURI DHE POSHTË FINANCIARE??? SHTËPIA SHPIRTËRORE E DR ELLEN OMIRI ËSHTË ZGJIDHJA E PROBLEMEVE TUAJA. TELON OSE WHATSAPP:+2348106541486
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