Son
numerosas las investigaciones que han intentado ponderar su relación con los
diversos problemas paidopsiquiátricos. En lo que respecta a los problemas de
conducta, es posible que la exposición a las complicaciones obstétrico-perinatales
sea un factor de riesgo que favorecería la vulnerabilidad con una relativa
inespecificidad, siendo probablemente la interacción con otros factores de
riesgo, como los factores genéticos, lo que determinaría la expresión y tipo de
trastorno paidopsiquiátrico.
A
continuación exponemos la posible asociaciónn entre las variaciones
estacionales, las complicaciones obstétricas, la exposición a sustancias
tóxicas durante el embarazo, la prematuridad y el bajo peso al nacimiento, así
como los traumatismos cerebrales precoces en la presentación de los trastornos
de conducta (TC).
VARIACIONES
ESTACIONALES.
Es
histórico el planteamiento de relacionar las variaciones estacionales como
factor de riesgo e n la presentación de
los diversos trastornos paidopsiquiátricos. Sin embargo, hasta la fecha, no se
ha podido demostrar suficientemente su peso como factor de riesgo. La hipótesis
en la que se justifica sería la exposición a agentes infecciosos estacionales,
carencias nutricionales estacionales durante el embarazo, la exposición del
feto o del recién nacido a agentes infecciosos o tóxicos cuya concentración
depende de
la
estación del año, factores térmicos, influencia del fotoperiodo y factores
hormonales estacionales (Torrey y cols. 1997).
COMPLICACIONES
OBSTÉTRICAS.
Se
ha sugerido que las complicaciones obstétricas originarían daños neurológicos
que actuarían como factores facilitadores de futuros TC, aunque hasta hace
escasamente poco tiempo no se encontró una relación clara. Sin embargo,
trabajos más recientes (Allen y cols, 1998) han demostrado la existencia de una
cierta asociación. Estos investigadores recogieron información de las madres en
cuanto al embarazo y el parto.
Controlaron
otros factores como las relaciones familiares, la prematuridad, el consumo de
tabaco materno, demostrando que las complicaciones obstétricas se encontraban
significativamente asociadas con la presentación de conductas perturbadoras con
agresividad y conductas antisociales. Las complicaciones obstétricas
encontradas fueron: los trastornos emocionales de la madre durante el embarazo,
la asfixia neonatal como un muy importante factor de riesgo para los TC.
En
un anterior estudio longitudinal, Raine y cols. (1997) estudiaron la asociación entre complicaciones
obstétricas y la presentación posterior de psicopatología en una muestra de
4269 recién nacidos. Las variables recogidas fueron la situación
socioeconómica, las características mentales de la madre, así como la presencia
del rechazo materno, entre otras. Ninguna de las variables evaluadas
aisladamente se asoció significativamente. El rechazo materno, conjuntamente
con alguna complicación obstétrica o considerada aisladamente, se asoció
significativamente con futuros actos violentos. Se entendió por rechazo materno
el intento de aborto, el abandono del niño. Igualmente se asociaron como
predictores de TC las condiciones socioeconómicas desfavorables.
Debido
a los resultados expuestos anteriormente, Hill (2002) propone un Modelo
Biospsicosocial de Vulnerabilidad: las complicaciones en el momento del
nacimiento podrían originar una cierta vulnerabilidad susceptible de
incrementar el riesgo con la conjunción de otros factores como pueden ser los
factores psicosociales. Esto es muy importante en el contexto de los factores ante y perinatales que se
encuentra con
frecuencia
en el origen de diferentes riesgos estrechamente asociados. En este sentido las
complicaciones obstétricas se encuentran con frecuencia asociadas a una edad
maternal precoz, a condiciones económicas desfavorables y al uso de sustancias psicoactivas durante
el embarazo. De otra parte los TC en la madre son un factor de riesgo para la
maternidad precoz que, a su vez, incrementan el riesgo de TC en los hijos.
También
las complicaciones obstétricas y las condiciones económicas desfavorables han
sido evaluadas como un riesgo para la parición de conductas agresivas en la
infancia y la adolescencia. En lo que respecta a un ambiente familiar hostil,
conjuntamente con los problemas perinatales como la pre-eclampsia, el prolapso
del cordón umbilical, un trabajo de parto prolongado o inducido, se han
relacionado con la aparición de comportamientos violentos entre los 6 y 17
años.
CONSUMO
Y EXPOSICIÓN A SUSTANCIAS TÓXICAS.
Se
conoce bastante bien como afecta al feto el uso de sustancias psicoactivas durante el embarazo. En este apartado
estudiaremos el consumo del tabaco, el alcohol, el cannabis, la cocaína y la
exposición al plomo.
1.
Consumo de tabaco.
Tal
vez sea uno de los temas que más han acaparado la atención de los
investigadores.
Uno
de los proyectos más ambiciosos ha sido
el realizado en Nueva Zelanda por Fergusson y cols (1998)
en el Chistchurch Health and Development Study of Children. En donde se
realizó un seguimiento durante 18 años de una cohorte de 1265 niños. Se
incluyeron como variables de estudio el consumo de tabaco durante el embarazo,
evaluaciones paidopsiquátricas durante diferentes etapas, y condiciones
socio-familiares.
Las
conclusiones fueron que cuando el consumo de tabaco era may or de un paquete de
cigarrillos, se presentaron mayor número de trastornos paidopsiquiátricos como
los trastornos de conducta, consumo de alcohol y semiología depresiva. Cuando
se controló por otras variables del estudio como las condiciones
socioeconómicas desfavorables, los trastornos de conducta fueron
significativamente más prevalentes en la adolescencia.
En
el mismo sentido van los resultados del estudio de Brennan y cols. (1999). Estos investigadores estudian
retrospectivamente una cohorte histórica de 4169 sujetos que había cometidos
actos antisociales. Una vez que controlaron por otras variables, encontraron
una relación positiva entre la cantidad de tabaco consumida y la comisión de
actos violentos en la adolescencia y edad adulta. Otro aspecto importante fue
que las complicaciones obstétricas fueron más frecuentes cuanto mayor era el
tabaquismo. Se ha sugerido algunos mecanismos a través de los que el consumo de
tabaco podría originar esta vulnerabilidad, todos ellos basados en animales de
experimentación. Serían consecuencia de la acción de la nicotina sobre los
circuitos noradrenérgicos, serotoninérgicos y dopamínicos que influirían
negativamente en el desarrollo cerebral y conductual.
2.
Consumo de alcohol.
Es
de todos conocido el síndrome alcohólico fetal en el que no entraremos por
tratarse de un problema ocasionado por el consumo excesivo y continuado de
alcohol durante el embarazo. Simplemente, reseñar que están absolutamente
demostradas las consecuencias negativas sobre la salud mental, en especial, el
TDAH y los trastornos de conducta.
Siempre
se ha mantenido que el consumo moderado, alrededor de unos dos vasos de
vino/día, según estudios longitudinales se sabe que puede tener conducencias
negativas sobre el coeficiente
intelectual de niño, así como problemas en las futuras relaciones sociales.
Lynch
y cols (2003) realiza una investigación sobre 250 adolescentes disociales y el
peso que adquiere el consumo de alcohol durante el embarazo. Una vez
controladas algunas de las variables del
estudio, lo que adquiere básicamente significación estadística son la
ausencia de supervisión parental sobre sus hijos. Hoy por hoy, hay que concluir
que las investigaciones sobre el consumo de una cantidad moderada de alcohol y
los trastornos de conducta arrojan resultados contradictorios.
3.
Consumo de cannabis
Los
derivados activos del cann abis atraviesan la barrera placentaria y presentan
concentraciones en el feto parecidas a las de la madre. Se conocen los efectos
teratógenos del mismo. En el estudio longitudinal iniciado en Ottawa en
1978, el Ottawa Prenatal Prospective
Study, puso en evidencia una mayor prevalencia de alteraciones conductuales e
impulsividad en los niños de madres expuestas (Fried, 2002). Sin embargo,
actualmente los resultados de las diferentes investigaciones no son
concluyentes respecto al peso entre exposición al cannabis en las madres
embarazadas y trastornos de conducta en los hijos.
4.
Consumo de cocaína.
No
existen investigaciones concluyentes respecto a la exposición fetal a la
cocaína y trastornos de conducta. Delaney-Black y cols (2000) evaluaron la
conducta de 201 niños que habían sido expuestos a la cocaína durante el
embarazo. Los resultados fueron que los niños expuestos puntuaban más en las
escalas de trastornos externalizantes que las niñas. Una vez controladas las
variables referidas a género, y otras variables, los niños expuestos puntuaban
más tanto en trastornos externalizantes como internalizantes.
5.
Exposición al plomo.
La
exposición al plomo antenatal y postnatal ha sido bastante investigada y se
conocen bien tanto los efectos tóxicos neurológicos como cognitivos y
conductuales. Needleman y cols (1996) midieron el plomo por fluoresecence X en
la tibia de 850 niños. Una vez controlados los resultados por otras variables,
la intoxicación por plomo se asoció significativamente con trastornos
externalizantes, tales como el TDAH y los trastornos de conducta, agresividad,
conductas antisociales y delincuencia.
6.
Prematuridad y bajo peso al nacimiento.
Levy
-Schiff y cols (1994) estudiaron las capacidades de ajuste emocional y
conductual en 90 niños nacidos
prematuramente y con un peso de 1500 gramos, tomando como controles a otros 90
niños nacidos a término. Una vez ajustados los resultados por variables
ambientales, los niños que nacieron prematuramente presentaron mayores
dificultades en la autorregulación emocional y conductual, así como mayores
niveles de ansiedad. Los familiares explicitaron una mayor prevalencia de
trastornos conductuales.
La
investigación de Botting y cols. (1997) complementa los resultados anteriores.
Estos investigadores pusieron en evidencia que los niños con bajo peso presentaros en un 28% algún trastorno
paidopsiquiátrico frente al 9% del los del grupo control, presentando el TDAH
un 23% frente al 6% entre los controles.
Igualmente, el estudio longitudinal llevado a cabo por Girourd y cols
(1998) en Canadá en niños prematuros encontró una mayor incidencia de TND y de
hiperactividad. Algo especialmente relevante fue que en entorno familiar
favorable facilita el desarrollo del lenguaje, así como la mejora a los cinco
años del la hiperactividad.
En
conclusión, parece bien demostrado la asociación entre bajo peso al nacimiento
y la aparición posterior de TDAH (Tully y cols, 2004), aunque no tanto para la
aparición posterior de trastornos de conducta y competencia social (Saigal y
cols, 2003).
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