Lykken (2000) propuso un modelo para explicar la conducta antisocial basado en las dificultades de temperamento y el proceso de socialización. Los rasgos temperamentales que consideró básicos fueron la ausencia de miedo, la búsqueda de sensaciones y la impulsividad. Las diferencias individuales en estos rasgos interactuarían con los factores del contexto que contribuyen a la socialización. Las personalidades antisociales puntuarían más alto en ausencia de miedo, búsqueda de sensaciones e impulsividad. El presente estudio evalúa a 186 reclusos y 354 adolescentes. No se observan diferencias significativas entre reclusos y adolescentes en búsqueda de sensaciones y ausencia de miedo, pero los adolescentes puntúan más alto en impulsividad. Estos resultados contradicen la propuesta de Lykken. Sin embargo, este resultado adverso puede ser re-interpretado desde una perspectiva alternativa.
Adolescence and antisocial behavior. Lykken (2000) proposed a model to understand antisocial behavior. The model considers the interaction between temperament difficulties and the socialization process. The temperament traits are fearlessness, sensation seeking, and impulsivity. Individual differences in those traits interact with contextual factors germane to socialization. The antisocial personalities must score higher on fearlessness, sensation seeking, and impulsivity. The present study assesses 186 imprisoned and 354 adolescents. No significant differences were found between imprisoned and adolescents neither in sensation seeking or fearlessness. Moreover, adolescents scored higher on impulsivity. The results are not in line with Lykken’s prediction. However, this adverse finding could have an alternative explanation
Lykken (2000) propuso un modelo para explicar el desarrollo de las personalidades antisociales. Según este autor, hay dos caminos para desarrollar un comportamiento antisocial. Uno de ellos es estar expuesto a una socialización deficiente como consecuencia de una práctica familiar negligente. Este primer camino podría conducir a que el individuo se convirtiese en un sociópata. Por otra parte, una persona que expresase desde su nacimiento un nivel elevado de una serie de rasgos temperamentales podría ser insensible a un esfuerzo socializador normal y crecer sin desarrollar una conciencia. En este caso la persona podría convertirse en un psicópata. Los rasgos temperamentales propuestos por Lykken son la búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la ausencia de miedo. Tanto en el caso de la sociopatía como en el de la psicopatía, las personas mostrarían una vulnerabilidad al comportamiento antisocial, pero no se podría hablar de una situación determinista e inamovible. Temperamento y socialización son dos factores relacionados.
Basándose en Gray (1987), Lykken (2000) propone que las personas con alta vulnerabilidad a la psicopatía nacerían con un bajo Sistema Inhibidor de la Conducta (BIS) o con un Sistema Activador de la Conducta muy potente (BAS). El primer caso daría lugar a un muy bajo miedo que podría derivar en una psicopatía primaria, mientras que el segundo conllevaría una alta impulsividad que podría derivar en una psicopatía secundaria.
Existe evidencia experimental sobre la hipótesis del bajo miedo. Hare, Frazelle y Cox (1978) encontraron diferencias en la actividad cardíaca y electrodérmica de psicópatas y no psicópatas durante una cuenta atrás al final de la cual oían un ruido de alta intensidad. Los psicópatas tenían mayor aceleración cardíaca y menor actividad electrodérmica que los no psicópatas. Se ha encontrado también en psicópatas menor nivel de sobresalto (medido mediante reflejo parpebral) cuando se presenta un tono alto durante la visión de imágenes emocionalmente negativas como un cuerpo humano mutilado (Patrick, Bradley y Lang, 1993; Levenston, Patrick, Bradley y Lang, 2000) o mientras se imaginan situaciones que deben evocar miedo (Patrick, Cuthbert y Lang, 1993).
Se han realizado estudios en los que se ha intentado detectar relaciones entre rasgos de personalidad y riesgo de comportamiento antisocial en adolescentes (Ortet, Pérez, Plá y Simó, 1988; Báguena y Díaz, 1991; Furnham y Thompson, 1991) y en población general (Gomá, Pérez y Torrubia, 1988; Gomá, 1995; Rebollo, Herrero y Colom, en prensa), pero no conocemos ningún estudio en el que explícitamente se haya puesto a prueba la teoría de Lykken.
El objetivo de este trabajo es contrastar el modelo de vulnerabilidad al comportamiento antisocial. Para esto se ha diseñado una escala de personalidad que mide los tres rasgos temperamentales que Lykken propone. Con esta escala se comparó a una muestra de adolescentes procedente de un Instituto de Enseñanza Secundaria con una muestra de reclusos. La hipótesis principal es que si el modelo de Lykken es correcto, los reclusos puntuarán significativamente más alto que los adolescentes en las tres escalas.
Método
Participantes
186 personas componían la muestra de reclusos. 154 eran hombres y 32 mujeres. La edad media era de 32,57 (DT= 9,8 rango de edad= 17-67). Esta muestra incluía personas asignadas a distintos grados de tratamiento del sistema penitenciario español (primer, segundo y tercer grado), así como en distintas situaciones procesales (penados y preventivos). La participación fue voluntaria y la evaluación se realizó tanto en los módulos como en las escuelas de los centros.
La muestra de adolescentes estuvo compuesta por estudiantes de Enseñanza Secundaria (N= 354). Con respecto al sexo de los participantes, la muestra contenía 170 chicos y 184 chicas. Sus edades oscilaban entre los 15 y los 21 años (Media edad= 16, DT= 1,62 para ambos sexos). Su participación en el trabajo fue voluntaria y se realizó en el centro en horas de clase.
Debe observarse el desequilibrio entre hombres y mujeres en el caso de los internos. Ello obedece a la mayor presencia de hombres en las cárceles, lo que hace que la muestra analizada sea representativa de la correspondiente población penitenciaria. En 1998, la población penitenciaria española se distribuía por sexo de la siguiente manera (Dirección General de Instituciones Penitenciarias, 1998): 35.120 varones y 3.605 mujeres, es decir, el 90% eran varones. En nuestro estudio, el 80% son varones.
Medidas y procedimiento.
A ambas muestras se les aplicó una nueva escala diseñada expresamente para este estudio, la Escala de Dificultades de Temperamento de Cantoblanco (EDTC). La EDTC es un instrumento de evaluación tipo autoinforme. En su versión inicial consta de 90 ítems divididos en tres subescalas de 30 ítems cada una. Las subescalas son impulsividad, ausencia de miedo y búsqueda de sensaciones. La escala proporciona una puntuación distinta para cada subescala.
La redacción de los ítems se realizó siguiendo un método racional, teóricamente guiado por el modelo de Lykken descrito anteriormente. Se elaboró un listado de comportamientos propios de personas que presentasen altos y bajos niveles en los tres rasgos de interés. Estos comportamientos son los que se utilizaron para redactar los ítems.
Cada ítem plantea dos opciones de respuesta en forma de dos situaciones entre las que se ha de elegir. Una de las opciones refleja presencia del rasgo, mientras que la otra es sintomática de ausencia. En las subescalas de impulsividad y búsqueda de sensaciones una de las opciones es una situación o actividad que implica un alto nivel de esos rasgos frente a otra en la que se plantea una situación de bajo nivel. Un ejemplo de ítem de búsqueda de sensaciones es:
a. Ir a un concierto de música clásica.
b. Tirarte de un puente atado a una cuerda elástica.
En el caso de la subescala de ausencia de miedo se planteaba una situación que implicaba una alta peligrosidad frente a otra que era muy molesta. El razonamiento era que una persona con un bajo miedo preferiría la situación peligrosa a la molesta. Un ítem de la subescala es:
a. Perder la cartera con mucho dinero y la documentación.
b. Enzarzarte en una pelea con un desconocido.
La redacción de los ítems se fue afinando a través de varias correcciones hasta que se llegó a una versión que resultaba satisfactoria.
Esta última versión se puso a prueba aplicándola a una muestra de adolescentes que acudían a un programa de intervención socioeducativa dirigido por una ONG. El objetivo era detectar dificultades de comprensión y estimar el tiempo que se tardaba en contestar. A partir de esto se hicieron algunas modificaciones y se estimó que el tiempo necesario para cumplimentar la escala era de aproximadamente media hora.
Esta versión se aplicó a los adolescentes y reclusos que constituyen las muestras del presente estudio. Se calculó la correlación entre las escalas para ambas muestras, observándose valores altos entre búsqueda de sensaciones e impulsividad (.695), búsqueda de sensaciones y ausencia de miedo (.735) e impulsividad y ausencia de miedo (.464) para los reclusos. Las correspondientes correlaciones para los adolescentes fueron: .439, .650 y .331, respectivamente. Estas altas correlaciones indicaban un solapamiento, especialmente en el caso de los reclusos.
El siguiente paso consistió en explorar el comportamiento de los ítems, calculando la correlación entre cada ítem y su correspondiente escala, controlando la correlación entre el ítem y las otras dos escalas (Kline, 1994). Se seleccionaron los ítems que correlacionaban significativamente con su subtotal y que, además, coincidían en ambas muestras (reclusos y adolescentes). Se comprobó que la reducción del número de ítems (de 90 a 50) no afectaba a la fiabilidad de las escalas. En el caso de los reclusos, los valores de consistencia interna de las escalas reducidas fueron las siguientes: búsqueda de sensaciones (.91), impulsividad (.87) y ausencia de miedo (.89). En los adolescentes, los valores de consistencia interna de las escalas reducidas fueron: búsqueda de sensaciones (.91), impulsividad (.86) y ausencia de miedo (.91). Por tanto, la versión abreviada (EDTCr) es la que se emplea en los sucesivos análisis. Las correlaciones entre las escalas reducidas para la muestra de adolescentes son: búsqueda-impulsividad (.329), búsqueda-miedo (.488) y miedo-impulsividad (.324). Por tanto, el solapamiento entre escalas se reduce.
Además de la EDTC, a los reclusos se les aplicó el EPQ-R de Eysenck (TEA, 1997), la escala de impulsividad-BIS-10 de Barratt (1985) y la versión española de la escala de búsqueda de sensaciones de Zuckerman-SSS (Pérez y Torrubia, 1986). La fiabilidad de las escalas del EPQ-R es (TEA, 1997): P (.65), E (.80) y N (.82). La fiabilidad del BIS-10 (Barrat, 1985) es .56. La fiabilidad de la SSS es .87 (Aluja, 1991).
La nueva escala de búsqueda de sensaciones (EDCTr) presenta la correlación más alta con la escala de Zuckerman (.712). La nueva escala de impulsividad (EDCTr) muestra la más alta correlación con la escala de Barratt (.633). Estas dos evidencias apoyarían la validez de constructo de esas dos nuevas escalas. Además, debe notarse que la fiabilidad de la nueva escala de búsqueda de sensaciones (.91) es superior a la de la escala de Zuckerman (.85), y que la nueva escala de impulsividad presenta una fiabilidad sustancialmente mayor (.87) que la de la escala de Barratt (.56). Finalmente, ya que no se dispone de una escala estandarizada que mida la ausencia de miedo, no se puede llegar a un veredicto en el momento actual sobre su validez de constructo. En cualquier caso, la escala de ausencia de miedo correlaciona con la escala de Zuckerman, con el psicoticismo y también, aunque algo menos, con la escala de Barratt.
Análisis.
Primero, se compara a los reclusos y los adolescentes en las escalas de la EDTCr. ¿Son los reclusos más buscadores de sensaciones, más impulsivos y menos temerosos que los adolescentes?
Segundo, se compara a los chicos adolescentes con los hombres internos, así como a las chicas adolescentes con las mujeres internas.
Tercero, se realizan las comparaciones previas controlando las diferencias de edad. Ya que la heterogeneidad por edad es sustancialmente mayor en internos que en adolescentes, es necesario comprobar si las posibles diferencias se mantienen cuando se controla estadísticamente el efecto de las diferencias de edad.
Resultados
Los análisis revelaron un efecto significativo para la búsqueda de sensaciones (F(1,557)= 12,147, MC= 150.047, p<0,05) y la impulsividad (F(1,566)= 53,42, MC= 647.166, p<0,05). No se encontraron diferencias significativas en ausencia de miedo (F(1,561)= ,33, MC=4.190, p>0,05). Por tanto, la muestra de adolescentes presenta una mayor búsqueda de sensaciones e impulsividad que los reclusos.
Los chicos adolescentes puntúan más alto en búsqueda de sensaciones (F (1, 336)= 19,03, MC= 229.26, p<0,01) e impulsividad (F (1, 340)= 30,33, MC= 383.04, p<0,01), pero no es ausencia de miedo (F(1,335)= 2,05, MC= 28.26, p= 0,152). Las chicas adolescentes puntúan más alto en búsqueda de sensaciones (F(1,220)= 22,45, MC= 216.30, p<0,01) e impulsividad (F(1,225)= 24,73, MC= 279.32, p<0,01), pero no en ausencia de miedo (F(1,225)=2,44, MC= 19.26, p= .119).
En cuanto a la significación de las diferencias controlando las diferencias de edad entre ambas muestras, el ANOVA produce los siguientes resultados. En la muestra completa, los adolescentes puntúan más alto en búsqueda de sensaciones (F(2,556)= 17,29, MC= 204.35, p<0,01) e impulsividad (F(2,566)= 28,21, MC=340.63, p<0,01), pero no en ausencia de miedo (F(2,560)= 2,61, MC= 32.99, p= .074). Los chicos adolescentes puntúan más alto que los hombres internos en búsqueda de sensaciones (F(2,336)=14,59, MC= 171.32, p<0,01) e impulsividad (F(2,340)= 16,15, MC= 203.48, p<0,01), pero no en ausencia de miedo (F(2,335)=1,33, MC= 18.35, p= .265). Las chicas adolescentes puntúan más alto que las mujeres internas en búsqueda de sensaciones(F(2,219)= 16,93, MC= 153.88, p<0,01), impulsividad (F(2,225)= 12,40, MC= 140.61, p<0,01) y ausencia de miedo (F(2,224)= 3,20, MC= 24.94, p<0,05).
Discusión.
Existe una discrepancia entre los resultados observados en el presente estudio y la predicción de Lykken (2000) según la cual los reclusos (las supuestas personalidades antisociales) deberían puntuar más alto en impulsividad, ausencia de miedo y búsqueda de sensaciones. La variable edad y la variable sexo no parecen explicar las diferencias encontradas: los adolescentes puntúan consistentemente más alto en búsqueda de sensaciones e impulsividad.
¿Cómo se pueden explicar estos resultados? Zuckerman (1979) revisó diversos estudios realizados con la SSS en los que se había comparado a reclusos psicópatas y no psicópatas, así como a reclusos y población general. No se observaron diferencias entre personas normales y reclusos, pero los reclusos psicópatas puntuaron más alto que los no psicópatas. Por tanto, una posible explicación de los resultados obtenidos en el presente estudio es que las dificultades de temperamento pueden ser una variable relevante en la predicción de la psicopatía, pero no de la delincuencia general. Harris, Rice y Quinsey (1994) aplicaron un análisis taxonométrico al constructo de psicopatía (medido con el PCL-R) y a diversas variables que reflejaban una niñez antisocial, así como criminalidad adulta y reincidencia.
Se empleó una muestra de 653 hombres recluidos en una institución de máxima seguridad. Sus resultados parecen apoyar el carácter taxonómico de la psicopatía. Los problemas de conducta en la infancia fueron la variable que mayor relevancia tuvo a la hora de determinar la existencia de esta taxonomía. Estos resultados irían en la dirección que aquí se propone, al asociar un temperamento difícil con la psicopatía.
Una segunda forma de explicar los resultados se relaciona con lo que se podría denominar «naturaleza de la adolescencia». Según Lykken (2000) la criminalidad distribuida por edades alcanza su pico máximo durante ese período de la vida. Se puede plantear que en esta etapa las personas son especialmente vulnerables al comportamiento antisocial. Si comparásemos una muestra de adolescentes con otra de personas adultas extraída de la población general en los rasgos que se han denominado dificultades de temperamento, encontraríamos puntuaciones significativamente más altas en los adolescentes.
Los adultos, por su propia evolución biológica, por una exposición más prolongada a elementos socializadores o por ambas cosas, presentarían niveles menores en esos rasgos. Ahora bien, al comparar esta muestra general de población con otra de reclusos equiparada en edad, se deberían encontrar puntuaciones más altas en los reclusos, ya que se supone que uno de los factores que influyó en su comportamiento antisocial fueron sus niveles elevados de dificultades de temperamento. Por último, al comparar las muestras de adolescentes y reclusos, sería coherente encontrar nuestros resultados. Se podría proponer que la adolescencia es, en general, una etapa de vulnerabilidad al comportamiento antisocial. Debe observarse, por ejemplo, que las chicas adolescentes puntúan más alto que los hombres internos en impulsividad. Con el tiempo, la maduración física y social pone un freno a esta vulnerabilidad en la mayor parte de los casos. Cuando ese freno no es efectivo, se incrementa la probabilidad de realizar conductas antisociales. En cualquier caso, se debe reconocer que esta tesis necesita un contraste empírico explícito.
Referencias.
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