jueves, 2 de febrero de 2012

Los mejores padres no solamente nos dan la vida, nos enseñan a vivirla. Octavi Pereña


La Primera Jornada de Salud mental y Educación celebrada en Lleida el pasado mes de febrero de 2011, alerta de la creciente agresividad infantil y juvenil. Joaquín Puntí, psicólogo del Parc Taulí de Sabadell y ponente de la Jornada afirma que de esta conducta antisocial “cada vez nos llegan más casos”. 
Susana Quadrado diagnostica una de las causas del aumento de la agresividad juvenil cuando dice. “Los niños son los reyes de la casa y de donde estén. La permisividad es un concepto socialmente más aceptado que el de la disciplina. Un crecimiento así, construyendo un imperio, el de su voluntad, dentro de la familia en la que la madre ha salido pero el padre no ha entrado”. La misma Quadrado afirma: “Ya sabemos que detrás del menosprecio de un maestro a veces están unos padres más preocupados en socavar la autoridad del docente ante sus hijos que ejercer la suya”. El hecho de que centenares de adolescentes hubiesen intentado asaltar una comisaría en Pozuelo de Alarcón la noche de un sábado “es un indicador de que algo falla en el sistema educativo de España”.
Miguel Clemente catedrático de Sicología Social y jurídica se refiere al “síndrome de emperador que acostumbran a padecerlo los niños con excesos de mimos y desmesurada dedicación. Aquellos a los que no se les exige ningún esfuerzo se convierten en tiranos…Su conducta es problemática, de total oposición a los padres, a los que agreden sicológica e incluso físicamente. Son muy egoístas, no tienen capacidad de empatía y presentan una baja tolerancia a la frustración…El niño no puede perder el respeto ni a los padres ni a los maestros. 
Poco a poco se les deja hacer lo que quieren. Se empieza con la hora de irse a dormir, sigue con lo que comen, como no los obligan a esforzarse en los estudios terminan agrediendo a las figuras más débiles que tienen a su lado. Las madres y abuelos son sus primeras víctimas. Hemos creado una sociedad en la que no se valora el esfuerzo. Si algo cuesta es un problema de quien enseña no de quien aprende. Se da más importancia al ocio y a la diversión que no el afrontar responsabilidades sociales”.



Un bofetón dado a tiempo puede ayudar a los hijos as ser más felices y a andar mejor en la vida que aquellos que no lo han recibido. Según investigaciones hechas, los niños que hasta la edad de seis años han recibido en momentos puntuales un bofetón es más probable que cuando sean adolescentes sean mejores estudiantes y estén dispuestos a hacer trabajos de voluntariado y que sigan estudiando para ir a la universidad, que sus compañeros que no han sido físicamente disciplinados. El resultado de la investigación confirma la enseñanza bíblica que los castigos físicos, sin propasarse, son buenos para los niños. Majori Gunnoe, profesora de sicología dice: “La reivindicaciones que se hacen prohibiendo zurrar no se pueden sostener. No son consistentes con los datos”.
Los docentes están preocupados porque cada vez son más los padres que ante una situación de conflicto toman partido por los hijos. La fe ciega que muchos padres depositan en los hijos es muy posible que termine creando adultos incapaces de asumir las consecuencias de sus actos. “Sobreprotegiéndolos no les ayudamos a madurar”, dice Pere Ciudad ex profesor de instituto.


Sicólogos, sociólogos, y docentes creen que hay una crisis de autoridad. Ramón Roche, director de un colegio público afirma: “El mayor problema no está en los colegios, que mantenemos unas normas, unas más flexibles que otras, pero intentamos inculcar buenas maneras y valores, además de conocimientos, lo que pasa es que solos no podemos porque falta la autoridad en las familias”.Existe consenso en el hecho de que la problemática infantil y adolescente nace de la falta de autoridad de los padres. El problema radica en cómo restablecer la autoridad perdida. Se razona mucho sobre este tema pero la autoridad se desvanece como la bruma matinal. No es una cuestión filosófica sino de actitud. La Biblia enseña cual ha de ser. Miramos hacia otra parte y queremos coger el toro por los cuernos y acabamos corneados y maltrechos. 
Dejemos, pues, de hacer el valiente y reconozcamos nuestra impotencia. El problema es de tal envergadura que ni soñando le encontramos solución. La Biblia nos enseña que la autoridad máxima es Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo y que la autoridad de los padres es delegada. Sometiéndose al gobierno divino los padres sabrán a donde ir en busca de ayuda cuando los hijos sean anárquicos. Quizás no se someterán ni a la autoridad divina ni a la paterna, pero su obstinada desobediencia y su andar desencaminado no les hará el daño que ahora les hace faltos de la ayuda divina. Nunca es demasiado tarde para empezar a hacer las cosas bien.

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