lunes, 21 de octubre de 2013

ANÁLISIS CONCEPTUAL DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL. CONDUCTA ANTISOCIAL EN ADOLESCENTES: MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR Mª Elena de la Peña Fernández

1.1.Introducción

 La conducta antisocial es un problema que presenta serias consecuencias entre los niños y adolescentes. Los menores que manifiestan conductas antisociales se caracterizan, en general, por presentar conductas agresivas repetitivas, robos, provocación de incendios, vandalismo, y, en general, un quebrantamiento serio de las normas en el hogar y la escuela.
Esos actos constituyen con frecuencia problemas de referencia para el tratamiento psicológico, jurídico y psiquiátrico. Aparte de las serias consecuencias inmediatas de las conductas antisociales, tanto para los propios agresores como para las otras personas con quienes interactúan, los resultados a largo plazo, a menudo, también son desoladores. Cuando los niños se convierten en adolescentes y adultos, sus problemas suelen continuar en forma de conducta criminal, alcoholismo, afectación psiquiátrica grave, dificultades de adaptación manifiestas en el trabajo y la familia y problemas interpersonales (Kazdin, 1988).

La conducta antisocial hace referencia básicamente a una diversidad de actos que violan las normas sociales y los derechos de los demás. No obstante, el término de conducta antisocial es bastante ambiguo, y, en no pocas ocasiones, se emplea haciendo referencia a un amplio conjunto de conductas claramente sin delimitar. El que una conducta se catalogue como antisocial, puede depender de juicios acerca de la severidad de los actos y de su alejamiento de las pautas normativas, en función de la edad del niño, el sexo, la clase social y otras consideraciones. No obstante, el punto de referencia para la conducta antisocial, siempre es el contexto sociocultural en que surge tal conducta; no habiendo criterios objetivos para determinar qué es antisocial y que estén libres de juicios subjetivos acerca de lo que es socialmente apropiado (Kazdin y Buela-Casal, 2002).

 Estas conductas que infringen las normas sociales y de convivencia reflejan un grado de severidad que es tanto cuantitativa como cualitativamente diferente del tipo de conductas que aparecen en la vida cotidiana durante la infancia y adolescencia. Las conductas antisociales incluyen así una amplia gama de actividades tales como acciones agresivas, hurtos, vandalismo, piromanía, mentira, absentismo escolar y huidas de casa, entre otras. Aunque estas conductas son diferentes, suelen estar asociadas, pudiendo darse, por tanto, de forma conjunta. Eso sí, todas conllevan de base el infringir reglas y expectativas sociales y son conductas contra el entorno, incluyendo propiedades y personas (Kazdin y Buela-Casal, 2002).

Desde una aproximación psicológica, se puede afirmar que las actividades o conductas anteriormente citadas, que se engloban dentro del término conducta antisocial se podrían entender como un continuo, que iría desde las menos graves, o también llamadas conductas problemáticas, a las de mayor gravedad, llegando incluso al homicidio y el asesinato. Loeber (1990), en este sentido, advierte que el término conducta antisocial se reservaría para aquellos actos más graves, tales como robos deliberados, vandalismo y agresión física. Lo cierto es que aunque toda esta serie de conductas son diferentes, se consideran juntas, ya que suelen aparecer asociadas, a la vez que se muestran de formas diferentes según la edad de inicio en el niño y/o adolescente.
Uno de los principales problemas que surgen a la hora de abordar el estudio de la conducta antisocial desde cualquier aproximación, es sin lugar a dudas el de su propia conceptualización. Esta dificultad podría estar relacionada, entre otros factores, con el distinto enfoque teórico del que parten los autores en sus investigaciones a la hora de definir conceptos tan multidimensionales como los de delincuencia, crimen, conducta antisocial o trastornos de conducta (Otero, 1997).

Es evidente que la existencia de distintas interpretaciones que surgen desde los diferentes campos de estudio (sociológico, jurídico, psiquiátrico o psicológico), y que tratan de explicar la naturaleza y el significado de la conducta antisocial, generan orientaciones diversas y se acaban radicalizando en definiciones sociales, legales o clínicas (Otero, 1997). No obstante, se ha de tener presente que a lo largo de la historia de las diferentes disciplinas científicas que han estudiado la conducta antisocial, se han venido aplicando numerosos términos para referirse a este tipo de conductas que transgreden claramente las normas, tales como delincuencia, criminalidad, conductas desviadas, conductas problemáticas, trastornos o problemas de conducta. A pesar de que las conductas a las que se refieren son las mismas, existen ciertas diferencias que son necesarias resaltar.

Para Loeber (1990), la llamada conducta problemática haría más bien referencia a pautas persistentes de conducta emocional negativa en niños, tales como un temperamento difícil, conductas oposicionistas o rabietas. Pero no hay que olvidar que muchas de estas conductas antisociales surgen de alguna manera durante el curso del desarrollo normal, siendo algo relativamente común y que, a su vez, van disminuyendo cuando el niño/a va madurando, variando en función de su edad y sexo. Típicamente, las conductas problemáticas persistentes en niños pueden provocar síntomas como impaciencia, enfado, o incluso respuestas de evitación en sus cuidadores o compañeros y amigos. Esta situación puede dar lugar a problemas de conducta, que refleja el término paralelo al diagnóstico psiquiátrico de “trastorno de conducta” y cuya sintomatología esencial consiste en un patrón persistente de conducta en el que se violan los derechos básicos de los demás y las normas sociales apropiadas a la edad (APA, 2002).
Dicha nomenclatura nosológica se utiliza comúnmente para hacer referencia a los casos en que los niños o adolescentes manifiestan un patrón de conducta antisocial, pero debe suponer además un deterioro significativo en el funcionamiento diario, tanto en casa como en la escuela, o bien cuando las conductas son consideradas incontrolables por los familiares o amigos, caracterizándose éstas por la frecuencia, gravedad, cronicidad, repetición y diversidad. De esta forma, el trastorno de conducta quedaría reservado para aquellas conductas antisociales clínicamente significativas y que sobrepasan el ámbito del normal funcionamiento (Kazdin y Buela-Casal, 2002).

Las características de la conducta antisocial (frecuencia, intensidad, gravedad, duración, significado, topografía y cronificación), que pueden llegar a requerir atención clínica, entroncan directamente con el mundo del derecho y la justicia. Y es aquí donde entran en juego los diferentes términos sociojurídicos de delincuencia, delito y/o criminalidad.
La delincuencia implica como fenómeno social una designación legal basada normalmente en el contacto oficial con la justicia. Hay, no obstante, conductas específicas que se pueden denominar delictivas. Éstas incluyen delitos que son penales si los comete un adulto (robo, homicidio), además de una variedad de conductas que son ilegales por la edad de los jóvenes, tales como el consumo de alcohol, conducción de automóviles y otras conductas que no serían delitos si los jóvenes fueran adultos. En España, esta distinción es precisamente competencia de los Juzgados de Menores (antes Tribunales Tutelares de Menores), que tienen la función de conocer las acciones u omisiones de los menores que no hayan cumplido los 18 años (antes 16 años) y que el Código Penal u otras leyes codifiquen como delitos o faltas, ejerciendo una función correctora cuando sea necesario, si bien la facultad reformadora no tendría carácter represivo, sino educativo y tutelar (Lázaro, 2001).

Los trastornos de conducta y la delincuencia coinciden parcialmente en distintos aspectos, pero no son en absoluto lo mismo. Como se ha mencionado con anterioridad, trastorno de conducta hace referencia a una conducta antisocial clínicamente grave en la que el funcionamiento diario del individuo está alterado. Pueden realizar o no conductas definidas como delictivas o tener o no contacto con la policía o la justicia. Así, los jóvenes con trastorno de conducta no tienen porqué ser considerados como delincuentes, ni a estos últimos que han sido juzgados en los tribunales se les debe considerar como poseedores de trastornos de conducta. Puede haber jóvenes que hayan cometido alguna vez un delito pero no ser considerados por eso como “patológicos”, trastornados emocionalmente o con un mal funcionamiento en el contexto de su vida cotidiana. Aunque se puede establecer una distinción, muchas de las conductas de los jóvenes delincuentes y con trastorno de conducta, coinciden parcialmente, pero todas entran dentro de la categoría general de conducta antisocial.
Desde un punto de vista que resalta más lo sociológico de este fenómeno conductual, se habla comúnmente de desviación o conductas desviadas, definidas éstas como aquellas conductas, ideas o atributos que ofenden (disgustan, perturban) a los miembros de una sociedad, aunque no necesariamente a todos (Higgins y Buttler, 1982). Este término es un fenómeno subjetivamente problemático, es decir, un fenómeno complejo de creación social; de ahí que podamos decir que no hay ninguna conducta, idea o atributo inherentemente desviada y dicha relatividad variará su significado de un contexto a otro (Garrido, 1987; Goode, 1978).

Se podría conceptualizar la conducta delictiva dentro de este discurso como una forma de desviación; como un acto prohibido por las leyes penales de una sociedad. Es decir, tiene que existir una ley anterior a la comisión que prohíba dicha conducta y tiene que ser de carácter penal, que el responsable ha de ser sometido a la potestad de los Tribunales de Justicia. Pero de la misma forma que la desviación, el delito es igualmente relativo, tanto en tiempo como en espacio. Las leyes evolucionan, y lo que en el pasado era un delito, en la actualidad puede que no lo sea (consumo de drogas) o al contrario. El espacio geográfico limitaría igualmente la posibilidad de que una conducta pueda ser definida como delito o no (Garrido, 1987).
El delincuente juvenil, por tanto, es una construcción sociocultural, porque su definición y tratamiento legal responden a distintos factores en distintas naciones, reflejando una mezcla de conceptos psicológicos y legales. Técnicamente, un delincuente juvenil es aquella persona que no posee la mayoría de edad penal y que comete un hecho que está castigado por las leyes. La sociedad por este motivo no le impone un castigo, sino una medida de reforma, ya que le supone falto de capacidad de discernimiento ante los modos de actuar legales e ilegales. En España ha surgido actualmente una reforma de los antiguos Tribunales de Menores, así como de las leyes relativas a los delincuentes juveniles, la Ley Orgánica 5/2000 reguladora de la responsabilidad penal del menor. Tal reforma ha procurado conseguir una actuación judicial más acorde con los aspectos psicológicos del desarrollo madurativo del joven.

Los términos delincuencia y crimen aparecen en numerosos textos como sinónimos de conducta antisocial, sin embargo ambos términos implican una condena o su posibilidad, sin embargo, todos los estudios han demostrado que la mayoría de los delitos no tienen como consecuencia que aparezca alguien ante los tribunales y que muchas personas que cometen actos por los cuales podrían ser procesados nunca figuren en las estadísticas criminales. Además, los niños por debajo de la edad de responsabilidad penal participan en una conducta antisocial por la que no pueden ser procesados. Para entender los orígenes de la delincuencia es crucial, por tanto, que se considere la conducta antisocial que está fuera del ámbito de la ley y también los actos ilegales que no tienen como consecuencia un procedimiento legal, además de los que sí la tienen.
En este sentido, y para el propósito que guía la presente tesis doctoral, el término de conducta antisocial se empleará desde una aproximación conductual para poder así, hacer referencia fundamentalmente a cualquier tipo de conducta que conlleve el infringir las reglas o normas sociales y/o sea una acción contra los demás, independientemente de su gravedad o de las consecuencias que a nivel jurídico puedan acarrear. Consecuentemente, se prima el criterio social sobre el estrictamente jurídico. La intención no es otra que ampliar el campo de análisis de la simple violación de las normas jurídicas, a la violación de todas las normas que regulan la vida colectiva, comprendiendo las normas sociales y culturales.
Tal y como señala Vázquez (2003), la inclusión de un criterio no solamente jurídico en la definición de la conducta antisocial presentaría la ventaja de centrar la atención en factores sociales o exógenos, y en factores personales o endógenos; cambiando el enfoque de la intervención y abordando directamente el problema real. Así, la conducta antisocial quedaría englobada en un contexto de riesgo social, posibilitando una prevención e intervención temprana en el problema que entroncaría directamente con los intereses de las distintas disciplinas de la psicología interesadas en este problema.

jueves, 10 de octubre de 2013

CONDUCTAS ANTISOCIALES EN LA ADOLESCENCIA. Mª BELÉN ANDÚJAR MARTÍNEZ

La Adolescencia:
La adolescencia es una etapa en la que el individuo se encuentra  en continuo cambio. En muchos manuales se la trata, como el inicio de la vida adulta o como el final de la infancia y no como una fase diferente  con aspectos y referencias específicas y claramente distintas de la infancia y la vida adulta (Salinas, 2003).
La adolescencia se inicia, aproximadamente a los 12 años en las  mujeres y a los 13 en los varones, es entonces cuando aparece el periodo de la pubertad. En esta etapa se distinguen dos momentos diferenciados: la Preadolescencia o periodo de la pubertad y la Adolescencia. Comentaré aquí el desarrollo que se produce en los distintos planos de las dos etapas, respectivamente.

           La Preadolescencia.

Es en la Preadolescencia donde se produce una intensa actividad hormonal y, por tanto, los cambios físicos que ya conocemos, en mujeres y varones: menstruación, vello púbico, primera eyaculación, aumento de estatura, senos, caderas, fuerza física, desarrollo muscular…
Con respecto al desarrollo cognitivo, en este período puede imaginar lo que podría ser, y ya no confunde lo real con lo imaginario, aunque a veces, es fantasioso.
Se desarrolla su espíritu crítico y usa con mayor facilidad los procedimientos lógicos: análisis, síntesis…Al mismo tiempo, discute para probar su capacidad y seguridad del adulto.

Desarrollo tendencial: Tiene necesidad de independencia de sus padres, por tanto quiere libertad y para ello emplea la desobediencia.
A lo que al desarrollo afectivo se refiere, en la etapa Preadolescente, fluctúan gran intensidad de emociones y sentimientos y con ello una desproporción entre el sentimiento y su expresión.
El sujeto controla poco las manifestaciones externas que se traducen en tics nerviosos, muecas, gestos bruscos, gritos extemporáneos.
Se pasa de la agresividad a la timidez fácilmente.
Desarrollo social: además de la emancipación e independencia con respecto a los padres, ya anteriormente comentada, busca también la protección de estos.

El individuo tiene la necesidad de afiliación y de sentirse aceptado y reconocido por lo de su entorno, de valorarse y de afirmarse.
Su interés se centra en el deporte, la diversión, etc.
En esta edad, tiende a la separación entre chicos y chicas y tienen gran curiosidad por todo lo relacionado con la sexualidad.

La Adolescencia propiamente dicha.

Esta difícil etapa de la vida es en la que generalmente comienza el consumo de alcohol y tabaco. Y, lo que es peor, el peligroso momento de ingreso en el mundo de la droga, tan extendido en nuestros días.
Desarrollo cognoscitivo: La adolescencia es el ciclo donde madura el pensamiento lógico formal. Su pensamiento es más objetivo y racional. Es capaz de raciocinar de un modo hipotético deductivo.
El adolescente sueña con los ojos abiertos, se refugia en un mundo fantasmagórico donde se mueve a sus anchas, ya que mundo real no satisface sus expectativas.
Es también la edad de los ideales. El adolescente descubre valores y trata de capturarlos para sí y para los demás. Aunque este hecho no afecta a todos los adolescentes. Depende de la formación recibida.
Para el desarrollo motivacional vamos a seguir los pasos de Schneiders sobre los motivos que interesan en esta edad a los adolescentes:
- Necesidad de seguridad: Se funda en un sentimiento de certeza del mundo interno (estima de sí, de sus habilidades, de su valor intrínseco, de su equilibrio emocional, de su integridad física) y externo (economía, su status en la familia y en el grupo). El adolescente puede sufrir inseguridad por los cambios fisiológicos, la incoherencia emotiva o por la falta de confianza en los propios juicios y decisiones.
- Necesidad de independencia: independencia emocional, intelectual, volitiva y libertad de acción. Se trata de una afirmación de sí.
- Necesidad de integración.
- Necesidad de afecto: sentir y demostrar ternura, admiración, aprobación.
- Necesidad de experiencia: esta necesidad se manifiesta en las necesidades vicarias (TV, cine, lecturas, conversaciones, redes sociales, deportes, juegos). Por esto mismo se meten en actividades poco recomendables: alcohol, drogas, etc.

Desarrollo emotivo: la adolescencia es el periodo de mayor inestabilidad social, por tanto está lleno de riqueza y originalidad.
El adolescente es variado en su humor. Sus acontecimientos le obligan a rechazar hacia el interior las emociones que le dominan. De ahí la viveza de su sensibilidad: al menor reproche se le verá frecuentemente rebelde, colérico. Por el contrario, una manifestación de simpatía, un cumplido o una palmadita en la espalda, le pondrán radiante, entusiasmado, gozoso.

Desarrollo social: los desarrollos anteriormente comentados agilizan el proceso de socialización.
En este proceso se desarrolla en el adolescentes oscilaciones tales como:
- Vaivenes entre confianza y desconfianza en sí mismos.
- Vaivenes entre excitación y depresión: trabajo y ocio, buen humor y llanto.
- Vaivenes entre sociabilidad e insociabilidad: tratables e intratables, delicados e hirientes.
- Vaivenes entre vida heroica y sensualidad.
En esta época aparecen rivalidades y luchas para obtener el poder y ejercerlo sobre los demás. Prueba sus fuerzas físicas y así se convierte en agresivo, lo que se manifiestan con ciertos actos exteriores (se golpean unos a otros), palabras agresivas (se insultan), manifestaciones reprimidas y ocultas, agresividad contra sí mismos, agresividad contra las cosas.
La situación del adolescente frente a la familia es ambivalente: por una parte está la emancipación progresiva de la familia, lo que implica un riesgo; y por otra, el adolescente percibe que su familia es fuente de seguridad y ayuda, con miedo a perderla.
La escuela favorece la reorganización de la personalidad sobre la base de la independencia (emancipación de los padres, la constitución de grupos, status autónomo fundado sobre su propia acción,…), aunque también puede presentar obstáculos.
La amistad entre adolescentes se caracteriza por la sinceridad, el altruismo, la delicadeza. Se presumen de tener los mismos gustos y  opiniones, se imitan, se tienen mutua confianza, se quieren con exclusividad, se sacrifican unos por otros.
Entre ellos predominan los grupos primarios, se reúnen con frecuencia, participan de las mismas diversiones, peligros y emociones.
El grupo proporciona al adolescente sentimiento de seguridad, protección y solidaridad; ayuda a emanciparse de los padres; reduce el conjunto de frustraciones; facilita las amistades; es una escuela de formación social.

Desarrollo sexual: En el momento en que los adolescentes tienen preocupaciones sobre su desarrollo sexual, los comentan y tratan solo en un clima de gran confianza y complicidad. La tensión sexual que tienen los adolescentes es el resultado de de tres tipos de estimulantes que operan de forma compleja: la acción del mundo exterior, la influencia de la vida psíquica y la acción del organismo.No hay que olvidar que es en esta edad cuando el adolescente comienza a tener las primeras atracciones sexuales.

Desarrollo moral: la moral para los adolescentes es un comprometer todo su ser a la búsqueda de la imagen ideal de sí mismo, donde pone a prueba la fuerza de la voluntad, la solidez de las posibilidades y cualidades personales. Hay algunos valores morales que ellos prefieren por ser más brillantes, más nobles y porque existe un donde sí más absoluto: el sentido del honor, la valentía, la lealtad y la sinceridad.

Con todo ello, llegamos a la conclusión de que la adolescencia es un periodo crítico o sensible porque durante estos años el adolescente debe afrontar una serie de retos y tareas, y asumir unos compromisos, que le ayudarán a construir su identidad personal y a iniciar una determinada trayectoria evolutiva. Todas sus experiencias durante estos años van a tener unos efectos duraderos, aunque no necesariamente irreversibles, sobre su desarrollo futuro (Oliva, 2004).

Actualmente, existe una multiplicidad de términos para hacer referencia a la conducta antisocial, como las conductas agresivas e impulsivas y los trastornos o problemas de la conducta, entre otros.La conducta antisocial hace referencia a una diversidad de actos que infringen las normas sociales y los derechos de los demás. Este término es bastante ambiguo, ya que no delimita o circunscribe a un conjunto de conductas determinadas. No existen unos criterios objetivos que delimiten qué es antisocial, ya que hay juicios subjetivos sobre aquello que es apropiado, lo que es ―social o prosocial. Además, el punto de referencia para la conducta antisocial siempre es el contexto sociocultural en que surge la conducta. Por esto mismo, que cierta conducta se observe como antisocial, puede depender de ciertos juicios valorativos sobre la severidad de los actos y de su alejamiento de las normas, en función del sexo, la edad del niño, la clase social, y otro tipo de consideraciones.

Además de los problemas existentes para identificar la conducta antisocial, también hay problemas en identificar dicha conducta en casos concretos a causa de las muchas circunstancias en cómo se contempla un acto determinado. Eso sí, en el tratamiento de los adolescentes, este tipo de conductas está, para algunos autores, tiene un significado claro.
Los actos de agresión, provocación de incendios, vandalismo, robo, holgazanería, por ejemplo, evidencian actos evidentes de quebrantar gravemente las normas. Estos comportamientos son cualitativa y cuantitativamente graves y severos en contraposición a las conductas que aparecen en la vida cotidiana.

Estas conductas antisociales tienen consecuencias inmediatas tanto para el adolescente que las realiza (expulsión del instituto, hospitalización, internamiento en centros de menores, por ejemplo) como para aquellos con quienes interactúan (la víctima). Además de estas consecuencias inmediatas, existen consecuencias a largo plazo.
Los problemas de los jóvenes antisociales les persiguen hasta la vida adulta. Estos jóvenes están en peligro de conducta criminal, drogadicción, alcoholismo, afectación psiquiátrica y problemas sociales y familiares, entre otros.

Así pues, advertimos la visión que de este concepto poseen algunos autores y estudiosos: Castell Rodríguez y Carballo González (1987) reafirman la ambigüedad y amplitud que posee el término conducta antisocial. Aún así, incluyen una graduación de las siguientes conductas:
- Inadaptación social: es aquella conducta desarrollada por las personas que se apartan de la norma, pudiendo o no crear conflicto. Una postura de pasividad exagerada sería un tipo de inadaptación social pero no sería tenida en cuenta como peligrosa.
- Conducta desviada: es aquella conducta que viola las normas institucionalizadas de una sociedad. Es objeto de reacción social pero no siempre de penalización.
- Conducta delictiva: es aquella conducta desviada que implica la transgresión de una ley, entendida como una normativa promulgada que tiende a ir acompañada de una coerción y de una amenaza de sanción para su cumplimiento. Es objeto de penalización y de reacción social negativa.

Para Pérez Sánchez (1987), los actos delictivos son conductas concretas que vulneran ciertas normas legales de las que la sociedad se ha dotado. De entre la multitud de reglas sociales de conducta, sólo la transgresión de alguna de ellas puede ser considerada delito. El concepto delito jurídicamente es muy restrictivo, es cambiante y depende de una sociedad determinada en un momento preciso. La conducta antisocial implica la violación de las normas sociales de conducta y es, por tanto, un concepto más general que el de delito.
López, López-Soler y Freixinos (2003), en uno de sus trabajos, exponen la evaluación de estos dos aspectos, por separado, (conducta antisocial y conducta delictiva) al utilizar el Cuestionario de Conducta Antisocial-Delictiva (A-D) de Seisdedos:
―Conducta antisocial: se trata de comportamientos no expresamente delictivos, aunque sí algo desviados de la ley. Incorpora conductas como ―llamar a la puerta de alguna casa y salir corriendo,
―ensuciar las calles y aceras rompiendo botellas y volcando cubos de basura y ―coger fruta que no es tuya de un jardín o huerto.
―Delictivo: Se trata de comportamientos que suelen caer fuera de la ley. Algunas de las conductas que halamos aquí son ―robar cosas de los coches, ―llevar algún arma, como un cuchillo o una navaja, por si es necesario en una pelea y ―conseguir dinero amenazando a personas más débiles. (p. 12)

Parellada (2004) expone lo siguiente: Delincuencia es un término legal, comportamiento antisocial se refiere a comportamiento que viola los principios sociales, normas o leyes de una sociedad, y trastorno del comportamiento es un término psiquiátrico, diagnóstico, que se refiere a un conjunto de síntomas que incluye lo anterior y que son considerados desde el punto de vista de la psicopatología. (p. 55)

En cambio, para los siguientes autores no existen dichas diferencias, según aportan a la hora de definir conductas antisociales: Garaigordobil (2005) define conducta antisocial con las siguientes palabras:
Cualquier conducta que refleje infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los demás. En concreto, se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo y a conductas de trasgresión de normas sociales en relación con la edad tales como romper objetos de otras personas o romper objetos de lugares públicos en la calle, el cine, autobuses..., golpear, pelearse o agredir a personas, fumar, beber, falsificar notas, no asistir al colegio o llegar tarde intencionalmente, copiar en un examen, robar, colarse cuando hay que esperar un turno, ensuciar las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras, tirar piedras a la gente, tirar piedras a casas, coches o trenes... (p. 198) Brigas, Herrero, Cuesta y Rodríguez (2006):
La conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende viene a referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del DSM III. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor principal la agresión. (p. 2)
―Cualquier conducta que refleje el infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los demás. Con este uso, las conductas antisociales se refieren a distintas acciones como pelearse, mentiras y otras conductas con independencia de su gravedad. (Kazdin y Buela-Casal, 1994, p. Rodríguez y Paíno (2009:229), en uno de sus estudios, se basan en las teorías de Barbero, García-Pablos y Larrauri para concretar el siguiente concepto: ―La desviación social tiende a posicionarse en torno a los comportamientos que se alejan de las normas y los valores que rigen la sociedad normativa a la que pertenece el individuo.

Como hemos visto hasta ahora, la conducta antisocial incluye una variedad de actos específicos tales como pelearse, robar, mentir, enojarse y desobedecer. Estas conductas, cuando son extremas y persistentes, son obviamente esenciales para el diagnóstico de la disfunción clínica. De todos modos, es importante observar también que muchas de esas conductas aparecen de alguna forma en el curso del desarrollo normal. La significación clínica y las características propias de los niños antisociales tienen que contemplarse frente al trasfondo de conductas similares en el desarrollo normal.


CAUSAS Y FACTORES DE RIESGO DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL.