John W. Santrock se doctoró por la Universidad de Minnesota
en 1973. Impartió clases en la Universidad de Charleston
y en la Universidad de Georgia antes de unirse al
Departamento de Psicología de la Universidad de Texas en
Dallas. Ha sido miembro del consejo de redacción de las
revistas Developmental Psychology y Child Development.
Sus investigaciones sobre la custodia se citan y utilizan
profusamente en los testimonios de testigos expertos para
favorecer la flexibilidad y formas alternativas de enfocar
las disputas sobre la custodia de los hijos. John también es
autor de los siguientes textos publicados por McGrawHill:
Child Development, 9.- edición; Life-Span Development,
8.a edición; y en español, Psicología de la Educación
(2001), Infancia. Psicología del Desarrollo (2003).
Introducción
Hace algunos años se me ocurrió la idea de que, cuando yo era un adolescente, en los primeros
años de la depresión, ¡no había adolescentes! Los adolescentes han entrado a hurtadillas
en nuestras vidas y parece como si siempre hubieran estado ahí. Pero la adolescencia aún
no se había inventado y todavía no existía esa clase especial de seres humanos, que en cierto
sentido están a medio camino — no son niños ni tampoco, desde luego, adultos.
P. MUSGROVE
Escritor norteamericano, siglo X X .
LA JUVENTUD DE JEFFREY DAHMER Y ALICE WALKER
LA JUVENTUD DE JEFFREY DAHMER Y ALICE WALKER
Jeffrey Dahmer tuvo una infancia y una adolescencia
muy agitadas. Sus padres reñían constantemente
hasta que se divorciaron. Su madre tenía
problemas emocionales y lo pagaba con el hermano
menor de Jeffrey. Jefrey sentía que su padre
lo desatendía, y un niño abusó sexualmente
de él cuando tenia 8 años.
Pero la inmensa mayoría
de las personas que tienen una infancia y
una adolescencia muy duras nunca llegan a cometer
los crímenes espeluznantes que cometió
Dahmer entre los años setenta y noventa. Dahmer
asesinó a su primera víctima en 1978 con
una barra de pesas y después mató a 16 personas
más.
Una década antes de que Dahmer cometiera
su primer asesinato, Alice Walker, quien posteriormente
ganaría el Premio Pulitzer por su libro
«El color púrpura», pasaba sus días luchando
contra el racismo en Mississippi. Walker, la octava
hija de una familia de aparceros de Georgia,
conocía los brutales efectos de la pobreza. A pesar
de lo mucho que tenía en su contra, se acabó convirtiendo
en una novelista galardonada.
Walker
escribe sobre la gente que, en sus palabras, «lo
consigue, se labra un destino a partir de la nada.
Las personas que triunfan».
¿Qué es lo que lleva a un adolescente, tan prometedor,
a cometer actos de violencia brutales y a
otro a transformar la pobreza y los traumas en
creatividad literaria? ¿Cómo podemos explicar
que un adolescente sea capaz de recoger los pedazos
de una vida destrozada por la tragedia, como
la muerte de un ser querido, mientras que otro
parece trastornarse ante los menores contratiempos
de la vida? ¿Por qué algunos adolescentes son
verdaderos torbellinos —tienen éxito en el instituto,
muchos amigos y rebosan energía— mientras
que otros se quedan al margen, como meros
espectadores de la vida? Si se ha preguntado alguna
vez qué es lo que mueve a los adolescentes,
se ha formulado la principal pregunta que analizaremos
en este libro.
PERSPECTIVA HISTÓRICA
¿Cómo han sido los adolescentes a lo largo de la historia?
¿Cuándo se inició el estudio científico de la adolescencia?
Antigüedad
En la Antigua Grecia, tanto Platón como Aristóteles hicieron
comentarios sobre la naturaleza de la juventud. Según
Platón (siglo IV a. C), el razonamiento no es una característica
propia de los niños, sino que aparece durante
la adolescencia. Platón pensaba que los niños deberían invertir
su tiempo en el deporte y la música, mientras que
los adolescentes deberían estudiar ciencias y matemá
ticas.
Aristóteles (siglo IV a. C.) argumentó que el aspecto
más importante de la adolescencia es la capacidad de
elección y que esta autodeterminación se convierte en un
sello distintivo de la madurez.
El énfasis de Aristóteles en
el desarrollo de la autodeterminación no difiere demasiado
de algunos enfoques contemporáneos que consideran
la independencia, la identidad y la elección de una profesión
como los temas clave de la adolescencia. Aristóteles
también señaló el egocentrismo de los adolescentes,
comentando que éstos se creen que lo saben todo y además
están bastante convencidos de ello.
En la Edad Media los niños y los adolescentes se consideraban
adultos en miniatura y eran tratados con una
disciplina férrea. En el siglo XVIII, el filósofo francés
Jean-Jacques Rousseau ofreció una visión más esperanzadora
de la adolescencia, restableciendo la creencia de
que ser un niño o un adolescente no es lo mismo que ser
un adulto.
Al igual que Platón, Rousseau creía que el razonamiento
se desarrolla durante la adolescencia. Afirmó
que en la educación de los niños de 12 a 15 años se debe
fomentar sobre todo la curiosidad. Rousseau creía que entre
los 15 y los 20 años se madura emocionalmente y el
egoísmo es substituido por el interés por los demás.
Por
lo tanto, Rousseau contribuyó a restablecer la creencia de
que el desarrollo tiene fases claramente delimitadas. Pero
las ideas de Rousseau eran especulativas. Hasta principios
del siglo XX no se empezó a estudiar científicamente la
adolescencia.
El siglo xx
Las postrimerías del siglo XIX y los primeros años del siglo
XX fueron un importante período para la construcción
del concepto que ahora denominamos adolescencia. Los cambios subsiguientes que experimentaron los adolescentes
a medida que avanzaba el siglo XX también repercutieron
considerablemente sobre sus vidas.
El cambio de siglo
Entre 1890 y 1920, diversos psicólogos, reformadores urbanos,
educadores, trabajadores y orientadores juveniles
empezaron a dar forma al concepto de adolescencia. En
aquel entonces, los jóvenes, sobre todo los de sexo masculino,
ya no se veían como causantes de problemas, sino
como seres cada vez más pasivos y vulnerables —cualidades
que previamente sólo se habían asociado a las adolescentes
de sexo femenino. La publicación en 1904 del
libro de G. Stanley Hall sobre la adolescencia, comentado
en el próximo apartado, desempeñó un gran papel en
la reestructuración de las ideas sobre los adolescentes.
Hall dijo que aunque algunos adolescentes aparentan pasividad
están experimentando una gran confusión en su
interior.
Los educadores, orientadores y psicólogos empezaron
a desarrollar normas de conducta para los adolescentes.
La idea de «la tempestad y el estrés» de Hall influyó considerablemente
sobre estas normas. Consecuentemente,
los adultos intentaron imponer la conformidad y la pasividad
en los adolescentes entre los años 1900 y 1920. Entre
los ejemplos de este énfasis en la conformidad, se incluyen
la potenciación del espíritu escolar, la lealtad y el
culto al héroe en los equipos deportivos.
G. Stanley Hall
Los historiadores consideran a G. Stanley Hall (1844
1924) como el padre del estudio científico de la adolescencia.
Las ideas de Hall se publicaron por primera vez
en dos volúmenes titulados Adolescence en 1904.
Hall estaba muy influido por Charles Darwin, el famoso
teórico de la evolución. Hall aplicó las dimensiones
científicas y biológicas de la teoría de Darwin al
estudio del desarrollo adolescente.
Hall creía que el desarrollo
está controlado por factores fisiológicos genéticamente
determinados y que el ambiente desempeña un
papel mínimo en el desarrollo, sobre todo durante los primeros
años de vida. Sin embargo, admitió que el ambiente
permite explicar más cambios en el desarrollo durante
la adolescencia que en períodos evolutivos previos.
Así que, por lo menos en lo que se refiere a la adolescencia,
Hall creía — como pensamos en la actualidad—
que la herencia interactúa con las influencias ambientales
para determinar el desarrollo del individuo.
Según Hall, la adolescencia es el período comprendido
entre los 13 y los 23 años de edad y se caracteriza por
la tempestad y el estrés.
El enfoque de la tempestad y el
estrés es la idea de Hall de que la adolescencia es una
etapa turbulenta dominada por los conflictos y los cambios
anímicos. Hall tomó prestada la expresión de tempestad
y estrés de las descripciones de «strum und drang»
de los autores alemanes, como Goethe y Schiller, que escribieron
novelas que rebosaban idealismo, compromiso
con las metas, pasión, sentimiento y revolución. Hall consideraba
que había un gran paralelismo entre los temas
tratados por los autores alemanes y el desarrollo psicoló
gico de los adolescentes.
Según Hall, las ideas, sentimientos
y acciones de los adolescentes oscilan entre la
vanidad y la humildad, el bien y la tentación, la alegría y
la tristeza. Un adolescente puede ser desagradable con un
compañero de clase en un momento dado y amable inmediatamente
después. En un momento dado, un adolescente
puede querer estar solo y, al cabo de pocos segundos,
buscar compañía.
Hall fue un genio en el campo de la adolescencia. Fue
el primero en empezar a teorizar, sistematizar y cuestionar
más allá de la mera especulación filosófica. De hecho,
a Hall le debemos el inicio del estudio científico del desarrollo
adolescente.
El enfoque socio cultural de Margaret Mead
La antropóloga Margaret Mead (1928) estudió a los adolescentes
de la isla de Samoa, situada en el Pacífico Sur.
Esta autora concluyó que la naturaleza básica de la adolescencia
no era biológica, como había apuntado Hall,
sino más bien sociocultural. Además argumentó que
cuando la cultura permite hacer una transición suave y
gradual entre la infancia y la etapa adulta, que es el modo
en que se enfoca la adolescencia en Samoa, este período
se asocia a escasas turbulencias.
Mead concluyó que las
culturas que permiten que los adolescentes presencien las
relaciones sexuales y cómo nacen los bebés, vean la
muerte como algo natural, realicen tareas importantes,
participen en juegos sexuales y sepan claramente en qué
consistirán sus roles como adultos fomentan una adolescencia
relativamente exenta de estrés.
Sin embargo, en
culturas como las occidentales, donde se establece una separación
tajante entre niños y adultos y la adolescencia no
se asocia a las experiencias que acabamos de mencionar,
hay muchas más probabilidades de que esta etapa se viva
de forma tormentosa.
Más de medio siglo después de su publicación, los
trabajos de Margaret Mead fueron criticados como sesgados
y plagados de errores (Freeman, 1983). Las críticas
actuales también afirman que en Samoa la adolescencia
es más estresante de lo que señaló Mead y que la
delincuencia aparece entre los adolescentes de Samoa
igual que entre los adolescentes occidentales.
En la actual
controversia sobre los hallazgos de Mead, algunos investigadores
han defendido el trabajo de esta autora (Holmes,
1987).
La construcción social de la adolescencia
A pesar de que la adolescencia tiene una base biológica,
como creía G. Stanley Hall, también tiene una base sociohistórica,
como afirmaba Margaret Mead. De hecho, las condiciones sociohistóricas contribuyeron a la emergencia
del concepto de adolescencia. En la cita que abre
este capítulo, P. Musgrove comenta que los adolescentes
han entrado a hurtadillas en nuestras vidas. En un momento
no demasiado alejado de la historia, la adolescencia
todavía no se había inventado.
La construcción social
de la adolescencia postula que es una creación sociohistórica.
En este enfoque desempeñaron un papel fundamental
las circunstancias sociohistóricas que convergieron
a principios del siglo XX, un momento en el que se
promulgaron leyes que aseguraban la dependencia de los
jóvenes, relegándolos a una esfera económica más manejable.
Comentamos muchas de esas circunstancias sociohistóricas
en nuestro repaso general de los antecedentes
históricos de la adolescencia. Esas circunstancias
incluyen la reducción del régimen de aprendices; el incremento
de la mecanización durante la Revolución
Industrial, que a su vez requirió mano de obra más cualificada
y una división especializada del trabajo; la separación
entre el trabajo y la vida familiar; los escritos de
G. Stanley Hall; la aparición de grupos juveniles, como
los YMCA y los Boy Scouts; y los centros de enseñanza
segregados por grupos de edad.
Los centros educativos, el trabajo y la economía son
dimensiones importantes de la construcción social de la
adolescencia (Eider, 1975; Fasick, 1994; Lapsley, Enright
y Serlin, 1985).
Algunos expertos en adolescencia sostienen
que la construcción del concepto de adolescencia fue
un efecto colateral del intento de crear un sistema obligatorio
de educación pública. Según este punto de vista,
la función de la enseñanza secundaria es transmitir habilidades
intelectuales a los jóvenes.
Sin embargo, otros expertos
defienden que el principal objetivo de los centros
de enseñanza secundaria es ubicar a la juventud dentro de
la esfera económica y actuar a modo de trampolín para
que se incorporen a la estructura de autoridad de la cultura
(Lapsley, Enright y Serlin, 1985). Según este enfoque,
las sociedades occidentales «concedieron» el estatus
de adolescentes a los jóvenes promulgando leyes de protección
al menor. Al dictar este tipo de leyes, la estructura
de poder de los adultos colocó a los jóvenes en una posición
de sumisión que restringía sus opiniones y
fomentaba su dependencia, relegándolos a una esfera
económica más manejable.