El objetivo de este trabajo es demostrar la adaptación de un inventario de conducta
antisocial para conocer e identificar los factores en los que podemos agrupar las distintas
formas de conducta antisocial de nuestros adolescentes adaptados. Se trata de conocer qué
características tienen estos adolescentes en su posible desarrollo y manifestación de la
conducta antisocial, refiriéndonos a las diferencias entre los mismos por las variables
diferenciales de edad y sexo. La muestra es de 433 adolescentes asturianos, de ambos sexos,
provenientes de diferentes centros educativos públicos, con edades comprendidas entre los 14
y 20 años. Nuestros resultados ponen de manifiesto microdiferencias entre los individuos por
edad, pero no respecto al sexo, en la manifestación de comportamientos antisociales
concretados a nivel comportamental como de actitudes de desarrollo.
Palabras clave: Conducta antisocial, adolescentes, actitudes
ABSTRACT
The objective of this study is to prove the utility of antisocial conduct test to know and
to identify the factors in which we can group the different forms from antisocial conduct of
our adapted adolescents. One is to know what characteristic has these adolescents in their
possible development and manifestation of the antisocial conduct, referring us to the variables
differentials of age and sex. The sample is of 433 adolescents of Asturias (Spain), of both
sexes, originating of different educative centers public, with ages between the 14 and 20
years. Our results show microdifferences between the individuals by age, but not with respect
to sex, in the manifestation of antisocial behaviors, as much made specific it at
comportamental level like of attitudes of development of such behaviors.
Keywords: Antisocial behaviour, adolescents, attitudes.
1.- Introducción
Desde hace varios años se han venido realizando numerosas investigaciones acerca de
la conducta antisocial de niños y jóvenes adaptados, tema que ha alcanzado especial
preocupación en nuestra sociedad occidental, llevándolo a considerar un trastorno conductual.
La conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende viene a referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del DSM III. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor principal la agresión.
Los resultados de investigación han evidenciado una mayor vulnerabilidad en salud mental y adaptación social, con presencia de comportamientos de consumo de drogas ilícitas, embarazo precoz, abandono escolar, conductas violentas a nivel de relaciones interpersonales, ... (Florenzano, 2002; Garrido, 2006; Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Becedóniz, Rodríguez, Herrero y otros, 2005), amenazando la convivencia social y reduciendo las posibilidades de ajuste psicológico y social en el futuro, siendo un predictor de delincuencia adulta la aparición de conductas antisociales antes de los 15 años (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999, Rutter y Giller, 1985; Rodríguez y Paíno, 1994; Garrido, 2006). El desarrollo de la conducta antisocial tiende a agrupar diversos factores de riesgo que tienden a ser catalogados en dos apartados (Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000): Los factores personales o individuales y aquel que agrupa los factores situacionales o contextuales, como la familia, la escuela y, dentro de la misma, el grupo de iguales.
Se debe tener en cuenta que las distintas variables actúan de forma interrelacionada, interdependientes entre sí, e incluso en ocasiones al mismo tiempo. Cuanto más factores de riesgo, más posibilidades existen de que se produzca una conducta problemática. Las malas relaciones interpersonales, las dificultades cognitivas de los jóvenes que tienen problemas de conducta, el ambiente en el que se desenvuelven, tanto dentro de la familia como en la sociedad, o los factores personales son principios claves para analizar el comportamiento antisocial y delictivo.
El ser ‘malo’ se construye socialmente y, por lo general, entendemos responde a la forma en que la persona busca defenderse del otro, que no lo considera o lo condena (Valverde, 1988, Rodríguez y Paíno, 1994), y que le lleva a considerar el espacio social como una fuente de ‘agresiones’ en su proceso de socialización. Ello va a traducirse en distintas expresiones como la ‘vagancia’, bajo rendimiento escolar, expulsiones en la escuela, fugas del hogar, mentira persistente, relaciones circunstanciales y tempranas, ingestión de alcohol compulsiva, abuso de sustancias, robos, vandalismo, peleas, rechazo a la autoridad y normativa, …
El análisis de factores y de grupos a patrones de conducta antisocial nos va a permitir dar forma a una serie de constructos, entre los cuales podemos destacar el referido a la Conducta Antisocial como Abierta (discutir, pelear, ‘berrinches’, … caracterizándose por ser hostil y desafiante) vs Encubierta (hurtar, incendiar, … que tiende a ser cautelosa y oculta), asociándose la primera a la impulsividad, a la falta de control y acompañada por enojo y temor, mientras la segunda sería controlada e instrumental; por otro lado, la conducta antisocial como Negativista o Desafiante (refiere el enfrentamiento con los mandatos de las figuras de autoridad o personas mayores, propiciando a la vez un desgaste significativo en la dinámica familiar a la vez que se generaliza a otras figuras de autoridad y comienza a adquirir nuevos contenidos en otras dinámicas como la escolar) vs Trasgresor o conflictivo con las Normas Sociales (institucionales y centrados en los vínculos sociales y/o familiares, que tienden a desencadenar un proceso de institucionalización que lleva a afianzar conductas perturbadoras).
La conducta antisocial parece variar en función del sexo y la edad. Con respecto a las diferencias de sexo, se ha demostrado que durante el curso del desarrollo, las conductas antisociales son más frecuentes en los niños que en las niñas. Las conductas a resaltar entre los varones serían hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción,… mientras que las mujeres muestran más timidez o sensibilidad a la hora de realizarlos (siempre desde un punto de vista general). La edad también nos pone de manifiesto diferencias.
Por ejemplo, en diversos estudios se ha constatado que los varones, cuando se da el caso, inician generalmente su conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las niñas, en cambio, la edad de inicio está entre los 14 y los 16 años. Parece factible la idea de que se da una continuidad de la conducta antisocial a lo largo del desarrollo, apareciendo en principio de una forma tenue, en distintos períodos de la vida del niño, continuando después incrementando su forma e intensidad ya más al contacto con la etapa adulta (Robins, 1966; Kazdin y Buela-Casal, 1994). Este marco de desarrollo va a propiciar la necesidad de buscar fortalecer la investigación en estrategias e instrumentos de evaluación psicológica dirigidos a los adolescentes orientados a mostrar en el futuro problemas de adaptación social en la población general. Ello lleva a plantear como objetivo:
La conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende viene a referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del DSM III. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor principal la agresión.
Los resultados de investigación han evidenciado una mayor vulnerabilidad en salud mental y adaptación social, con presencia de comportamientos de consumo de drogas ilícitas, embarazo precoz, abandono escolar, conductas violentas a nivel de relaciones interpersonales, ... (Florenzano, 2002; Garrido, 2006; Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Becedóniz, Rodríguez, Herrero y otros, 2005), amenazando la convivencia social y reduciendo las posibilidades de ajuste psicológico y social en el futuro, siendo un predictor de delincuencia adulta la aparición de conductas antisociales antes de los 15 años (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999, Rutter y Giller, 1985; Rodríguez y Paíno, 1994; Garrido, 2006). El desarrollo de la conducta antisocial tiende a agrupar diversos factores de riesgo que tienden a ser catalogados en dos apartados (Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000): Los factores personales o individuales y aquel que agrupa los factores situacionales o contextuales, como la familia, la escuela y, dentro de la misma, el grupo de iguales.
Se debe tener en cuenta que las distintas variables actúan de forma interrelacionada, interdependientes entre sí, e incluso en ocasiones al mismo tiempo. Cuanto más factores de riesgo, más posibilidades existen de que se produzca una conducta problemática. Las malas relaciones interpersonales, las dificultades cognitivas de los jóvenes que tienen problemas de conducta, el ambiente en el que se desenvuelven, tanto dentro de la familia como en la sociedad, o los factores personales son principios claves para analizar el comportamiento antisocial y delictivo.
El ser ‘malo’ se construye socialmente y, por lo general, entendemos responde a la forma en que la persona busca defenderse del otro, que no lo considera o lo condena (Valverde, 1988, Rodríguez y Paíno, 1994), y que le lleva a considerar el espacio social como una fuente de ‘agresiones’ en su proceso de socialización. Ello va a traducirse en distintas expresiones como la ‘vagancia’, bajo rendimiento escolar, expulsiones en la escuela, fugas del hogar, mentira persistente, relaciones circunstanciales y tempranas, ingestión de alcohol compulsiva, abuso de sustancias, robos, vandalismo, peleas, rechazo a la autoridad y normativa, …
El análisis de factores y de grupos a patrones de conducta antisocial nos va a permitir dar forma a una serie de constructos, entre los cuales podemos destacar el referido a la Conducta Antisocial como Abierta (discutir, pelear, ‘berrinches’, … caracterizándose por ser hostil y desafiante) vs Encubierta (hurtar, incendiar, … que tiende a ser cautelosa y oculta), asociándose la primera a la impulsividad, a la falta de control y acompañada por enojo y temor, mientras la segunda sería controlada e instrumental; por otro lado, la conducta antisocial como Negativista o Desafiante (refiere el enfrentamiento con los mandatos de las figuras de autoridad o personas mayores, propiciando a la vez un desgaste significativo en la dinámica familiar a la vez que se generaliza a otras figuras de autoridad y comienza a adquirir nuevos contenidos en otras dinámicas como la escolar) vs Trasgresor o conflictivo con las Normas Sociales (institucionales y centrados en los vínculos sociales y/o familiares, que tienden a desencadenar un proceso de institucionalización que lleva a afianzar conductas perturbadoras).
La conducta antisocial parece variar en función del sexo y la edad. Con respecto a las diferencias de sexo, se ha demostrado que durante el curso del desarrollo, las conductas antisociales son más frecuentes en los niños que en las niñas. Las conductas a resaltar entre los varones serían hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción,… mientras que las mujeres muestran más timidez o sensibilidad a la hora de realizarlos (siempre desde un punto de vista general). La edad también nos pone de manifiesto diferencias.
Por ejemplo, en diversos estudios se ha constatado que los varones, cuando se da el caso, inician generalmente su conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las niñas, en cambio, la edad de inicio está entre los 14 y los 16 años. Parece factible la idea de que se da una continuidad de la conducta antisocial a lo largo del desarrollo, apareciendo en principio de una forma tenue, en distintos períodos de la vida del niño, continuando después incrementando su forma e intensidad ya más al contacto con la etapa adulta (Robins, 1966; Kazdin y Buela-Casal, 1994). Este marco de desarrollo va a propiciar la necesidad de buscar fortalecer la investigación en estrategias e instrumentos de evaluación psicológica dirigidos a los adolescentes orientados a mostrar en el futuro problemas de adaptación social en la población general. Ello lleva a plantear como objetivo:
Adecuar un inventario de conducta antisocial para identificar agrupamientos
diferenciales de variables comportamentales de riesgo en el desarrollo de una escalada
comportamental hacia la desadaptación social.
2.- Método
2.1 Muestra
La muestra, obtenida por la técnica de conglomerados, queda conformada por 433 adolescentes de diferentes centros educativos públicos de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, cuya edad ocupa el rango de 14 a 20 años y abarca los cursos de 3 ESO a 2 Bachiller. Son mayoritariamente de clase social media (74%), observándose una proporción equilibrada de varones (49,2%) y mujeres (50,8%.).
La muestra, obtenida por la técnica de conglomerados, queda conformada por 433 adolescentes de diferentes centros educativos públicos de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, cuya edad ocupa el rango de 14 a 20 años y abarca los cursos de 3 ESO a 2 Bachiller. Son mayoritariamente de clase social media (74%), observándose una proporción equilibrada de varones (49,2%) y mujeres (50,8%.).
2.2.- Instrumentos y procedimiento
Se ha construido un inventario de Conductas Antisociales (ICA), que tiene como base
ítems de los cuestionarios de Brodksy y O´Neal Smitherman (1983), Seisdedos (1988), y
añadidos del estudio de Espinosa, Clemente y Vidal (2004), quedando conformado por un
total de 109 ítems. Este cuestionario pretende recoger las diversas conductas y actitudes que
la literatura tiende a catalogar de antisociales, y que los adolescentes debían responder si
habían realizado alguna vez a lo largo de su vida.
Los ítems se presentan con cuatro
alternativas: Nunca; 1 ó 2 veces; a veces; a menudo.
El inventario resultante (ICA) fue aplicado colectivamente durante el año escolar y sin
otorgar un tiempo específico. Al mismo tiempo que se explicaba el modo de responderlo, y se
cubría, se resaltaba el anonimato de las respuestas.
2.3.- Análisis estadísticos
Las respuestas van a conformar una base de datos a ser analizada mediante el paquete estadístico SPSS.14. Los análisis empleados han sido:
Las respuestas van a conformar una base de datos a ser analizada mediante el paquete estadístico SPSS.14. Los análisis empleados han sido:
1. Análisis factorial, utilizando el método de extracción de componentes principales de
rotación varimax, tomando como criterio de exclusión un peso absoluto inferior de .50
de los ítems a considerar. El número de factores retenidos se ha establecido de acuerdo
a la solución ofrecida por el gráfico de sedimentación.
2. Análisis de fiabilidad mediante el alfa de Cronbach.
3. Análisis multivariado de la varianza, que nos permite ver las diferencias por sexo y
edad en la realización de actos antisociales.
3.- Resultados
De los 109 ítems iniciales que conformaron el ICA, siguiendo el criterio de exclusión
asumido, nos hemos quedado con un total de 57 items. Con ellos, hemos podido identificar
dos factores (ver Gráfico 2): El primero que abarca las conductas de consideración de la
propiedad e infractoras, armado por 29 ítems (recoge esencialmente conductas de hurto o
sustracción, además de actividades ilícitas que pueden suponer un delito grave); un segundo
factor identifica actitudes antisociales como inmadurez, conflictividad normativa y de
consideración del otro, quedando en 28 ítems (refiere falta de acatamiento de normas
sociales, así como la propia imposición de las mismas, junto a conductas que implican cierta
agresividad hacia los demás).
Tablas : http://www2.uned.es/dpto_pen/delincuencia-juv/documentos/violencia/conducta-antisocial.pdf
Tablas : http://www2.uned.es/dpto_pen/delincuencia-juv/documentos/violencia/conducta-antisocial.pdf
La tabla 1 presenta el peso de los diferentes ítems que identifican conductas
antisociales, agrupadas en los dos factores referidos, una vez eliminados los ítems cuyo peso
era inferior al criterio tomado de .50; la media y desviación típica de cada uno de los items, el
porcentaje de varianza explicada en cada factor, así como la fiabilidad de cada escala.
El análisis de fiabilidad de los factores, así como la fiabilidad total del ICA, obtenida mediante el coeficiente alfa de Cronbach, permite constatar unos índices satisfactorios tanto para los factores como para el inventario en su totalidad, siendo este índice total de .952. El análisis diferencial de la incidencia de la variable sexo y edad en la realización de comportamientos antisociales, mediante el análisis multivariado de varianza (MANOVA), permite constatar que el sexo no da lugar a diferencias significativas para los dos factores.
Sin embargo, por lo que respecta a la edad, que oscilaba entre los 14 y 20 años y estableciéndose diferentes agrupamientos (los pequeños, de entre 14 y 15 años; los intermedios, entre los 16 y 17 años y los de mayores de edad, es decir, los de 18 años en adelante) los resultados indican microdiferencias (Eta al cuadrado parcial de .025, ver tabla 2) entre los agrupamientos de diferentes edades en cuanto a la presencia de actitudes antisociales relacionadas con el segundo factor, es decir, con las conductas de conflictividad normativa y de consideración del otro, pero no se visualizan diferencias significativas acerca de la realización de conductas correspondientes agrupadas en el primer factor (ver tablas 2 y 3).
En concreto, las microdiferencias observadas van a referir que los más pequeños (14-15 años) son los que menos realizan comportamientos correspondientes a actitudes de conflicto, diferenciándose claramente de los otros dos grupos de edad; los de edades intermedias, es decir, los que hemos agrupado entre 16 y 17 años, se diferencian de los pequeños por realizar mayor número de comportamientos de conflictividad normativa y de consideración del otro, aunque no se diferencian estadísticamente de los mayores. Por último, los mayores de 18 años no se diferencian del grupo intermedio (16-17 años), pero sí de los pequeños (14-15 años), en cuanto a realizar mayor número de comportamientos antisociales.
4.- Discusión
Los resultados obtenidos llevan a clasificar las diferentes conductas antisociales de los adolescentes de la muestra en dos categorías o factores que reflejan un amplio compendio de diversos comportamientos antisociales: La consideración de la propiedad y conductas infractoras, considerados de mayor gravedad social, ya que es referido a conductas de apropiación, además de actos transgresores, que refieren comportamientos constitutivos de serias infracciones, vs conflictividad normativa y de consideración del otro, ya menos importantes, por referirse a actitudes caracterizadas por una desobediencia a las reglas sociales, imponiendo el adolescente las suyas propias y reflejando una inmadurez, propia del período de desarrollo.
Estos resultados se encuentran en la línea de aquellos que defienden e interpretan la conducta antisocial del adolescente como el resultado de una carrera de señales de inmadurez y dentro de un contexto sustentador de una historia de vida propiciadora de patterns presentes en la sociedad y sus medios de socialización (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Garrido, 2006; Paíno, 1995; Rodríguez y Paíno, 1994; Farrington, 1996). Por otra parte, a pesar de que se ha confirmado en múltiples estudios que los varones cometen más conductas antisociales (Graham, 1979; Silva, Martorell y Clemente, 1986a; 1986b), nuestros resultados refieren que no siempre es así, por lo menos cuando señalamos a los adolescentes sin expedientes de conflicto social y/o comportamientos sin referir ser infractores a nivel penal.
Frente a ello, se reflejan algunas actitudes y conductas antisociales, de menor importancia o gravedad, a nivel de microdiferencias entre los adolescentes de diferentes edades, donde llama la atención que la población adolescente entre 14 y 15 años no sea la más susceptible a los cambios propios del período en el que viven (es el agrupamiento de edad que menos conductas antisociales realizan); la presencia de conductas antisociales de baja intensidad se da a partir de los 16 años, y ya los mayores, que comienzan su etapa adulta, son los que más protagonizan mayormente estas acciones que entendemos reflejan más bien dureza emocional.
Podemos concluir, por tanto, que a mayor edad, y según se produce una mayor madurez cognitiva, más posibilidades existen de realizar conductas de conflicto con la norma, como resultado de sus actitudes ante las mismas, lo que en cierta medida se explica en la medida que va mejorando su control de la realidad y aumenta su sensación de invulnerabilidad ante ella (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Rodríguez y Paíno, 1994; Florenzano, 2002; Farrington, 1996).
Esto resultados, por tanto, están en la línea de investigación que refiere la necesidad de relacionar los comportamientos con las características de personalidad de los jóvenes adolescentes -principalmente el desarrollo de la habilidades sociocognitivas en la resolución de problemas- (Shirk, 1988, Kazdin y Buela-Casal, 1994), así como también, y no menos importante, los rasgos situacionales, refiriéndonos a las relaciones tanto familiares como con el grupo de iguales (Ovejero, Rodríguez y otros, 2005; Garrido, 2006) ya que ello puede llegar tanto a facilitar como a ayudar a tener un conocimiento más exacto acerca del riesgo de los adolescentes en el desarrollo de conductas inadaptadas, antisociales.
5.- Referencias
Becedóniz, C., Rodríguez, F.J., Herrero, F.J. y otros (2005). Reincidencia de menores infractores en la carrera delictiva. Investigando factores de la problemática familiar. En J. Sobral, G. Serrano y J. Regueiro (Comp), Psicología jurídica de la violencia y de género. Madrid: Biblioteca Nueva (pp. 99-108)
Brodksy, S.L. y O´Neal Smitherman, H. (1983). Handbook of scales for research in crime and delinquency. New York: Plenum Press
Espinosa, P. Clemente, M. y Vidal, M.A. (2004). Efectos de los medios de comunicación sobre la conducta antisocial y violencia en menores. Encuentros en Psicología Social, 2 (1): 402-407 Farrington, D.P. (1996). Psychosocial influences on the development of antisocial personality. En G. Davies, S. Lloyd-Bostock, M. McMurran y C. Wilson (Eds), Psychology, law and criminal justice: International development in research and practice. Berlín: Walter de Gruyter (pp. 424-444) Florenzano, R. (2002). El adolescente y sus conductas de riesgo. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.
Garrido, V. (2006). Los hijos tiranos. El síndrome del emperador. Barcelona: Ariel
Garrido, V; Stangeland, P. y Redondo, S. (1999). Principios de criminología. Valencia, Tirant Lo Blanch.
Graham, P. (1979): Epidemiological studies. En H.C. Quay y J.S. Werry (Comp): Psychopathological disorders of childhood (2ª ed). New York: Wiley
Kazdin, A. y Buela-Casal, G. (1994): Conducta antisocial: Evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia. Madrid: Pirámide.
Ovejero, A. y Rodríguez, F.J. (Coord) (2005). La convivencia sin violencia. Recursos para educar. Sevilla: MAD.
Paíno, S.G. (1995). Factores psicosociales para la intervención en la cárcel como sistema de control social. Tesis doctoral. Universidad de Oviedo.
Robins, L.N (1966). Deviant children grown up. Baltimore: Williams and Wilkins
Rodríguez, F.J. y Paíno, S. (1994). Violencia y desviación social: Bases y análisis para la intervención. Psicothema, 6 (2): 229-244
Rutter, M. y Giller, H. (1985). Delincuencia juvenil. Madrid: Martínez Roca
Seisdedos, N. (1988). Cuestionario A-D de conductas antisociales-delictivas. Madrid: TEA
Shirk, S.R. (comp) (1988): Cognitive development and child psychotherapy. New York: Plenum Silva, F. Martorell, C. y Clemente, A. (1986a): Socialization and personality: Study through questionnaires in a preadult Spanish population. Personality and Individual Differences, 7: 355-372 Silva, F. Martorell, C. y Clemente, A. (1986b): Adaptación española de la escala de conducta antisocial ASB: Fiabilidad, validez y tipificación. Evaluación Psicológica, 2: 39-55
Sobral, J; Romero, E; Luengo, A. y Marzoa, J. (2000). Personalidad y conducta antisocial: Amplificadores individuales de los efectos contextuales. Psicothema, 12(4): 661- 670
Valverde, J. (1988). El proceso de inadaptación social. Madrid: Popular
El análisis de fiabilidad de los factores, así como la fiabilidad total del ICA, obtenida mediante el coeficiente alfa de Cronbach, permite constatar unos índices satisfactorios tanto para los factores como para el inventario en su totalidad, siendo este índice total de .952. El análisis diferencial de la incidencia de la variable sexo y edad en la realización de comportamientos antisociales, mediante el análisis multivariado de varianza (MANOVA), permite constatar que el sexo no da lugar a diferencias significativas para los dos factores.
Sin embargo, por lo que respecta a la edad, que oscilaba entre los 14 y 20 años y estableciéndose diferentes agrupamientos (los pequeños, de entre 14 y 15 años; los intermedios, entre los 16 y 17 años y los de mayores de edad, es decir, los de 18 años en adelante) los resultados indican microdiferencias (Eta al cuadrado parcial de .025, ver tabla 2) entre los agrupamientos de diferentes edades en cuanto a la presencia de actitudes antisociales relacionadas con el segundo factor, es decir, con las conductas de conflictividad normativa y de consideración del otro, pero no se visualizan diferencias significativas acerca de la realización de conductas correspondientes agrupadas en el primer factor (ver tablas 2 y 3).
En concreto, las microdiferencias observadas van a referir que los más pequeños (14-15 años) son los que menos realizan comportamientos correspondientes a actitudes de conflicto, diferenciándose claramente de los otros dos grupos de edad; los de edades intermedias, es decir, los que hemos agrupado entre 16 y 17 años, se diferencian de los pequeños por realizar mayor número de comportamientos de conflictividad normativa y de consideración del otro, aunque no se diferencian estadísticamente de los mayores. Por último, los mayores de 18 años no se diferencian del grupo intermedio (16-17 años), pero sí de los pequeños (14-15 años), en cuanto a realizar mayor número de comportamientos antisociales.
4.- Discusión
Los resultados obtenidos llevan a clasificar las diferentes conductas antisociales de los adolescentes de la muestra en dos categorías o factores que reflejan un amplio compendio de diversos comportamientos antisociales: La consideración de la propiedad y conductas infractoras, considerados de mayor gravedad social, ya que es referido a conductas de apropiación, además de actos transgresores, que refieren comportamientos constitutivos de serias infracciones, vs conflictividad normativa y de consideración del otro, ya menos importantes, por referirse a actitudes caracterizadas por una desobediencia a las reglas sociales, imponiendo el adolescente las suyas propias y reflejando una inmadurez, propia del período de desarrollo.
Estos resultados se encuentran en la línea de aquellos que defienden e interpretan la conducta antisocial del adolescente como el resultado de una carrera de señales de inmadurez y dentro de un contexto sustentador de una historia de vida propiciadora de patterns presentes en la sociedad y sus medios de socialización (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Garrido, 2006; Paíno, 1995; Rodríguez y Paíno, 1994; Farrington, 1996). Por otra parte, a pesar de que se ha confirmado en múltiples estudios que los varones cometen más conductas antisociales (Graham, 1979; Silva, Martorell y Clemente, 1986a; 1986b), nuestros resultados refieren que no siempre es así, por lo menos cuando señalamos a los adolescentes sin expedientes de conflicto social y/o comportamientos sin referir ser infractores a nivel penal.
Frente a ello, se reflejan algunas actitudes y conductas antisociales, de menor importancia o gravedad, a nivel de microdiferencias entre los adolescentes de diferentes edades, donde llama la atención que la población adolescente entre 14 y 15 años no sea la más susceptible a los cambios propios del período en el que viven (es el agrupamiento de edad que menos conductas antisociales realizan); la presencia de conductas antisociales de baja intensidad se da a partir de los 16 años, y ya los mayores, que comienzan su etapa adulta, son los que más protagonizan mayormente estas acciones que entendemos reflejan más bien dureza emocional.
Podemos concluir, por tanto, que a mayor edad, y según se produce una mayor madurez cognitiva, más posibilidades existen de realizar conductas de conflicto con la norma, como resultado de sus actitudes ante las mismas, lo que en cierta medida se explica en la medida que va mejorando su control de la realidad y aumenta su sensación de invulnerabilidad ante ella (Garrido, Stangeland y Redondo, 1999; Rodríguez y Paíno, 1994; Florenzano, 2002; Farrington, 1996).
Esto resultados, por tanto, están en la línea de investigación que refiere la necesidad de relacionar los comportamientos con las características de personalidad de los jóvenes adolescentes -principalmente el desarrollo de la habilidades sociocognitivas en la resolución de problemas- (Shirk, 1988, Kazdin y Buela-Casal, 1994), así como también, y no menos importante, los rasgos situacionales, refiriéndonos a las relaciones tanto familiares como con el grupo de iguales (Ovejero, Rodríguez y otros, 2005; Garrido, 2006) ya que ello puede llegar tanto a facilitar como a ayudar a tener un conocimiento más exacto acerca del riesgo de los adolescentes en el desarrollo de conductas inadaptadas, antisociales.
5.- Referencias
Becedóniz, C., Rodríguez, F.J., Herrero, F.J. y otros (2005). Reincidencia de menores infractores en la carrera delictiva. Investigando factores de la problemática familiar. En J. Sobral, G. Serrano y J. Regueiro (Comp), Psicología jurídica de la violencia y de género. Madrid: Biblioteca Nueva (pp. 99-108)
Brodksy, S.L. y O´Neal Smitherman, H. (1983). Handbook of scales for research in crime and delinquency. New York: Plenum Press
Espinosa, P. Clemente, M. y Vidal, M.A. (2004). Efectos de los medios de comunicación sobre la conducta antisocial y violencia en menores. Encuentros en Psicología Social, 2 (1): 402-407 Farrington, D.P. (1996). Psychosocial influences on the development of antisocial personality. En G. Davies, S. Lloyd-Bostock, M. McMurran y C. Wilson (Eds), Psychology, law and criminal justice: International development in research and practice. Berlín: Walter de Gruyter (pp. 424-444) Florenzano, R. (2002). El adolescente y sus conductas de riesgo. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.
Garrido, V. (2006). Los hijos tiranos. El síndrome del emperador. Barcelona: Ariel
Garrido, V; Stangeland, P. y Redondo, S. (1999). Principios de criminología. Valencia, Tirant Lo Blanch.
Graham, P. (1979): Epidemiological studies. En H.C. Quay y J.S. Werry (Comp): Psychopathological disorders of childhood (2ª ed). New York: Wiley
Kazdin, A. y Buela-Casal, G. (1994): Conducta antisocial: Evaluación, tratamiento y prevención en la infancia y adolescencia. Madrid: Pirámide.
Ovejero, A. y Rodríguez, F.J. (Coord) (2005). La convivencia sin violencia. Recursos para educar. Sevilla: MAD.
Paíno, S.G. (1995). Factores psicosociales para la intervención en la cárcel como sistema de control social. Tesis doctoral. Universidad de Oviedo.
Robins, L.N (1966). Deviant children grown up. Baltimore: Williams and Wilkins
Rodríguez, F.J. y Paíno, S. (1994). Violencia y desviación social: Bases y análisis para la intervención. Psicothema, 6 (2): 229-244
Rutter, M. y Giller, H. (1985). Delincuencia juvenil. Madrid: Martínez Roca
Seisdedos, N. (1988). Cuestionario A-D de conductas antisociales-delictivas. Madrid: TEA
Shirk, S.R. (comp) (1988): Cognitive development and child psychotherapy. New York: Plenum Silva, F. Martorell, C. y Clemente, A. (1986a): Socialization and personality: Study through questionnaires in a preadult Spanish population. Personality and Individual Differences, 7: 355-372 Silva, F. Martorell, C. y Clemente, A. (1986b): Adaptación española de la escala de conducta antisocial ASB: Fiabilidad, validez y tipificación. Evaluación Psicológica, 2: 39-55
Sobral, J; Romero, E; Luengo, A. y Marzoa, J. (2000). Personalidad y conducta antisocial: Amplificadores individuales de los efectos contextuales. Psicothema, 12(4): 661- 670
Valverde, J. (1988). El proceso de inadaptación social. Madrid: Popular
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