El principal objetivo de este estudio es analizar si los estilos de aculturación de Integración, Separación,
Asimilación y Marginación propuestos en el modelo de Berry pueden ser replicados en una muestra
de adolescentes inmigrantes latinoamericanos que viven en España y examinar la relación de esas
estrategias con el nivel de conducta antisocial y abuso de alcohol. Para ello se ha analizado una muestra
de 750 adolescentes inmigrantes latinoamericanos escolarizados en diferentes centros de Galicia y
Madrid. Los resultados obtenidos confirman la existencia de las cuatro estrategias de aculturación,
siendo la integración la más utilizada y la marginación la que menos. En cuanto a la relación de esos
estilos con la conducta antisocial y el consumo de alcohol, se observa que es el grupo de adolescentes
latinoamericanos que optan por la estrategia de separación los que presentan mayores conductas
antisociales y, contrariamente a lo esperado, es el grupo de marginación el que se asocia con menores
actos antisociales.
Latin-American adolescents, acculturation and antisocial behavior. The main purposes of this study are:
a) To determine whether the acculturation styles proposed by Berry’s model (integration, separation,
assimilation and marginalization) can be replicated in a sample of Latin-American immigrant
adolescents living in Spain; b) to examine the relationships between acculturation styles and both
antisocial behavior and involvement with alcohol. For these purposes, data were collected in a sample
of 750 Latin-American immigrants in a number of schools in Galicia and Madrid. Results confi rm the
existence of the four acculturation strategies, with integration and marginalization as the most and least
used, respectively. With respect to the relationships of these styles with antisocial behavior and alcohol
use, it was found that adolescents who use the separation strategy show the highest levels of antisocial
behavior; conversely, and contrary to expectations, the marginalization group had the lowest levels of
antisocial involvement.
La inmigración es un fenómeno global en las interconectadas
sociedades de nuestros días. Su magnitud es tal que implica a cientos
de millones de personas en un amplio número de países (Informe
Population Report, 2002, de la ONU) y muchos indicadores
apuntan que continuará creciendo en un futuro próximo. Grandes
multitudes de individuos están y estarán contribuyendo a constituir
sociedades cada vez más interculturales, al tiempo que experimentan
necesariamente el llamado proceso de «aculturación». Este
concepto es un clásico dentro de las ciencias sociales desde que
Redfi eld, Linton y Herskovits en 1936 lo propusieran para referirse
a los cambios culturales resultantes del contacto directo e intenso
entre individuos o grupos con distintas culturas. Desde entonces
ha sido ampliamente empleado dentro de las ciencias sociales para
referirse a los cambios producidos en colectivos tan diversos como
los turistas, los refugiados políticos, los inmigrantes, etc. (Rudmin,
2003; Ward, Bochner y Furnham, 2001).
En el ámbito psicológico, la aculturación se ha convertido en
un concepto central para el análisis del fenómeno migratorio. Tanto
es así que uno de los modelos psicológicos más ampliamente
difundidos, y que probablemente haya generado más investigación
sobre la población inmigrante, se centra en este concepto y las estrategias
que los individuos adoptan para enfrentarse a tal proceso.
Nos estamos refi riendo al modelo de Berry (Berry, 1997; Berry,
Phinney, Sam y Vedder, 2006). Esta aproximación se fundamenta
en el balance resultante del supuesto choque entre la cultura de
procedencia y la de acogida. Los estudios realizados desde esta
perspectiva suelen diferenciar las siguientes «estrategias de aculturación»:
a) Integración (caracterizada por actitudes positivas hacia
ambos contextos culturales, el de origen y el de acogida).
El inmigrante
parece esforzarse por «normativizarse» en su nuevo entorno,
mostrando una disposición actitudinal positiva hacia los inputs
que de él proceden; al tiempo que no reniega ni renuncia a las
señas de identidad de su contexto de procedencia); b) Asimilación
(aceptación y predisposición actitudinal positiva hacia el nuevo
entorno cultural, acompañada de rechazo, desprecio y/o olvido de
las características del de origen); c) Separación (cuando se constata
un disgusto y/o rechazo ante el entorno de acogida y se acompaña de una cierta exaltación/idealización de la cultura de origen.
Podría ser entendido como un patrón reactivo predominantemente
«nostálgico»); y, por último, d) Marginación (estrategia en la que
predominan actitudes negativas hacia ambos entornos culturales).
Estos diferentes estilos de afrontar la experiencia de aculturación
han sido puestos en relación con numerosos dominios, tanto del ámbito de la «normalidad» como de la «desviación». En este
último destacan aquellos trabajos que han relacionado el proceso
de aculturación con dos contextos específicos: por una parte, el de
la conducta antisocial y/o delictiva, y, por otra, el de la psicopatología
y sus trastornos. Este ámbito psicopatológico ha sido conectado
con la experiencia de la inmigración a través del concepto de
«estrés aculturativo» (Bhugra, 2004; Collazos, Qureshi, Antonin y
Tomás-Sábado, 2008), en la búsqueda de clarificar las confusas, y
frecuentemente contradictorias, evidencias empíricas disponibles
sobre la relación entre la experiencia migratoria y la prevalencia
de ciertos trastornos mentales (depresión, ansiedad, esquizofrenia,
etc.).
Por lo que se refi ere a la conducta transgresora, Gómez-Fraguela,
Sobral, Luengo, Romero y Villar (2009), en un estudio
realizado con 2.400 adolescentes españoles y latinoamericanos,
residentes en Galicia y Madrid, han encontrado menores niveles
de conducta antisocial entre inmigrantes que entre nacionales, con
la excepción de una mayor tendencia de los primeros a recurrir a la
agresión interpersonal en situaciones conflictivas.
En relación a las estrategias de aculturación mencionadas, estudios
realizados con adultos han encontrado una relación relativamente
consistente entre inmigración y delincuencia en aquellos
que se enfrentan a la experiencia aculturativa con el estilo de «Marginación»
(desprecio por la cultura de origen y por la de acogida;
Berry, 1997; Coatsworth, Maldonado, Molina, Pantin y Szapocnik,
2005). Es necesario recordar que la mayor parte de estos estudios
se ha realizado en contextos en los que la necesidad de aprender un
nuevo idioma juega un rol fundamental en el desarrollo del proceso
de aculturación, convirtiéndose la relación con el idioma en muchos
estudios en el principal criterio para determinar la estrategia
de aculturación de un individuo (Marsiglia, Kulis, Wagstaff, Elek
y Dran, 2005; Rogler, Cortes y Malgady, 1991; Zarza y Prados,
2007).
Así, el obstáculo idiomático es esgrimido con frecuencia
como el dominio de aculturación que más fuertemente se relaciona
con las difi cultades de adaptación de los inmigrantes (Kang, 2006).
En escasas ocasiones se ha analizado este fenómeno en contextos
en los que la lengua de la sociedad de origen y de acogida coinciden.
También conviene resaltar la escasez de estudios insertos en
este marco conceptual realizados con adolescentes. Se ha dedicado
mucho esfuerzo a analizar los efectos del choque migratorio-cultural
en adultos, y mucho menos en sus hijos.
Es muy probable que
la experiencia aculturativa tenga matices peculiares en una etapa
evolutiva como la adolescencia, donde al estrés asociado con esta
etapa vital —transición de la infancia a la adultez— y al incremento
de confl ictos en el ámbito familiar habría que considerar
también el estrés asociado a la transición desde la cultura de origen
a la de acogida. Así, parece importante indagar no sólo sobre la
aculturación misma de adolescentes en contextos donde no está
presente el problema idiomático, sino también sobre la relación
de los distintos estilos de afrontamiento de esa experiencia con el
nivel de ajuste psicosocial de los menores.
En este trabajo pretendemos: a) comprobar si los estilos de
aculturación propuestos por Berry et al. (2006) se producen en
adolescentes inmigrantes latinoamericanos en España; b) analizar
la prevalencia de los distintos estilos de aculturación en esta población;
y c) relacionar las estrategias de aculturación de los inmigrantes
latinoamericanos adolescentes con sus niveles de inadaptación
analizados a través de la implicación en distintos tipos de
conductas antisociales y el consumo de alcohol.
Método
Participantes
La muestra del estudio fue recogida en distintos centros públicos
de ESO de las comunidades autónomas de Galicia y Madrid.
En Galicia se seleccionaron los 21 centros en los que había mayor
número de inmigrantes escolarizados de entre todos los centros de la
Comunidad (se revisaron para ello los datos estadísticos proporcionados
por la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia).
En
la Comunidad de Madrid se recogieron datos en nueve centros de
tres localidades en las que la presencia de inmigrantes latinoamericanos
era muy numerosa. Para este estudio sólo se han considerado
aquellos casos en los que, tanto los adolescentes como sus padres y
madres, habían nacido en algún país latinoamericano. La muestra
fi nal del estudio estuvo compuesta por 750 adolescentes procedentes
de 15 países. Los colectivos más numerosos procedían de Ecuador
(35% de la muestra) y Colombia (20,5%), seguidos ya a gran distancia
por estudiantes procedentes de la República Dominicana (7,5%),
Argentina (7,1%), Perú (6,7%), Bolivia (5,9%) y Uruguay (5,2%).
De los 750 casos seleccionados, doscientos setenta y tres estudiaban
en los distintos centros educativos de Galicia y los 477
restantes procedían de los centros de Madrid. El 53,4% fueron varones
y el 46,6% mujeres, siendo su edad media de 14,3 años (con
un rango de edad que oscilaba entre los 11 y los 17 años).
Instrumentos
Para categorizar a los adolescentes inmigrantes según la estrategia
de aculturación dominante, utilizamos una versión modifi cada del
Cuestionario de Implicación Cultural (BIQ), elaborado por Szapocznik,
Kurtines y Fernández (1980). Este autoinforme indaga acerca
del grado en que las personas aprecian y disfrutan con toda una serie
de aspectos propios de las culturas de origen y acogida (costumbres,
músicas, actividades de ocio, medios de comunicación, tradiciones
familiares, etc.). La versión original estaba formada por dos subescalas
de 21 ítems cada una (atracción por la cultura de origen;
atracción por la cultura de acogida).
Para este estudio eliminamos
aquellos ítems que hacían referencia a cuestiones lingüísticas, utilizando
una versión de 15 elementos en cada escala. Los adolescentes
debían contestar a esas cuestiones en una escala de cinco alternativas
(nada, poco, algo, bastante y mucho). La consistencia interna para
las dos escalas fue elevada (α= ,91 para la vinculación con el país de
origen y α= ,92 para la vinculación con el país de acogida).
También analizamos el grado en que los adolescentes se identifi
caban como españoles o como personas de su país de origen,
para lo cual les preguntamos cuánto sentían que tenían en común
con un español y cuánto con alguien de su país de origen. La escala
de respuestas incluía cinco alternativas (nada, casi nada, poco,
bastante y mucho).
Consideramos también el tipo de personas con las que se relacionaban
los adolescentes. Les preguntamos sobre la cantidad
de amigos que habían nacido en España (ninguno, casi ninguno,
algunos, la mitad y todos o casi todos), por el tipo de amigos con
los que se relacionaban más frecuentemente en el colegio y fuera
de él y por el tipo de personas que solían visitar su hogar. Las alternativas
de respuestas en estos casos también se presentaron en una
escala de cinco puntos (exclusivamente de otro país, la mayoría
de otro país, mitad y mitad, la mayoría españoles, exclusivamente
españoles). Con estas cuatro preguntas creamos un índice global sobre la cantidad de amigos españoles. La consistencia interna de
esta puntuación fue elevada (α= ,78).
Por último, aplicamos también la Escala de Actitudes hacia la
Aculturación (Berry et al., 2006) al efecto de validar los conglomerados
de aculturación generados. Esta escala está compuesta por
20 ítems referidos a distintos aspectos de la cultura del país de
origen y del de acogida (tradiciones, actividades sociales, amigos,
etc.) que se agrupan en cuatro escalas para evaluar las distintas
actitudes propuestas por los autores: asimilación, integración, separación
y marginación.
Para evaluar la conducta antisocial se utilizó una versión reducida
del Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA; Luengo,
Otero, Romero, Gómez-Fraguela y Tavares-Filho, 1999).
En este
instrumento se pregunta acerca de la frecuencia con que, en los
últimos 12 meses, han realizado diversas conductas transgresoras
que implican: a) agresiones interpersonales (p.ej., promover peleas
con otros); b) vandalismo (p.ej., destrucción intencionada de mobiliario
urbano); c) conductas antinormativas (p.ej., pasar la noche
fuera de casa sin permiso); d) hurtos (p.ej., en tiendas); y e) problemas
relacionados con drogas (p.ej., participar en actos ilegales
para conseguir droga y/o trafi car con ella). Las alternativas de respuesta
incluyen 4 opciones (nunca, pocas veces - de 1 a 5 veces,
bastantes veces - de 5 a 10 o con frecuencia - 10 veces o más).
Finalmente, a partir de cuestionarios empleados en investigaciones
previas (Gómez-Fraguela, Fernández, Luengo y Romero,
2008) se seleccionaron una serie de ítems específicos dirigidos a
evaluar el nivel de consumo de alcohol.
Concretamente se les preguntó
por la frecuencia de consumo en los últimos 30 días (debían
responder en una escala con seis alternativas: nunca, una o dos
veces, de 3 a 5 veces, de 6 a 10 veces, entre 11 y 20, y 20 o más),
por el número de consumiciones que solían tomar cuando bebían y
el número de borracheras en el último año.
Procedimiento
La investigación fue presentada a los equipos directivos de los
centros educativos seleccionados para explicarles la fi nalidad del
estudio y solicitar su colaboración. Todos los centros contactados
se mostraron dispuestos a colaborar. Después de solicitar el consentimiento
paterno para la participación de los adolescentes en
la investigación, se invitó a participar a todos los estudiantes escolarizados
en el centro (nativos e inmigrantes).
La aplicación de
las pruebas se realizó de forma colectiva dentro de las aulas y en
el horario escolar durante una sesión de 60 minutos. Las pruebas
fueron aplicadas por miembros del equipo de investigación que
en todo momento garantizaron el anonimato de las respuestas y la
voluntariedad en la participación.
Análisis de datos
Para agrupar a los inmigrantes en función de la estrategia de
aculturación adoptada se realizó un análisis de conglomerados
(método de Kmedias).
Para realizar el análisis se utilizaron las
puntuaciones típicas obtenidas en el BIQ, el grado en que se identifi
caban como españoles o como personas de su país de origen
y el tipo de amigos con los que se relacionaban (Hair, Anderson,
Tatham y Black, 1999). Sobre los grupos resultantes se realizaron
distintos análisis de varianza para validar los grupos creados y para
comprobar si existían diferencias en su nivel de conducta antisocial
y el consumo de alcohol. Para todos los análisis estadísticos se
utilizó el paquete estadístico SPSS.15.1.
Resultados
En la fi gura 1 se representan las puntuaciones medias obtenidas
en esas variables para los cuatro conglomerados solicitados.
El conglomerado más numeroso fue el número dos, en el que
se agruparon 302 inmigrantes (el 40,4% de la muestra). Este grupo
claramente se identifi ca con aquellos inmigrantes que adoptan una
estrategia de integración en el proceso de aculturación. Los adolescentes
incluidos en este conglomerado presentan una alta atracción
por la cultura de origen y de acogida, sienten que tienen mucho en
común con los españoles y con las personas de su nacionalidad y se
relacionan con bastantes amigos del país de acogida.
El conglomerado que le siguió en tamaño fue el cuarto, donde
se agruparon 207 adolescentes (el 27,7%). Las características
de este conglomerado nos lleva a pensar que en él predomina la
estrategia de separación. Al observar la fi gura 1 podemos comprobar
cómo se caracteriza por puntuaciones elevadas en la escala
de atracción por su cultura de origen y por una alta identifi cación
con las personas procedentes de su país. Por el contrario, presentan
bajas puntuaciones en la atracción por la cultura de acogida, escasa
identifi cación con los españoles y muy escasa relación con amigos
españoles.
El conglomerado número tres agrupó a 143 adolescentes (el
19,1% del total). Al analizar su perfi l podemos concluir que se
trata de los inmigrantes que más se aproximan a la estrategia de
asimilación. Aunque se sienten poco atraídos por la cultura de
acogida, sí sienten que tienen mucho en común con los españoles
y mucho menos con las personas de su país de origen. Además es
el grupo que con más intensidad se relaciona con otros amigos
españoles.
El conglomerado menos numeroso fue el primero, donde se
agruparon 96 adolescentes (el 12,8%). La escasa identifi cación con
los españoles y con las personas de su país, las escasas relaciones
con compañeros españoles y la atracción intermedia por la cultura
de acogida y de su país de origen, indican que los casos agrupados
en este conglomerado se acercarían al perfi l de marginación.
En la tabla 1 se presenta la composición de los conglomerados
en cuanto a la edad y el género de sus integrantes. Existen diferencias
significativas entre los grupos en cuanto a la edad (F= 6,93,
p<,001), siendo el grupo caracterizado por un estilo de separación
el que presenta una edad media superior a los grupos de asimilación
y marginación. Al analizar la distribución por género también
se observan diferencias signifi cativas (χ2
= 13,13, p<,05), siendo
superior el porcentaje de varones que se agrupan en el conglomerado
uno (marginados) y tres (asimilados).
Como estrategia adicional para validar los conglomerados hemos
seguido la recomendación de algunos autores (Aldenderfer y
Blashfi eld, 1984; Hair et al., 1999), comparando los grupos en un
criterio no empleado en la creación de los conglomerados.
Los criterios
elegidos fueron las escalas de actitudes hacia la aculturación
de Berry (Berry et al., 2006). Los resultados de esas comparaciones
se presentan en la tabla 2. Las diferencias encontradas en las escalas
de asimilación y separación son signifi cativas y coincidentes
con lo esperable. Al realizar las comparaciones a posteriori (prueba
de Scheffé) en la escala de asimilación las diferencias signifi cativas
se producen entre el conglomerado tres (los asimilados) y el
cuatro (de separación), siendo el primero el que presenta valores
más elevados. Para la escala de separación el conglomerado cuatro
(los separados) presenta valores significativamente superiores a los otros grupos. Las diferencias encontradas entre los conglomerados
uno y tres (marginados y asimilados) también alcanzan
niveles de signifi cación estadística.
En las otras dos escalas, pese a
que las diferencias no llegan a ser signifi cativas, las tendencias van
en la dirección esperada. En la escala de integración la media más
elevada se corresponde con el conglomerado dos (los integrados)
y en las actitudes de marginación es el conglomerado uno (los marginados)
el que presenta los valores más elevados.
Como se puede observar, el grupo que
obtiene puntuaciones más elevadas es el cuarto que se corresponde
con el perfil de separación. Al analizar las escalas aisladamente
se observa en todos los casos que el grupo de separados presenta
puntuaciones medias más elevadas, siendo esas diferencias significativas para tres de los cinco tipos de conductas analizadas: para
las conductas agresivas, en las que es el grupo de asimilados el que
presenta la media inferior, y para las conductas contra normas y los
problemas con las drogas, donde es el grupo de marginados el que
obtiene los valores más bajos.
Al analizar la frecuencia y la cantidad de consumo de alcohol
la tendencia es similar.
En todas las variables es el grupo de separación el que presenta los valores más elevados, aunque esas
diferencias sólo se muestran significativas en el caso del número
de consumiciones tomadas en cada ocasión de consumo, donde
vuelve a observarse que es el grupo de marginados el que presenta
la media más baja.
Discusión y conclusiones
Los resultados de este estudio parecen confirmar la utilidad de
las categorías de aculturación propuestas (integración, asimilación,
separación y marginación) para clasificar a los adolescentes inmigrantes
latinoamericanos en España.
Los datos apuntan a que la
estrategia más empleada es la de integración (satisfacción/agrado
tanto con la cultura de origen como con la de acogida) utilizada por
un 40,4% de la muestra. Otro grupo significativo de adolescentes
reaccionan al choque migratorio con un patrón de notable agrado
hacia la cultura española de acogida, acompañado de una minusvaloración
de la de procedencia: patrón de asimilación (el 19,1%).
Por lo tanto, un 59,5% de los adolescentes de nuestro estudio se
muestran satisfechos con el entorno español de acogida.
Por otra parte si agrupamos el 27,9% que optan por la estrategia
de separación (rechazo del entorno de acogida y gran interés por
la cultura de procedencia) y el 12,8% que no muestran preferencia
ni por el entorno de acogida ni por el de origen (estrategia de marginación),
nos encontramos que un 40,5% de los casos se muestran
insatisfechos con el entorno cultural español.
Así pues, aún a pesar de la razonable hipótesis de la influencia
facilitadora del idioma común y de la homogeneidad religiosa mayoritaria,
un amplísimo segmento de los adolescentes de nuestra
muestra expresa su malestar respecto al contexto español de acogida.
Ello debería hacernos refl exionar sobre hasta qué punto puede
haberse construido un mito en torno a las supuestas facilidades de
integración normalizadora de la inmigración latinoamericana en
España.
Esta idea, al menos, por lo que se refi ere a adolescentes,
debe ser cuestionada. Es más, incluso entre aquellos en los que se
ha encontrado como predominante el estilo de integración no se
pueden obtener conclusiones excesivamente intuitivas/optimistas
acerca de sus benef ciosos efectos. De hecho, en algunos trabajos
se ha encontrado una relación no esperada entre el «esfuerzo» de
integración con una mayor prevalencia de ciertos trastornos psicológicos
(Achotegui, 2002; Bughra, 2004; Collazos et al., 2008).
Probablemente, este tipo de resultados haya que entenderlos en
relación con el papel del «estrés aculturativo», producto del esfuerzo
de afrontamiento ante los cambios implícitos en el proceso
migratorio (Levecque, Lodewickx y Uranken, 2007; Mena, Padilla
y Maldonado, 1987).
Es de destacar también las diferencias encontradas en función
del género y la edad. Respecto al género, aquellos grupos caracterizados
por un alejamiento/distanciamiento de la cultura de origen
(marginación y asimilación) se observa una proporción mayor de
varones. En cuanto a la edad, el grupo de separación incluye a adolescentes
con una media de edad signifi cativamente más elevada.
Es razonable suponer que ello se pueda deber a un efecto acumulativo
producto de una mayor exposición al estrés aculturativo al que
nos hemos referido. En este sentido sería necesario realizar futuros
estudios en los que se analice de forma longitudinal el proceso de
aculturación y en los que se tengan en cuenta la gran cantidad de
variables que deben estar moderando este proceso (Berry, 1997).
Otro propósito esencial de esta investigación era indagar acerca
de las relaciones entre estrategias de aculturación y conductas
antisociales. En este sentido debemos destacar los resultados relativos
al grupo caracterizado por el perfil de Separación, con niveles
signifcativamente elevados respecto a los otros grupos en
agresiones interpersonales, conductas contra normas, problemas
con las drogas y consumiciones alcohólicas por ocasión.
Sin alcanzar
la significación estadística, también muestran una tendencia
superior en cuanto al consumo de alcohol en los últimos 30 días y
el número de borracheras en el último año. Esta estrategia podría
ser caracterizada, en gran medida, como una reacción nostálgica
caracterizada por un fuerte sentimiento de pérdida en relación con
aquello que se ha dejado atrás. Esta nostalgia se ha entendido como
una reacción de duelo ante la pérdida de elementos identitarios de
la cultura de origen que deben ser especialmente relevantes en la
adolescencia y que ha sido referida como un factor fundamental
productor de desajustes psicológicos en la experiencia migratoria
(Achotegui, 2002; Smart y Smart, 1995).
En términos conductuales y grupales parece plausible que esta
actitud de rechazo hacia la sociedad de acogida, acompañada de
un patrón nostálgico hacia la de origen, implique un repliegue en
grupos homogéneos (pandillas y, en su caso, bandas) compuestas
por otros inmigrantes de sus áreas de procedencia.
Ello permite
explicar el componente afectivo de rechazo al entorno de acogida
(«estar aquí es la causa de mi pérdida, de mi malestar») al tiempo
que refuerzan los lazos con aquellos que fortalecen sus percepciones
identitarias, sus sentimientos de membrecía y pertenencia. Es
sabido que este proceso suele acompañarse de una cierta dialéctica
de conflictividad intergrupal, lo cual puede expresarse a menudo
en una mayor conducta antinormativa.
Otro resultado llamativo que hemos encontrado en este trabajo
es el bajo nivel de conductas antisociales presentes en el grupo
de marginación (ausencia de implicación y actitudes de disgusto
tanto hacia la cultura de origen como de acogida). Es éste un per-
fi l que en población adulta se ha relacionado frecuentemente con
conductas delictivas, probablemente debido a que expresa un notable
sentimiento de fracaso en la experiencia migratoria: el éxito
buscado en la sociedad de acogida no se ha encontrado tras años de
búsqueda, y respecto a la sociedad de origen persiste aquel rechazo
originario que había forzado la migración. Es por ello plausible
que aquello que en los instrumentos al uso se detecta como marginación
implique una deriva afectiva hacia la marginalidad y la
exclusión social.
Ahora bien, es probable que la estrategia de marginación tenga
un sentido bien diferente en la población adolescente. Los marginados
muestran en este estudio menores niveles de conductas desviadas.
Es factible suponer que el perfil de marginación implique
un mayor distanciamiento con el entorno, una menor implicación
con grupos de iguales (inmigrantes o nacionales), con lo que ello
supone de evitación de una de las principales fuentes de contacto
con las conductas problemáticas/antisociales en la adolescencia.
Además, su menor necesidad de buscar ajuste psicosocial (inserción
grupal, estatus grupal, liderazgo) conlleva en el marginado un
menor esfuerzo adaptativo, lo cual implicaría una disminución del
estrés aculturativo y de sus efectos nocivos.
Esta categoría de marginados podría vincularse, tentativamente,
con la tipología de retraimiento manejada por el gran
clásico de la Sociología, Robert K. Merton, cuando remite a un
tipo de individuos cuyo malestar se expresaría por un quietismo
ante las relaciones sociales (habida cuenta de la imposibilidad
de conseguir los objetivos socialmente marcados). En palabras
de Merton: «el que se retrae, por lo menos acata las costumbres»
(Merton, 1957, p. 154), lo cual acabaría funcionando como un
elemento de protección a la hora de engancharse en las típicas
actitudes antisociales adolescentes. Esto no quiere decir que
nuestros marginados (al igual que los retraídos de Merton) no
acumulen frustración y resentimiento y no la expresen a través
de conductas agresivas.
Nuestros resultados con el grupo de Marginación podrían también
ser coherentes con la protección proporcionada por la Introversión,
por contraste con los excesos de impulsividad y necesidad
de estimulación social que anidarían en la etiqueta de extroversión,
cuya relación con la conducta transgresora adolescente de intensidad
leve y moderada ha sido bien establecida (Sobral, Gómez-Fraguela,
Romero y Luengo, 2001; Sobral, Luengo, Gómez-Fraguela,
Romero y Villar, 2007).
Finalmente, resulta evidente que es éste un campo de investigación
en el que se necesitan nuevas aportaciones que puedan
ayudarnos a una mejor comprensión de la experiencia aculturativa.
En este sentido parece que los efectos de esta experiencia vital
en la etapa adolescente deben constituir un objeto privilegiado de
estudio. Ello es así, tanto para el análisis de aquellos procesos que
terminan en una integración normativa exitosa, como en aquellos
que implican la aparición de diferentes conductas antisociales.
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