El principal objetivo de este estudio es analizar si los estilos de aculturación de Integración, Separación,
Asimilación y Marginación propuestos en el modelo de Berry pueden ser replicados en una muestra
de adolescentes inmigrantes latinoamericanos que viven en España y examinar la relación de esas
estrategias con el nivel de conducta antisocial y abuso de alcohol. Para ello se ha analizado una muestra
de 750 adolescentes inmigrantes latinoamericanos escolarizados en diferentes centros de Galicia y
Madrid. Los resultados obtenidos confirman la existencia de las cuatro estrategias de aculturación,
siendo la integración la más utilizada y la marginación la que menos. En cuanto a la relación de esos
estilos con la conducta antisocial y el consumo de alcohol, se observa que es el grupo de adolescentes
latinoamericanos que optan por la estrategia de separación los que presentan mayores conductas
antisociales y, contrariamente a lo esperado, es el grupo de marginación el que se asocia con menores
actos antisociales.
Latin-American adolescents, acculturation and antisocial behavior. The main purposes of this study are:
a) To determine whether the acculturation styles proposed by Berry’s model (integration, separation,
assimilation and marginalization) can be replicated in a sample of Latin-American immigrant
adolescents living in Spain; b) to examine the relationships between acculturation styles and both
antisocial behavior and involvement with alcohol. For these purposes, data were collected in a sample
of 750 Latin-American immigrants in a number of schools in Galicia and Madrid. Results confi rm the
existence of the four acculturation strategies, with integration and marginalization as the most and least
used, respectively. With respect to the relationships of these styles with antisocial behavior and alcohol
use, it was found that adolescents who use the separation strategy show the highest levels of antisocial
behavior; conversely, and contrary to expectations, the marginalization group had the lowest levels of
antisocial involvement.
La inmigración es un fenómeno global en las interconectadas
sociedades de nuestros días. Su magnitud es tal que implica a cientos
de millones de personas en un amplio número de países (Informe
Population Report, 2002, de la ONU) y muchos indicadores
apuntan que continuará creciendo en un futuro próximo. Grandes
multitudes de individuos están y estarán contribuyendo a constituir
sociedades cada vez más interculturales, al tiempo que experimentan
necesariamente el llamado proceso de «aculturación». Este
concepto es un clásico dentro de las ciencias sociales desde que
Redfi eld, Linton y Herskovits en 1936 lo propusieran para referirse
a los cambios culturales resultantes del contacto directo e intenso
entre individuos o grupos con distintas culturas. Desde entonces
ha sido ampliamente empleado dentro de las ciencias sociales para
referirse a los cambios producidos en colectivos tan diversos como
los turistas, los refugiados políticos, los inmigrantes, etc. (Rudmin,
2003; Ward, Bochner y Furnham, 2001).
En el ámbito psicológico, la aculturación se ha convertido en
un concepto central para el análisis del fenómeno migratorio. Tanto
es así que uno de los modelos psicológicos más ampliamente
difundidos, y que probablemente haya generado más investigación
sobre la población inmigrante, se centra en este concepto y las estrategias
que los individuos adoptan para enfrentarse a tal proceso.
Nos estamos refi riendo al modelo de Berry (Berry, 1997; Berry,
Phinney, Sam y Vedder, 2006). Esta aproximación se fundamenta
en el balance resultante del supuesto choque entre la cultura de
procedencia y la de acogida. Los estudios realizados desde esta
perspectiva suelen diferenciar las siguientes «estrategias de aculturación»:
a) Integración (caracterizada por actitudes positivas hacia
ambos contextos culturales, el de origen y el de acogida).
El inmigrante
parece esforzarse por «normativizarse» en su nuevo entorno,
mostrando una disposición actitudinal positiva hacia los inputs
que de él proceden; al tiempo que no reniega ni renuncia a las
señas de identidad de su contexto de procedencia); b) Asimilación
(aceptación y predisposición actitudinal positiva hacia el nuevo
entorno cultural, acompañada de rechazo, desprecio y/o olvido de
las características del de origen); c) Separación (cuando se constata
un disgusto y/o rechazo ante el entorno de acogida y se acompaña de una cierta exaltación/idealización de la cultura de origen.
Podría ser entendido como un patrón reactivo predominantemente
«nostálgico»); y, por último, d) Marginación (estrategia en la que
predominan actitudes negativas hacia ambos entornos culturales).
Estos diferentes estilos de afrontar la experiencia de aculturación
han sido puestos en relación con numerosos dominios, tanto del ámbito de la «normalidad» como de la «desviación». En este
último destacan aquellos trabajos que han relacionado el proceso
de aculturación con dos contextos específicos: por una parte, el de
la conducta antisocial y/o delictiva, y, por otra, el de la psicopatología
y sus trastornos. Este ámbito psicopatológico ha sido conectado
con la experiencia de la inmigración a través del concepto de
«estrés aculturativo» (Bhugra, 2004; Collazos, Qureshi, Antonin y
Tomás-Sábado, 2008), en la búsqueda de clarificar las confusas, y
frecuentemente contradictorias, evidencias empíricas disponibles
sobre la relación entre la experiencia migratoria y la prevalencia
de ciertos trastornos mentales (depresión, ansiedad, esquizofrenia,
etc.).
Por lo que se refi ere a la conducta transgresora, Gómez-Fraguela,
Sobral, Luengo, Romero y Villar (2009), en un estudio
realizado con 2.400 adolescentes españoles y latinoamericanos,
residentes en Galicia y Madrid, han encontrado menores niveles
de conducta antisocial entre inmigrantes que entre nacionales, con
la excepción de una mayor tendencia de los primeros a recurrir a la
agresión interpersonal en situaciones conflictivas.
En relación a las estrategias de aculturación mencionadas, estudios
realizados con adultos han encontrado una relación relativamente
consistente entre inmigración y delincuencia en aquellos
que se enfrentan a la experiencia aculturativa con el estilo de «Marginación»
(desprecio por la cultura de origen y por la de acogida;
Berry, 1997; Coatsworth, Maldonado, Molina, Pantin y Szapocnik,
2005). Es necesario recordar que la mayor parte de estos estudios
se ha realizado en contextos en los que la necesidad de aprender un
nuevo idioma juega un rol fundamental en el desarrollo del proceso
de aculturación, convirtiéndose la relación con el idioma en muchos
estudios en el principal criterio para determinar la estrategia
de aculturación de un individuo (Marsiglia, Kulis, Wagstaff, Elek
y Dran, 2005; Rogler, Cortes y Malgady, 1991; Zarza y Prados,
2007).