viernes, 31 de octubre de 2014

Predictores de la conducta antisocial juvenil: un modelo ecológico (1) Martha Frías-Armenta; Amelia Eréndida López-Escobar; Sylvia Guadalupe Díaz-Méndez Universidad de Sonora, México

RESUMEN
Este estudio pone a prueba un modelo ecológico como marco teórico explicativo de la antisocialidad juvenil. 204 jóvenes mexicanos que cursaban la educación secundaria o preparatoria contestaron un cuestionario con preguntas acerca de la violencia intrafamiliar, su conducta antisocial, la ingesta de alcohol de sus madres, los problemas de conducta escolar, algunas características del ambiente familiar, escolar y del barrio y las actitudes acerca de la violencia. Los datos fueron analizados a través de un modelo estructural en el cual las variables investigadas constituyeron factores e índices que representaban a los niveles de la teoría ecológica. Los resultados mostraron que el microsistema tuvo un efecto directo en la conducta antisocial de los menores, el exosistema mostró un efecto también directo en el microsistema y por lo tanto uno indirecto en la conducta antisocial de los menores, y el macrosistema tuvo un efecto directo en el exosistema y uno indirecto en la antisocialidad de los jóvenes. Lo anterior parece respaldar el modelo ecológico, como explicación coherente de la conducta antisocial en los menores.
Palabras clave: conducta antisocial, jóvenes, modelo ecológico, ecuaciones estructurales.

ABSTRACT
The aim of this research was to test an ecological model as explanation of juvenile delinquency. 204 Mexican students of junior and high school answered a questionnaire containing questions about family violence, antisocial behavior, child abuse, mother and father alcohol consumption, as well as some family, school, and neighborhood environmental characteristics. Observed variables constituted factors and indexes that represented the ecological theory. Structural equation modeling was used to analyze data. Results showed that the microsystem had a direct effect on antisocial behavior of youths, the exosystem had also a direct effect on the microsystem and an indirect effect on antisocial behavior, while the macrosystem had a direct effect on the exosystem and an indirect effect on antisocial behavior. These results seem to support the ecological model as an appropriate explanation of juvenile antisocial behavior.
Key words: antisocial behavior, juveniles, ecological model, structural equations.

La delincuencia juvenil y las conductas antisociales en menores son problemas complejos que atraen la atención de la sociedad por sus manifestaciones cada vez más frecuentes y violentas. En México fueron arrestados 58,720 menores en el año de 1997 y 56,448 en 1998 (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI, 1998). Estos indicadores representan únicamente los de los menores que fueron internados en los centros de atención por algún delito grave, pero el número de menores denunciados por alguna infracción es mucho mayor que el de los internados (únicamente entre el 10% al 15% son internados). Por ejemplo en la ciudad de Hermosillo, en el estado norteño de Sonora, de 300 denuncias que se recibieron en la policía en el mes de enero del 2000, únicamente 50 fueron turnadas al Consejo Tutelar para Menores. De éstos únicamente 31 fueron detenidos; el resto de los menores fue amonestado o fueron entregados en custodia familiar. Esto demuestra que los datos del INEGI no constituyen una aproximación real a la magnitud del problema, ya que la institución procesa únicamente la información proveniente de los menores que fueron arrestados o detenidos en algún Consejo o tribunal.
De acuerdo con las estadísticas del gobierno, en el estado de Sonora en 1996 se arrestaron 14, 355 jóvenes entre los 11 y los 18 años, quienes fueron consignados en los tribunales para menores. Estos representan el 6% de la población total de jóvenes en esa entidad (Gobierno del Estado de Sonora, 1998). En el año de 1997 se atendieron 13,833 menores en las delegaciones y/o representaciones del Consejo Tutelar para Menores (Gobierno del Estado de Sonora, 1998). En cuanto a la atención externa, se dio servicio a 22,491 menores en 1997 (Gobierno del Estado de Sonora, 1998). En total fueron atendidos 36,321 menores, los que conforman el 15% de la población total de éstos. Los datos no consideran a los menores que fueron denunciados y entregados a sus padres después de recibir una amonestación, quienes constituyen la mayor parte de los jóvenes infractores. Lo anterior mostraría que un gran porcentaje de la población juvenil (quizá entre el 15% y el 30%) en México se involucra en actividades criminales y esto constituye una preocupación que requiere la comprensión de los determinantes de la antisocialidad juvenil.

Teorías explicativas

Diversas teorías se han cuestionado el origen de la violencia en los humanos. Los filósofos y los investigadores debaten acerca de la naturaleza "noble" o "salvaje" de las personas (Freud, 1930; Lorenz, 1966). Freud y otros psicoanalistas aseguran que la agresión es el producto de un primitivo y poderoso deseo por la muerte al cual ellos llaman Tánatos. Lorenz (1966) argumenta que la violencia es instintiva. Sin embargo, los estudios científicos actuales reportan que las causas de la violencia son múltiples y éstas incluyen factores biológicos, fisiológicos, conductuales, sociales, económicos y políticos (American Psychological Association's Comission on Youth Violence, 1993; National Research Council, 1993; Ollendick, 1996).
Lerner y Galambos (1998) plantean que, de manera consistente con las condiciones individuales y las contextuales, existen factores centrales básicos en la génesis y en el desarrollo de las conductas de riesgo de la criminalidad, sobre las cuales se puede trabajar en prevención. Estos comprenden tres factores individuales y tres contextuales: 1) la edad (la iniciación temprana en una conducta de riesgo en la adolescencia); 2) las expectativas respecto de la escuela y de las calificaciones escolares; 3) conducta(s) general(es), tales como acciones inapropiadas; 4) observar influencias antisociales, ya que muchas veces más allá de los factores individuales los factores contextuales son los que conducen a la generación de conductas de riesgo; 5) las influencias de los padres, particularmente sus estilos autoritarios o permisivos; y 6) las influencias del vecindario.

El modelo ecológico

Bronfenbrenner (1987) propone una perspectiva ecológica del desarrollo de la conducta humana. Esta perspectiva concibe al ambiente ecológico como un conjunto de estructuras seriadas y estructuradas en diferentes niveles, en donde cada uno de esos niveles contiene al otro. Bronfenbrenner denomina a esos niveles el microsistema, el mesosistema, el exosistema y el macrosistema. El microsistema constituye el nivel más inmediato en el que se desarrolla el individuo (usualmente la familia); el mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que la persona en desarrollo participa activamente; al exosistema lo integran contextos más amplios que no incluyen a la persona como sujeto activo; finalmente, al macrosistema lo configuran la cultura y la subcultura en la que se desenvuelve la persona y todos los individuos de su sociedad. Bronfenbrenner (1987) argumenta que la capacidad de formación de un sistema depende de la existencia de las interconexiones sociales entre ese sistema y otros. Todos los niveles del modelo ecológico propuesto dependen unos de otros y, por lo tanto, se requiere de una participación conjunta de los diferentes contextos y de una comunicación entre ellos.
Bronfenbrenner y Ceci (1994) han modificado su teoría original y plantean una nueva concepción del desarrollo humano en su teoría bio-ecológica. Dentro de esta teoría, el desarrollo es concebido como un fenómeno de continuidad y cambio de las características bio-psicológicas de los seres humanos, tanto de los grupos como de los individuos. El elemento crítico de este modelo es la experiencia que incluye no sólo las propiedades objetivas sino también las que son subjetivamente experimentadas por las personas que viven en ese ambiente. Bronfenbrenner y Ceci (1994) argumentan que, en el transcurso de la vida, el desarrollo toma lugar a través de procesos cada vez más complejos en un activo organismo bio-psicológico. Por lo tanto el desarrollo es un proceso que deriva de las características de las personas (incluyendo las genéticas) y del ambiente, tanto el inmediato como el remoto y dentro de una continuidad de cambios que ocurren en éste a través del tiempo. El modelo teórico es referido como un modelo Proceso-Persona-Contexto-Tiempo (PPCT).

Belsky (1980) retomó el modelo original de Bronfenbrenner y lo aplicó al abuso infantil. En la aplicación de Belsky, la familia representaba al microsistema; y el autor argumentaba que en este nivel más interno del modelo se localiza el entorno más inmediato y reducido al que tiene acceso el individuo. El microsistema refiere las relaciones más próximas de la persona y la familia, es el escenario que conforma este contexto inmediato. Éste puede funcionar como un contexto efectivo y positivo de desarrollo humano o puede desempeñar un papel destructivo o disruptor de este desarrollo (Bronfenbrenner, 1987). El mundo de trabajo, el vecindario, las relaciones sociales informales y los servicios constiturían al exosistema, y los valores culturales y los sistemas de creencias se incorporarían en el macrosistema. Como lo mencionábamos, para Belsky (1980) el exosistema es el segundo nivel y está compuesto por la comunidad más próxima después del grupo familiar. Ésta incluye las instituciones mediadoras entre los niveles de la cultura y el individual: la escuela, la iglesia, los medios de comunicación, las instituciones recreativas y los organismos de seguridad. La escuela constituye un lugar preponderante en el ambiente de los jóvenes; ellos permanecen una gran parte de su tiempo en este lugar, el que contribuye a su desarrollo intelectual, emocional y social. El macrosistema comprende el ambiente ecológico que abarca mucho más allá de la situación inmediata que afecta a la persona. Es el contexto más amplio y remite a las formas de organización social, los sistemas de creencias y los estilos de vida que prevalecen en una cultura o subcultura (Belsky, 1980; Bronfenbrenner, 1987). En este nivel se considera que la persona se ve afectada profundamente por hechos en los que la persona ni siquiera está presente. La integración en la sociedad es parte de la aculturación de los individuos a las instituciones convencionales, las normas y las costumbres (Angenent & Man, 1996).

Emery y Laumann-Billings (1998) utilizaron el modelo ecológico para analizar las causas y las consecuencias de las relaciones familiares abusivas y establecieron a la familia como el contexto más inmediato. El contexto ecológico más amplio lo constituyeron las cualidades de la comunidad en las que está inmersa la familia, tales como la pobreza, la ausencia de servicios, la violencia, la desorganización social, la carencia de identidad dentro de sus miembros, y la falta de cohesión en ella. Por su parte, el contexto sociocultural estuvo formado por los valores y las creencias culturales.
En el presente estudio retomamos el modelo ecológico aplicado por Belsky (1980) al abuso infantil. En este modelo, Belsky propone los mismos sistemas que Bronfenbrenner, pero los define de manera diferente. Segun Belsky (1980) las relaciones dentro de la familia constituyen el vínculo más próximo y el sistema más inmediato en el que se desenvuelven los niños, al que denomina microsistema. El barrio y la escuela son contextos importantes para los menores, pero constituyen otro nivel de interacción, al cual llama el exosistema y por último, Belsky considera que la cultura constituye el macrosistema.

jueves, 2 de octubre de 2014

Adolescentes latinoamericanos, aculturación y conducta antisocial. Jorge Sobral Fernández, José Antonio Gómez-Fraguela, Ángeles Luengo, Estrella Romero y Paula Villar Universidad de Santiago de Compostela

El principal objetivo de este estudio es analizar si los estilos de aculturación de Integración, Separación, Asimilación y Marginación propuestos en el modelo de Berry pueden ser replicados en una muestra de adolescentes inmigrantes latinoamericanos que viven en España y examinar la relación de esas estrategias con el nivel de conducta antisocial y abuso de alcohol. Para ello se ha analizado una muestra de 750 adolescentes inmigrantes latinoamericanos escolarizados en diferentes centros de Galicia y Madrid. Los resultados obtenidos confirman la existencia de las cuatro estrategias de aculturación, siendo la integración la más utilizada y la marginación la que menos. En cuanto a la relación de esos estilos con la conducta antisocial y el consumo de alcohol, se observa que es el grupo de adolescentes latinoamericanos que optan por la estrategia de separación los que presentan mayores conductas antisociales y, contrariamente a lo esperado, es el grupo de marginación el que se asocia con menores actos antisociales.

Latin-American adolescents, acculturation and antisocial behavior. The main purposes of this study are: a) To determine whether the acculturation styles proposed by Berry’s model (integration, separation, assimilation and marginalization) can be replicated in a sample of Latin-American immigrant adolescents living in Spain; b) to examine the relationships between acculturation styles and both antisocial behavior and involvement with alcohol. For these purposes, data were collected in a sample of 750 Latin-American immigrants in a number of schools in Galicia and Madrid. Results confi rm the existence of the four acculturation strategies, with integration and marginalization as the most and least used, respectively. With respect to the relationships of these styles with antisocial behavior and alcohol use, it was found that adolescents who use the separation strategy show the highest levels of antisocial behavior; conversely, and contrary to expectations, the marginalization group had the lowest levels of antisocial involvement.

La inmigración es un fenómeno global en las interconectadas sociedades de nuestros días. Su magnitud es tal que implica a cientos de millones de personas en un amplio número de países (Informe Population Report, 2002, de la ONU) y muchos indicadores apuntan que continuará creciendo en un futuro próximo. Grandes multitudes de individuos están y estarán contribuyendo a constituir sociedades cada vez más interculturales, al tiempo que experimentan necesariamente el llamado proceso de «aculturación». Este concepto es un clásico dentro de las ciencias sociales desde que Redfi eld, Linton y Herskovits en 1936 lo propusieran para referirse a los cambios culturales resultantes del contacto directo e intenso entre individuos o grupos con distintas culturas. Desde entonces ha sido ampliamente empleado dentro de las ciencias sociales para referirse a los cambios producidos en colectivos tan diversos como los turistas, los refugiados políticos, los inmigrantes, etc. (Rudmin, 2003; Ward, Bochner y Furnham, 2001).

En el ámbito psicológico, la aculturación se ha convertido en un concepto central para el análisis del fenómeno migratorio. Tanto es así que uno de los modelos psicológicos más ampliamente difundidos, y que probablemente haya generado más investigación sobre la población inmigrante, se centra en este concepto y las estrategias que los individuos adoptan para enfrentarse a tal proceso. Nos estamos refiriendo al modelo de Berry (Berry, 1997; Berry,
Phinney, Sam y Vedder, 2006). Esta aproximación se fundamenta en el balance resultante del supuesto choque entre la cultura de procedencia y la de acogida. Los estudios realizados desde esta perspectiva suelen diferenciar las siguientes «estrategias de aculturación »: 
a) Integración (caracterizada por actitudes positivas hacia ambos contextos culturales, el de origen y el de acogida). El inmigrante parece esforzarse por «normativizarse» en su nuevo entorno, mostrando una disposición actitudinal positiva hacia los inputs que de él proceden; al tiempo que no reniega ni renuncia a las señas de identidad de su contexto de procedencia); 
b) Asimilación (aceptación y predisposición actitudinal positiva hacia el nuevo entorno cultural, acompañada de rechazo, desprecio y/o olvido de las características del de origen); 
c) Separación (cuando se constata un disgusto y/o rechazo ante el entorno de acogida y se acompaña de una cierta exaltación/idealización de la cultura de origen. Podría ser entendido como un patrón reactivo predominantemente «nostálgico»); y, por último, 
d) Marginación (estrategia en la que predominan actitudes negativas hacia ambos entornos culturales).

Estos diferentes estilos de afrontar la experiencia de aculturación han sido puestos en relación con numerosos dominios, tanto del ámbito de la «normalidad» como de la «desviación». En este último destacan aquellos trabajos que han relacionado el proceso de aculturación con dos contextos específi cos: por una parte, el de la conducta antisocial y/o delictiva, y, por otra, el de la psicopatología y sus trastornos. Este ámbito psicopatológico ha sido conectado con la experiencia de la inmigración a través del concepto de «estrés aculturativo» (Bhugra, 2004; Collazos, Qureshi, Antonin y Tomás-Sábado, 2008), en la búsqueda de clarifi car las confusas, y frecuentemente contradictorias, evidencias empíricas disponibles sobre la relación entre la experiencia migratoria y la prevalencia de ciertos trastornos mentales (depresión, ansiedad, esquizofrenia, etc.).

Por lo que se refiere a la conducta transgresora, Gómez-Fraguela, Sobral, Luengo, Romero y Villar (2009), en un estudio realizado con 2.400 adolescentes españoles y latinoamericanos, residentes en Galicia y Madrid, han encontrado menores niveles de conducta antisocial entre inmigrantes que entre nacionales, con la excepción de una mayor tendencia de los primeros a recurrir a la agresión interpersonal en situaciones conflictivas.
En relación a las estrategias de aculturación mencionadas, estudios realizados con adultos han encontrado una relación relativamente consistente entre inmigración y delincuencia en aquellos que se enfrentan a la experiencia aculturativa con el estilo de «Marginación » (desprecio por la cultura de origen y por la de acogida; Berry, 1997; Coatsworth, Maldonado, Molina, Pantin y Szapocnik, 2005). Es necesario recordar que la mayor parte de estos estudios se ha realizado en contextos en los que la necesidad de aprender un nuevo idioma juega un rol fundamental en el desarrollo del proceso de aculturación, convirtiéndose la relación con el idioma en muchos estudios en el principal criterio para determinar la estrategia
de aculturación de un individuo (Marsiglia, Kulis, Wagstaff, Elek y Dran, 2005; Rogler, Cortes y Malgady, 1991; Zarza y Prados, 2007). Así, el obstáculo idiomático es esgrimido con frecuencia como el dominio de aculturación que más fuertemente se relaciona con las dificultades de adaptación de los inmigrantes (Kang, 2006).

En escasas ocasiones se ha analizado este fenómeno en contextos en los que la lengua de la sociedad de origen y de acogida coinciden. También conviene resaltar la escasez de estudios insertos en este marco conceptual realizados con adolescentes. Se ha dedicado mucho esfuerzo a analizar los efectos del choque migratorio-cultural en adultos, y mucho menos en sus hijos. Es muy probable que la experiencia aculturativa tenga matices peculiares en una etapa evolutiva como la adolescencia, donde al estrés asociado con esta etapa vital —transición de la infancia a la adultez— y al incremento de conflictos en el ámbito familiar habría que considerar también el estrés asociado a la transición desde la cultura de origen a la de acogida. Así, parece importante indagar no sólo sobre la aculturación misma de adolescentes en contextos donde no está presente el problema idiomático, sino también sobre la relación de los distintos estilos de afrontamiento de esa experiencia con el nivel de ajuste psicosocial de los menores.

En este trabajo pretendemos: a) comprobar si los estilos de aculturación propuestos por Berry et al. (2006) se producen en adolescentes inmigrantes latinoamericanos en España; b) analizar la prevalencia de los distintos estilos de aculturación en esta población; y c) relacionar las estrategias de aculturación de los inmigrantes latinoamericanos adolescentes con sus niveles de inadaptación analizados a través de la implicación en distintos tipos de conductas antisociales y el consumo de alcohol.

Método
Participantes

La muestra del estudio fue recogida en distintos centros públicos de ESO de las comunidades autónomas de Galicia y Madrid. En Galicia se seleccionaron los 21 centros en los que había mayor número de inmigrantes escolarizados de entre todos los centros de la Comunidad (se revisaron para ello los datos estadísticos proporcionados por la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia). En la Comunidad de Madrid se recogieron datos en nueve centros de tres localidades en las que la presencia de inmigrantes latinoamericanos era muy numerosa. Para este estudio sólo se han considerado aquellos casos en los que, tanto los adolescentes como sus padres y madres, habían nacido en algún país latinoamericano. La muestra final del estudio estuvo compuesta por 750 adolescentes procedentes de 15 países. Los colectivos más numerosos procedían de Ecuador (35% de la muestra) y Colombia (20,5%), seguidos ya a gran distancia por estudiantes procedentes de la República Dominicana (7,5%), Argentina (7,1%), Perú (6,7%), Bolivia (5,9%) y Uruguay (5,2%).
De los 750 casos seleccionados, doscientos setenta y tres estudiaban en los distintos centros educativos de Galicia y los 477 restantes procedían de los centros de Madrid. El 53,4% fueron varones y el 46,6% mujeres, siendo su edad media de 14,3 años (con un rango de edad que oscilaba entre los 11 y los 17 años).

Instrumentos
Para categorizar a los adolescentes inmigrantes según la estrategia de aculturación dominante, utilizamos una versión modifi cada del Cuestionario de Implicación Cultural (BIQ), elaborado por Szapocznik, Kurtines y Fernández (1980). Este autoinforme indaga acerca del grado en que las personas aprecian y disfrutan con toda una serie de aspectos propios de las culturas de origen y acogida (costumbres, músicas, actividades de ocio, medios de comunicación, tradiciones familiares, etc.). La versión original estaba formada por dos subescalas de 21 ítems cada una (atracción por la cultura de origen; atracción por la cultura de acogida). Para este estudio eliminamos aquellos ítems que hacían referencia a cuestiones lingüísticas, utilizando una versión de 15 elementos en cada escala. Los adolescentes debían contestar a esas cuestiones en una escala de cinco alternativas (nada, poco, algo, bastante y mucho). La consistencia interna para las dos escalas fue elevada (α= ,91 para la vinculación con el país de origen y α= ,92 para la vinculación con el país de acogida).
También analizamos el grado en que los adolescentes se identifcaban como españoles o como personas de su país de origen, para lo cual les preguntamos cuánto sentían que tenían en común con un español y cuánto con alguien de su país de origen. La escala de respuestas incluía cinco alternativas (nada, casi nada, poco, bastante y mucho).

Consideramos también el tipo de personas con las que se relacionaban los adolescentes. Les preguntamos sobre la cantidad de amigos que habían nacido en España (ninguno, casi ninguno, algunos, la mitad y todos o casi todos), por el tipo de amigos con los que se relacionaban más frecuentemente en el colegio y fuera de él y por el tipo de personas que solían visitar su hogar. Las alternativas de respuestas en estos casos también se presentaron en una escala de cinco puntos (exclusivamente de otro país, la mayoría de otro país, mitad y mitad, la mayoría españoles, exclusivamente españoles). Con estas cuatro preguntas creamos un índice global sobre la cantidad de amigos españoles. La consistencia interna de esta puntuación fue elevada (α= ,78).
Por último, aplicamos también la Escala de Actitudes hacia la Aculturación (Berry et al., 2006) al efecto de validar los conglomerados de aculturación generados. Esta escala está compuesta por 20 ítems referidos a distintos aspectos de la cultura del país de origen y del de acogida (tradiciones, actividades sociales, amigos, etc.) que se agrupan en cuatro escalas para evaluar las distintas actitudes propuestas por los autores: asimilación, integración, separación y marginación.

Para evaluar la conducta antisocial se utilizó una versión reducida del Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA; Luengo, Otero, Romero, Gómez-Fraguela y Tavares-Filho, 1999). En este instrumento se pregunta acerca de la frecuencia con que, en los
últimos 12 meses, han realizado diversas conductas transgresoras que implican: a) agresiones interpersonales (p.ej., promover peleas con otros); b) vandalismo (p.ej., destrucción intencionada de mobiliario urbano); c) conductas antinormativas (p.ej., pasar la noche fuera de casa sin permiso); d) hurtos (p.ej., en tiendas); y e) problemas relacionados con drogas (p.ej., participar en actos ilegales para conseguir droga y/o trafi car con ella). Las alternativas de respuesta incluyen 4 opciones (nunca, pocas veces - de 1 a 5 veces, bastantes veces - de 5 a 10 o con frecuencia - 10 veces o más).

Finalmente, a partir de cuestionarios empleados en investigaciones previas (Gómez-Fraguela, Fernández, Luengo y Romero, 2008) se seleccionaron una serie de ítems específi cos dirigidos a evaluar el nivel de consumo de alcohol. Concretamente se les preguntó por la frecuencia de consumo en los últimos 30 días (debían responder en una escala con seis alternativas: nunca, una o dos veces, de 3 a 5 veces, de 6 a 10 veces, entre 11 y 20, y 20 o más), por el número de consumiciones que solían tomar cuando bebían y el número de borracheras en el último año.

Procedimiento

La investigación fue presentada a los equipos directivos de los centros educativos seleccionados para explicarles la fi nalidad del estudio y solicitar su colaboración. Todos los centros contactados se mostraron dispuestos a colaborar. Después de solicitar el consentimiento paterno para la participación de los adolescentes en la investigación, se invitó a participar a todos los estudiantes escolarizados en el centro (nativos e inmigrantes). La aplicación de las pruebas se realizó de forma colectiva dentro de las aulas y en el horario escolar durante una sesión de 60 minutos. Las pruebas fueron aplicadas por miembros del equipo de investigación que en todo momento garantizaron el anonimato de las respuestas y la voluntariedad en la participación.

Análisis de datos
Para agrupar a los inmigrantes en función de la estrategia de aculturación adoptada se realizó un análisis de conglomerados (método de Kmedias). Para realizar el análisis se utilizaron las puntuaciones típicas obtenidas en el BIQ, el grado en que se identifcaban como españoles o como personas de su país de origen y el tipo de amigos con los que se relacionaban (Hair, Anderson, Tatham y Black, 1999). Sobre los grupos resultantes se realizaron distintos análisis de varianza para validar los grupos creados y para comprobar si existían diferencias en su nivel de conducta antisocial y el consumo de alcohol. Para todos los análisis estadísticos se utilizó el paquete estadístico SPSS.15.1.