En esta comunicación me propongo plantear algunas cuestiones que, sin duda nos resultaran familiares a todos los profesionales que trabajamos en Clínica infanto-juvenil.
Cuando unos padres llegan a la consulta explicando la situación conflictiva de un hijo y transmiten sus sentimientos, tratamos de mantenernos a una cierta distancia para evitar identificarnos masivamente con la ansiedad que manifiestan, tratamos de ser neutrales, de no tomar partido ni con el hijo del que nos habla, ni con ellos mismos. Intentamos situarnos como observadores y receptores del sufrimiento presente en la demanda para investigar y situar el proceso diagnóstico y terapéutico que se inicia en el primer contacto.
Voy a centrarme en un tipo de conflicto relacional que se manifiesta a través de patrones en los que predominan la violencia, la intolerancia y la incomunicación, es decir, en los que los malos tratos físicos y psíquicos son una constante en la convivencia familiar.
EJEMPLO CLÍNICO.
Los padres de Mario me consultan cuando el niño tiene 2 años 4 meses. Son una pareja joven, con estabilidad económica y social, Mario es único hijo. La madre explica que Mario, es super-nervioso y peleón en extremo, super-agresivo, no saben como tratarlo. En la guardería pega, muerde y tira del pelo a los demás niños sin motivo aparente, no saben como tratarlo, repiten. Evitan reñirle demasiado, también los mimos excesivos, están desconcertados, en el colegio también. Se sienten agobiados y tiranizados. Mario no duerme, puede despertarse diez o doce veces durante la noche, no sirve dejarlo llorar ni quedarse con él.
Provoca y desafía, si le contradicen, se enrabia, se tira al suelo, se golpea la cabeza hasta hacerse daño. La madre llora desconsolada en este momento.
El padre explica que piensan cambiar su lugar de residencia para vivir más cerca del trabajo y poder estar más horas con el niño. Creen que no le gusta la casa en la que viven, tiene un pequeño jardín pero el niño no quiere jugar en él. Tampoco aprecia los juguetes ni se entretiene con nada, de la TV prefiere los programas de niño mayor, los Simpson por ejemplo. La madre dice que si se queda sola con el niño está aterrorizada porque se niega a todo, al baño, a comer, a dormir, no acepta ninguna norma, las noches son una pesadilla, no consiguen llevarlo a la cama; no valen los cuentos; las canciones ni tomarlo en brazos, han llegado a desconectar la luz general de la casa para, con ese pretexto, llevarlo a dormir. Se han ido todos a la cama a las nueve de la noche, han puesto sábanas azul cielo, “dicen que son relajantes...” “la cuna con la cabecera orientada al norte...”
Al colé va en pijama, no quiere vestirse, y cuando se viste no quiere desnudarse, los premios o los castigos no hacen ningún efecto. “... Puede conmigo”..., dice la madre... “Conmigo también”, dice el padre...
La pareja desbordada acaba discutiendo y peleando, sienten que peligra su matrimonio ya que no consiguen estar de acuerdo. Si uno es tolerante, el otro se pone exigente y viceversa... “eso es malo... para el niño y para nosotros...”
Fue un embarazo muy deseado, perfecto hasta el séptimo mes... “Parecía que quería nacer”... “ya empezó a ir a su aire.... sentía que el bebé me presionaba hacia arriba, como si quisiera salir por la boca”....
Nació a los nueve meses con fórceps, la madre tuvo alergia al hilo de sutura y tardó veinte días en reponerse de los puntos. Después una mastitis, “me moría de dolor al darle el pecho”.
El primer baño, a la semana fue un drama, “lo tengo filmado” “no he podido separarme de él, ni un minuto hasta los diez meses que inicia la guardería...” “y aunque Vd. no lo crea era un bebé precioso pero con “cara de malas pulgas”.
El primer año ha sido una tortura..... “yo sudaba... tenía que vestirme con ropa de verano aún en pleno invierno porque quedaba empapada de sudor al estar con el niño... Este año, cuando no puedo más, me voy y lo atiende el padre o la abuela materna, que lo llena de regalos y le consiente todo”.
“A veces puede ser tierno, cariñoso, chulísimo, pero es las menos. El padre tiene más paciencia”... “a mí me sube una rabia terrible por el cuerpo y me siento la madre peor tratada del mundo”....
COMENTARIO.
Cuando me pregunto por qué esta madre se siente “la madre peor tratada del mundo”, pienso que sus sentimientos son certeros ya que entre ella y el hijo existe un desencuentro permanente, no parecen poder encontrarse para darse satisfacción mutua, sino que, la descarga masiva de frustraciones y ansiedades estimula un patrón de relación en el que la DEPENDENCIA se convierte en SOMETIMIENTO, y el sometimiento en TIRANÍA, expresión máxima de la violencia puesto que es una relación unidireccional encaminada a dominar sin alternativas posibles.
La ausencia de alternativas, es decir, de una relación en la que la interacción modula, matiza, “negocia”, crea ese estado de desesperación que describen los padres de Mario: no saben como tratar al niño, no tienen tácticas, están inseguros, dan “palos de ciego”.
Las necesidades del bebé que pueden manifestarse con gran intensidad, al ser recogidas como exigencias, dan lugar a una respuesta airada, irritada, impaciente que lejos de satisfacer y gratificar, estimula la demanda siguiente que ya no tiene espera. En esta escalada de proyecciones, la contención, la “reverie”, la metabolización de ansiedades no encuentra un espacio adecuado, todo lo cual configura ese pequeño o gran drama que llega a la consulta en el que unos padres jóvenes y aparentemente sanos no saben, no pueden comunicarse con ese primer hijo, tan deseado...
ENTREVISTA CON EL NIÑO.
A la siguiente visita vienen los padres con Mario, este en brazos del padre se mantiene algo distante pero no me rechaza.
Después de unos minutos, acepta la caja de juguetes, los mira, los saca y pone algunos encima de la mesa.
Es un niño guapo, normal para su edad, ágil y con un buen nivel de lenguaje, la madre comenta que hoy ha ocurrido algo increíble, ha estado jugando solo un buen rato en casa de unos amigos.
El niño entre tanto se interesa por los animalitos de juguete, por los cacharritos y hace ver que les da de comer. Los padres explican que tiene pasión por los cuchillos, tiene que comer solo, como los mayores con cuchillo y tenedor.
Mario reclama mi atención cuando los padres hablan pero está contenido, el padre comenta que están tratando de negociar con él pero no es fácil, la madre dice que ella no se atreve ni a respirar desde que se levanta hasta que se acuesta por temor a que el niño “se tuerza”.
Mario coge papel y lápiz y me los acerca, pregunto que puedo hacer: “Pinta un caballo”....
Empiezo a dibujar y el con brusquedad hace rayotas encima al tiempo que ríe provocativo, la madre saca un chupete del bolso y lo pone sobre la mesa, el niño me pide que dibuje un caracol, repite lo mismo que antes, con fuerza hace desaparecer mi caracol bajos sus rayotas. El padre algo nervioso dice: “¡que bonito has pintado la luna! la madre dice quizás es un sol, el niño se frota los ojos y la nariz, el padre dice que tiene mocos y trata de sonarle, el niño se niega, “¡tengo sueño!” parece impaciente. Intervengo para llamarle la atención hacia los animalitos tumbados en la mesa diciendo “quizás también tienen sueño”. por un momento se interesa y se tranquiliza, añado que, a veces, no es fácil entender las demandas del niño.
La madre más relajada vuelve a insistir en las dificultades para dormir y en su desesperación cuando el niño se pone furioso y ellos no saben que hacer. A veces no pueden evitar darle un cachete o unos buenos azotes o cuatro gritos, pero el padre se queda destrozado, no soporta la violencia y si le pega, después llora, y no duerme en toda la noche, ella en cambio de momento se queda descansada, “yo era igual de pequeña, rebelde, cabezota, mi madre me trataba con mucha dureza con autoritarismo, ahora con Mario es todo lo contrario, mi padre era más dulce pero hacia respetar los normas, murió hace unos años”.
COMENTARIO SOBRE LA ENTREVISTA CON EL NIÑO.
He recogido solamente algunas de las muchas y diferentes situaciones que se dieron en este primer encuentro con el niño y sus padres.
Mario me pareció mucho más colaborador y contenido de lo que me esperaba. Algo temeroso hacia mi pero no de forma excesiva.
Si le veía con ganas de coger los juguetes, de explorar el entorno sin ser invasivo.
Vi un niño con un buen nivel evolutivo, satisfecho de ser el centro de atención de tres adultos, papá, mama y “la doctora” como dice la madre. Hecho que recoge ésta cuando comenta lo increíble ocurrido hoy, el niño jugando solo en casa de sus amigos.
Cuando el niño me pide que dibuje para garabatear encima, observo, de que diferente manera recogemos o interpretamos los tres adultos, la manifestación del niño. Yo lo recojo como lo que es, unos garabatos, mientras que los padres quizás tratando de contener su frustración o el sentimiento de haber sido agredidos hacen una interpretación negadora e idealizadora “¡que bonito!, es un sol, o una luna”... lo cual de idea de sus temores e inseguridad frente al niño.
También es muy significativo cuando la madre pone el chupete sobre la mesa, pienso que además de ser un movimiento defensivo, delegando en el chupete la contención del posible ataque destructivo, es también una forma de protegerme y de mantener a salvo nuestras capacidades, nuestra integridad.
En las expectativas que surgen al iniciar la relación terapéutica la fantasía de que el niño pueda agredirme moviliza una gran ansiedad, si también me ataca a mi ¿cómo podré ayudarles?.
Por otra parte los padres están desilusionados y angustiados, yo no les voy a creer. Como voy a hacerme cargo del sufrimiento si allí, en ese encuentro lo que tenemos delante es un “niño encantador”.
Como decía al principio todos los que trabajamos con pacientes niños y adolescentes, recibimos con frecuencia el sentimiento de maltrato que experimentan los padres, cuando no
existe una relación placentera con los hijos. Pero aún más, no es extraño atender a una familia que ha acudido a la “autoridad”, comisaría, policía, o servicios de urgencia a causa de una agresión física, amenazas o explosiones violentas de diversa índole. Familias estables, no desestructuradas ni marginales, ya que en familias con una importante patología social, los malos tratos son habituales.
Recuerdo por ejemplo, a una madre que pierde la audición por los golpes, que en un ataque de fobia, le dio su hija de 13 años.
O el caso de Juan un muchacho también de 13 años que a raíz de un cambio de escuela por motivos de un nuevo plan educativo, inicia una conducta de oposición y negativismo similar a la de Mario pero con 13 años.
Juan se niega a ir a la escuela después de haber ido un trimestre y haber sido bien acogido. Cambia sus horarios, duerme de día, de noche ve TV oye música a todo volumen, registra armarios, cajones, vacía la nevera y juega a destrozar objetos personales de los padres y hermana mayor. El ruido molesta a los vecinos que se enemistan con la familia, esta se plantea cambiar de casa, de barrio. Empiezan las denuncias y una escalada de violencia y desesperación que desemboca en una propuesta de separación temporal del hijo, junto con seguimiento y apoyo terapéutico familiar.
Creo que de esta problemática, que se hace explosiva en la adolescencia, se hablará más tarde, por lo que voy a volver al principio, a lo que podría constituir la génesis, los orígenes de la violencia en la organización y estructuración de la personalidad.
Decía anteriormente que me parece de suma importancia la observación y comprensión de una relación en la que la DEPENDENCIA se transforma en SOMETIMIENTO y este a su vez se estructura en forma de TIRANÍA. La madre de Mario explica que el embarazo fue muy deseado, pero a los 7 meses el niño quería nacer y además “presionaba hacia arriba, de tal forma que parecía que fuera a nacer por la boca”.
Pienso que aquí se rompe por primera vez el equilibrio de la DEPENDENCIA en la mente de la madre, el bebé deseado da la impresión de no ser más el bebé dependiente, a quien ella está haciendo crecer y madurar. Al mismo tiempo, ella ya no es más la madre dependiente del bebé que facilita su realización en la maternidad.
En ese momento en la mente de la madre, el bebé podría haberse convertido en un objeto persecutorio que la amenaza con nacer prematuramente, contra la norma, por donde no debe.
Pero hay una experiencia contenedora y el bebé nace a término. Surge la alergia, la mastitis y de nuevo se frustran lasexpectativas de un buen entendimiento, y de gratificación mutua. Aquello que representa un logro en la verificación de las capacidades y competencias en su identidad como madre, se impregnan de ansiedad persecutoria.
Parecería que todo lo que viene del bebé persigue y maltrata: la lactancia, el baño, el contacto sensorial, vestirle, desnudarle, dormirle.... La respuesta defensiva de la madre sería introyectada por el bebé como inseguridad, insuficiencia, confusión... de tal manera que es así como de la DEPENDENCIA pasan al SOMETIMIENTO y de ahí a la TIRANÍA, que transmiten los padres cuando describen al niño feroz que los tiene aterrorizados.
¿Cómo veo yo al niño? Diría que buscando desesperado la contención de su capacidad destructiva y la comprensión de su capacidad amorosa. Buscando un objeto diferenciado de sus proyecciones, que no idealicé por temor a su violencia, es decir que no vea ni soles ni lunas donde hay garabatos, que no corte la luz de toda la casa cuando él tiene que dormir.
Me refiero a un objeto que se mantenga a la suficiente distancia como para poder ser reconocido en su totalidad, que no le facilite realizar sus fantasías. Veo también que tanto en el niño como en los padres hay capacidad de afecto, en la relación hay un intercambio amoroso. En definitiva en la dialéctica interna de Mario se compromete y se ataca la norma, la función, pero no se destruye el objeto. No es un niño psicótico, no se desconecta, no se abandona a un repliegue narcisista, ni al paraíso autista.
Sigue siendo un misterio porqué el ser humano organiza su patología de una determinada manera. Yo diría que el ataque a la norma de Mario, en cuando que selectivo, es un ataque a determinados aspectos del objeto que en definitiva, serían proyecciones de ansiedades muy primitivas disociadas y depositadas en la madre.
Esta, y también por razones “misteriosas”, no puede recogerlas para transformarlas y hacerlas soportables. ¿es que ella misma no ha introyectado una madre suficientemente buena y repite un patrón de relación que le es propio?. ¿Es que el padre más dulce, o el marido que llora, que no soporta la violencia, fallan en su función contenedora, en su rol de “autoridad”?.
Son preguntas de difícil respuesta, que plantean nuevos interrogantes que van surgiendo sucesivamente a lo largo del proceso terapéutico.
En el caso de Mario este proceso acaba de iniciarse, hasta el momento propuse a los padres hacer unas entrevistas exploratorias en las que pudiera observar al niño con objeto de obtener unos datos que ayuden a organizar tanto unas hipótesis diagnosticas, como una propuesta terapéutica.
Respecto el diagnóstico y aún a riesgo de ser esquemática, por el momento, pienso en un conflicto relacional, en un desencuentro afectivo en el que predomina la proyección, la escisión y identificación proyectiva de las ansiedades básicamente persecutorias.
Sería un niño que vive el cambio, la separación, de forma catastrófica y en el que la consiguiente, irrupción de ansiedades claustro y agora-fóbicas darían lugar a esas conductas de oposición irracional, imposibles de soportar para los padres. Y al mismo tiempo sería un niño con capacidad de afecto, “agradecido”, que incorpora buenas experiencias, buenos aspectos del objeto “pero a su aire”.
La propuesta terapéutica se ha centrado, por el momento en unas entrevistas madre, niño y eventualmente con el padre, cuando se lo permite su trabajo.
El objetivo de esta propuesta es facilitar un espacio terapéutico en el que la madre y el niño puedan encontrarse, en el más amplio sentido del termino, facilitándoles un punto de encuentro que permita rehacer la relación introduciendo pautas saludables en lugar de patológicas, para a continuación, evaluar la posibilidad de llevar a cabo un tratamiento psicoterapéutico, explorando también, capacidad de insight, de escuchar, de interesarse por mis indicaciones, así como de la intensidad de la agresividad, evaluando hasta donde puede o no anular la comunicación.
En estas entrevistas he tenido ocasión de ver al niño en “su apogeo”, y a la madre irritada, desorientada culpabilizada y también tierna, cariñosa esforzándose por contenerse y contener la destructividad de ambos, como veremos en el material siguiente:
Mario entra contento en el cuarto de juego, coge la caja de juguetes y la pone sobre la mesa, la madre me explica lo horrible que ha sido el fin de semana, excepto ayer domingo, como si tuviera otro niño, perfecto, encantador, comió solo, jugó con otros niños, en cambio el sábado ella tuvo que tomar un tranquilizante, no podía más, solo pensaba “¿donde podría ir que no estuviera él?”.
Sigue un relato cargado de angustia en que repite una vez más la desesperación ante el oposicionismo del niño. Este hace correr un cochecito por el brazo y respaldo de un sillón al tiempo que reclama mi atención, yo le digo que efectivamente veo que el cochecito corre mucho, añado que, ahora Mario va a un colegio nuevo, eso es difícil pero seguramente esta aprendiendo muchas cosas muy deprisa, la madre confirma que el niño se ha adaptado bien, aunque le cuesta separarse. Tiene curiosidad e interés por el aprendizaje.
Mario coge los cacharritos y un caballo y parece querer darle de comer, la madre sigue hablando, explica que no entiende porque empieza llamándola “mami”, y si no le atiende de inmediato, a continuación la llama Rosi y después ¡María Rosa! con su padre hace igual, “no sabe qué días hemos pasado” todo a la contra, el niño mientras, parece dramatizar cuanto dice la madre, ha cogido un papel, que corta y raja con todas sus fuerzas, utilizando las tijeras con gran destreza.
Yo comento que efectivamente, el niño puede ser muy destructivo, ahora tenemos una buena prueba de ello pero también es capaz de jugar. Comenta después que en algún momento durante el fin de semana no ha podido contenerse y ha llorado de impotencia. Yo entiendo que la madre, de alguna forma identifica en el niño aspectos de su relación con una madre autoritaria que fulmina con solo pronunciar su nombre,
así como también, aspectos de ella misma, de la niña “feroz”. Parece sentirse aterrorizada” “queda empapada de sudor” ante el temor de no ser la madre que ella hubiera querido tener, y poder reparar por tanto al objeto dañado dentro de ella.
El niño excitado dirige las tijeras peligrosamente hacia la ropa y el cuerpo de la madre, esta le reprende y el niño le da una patada, la madre se queja y le amenaza pero a continuación le propone recortar un muñeco, hablamos de que también Mario hace mucho daño, maltrata realmente, cuando le ponen límites, cuando la mamá dice No.
A lo largo de las entrevistas se alternan este tipo de situaciones, se inicia un juego, surge una frustración o una excitación, yo diría que una erotización de la provocación y del dominio que pueden desembocar en una actuación claramente sádica, de sometimiento tiránico, si no se ponen en marcha lo más rápidamente posible recursos alternativos, como sería en este caso el que la misma madre proponga, recortemos en lugar de hacernos pedazos.
La táctica o estrategia que he utilizado hasta el momento, me exige un gran esfuerzo de contención para no identificarme con un objeto permisivo, con disponibilidad ilimitada, o con un objeto autoritario, superyoico..... que en posesión de la verdad dicta las normas a seguir, trato de facilitar que sea la madre quien busque recursos o bien que pueda tolerar actuaciones del niño que aparentemente serían destructivas pero que recogidas desde la creatividad, permiten esquivar la persecución.
Se trata de promover la contención y la comprensión, de que la madre encuentre su propia manera de comunicar con el niño, facilitándole como decía un espacio adecuado para ello.
Un espacio terapéutico en el que se observa al niño, se participa en sus actividades, se señalan aquellos momentos especialmente difíciles, en los que destructividad es manifiesta para ponerlos en contacto con los recursos de ambos para hacerlos frente.
Por el momento no hay demasiados cambios, el niño sigue difícil, dominante y tiránico pero ha dejado de golpearse, llora en lugar de enrabiarse y es más negociador. Los padres se plantean la posibilidad de tener otro hijo, tienen mucho miedo de una “segunda edición”, pero creen que ellos no son los mismos y necesitan, en palabras de la madre, “un niño de paz”. Creo que este es un cambio significativo puesto que de alguna manera Mario empieza a ser en la mente de los padres además de un niño de guerra, también un niño de paz.
CONSIDERACIONES FINALES.
En esta comunicación he querido plantear para su discusión, una experiencia cotidiana, las vivencias de los padres que se sienten agredidos por la destructividad del hijo.
En el ejemplo clínico que presento soy consciente de que el maltrato que sienten los padres se debe en parte a la capacidad agresiva del niño y en parte a sus dificultades para hacerle frente, son padres que no saben que hacer cuando el niño se enrabia, no duerme, no come, o se opone a todo. El peligro es que, a partir de la falta de contención se organicen relaciones con grandes contenidos sadomasoquistas, en las que el niño agrede y los padres aguantan o los padres hacen explotar su ira y el niño se somete. Así una y otra vez ininterrumpidamente.
Por eso considero de suma importancia escuchar a los padres, tomar en consideración sus sentimientos de maltrato para poner en marcha el plan terapéutico adecuado dirigido a romper el circulo vicioso patológico que desemboca muchas veces en rupturas irreversibles, que se reediten en la adolescencia con una violencia extrema.
* Ponencia presentada en el IX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente celebrado en Sevilla del 10 al 12 de noviembre de 1995 bajo el título: “Sufrimiento corporal y desarrollo psíquico: enfermedad y violencia en la infancia”.
** Psicólogo. Psicoanalista Sociedad Española de Psicoanálisis.
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