INTRODUCCIÓN
La
primera parte de este tema habla de las distintas teorías del apego, de su
evaluación y otros trastornos paidopsiquiátricos relacionados con el mismo.
Aquí desarrollaremos los resultados de algunas investigaciones que han
profundizado de forma específica en la posible relación entre las anomalías de
apego y los trastornos de conducta. Existen
bastantes trabajos que relacionan el apego y sus anomalías en la génesis
de los trastornos de conducta, aunque la
mayoría de ellos adolecen de una metodología razonablemente científica. Sin
embargo, se podría afirmar que el apego es fundamental en el desarrollo
afectivo de niño y que, por tanto, la calidad de éste determinará algunos de
los patrones de conducta propios del trastorno disocial.
La
teoría del apego trata de explicar a través del “Modelo Interno Operante (MIO)”
como las interacciones precoces padre/hijo, así como su desarrollo influirían
en las expectativas que el adolescente puede tener del otro como sus
estrategias adaptativas en función de las relaciones precoces a las figuras de apego. Igualmente, nos
ampliaría la comprensión de la génesis del comportamiento social y antisocial.
APEGO
Y CONDUCTA ANTISOCIAL.
Existen
una serie de dimensiones positivas de la conducta parental que están
íntimamente relacionadas con el apego padres/hijos: la sensibilidad, la dulzura,
la capacidad de respuesta y la capacidad de aceptación. De hecho, la calidad
del apego nos dice, de alguna manera, de cómo un niño ha sido tratado. Así Reiss y col (1995) utilizando un
protocolo controlando las variables genéticas de la conducta han demostrado que
el nivel de actitud negativa de los padres frente al hijo predice los
comportamientos antisociales, al margen de la predisposición genética., siendo
otro aspecto muy importante la confusión de límites con inversión de los roles.
Han
sido estas investigaciones las que han puesto de manifiesto que distintas
anomalías en el
apego
pueden estar asociadas con la etiología, con su desarrollo o con el
mantenimiento de los problemas de conducta. De hecho un gran número de
conductas consideradas como precursoras de los trastornos de conducta (las
rabietas, las agresiones, las conductas de oposición, el desafío) podrían ser
estrategias de apego que intentarían llamar la atención o el acercamiento a la figura de apego cunado
éstas se encuentran insensibles a las señales del niño.
Otro
mecanismo que podría explicar los problemas de conducta estaría relacionado con
la forma en cómo se han desarrollado a lo largo del tiempo la percepción, la
cognición y la motivación. De esta forma el apego inseguro puede conducir a
sesgos hostiles en la percepción del otro, dando lugar a reacciones de
agresividad de tipo reactivo. En tanto que el apego seguro daría lugar a
relaciones interpersonales basadas en la confianza.
El
apego juega un rol muy importante en lo que se refiere a la regulación
emocional. Esta regulación, dependiendo del apego, puede se flexible o rígida.
Fonagy y cols (1997) propone que la seguridad en el apego permite y facilita la
capacidad auto-reflexiva y la mentalización que asegura la comprensión intuitiva
de las motivaciones del otro y su predicción. Esto protegería contra los
trastornos de conducta en la medida que el adolescente es capaz de intuir los
sentimientos del otro, generando relaciones empáticas.
Estas
teorías bastantes sugestivas no se han correspondido con los resultados de las
distintas investigaciones de la forma en que se esperaba, aunque si revelan
resultados significativos, aunque modestos.
TIPO
DE APEGO Y TRASTORNOS DE CONDUCTA.
Citaremos
algunas de las investigaciones más relevantes. En principio los estudios
realizados en poblaciones de bajo riesgo los resultados en cuanto a la
asociación entre anomalías del apego y trastornos de conducta han sido poco
relevantes, contrariamente a lo que sucede cuando las investigaciones se han
realizado en poblaciones de riesgo.
El
estudio de Minnesota (Sroufe y cols, 1990) realizado sobre una población de
adolescentes y seguidos hasta la vida adulta puso en evidencia que los hijos de
madres jóvenes, de escasos recursos económicos, aisladas frecuentemente y con
un apego inseguro mostraron menos relaciones satisfactorias con sus iguales y
mayor número de síntomas ansiosos y depresivos.
Las
conductas de tipo externalizante fueron más frecuentes en los adolescentes.
Este hallazgo
es
coherente con la idea de que el apego seguro actuaría como protector, factor de
resiliencia en un medio de alto riesgo y que la inseguridad en apego
contribuiría fuertemente a la presentación de los problemas de conducta. Sin embargo este estudio no fue capaz de
detectar distintas modalidades de inseguridad en el apego y su influencia
específica.
Respecto
al apego desorganizado hay algunas investigaciones que han demostrado su
asociación con los problemas de conducta. En la investigación de Lyons-Ruth y
cols (1993) el 71 % de los niños que presentaron conductas hostiles al mismo tiempo
presentaron un apego
desorganizado
a la edad de 18 meses. La asociación con un CI bajo y un apego desorganizado
predispondría de forma significativa la parición de un trastorno de conducta a
la edad de siete años en la línea del Modelo Multi-riesgo.
Igualmente,
la seguridad del niño predice los problemas de conducta a la edad de 3 a cinco años. El 60% de los
niños clasificado como desorganizados a la edad de 12 meses mostraban niveles
clínico de conductas agresivas frente al 31 % de los niños evitantes, el 28% de
los ambivalente y el 17% de los niños con apego seguro. Un apego desorganizado
a los 12-18 meses predice de forma significativa un problema de conducta de
forma significativa, aunque de forma débil. Es el apego desorganizado el que
origina el mayor problema de regulación emocional y el que muestra una mayor
asociación con los problemas psicológicos (Shaw y Vondra, 1995).
Se
ha demostrado que los niños con un trastorno negativista desafiante presentan
de forma significativa un apego inseguro tanto a la figura paterna como
materna. Sin embargo, el hecho de que un
porcentaje importante de niños con trastornos de conducta presenten un apego
seguro, nos indica que el apego inseguro no es más que un aspecto más de los
implicados en
la
génesis de los trastornos de conducta. Por tanto es importante resaltar que la
“inseguridad” en el apego no es sinónimo de psicopatología.
Los
niños con apego desorganizado si lo comparamos con las demás modalidades d
apego presentarán un repertorio mayor de conductas agresivas, violentas, abusos
sexuales y han estado expuestos con más frecuencia a experiencias terroríficas
a igual que sus padres. Niños sumergidos en la paradoja de necesitar establecer
un apego seguro frente a unos padres maltratantes y desorganizados. En estos
casos se ha dicho que el trastorno de conducta no sería más que una forma de
expresar la necesidad controlar la situación tal como se manifiesta en la edad
escolar: serían niños más controladores y agresivos respecto a sus padres.
Greenberg y cols (1991) estudiaron algunos factores asociados al trastorno
negativi sta desafiante en niños en edad escolar encontrando cuatro dimensiones
que predicen, según su investigación, este trastorno: el temperamento difícil,
estrategias educativas parentales, la adversidad familiar y el apego inseguro.
Ninguna de ellas aisladamente sirven como predictores de riesgo. Cuando un niño
presenta al menos dos o más de estos factores de riesgo se incrementaría en 34
veces más la probabilidad de presentar un TND. Desde el punto de vista
metodológico esta investigación está considerada como muy importante, así como
su defensa de la acumulación de los factores de riesgo en la etiopatogenia de
los trastornos de conducta.
TEORÍA
DEL APEGO Y TRASTORNOS DE CONDUCTA
Según
la investigación de De Vito y cols (2001) lo que mejor predice las conductas
perturbadoras en la infancia es la educ ación excesivamente permisiva y un
apego coercitivo. En definitiva lo que hoy se mantienen es que el tipo de apego
incrementaría el riesgo aunque ni es necesario ni suficiente.
GENÉTICA
DEL APEGO Y LA INTERACCIÓN GENÉTICA-AMBIENTE.
Existen
algunos estudios que relacionan el apego con la genética y su interacción con
el ambiente. Sin embargo los resultados son heterogéneos. Uno de los primeros
fue el realizado por Suomi (1999) en
animales. Afirmaba que la presencia de un alelo del gen transportador de la serotonina
podría estar relacionado, tanto con el apego como una amplia variedad de
problemas psicopatológicos. Pero tal vez el que más interés despertó en la
comunidad científica fue el Lakatos y cols (2002) en donde afirmaban que el
apego desorganizado podría ser la
expresión en algunos casos de anomalía en el receptor DR-D4 de la dopamina. Sin
embargo, estudios posteriores llevados a cabo en muestras más amplias no ha
confirmado este hallazgo.
Las
investigaciones de Caspi y cols (2002) indican que muy probablemente la resiliencia ante el abuso,
el maltrato y la negligencia que presentan algunos niños podría estar
relacionada con la presencia de un alelo específico para la MAO. Otro aspecto
interesante es que parece que la presencia de este alelo solo actuaría como
protector frente a los trastornos disociales y no frente a los trastornos
efectivos derivados del maltrato.
PRÁCTICAS
EDUCATIVAS DE LOS PADRES.
El
conjunto de las prácticas educativas realizadas por los padres, así como sus
actitudes ejercen una gran influencia
sobre la conducta de los hijos. Si bien en todas las familias podemos
encontrar alguno de los factores de riesgo de trastornos disociales, lo que se
demuestra es que éstos son estadísticamente significativos en las familias con
una mayor prevalencia del trastorno. La cuestión es conocer cuales son los
procesos familiares que dan lugar a los trastornos disociales y a la
delincuencia entre sus miembros.
Existe
una investigación que podemos considerar paradigmática acerca de las
causas o factores de riesgo de las
conductas disociales y delincuentes. Fue realizado en Boston entre 1939 y 1950
y aún no ha sido superada la exquisitez de su metodología (Glueck y Glueck,
1950). Se estudiaron a 100 sujetos apareados en dos grupos de 500. un grupo
formado por delincuentes y el que servía como control no podía presentar ni
siquiera absentismo escolar. SE evaluaron con test psicológicos, exploración
física, test de inteligencia, entrevista psicopatológica. Fueron entrevistados
profesores, familia y vecinos,
empresarios, policía y los tribunales. Fueron evaluados a la edad de 25 años y
a los 32. En la segunda evaluación la mortalidad experimental fue bastante
aceptable: en el grupo de delincuentes quedaron 438 y en el grupo control 442.
Los resultados fueron los siguientes:
o
Cambio de domicilio frecuente.
o
Habitan domicilios de peor calidad.
o
Situación económica inestable.
o
Mayor número de divorcios.
o
Ausencia de la figura del padre con más frecuencia.
o
Mayor incidencia de delincuencia entre hermanos.
o
Mayor número de antecedentes psiquiátricos entre los abuelos.
o
Ambiente familiar desordenado.
o
Menos cohesión, solidaridad y fidelidad entre los miembros de la familia.
o
Frecuente indiferencia, rechazo y relaciones poco afectivas entre los miembros
familiares.
o
Escasa disciplina, muy severa o errática.
Estos
resultados han sido ampliamente replicados en otras investigaciones.
Existe
otro modelo explicativo de los trastornos disociales: EL MODELO DE CONTROL
SOCIAL. Según este modelo el delito y la desviación se instalarían cuando el
vínculo del individuo a la sociedad es demasiado débil o no existe en absoluto,
o bien cuando por diversas circunstancias no existe. En vínculo puede ser
expresado, tanto desde una perspectiva formal (policía, autoridad judicial) o
informal como la familia, vecinos, grupo de iguales etc. La hipótesis es
que el contexto estructural de la
familia influencia las formas de control social informal ejercido por la
familia, explicando este control las diversas formas de la delincuencia.
Según
este modelo la influencia de la familia se ejercería a través de la disociación
familiar, el tamaño de la familia, el bajo nivel socioeconómico, el origen
extranjero, los cambios frecuentes de residencia, el trabajo de la madre, la
criminalidad o la alcohol-dependencia en el padre y/o en la madre.
Estas
dimensiones actuarían directamente y
tendrían efectos sobre las variables de control social en la familia. Las
prácticas educativas aparecen como uno de los factores más determinantes y,
especialmente, la supervisión, las disciplina errática, o demasiado estricta.
Estilos
Educativos.
Han
sido clasificados en tres tipos básicos:
Estilo
permisivo: Caracterizado por ser poco
punitivo, deja al niño a regular su actividades como el desee, no se les pide
obediencia, se le anima a que siga su criterio sin restricciones psicológicas
ni conductuales.
Estilo
autoritario: Contrariamente al estilo permisivo, se controla, evalúa el
comportamiento del niño con respecto a unas normas de conducta. La obediencia
es valorada positiva en sí misma. Favorece las medidas punitivas y valora la
autoridad y la tradición como elementos fundamentales de la educación.
Estilo
democrático: Se dirigen las acciones del
niño, aunque de forma racional y hablando con el niño. Al mismo tiempo que se
valora la autonomía se realiza un control firme y reconocimiento de sus
particularidades. Se admite que este estilo es el que mejor predice la
confianza padres/hijos, así como la adaptación social positiva.
Se
han relacionado los anteriores estilos
educativos con diferentes modalidades de
cuidados parentales que estarían especialmente asociados con los problemas de
conducta. Reforzamiento coercitivo o Modelo de Patterson: Episodios de
reforzamiento negativo ante las desobediencias del niño ante las demandas parentales que terminan
recompensándose por dimisiones sucesivas de los padres.
Castigos
excesivamente duros: se encuentran de forma constante como factores de riesgo
de de los problemas de conducta.
Actitud
parental positiva y activa: Se considera que previenen los problemas de
conducta incluso en situaciones de adversidad psicosocial.
Ante
todo sería la ambigüedad y la permisividad los aspectos educativos que más
importancia adquieren en la etiopatogenia de los trastornos de conducta. Para Stormshark
y cols (2000) la conducta oposicionista,
agresiva e hiperactiva, se asociaría a actitudes parentales específicas. Todos los
trastornos de conducta se asociarían a un tipo punitivo de inte racción
entre padres e hijos, las relaciones poco afectivas o calurosas se asociarían a
los trastornos de oposición y desafiantes y las conductas
agresivas, as u vez, se asociarían con conductas agresivas en los padres. De todas formas dos variables aserian las que
se encuentran más asociadas a los problemas de conducta: La implicación de los
padres en las actividades del niño y la supervisión.
BIBLIOGRAFÍA
Fonagy
P; Target M; Steele M et col. Morality,
disruptive behaviour, borderline
personality disorders, crime and their relationship to attachment. In
Attachment and psychopathology. Atkinson L; Zucker D Edit. Guildford Press, New
York 1997: 223- 274.
Lyons-Ruth
K; Alpern L; Repacholi B. Disorganized infant attachment classification and
maternal psychosocial problems as predictors of hostile-aggressive behaviour in
the pre-school classroom. Child Dev. 1993, 64: 572-585.
Reiss
D; Hetherington EM; Plomin R y
cols. Genetics questions for
environmental studies: Differential
parenting and psychopathology in adolescence. Arch Gen Psychiatry 1995, 52: 925-936.
Sroufe LA; Egeland B; Kreutzer T. The fate of early
experience following developmental change: longitudinal approaches to
individual adaptation in childhood. Child Dev 1990, 61: 1363-1373.
Muy buen artículo. Carlos estás interesado en publicarlo en http://horaproductiva.com/ ?? por favor contesta a victor.saavedra@grupoarquetipo.com
ResponderEliminar