Durante las últimas décadas, los procesos de transición demográfica y epidemiológica que han experimentado diversos países, junto a importantes cambios socioculturales, han cambiado el perfil de morbilidad y mortalidad de los adolescentes. Hoy en día, la mayoría de sus problemas de salud son consecuencia de conductas de riesgo (e.g. abuso de sustancias), trayendo como resultante enfermedades de transmisión sexual, accidentes de tránsito, depresión y suicidio1,2. Los cambios descritos han ocurrido en forma paralela a cambios en la estructura familiar tales como aumento de los hogares monoparentales y del número de mujeres que han ingresado en la fuerza laboral, volviendo más vulnerable un importante núcleo protector del adolescente. Lo anterior aparece como relevante, porque en el desarrollo de un adolescente, el contexto social en que se desenvuelve -familia y escuela- son los contextos más influyentes. Al respecto, se ha demostrado que un adecuado funcionamiento familiar es relevante, siendo la disfunción familiar un factor que se asocia a mayor prevalencia de problemas de salud mental en adolescentes, lo que se asocia también con alteración del rendimiento académico, mayor deserción escolar y aumento de la violencia1-7. Lo anterior cobra particular importancia porque la adolescencia es un período de transición en el cual se concretan importantes hitos del desarrollo. La consolidación de la identidad personal, sexual, vocacional, la independencia económica y la conformación de las bases para una posterior relación de pareja estable, objetivos frente a los cuales, el contexto vital del adolescente -familia, escuela, amistades- son un apoyo fundamental. Al respecto, en la literatura especializada se señala que estos tres contextos actúan como factores protectores, sin embargo, en ciertas circunstancias pueden ser un obstáculo, actuando más bien como factores de riesgo8-11. Frente a lo anterior, este trabajo se propuso dos objetivos, determinar la prevalencia de factores y conductas tanto protectoras como de riesgo en adolescentes chilenos, y estudiar la correlación entre la percepción del funcionamiento familiar del adolescente, sus síntomas emocionales y conductas de riesgo. Material y método Sujetos de estudio. Estudio descriptivo transversal realizado entre abril y junio de 2006, en 815 adolescentes entre 7o básico y 4o medio, provenientes de tres establecimientos educacionales de la ciudad de Santiago. Se utilizó la clasificación de Adimark para determinar nivel socioeconómico (NSE), que considera escolaridad y profesión de los padres. Se eligió para el estudio un colegio particular de NSE alto, un colegio particular subvencionado de NSE medio y un colegio municipalizado, de NSE bajo. La participación de los adolescentes en el estudio fue voluntaria, exigiéndose consentimiento informado. Instrumento de evaluación. Cuestionario ECRA (Escala de Conductas de Riesgo en Adolescentes), autoadministrado y confidencial, adaptado del cuestionario "Adolescent Health Survey"3 y validado en Chile12, consistente en 70 preguntas a responder en una hora durante la jornada regular de clases. Las variables incluidas fueron: demográficas, constitución y funcionamiento familiar, situación escolar y laboral de los padres, antecedentes personales y familiares de salud, sexualidad y salud reproductiva, hábitos personales (e.g. consumo de sustancias, actividad física), conductas de riesgo (e.g. violencia física o emocional) y existencia de redes de apoyo. Dirigidamente se interrogó por consumo de sustancias, conductas sexuales, síntomas emocionales y dinámica de comunicación familiar. Al cuestionario se agregó la encuesta "¿Cómo es tu familia?" desarrollada por la Organización Panamericana de la Salud13. A pesar que el instrumento original se aplica a varios miembros de la familia, en este estudio se aplicó solamente a los adolescentes y exploró su percepción acerca de diversas dimensiones de la vida familiar, tales como funcionamiento, comunicación, cohesión y dinámica familiar. Estadística. Los datos registrados fueron tabulados según su distribución de frecuencias. Se calculó prevalencia de cuatro grupos de variables dependientes (consumo de sustancias, síntomas emocionales, dinámica de comunicación familiar y actividad sexual). Posteriormente, se calculó la asociación entre percepciones de disfunción familiar (definida operacionalmente a partir de las percepciones de los estudiantes en función de ausencia de comunicación o cohesión entre los miembros de la familia, ausencia de tiempo para compartir en familia, ausencia de recursos o fuentes de apoyo ante la presencia de dificultades y una mala organización familiar) y las variables dependientes (con excepción de variables del grupo "dinámicas de comunicación familiar") mediante la prueba de chi cuadrado (), expresándose la magnitud del riesgo en términos de odds ratio (OR). Se calculó el riesgo de consumo de sustancias entre adolescentes según el patrón de consumo de sustancias de su padre y madre ( y OR). Se construyeron intervalos de confianza a 95%, considerándose significativo un α menor a 0,05. Los datos fueron tabulados y analizados utilizando el software estadístico SPSS14®. Resultados Un total de 815 adolescentes aceptó responder la encuesta; 56,3% provenientes del colegio de NSE bajo, 27,4% del colegio de NSE alto y 16,3% del colegio de NSE medio. El 50,6% de los estudiantes corresponden a varones, siendo la edad promedio 15,1 ± 1,7 años (rango 10-20). El 14,5% cursaba enseñanza básica (7o y 8o básico) y 85,5% enseñanza media (Io a 4o medio). Consumo de sustancias. La Tabla 1 resume las pre valencias y OR de consumo de sustancias, según sexo. Considerando ambos sexos, la tasa más alta conesponde al consumo de tabaco (36,0%), seguida por el consumo de alcohol (26,6%) y marihuana (24,2%). La prevalencia de consumo de tabaco y alcohol según rangos de edad (menor de 13 años, 13-16 años y mayores de 16 años) fue más alta a edades mayores, siendo para tabaco 13,8%, 32,2% y 50,2% y para alcohol 10,0%, 25,8% y 35,7%, respectivamente. La Tabla 2 resume el OR de consumo de sustancias, según percepción del funcionamiento familiar. Los escolares integrantes de hogares percibidos por los estudiantes como disfuncionales tuvieron riesgo significativamente mayor de consumo de tabaco, marihuana, tranquilizantes, alcohol y cocaína, sin embargo, los dos últimos OR no son estadísticamente significativos. La Tabla 3 resume el OR de consumo de sustancias del adolescente según el consumo de igual sustancia por parte del padre o madre. Los adolescentes cuyos padres consumían tabaco, alcohol o marihuana tenían significativamente más riesgo de consumir dichas sustancias en comparación a los adolescentes cuyos padres no las consumían; similar situación ocurre en el caso de las madres consumidoras. Síntomas emocionales. La Tabla 1 resume las prevalencias y OR de síntomas emocionales, según sexo. En conjunto, 12,9% de los escolares refirió sentirse "triste todo el tiempo", 22,7% "bastante o extremadamente desesperado, descorazonado y sintiendo que nada vale la pena", 70,9% "estable y seguro algunas veces o nunca" y 13,2% "ansioso y preocupado todo el tiempo". Por su parte, 17,2% de los escolares señalaron "no poder controlar su conducta y emociones" todo el tiempo. La Tabla 2 resume el OR de síntomas emocionales, según percepciones de los estudiantes respecto del funcionamiento familiar. El riesgo de presentar la totalidad de las condiciones descritas anteriormente fue significativamente mayor en adolescentes que percibían sus hogares como disfuncionales. Comunicación familiar. El 48,4% de los adolescentes señaló que su padre dedica muy rara vez o nunca tiempo para conversar con él, siendo la conversación satisfactoria "frecuentemente o casi siempre" en 34,4%. Por su parte, 25,6% de los adolescentes señaló que su madre dedica muy rara vez o nunca tiempo para conversar con ellos, siendo la conversación satisfactoria "frecuentemente o casi siempre" en 53,6%. El 58,4% de los adolescentes ha sentido "con poca intensidad o nunca" que hay reglas poco claras en su casa y 12,4% "sienten con mucha intensidad" que sus padres les dan demasiada libertad. Finalmente, 62,5% de los adolescentes compartían con frecuencia o casi siempre algunas comidas junto a su familia y 45,7% realizaban con frecuencia o casi siempre alguna actividad en conjunto. Conducta sexual. El 43,5% de los adolescentes declara haber tenido relaciones sexuales, siendo la prevalencia significativamente mayor en hombres que en mujeres (Tabla 1). Analizando ambos sexos en conjunto, esta prevalencia se asoció en forma directa y significativamente a la edad, alcanzando 14,3% en menores de 13 años, 40,3% entre 13-16 años y 60,8% en mayores de 16 años. Al analizar el grupo de escolares de 14 a 15 años, 55% ya ha iniciado actividad sexual. La Tabla 2 resume el OR de actividad sexual, según percepción de los estudiantes respecto del funcionamiento familiar. El riesgo de haber tenido relaciones sexuales fue significativamente mayor en adolescentes de hogares percibidos como disfuncionales en comparación a hogares percibidos como funcionales. Discusión En estas últimas décadas se ha producido un cambio en el perfil de morbimortalidad de adolescentes, cambios socioculturales y cambios en la familia del adolescente. Es así que se ha producido declinación de las infecciones como causa de mortalidad. Temas que antes no eran relevantes, se han ido incrementando muy silenciosamente, como la mortalidad por injurias no intencionales y sobre todo las relacionadas con accidentes de tránsito, constituyendo la primera causa de mortalidad entre los 15 y 29 años2. Por otra parte está apareciendo con fuerza en sectores adolescentes un aumento de alcoholismo y drogadicción que a menudo se asocia con violencia. El 66,5% de los escolares percibe que sus familias son disfuncionales. Casi la mitad de los escolares implicados en este estudio manifiesta que sus padres no dedican el tiempo adecuado para conversar, además, refieren falta de conocimiento de las actividades de sus hijos, falta de reglas claras en la casa, ausencia de rituales familiares y de actividades conjuntas. Todo lo cual podría estar relacionado con el nivel sociocultural de las familias y el cambio que ha sucedido en las familias chilenas, que impiden una conexión adecuada con los hijos, lo que sumado a distorsiones en las representaciones mentales acerca de la tarea educativa del padre y la madre14 determinarían la presencia de mayores conductas de riesgo en escolares. Tal como ha descrito Blum11, la disponibilidad de tiempo de los padres hacia sus hijos, la presencia de rituales familiares y las actividades compartidas son factores protectores. La presencia de un adecuado vínculo familiar disminuye significativamente la posibilidad de todas las conductas de riesgo en el adolescente, a pesar de la existencia, en el mismo adolescente, de factores de riesgo significativos3,15. Por otra parte, numerosas investigaciones muestran que el consumo de tabaco y alcohol en adolescentes chilenos ha ido en aumento y es cada vez mayor a edades más tempranas16,17. En nuestro estudio, las dos sustancias socialmente aceptadas (tabaco y alcohol) son las que registran mayor prevalencia, existiendo diferencias significativas por sexo. En relación al consumo de tabaco, nuestros resultados concuerdan con lo encontrado por el CONACE, en su Sexto Estudio Nacional de Drogas en escolares chilenos, donde el consumo es mayor en el sexo femenino. En cambio, el consumo de drogas ilícitas como marihuana y cocaína es mayor en escolares de sexo masculino, lo cual también concuerda con lo encontrado por el CONACE16. Por su parte, destaca la alta prevalencia de consumo de tranquilizantes por parte de las mujeres, la cual duplica la de los varones. Los adolescentes que perciben disfuncionales sus familias presentan mayor riesgo de consumir las cinco sustancias analizadas, sin embargo, este riesgo fue significativo únicamente en el caso del tabaco, marihuana y tranquilizantes. Las restricciones sociales acerca de las sustancias consideradas en este estudio, aumenta su riesgo de consumo en adolescentes que perciben sus familias como disfuncionales, siendo el riesgo menor para el alcohol (OR =1,3) y el mayor para la cocaína (OR =2,23). Además, destaca la influencia de los padres como modelos de consumo de sustancias por parte de sus hijos; de hecho, el consumo de tabaco, alcohol y marihuana por parte del padre o de la madre se asocia significativamente a un mayor consumo por parte de los hijos, destacándose el caso de la marihuana, cuyo consumo es cinco veces mayor en adolescentes cuyo padre la consume y seis veces mayor en el caso de ser consumida por la madre. Estos resultados concuerdan con lo señalado por Blum11 en su estudio longitudinal, en el que se comprueba que el ambiente familiar juega un rol importante en adquirir conductas de riesgo o predisponentes para el mismo si existen pobres habilidades interpersonales, baja tolerancia al estrés, baja responsabilidad, evitación de la interacción, problemas de comunicación entre padres e hijos18. Por otra parte, la prevalencia de relaciones sexuales (una o más veces) alcanza casi 50% en varones, siendo significativamente mayor que en mujeres (40%). El riesgo de mantener relaciones sexuales es significativamente superior en hogares percibidos como disfuncionales, en los cuales la prevalencia para ambos sexos alcanza 50%. Es alarmante el hallazgo que en el grupo de escolares de 14 a 15 años, 55% ya ha iniciado actividad sexual, a una edad en que aún no se ha completado el proceso de conformación de su identidad personal, no están psicológicamente maduros aún para establecer una relación de pareja estable y no están capacitados para afrontar las consecuencias de su actividad sexual temprana, como el embarazo, las infecciones de transmisión sexual y las consecuencias emocionales. La prevalencia de los síntomas emocionales analizados es muy variable, destacando el alto porcentaje de adolescentes de ambos sexos que refieren sentirse inestables e inseguros todo el tiempo (62% varones y 79,8% mujeres), seguido del síntoma "sentirse desesperado, descorazonado, sintiendo que nada vale la pena" (19,8% varones y 25,6% mujeres). Con excepción de la capacidad de autocontrol, la prevalencia de todos los síntomas emocionales es mayor en mujeres, duplicando e incluso triplicando la prevalencia de los varones (ansiedad y tristeza, respectivamente). El riesgo de presentar los cinco síntomas emocionales descritos es significativamente superior en familias percibidas como disfuncionales, en comparación a familias percibidas como funcionales. Se encontró una serie de síntomas presentes en escolares chilenos, que pueden corresponder o evolucionar hacia un cuadro depresivo. Llama la atención que 6,1% de los escolares refiere sentirse "extremadamente" desesperado y sin sentido, lo que indica alto riesgo de suicidio en este grupo. Algunos autores han descrito que la identificación de este grupo de adolescentes a través de cuestionarios descreening realizados en establecimientos escolares es una estrategia efectiva en el diagnóstico precoz y manejo adecuado de la población de adolescentes en riesgo de suicidio19. En estudios realizados en Chile, se observan también dificultades de carácter emocional y social, tales como baja autoestima y conductas agresivas que los profesores reconocen en las salas de clase, no obstante no se sienten con la preparación suficiente para trabajar con los estudiantes y con sus familias20. Este estudio cuenta con la limitación del diseño transversal, en que se realiza medición de las variables independientes y dependientes simultáneamente y además, tanto las variables independientes como las conductas evaluadas en los adolescentes resultan de mediciones en los mismos individuos, por lo que puede presentar el fenómeno de causalidad reversa, no pudiendo asignarse con claridad el rol de "causa" y "efecto" a una variable. En conclusión, existe alta prevalencia de síntomas emocionales, percepción de disfunción familiar por parte de los adolescentes participantes en este estudio y conductas de riesgo como consumo de alcohol, drogas y actividad sexual precoz en adolescentes escolares chilenos. La utilización de cuestionarios descreening de síntomas emocionales y conductas de riesgo a nivel escolar, para un diagnóstico precoz e implementación temprana de medidas de prevención y tratamiento a nivel familiar tanto escolar como individual, parece ser una estrategia importante. Todas las conductas de riesgo son más frecuentes en adolescentes provenientes de familias percibidas por ellos como disfuncionales, lo que sugiere la urgencia de promover acciones para fortalecer la familia, un factor protector importante en la prevención de conductas de riesgo en adolescentes. Familia que debe verse apoyada y no cuestionada por el resto de las instituciones y que debe recuperar su papel educativo insustituible en el crecimiento de sus miembros. La intervención no debería centrarse únicamente en los adolescentes, sino debería incorporar un grupo de variables culturales y de calidad de la interacción familiar, que actúan como facilitadores de un desarrollo sano21. Este estudio enfatiza la necesidad inminente de implementar programas y políticas de salud y educación dirigidas a profesionales de salud y educación y la comunidad en general, orientadas al refuerzo de la comunicación y fortalecimiento de lazos en familias con hijos adolescentes. Agradecimientos Agradecemos al Sr. Luis Villarroel, Magíster en Estadística, Departamento de Salud Pública, Pontificia Universidad Católica de Chile, por su valiosa colaboración en la tabulación de los datos y en el análisis estadístico. Referencias 1. Florenzano R. Conductas de riesgo adolescentes y factores protectores. 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1Dirección de Investigación, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Departamentos de2Pediatría y de Salud Pública4; Facultad de Medicina. 3Subdirección de Investigación y Docencia, Facultad de Educación. Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile.2007.
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