México.- A los 15 años Jacinto ya había acumulado un expediente delictivo grave: violó a su hermana y asesinó a su vecino; cuando logró su libertad tras manipular a los jueces del tutelar, se metió en la casa de su última víctima y abrió las llaves de gas. Jorge Luis Ponce, asistente de dirección y coordinador de psiquiatría legal del Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro, de la Secretaría de Salud, explicó que en México el trastorno de la conducta disocial, conocido en el lenguaje popular como sociópata, tiene una prevalencia de entre 1 y 2 por cada 100 niños, y se incrementa en la adolescencia a 5%, con distintos grados de sadismo y violencia.
Hace dos años Jacinto llamó la atención de la psiquiatría mexicana, en cuyo historial, refirió el especialista, se advierte que desde muy pequeño tenía poca sensibilidad hacia el dolor ajeno. “Este niño tenía frecuentes reportes de violencia en la escuela, cuando cumplió 12 años violó a su hermana de sólo seis, y a los 14 mató a su vecino de ocho, antes lo violó, incluso lo torturó”, narró Ponce.
Cuando el especialista interrogó al menor, como parte de un peritaje judicial, éste relataba sus hazañas sin culpabilidad y fríamente, por lo que fue llevado hace dos años a un centro de menores infractores, ahí un psiquiatra de adultos testimonió que había actuado bajo estado psicótico considerando que se drogaba y lo liberaron de inmediato.
Jacinto actuó, aseveró Ponce, con premeditación. Prácticamente, planeó a detalle el asesinato. Se metió al hogar de su vecino alrededor de las cinco de la mañana sabiendo que la casa estaba sola, porque los padres del infante muerto trabajaban en la Central de Abastos. “No tenía motivo de venganza; sin embargo, lo violó, lo apuñaló varias veces en el abdomen y le enterró un desarmador en el ojo, y daba lujo de detalle”.
Una vez que regresó a su casa —abundó Ponce— porque su madre hizo hasta lo imposible para sacarlo de dicho centro, Jacinto se metió a la casa de su última víctima, donde vivía otra familia y abrió las llaves del gas para envenenarlos.
Aunque Jacinto resulta un caso extremo, refleja el grado al que pueden llegar los menores que padecen dicho problema de carácter mental, biológico y social, que no reciben atención médica a tiempo. “Todo empieza desde el jardín de niños, cuando son muy frecuentes las quejas de agresividad hacia otros infantes”, explicó Ponce.
La frecuencia y la intensidad con las que ocurren estos enfrentamientos, aseveró, son una alerta para que los padres entiendan que sus hijos son disfuncionales, que va más que allá de ser un niño travieso. Lo mismo sucede si tienen problemas con la autoridad y no respetan a sus padres, los insultan y son sumamente manipuladores.
“Muchas veces se culpa a los padres de no haber dado una buena crianza... Esto no es necesariamente cierto, ya que en una conducta disocial influyen diversos factores, por ello, hasta en las mejores familias y con los mejores padres hay niños que temperamentalmente son difíciles de tratar, que tienden a ser destructivos y violar constantemente los derechos de terceros mediante agresividad, hurtos, y maltrato”.
Por lo regular, explicó Ponce, el trastorno de la conducta disocial está vinculado con la crueldad hacia los animales. “Desde molestarlos sutilmente hasta propinarles patadas. Hay niños que han quemado gatos y perros vivos”, además, dañan propiedades ajenas, causan incendios, cometen robos y mienten mucho.
Aunque se viva en un hogar disfuncional, puntualizó, los niños pueden tener lo que se llama resiliencia, que es la capacidad de los sujetos para sobreponerse a periodos de dolor emocional y traumas. Esto significa que aunque se tengan padres delincuentes o adictos, es posible ser una persona funcional y honorable en la sociedad.
En el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro se ofrecen terapias farmacológicas y conductuales, en las que se dan herramientas a los niños que cursan con la patología para ser funcionales.
Menores delincuentes
••• La Procuraduría General de Justicia del DF (PGJDF) informó que los actos delictivos cometidos por menores de edad se han incrementado hasta 25% y son los de mayor violencia, como homicidio doloso y calificado, violación, secuestro y lesiones a terceros con armas de fuego o punzocortantes, incluyendo robo en lugares públicos, los que más se cometen por adolescentes de 14 a 17 años.
Jesús Rodríguez, subprocurador de Averiguaciones Previas Centrales de la PGJDF, explicó en entrevista que a pesar de que desde octubre de 2008 desaparecieron en la capital los llamados centros tutelares para menores por “considerarse obsoletos” y porque no cumplían “con estándares internacionales de derechos humanos”, los delitos graves siguen ameritando sentencia de cárcel.
Según la dependencia, de enero a julio de 2010 se contabilizaron 2 mil 885 averiguaciones previas que involucraban a menores de edad en 45 tipos diferentes de delitos (14 considerados de alto impacto), como extorsión, aborto inducido, daño en propiedad ajena, amenazas, fraude y abuso sexual, por citar algunos.
Los hombres son los que más delinquen, con 2 mil 474 averiguaciones previas, frente a 393 de mujeres (en 18 casos no se registró el género) y “las mujeres delinquen porque están ligadas sentimentalmente con un varón en alguna red delictiva”, acotó Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario