Aun cuando desde el Psicoanálisis se tiende a dar primacía al estudio de los factores intrapsíquicos del sujeto, esta disciplina no desconoce la importancia de los factores externos, y por el contrario, tiene en cuenta la compleja articulación de ambos, pues piensa que la subjetividad se estructura a partir de las formas singulares en que cada uno articula a su propia historia aquello que ofrece el medio familiar y social. Es bien sabido que la primera teoría de Freud sobre la constitución del aparato psíquico se refiere a la acción traumática que se ejerce sobre el niño desde la persona del padre, la famosa teoría de la seducción, la cual fue abandonada para dar paso al descubrimiento de la sexualidad infantil y del complejo de Edipo en donde se relativiza la influencia de lo externo para dar primacía a los factores pulsionales del sujeto(2). Sin embargo, para Freud el otro y el vínculo social mantienen una....
(2)Véase Freud, 1896a: 151; Freud, 1896c: 210. Sin embargo Freud también indica que puede tratarse de otro niño y que tal seducción pudiera no ser tan brusca en todos los casos (Freud, 1896a: 152; véase también Laplanche, 1989: 111-112). Al respecto Freud comenta que: “causas internas y ocasiones externas son decisivas para la reaparición de la actividad sexual; en casos de neurosis, ambas pueden colegirse a partir de la conformación de los síntomas y descubrirse con certeza mediante la exploración psicoanalítica. De las causas internas hablaremos más adelante; las ocasiones externas contingentes cobran en esa época una importancia grande y duradera. En primer término se sitúa la influencia de la seducción, que trata prematuramente al niño como objeto sexual y, en circunstancias que no pueden menos que provocarle fuerte impresión, le enseña a conocer la satisfacción de las zonas genitales; secuela de ello es casi siempre la compulsión a renovarla por vía onanista. Semejante influencia puede provenir de adultos o de otros niños; no puedo conceder que en mi ensayo sobre «la etiología de la histeria» (1896c) yo haya sobrestimado su frecuencia o su importancia, si bien es cierto que a la sazón todavía no sabia que individuos que siguieron siendo normales podían haber tenido en su niñez esas mismas vivencias, por lo cual otorgue mayor valor a la seducción que a los factores dados en la constitución y el desarrollo sexuales (véase nota) resulta evidente que no se requiere de la seducción para despertar la vida sexual del niño, y que ese despertar puede producirse también en forma espontánea a partir de causas internas” (Freud,1905c:173).
.....importancia fundamental en la constitución del psiquismo, la subjetividad y la psicopatología.
Así por ejemplo, siguiendo el enfoque postfreudiano denominado como relaciones objétales, sabemos que algunos autores como M. Klein (1930) plantearon que el psiquismo del niño se forma a partir de la introyección de objetos externos vía la construcción de representaciones fantasmáticas sobre la persona de los padres, las llamadas imagos parentales(3). También son conocidas las tesis de J Lacan (1949) sobre la formación del yo en el estadio del espejo, en las cuales pone de manifiesto el hecho de que el yo se configura a partir de una alienación a la imagen especular que le viene de afuera y que debe ser confirmada para el sujeto por la madre que reafirma tal alienación y sienta las bases para los posteriores procesos de identificación imaginaria(4). Así mismo, a partir de los trabajos de Lacan se difunde la tesis de que los elementos simbólicos que permiten configurar la subjetividad y conformar la instancia psíquica del superyó, que permite al sujeto ingresar en la cultura, también vienen desde afuera, desde los padres, pues específicamente el lenguaje y el significante del nombre del padre, entendido como metáfora de la ley, operan por la mediación del discurso de la madre que constituye la primera realidad para el sujeto5. En ese sentido, el psicoanálisis dialoga con disciplinas como la Sociología para pensar la importancia que tiene lo social en el forjamiento de la subjetividad. Por ejemplo, algunos autores como E. Erikson piensan la formación de la identidad en los adolescentes a partir de una compleja relación entre factores externos e internos(6). Del lado de lo interno, habla de la precariedad de la identidad en los jóvenes, derivada de la típica crisis identitaria -propia de este momento de la vida-, que lleva a los adolescentes a ensayar transitoriamente una u otra identidad, mientras que, del lado de lo externo, Erikson señala las posibilidades, (por lo demás escasas) que la cultura ofrece para promover el.....
(3)Véase también Klein, 1937; Klein, 1948.
(4)Véase también Lacan, 1954/55; Lacan, 1956/57.
(5)Vease; Lacan, 1953a; Lacan, 1953b; Lacan, 1956/57; Lacan, 1958b.
(6)Vease; Erikson, 1957; Erikson, 1959; Erikson, 1966; Erikson, 1968.
...logro de una identidad psicosocial e individual aceptada por el colectivo, facilitando o dificultando el ingreso de los jóvenes al orden social más amplio de los adultos(7).
En ese sentido, las tesis de Erikson resultan pertinentes para pensar el problema de la crisis de identidad de los jóvenes en un país como el nuestro, pues es bien sabido que en Colombia las posibilidades de ingreso en lo social para los jóvenes son más reducidas que en los países desarrollados, de suerte que las posibilidades que la cultura Colombiana ofrece para que la juventud adquiera una identidad psicosocial e individual considerada como positiva, también son escasas. Prueba de ello es la desarticulación entre los procesos educativos de infancia y adolescencia –que se basan en ensayos de identidades parciales, el rol de estudiante- y las posibilidades reales de inserción al mundo laboral que permitirían la asunción de una identidad psicosocial e individual positiva y permanente. Esto hace que la típica crisis de identidad en los
jóvenes colombianos sea más crítica, pues ante esta escasez de posibilidades de ingreso en lo social, muchos jóvenes ensayan identidades negativas.
Basta recordar que después de la aparición del fenómeno del narcotráfico se configuran en Colombia subculturas en las cuales la figura del delincuente, y sobre todo la del sicario, constituyo y constituye todavía un rol social que, aunque se lo considera como negativo, sin embargo ofrece posibilidades de asumir una identidad a nuestros jóvenes. No es nada nuevo el decir que ante la falta de oportunidades educativas y laborales que le permitan al joven asumir una identidad, un rol, a través del cual ejerza una profesión y devengue un sustento, muchos jóvenes hayan optado por elegir la identidad del delincuente. Vemos entonces que el problema consistiría en saber por que ante dificultades similares en los procesos de identificación y socialización, algunos jóvenes asumen identidades negativas, mientras que otros persisten en la búsqueda de una identidad positiva, a pesar de la semejanza en los
obstáculos que se les imponen.
Al respecto, el concepto Psicoanalítico de conformacion del delicuente de Erikson (1957) ofrece algunas respuestas, pues con este concepto se introduce una nueva variable en el análisis del problema de la delincuencia.....
(7)Vease; Erikson, 1957; Erikson, 1959; Erikson, 1966; Erikson, 1968.
...juvenil, tal como ha venido siendo planteado, pues este concepto indica que la participación de la cultura en este fenómeno es más compleja de lo que se piensa, ya que su incidencia no se reduce a las escasas posibilidades que ofrece para que los jóvenes puedan asumir una identidad positiva, ni en las ya mencionadas abundantes posibilidades que brinda a la juventud para asumir una identidad negativa, sino que también implica considerar los efectos confirmatorios que tiene la actitud prejuiciada que algunos adultos asumen frente a la temporal elección de una identidad negativa. En otras palabras, si la cultura deja abierta la posibilidad de adoptar una identidad negativa, dejando espacio para la elección individual, el hecho de confirmar al joven en esta identidad, muestra que de todas formas la elección no es totalmente
individual, pues esta resulta sobredeterminada desde la cultura misma. Y es que precisamente lo que muestra el concepto de confirmación del delincuente es que la actitud intolerante e incomprensiva de parte de ciertos sectores de la sociedad frente al ensayo de este tipo de identidades negativas en muchos casos conduce a que los jóvenes queden fijados a esta identidad delincuencial, que en principio solo era de carácter provisional, lo cual posteriormente puede llevar a una decidida elección por este tipo de roles sociales que en adelante constituyen la base de la identidad de muchos jóvenes. Así por ejemplo, quienes han tenido experiencias clínicas con casos de delincuencia juvenil han podido observar frecuentemente que en muchos de ellos se trataba de jóvenes que ante esta crisis identitaria ensayaron transitoriamente una identidad, digamos negativa, la del delincuente, que fue “confirmada” por adultos representativos, reduciendo las posibilidades de abandonar tal identidad negativa para ensayar otras identidades mas positivas que faciliten el ingreso
al orden social.
En ese sentido, y en acuerdo con Erikson (1957) pensamos que es necesario diferenciar entre una identidad delincuencial plenamente asumida y aquella que solo es transitoria , estableciendo que en el primer caso existe una decisión consciente en la elección de la identidad negativa, mientras que en el segundo caso implica una vacilación en la asunción de tal identidad, determinada por la crisis identitaria, de suerte que en el caso por caso, habría que examinar hasta qué punto esa identidad de delincuente está firmemente establecida, o por el contrario, todavía es vacilante e indica solamente un ensayo temporario, con mayores posibilidades de cambio hacia otra identidades más positivas si se quiere. Por ello, pensamos que las instituciones encargadas de realizar programas de intervención psicoterapéutica con
menores infractores deberían tener en consideración estos aspectos para evitar confirmar como delincuentes a aquellos adolescentes que provisionalmente asumen este tipo de identidad. De lo contrario, en vez de promover la responsabilización y reinserción de estos jóvenes a la sociedad se promueve su exclusión, al tiempo que la repetición de los actos delictivos y con ello su inclusión decidida en el mundo criminal, del cual será cada vez más difícil ayudarlo a salir. De igual forma, ante el joven delincuente avezado, que raya en la criminalidad, también cabria cuestionar la actitud que algunos funcionarios encargados de su intervención adoptan frente a este, pues a menudo, dada la evidente tendencia del joven hacia este tipo de conductas, se piensa que este ha establecido firmemente su identidad delincuencial, y entonces los adultos que están a su cargo no se dedican a otra cosa que a confirmarlo por tal vía, aun cuando ello no contribuya para su proceso de responsabilización subjetiva. Desde el psicoanálisis es bien sabido que durante esta etapa de crisis, los sujetos pueden ensayar insistentemente una identidad negativa de este tipo que, sin embargo, luego cede la plaza a una identidad más positiva, que permite el ingreso en lo social y que posteriormente predominara en la vida del sujeto.
En ese orden de ideas, habría que preguntarse por los efectos confirmatorios derivados de la actitud negativa que algunos sectores la sociedad colombiana tiene frente a ciertos sectores de la juventud, próximos a los grupos delincuenciales, pues en no pocos casos dicha actitud hostil frente a estos jóvenes pudiera estar conduciendo a algunos de ellos, precisamente los
que experimentan estas crisis identitarias con menos elementos (internos y externos), por el camino de la delincuencia decidida. Así pues la concepción Psicoanalítica de la delincuencia juvenil, interroga a la concepción jurídica que piensa que no hay diferencia entre el adolescente que ensaya el rol delincuencial y el delincuente declarado. En sentido Erikson (1957) sostiene
que “Mientras estos hechos no sean comprendidos hasta el punto que encuentren su reflejo en la leyes, la ley misma no tiene otra opción que confirmar a muchos delñincuentes por el camino del delito" (p. 563).
Vemos pues que estas reflexiones psicoanalíticas nos permiten analizar el problema de la reinserción de los jóvenes colombianos que pertenecen o pertenecían a grupos delincuenciales organizados, como los llamados combos de sicarios, las guerrillas o los grupos paramilitares. Este tipo de análisis nos lleva a preguntarnos por las consecuencias que se derivaran de la actitud negativa de ciertos sectores de la sociedad Colombiana que no facilita tales procesos de reinserción y en cambio opone fuertes resistencias frente a la posibilidad del cambio de estos jóvenes. Así por ejemplo, es bien sabido que las posibilidades de resocialización que la comunidad puede ofrecer a un sujeto que ha pertenecido a estos grupos son bastante reducidas, en razón de que este sigue siendo visto como el antiguo delincuente y no como un joven con una identidad diferente, de lo que resulta una dificultad para abandonar esa identidad delincuencial pasada, que entonces ahora pareciera ser la única posible, tanto en la perspectiva del joven como de la comunidad. De igual forma, en cuanto a las posibilidades laborales que el sector empresarial podría ofrecer a estos jóvenes, como estrategia para ayudarles a ensayar otras posibles identidades y roles mas acordes con la cultura, se tiene que estas son escasas debido a que estos jóvenes siguen siendo vistos como delincuentes, tal como indicábamos anteriormente, negándoles de ese modo la posibilidad de asumir una identidad ligada a los diversos tipos de trabajo remunerado que podrían desempeñar como paso previo para ser parte de la sociedad.
En este orden de ideas, quisiera señalar un problema específico encontrado específicamente la presidencia de la republica, ha diseñado para promover la empleabilidad en los jóvenes de nuestro país y reducir los índices de delincuencia a partir de la capacitación de estas poblaciones para el desempeño de ciertos oficios. Estos programas, cuyo nombre reservamos, precisamente están diseñados para brindar conocimientos técnicos a los jóvenes para que puedan ser competitivos a la hora de conseguir empleo, con lo cual se entiende que apuntan a promover en los jóvenes la asunción de roles sociales aceptados que les permitirían, no solo ingresar al mundo social de los adultos, para progresivamente transformarse en uno de ellos, sino que al tiempo promoverían el abandono de posibles identidades negativas, como la
delincuencial, que algunos de estos jóvenes habrían asumido en cierto momento de su historia. Sin embargo, al conocer de primera mano la experiencia de trabajo con estos jóvenes pudimos corroborar la tesis psicoanalítica de Erikson (1957) sobre la confirmación del delincuente, que parece estar dificultando el logro del objetivo de brindar posibilidades de resocialización, pues, en algunas de las entidades capacitadoras encargadas de ejecutar estos programas, denominadas como ECAP, es común observar que el personal administrativo y docente frecuentemente asume una actitud negativa, prejuiciada, frente estos jóvenes, debido a que muchos de ellos anteriormente presentaban una condición delincuencial, o en todo caso, hacían parte de procesos de desmovilización, de suerte que en vez de facilitar el abandono de la identidad negativa previa, por el contrario la confirmaban con insistencia.
Inclusive fue muy común observar que el personal de estas instituciones generalizara esta identidad delincuencial a la mayoría de jóvenes que hacían parte del programa, pues a partir de sus prejuicios y estereotipos asociaron a la juventud con la delincuencia, y más específicamente asociaron a la juventud pobre con la criminalidad. De ese modo la estigmatización, la discriminación y el rechazo hacia los jóvenes, redujo notablemente las posibilidades de realizar un verdadero trabajo de mutación identitaria, pues al asumirse una postura prejuiciada frente a ellos se dificulto que estos confiarán en que era posible ensayar otras identidades mas positivas, como las que se ofrecían mediante las capacitaciones, reafirmándose entonces en las identidades negativas previas que intentaban abandonar al asistir al programa.
Basta con considerar las dificultades observadas a la hora de realizar las llamadas “prácticas laborales”, que sirven de puente entre la formación académica y el mundo laboral. En ellas, fue común que el joven terminara en un callejón sin salida, pues tanto la institución capacitadora como algunas agencias de práctica que ofrecían la posibilidad de ensayar esa nueva identidad en la realidad mostraron una actitud de desconfianza frente a su nueva identidad positiva, al tiempo que se lo confirmaba en la negativa. En el caso de la entidad capacitadora que pude conocer, resulto que la mayoría de los jóvenes del programa se mostraron en desacuerdo con el mismo, manifestaron su decepción frente a tal intento de transformación y denunciaron toda una serie de irregularidades, referidas en su mayoría a la actitud negativa y de rechazo por parte de los encargados de la ejecución del programa. Pero mas preocupante aun fue el hecho de que ante sus denuncias estos jóvenes no encontraron respuesta alguna por parte del estado colombiano, de suerte que la impresión que les quedo de estos programas, es la de que en realidad no están diseñados para ayudarlos a ingresar en el mundo adulto con una identidad positiva que facilite el proceso, y en cambio quedaron con la sensación, como dice Erikson (1957), de que “El comite de bienvenida al mundo adulto los ha engañado”(p. 562-65).
En ese sentido, el discurso de estos jóvenes evidencia las nefastas consecuencias derivadas de la actitud prejuiciada y hostil de los supuestos profesionales, que en adelante se presentaba como algo que ellos aprendieron a esperar de parte de la sociedad, anticipándoles futuras confirmaciones delincuenciales a muchos jóvenes que apenas se ensayaban transitoriamente en estas identidades negativas. En ese orden de ideas, consideramos pertinente cuestionar la posición de algunos profesionales que no establecen la diferencia mencionada en este ensayo entre una identidad delincuencial transitoria y la fijación permanente a tal posición transgresora. Y es que como plantea Erikson (1959), si las confirmaciones sociales van cambiando en tiempo y espacio, resulta conveniente pensar en las formas de confirmación positivas o negativas que nuestros jóvenes reciben de sus maestros o las personas encargadas de su
resocialización, sobremanera en problemas de delincuencia juvenil, mas allá de las crisis económicas de una sociedad y de las crisis identitarias de ciertos sectores de la población joven. En síntesis, estas de los jóvenes como delincuentes revelan la importancia de promover un cambio de mentalidad sobre la verdaderamente hagan parte de la sociedad y se sientan como parte de un conjunto mas vasto que los antecede y que les promete un futuro posible (8), lo cual como puede colegirse, no parece aplicar realmente en algunos de los programas diseñados para los jóvenes en nuestro país, pues a menudo dichas
experiencias terminan reproduciendo el fenómeno de la confirmación del delincuente al que aquí hacemos alusión.
Con ello no queremos decir que la delincuencia juvenil en Colombia se deba exclusivamente a tales actitudes confirmatorias de algunos adultos, simplemente queremos señalar su incidencia en el fenómeno, pues de otro modo se diluye su responsabilidad. Es bien sabido que en Colombia, a...
(8)Vease; Erikson, 1957; Erikson, 1959; Erikson, 1966; Erikson, 1968.
....diferencia de otros países, las agrupaciones de jóvenes en barras o pandillas juveniles -que tradicionalmente ofrecían la posibilidad de la identificación y socialización(9)- han derivado en bloques armados de grupos criminales, es decir, grupos organizados para el ejercicio de la violencia a cambio de una remuneración económica. En otras palabras, la agrupación de jóvenes en pandillas ha sido explotada por adultos comerciantes de la muerte, convirtiéndolas en grupos armados a su servicio, de suerte que estas agrupaciones de jóvenes ya no permiten simplemente ensayar una posible identidad y en cambio frecuentemente conducen a una confirmación que puede tener efectos identitarios permanentes.
Llegados a investigadores de las ciencias sociales y de la comunidad en general para que vuelquen su interés sobre los programas que actualmente se desarrollan en nuestro país con la juventud, y examinen la función que estos están cumpliendo, pues como lo hemos señalado en este ensayo, en algunos casos los profesionales que laboran en estos programas no pocas veces incurren en la , con lo cual
se alejan de los objetivos iniciales para los que estos programas fueron pensados. De allí la importancia de que los profesionales de las Ciencias sociales poblaciones, siendo fundamental que realicen sus intervenciones terapéuticas y educativas a partir del ejercicio de su rol profesional y no desde su posición subjetiva personal, que a menudo implica los prejuicios y estereotipos sociales que conducen a asociar la juventud con la criminalidad (Erikson, 1957). No sobra señalar que, si estos programas no cumplen con el objetivo de facilitar el ingreso en el mundo laboral en la población juvenil, no solo existe el riesgo de que se produzca la confirmación del camino delictivo en muchos jóvenes reinsertados, sino que además, se corre el riesgo de que en estos programas se produzca otro fenómeno preocupante, denominado por Erikson (1959) como , en el cual se extienden los limites de dicho periodo hasta abarcar los primeros momentos de la vida adulta. En este fenómeno se posterga la solución de la crisis de identidad de la adolescencia y se obstaculiza el proceso de independizacion de los jóvenes necesario para el ingreso en el círculo social amplio, tal como lo planteaba Freud (1908i) en su....
(9)Vease; Erikson, 1957; Erikson, 1959; Erikson, 1966; Erikson, 1968.
...texto "La novela familiar del Neurotico" . cuando decía que los jóvenes deben aflojar los lazos parentales para independizarse e insertarse en la cultura.
En ese sentido, el concepto de de Erikson (1959) resulta apropiado para estudiar las dificultades mencionadas en estas entidades capacitadoras encargadas de ayudar a nuestros jóvenes a realizar la decisoria transición del mundo adolescente al adulto. Este concepto permite pensar que estos programas estarían diseñados para suplir la función
socializadora que cumplían los antiguos rituales de transición presentes en todas las culturas, pues al transmitir saberes específicos que pueden ser adquiridos por los sujetos, se estarían entregando elementos que permiten desempeñar un rol de adulto en la realidad social de una determinada cultura.
Sin embargo, el hecho de que nuestros jóvenes no encuentren un espacio en el mundo de los adultos para desplegar los saberes adquiridos, con todas las consecuencias nocivas que derivan de tal imposibilidad, nos hace ver que dichos programas a menudo no cumplen tal función de tránsito hacia la adultez. Por ello pensamos que estos programas deben ser objeto de consideración por parte de los investigadores, de manera que a partir de sus estudios surjan propuestas de intervención más acordes a la realidad de los jóvenes de nuestro país.
Con ello, no queremos decir que estos programas no apunten hacia el logro de objetivos positivos, lo que queremos indicar es que en el camino hacia la consecución de dichos logros a menudo se pierde el horizonte y se termina precisamente yendo en contra de tales propósitos, en razón la confusión de rol personal, asociado a los prejuicios que llevan a confirmar a los jóvenes por el camino delincuencial, y el rol profesional. Es claro entonces que lo que pretendemos es que tales programas sean ejecutados conforme a los objetivos para los que fueron diseñados, de modo que los prejuicios de algunos funcionarios adultos, que actúan en el sentido de una confirmación negativa, no sigan obstaculizando la difícil tarea de ayudar a nuestros jóvenes a asumir identidades más fecundas para ellos mismos y para la sociedad.
(10)Al respecto es interesante observar como Lacan (1953a) encuentra una correspondencia entre los mitos de la cultura y los mitos individuales de los neuróticos, en los cuales se retoman
elementos de la propia historia de los padres para configurar la propia subjetividad, tal como se observa en el famoso caso del hombre de las ratas analizado por Freud (1909d).
Por lo demás, no queremos dejar de señalar que el psicoanálisis no solo piensa que en este fenómeno intervienen las variables mencionadas, referidas a la crisis de identidad de los jóvenes y su relación con las posibilidades positivas y negativas que la cultura ofrece para asumir una identidad, así como el nexo posterior que se establece con la posible confirmación de uno u otro rol por parte de la sociedad, sino que además el Psicoanálisis toma en consideración las inclinaciones propias de todo sujeto hacia la trasgresión de las normas11, inclinación relacionada con el aspecto mas pulsional del ser humano que, aunque no se deja dominar totalmente por la razón, de una u otra forma puede ser inhibido por la influencia de la cultura12. Sin embargo, en esta ocasión lo que nos interesaba destacar era el problema de la confirmación del delincuente que, como mostramos, actualmente se presenta en los programas diseñados para la población juvenil de los sectores de escasos recursos en Colombia.
Para finalizar invitamos a los aquí presentes para que asistan a la presentación de otro ensayo en la jornada de la noche, en el cual nos ocuparemos de establecer una articulación de las teorías psicoanalíticas de Erikson sobre la delincuencia juvenil que aquí hemos presentado y las tesis de algunos psicoanalistas lacanianos como José Ramón Ubieto acerca de la adolescencia y la criminalidad. Como verán es posible establecer puntos de convergencia entre estos enfoques psicoanalíticos a pesar de la divergencia conceptual y teórica.
REFERENCIAS
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¿Erikson, E. (1959) La adolescencia tardía. En:Un modo de ver las cosas.Fondo de de cultura económica. México. p. 564-573.
Erikson, E. (1966) Observaciones sobre la “identidad mas general”. En:Un modo de ver las cosas. Fondo de cultura Económica. México.
Erikson, E. (1968) La identidad psicosocial. En:Un m odo de v er las cosas. Fondo de Cultura económica. México. p. 600-608.
Freud, S. (1896a) La herencia y la etiología de las neurosis. En:Obras Completas Amorrortu Editores. Tomo III.
(11)Vease Freud, 1929d; Klein, 1927.
(12)Vease Freud, 1929d.
Freud, S. (1896c)la etiologia de la Histeria. Obras Completas. Amorrortu. Editores. Tomo III.
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Klein, M. (1930) La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo. En:Obras completas, contribuciones al psicoanalisis. Buenos Aires Paidós. 2. P. 209-221.
Klein, M. (1937) Amor, odio y reparación. En:Obras completas, Envidia, gratitud y otros.Buenos Aires. Paidós. 6. p. 101-171.
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colaboración del autor y de Juan David Nasio), México. Siglo XXI. p. 11-20.
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Laplanche, J. (1989) Aires. Amorrortu.
Revista Electrónica de Psicología Social «Poiésis»
ISSN 16920945
Nº 20 – Diciembre de 2010
Buena disertación Dr. Uribe, otro punto de vista psicoanalítico poco explorado actualmente debido al apogeo de la doctrina del Nombre-del-Padre. Gracias.
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