Introducción
En la actualidad, ya nadie parece poner en duda que gran parte de la vida social de los adolescentes transcurre en el ámbito de los grupos y, muy especialmente, en el de los grupos de amigos. Prueba de ello, es que el tiempo que los jóvenes comparten con sus amigos se incrementa notablemente en la adolescencia, al igual que el número y el tipo de actividades que comparten con ellos (Rutter, Giller y Hagell, 2000; Youniss y Smollar, 1985). Sin embargo, todavía existen algunos temas en torno a los grupos de amistad que son objeto de debate. Uno de ellos es el referido a las interacciones afectivas (apoyo, vinculación, ayuda, etc.) en los grupos de amistad y, en concreto, a la cuestión de si el afecto juega un papel importante en la influencia que el grupo ejerce sobre la conducta de los adolescentes, específicamente, a la hora de abordar su posible papel en la etiología de la desviación.
Los grupos de amigos han sido definidos consistentemente como contextos en los que predomina la confianza, la ayuda mutua y, en general, el afecto (Mitzel, 2005). Sin embargo, existen hallazgos que relacionan el afecto a los iguales con la desviación (Engels y Bogt, 2001) y otros que consideran el apoyo a los iguales convencionales como un factor protector más que como un factor de riesgo de la desviación juvenil (Kiesner, Cadinu, Poulin y Bucci, 2002). Esta contradicción se refleja también en los principales modelos teóricos de la desviación juvenil.
Desde las teorías que enfatizan el papel del grupo de amigos como contexto de socialización de la delincuencia, y en concreto, desde la teorías de la Asociación Diferencial (Sutherland, 1939; Sutherland y Cressey, 1974) y el Aprendizaje Social (Akers, 1977, 2006), se asume que la pertenencia a un grupo de iguales desviado es uno de los principales factores de riesgo de la desviación juvenil, y que es necesario que exista afecto en las interacciones grupales para que el grupo de amigos actúe, efectivamente, como un contexto de aprendizaje de conductas. Por el contrario, desde las teorías en las que el papel de los iguales desviados no se plantea como crucial y, específicamente, desde la Teoría del Control Social de Hirschi (1969), se considera que el grupo desviado no tiene un impacto muy relevante en la explicación de la desviación juvenil, debido, precisamente, a que los grupos de adolescentes que se implican en conductas desviadas se caracterizan por la inexistencia de relaciones afectivas cálidas y por la presencia de conflictos. Por ello, en este modelo teórico se postula que los grupos que inciden en la desviación, disminuyendo su probabilidad, son los grupos convencionales.
Es decir, en ambos modelos subyace la idea de que los contextos influyentes con respecto a la probabilidad de que se produzca o no desviación serán aquellos caracterizados por la existencia de afecto y apoyo; sin embargo, se diferencian en el hecho de que los grupos desviados son definidos como carentes de vinculaciones afectivas por la Teoría de Hirschi (1969), y como entornos en los que necesariamente debe existir afecto para que se produzca influencia en las teorías de la Asociación Diferencial y el Aprendizaje Social.
Las investigaciones previas que han analizado el papel del afecto en la desviación juvenil, aunque proporcionan mayor apoyo a la idea de que puede existir afecto en los grupos de amistad adolescente, se impliquen o no en actividades desviadas (Baerveldt, Van Rossem, Vermande y Weerman, 2004; Giordano, Cernkovich y Pugh, 1986), no han sido del todo concluyentes con respecto a si este afecto juega o no un papel relevante en la génesis de la desviación.
Otra de las cuestiones todavía no del todo definidas en la investigación previa, es la que hace referencia a la presencia de conflicto y violencia en los grupos de amistad. Existen evidencias de que los grupos de amigos no sólo se caracterizan por el apoyo y el afecto, sino que en ellos es muy frecuente la presencia de conflicto (ej.: Berndt y Perry, 1987; Berndt, 1996). Sin embargo, planteamientos como el de la Teoría del Control Social parecen indicar que la existencia de alto conflicto es incompatible con la presencia de afecto. En todo caso, lo cierto es que el papel del conflicto grupal sobre la implicación del grupo en la desviación no ha sido muy analizado. Por ello, este estudio pretende explorar cuál es la relación entre los patrones de afecto y conflicto en los grupos de amistad, así como su efecto sobre la probabilidad de que los miembros del grupo se impliquen en conductas desviadas.
Además, y dado que la literatura previa tiende a indicar que el tipo de relación que el joven establece con sus iguales guarda una relación importante con las características de la interacción en el entorno familiar (Claes, Lacourse, Ercolani, Pierro, Leone y Presaghi, 2005; Dishion, Patterson, Stoolmiller y Skinner, 1991), complementaremos el estudio de estas dinámicas grupales con el análisis de uno los factores familiares más estudiados en relación a la desviación juvenil: el vínculo afectivo establecido entre los adolescentes y sus padres.
Por último, pretendemos abordar el análisis de estas variables teniendo en cuenta la variable sexo/género. De hecho, es muy posible que la temática del afecto, así como su relación con la violencia y la desviación juvenil, no puedan ser adecuadamente comprendidas sin tener en cuenta esta variable. En este sentido, la literatura señala que los grupos de las mujeres se caracterizan por la existencia de relaciones más cálidas y afectuosas y por niveles más bajos de conflicto que los grupos de los chicos (Bank y Hansford, 2000; Chu, 2005; Martin y Fabes, 2001), de manera que las agrupaciones de amistad de las chicas podrían actuar más como un factor protector que como un factor de riesgo de la conducta violenta y desviada, mientras que para los varones, los grupos de amistad, podrían actuar, en mayor medida, como un factor de riesgo para la violencia y la desviación.
Método Muestra
La muestra del estudio estaba compuesta por 251 adolescentes, 119 hombres (47.4%) y 132 mujeres (52.6%) de edades comprendidas entre los 12 y los 17 años ( =14.13). Los adolescentes eran estudiantes de cuatro centros públicos de Educación Secundaria Obligatoria de la provincia de A Coruña (Galicia). Dos de los centros seleccionados pertenecían a zonas del ámbito rural (48.2% de la muestra) y dos al ámbito urbano (51.8% de la muestra).
Variables e instrumentos
Calidad de la relación y apoyo grupal y familiar. Se elaboraron una serie de ítems con el objetivo de recoger información sobre la calidad de las relaciones afectivas que el adolescente mantiene con sus amigos (¿cómo dirías que es la relación con tus amigos?), y con cada uno de los padres (¿cómo dirías que es la relación con tu padre/tu madre?). El formato de respuesta tipo Likert, de cinco puntos, permite categorizar la relación desde Muy mala a Muy buena. Se evaluó, además, el apoyo que el adolescente percibe recibir de sus amigos (¿te sientes apoyado/a por tus amigos?), y de sus padres (¿te sientes apoyado/a por tu padre/tu madre?). En este caso las categorías de respuesta oscilan de Mucho a Nada.
Afecto y ayuda grupal. Se utilizaron dos ítems con un formato de respuesta tipo Likert (con un rango de respuestas que abarcan desde Mucho a Nada) para analizar: a) el afecto que el adolescente percibe de sus amistades (¿crees que tus amigos te aprecian?); y, b) el afecto que siente hacia sus amigos (¿aprecias a tus amigos?). Además, se utilizaron once ítems para medir la frecuencia con la que los jóvenes buscan la ayuda de sus amigos en la realización de distintas actividades (¿con qué frecuencia recurres a tus amigos para que te ayuden en…?). Las respuestas, en formato Likert, reflejan la frecuencia de realización de cada actividad (desde Siempre a Nunca). Para obtener un índice global de la ayuda solicitada a los amigos se sumaron las puntuaciones obtenidas en los once ítems.
Conflicto y violencia grupal. Para medir las estrategias de resolución de conflictos en el grupo de amigos, se tomaron las tres escalas de la Parent-Child Conflict Tactics Scale (CTSP-C; Straus, 1979; Straus,
1998). En concreto, se hizo una readaptación de los ítems de sus tres dimensiones para ser usados en un contexto de relaciones grupales. La utilización de este cuestionario para evaluar estrategias de resolución de conflictos en contextos de grupo ha mostrado ser adecuada en trabajos anteriores (ej.: Rodríguez y Mirón, 2008; Soares, 2005). La primera de sus escalas, la Escala de Razonamiento consta de tres ítems y evalúa las Estrategias no Violentas de resolución de conflictos (la discusión calmada del problema; comprensión de los puntos de vista de la contraparte; y búsqueda de ayuda en terceras personas). Por su parte, la segunda escala, llamada de Agresión Psicológica, consta de cinco ítems y evalúa estrategias de resolución de conflictos que implican la utilización de Violencia Emocional (insultos, negativas de conversación, retirada con rabia del lugar de la discusión, amenazas de violencia y destrozo de objetos en presencia de otros). Finalmente, la tercera escala, la de Maltrato Físico (con cuatro ítems), evalúa la frecuencia de utilización de estrategias de Violencia Física ante un conflicto (como golpear con un objeto al compañero de grupo, empujarlo, zarandearlo, y propinarle una paliza).
Actividades no convencionales en grupo. Con el fin de analizar las actividades desviadas que los adolescentes llevan a cabo junto a su grupo de amigos se utilizó un conjunto de ítems referidos a: 1) conductas que causan daño a otros: agresiones a personas ajenas al grupo (ej.: pelearse con otros grupos) y robos (ej: robar cosas); y 2) conductas de consumo de drogas legales (ej.: fumar tabaco) e ilegales (ej.: consumir drogas ilegales). El formato de respuesta, cuyas opciones oscilan entre Nunca y Muy frecuentemente, permite reflejar la frecuencia de realización de cada actividad. Para calcular un índice global de estas actividades no convencionales ejecutadas en grupo se sumaron, por una parte, las puntuaciones obtenidas en los ítems referidos a robo y agresiones (conductas que causan daño a otros); y, por otra, los referidos a consumo de drogas.
Resultados
Comparación entre las puntuaciones medias (Prueba t de Student) de los hombres y las mujeres en las variables del estudio Dado que uno de nuestros objetivos es el de determinar en qué medida los patrones de afecto, conflicto y desviación se ven afectados por la variable sexo/género, hemos realizado en primer lugar un análisis de comparación de las puntuaciones medias de los adolescentes varones y mujeres en las variables del estudio. Los resultados obtenidos permiten constatar la existencia de diferencias significativas entre ellos en afecto, violencia y conducta desviada. Calidad de la relación grupal y familiar. Las mujeres perciben una relación de mayor calidad con sus iguales que los varones (t= 1.97; p ≤ 05). En cuanto a las interacciones con la familia, los datos señalan que. hombres y mujeres tienen una relación afectiva similar con la madre, pero no así con el padre. Los chicos manifiestan mantener una relación significativamente más afectuosa con su padre (t= 2.53; p ≤ .05). Apoyo grupal y familiar. No se observan diferencias en el apoyo que hombres y mujeres reciben de los amigos, ni tampoco con respecto al que reciben de la madre; sin embargo, sí hay diferencias en cuanto al apoyo del padre, siendo los varones los que manifiestan recibir más apoyo de él (t= 2.17; p ≤ .05).
Afecto y ayuda grupal.
Las chicas sienten más afecto hacia sus amistades (t= 3.70; p ≤ .001) y demandan con mayor frecuencia su ayuda (t= 4.83; p ≤ .001). No se observan, sin embargo, diferencias significativas entre hombres y mujeres en el afecto que perciben recibir de ellos.
Conflicto y violencia grupal.
No se aprecian diferencias significativas en cuanto a la utilización de estrategias no violentas, ni de estrategias de violencia emocional entre hombres y mujeres. Pero sí existen diferencias significativas en cuanto a la utilización de violencia física para enfrentarse a los conflictos grupales, siendo los hombres los que la utilizan con mayor frecuencia (t= 2.55; p ≤ .05).
Actividades no convencionales en grupo. Se observan también diferencias significativas en la frecuencia de implicación en actividades desviadas que causan daño a otros, siendo los hombres los que indican realizar en mayor medida conductas de agresión y robo (t= 1.93; p ≤ 05). Sin embargo, las conductas de consumo de drogas no establecen.
Diferencias significativas entre hombres y mujeres.
Es decir, estos resultados tienden a confirmar que los contextos grupales de las adolescentes están más caracterizados por el afecto y existe en ellos menor violencia física que en los grupos de los adolescentes varones. También encontramos, de acuerdo con la literatura previa, una mayor implicación de los varones en las conductas desviadas que causan daño a otros (agresión y robo); aunque con respecto a las conductas de consumo (conductas autolesivas) se observa una tendencia a la equiparación entre adolescentes de uno y otro género.
Análisis de Correlación
A continuación, y con el objetivo de esclarecer la asociación entre las variables afectivas, el conflicto y la desviación grupal, realizamos una serie de análisis de correlación, considerando por separado las submuestras de hombres y mujeres.
Análisis de Correlación entre las variables afectivas y las estrategias de resolución de conflictos para la muestra de hombres.
La utilización de estrategias no violentas, para los chicos, se asocia significativa y positivamente con el apoyo de los iguales (r = .189, p ≤ 05), y con el apoyo del padre (r= .223, p ≤ .05) y de la madre (r= .280, p. ≤ .01).
La violencia emocional se asocia significativa y negativamente con el afecto hacia el grupo (r= -.243, p≤ .01), el apoyo de los iguales (r= -.170, p ≤ .06), y el apoyo del padre (r= -.295, p ≤ .01) y la madre (r = -.231, p≤ 05), así como también con la calidad de la relación que el adolescente. mantiene con su padre (r= -.243, p≤ .01) y con su madre (r= -.190, p ≤ .(05.
La violencia física es la estrategia de resolución de conflictos que muestra una relación más consistente con el afecto grupal y familiar. La probabilidad de emplearla como método de enfrentar los conflictos con los iguales se asocia negativa y significativamente con todos los indicadores de afecto, grupal y familiar, utilizados en este trabajo (los coeficientes de correlación se sitúan entre .19 y .34).
Estos datos indican que es el afecto familiar el que guarda una mayor relación con la probabilidad de que los adolescentes utilicen estrategias violentas versus no violentas en la resolución de los conflictos en sus grupos de amigos. La existencia de afecto y apoyo de los padres se asocia con la resolución no violenta de los conflictos, mientras que la ausencia de tales relaciones afectivas se vincula con la utilización de violencia, emocional y física, dentro del grupo. Sin embargo, el afecto grupal también se vincula, al menos para los varones, con una menor probabilidad de violencia, sobre todo de violencia física; por su parte, el apoyo grupal se vincula con la probabilidad de utilizar las tres estrategias de resolución de conflictos.
Análisis de Correlación entre las variables afectivas y las estrategias de resolución de conflictos para la muestra de mujeres.
Las estrategias no violentas de resolución de conflictos se asocian positiva y significativamente con el apoyo de los iguales (r= .206, p ≤ .(05) y con la ayuda de éstos (r= .242, p ≤ .01.
Las estrategias de violencia emocional se asocian negativa y significativamente con la calidad de relación con el grupo (r= -.188, p ≤ .05) y con la calidad de la relación con el padre (r= -.194, p ≤ .05) y el apoyo recibido de la madre (r= -.161, p ≤ .06).
Las estrategias de violencia física muestran asociación significativa, y negativa, sólo con variables afectivas del ámbito familiar: la calidad de relación con el padre (r= -.210, p ≤ .05) y el apoyo recibido del padre (r = -.162, p ≤ .06). Es decir, los resultados obtenidos en la sub-muestra de mujeres coinciden con los obtenidos para los varones en el sentido de que el afecto familiar incrementa la probabilidad de elegir estrategias no violentas de resolución de conflictos y disminuye la probabilidad de elegir estrategias de violencia emocional. Sin embargo, en el caso de las mujeres, el afecto grupal (calidad de relación con los iguales) se asocia con la violencia emocional, pero no con la violencia física. Los datos referidos a la ausencia de asociaciones significativas con violencia física tal vez son debidos a la escasa incidencia de este tipo de violencia en los grupos de las mujeres.
Análisis de Correlación entre las variables de afecto y conflicto, y la desviación grupal, para las muestras de varones y mujeres
Se reflejan los datos referidos a la relación entre las variables afectivas (grupales y familiares) y el conflicto grupal, y las conductas no convencionales, tanto para la muestra de hombres como para la de mujeres. Estos datos indican que:
Las conductas de agresión y robo en grupo de los adolescentes varones se asocian significativa y positivamente con la violencia intragrupal, tanto emocional (r= .297, p ≤ .001), como física (r= .387, p ≤ .001). Además, estas conductas desviadas se asocian significativa y negativamente con la calidad de la relación con el padre (r= -.239, p ≤ .01) y con el apoyo recibido de éste (r= -.219, p ≤ .06). La única variable de afecto grupal que muestra alguna relación (roza la significación estadística) con la desviación es el afecto hacia el grupo (r=-.169, p ≤ .06); las restantes variables de afecto y apoyo grupal no se asocian con la desviación que causa daño a otros.
Las conductas de consumo de drogas de los varones, sólo se relacionan significativa y positivamente con la presencia de violencia física en el contexto grupal (r= .213, p ≤ .05). Es decir, entre los varones la característica grupal más vinculada a la realización de conductas desviadas es la presencia de violencia en las interacciones, antes que la calidad de la interacción afectiva. El afecto/apoyo familiar sí resulta relevante, al menos con respecto a la probabilidad de implicarse en conductas que causan daño a otros.
Las conductas de agresión y robo de las mujeres se asocian, al igual que ocurría para los varones, con la presencia de violencia en el grupo: en concreto, la correlación es negativa y significativa con las estrategias no violentas (r= -.173, p ≤ .05), y positiva y significativa con la violencia emocional (r= .301, p ≤ .001) y la violencia física (r= .405, p ≤ 001). También se observa relación, negativa y significativa, entre estas.
conductas y la calidad de relación con el padre (r= -.200, p ≤ .05), y el apoyo recibido tanto del padre (r= -.165, p ≤ .06) como de la madre (r= - 174, p ≤ .05); es decir, con las variables de afecto familiar. De nuevo, al. igual que ocurría para los varones, las variables de afecto grupal no muestran relación significativa con este tipo de desviación de las mujeres.
Las conductas de consumo de drogas de las mujeres, sin embargo, sí muestran correlaciones significativas con el afecto grupal. En concreto, estas conductas se asocian positiva y significativamente con la calidad de la relación con los amigos (r= .222, p ≤ .05), el afecto (r=.214, p ≤ ≥ 05), el apoyo (r=.223, p ≤ .05), y la ayuda recibida de éstos (r=.239, p. 01). Es decir, este es el único resultado de este trabajo en el que observamos con claridad que la vinculación afectiva con los iguales puede.
actuar incrementando la probabilidad de que los adolescentes se impliquen en conducta desviada junto con los amigos. Por otra parte, también se encuentran correlaciones, en este caso significativas y negativas, entre el consumo de drogas y las variables de afecto familiar, en concreto, la calidad de la relación mantenida con la madre (r= -.212, p ≤ ,05) y el padre (r= -.197, p ≤ .05), y con el apoyo recibido de ambos.
tanto de la madre (r= -.282, p ≤ .001), como del padre (r= -.264, p ≤ .01).
Es decir, el afecto hacia los padres disminuiría la probabilidad de implicarse en consumo de drogas, mientras el afecto hacia los iguales parece actuar incrementando esta posibilidad. La violencia grupal no muestra, para las mujeres, ninguna relación significativa con el consumo de drogas en grupo. Así, cabría señalar que la conducta grupal más vinculada con la probabilidad de implicarse en conductas desviadas que causan daño a otros es, tanto para las mujeres como para los varones, la presencia de violencia entre los miembros del grupo; mientras que el papel del afecto grupal no resulta muy relevante en esta relación. Sin embargo, con respecto a las conductas de consumo de drogas, la presencia de violencia continúa siendo la variable más relevante en el caso de los hombres, pero no para las mujeres: para ellas el consumo de drogas es más probable cuando existe una fuerte vinculación afectiva con el grupo, y una débil vinculación afectiva con los padres.
Discusión
El principal objetivo de este trabajo era examinar el impacto de los vínculos afectivos en el grupo de amigos, en concreto, analizar su relación tanto con la presencia de violencia intra-grupal, como con la probabilidad de que el grupo se implique en actividades desviadas.
Respecto a la primera cuestión, los resultados indican que el afecto grupal no muestra, en general, una relación consistente con la probabilidad de que el grupo resuelva sus conflictos utilizando estrategias violentas. En este sentido, es más clara la asociación que se observa entre la ausencia de vinculación afectiva en la familia y la preferencia por estrategias de violencia emocional y física para enfrentarse a los conflictos grupales. Sin embargo, sí se observa una excepción, y es que, para los adolescentes varones, la existencia de una buena relación afectiva con el grupo se asocia con una menor probabilidad de violencia, sobre todo
de violencia física.
A este respecto, nuestros datos, coincidiendo con los de la literatura anterior, indican que los contextos grupales de los varones presentan mayor incidencia de episodios de agresión física que los de las mujeres, es decir, que los varones emplean la agresión física significativamente más que las mujeres a la hora de resolver sus desacuerdos grupales.
Por el contrario, observamos que las mujeres manifiestan mantener una mejor relación con sus amigos, sienten más afecto hacia ellos, y se sienten más apoyadas por el grupo, que los varones. Estos resultados se corresponden con los de otros estudios (ej.: Maccoby, 2002; Martin y Fabes, 2001; Toldos, 2005) en los que también se observa que las en los grupos de varones es más común la comunicación brusca, la amenaza y la agresión, mientras que las mujeres adolescentes pertenecen a grupos en los que la agresión física es menos tolerada, y en los que las interacciones tienen una mayor intensidad afectiva.
Aunque estos datos podrían ser interpretados en el sentido de que el conflicto y el afecto se excluyen mutuamente, conviene recordar que las puntuaciones medias en afecto grupal son elevadas, también en el caso de los varones, aún cuando resulten más bajas que las observadas para las mujeres. En todo caso, un cierto nivel de afecto y apoyo parece estar presente, en general, en los grupos de iguales de ambos géneros.
Por lo que respecta a la relación del afecto con la conducta desviada, en general, los datos de este trabajo indican que la implicación en este tipo de actividades parece vincularse, sobre todo, con la ausencia de afecto familiar, antes que con la ausencia de afecto entre los amigos.
En este sentido, nuestros datos, coincidiendo con la mayor parte de la literatura anterior (Dishion, Poulin y Burraston, 2001; Claes et al., 2005; Pires y Jenkins, 2007), señalan que no disponer de una buena relación con los padres aumenta la probabilidad de que hombres y mujeres incurran en actividades no convencionales en grupo. Este tipo de conductas incluyen, en el caso de los hombres, robos y agresiones, y en el de las mujeres, además, consumo de drogas legales e ilegales.
Sin embargo, los resultados de este estudio revelan también alguna vinculación entre el afecto grupal y la conducta desviada. En concreto, este trabajo señala una relación positiva entre el afecto y la conducta de consumo de drogas, en el caso de las mujeres. En este sentido, parece que la existencia de cierta vinculación afectiva con amigos (consumidores) hace más probable el consumo de las chicas, al menos cuando están con esos amigos. Cabría pensar que, dado que para las mujeres las relaciones interpersonales se basan, prioritariamente, en la consecución de un fuerte vínculo afectivo, será para ellas más evidente la relación entre afecto e influencia, en cualquier contexto, incluido el grupo de amigos.
Se constata, además, en nuestros datos, el patrón tradicional según el cual las conductas desviadas más severas son significativamente más frecuentes entre los varones (Bennett, Farrington y Huesmann, 2005; Fagan, Van Horn, Hawkins y Arthur, 2007), mientras las mujeres incrementan la realización de las formas menos severas de conducta desviada, en especial la que supone un daño hacia uno mismo antes que un daño a otros.
Por otra parte, nuestros datos podrían sugerir una posible relación indirecta entre afecto grupal y desviación, a través de su relación con el conflicto grupal. En concreto, este trabajo, consistentemente con la literatura anterior (ej.: Capaldi, Dishion, Stoolmiller y Yoerger, 2001; Dishion, Andrews y Crosby, 1995), indica que la existencia de violencia intra-grupal (física y/o emocional) se relaciona con la conducta desviada en grupo tanto de hombres como de mujeres. Por lo que, si el afecto en grupo disminuye la violencia, y la violencia hace más probable la desviación en grupo, cabría plantear que el afecto, al reducir el uso de la violencia entre los miembros del grupo, pueda estar incidiendo indirectamente en la desviación, disminuyendo su probabilidad. Este es un aspecto que debería ser investigado en trabajos posteriores, con un tamaño muestral mayor, que permita la utilización de análisis estadísticos causales.
De cualquier manera, los resultados del presente trabajo tienden a indicar que, en general, la relación directa entre afecto y desviación no se produce de manera consistente, por lo que es difícil interpretar estos datos como apoyo de alguno de los modelos teóricos mencionados al inicio. Se observa una relación negativa entre afecto y violencia, pero sólo para los varones. Este dato tendería a confirmar los planteamientos de Hisrchi en el sentido de que las relaciones afectivas son relaciones bajas en conflicto, y también el hecho de que los adolescentes que se implican en desviación son aquellos en cuyos grupos existe violencia.
Sin embargo, el afecto no se vincula en todos los casos con la ausencia de violencia, lo que implica que puede estar presente en los grupos de amistad en general y, tal vez, como sugieren las teorías de la Asociación Diferencial y del Aprendizaje Social, que un determinado nivel de afecto sea una condición necesaria para que se produzca influencia.
En todo caso, es importante señalar que tal vez la controversia sobre el tema de la relevancia del afecto en relación a la desviación de los jóvenes podría comenzar a aclararse en la medida que se tenga más en cuenta la variable sexo/género. En los trabajos clásicos en el área se utilizaban fundamentalmente, muestras de varones. Sin embargo, nuestro trabajo tiende a indicar que, aunque chicos y chicas mantienen relaciones afectivas de cierta intensidad con sus amigos, los chicos parecen tener más dificultades para manifestar el afecto en sus grupos de referencia, o para percibir sus relaciones de amistad en los mismos términos de intensidad afectiva que las mujeres, y es posible que este hecho esté detrás de la dificultad de determinar si es o no necesario el afecto para que se produzca la influencia de los amigos desviados sobre la propia conducta.
Finalmente, también sería interesante analizar la relación entre las dinámicas grupales y la desviación, partiendo no sólo de índices globales sino también de indicadores más específicos de desviación, dado que, de acuerdo con nuestros datos, las vinculaciones encontradas entre el afecto y el conflicto grupal y la conducta no convencional de los jóvenes pueden diferir en función del tipo de conducta desviada analizada. Veíamos, por ejemplo, como las conductas que causan daño a otros (agresión y robo) son más probables en aquellos grupos en los que es habitual el uso de la violencia, tanto en el caso de las mujeres como en el de los varones. Sin embargo, las conductas relacionadas con el consumo de drogas presentan un patrón de relaciones diferente. La presencia de violencia es una variable importante, pero sólo en el caso de los hombres. Para las mujeres, la conducta de consumo se relaciona con un fuerte vínculo con los amigos y una débil vinculación familiar.
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