jueves, 30 de septiembre de 2010

SOCIOPATÍA INFANTO JUVENIL Y PSICOTERAPIA ASISTIDA CON ANIMALES. Isabel Salama. Felipe Lleras

DEFINICIÓN
La concepción moderna de psicopatía es el resultado de muchos años de observación,  investigaciones y especulaciones clínicas. Buscaba distinguir a las personas que sin encajar en los cuadros de enfermedad mental ya delineados, exhiben una sintomatología que corresponde hoy a los denominados "trastornos de la personalidad". La personalidad psicopática, en su estudio a lo largo de la historia de la psiquiatría, recibió  varias denominaciones. Prichard (1835) fue el primero en usar el término "insania  moral" en su intento de clasificar a los sujetos caracterizados por una falta de sentido ético y de sentimientos, sin que se pudiera apreciar en ellos ni locura ni incapacidad intelectual. Desde entonces, diferentes nombres se aplicaron buscando definir esas personas con ausencia de remordimientos o culpa, negación de su responsabilidad, propensión a violar normas sociales y tendencia a la violencia, entre otros comportamientos.
Su estudio muestra un hecho esencial y es que a pesar de planteamientos diferentes basados en las distintas orientaciones, la observación clínica fue mostrando un hecho común a todos ellos, como la existencia de individuos que sin ser enfermos mentales propiamente determinados, tampoco son individuos absolutamente normales. Sujetos en que no suele reconocerse alteraciones intelectuales ni sintomatología psicótica característica, sino que su centra en rasgos peculiares y de conducta.

En la actualidad, sustantivos que se usaron como manía, locura sin delirio, locura de los degenerados, locura moral, etc., han sido reemplazados por el de trastorno antisocial de la personalidad en términos de clasificación psiquiátrica. Mas aún existe confusión nosológica entre los términos trastorno antisocial y psicopatía. Por la conducta antisocial, como punto de intersección entre ambos diagnósticos. No es fácil estudiar este trastorno porque se mezclan los conceptos de criminalidad, sociopatía y trastorno antisocial de la personalidad.

Hasta el siglo XIX se utilizaron términos distintos del de psicopatía, pero que significaron el planteamiento básico y que posteriormente serían conceptualizados. Lo esencial de estas primeras concepciones fue señalar la existencia de individuos con graves defectos de la personalidad y conductas antisociales, sin que se observaran daños intelectuales o sintomatología de enfermedad mental (alucinaciones o delirios). El término psicopático como adjetivo aparece por primera vez en el trabajo de Koch (1891) como "inferioridades psicopáticas", pero aún considerando, al igual que la abundante literatura de observaciones de los psiquiatras europeos,
  la psicopatía como un defecto congénito en la capacidad de refrenar la inmediata satisfacción de los deseos,  y no como la consideramos hoy en día: una deformación del carácter de las personas por las circunstancias externas, en especial, desde luego, las de crianza. Se le abona a  Kraepelin que no obstante refirirse aún a los "moralmente insanos" ya en 1887 ofreciera una lista de siete subtipos de psicopático: el excitable, el inestable, el impulsivo, el excén trico, los mentirosos y estafadores, los antisociales y los penden cieros.
La nueva concepción como trastorno que obedece a causas no innatas, parte de los escritos de Birnbaum en Alemania (1914) que usan ya con propiedad el término "psicopático", y alcanzó su mayor consistencia y aceptación general con la formulación de Kart Schneider “de las "personalidades psicopáticas" (1923).

Algunas de las referencias anteriores están anotadas por el psiquiatra chileno Claudio Naranjo,  en “Carácter y Neurosis” (Editorial La Llave, Vitoria-Gasteiz), cuya primera edición en inglés es de 1994, y que es precisamente nuestro marco clínico de referencia para lo que subyace en el fondo de cualquier estilo de personalidad y que para todas las personas hace una impronta de neurosis, en una gama muy amplia de calidad y cantidad.  Una gama que va desde los estados patológicos propiamente establecidos e identificados,  a las limitaciones que no afectan mucho la funcionalidad y adaptabilidad de las personas a sus experiencias de vida que son absolutamente individuales, únicas. Si que ello quiera decir que las personas "sanas" hayan realizado todo su potencial para manejar su supervivencia y su vitalidad, para manifestar los frutos del amor y discernir con la mayor claridad mental qué le conviene y compete, y qué no.
En este libro, "demasiado docto para ser fácil" como advierte él mismo en su prólogo, Claudio Naranjo  ensambló con erudicción y solvencia, el conocimiento previo sobre los trastornos de personalidad más o menos descritos y diferenciados en el Manual diagnóstico y estadístico de los transtornos mentales de la American Psychiatric Association, DSM (versión III) con el trabajo original del boliviano Óscar Ichazo, un filósofo autodidacto que presentó, en 1969, en el Instituto de Psicología Aplicada de Santiago de Chile, el Eneagrama de la Personalidad, un modelo de nueve estilos básicos para cualquier personalidad, que ha sido descrito como "una síntesis genial de la filosofía griega clásica y lo que se llama desde Huxley filosofía perenne, inscrita sobre un teorema de Pitágoras".

Para lo que nos compete en esta presentación, breve y sin mayores pretensiones de exhaustividad, la distinción subtipológica de Kraepelin es importante porque existe aún la tendencia de tomar como sinónimos los terminos trastorno psicopático de la personalidad, con el muy específico trastorno antisocial de la personalidad.
 Dos de las etapas más importantes del desarrollo humano a lo largo del ciclo vital, lo constituyen la pubertad y la adolescencia.
La primera representa el periodo más destacado para el acontecimiento de los cambios fisiológicos, endocrinos, neurológicos, psicológicos y anatómicos que experimentan los organismos humanos entre los 10 y 13 años de edad. Mientras que la segunda categoría hace referencia a un periodo del desarrollo de mayor complejidad en los distintos niveles de organización del ser humano. A diferencia del período infantil, donde ocurren cambios relativamente tan acelerados como los observados durante la primera infancia, en la adolescencia se configuran patrones más establecidos del funcionamiento mental futuro. La presencia de fenómenos bio-psico-sociales de elevada intensidad en cada una de las esferas del comportamiento de los adolescentes, origina movimientos de procesamiento cognitivo y afectivo que conducen a mayores niveles de integración y complejidad en la organización de la personalidad.

Operaciones de naturaleza defensiva y relacional son reorganizadas para dar paso a la emergencia de una estructura yoicatendiente hacia la estabilidad, la adaptación, la revisión de los propios contenidos que la integra (gracias a la capacidad cognitiva del pensamiento formal), y el desempeño de nuevos guiones y roles de comportamiento iniciados con las conductas de prueba y ensayo en situaciones sociales normativamente controladas (como clubes, escuelas, grupos de pares y la familia) para un posterior desenvolvimiento social en la vida adulta.
Psicológicamente, el adolescente experimenta sentimientos inconscientes de ambivalencia respecto a los cambios y transformaciones que le acontecen. Renunciar al
estatus de niño, con todas las ganancias que supone esta etapa, para aceptar el desafío de enfrentar nuevos roles con demandas jamás experimentadas, empleando un cuerpo que sufre modificaciones consistentes, representa uno de los principales retos en esta etapa.

Es importante distinguir un aspecto crucial en la concepción de la adolescencia, y es su eminente contenido sociológico y cultural. Desde las ciencias sociales, la adolescencia ha sido concebida como una representación social del ejercicio de un conjunto de conductas culturalmente normadas, valoradas y funcionales para un entorno sociocultural específico, en el que los infantes han sido socializados con la finalidad de entrenarse para un desempeño futuro exitoso, o para transitar en el menor tiempo posible hacia el mundo de los adultos.

El carácter socio-antropológico de esta categoría, queda demostrado con la no existencia de esta etapa en algunas culturas tradicionales; o por lo menos, con la ausencia de comportamientos característicos de esta etapa, evidente en las sociedades
occidentales, aunque, para algunos investigadores, se trate solamente de diferencias en la expresión de contenidos sustancialmente comunes y representativos de este periodo del desarrollo humano.
En tal sentido, podríamos decir que existen características universales en el funcionamiento psicológico durante el periodo de vida comprendido entre los 13 y 18 años de edad, aproximadamente, y dentro de un rango inferior y superior máximo que
puede llegar hasta los 10 y 20 años de edad respectivamente.

Así, observamos: la adquisición de la capacidad de procrear, el cambio del pensamiento concreto hacia el abstracto, permitiendo la capacidad de realizar operaciones lógicas y juicios morales complejos, la aparición del pensamiento consecuencial, la planificación del comportamiento dirigido hacia el futuro a través de la vocación y el desarrollo de metas de vida (Herrera, 2002).
En medio de todos estos cambios y transformaciones, la tarea principal que debe realizar el adolescente es construir la propia identidad, es decir, establecer un sentido de mismidad y continuidad psíquica a través del tiempo (Erikson, 1980). Los nuevos retos que debe enfrentar un adolescente incluyen incorporar los cambios físicos a un nuevo esquema corporal, utilizar nuevas habilidades cognitivas para la introspección y relación con otros e instrumentalizarlas con el fin de formular un proyecto de vida que le permita responder a las nuevas exigencias sociales.

Una tarea importante a nivel del ajuste o la adaptación del comportamiento adolescente, es el control de los impulsos y el empleo adaptativo de los mecanismos de defensa que en esta etapa de la vida son “organizados”. Ambos constituyen criterios importantes al momento de hablar de salud mental entre esta población, por ser considerados importantes predictores evolutivos de un adecuado funcionamiento social, particularmente respecto al manejo de las relaciones interpersonales, la capacidad para postergar la gratificación y planificar la conducta, y el riesgo de incurrir en conductas delincuentes.
Los cambios a nivel de la personalidad, se ubican en los dominios de los rasgos de naturaleza educativa y cultural, antes que entre aquellos influenciados por el temperamento, como la introversión, la extraversión, el nivel de impulsividad y la estabilidad emocional, cuyo carácter es fundamentalmente constitucional. De este modo, podríamos pensar que también la personalidad sufre transformaciones importantes, mientras que otros aspectos del dominio psicológico quedan estables, especialmente frente aquellos componentes referidos a la socialización, el aprendizaje social y la influencia vincular, que serán sensibles a posteriores transformaciones a lo largo del ciclo de vida.
Otra importante tarea del adolescente, consiste en construir su autonomía; para ello, es común y hasta saludable, el distanciamiento “temporal” (del día a día) de los padres con el fin de encontrar nuevos objetos de identificación y amor, así como cuestionarse a las figuras de autoridad y cuestionar el statu quo. Su mundo social se amplía, y a las relaciones con lo pares se suma a la búsqueda de integrar sexualidad e intimidad (Carvajal, 1993).

Todos estos fenómenos se insertan en una serie de intercambios entre el adolescente y su ambiente. Los psicólogos del desarrollo coinciden al proponer una visión ecológica para el estudio de la adolescencia (Silbersein y Todt, 1992). Según ellos, el desarrollo se debe a la influencia de múltiples niveles contextuales y de organización familiar, a las modificaciones en las relaciones de intercambio entre el adolescente y su medio, y a las diferencias individuales.
Finalmente, también existe consenso en dividir el periodo adolescente en tres etapas, aunque los limites cronológicos de cada una son relativos, pues los límites están planteados por las tareas evolutivas o del desarrollo 3 características de cada fase encontradas por el adolescente, antes que por su edad (Carvajal, 1993).
La primera fase, la adolescencia puberal, se caracteriza por los cambios físicos que exigen el reacomodo de la imagen corporal y la integración de los impulsos sexuales. En la adolescencia nuclear o intermedia, el desarrollo cognitivo y moral conduce a la revisión de los valores. Es la etapa en que ocurre el distanciamiento de los padres –necesario para afirmar la propia autonomía- y del crecimiento de otras relaciones. Finalmente, durante la adolescencia juvenil se producen elecciones laborales y vocacionales, y el futuro cobra mayor importancia a través de la construcción de un proyecto de vida personal.

Tradicionalmente la adolescencia ha sido vista como una etapa de alta vulnerabilidad y cambios complejos a distintos niveles de organización que facilitan la condición social de población en riesgo; cuando existen también enormes capacidades potenciales y aptitudes que en muchos casos no logran cristalizarse ante la falta de oportunidades ofrecidas por el contexto de desarrollo y que llevan a los adolescentes a producir oportunidades y espacios donde pueden poner a prueba sus capacidadesconfirmar su identidadprocurarse alternativas de desarrollo que su entorno es incapaz de proveerle.
Una interrogante importante al momento de discutir las causas y las características del comportamiento sociopático entre los adolescentes versa en la comprensión de su significado. Sería definir: qué significa transgredir las leyes, que motivaciones o necesidades están detrás del “delito” o conducta delictiva realizado por adolescentes.
Al respecto, la psicología ha identificado caminos distintos que conducen a la infracción penal. Por un lado, los diagnósticos en psicopatología  establecen diferencias entre los perfiles del delincuente juvenil, desde el modelo de la personalidad antisocial, la psicopatía y la sociopatía; mientras que la psicología del desarrollo plantea las causas desde las deficiencias en el desarrollo de la moral, el empleo de estrategias desadaptativas de afrontamiento hacia el estrés y el aprendizaje de conductas delincuenciales como instrumentos para sobrevivir frente a la adversidad, la marginalidad, la exclusión social, la pobreza, así como diferentes traumas de índole psicológica y familiar en diferentes momentos evolutivos en cualquier entorno social.

Podemos tratar definir conducta antisocial, aunque no necesariamente toda conducta antisocial es calificada como delictiva.
Angenent y De Mann (1996) definen la conducta antisocial como aquellas actividades que en términos de las normas y costumbres se consideran indeseables o incluso inaceptables por la sociedad.
Hay autores concluyen que definen a la delincuencia juvenil como un trastorno del comportamiento penado por la ley.
En lo concerniente a factores externos se ha aludido con frecuencia a los valores de la comunidad. Así mismo, el tipo de vecindario en que se vive y el estrato socioeconómico
de pertenencia son índices predictores del comportamiento.

Entre los factores interpersonales debemos mencionar tres especialmente importantes: familia, escuela y grupos de pares. Con respecto a la familia se han identificado factores estructurales como el tamaño, trabajo de las madres, el orden de nacimiento y la ausencia de uno de los progenitores (especialmente la figura paterna). Posteriormente se prestó mayor atención a factores dinámicos tales como el clima familiar, la calidad de las relaciones vinculares, el apego del adolescente hacia sus padres, la comunicación, los estilos de crianza y disciplina.
Asociaciones evidentes tienen que ver con el trastorno de personalidad antisocial y sus precursores en la infancia: trastorno de déficit de atención por hiperactividad, trastorno oposicionista y trastorno de conducta (Lahey y Loeber, 1992).
Así mismo han sido identificados algunos rasgos de personalidad frecuentes en los “infractores” como son la impulsividad, dificultad para postergar la gratificación, autoconcepto de uno mismo disminuido, falta de habilidades sociales, poca empatía y poca capacidad de sentir culpa (Blackburn, 1995).

De acuerdo a la clasificación de Lykken (2000), en el espectro del delito perpetrado por adolescentes, un grupo de adolescentes infractores y delincuentes juveniles delinquen como consecuencia de tres factores predisponentes que pueden constituirse progresivamente en un patrón de comportamiento antisocial:
 1.-Intensificación de las transformaciones psicológicas propias del periodo evolutivo.
 2.-Exposición temprana a una socialización deficiente como consecuencia de una
práctica familiar intrusiva o distante y una composición familiar que el niño percibe como insuficiente y que podría dar origen a la Sociopatía.
3.-Presencia de rasgos temperamentales elevados como la búsqueda de sensaciones intensas, impulsividad y ausencia de miedo, que podrían desencadenar en Psicopatía.

Fundamentos del Sistema Metodológico del tratamiento:

La Razón : Cambio de actitud a través del conocimiento y comprensión.
La Fe : Adquisición de valores espirituales.
El Respeto : Propiciar una cultura de Paz.
El Afecto : Clima de confianza y apoyo emocional.
La Oportunidad de la experiencia

LA AUTORIDAD

Autoridad significa tener prestigio, ascendiente, influencia, fuerza moral. Hay que ganarla por la propia conducta y el ejemplo que despierten admiración. El respeto de los hijos y deseo de imitación. No es imposición ni autoritarismo, ni orden ni mando, ni egoísmo. Requiere tener dominio de sí mismo por parte de educadores y padres y madurez afectiva.
Ha sido desacreditada por los mismos educadores, psicólogos, psiquiatras que por otro lado son quienes pueden enseñar a ejercerla. Y es necesaria para educar porque da seguridad, marca unos limites en la conducta de los hijos y estimula a hacer las cosas de manera adaptativa para el ambiente
La autoridad debe ejercerse con serenidad y firmeza, sin olvidar que el niño es una persona y como tal hay que respetarle y tratarle, no considerarle como perteneciente a los padres, a quien se puede manipular en beneficio y servicio suyo. La autoridad se puede perder bien pronto, en los primeros años de la vida del niño cuando éste empieza a pedir cosas, incluso sin tener aún suficiente lenguaje, pero sí sabe llorar si no se lo dan y entonces se le concede para que calle (lo cual es lo más fácil). Aprende, pues, que llorando se consiguen los deseos.
Estas conductas se pueden ir agravando con la edad, con rabietas, gritos, agresiones, exigencias cada vez mayores que provocan agresividad y rechazo en los padres que intentarán resistirse pero que al ceder pueden  estar reforzando la conducta del niño que sabe tiene en su poder a los padres a quienes cada vez exigirá caprichos más difíciles de conceder. Esto hay que evitarlo desde el principio, enseñándole lo que puede hacer y lo que no es conveniente, explicándoselo con palabras sencillas pero manteniéndose firmes y que no haga lo que no debe hacer. Debe hablarse con dulzura, suavidad y firmeza, sin gritos, insultos ni amenazas que no se van a cumplir.

No hay que preguntarles continuamente qué es lo que quieren o darles a elegir entre varias opciones cuando aún no saben lo que desean porque tenderán a oponerse a lo que se les ofrece. Tampoco hay que mandarles de forma imperativa y tal vez en momentos inoportunos para el niño, cuando juega o realiza alguna actividad, porque entonces se resistirá pasivamente esperando que se lo digan muchas veces o se rebelará diciendo no quiero. Es más rápido ir a coger algo que se necesita que pedírselo al niño. Hay que inducirle y proponerle la actividad que deseamos como dándolo por hecho, pero de forma agradable, de buena manera, como petición y colaboración. Se consigue mas del niño dedicándole un tiempo para hablar con él de buena forma, creando un ambiente agradable para la convivencia y que ésta no sea una pesadilla o un castigo para todos sino algo deseable y positivo que hará que el niño quiera aceptar voluntariamente las propuestas de los padres y psicoterapeutas y este contento de complacerles.
Las tres palabras clave son: justicia, firmeza y coherencia.
PREMIOS Y CASTIGOS
Hay que evitar el "chantaje": si te portas bien te doy esto, si no te castigo. Estas condiciones aprenderá luego a ponerlas él. No se le debe enseñar a actuar por conseguir el premio o evitar el castigo. El niño debe comprender que el mejor premio es la alegría propia y de los padres por la buena conducta, la satisfacción que a todos esto produce y no la recompensa material ofrecida o exigida para realizar cualquier acción normal.

No deben establecerse comparaciones con hermanos y amigos poniéndoles como "modelo". Esto no será un estímulo, más bien sentirá rechazo hacia ellos y procurará destacar con otra conducta. Cada uno es diferente, con su propia personalidad y que hay que apoyar de forma positiva para su desarrollo.
Los castigos no deben ser necesarios, sólo como recurso excepcional, para corregir actitudes negativas y teniendo un aspecto positivo de conseguir conductas adecuadas, compensatorias del error cometido o alguna privación de algo deseado. Es educativo que el niño asuma la responsabilidad de sus actos, asumir los resultados es aprender a hacerse responsable de sus decisiones. Mas no se debe amenazar continuamente con castigos que no se van a imponer o se van a levantar ante la insistencia del niño. Tampoco imponerlos a largo plazo o empalmar unos con otros de manera que siempre esté castigado. Todo ello engendra más agresividad. Si se establecen se deben cumplir, después de lo cual hay que olvidar la situación y evitar el rencor. Nunca deben ser corporales, ni que causen miedo, ni signifiquen desprecio o perdida del cariño de los padres.

Los criterios educativos deben establecerse con el acuerdo de ambos padres conseguido antes de aplicarlos al niño evitando totalmente la desautorización de uno por el otro. También hay que mantener una igualdad de criterios siempre, que estos no dependan del estado de ánimo de los padres o de otras circunstancias. Esto evidencia inseguridad o falta de ecuanimidad de los padres y desconcierta al niño.
Los psicoterapeutas pueden inducir a los padres a tener presente que la educación ha de ser positiva: más cosas permitidas que prohibidas y que el mejor si no el único método educativo, es el ejemplo de la conducta de los padres y hacia ellos.
 FRUSTRACIÓN Y SOBREPROTECCIÓN
 La reacción al antiguo modelo educativo autoritario ha sido en este último cuarto de siglo la implantación de una tendencia al “Modelo Permisivo”.

Los padres de esta época, guiados por las corrientes sociales, empezaron a valorar negativamente la educación que habían recibido y los mismos educadores difundieron la idea de que la frustración era perjudicial para el desarrollo psicológico del niño y por tanto había que evitarlo y satisfacer los deseos y apetencias de sus hijos, llegando en muchos de los casos a la sobreprotección.
De esta forma, el autoritarismo ha pasado a manos de ellos que son los que imponen sus criterios a los padres que han quedado confusos, desorientados, indefensos ante sus exigencias.
Es por  eso hay que tener en cuenta que la frustración es necesaria e inevitable en la vida y antes o después los jóvenes se encontrarán con ellas y si no han aprendido a superarlas se sentirán hundidos, desgraciados, incapaces de reaccionar llegando a desarrollar diversos trastornos somáticos y psíquicos. La rechazan totalmente, no la toleran y les hace reaccionar con agresividad y violencia, llegando a límites como la delincuencia o el suicidio.
Hay que tener presente que si hay que cubrir las necesidades básicas de los niños como de toda persona, también es cierto que las frustraciones tienen aspectos positivos si se aprende a superarlas porque estimulan la inteligencia, la imaginación y creatividad y la búsqueda de nuevas soluciones. La tolerancia a la frustración es un preventivo magnífico  para aprender a controlar los impulsos, a desarrollar la voluntad, aceptar la realidad y madurar la personalidad.

La sobreprotección les incapacita, detiene el progreso personal, les inhibe ante la dificultad, les hace egoístas, inseguros, insatisfechos, dependientes de los padres que, a su vez, también están siendo egoístas al anular al hijo, pretendiendo su inmadurez. Las actitudes sobreprotectoras paternas tienen gran repercusión en los niños perturbando la adquisición de los hábitos elementales y su estado emocional.
Como conclusión podemos decir que es la aplicación de la educación en el humanismo la mejor prevención de la sociopatía infanto-juvenil. La educación de los hijos depende en mayor medida de cómo fue la educación de los padres.
La psicoterapia sería una herramienta re-educativa tanto para padres como para los adolescentes en caso de que surjan dificultades.

Pasamos a definir lo que es nuestra herramienta de psicoterapia que se complementa perfectamente con las herramientas de autoconocimiento y autocontrol emocional que aplicamos en consulta.

 PSICOTERAPIA ASISTIDA CON CABALLOS

Uno de los síntomas que se repite en los adolescentes con problemas de sociopatía es su experiencia en los grupos de contacto de maltrato a los animales, al débil, al vulnerable. Se necesita, para alimentar el poderío, el liderazgo en el grupo y en general el sentido de la falta de sentimientos de compasión que desde mi punto de vista es necesario fomentar para la consecución de metas. La psicoterapia consiste en poder llevar al adolescente que presenta rasgos sociópatas, a un estado interno que nos permite hacer acuerdos con él.
En nuestra experiencia, asistiendo adolescentes entre 14 y 18 años, el contacto con caballos, mucho más que con mascotas que también están en nuestro recorrido y ejercicio profesional, ha tenido resultados altamente positivos. Los caballos reúnen condiciones de tamaño, etología y comunicación totalmente apropiados para desarrollar un trabajo psicoterapéutico profundo y positivo en todos los sentidos: cognitivo, conductual y emocional, así como de las escala de valores de la que hablábamos anteriormente.

ETOLOGIA EQUINA APLICADA A LA PSICOTERAPIA.

El conocimiento y correcta aplicación de la etologia equina, hacen que el ser humano se vea obligado a procesar la información de una manera diferente a la que comúnmente lo hace, cuando tiene la experiencia de relacionarse con un caballo.
El ser humano es por naturaleza un depredador desde su cerebro reptiliano o instintivo. A través de dicho cerebro, piensa, desarrolla estrategias y en general ve el mundo bajo la perspectiva de dominancia típica de los seres que buscan la presa y desarrollan una estrategia de caza, llevarla a acabo y así poder sobrevivir. El desarrollo de sus sentidos desde el instinto, tiene solo esa finalidad.
Los adolescentes con problemas de conductas antisociales y sociópatas, procesan la información desde el cerebro reptiliano. No han fomentado el equilibrio entre el instinto, la emoción y el pensamiento, que crea la escala de valores humanistas.

La naturaleza del caballo es la opuesta contrastante: la de presa, y todo su comportamiento etológico está impulsado por su instinto presa que se desarrolla para estar muy atento a lo que sucede a su alrededor, con el único objetivo de no ser víctima de un depredador. Para vivir, el caballo requiere  aparte de alimento, agua y movimiento, de compañía. Su patrón natural es la manada. Él no necesita desarrollar estrategia, ni planes de futuro, simplemente vive el presente y recuerda lo que necesita para su supervivencia. Lo esencial con él es que su manera de relacionarse con los demás seres es bajo el liderazgo.
De este modo en la ecuación adolescentes y caballos, se unen dos conceptos que a priori pudieran parecer incompatibles: un cerebro presa y un cerebro depredador con un fin común. La doma natural, y la etología aplicada a la psicoterapia no es más que lograr que esta ecuación funcione para las dos partes. El trabajo del ser humano será comprender que somos nosotros los que tenemos la capacidad cerebral para que esto sea una realidad.
Cualquier ser humano, siempre que esté junto a un caballo podrá desarrollar esa  capacidad, si se le sugiere la posibilidad  de demostrarle al animal que “con mi saber estar, con mis modales  apropiados y mi respeto esencial hacia otros seres vivos, puedo minimizar la ocurrencia de desarmonías y relacionarme desde la paz”. Es así como se produce de manera natural y espontánea la frase psicoterapéutica por excelencia: “no es para tanto”. Se amplía, por tanto, la comunicación hacia otros seres vivos que no emplean roles preponderantes ni maquinan nada, limitándose a responder a lo que percibe su instinto. Los animales que utilizamos en nuestro trabajo, en este caso los caballos, permanecen sueltos en el campo y formando manada. Son  profundamente respetados desde su canal de comunicación y desde su esencia como caballos, por sus cuidadores y adiestradores, con quienes conformamos  un equipo de trabajo eficaz, en el servicio que brindamos.
 CONCLUSION
A través de la comunicación con los caballos, su manejo y adiestramiento, desde el mejor conocimiento de su etología, del estudio de su conducta y sus sentidos; de la atención hasta el control de la respiración, y mediante la aplicación de la ciencia de la proxemia, es a través de esa consciencia del cuerpo y de los movimientos circulares, como nuestra experiencia ha obtenido resultados de  cambio profundo en el procesamiento de la información que hace el adolescente. Con una transformación real de su mundo instintivo que se abre de una manera natural y maravillosa a la compasión. Es una transformación que integra el instinto de manera libre y no defensiva; integra el sentimiento desde la memoria básica de la relación materno-filial; integra el proceso mental del pensamiento y aplicación del lenguaje y la lógica del discurso, y amplía el proceso hacia una visión integral del proceso de encuadre y comprensión del mundo en que vive el adolescente.

BlBLlOGRAFÍA

1. Florez JA. Medios de comunicación y psicopatología infantil. La Televisión como factor de riesgo. En: Rodríguez Sacristán J (ed). Psicopatología del niño y el adolescente. Tomo II Universidad de Sevilla, 1995.
2. Folch CL, Folch SL, Folch J. Educar a los hijos. Cada día es más difícil. Eumo-Octaedro. Barcelona, 1999.
3. Mardomingo MJ. La comunicación en el medio familiar: los nuevos modelos educativos. Revista Psiq Inf-Juv, 1995.
4. Mazet Ph, Houzel D. Psiquiatría del niño y del adolescente. Ed. Médica y Técnica S.A. Barcelona, 1981.
5. Mendiguchía FJ. Problemas psicológicos de los hijos. Ed. Palabra S.A. Madrid 1993.
6. Naranjo Claudio. Carácter y Neurosis. Editorial La Llave, Vitoria-Gasteiz, Cuarta edición, 2001.
7. Nissen G. Trastornos Psíquicos en la infancia y juventud Ed. Herder, Barcelona, 1991.
8. Popper Ch, Steingard R. Psiquiatría de la infancia, niñez y adolescencia. En: Hales R, Yudofsky S, Talbott J. Tratado de Psiquiatría. Ancora S.A., Barcelona, 1996.
9. Rodríguez Sacristán J. El hecho sorprendente del enfermar psíquico en la infancia. En: Rodríguez Sacristán J (ed). Psicopatología del niño y el adolescente. Tomo I, Universidad de Sevilla, 1995.
10. Willis E, Strasburger VC. Violencia en los medios de comunicacion. En: Clínicas Pediátricas de Norteamérica. Mcgraw-Hill Interamericana, Vol 2/1998.

4 comentarios:

  1. ¿Dónde puedo encontrar un lugar de tratamiento con equipos para un niño diagnosticado con un alto grado de psicopatía?

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  2. Disculpa quise decir equinos

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  3. Sorry...deme mas.datos..Pais Ciudad edad...q diagnostico tiene..qien lo realizo...desde cuando..etc..etc..sldos..espinozajara@gmail.com

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  4. Sorry...deme mas.datos..Pais Ciudad edad...q diagnostico tiene..qien lo realizo...desde cuando..etc..etc..sldos..espinozajara@gmail.com

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