Existe una obsesión mediática por cubrir las conductas antisociales de los adolescentes.
El fenómeno no sólo es mexicano. Se da, en mayor o menor grado, en diversos países. El trasfondo siempre el mismo, desde el punto de vista de la redacción: los adolescentes causan problemas y hay que reforzar ese generalización, por más vaga que sea.
Pero los adolescentes también son el lubricante social para que ésta avance más allá de su estado actual (Ayman-Nolley & Taira, 2000). Los países mas civilizados han llevado a tal extremo esa afirmación que han extendido el periodo adolescente de sus jóvenes hasta bien entrados sus 20 años, una condición casi impensable para las generaciones previas a las posguerra.
¿De dónde nace esta conducta antisocial que después puede seguir reproduciéndose en el individuo adulto?
De acuerdo con el investigador mexicano Francisco Lorenzo Juárez, de la UNAM, la explicación es multifactorial.
El autor fue premiado por el Instituto Mexicano de la Juventud por su investigación a nivel doctoral titulada “Influencias psicosociales sobre la conducta antosicial en estudiantes de nivel medio superior del Distrito Federal y del Estado de México”. El texto fue obsequiado a este espacio generosamente por ese Instituto.
En su interesantísima investigación, Juárez crea y evalúa un modelo teórico para predecir la probabilidad de que se presenten conductas antisociales con un universo de 673 alumnos entre 15 y 18 años de nivel bachillerato del DF y el Estado de México. Lo hace en zonas consideradas de riesgo para cometer conductas antisociales.
¿Sus conclusiones? La conducta antisocial y los problemas por consumo de drogas y de alcohol forman un mismo factor de conductas problemáticas. El gran factor es que la principal influencia la representan el grupo de pares que también las presentan.
“Los problemas en la familia y en la escuela predicen el tener amigos problemáticos y a su vez se ven afectados por el nivel adquisitivo de la familia y la inseguridad percibida en el entorno en que viven los jóvenes”, señala Juárez.
“En una sociedad muy urbanizada, con su producción altamente especializada y sus relaciones sociales muy formalizadas, en general los adolescentes se relacionan con otros grupos que tienen escalas de valores diferentes de las suyas”.
Juárez encontró que la inseguridad percibida y el nivel adquisitivo de la familia se relacionan, la primera de forma directa y la segunda de forma inversa, con problemáticas en las áreas de familia y escuela.
Ahí es cuando se presenta la mayor probabilidad de vincularse con pares antisociales.
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