Londres, 7 de julio. Adolescentes agresivos con severos trastornos de conducta pueden ser resultado de una anormalidad biológica en el cerebro, según descubrió un estudio.
Científicos creen haber descubierto la primera evidencia dura que apunta a una base biológica de los desórdenes de conducta en adolescentes, relacionada con la química cerebral y no con un deseo de imitar a compañeros de mal comportamiento.
Los hallazgos apuntan a la posibilidad de diagnosticar una predisposición a un trastorno de conducta en la primera infancia, de modo que sicólogos infantiles podrían intervenir antes de que el comportamiento comience a deteriorarse. La mala conducta afecta a cinco por ciento de los adolescentes.
“Detectar el trastorno de conducta en la adolescencia puede ser demasiado tarde. La identificación temprana de una anormalidad biológica podría ser una ruta en términos de intervención temprana”, señaló Andy Calder, de la Unidad de Cognición y Cerebro del Consejo de Investigación Médica en Cambridge, donde se realizó el estudio.
“La situación de estos chicos es grave. Se les excluye de las escuelas una y otra vez. Algunos acaban ingresando en centros de reclusión juvenil, así que no sólo son muchachos mal portados –precisó el doctor Calder–. Antes los siquiatras no consideraban que el trastorno de conducta fuera un problema médico. Esta investigación nos dice que tiene base biológica y que debemos tenerlo en cuenta como un tema médico.”
Los hallazgos surgieron de un estudio publicado en la revista Archives of General Psychiatry, el cual comparó escaneos cerebrales de 50 niños con diversos grados de desorden de conducta con los 23 niños de la misma edad que no presentaban el problema.
Cuando se mostraron a los niños imágenes de rostros tristes o enojados, los que no tenían el desorden respondían mostrando alta actividad en partes del cerebro vinculadas con la emoción.
En cambio, la respuesta de los niños con desorden era significativamente más pobre, lo cual llevó a los científicos a sugerir que probablemente eran incapaces de sentir empatía con el estado emocional de otra persona, por lo cual tenían más probabilidades de cometer actos antisociales. Y mientras más grave el trastorno de conducta, menos actividad cerebral se mostraba en los estudios, lo cual sugería una posible relación de causa y efecto.
“Observamos quiénes tenían los síntomas menos y más severos y percibimos una pauta ascendente de anormalidad conforme empeoraban los síntomas. Esto sugiere una clara relación entre la severidad de los síntomas y la anormalidad de la respuesta cerebral: es sin duda una relación significativa”, apuntó Calder.
“Por el momento no estamos en posición de decir que todos los trastornos de conducta en niños tienen base biológica, pero ésa es una dirección que la investigación debe tomar”, consideró.
“Podría deberse a que nacieron con alguna disfunción particular, o tal vez a que sufrieron una experiencia perturbadora en la infancia que tuvo impacto en la forma de responder del cerebro”, añadió.
“Estas investigaciones, que arrojan luz sobre los procesos cerebrales que están detrás de la forma en que surgen estos trastornos, y sobre sus causas, son en verdad importantes para ayudar a quienes los padecen y a sus familias”, concluyó el investigador.
© The Independent
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