A juzgar por las declaraciones oficiales los actos antisociales cometidos por menores están creciendo de manera alarmante. Hace unos días la Procuraduría capitalina informó que durante 2005 fueron presentados ante un ministerio público, en calidad de presuntos responsables de un delito, nada menos que 29 mil 22 menores (Reforma, 20 mar 06).
La misma institución dijo haber recibido 153 mil 997 denuncias por diversos delitos ese año, de tal manera que los atribuibles a menores de 18 años representan el 18.8 por ciento, o sea más o menos uno de cada cinco.
Al decir de Joel Ortega, el titular de la SSP, es preocupante la participación de niños y jóvenes entre 8 y 17 años de edad en la comisión de diversos delitos. Según el secretario, de los menores puestos a disposición del MP en los dos primeros meses de este año, el 29 por ciento fue remitido por robo a transeúnte y el 13 por ciento por distribución de drogas. Ortega destacó que cuando se trata de un robo violento de vehículos, los menores son los que llevan el arma porque en caso de ser procesados reciben penas menores que los adultos. Les están dando armas -dijo-, para que ellos sean los consignados, sabiendo que son inimputables y que difícilmente se puede actuar en contra de ellos.
A esto añadió que según los datos de que dispone la mayoría de los menores antisociales no acude a la escuela (Reforma, 3 mar 06).
En suma: no parece haber duda que estamos frente a una escalada de violencia por parte de los menores. Sólo que ¿será cierto? ¿Podemos confiar en las apreciaciones de las autoridades?
Primera respuesta
No hay manera más absurda de juzgar si la delincuencia está subiendo o bajando, sea de menores o de adultos, que partir del número de arrestos. Si un secretario de Seguridad Pública, como al parecer sucede con Ortega, le ordena a sus hombres que presten especial atención a las acciones de los menores y arresten a todo el que les parezca sospechoso es evidente que subirá el número de menores detenidos, pero es claro también que tal aumento no significa, en manera alguna, que los menores estén cometiendo más delitos. Y en buena medida eso es lo que está pasando.
Hay un ejemplo evidente. Meses atrás perseguir el tráfico de drogas estaba reservado para la Federación. Como el problema es serio se llegó al acuerdo de que las autoridades locales podían participar también en la lucha, y los hombres de Ortega empezaron a arrestar como traficante a todo el que descubrían con un microgramo de la droga que fuera. Como distinguir entre el traficante y el usuario le resulta imposible, empezaron a presentar ante el MP a una bola de pobres muchachitos que se drogaban a falta de un futuro razonable. Las cifras, que partían de cero, fueron creciendo y las autoridades pusieron el grito en el cielo denunciando que el narcomenudeo estaba creciendo a pasos agigantados. La verdad es que crecían los arrestos y el narcomenudeo, si lo hacía, era a un ritmo muchísimo más lento.
Segunda
Frente a las cifras oficiales -29 mil 22 presentados-, destacan las mucho más sobrias del Consejo de Menores. En 2005 sólo recibió a 4 mil 166 menores antisociales en el DF. Apenas la séptima parte de los que contó la Procu. Obviamente alguien está mal, y no es el Consejo, una institución razonable, humana hasta donde se lo permite su magro presupuesto y decidida a ayudar a los menores.
Por si fuera poco el problema dista mucho de tener la gravedad que insiste en atribuirle el jefe de policía. Por un lado buena parte de los menores asisten a la escuela (el 33.1 por ciento en 2005) y casi todos tienen alguna ocupación, sólo el 13.1 por ciento estaban desempleados. Por la otra los hombres de Ortega están arrestando en verdad a pequeños ladronzuelos. En 1993 los raterillos eran el 51.4 por ciento de los menores que recibió el Consejo. En 2005 la proporción había aumentado al 82.7. Y el colmo: lo que está haciendo la SSP es arrestar a los mismos. En 1994, los reiterantes representaban el 8.2 por ciento del total. En el 2000 eran el 16.7. Gracias a Ortega hoy son el 26.2 por ciento.
Es tiempo ya de que Alejandro Encinas entienda que el responsable del gobierno capitalino es él y meta a su gente al orden. Con Bernardo Bátiz, por supuesto, no hay absolutamente nada que hacer: hace mucho que llegó al límite de su capacidad. Quizá Joel Ortega esté en la misma situación, pero si no se frena queda la solución de correrlo.
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