El artículo de investigación(*) describe los estilos de apegos en un grupo de jóvenes con rasgos antisociales y psicopáticos. Los
participantes fueron 100 jóvenes del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescente de Montería, con edades comprendidas
entre los 15 y 18 años (Media 16, 25, DT 2, 8). El diseño metodológico se basó en un enfoque cuantitativo tipo descriptivo.
Los Instrumento de medición fueron el Psychopathy Checklist: Youth Versión. PCL: YV y la Escala de Apego Romántico y no
Romántico. Los resultados coinciden, al igual que la base teórica revisada, en que la privación en el área afectiva desde la niñez
puede ser un indicador influyente en el desarrollo de una personalidad psicopática o antisocial.
Palabras clave: Estilo de apego, jóvenes, rasgos antisociales, rasgos psicopáticos y delincuencia.
Palabras clave: Estilo de apego, jóvenes, rasgos antisociales, rasgos psicopáticos y delincuencia.
(*) Artículo derivado de la investigación: Estilos de apego en relación a un grupo de jóvenes con rasgos antisociales y psicopáticos
en Montería (Córdoba), el cual fue financiado por COLCIENCIAS
en la convocatoria 617 del 2013, semilleros de investigación.
ABSTRACT
Attachment styles in a group of young people
with antisocial and psychopathic traits
The research paper describes the types of attachments in a group of young people with antisocial and psychopathic
traits. The participants were 100 young Penal Responsibility System for Adolescents in Monteria, aged between 15
and 18 years (mean 16, 25, DT 2, 8). The study design was based on a descriptive quantitative approach. The measuring
instrument were the Psychopathy Checklist: Youth Version. PCL: YV and scale Romantic and no romantic
attachment. The results are consistent, as the theoretical basis revised where deprivation in the affective area since
childhood may be an indicator influential in the development of a psychopathic or antisocial personality.
Keywords: attachment style, young, antisocial traits, psychopathic traits and crime.
RESUMO
Estilos de anexo em um grupo de jovens
com traços anti-sociais e psicópatas
O trabalho de pesquisa descreve os tipos de anexos em um grupo de jovens com traços anti-sociais e psicopatas.
Os participantes foram 100 jovens Sistema de Responsabilidade Penal para Adolescentes em Monteria, com idade
entre 15 e 18 anos (média de 16, 25, DT 2, 8). O desenho do estudo foi baseado em uma abordagem quantitativa descritiva.
O instrumento de medição foram o Psychopathy Checklist: Versão Juventude. PCL: YV e escala Romântico
e nenhum apego romântico. Os resultados são consistentes, como a base teórica revista quando a privação na área
afetiva desde a infância pode ser um indicador influente no desenvolvimento de uma personalidade psicopática
ou anti-social.
Palavras-chave: estilo do acessório e traços anti-sociais, traços jovens, psicopatas e crime.
Palavras-chave: estilo do acessório e traços anti-sociais, traços jovens, psicopatas e crime.
1. Introducción
La delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el siglo pasado, uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, es una de las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y las buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad. La delincuencia juvenil es de ámbito mundial, se extiende desde los rincones más alejados de la ciudad industrializada hasta los suburbios de las grandes ciudades, desde las familias ricas o acomodadas hasta las más pobres, es un problema que se da en todas las capas sociales y en cualquier rincón de nuestra civilización (Quiñones, 2008). La delincuencia o conducta antisocial del adolescente puede presentarse como un desafío que la actual sociedad debe afrontar y contener con consistencia y perseverancia.
El punto de partida para poder comprender la particularidad de las conductas antisociales y psicopáticas remite al origen del desarrollo emocional del sujeto con sus figuras significativas. Winnicott (1991) en el niño con conducta antisocial se aísla tanto de la familia y de la escuela, busca en la sociedad lo que en su familia y la escuela no consigue, el vínculo de seguridad; por tanto el desarrollo emocional en las primeras etapas de desarrollo en el niño delincuente esta mediatizada por el contacto social, que muchas veces esas relaciones sociales pueden incidir en la personalidad hasta lograr potencializar aún más la conducta delincuencial. Por lo tanto para Winnicott (1991) es necesario que los padres mantengan un control sobre los hijos y que la función de cuidador debe estar enmarcada en un ejercicio de autoridad, cariño y seguridad.
En muchos jóvenes delincuentes al no tener vínculos con las características nombradas, se configura en el joven su propia normatividad, carencia de afectividad e inseguridades que pueden potencializar rasgos propios de una psicopatía o de personalidad antisocial. Por otra parte, algunos estudios han tratado de hacer una aproximación entre el estilo de apego y los rasgos antisociales y psicopáticos, (García, Arango, Correa, Pérez, Agudelo, Mejía, Casals, López, Patiño, y Palacio, 2008) han concluido que las características familiares, sociales y demográficas representan factores de riesgo para la psicopatía, lo que permite establecer un hallazgo en relación a las teorías del apego.
De igual forma Sánchez (2010) estableció el posible nexo que puede existir entre el accionar del psicópata y la preexistencia de experiencias de apego sufridas por éste en su propia infancia, como factor coadyuvante de su conducta delictiva. A demás que los jóvenes con rasgos psicopáticos han desplegado un estilo de apego de tipo inseguro con sus primeras figuran significativas, por ende la separación ritual de los primeros vínculos con el objeto de amor conllevan a que tengan dificultades en las relaciones interpersonales y afectivos profundos. A sí mismo, (Sarmiento, Puhl, Izcurdia, Siderakis y Oteyza, 2010) analizaron y describieron la relación de las conductas transgresoras en adolescentes, en donde existen severas deficiencias en el vínculo de apego con estas conductas transgresoras.
Por lo tanto, existen una correlación significativa entre la agresividad, el retraimiento y los estilos de apego evitativo y ansioso. Por el contrario (Astudillo, Gonzáles, Navarrete y Soto, 2012) encontraron una correlación indirecta entre el nivel de psicopatía y el apego, en donde más elevado sea el nivel de psicopatía menor percepción de sobreprotección de la figura materna. Diferente a lo hallado por Cabrera y Gallardo (2013) en donde encontraron una correlación positiva y significativa entre altos niveles de psicopatía y baja percepción de sobreprotección materna.
Según Granado (2013) considera que muchos jóvenes en acogimiento residencial han padecido traumas crónicos durante su infancia y presentan altas probabilidades de haber desarrollado trastornos del apego. De igual forma opinan Amar y Berdugo (2006) cuando afirman que los niños víctimas de la violencia activa perciben mayor inaceptación por parte de sus cuidadores principales, hechos que se relaciona con una marcada búsqueda de reafirmación de su valía en otras figuras, sean estos sus amigos u otros adultos.
En consonancia a lo anterior, Carreras (2008) menciona que la presencia de desamparo como predisponente de la agresión en los jóvenes delincuentes, es una expresión de necesidades primarias de dependencia, red social pequeña que no responde ante situaciones críticas y negación de esta precariedad. Como lo señala (Mirón, Luengo, Sobral y Otero, 1988) el apego del hijo hacia los padres y el conflicto familiar, aparecen para discriminar entre delincuentes y no delincuentes, asociándose un alto nivel de apego/bajo nivel de conflicto con no delincuencia, y un bajo nivel de apego/alto nivel de conflicto con delincuencia. En ese orden de idea (Partridge, Ewing y Chandler, 1987) consideraron que el rechazo generalmente de la madre, es un factor que incide en la inhibición del apego y surgen las dificultades afectivas en los jóvenes con rasgos psicopá- ticos. Otros grupos de investigadores (Szurek, 1942; Lindner, 1944; Greenacre, 1945 y Bowlby, 1952) también plantearon el rechazo pero del padre. Uno de los estudios más amplios sobre la conducta criminal (McCord, McCord y Zola, 1959), reporta una fuerte liga entre la presencia de conducta psicopática y la privación emocional que produce el conflicto con los padres, la crueldad, el castigo errático y la falta de reconocimiento. Cassidy y Berlin, (1994) afirman que niños con apego inseguro presentan diferentes dificultades inter e intrapersonales, dependiendo de si se enfrentan a ellas con estrategias de preocupación (ambivalencia) o de evitación.
De igual forma Deklyen (1996), sugiere que las representaciones internas de apego de los padres pueden ayudar a explicar cómo aparecen los problemas de conducta en los hijos. Por consiguiente Greemberg y Snell (1997) aseveran en decir que la relación del apego con los desórdenes posteriores podría estar originada en los patrones tempranos de regulación de las emociones, especialmente el miedo y el trauma. La teoría del apego se centra en el estudio de los procesos que median una situación de vínculo o apego entre el niño y su padre, madre o cuidador, que poseen como principal función el del cuidado y protección del niño (Bowlby, 1997 y Brenlla, 2005). Es imprescindible resaltar que el concepto de apego no solo incorpora componentes emocionales sino que también sociales, cognitivos y conductuales. Por consiguiente, el apego es un componente fundamental en las relaciones psicosociales en donde un individuo más endeble y menos preparado confía en la protección que le brinda otro individuo más capacitado y poderoso (Bowlby, 1997). Por otro lado, los psicópatas son personas que desde tempranas edades colisionan y desafían a la ley, expresando oposición a la autoridad.
Por ello hay muchos psicópatas catalogados como delincuentes como otros que bien podrían ser líderes sociales, jefes de empresas, no delincuentes pero que tienen la frialdad y dureza afectiva (Hare, 2009). Las personas con estas características psicopáticas tienen poca o nula incapacidad para amar, por tanto carecen de cualquier tipo de emociones o afectos, de empatía y dificultades para relacionarse y vincularse adecuadamente (Celedón y Ruiz, 2009). No se puede hablar de psicopatía y personalidad antisocial como sinónimo ya que existen diferencias marcadas en estos dos trastornos de la personalidad, la diferencia más importante es la afectiva, ya que en la psicopatía existen una notable dificultad en sentir empatía, culpa, responsabilidad, egocentrismo y mantener vínculos emocionales profundos con otras personas (Celedón y Ruiz, 2009) mientras que en la personalidad antisocial a menudo pueden sentir empatía, culpa y lealtad, el sentido de la moralidad dependerá de las normas y las expectativas de su grupo o subcultura.
Esta relación entre afectiva y psicopatía ha sido objeto de estudio por diverso autores (Gómez, Madariaga y Silva, 1976; Goleman, 1995; Millon et al., 1998; Marietan, 1999; Hare, 1974 – 2004; Garrido, 2001; Freeman, 2001; Mejía et al., 2004; Muñoz, 1994; León, 2005; Tiffon y Bernat, 2008; García et ál., 2008) entre otros. Ambas nosología de la personalidad pueden estar asociados a delitos, pero en la psicopatía es más hedonista la conducta y el antisocial es un reforzador extrínseco la conducta delictiva. Ambos individuos despliegan vínculos dificultosos emocionales, siendo los aspectos traumáticos adquiridos desde la niñez o indicadores de maltrato en la infancia lo que contribuyen a la carencia afectiva de estos individuos con psicopatía (Bowlby, 1997 y Brenlla, 2005). Para Bowlby (1988) la experiencia de un individuo con las figuras significativas (habitualmente los padres) dependerá su posterior capacidad para establecer vínculos afectivos. La calidad del vínculo de apego influirá a futuro en el niño en aspectos tan importantes como la modulación de impulsos, deseos y pulsiones, y la construcción de un sentimiento de pertenencia (Barudy, 2005).
Por consiguiente Bowlby, (1976) ratifica que el apego inseguro se constituye en un factor de riesgo en el desarrollo de las conductas antisociales. Si las conductas de los cuidadores primarios son permanentemente inconsistentes y/o de rechazo genera en el niño sentimientos de ira ante el estado de incertidumbre en relación a la disponibilidad de sus figuras de apego. De igual forma Winnicott, (1991) otorga importancia a los primeros años de vida. Es precisamente en este periodo del desarrollo cuando la deprivación resulta más nociva, logrando derivar en la interrupción del proceso de socialización, y con él, de la capacidad del niño para ponerse en la situación de otra persona. Por tanto la tendencia antisocial se deriva a la obstrucción de la capacidad de preocuparse en el niño y a la privación afectiva o vincularía en la niñez.
Cuando se habla de conducta o tendencia antisocial estamos frente a una auténtica y marcada deprivación y no frente a una imperceptible privación. Mediante esto se quiere explicar que el niño en un período de su vida tuvo algo que ha influido de forma significativa y positiva en él, y que eso bueno de un momento a otro se perdió. Este despojo de algo significativo ha causado en el niño un sentimiento de pérdida por un tiempo prolongado tan persistente que el pequeño ya no puede mantener nítido el recuerdo de la experiencia vivida Winnicott, (1991).
La delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el siglo pasado, uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, es una de las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y las buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad. La delincuencia juvenil es de ámbito mundial, se extiende desde los rincones más alejados de la ciudad industrializada hasta los suburbios de las grandes ciudades, desde las familias ricas o acomodadas hasta las más pobres, es un problema que se da en todas las capas sociales y en cualquier rincón de nuestra civilización (Quiñones, 2008). La delincuencia o conducta antisocial del adolescente puede presentarse como un desafío que la actual sociedad debe afrontar y contener con consistencia y perseverancia.
El punto de partida para poder comprender la particularidad de las conductas antisociales y psicopáticas remite al origen del desarrollo emocional del sujeto con sus figuras significativas. Winnicott (1991) en el niño con conducta antisocial se aísla tanto de la familia y de la escuela, busca en la sociedad lo que en su familia y la escuela no consigue, el vínculo de seguridad; por tanto el desarrollo emocional en las primeras etapas de desarrollo en el niño delincuente esta mediatizada por el contacto social, que muchas veces esas relaciones sociales pueden incidir en la personalidad hasta lograr potencializar aún más la conducta delincuencial. Por lo tanto para Winnicott (1991) es necesario que los padres mantengan un control sobre los hijos y que la función de cuidador debe estar enmarcada en un ejercicio de autoridad, cariño y seguridad.
En muchos jóvenes delincuentes al no tener vínculos con las características nombradas, se configura en el joven su propia normatividad, carencia de afectividad e inseguridades que pueden potencializar rasgos propios de una psicopatía o de personalidad antisocial. Por otra parte, algunos estudios han tratado de hacer una aproximación entre el estilo de apego y los rasgos antisociales y psicopáticos, (García, Arango, Correa, Pérez, Agudelo, Mejía, Casals, López, Patiño, y Palacio, 2008) han concluido que las características familiares, sociales y demográficas representan factores de riesgo para la psicopatía, lo que permite establecer un hallazgo en relación a las teorías del apego.
De igual forma Sánchez (2010) estableció el posible nexo que puede existir entre el accionar del psicópata y la preexistencia de experiencias de apego sufridas por éste en su propia infancia, como factor coadyuvante de su conducta delictiva. A demás que los jóvenes con rasgos psicopáticos han desplegado un estilo de apego de tipo inseguro con sus primeras figuran significativas, por ende la separación ritual de los primeros vínculos con el objeto de amor conllevan a que tengan dificultades en las relaciones interpersonales y afectivos profundos. A sí mismo, (Sarmiento, Puhl, Izcurdia, Siderakis y Oteyza, 2010) analizaron y describieron la relación de las conductas transgresoras en adolescentes, en donde existen severas deficiencias en el vínculo de apego con estas conductas transgresoras.
Por lo tanto, existen una correlación significativa entre la agresividad, el retraimiento y los estilos de apego evitativo y ansioso. Por el contrario (Astudillo, Gonzáles, Navarrete y Soto, 2012) encontraron una correlación indirecta entre el nivel de psicopatía y el apego, en donde más elevado sea el nivel de psicopatía menor percepción de sobreprotección de la figura materna. Diferente a lo hallado por Cabrera y Gallardo (2013) en donde encontraron una correlación positiva y significativa entre altos niveles de psicopatía y baja percepción de sobreprotección materna.
Según Granado (2013) considera que muchos jóvenes en acogimiento residencial han padecido traumas crónicos durante su infancia y presentan altas probabilidades de haber desarrollado trastornos del apego. De igual forma opinan Amar y Berdugo (2006) cuando afirman que los niños víctimas de la violencia activa perciben mayor inaceptación por parte de sus cuidadores principales, hechos que se relaciona con una marcada búsqueda de reafirmación de su valía en otras figuras, sean estos sus amigos u otros adultos.
En consonancia a lo anterior, Carreras (2008) menciona que la presencia de desamparo como predisponente de la agresión en los jóvenes delincuentes, es una expresión de necesidades primarias de dependencia, red social pequeña que no responde ante situaciones críticas y negación de esta precariedad. Como lo señala (Mirón, Luengo, Sobral y Otero, 1988) el apego del hijo hacia los padres y el conflicto familiar, aparecen para discriminar entre delincuentes y no delincuentes, asociándose un alto nivel de apego/bajo nivel de conflicto con no delincuencia, y un bajo nivel de apego/alto nivel de conflicto con delincuencia. En ese orden de idea (Partridge, Ewing y Chandler, 1987) consideraron que el rechazo generalmente de la madre, es un factor que incide en la inhibición del apego y surgen las dificultades afectivas en los jóvenes con rasgos psicopá- ticos. Otros grupos de investigadores (Szurek, 1942; Lindner, 1944; Greenacre, 1945 y Bowlby, 1952) también plantearon el rechazo pero del padre. Uno de los estudios más amplios sobre la conducta criminal (McCord, McCord y Zola, 1959), reporta una fuerte liga entre la presencia de conducta psicopática y la privación emocional que produce el conflicto con los padres, la crueldad, el castigo errático y la falta de reconocimiento. Cassidy y Berlin, (1994) afirman que niños con apego inseguro presentan diferentes dificultades inter e intrapersonales, dependiendo de si se enfrentan a ellas con estrategias de preocupación (ambivalencia) o de evitación.
De igual forma Deklyen (1996), sugiere que las representaciones internas de apego de los padres pueden ayudar a explicar cómo aparecen los problemas de conducta en los hijos. Por consiguiente Greemberg y Snell (1997) aseveran en decir que la relación del apego con los desórdenes posteriores podría estar originada en los patrones tempranos de regulación de las emociones, especialmente el miedo y el trauma. La teoría del apego se centra en el estudio de los procesos que median una situación de vínculo o apego entre el niño y su padre, madre o cuidador, que poseen como principal función el del cuidado y protección del niño (Bowlby, 1997 y Brenlla, 2005). Es imprescindible resaltar que el concepto de apego no solo incorpora componentes emocionales sino que también sociales, cognitivos y conductuales. Por consiguiente, el apego es un componente fundamental en las relaciones psicosociales en donde un individuo más endeble y menos preparado confía en la protección que le brinda otro individuo más capacitado y poderoso (Bowlby, 1997). Por otro lado, los psicópatas son personas que desde tempranas edades colisionan y desafían a la ley, expresando oposición a la autoridad.
Por ello hay muchos psicópatas catalogados como delincuentes como otros que bien podrían ser líderes sociales, jefes de empresas, no delincuentes pero que tienen la frialdad y dureza afectiva (Hare, 2009). Las personas con estas características psicopáticas tienen poca o nula incapacidad para amar, por tanto carecen de cualquier tipo de emociones o afectos, de empatía y dificultades para relacionarse y vincularse adecuadamente (Celedón y Ruiz, 2009). No se puede hablar de psicopatía y personalidad antisocial como sinónimo ya que existen diferencias marcadas en estos dos trastornos de la personalidad, la diferencia más importante es la afectiva, ya que en la psicopatía existen una notable dificultad en sentir empatía, culpa, responsabilidad, egocentrismo y mantener vínculos emocionales profundos con otras personas (Celedón y Ruiz, 2009) mientras que en la personalidad antisocial a menudo pueden sentir empatía, culpa y lealtad, el sentido de la moralidad dependerá de las normas y las expectativas de su grupo o subcultura.
Esta relación entre afectiva y psicopatía ha sido objeto de estudio por diverso autores (Gómez, Madariaga y Silva, 1976; Goleman, 1995; Millon et al., 1998; Marietan, 1999; Hare, 1974 – 2004; Garrido, 2001; Freeman, 2001; Mejía et al., 2004; Muñoz, 1994; León, 2005; Tiffon y Bernat, 2008; García et ál., 2008) entre otros. Ambas nosología de la personalidad pueden estar asociados a delitos, pero en la psicopatía es más hedonista la conducta y el antisocial es un reforzador extrínseco la conducta delictiva. Ambos individuos despliegan vínculos dificultosos emocionales, siendo los aspectos traumáticos adquiridos desde la niñez o indicadores de maltrato en la infancia lo que contribuyen a la carencia afectiva de estos individuos con psicopatía (Bowlby, 1997 y Brenlla, 2005). Para Bowlby (1988) la experiencia de un individuo con las figuras significativas (habitualmente los padres) dependerá su posterior capacidad para establecer vínculos afectivos. La calidad del vínculo de apego influirá a futuro en el niño en aspectos tan importantes como la modulación de impulsos, deseos y pulsiones, y la construcción de un sentimiento de pertenencia (Barudy, 2005).
Por consiguiente Bowlby, (1976) ratifica que el apego inseguro se constituye en un factor de riesgo en el desarrollo de las conductas antisociales. Si las conductas de los cuidadores primarios son permanentemente inconsistentes y/o de rechazo genera en el niño sentimientos de ira ante el estado de incertidumbre en relación a la disponibilidad de sus figuras de apego. De igual forma Winnicott, (1991) otorga importancia a los primeros años de vida. Es precisamente en este periodo del desarrollo cuando la deprivación resulta más nociva, logrando derivar en la interrupción del proceso de socialización, y con él, de la capacidad del niño para ponerse en la situación de otra persona. Por tanto la tendencia antisocial se deriva a la obstrucción de la capacidad de preocuparse en el niño y a la privación afectiva o vincularía en la niñez.
Cuando se habla de conducta o tendencia antisocial estamos frente a una auténtica y marcada deprivación y no frente a una imperceptible privación. Mediante esto se quiere explicar que el niño en un período de su vida tuvo algo que ha influido de forma significativa y positiva en él, y que eso bueno de un momento a otro se perdió. Este despojo de algo significativo ha causado en el niño un sentimiento de pérdida por un tiempo prolongado tan persistente que el pequeño ya no puede mantener nítido el recuerdo de la experiencia vivida Winnicott, (1991).