A lo largo de las últimas décadas se ha ido conformado la denominada
Psicología de la delincuencia, que aglutina conocimientos científicos
en torno a los fenómenos delictivos. Entre sus principales ámbitos de
interés se encuentran la explicación del comportamiento antisocial, en
donde son relevantes las teorías del aprendizaje, los análisis de las características
y rasgos individuales, las hipótesis tensión-agresión, los
estudios sobre vinculación social y delito, y los análisis sobre carreras
delictivas. Este último sector, también denominado ‘criminología del
desarrollo’, investiga la relación que guardan con el inicio y mantenimiento
de la actividad criminal diversos factores o predictores de
riesgo (individuales y sociales, estáticos y dinámicos). Sus resultados
han tenido gran relevancia para la creación de programas de prevención
y tratamiento de la delincuencia. Los tratamientos psicológicos de
los delincuentes se orientan a modificar aquellos factores de riesgo,
denominados de ‘necesidad criminogénica’, que se consideran directamente
relacionados con su actividad delictiva. En concreto se dirigen
a dotar a los delincuentes (ya sean jóvenes, maltratadores, agresores
sexuales, etc.) con nuevos repertorios de conducta prosocial, desarrollar
su pensamiento, regular sus emociones iracundas, y prevenir las
recaídas o reincidencias en el delito. Por último, en la actualidad la Psicología
de la delincuencia pone un énfasis especial en la predicción y
gestión del riesgo de comportamientos violentos y antisociales, campo
al que se dedicará un artículo posterior de este mismo monográfico.
Palabras clave: Delincuencia, Crimen, Tratamientos Psicológicos,
Prevención y Predicción de la Violencia.
(1) Santiago Redondo Illescas. Facultad de Psicología. Universidad de Barcelona.
España. E-mail: sredondo@ub.edu
Throughout the last decades the Psychology of criminal conduct, that
agglutinates scientific knowledge around the criminal phenomena, has
emerged. Among their scientific main interests they are the following:
the explanation of antisocial behavior (where the learning theories
are outstanding), the analyses of the individual characteristics, the
hypotheses strain-aggression, the studies on social links and crime,
and the analyses of criminal careers. This last topic, also denominated
‘developmental criminology’, investigates the relationship that the beginning
and maintenance of the criminal activity keep with diverse risk
predictors (singular and social, static and dynamic). Their results have
had great relevance for the design of crime prevention and treatment
programs. The psychological treatments of offenders are guided to
modify those factors of risk, well-known as ‘criminogenic needs’, that
are considered directly related with their criminal activity. In short
the treatment programs try to train the criminals (youth, partner violence
offenders, sexual aggressors, etc.) in new repertoires of social
behavior, try to develop their thought, to regulate their choleric emotions,
and to prevent the relapses or recidivisms in crime. Lastly, the
Psychology of the criminal conduct puts a special emphasis at the
present time in the prediction and management of the risk of violent
and antisocial behaviors, field to which will be devoted a later paper
of this same monograph.
Key words: Delinquency, Crime, Offenders Treatments, Violence,
Prediction and Prevention.
La delincuencia es uno de los problemas sociales en que suele reconocerse
una mayor necesidad y posible utilidad de la psicología. Las
conductas antisociales de los jóvenes, el maltrato de mujeres, las
agresiones sexuales, el consumo de alcohol y otras drogas vinculadas
a muchos delitos, la exclusión social y la frustración como base para la
agresión, o el terrorismo, crean extrema desazón en las sociedades y
urgen una comprensión más completa que se orienta hacia su prevención.
Aunque todos estos fenómenos tienen un origen multifactorial,
algunas de sus dimensiones psicológicas son claves al ser el sujeto
humano el que realiza la conducta antisocial. En los comportamientos
delictivos se implican interacciones, pensamientos y elecciones, emociones,
recompensas, rasgos y perfiles de personalidad, aprendizajes
y socializaciones, creencias y actitudes, atribuciones, expectativas,
etc.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días se ha
ido conformando una auténtica psicología de la delincuencia. En ella,
a partir de los métodos y los conocimientos generales de la psicología,
se desarrollan investigaciones y se generan conocimientos específicos
al servicio de un mejor entendimiento de los fenómenos criminales.
Sus aplicaciones están resultando relevantes y prometedoras tanto para la explicación y predicción del comportamiento delictivo (Bartol
y Bartol, 2005; Blackburn, 1994; Hanson y Bussière, 1998; Quinsey,
Harris, Rice y Cormier, 1998) como para el diseño y aplicación de
programas preventivos y de tratamiento (Andrés-Pueyo y Redondo,
2004; Andrews y Bonta, 2006; Dowden y Andrews, 2001; Garrido,
2005; Redondo, 2007). Así, los conocimientos psicológicos sobre la
delincuencia se han acumulado especialmente en torno a los siguientes
cuatro grandes ámbitos:
1) explicación del delito,
2) estudios sobre
carreras delictivas,
3) prevención y tratamiento, y
4) predicción
del riesgo de conducta antisocial. A continuación se hace breve referencia
a cada uno de estos sectores temáticos.
EXPLICACIÓN DE LA DELINCUENCIA
Las explicaciones psicológicas de la delincuencia que han recibido
apoyo empírico de parte de la investigación se concretan esencialmente
en cinco grandes proposiciones, que actualmente se considerarán
complementarias.
Son las siguientes:
1. La delincuencia se aprende
La teoría del aprendizaje social es considerada en la actualidad la
explicación más completa de la conducta delictiva. El modelo más
conocido en psicología es el de Bandura (1987), que realza el papel
de la imitación y de las expectativas de la conducta, y diferencia entre
los momentos de adquisición de un comportamiento y su posterior
ejecución y mantenimiento. Sin embargo, el modelo dominante en
la explicación de la delincuencia es la versión del aprendizaje social
formulada por Akers (2006; Akers y Sellers, 2004), que considera
que en el aprendizaje del comportamiento delictivo intervienen cuatro
mecanismos interrelacionados:
1) la asociación diferencial con personas
que muestran hábitos y actitudes delictivos,
2) la adquisición por
el individuo de definiciones favorables al delito,
3) el reforzamiento
diferencial de sus comportamientos delictivos, y
4) la imitación de
modelos pro-delictivos.
2. Existen rasgos y características individuales que predisponen
al delito
La investigación biopsicológica sobre diferencias individuales y delincuencia
ha puesto de relieve la asociación de la conducta antisocial
con factores como lesiones craneales, baja actividad del lóbulo frontal,
baja activación del Sistema Nervioso Autónomo, respuesta psicogalvánica
reducida, baja inteligencia, trastorno de atención con hiperactividad,
alta impulsividad, propensión a la búsqueda de sensaciones
y tendencia al riesgo, baja empatía, alta extraversión y locus de control externo. Una perspectiva psicológica todavía vigente sobre diferencias
individuales y delito es la teoría de la personalidad de Eysenck (Eysenck
y Gudjonsson, 1989), que incluye la interacción de elementos
biológicos y ambientales. En síntesis, Eysenck considera que existen
tres dimensiones temperamentales en interacción (Garrido, Stangeland
y Redondo, 2006; Milan, 2001):
1) el continuo extraversión, que
sería resultado de una activación disminuida del sistema reticular y
se manifestaría psicológicamente en los rasgos “búsqueda de sensaciones”,
“impulsividad” e “irritabilidad”;
2) la dimensión neuroticismo,
sustentada en el cerebro emocional y que se muestra en una “baja
afectividad negativa” ante estados de estrés, ansiedad, depresión u
hostilidad, y
3) la dimensión psicoticismo, que se considera el resultado
de los procesos neuroquímicos de la dopamina y la serotonina, y
se manifestaría en características personales como la mayor o menor
“insensibilidad social”, “crueldad” hacia otros y “agresividad”. La combinación
única en cada individuo de sus características personales en
estas dimensiones y de sus propias experiencias ambientales, condicionaría
los diversos grados de adaptación individual y, también, de
posible conducta antisocial, por un marcado retraso en los procesos
de socialización. Según Eysenck los seres humanos aprenderían la
‘conciencia emocional’ que inhibiría la puesta en práctica de conductas
antisociales. Este proceso tendría lugar mediante condicionamiento
clásico, a partir del apareamiento de estímulos aversivos, administrados
por padres y cuidadores, y comportamientos socialmente inapropiados.
Sin embargo, los individuos con elevada extraversión, bajo
neuroticismo y alto psicoticismo tendrían mayores dificultades para
una adquisición eficaz de la ‘conciencia moral’, en cuanto inhibidora
del comportamiento antisocial (Milan, 2001).
3. Los delitos constituyen reacciones a vivencias individuales
de estrés y tensión
Múltiples investigaciones han puesto de relieve la conexión entre las
vivencias de tensión y la propensión a cometer ciertos delitos, especialmente
delitos violentos (Andrews y Bonta, 2006; Tittle, 2006).
Muchos homicidios, asesinatos de pareja, lesiones, agresiones sexuales
y robos con intimidación son perpetrados por individuos que
experimentan fuertes sentimientos de ira, venganza, apetito sexual,
ansia de dinero y propiedades, o desprecio hacia otras personas. Al
respecto, una perspectiva clásica en psicología es la hipótesis que
conecta la experiencia de frustración con la agresión. En esta misma
línea, una formulación criminológica más moderna es la teoría general
de la tensión, que señala la siguiente secuencia explicativa de la
relación entre estrés y delito (Agnew, 2006; Garrido, Stangeland y
Redondo, 2006).
a) Diversas fuentes de tensión pueden afectar al individuo, entre las
que destacan la imposibilidad de lograr objetivos sociales positivos,
ser privado de gratificaciones que posee o espera, y ser sometido a
situaciones aversivas ineludibles.
b) Como resultado de las anteriores tensiones, se generarían en el
sujeto emociones negativas que como la ira energizan su conducta
en dirección a corregir la situación.
c) Una posible acción correctora contra una fuente de tensión experimentada
es la conducta delictiva.
d) La supresión de la fuente alivia la tensión y de ese modo el mecanismo
conductual utilizado para resolver la tensión se consolida.
4. La implicación en actividades delictivas es el resultado
de la ruptura de los vínculos sociales
La constatación de que cuanto menores son los lazos emocionales con
personas socialmente integradas (como sucede en muchas situaciones
de marginación) mayor es la implicación de un sujeto en actividades
delictivas, ha llevado a teorizar sobre este particular en las denominadas
teorías del control social. La más conocida en la teoría de los
vínculos sociales de Hirschi (1969), quien postuló que existe una serie
de contextos principales en los que los jóvenes se unen a la sociedad:
la familia, la escuela, el grupo de amigos y las pautas de acción convencionales,
tales como las actividades recreativas o deportivas. El
enraizamiento a estos ámbitos se produce mediante cuatro mecanismos
complementarios: el apego, o lazos emocionales de admiración e
identificación con otras personas, el compromiso, o grado de asunción
de los objetivos sociales, la participación o amplitud de la implicación
del individuo en actividades sociales positivas (escolares, familiares,
laborales...), y las creencias o conjunto de convicciones favorables a
los valores establecidos, y contrarias al delito. En esta perspectiva la
etiología de la conducta antisocial reside precisamente en la ruptura
de los anteriores mecanismos de vinculación en uno o más de los contextos
sociales aludidos.