viernes, 28 de diciembre de 2012

Entrevistas OIJJ - Sra. Marianne Moore. Experta en Justicia Juvenil. Reino Unido



Con la siguiente entrevista la Sra. Marianne Moore, experta en justicia juvenil del Reino Unido, presenta uno de los principales resultados del Proyecto MHYO: Análisis Comparativo Europeo y la Transferencia de Conocimientos sobre Recursos de Salud Mental para Jóvenes Infractores (MHYO), Volumen II: 'Manual para la mejora de los conocimientos y habilidades profesionales y el desarrollo de programas de promoción' coordinado por el OIJJ y apoyado por la Comisión Europea.
En este contexto, es analizada la formación adecuada para los profesionales que trabajan con menores infractores con problemas mentales para mejorar el conocimiento y habilidades profesionales. También añade algunas recomendaciones relevantes que los estados deberían llevar a cabo para mejorar la situación de estos jóvenes que sufren problemas de salud mental.

Marianne Moore es especialista en justicia juvenil reconocida internacionalmente. Como directora del Estudio de Justicia Ltd entre sus clientes se incluyen: OIJJ, UNICEF en Afganistán y Turquía; y Reforma Penal Internacional. Recientemente, ha diseñado una política de prevención de la delincuencia para niños en Afganistán y ha proporcionado asistencia estratégica a dos organizaciones benéficas que trabajan con infractores en Uganda: el Proyecto de Prisiones de África y apoyo para la Vida.

Antes de crear el Estudio de Justicia Ltd, Marianne era una consultora en Cordis Bright Ltd donde dirigió tres exámenes de gran escala en centros de detención en Reino Unido para la Junta de Justicia de Menores de Inglaterra y Gales. Éstos se centraban en jóvenes infractores con necesidades de tratamientos específicos y aquellos que debían cumplir largas sentencias. Estando allí, también entrenó a profesionales de la justicia juvenil mejorando el cumplimiento de los Servicios de Jóvenes infractores con los Estándares Nacionales de la Justicia Juvenil en Reino Unido. Antes de trabajar en Cordis Bright, Marianne era una consultora en Tribal Consulting y Capita Consulting. Ha publicado trabajos sobre justicia juvenil y género, protección de menores y sobre estándares internacionales de detención de jóvenes. Tiene un master en Justicia Juvenil y Criminología aplicada de la Universidad de Middlesex y un graduado de la Universidad de Oxford.

La Comisión Europea apoyó al Observatorio Internacional de Justicia Juvenil (OIJJ) en el desarrollo y la coordinación del Proyecto MHYO – El análisis comparativo europeo y la transferencia de conocimientos sobre recursos de salud mental para jóvenes infractores. Como usted ha sido encargada del seguimiento del Proyecto MHYO- Volumen II, ¿cuál es su objetivo y qué es lo que define usted como innovador en los resultados obtenidos?

El tema de los jóvenes infractores con problemas de salud mental tiene poco reconocimiento y no se ha investigado lo suficiente. Hay un escaso compromiso nacional, incluso menor que en la cooperación internacional, y se centró en la búsqueda de soluciones para el asunto en cuestión que ahora está muy extendido. Estar en conflicto con la ley es un tema tabú, y el tener problemas de salud mental otro. La gente, por lo general, no sabe cuál es la mejor manera de enfrentarse a esa situación, por lo que finge que no es real. Por eso, el Programa MHYO tiene por objetivo poner este tema en la agenda internacional, y eso es innovador. Su objetivo es proporcionar una nueva investigación, destacando las mejores prácticas, y dar medios prácticos para mejorar la situación de los jóvenes infractores con problemas de salud mental. Además, intenta captar la atención a todos los niveles sobre la toma de decisiones e, incluso, ofrecer formas y soluciones prácticas para la mejora en la práctica in situ. Así pues, es una campaña global para mejorar la vida de los jóvenes infractores con problemas de salud mental, lo cual era necesario desde hace bastante tiempo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Dilemas e imprecisiones en el diagnóstico en salud mental del adolescente: el paradigma del TDAH Cornellà i Canals, Josep 1*


Revisión teórica
Resumen
Desde hace más de un siglo, se ha prestado especial atención hacia aquellas personas que, con inteligencia normal, tienen dificultades en mantener su atención y concentración. Se han propuesto múltiples denominaciones. El DSM-IV (Manual Estadístico de Diagnóstico de la Academia Americana de Psiquiatría, 4ª edición) acepta el término “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad” (TDAH), mientras que la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) habla de “Trastorno Hipercinético”. ¿Está de “moda” el TDAH? Tendemos a “medicalizar” muchos de los conflictos del día a día. La triada sintomática del TDAH (hiperactividad, inatención e impulsividad) puede aparecer en niños normales y en distintos trastornos psiquiátricos. El diagnóstico debe ser clínico, hay que apurar un diagnostico diferencial, hay que ser cauto con la comorbilidad  y debe considerarse  la globalidad de la persona y de su entorno, incluyendo el posible fracaso del sistema educativo actual. Reflexión sobre los límites del diagnóstico, en un momento en que abundan los diagnósticos en pacientes en pleno proceso de desarrollo.

Introducción
Desde hace más de un siglo, se ha prestado especial atención hacia aquellas personas que, con inteligencia normal, tienen dificultades en mantener su atención y concentración. Se han propuesto múltiples denominaciones. El DSM-IV (Manual Estadístico de Diagnóstico de la Academia Americana de Psiquiatría, 4ª edición) acepta el término “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad” (TDAH), mientras que la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) habla de “Trastorno Hipercinético”.
¿Está de “moda” el TDAH? Tendemos a “medicalizar” muchos de los conflictos del día a día. La triada sintomática del TDAH (hiperactividad, inatención e impulsividad) puede aparecer en niños normales y en distintos trastornos psiquiátricos. El diagnóstico debe ser clínico, hay que apurar un diagnostico diferencial, hay que ser cauto con la comorbilidad y debe considerarse  la globalidad de la persona y de su entorno, incluyendo el posible fracaso del sistema educativo actual.

Datos para la reflexión
- Existe una enorme disparidad en las tasas de prevalencia, oscilando entre el 1 y el 18 %. Con criterios DSM-IV las cifras pueden ser hasta cuatro veces más elevadas que con los criterios más estrictos de la CIE-10. Ha habido un interés en la utilización del modelo estadounidense por encima del de la OMS, mucho más restrictivo.
- Las tasas de prevalencia varían incluso con los mismos criterios DSM. Con encuestas cumplimentadas por profesores de primaria (1), se pasó de una tasa del 9,6 % (cuestionarios basados en criterios DSM-III) al 10,9 % (criterios DSM-III-R) y al 17,8 % (criterios DSMIV). ¿Se trata únicamente de criterios científicos, o existen intereses económicos y políticos en la definición del trastorno?
- Un metaanálisis (2) que conjuga los criterios DSM con los CIE proporciona una prevalencia del 5,29 %. Nos queda la duda sobre la validez de la metodología de screening seguido.
- Los estudios de screening basados en la cumplimentación de un cuestionario dan tasas muy elevadas de TDAH. En muchos, falta la correspondiente entrevista y exploración psiquiátrica para confirmar o no la existencia del  trastorno. En otros estudios, desde equipos de neuropediatría, falta el diagnóstico diferencial psiquiátrico.
- Sin negar la existencia de un grupo de niños y adolescentes que presentan dificultades en mantener la atención y la concentración, debemos reconocer también la presión existente sobre los profesionales de la salud (pediatras de atención primaria, paidopsiquiatras, psicólogos, etc.) para el diagnóstico del TDAH.
- Los síntomas del TDAH pueden aparecer en muchos otros trastornos psiquiátricos infantiles, así como en niños normales con deficiencias educativas o en adolescentes que, simplemente, muestran su rebeldía (3). Julio Bobes  (4) advierte sobre los peligros de “psiquiatrizar” los problemas de la vida diaria.
- Existen algunas revisiones críticas. En un estudio  retrospectivo, P. Hill (5) concluye que solamente la mitad de los pacientes previamente diagnosticados de TDAH podían ser considerados dentro de esta categoría diagnóstica.  Datos semejantes encontramos en una revisión crítica que hicimos sobre 158 pacientes (6).

Las edades de mayor riesgo: preescolares y adolescentes.

Con excesiva frecuencia se diagnostica un TDAH en niños menores de 6 años. La agenda para el DSM-V se plantea si es posible establecer un diagnóstico correcto de TDAH antes de los doce años. En el preescolar, muy a menudo, los síntomas de inatención obedecen mayormente a una evolución madurativa más lenta que el ritmo de aprendizajes que imponen los planes de estudio.
La atención es una función cognitiva que va madurando a lo largo de estos años. La normalidad no debe confundirse con la media.
Los síntomas diana del cuadro pueden aparecer en niños normales, con falta de límites educativos, o con otras alteraciones. Es imprescindible la evaluación exhaustiva de todas las áreas psicopatológicas. Siempre hay que considerar el síntoma por encima del trastorno.
En la adolescencia pueden aparecer otros trastornos emocionales o conductuales que dificultan el diagnóstico y pueden crear confusiones diagnósticas. Por lo tanto, no nos queda más remedio que volver a los principios, a los elementos básicos del ejercicio de la medicina.

El diagnóstico, el diagnóstico diferencial y la comorbilidad.

El diagnóstico del TDAH es un acto médico, y como tal, requiere obtener todos los datos posibles para hacer una aproximación diagnóstica, teniendo en cuenta todos los factores posibles, y libres de influencias y prejuicios externos. Todo diagnóstico en psiquiatría es un acto médico, al igual que ocurre en las demás especialidades médicas. Nunca puede obedecer un diagnóstico al cumplimiento de unos cuestionarios.  Los psiquiatras, como médicos, debemos repasar los conceptos básicos ligados al diagnóstico.
1.- El diagnóstico
Diagnosticar supone entender con la máxima precisión científica la dinámica del proceso morboso, y nombrarle nosográfica e individualmente con expresividad y concisión. Diagnosticar supone “conocer, aparte del cuadro sintomático y el curso del proceso morboso en cuestión, los factores patogenéticos o causales “strictu sensu” y los factores patoplásticos o configuradores de tal proceso.”(K Birnbaum, 1923).

jueves, 13 de diciembre de 2012

¿TDAH en la adolescencia? 50 preguntas orientativas para reconocer y tratar el TDAH. NÉSTOR SZERMAN


1.¿Qué es el TDAH? 

Durante muchos años, el Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad, conocido entre los clínicos por sus siglas TDAH, resultó ser especialmente conocido y diagnosticado por pediatras, cuando los padres o  educadores derivaban a un niño con conductas disruptivas, muy impulsivo e hiperactivo. Este trastorno, tratado o no, se esperaba que continuara  hasta la pubertad, período de la vida en el que se suponía remitía espontáneamente. Durante la última década, la investigación neurobiológica y  la experiencia clínica han cambiado radicalmente nuestra comprensión  de este trastorno. Ahora sabemos que el trastorno afecta no sólo a niños  varones hiperactivos, sino a un sustancial porcentaje de niños, adolescentes y adultos de ambos géneros, probablemente al menos al 5% de la  población, muchos de los cuales no son hiperactivos. Surgen ahora las dificultades cognitivas como centrales en el trastorno, dentro de las cuales  la falta de atención es la más llamativa, pero abarca una amplia variedad 
de funciones cognitivas, incluyendo habilidad para activar y organizar un  trabajo, habilidad para sostenerse alerta, capacidad para utilizar a corto plazo y de forma efectiva la “memoria de trabajo”(1), etc. Algunas de  estas dificultades de atención están recogidas en los criterios diagnósticos usuales como el DSM-IV, aunque va emergiendo el conocimiento  de que particularmente adolescentes y adultos presentan un gama más  amplia de dificultades cognitivas que se solapan con alteraciones en las   “funciones ejecutivas” que cumplen un rol crítico en integrar y regular el  conjunto de la actividad mental.(2) En resumen, se ha cambiado el criterio  simplista del TDAH como niños hiperactivos, hacia una comprensión del  trastorno que incluye alteraciones crónicas en funciones críticas para la  activación, integración y organización de la actividad mental, determinantes para una eficaz adaptación a las exigencias académicas, laborales y de las relaciones sociales.  


2. ¿Qué no es el TDAH?  
No es un problema emocional ni tampoco un problema de aprendizaje.  Es esencial distinguir entre problemas emocionales, sociales y familiares  que originan dificultades académicas y los problemas emocionales, sociales y familiares que surgen como consecuencia de un TDAH. El TDAH  es “poco comprendido”, porque los afectados parecen, en ocasiones,  normales y es difícil comprender que su comportamiento es “natural”  y se relaciona con la neurobiología que regula su actitud. Así, es común  que los niños de 2 y 3 años sean inquietos e impulsivos y no mantengan  su atención más de unos pocos minutos. De hecho, la mayoría de los  niños de esta edad presentan estas características debido a que es una  etapa en la que están descubriendo e investigando su entorno, aunque  sólo un 5%, aproximadamente, seguirá presentándolas después de los 4  años. De hecho, muchos padres de hijos con TDAH describen que esta  conducta hiperactiva e impulsiva de sus hijos no sólo no disminuye sino  que, por el contrario, aumenta a partir de los 4 años. Es bastante común  que a estos niños se los considere vagos o maleducados, como si la culpa  fuera de los padres o como si dependiera de la voluntad de los niños  cambiar el estado de la situación.
Es habitual que se compare a estos niños con los hermanos, los  amigos u otros compañeros de clase, sin tener en cuenta que para ellos  lograr un nivel de atención o control de la conducta, que exhiben otros  niños, les exige un esfuerzo extraordinario, y en algunos casos de una  magnitud tal que resulta imposible de lograr.(3)

3. ¿Cuáles son los síntomas nucleares del TDAH? 
Según los criterios diagnósticos usuales, como el DSM-IV, son: déficit de  atención (dificultades para mantener la atención y la concentración), así  como para seguir instrucciones, impulsividad (dificultad para controlar  los impulsos) e hiperactividad (agitación e hipercinesia).


4. ¿Es el TDAH un diagnóstico nuevo? 
¿Por qué no existía antes? 
Antes de 1940, los niños con dificultades de atención/aprendizaje fueron considerados retrasados mentales, o con alteraciones emocionales  o con desventajas culturales. El primer reconocimiento del diagnóstico  sindrómico y del aspecto fundamental de la inatención inapropiada,  como dimensión central del TDAH, llegó con la publicación del DSM III  en 1980. Los primeros estudios sobre las bases orgánicas se sitúan a  mediados del pasado siglo con el concepto de “disfunción cerebral mínima”, hoy sólo referencia histórica. A continuación se puso el acento en el  llamado “síndrome hiperquinético”, donde la atención se focalizaba en la  hiperactividad motora. En 1972, Douglas(4) propone un cambio trascendental al plantear que el síntoma principal es el déficit de atención. En la  actualidad se mantiene la falta de atención como síntoma fundamental,  pero la neuropsicología comienza a aportar nuevos insights que conducen a “una tendencia creciente a fijarse en las funciones ejecutivas y la  inhibición de respuesta como planteamientos de futuro”.(5)

 
5. TDAH ¿cada vez son más? 
El incremento del diagnóstico de niños y adolescentes con TDAH ha creado preocupación social en la comunidad por el uso de estimulantes en  su tratamiento. Esta preocupación de carácter moral, ya que estamos  usando “drogas” en nuestros jóvenes, ha traído como consecuencia el  infradiagnóstico y peor tratamiento de los sujetos afectados. No hay  motivos para esta sospecha de sobrediagnóstico(6) , que por otra parte no  existe en España, aunque sí preocupación por los casos que no se pueden  beneficiar de un diagnóstico y tratamiento adecuados.


6. ¿Es el TDAH una condición americana  de los EE UU? 
El TDAH afecta a uno de cada veinte niños en los EE UU. El predominio  de la investigación en este país en el último medio siglo ha dado la impresión de que es un “problema americano”, donde sería más prevalente  que en el resto del mundo, impresión reforzada por la percepción de que  los factores culturales y sociales que lo favorecen serían una característica de la sociedad americana. Los datos de la investigación no parecen  demostrar esta peculiaridad aparente de “los americanos”, ya que en  rigurosos metaanálisis(7) se comprueba en más de 50 artículos estudiados  la prevalencia mundial del TDAH. Sí se puede afirmar que la posibilidad de diagnóstico ha sido más temprana en ese país.

7.¿Es el TDAH un trastorno de base genética? 
La investigación genética en psiquiatría puede contribuir a la clínica de  varias formas distintas: identificando causas en el entorno, especificando  mecanismos de vulnerabilidad y ayudando a que los diagnósticos posean  una mayor fiabilidad. El TDAH es un síndrome cuyas manifestaciones  principales tienen una clara relación con factores de índole genética. 
Los familiares de primer grado de pacientes con TDAH tienen un riesgo  de padecer otros trastornos psiquiátricos como adicciones a sustancias,  conductas antisociales, trastornos por somatización y el propio TDAH superior al que explica el azar. En estudios en gemelos, la concordancia del  trastorno entre gemelos monocigóticos (que comparten al 100% la dotación genética) es de 50-80%, frente a gemelos dicigóticos (comparten la  dotación genética al 50%) que es del 30-40%(8). Los estudios de adopción  que permiten analizar el peso de factores genéticos-ambientales en la  aparición del TDAH demuestran que la frecuencia en que se presenta el  TDAH o trastornos relacionados en familiares biológicos de probandos  es significativamente superior (9) . La genética molecular ha dado lugar a  multitud de trabajos sobre el sistema dopaminérgico, fundamentalmente  sobre el receptor D3 y D4, el transportador de dopamina DAT, la enzima  catecol-o-metil-transferasa, que cataliza la degradación de catecolaminas, regulando la disponibilidad de dopamina y noradrenalina en la  sinapsis de circuitos cerebrales implicados en el TDAH, receptores de  noradrenalina y otros. En ellos se confirma la importancia del sistema  catecolaminérgico en el TDAH, al menos en sus manifestaciones clínicas y en la respuesta a los tratamientos farmacológicos disponibles. En definitiva, los datos actuales disponibles sitúan la heredabilidad del trastorno, aunque con matices, en torno al 60-70%, constituyendo uno de los  trastornos psiquiátricos con mayor preponderancia genética(10).


8. ¿Cuáles son las bases neurobiológicas del TDAH? 
Desde hace cuatro décadas, la investigación neurobiológica ha implicado a los sistemas de neurotrasmisión catecolaminérgicos en la fisiopatología del TDAH y a las estructuras frontales, ganglios basales y vías  frontoestriatales, como sustrato patogénico del mismo. Estas estructuras  forman parte esencial de los circuitos integrados en el llamado sistema  biológico de recompensa. Se ha propuesto la existencia de una disfunción  frontoestriatal de origen diverso como responsable de la existencia del  TDAH. Fundamentalmente se ha implicado al sistema dopaminérgico en  el cuál existiría una disfunción global. La utilización de psicoestimulantes como las anfetaminas y el metilfenidato, que modulan los sistemas   dopaminérgicos y noradrenérgicos en el tratamiento del TDAH, mejora  las manifestaciones clínicas nucleares del trastorno y son ampliamente  utilizadas. Básicamente se ha relacionado la dimensión déficit de atención con una disfunción dopaminérgica y noradrenérgica en áreas del  córtex cerebral que controlan la cognición. La dimensión hiperactividad  motora con disfunción dopaminérgica nigro-estriada. A modo pedagógico  podríamos establecer esta relación: 
• noradrenalina y atención;
• dopamina e impulsividad
• dopamina-noradrenalina con hiperactividad

viernes, 7 de diciembre de 2012

Sentimiento anómico y conductas antisociales y delictivas: verificación de un modelo causal en jóvenes brasileños. Nilton S. Formiga 1*


Resumen
La anomia conduce el individuo para una sociedad carente en el consenso del contenido de las normas sociales haciendo con que las personas vivan sin adherir o cumplir las reglas sociales causando daño a una buena interacción  individuo-sociedad; en este sentido, el sentimiento anómico refiérese a un estado mental de desespero y de abandono que acompaña el sujeto, debido a la falta de acceso a los medios socialmente prescritos para la realización de los fines sociales. Las conductas desviantes refiérense a los comportamientos que no están de acuerdo con los códigos y los preceptos morales socialmente establecidos, infringiendo simultáneamente reglas de conducta y causando prejuício a la sociedad  y al individuo. En este estudio se pretende verificar la asociación del sentimiento anómico con las conductas desviantes en jóvenes. Doscientos treinta y cinco hombres y mujeres con edad entre 13 y 20 años, de la red de educación pública y particular de la ciudad de João Pessoa PB, han respondido a la escala de sentimiento de estar a la margen de la sociedad, a la escala de conductas antisociales y delictivas y cuestiones sociodemográficos. A partir del programa AMOS GRAFICS 16.0, se observaron indicadores psicométricos que comprobaron la asociación, positiva, entre sentimientos anómicos y las conductas desviantes.
Palabras Claves: Sentimientos anómicos, conductas antisociales y delictivas, jóvenes. Abstract
The anomie leads the individual to a society lacking the consensus of the content of social norms so that people can live without adhering or fulfill the social rules hurting a good individualsociety interaction. That been said, the feeling anomic refers to a mental state of hopelessness and helplessness that accompanies the subject, due to lack of access to socially prescribed ways to the achievement of social goals. The deviant behaviors refer to behaviors that are not in accordance with codes and socially established moral precepts, while violating rules of conduct and causing harm to society and the individual. This study aims to verify the association of feeling with the anomic deviant behavior in young people. 235 men and women aged 13 to 20 years, the network of public and private education  in the city of João Pessoa, the scale of respondents feeling of being on the fringes of society, the scale of antisocial and criminal behavior and socio-demographic. From the program AMOS 16.0 grafics, it was observed psychometric indicators that demonstrated the positive correlation, between anomic feeling and deviant behavior.
Keywords: Feeling anomic, pipelines antisocial and criminal behaviors, young

Introducción
Las explicaciones sobre las causas de la violencia entre jóvenes han sido buscadas por las ciencias humanas, sociales y de la salud. Ese problema, también, ha preocupado la población brasileña en general y las instituciones de control y formación social (por ejemplo, escuela, familia, etc.) sobre las razones que llevan  jóvenes a manifestaren comportamientos violentos. La violencia entre jóvenes brasileños ha sido destacada, principalmente cuando sus autores no son sólo aquellos que corresponderían a  las características socioeconómicas y culturales atribuidas a jóvenes considerados violentos cuando se refiere a  los indicadores estándar de pobreza-riqueza, ruptura de la personalidad, exclusión social, disfunción familiar y de falta de oportunidades para gozar de bienestar  material de sus autores (Adorno, 2002; Beato, Peixoto & Andrade, 2004; Formiga & Gouveia, 2002; Paixão, 1983; Pino, 2007; Olmo, 1999).

No bastase el perjuicio de la violencia entre jóvenes, sobre el daño humano y social, también ha sido discutido bajo a la perspectiva de  un perjuicio material que ella causa. Conforme Santos e Kassouf (2008), los gastos públicos y particulares en la prevención, combate y control de la violencia a cada década, exceden el total de 5% del PIB brasileño, además, de las pérdidas aún no contabilizadas, con respecto del  capital humano, calidad de vida, reducción en el turismo, etc. A pesar de esa inversión, la violencia ha aumentado, haciendo ascender a la tasa de mortalidad de jóvenes de 15 a 19 años, haciendo que Brasil sea el 3er lugar en el mundo en muertes de jóvenes asociados a la conducta delictiva (Coffey, Veit, Wolfe, Cini & Patton, 2005; Kahn, 1999; Laub &Vaillant, 2000; Waiselfisz, 2008).

Sin embargo, ese es un fenómeno que tiene formas distintas, alcanzando un alto porcentaje de actos desviantes y causando fuertes daños a la población. Para abordadlas, es necesario tener claro las distintas modalidades en  que la violencia se presenta, así como, sus diferentes causas (Sanmartín, 2006). Según Formiga, Estevam, Camino, Anderson e Santos (2010), las modalidades de la violencia entre jóvenes, generalmente, ha sido atribuido al constructo del comportamiento agresivo, conducta desviante y uso potencial de drogas. Para eses autores, en un estudio con jóvenes de Paraíba, estado brasileño, fue observada una relación positiva entre eses constructos. Pero, a título de parsimonia científica, se pretende contemplar en el presente estudio, solamente una de las facetas de la violencia: las conductas desviantes.

 Las conductas desviantes no solamente estuvieron condicionadas a las incontables elaboraciones cuanto a su concepto, pero también, las controversias  en la forma de análisis del problema y en la forma de tratar con las personas responsables por la conducta. De manera general, este tipo de conducta se refiere a un conjunto de transgresiones, solo aceptas como es, cuando considera un determinado contexto sociocultural (Neto, 2004).

 En la actualidad, sin embargo,  en estas conductas no ha sido identificadas autor y rótulo específico, son conductas muy variadas, a pesar de evidentes, llevada a cabo por personas que ni siempre son identificadas, pudiendo presentarse como una conducta antisocial y/o delictiva. Estas conductas se refiere a los comportamientos que no están de acuerdo con los códigos establecidos por las autoridades de determinado espacio geográfico y con los preceptos morales socialmente establecidos, violando, simultáneamente códigos de conducta moral (Carvalho, 2010; Formiga & Gouveia, 2003).

 Según Formiga y Gouveia (2003) y Formiga (2005), la conducta antisocial se refiere a falta de conciencia de las normas que deben ser respetadas – desde a la norma de limpieza de las calles al respeto con los colegas en el que se  refiere a ciertos juegos – no practicadas por algunos jóvenes. En esa dirección, este tipo de conducta se caracteriza por el echo de causaren incómodo, pero sin que causen necesario daños físicos a otras personas; solo dicen a respeto a las bromas de los jóvenes o simplemente a la búsqueda por la ruptura de algunas leyes sociales.

 Sobre a conducta delictiva, eses autores a conciben como merecedoras de punición jurídica, capaces de causar daños graves, morales y/o físicos. Así que, tales conductas pueden ser consideradas más severas que las anteriores, representando una amenaza eminente a la orden social vigente. Estas conductas tienen en común es que las dos interfieren en los derechos y deberes de las personas, amenazando su bienestar, así como diferenciándolas en su función de gravedad de las consecuencias oriundas (Formiga & Gouveia, 2003; Molina & Gómez, 1997).

Posiblemente, todo joven practica o ha practicado algún tipo de conducta antisocial, que es del repertorio de ellos, resaltando como un desafío en  la ruptura de las normas sociales y reglas tradicionales de la sociedad, evidenciando las normas de la generación de sus padres, como exceden y que impiden eses jóvenes de realizaren su propia voluntad.

 Se considera que un fenómeno con esta fuerza entre los jóvenes es típico de una sociedad que tiene sus valores debilitados y las acciones institucionales de control del comportamiento, fracasadas cuanto al establecimiento de la norma social (Beato, Peixoto & Andrade, 2004; Feijó, 2001; Minayo et. all., 1999; Moreira  Rosário & Costa, 2008; Mulvey & Cauffman, 2001; Paixão, 1983).

 El aumento de la conducta antisocial y delictiva entre jóvenes, principalmente, aquellos sin historia de delincuencia en la época actual, debe a un cambio cultural que tiene perfil de los países occidentales, en otras palabras, el aumento del individualismo (Formiga & Diniz, 2010).Conforme Reykowski (1994), esta perspectiva individualista destaca el bienestar do self como principal orientación a la adaptación, por otro lado, la perspectiva colectivista tiene como enfoque el bienestar para el grupo. Todas las diferencias cognitivas, actitudinales y de comportamiento entre colectivismo y individualismo  son oriundas de esta diferencia en suposiciones implícitas sobre el mundo social.

 El individualismo tiene como presupuesto fundamental la racionalidad, basándose en los principios de regulaciones, reglas y leyes, de  modo a favorecer a individualización, autonomía, autorrealización y la libertad de elección. Por otro lado, el colectivismo tiene como presupuesto fundamental las relaciones, basándose en los principios del bienestar colectivo, papeles, deberes y obligaciones, favoreciendo a la convivencia en grupo.

 Es en este sentido que “... el impulso para la individualización estimuló mayor libertad en las relaciones entre trabajadores y empleadores, hombres y mujeres, padres y hijos. Las formas tradicionales de deferencia cedieran lugar a una nueva afirmación de derechos individuales,reforzadas, si necesario, por apelación a las cortes de justicia” (Kumar,1997, p. 179). De acuerdo con Giddens (1998), esta condición ya  había sido vislumbrada por Emile Durkheim, el cual defendía la necesidad de que las  personas precisasen ser ‘individualistas’, pero sin que eso favoreciese la justicia social y el fortalecimiento y consistencia de la autoridad moral en la sociedad.

 Pero, para Sorj e Martuccelli (2008), la perspectiva defendida por Dukheim en el que se refiere a la necesidad de una mayor individualidad  de los sujetos, debería implicar en el aumento de la autonomía y iniciativa individual, pero, no fue eso que pasó. Al contrario, las personas con una acción individualista, no la realizaban con base en la negociación de las relaciones interpersonales y del respeto a las normas y reglas sociales, tornando, con eso, opaca la relación del mundo subjetivo del individuo y la  sociedad. Esto ha causado una perdida del reconocimiento y comprensión  de los espacios de la sociabilidad destinados a la cohesión social y no un estado de desorganización. 

 El hecho es que este cambio cultural ha llevado el sujeto a la priorización de necesidades personales en que la meta sería la obtención de prestigio. Así que, en la falta de recursos o mismo de apoyo social para alcanzar tal prestigio,  el individuo se utilizaría de conductas desviantes, el que revelaría no solo la delincuencia juvenil, pero, una falta de estructura y descrédito del poder disciplinario de las instituciones normativas y formadoras de la conducta juvenil y la disolución del poder socializador de estas instituciones cuanto a la transmisión moral y ética para los jóvenes, indicando así, un tiempo de anomia (Idhac, 2009; De Giorgi, 2005; Formiga & Diniz, 2010; Lipovetsky, 1986).

 Tal estado de anomia sigue un camino de caos social, en la que, romper la norma o manifestar alguna conducta desviante entre los jóvenes puede ser un acto ennoblecedor para la construcción de la imagen juvenil y la busca de las aspiraciones del consumo para propia realización del sujeto. Un desvío excesivo de la norma transpone los espacios de la vida particular de las personas, afectando los espacios  públicos y colectivos y un sentimiento de inseguridad y exclusión social (Arendt, 2009; Neto, 2006; Sorj & Martuccelli, 2008).