martes, 9 de agosto de 2011

NEGOCIACION Y ADMINISTRACION DE CONFLICTOS ADOLESCENCIA MARGINAL . AUTORAS: PATRICIA ALVAREZ Y MARIA FASSANI


1. Introducción
Para dar apertura a este trabajo comenzaremos con la pregunta acerca, ¿A que llamamos Adolescente Marginal?; la misma nos permitirá poder articular desde distintos puntos de vista (social, sociológico, psicológico y jurídico). Sabemos que las sociedades han y están comprobando cambios en los  paradigmas que sustentaron a las mismas durante años. La modernidad sólida ya desaparecida mantenía la ilusión de que este cambio modernizador acarrearía una solución permanente, estable y definitiva de los problemas. Esta transcurría con la finalidad de lograr un estadio en el que fuera prescindible cualquier posterior modernización.
Hoy vivimos un periodo de modernización liquida, siendo esta la génesis del sentimiento de inestabilidad y precariedad asociado a una crisis de confianza. Las comunidades se vuelven inseguras, vulnerables e inciertas, viven con una significativa inquietud por el mañana.
Por eso una comunidad necesita de la solidaridad entre sus miembros, de la tolerancia, de ser capaces de incluir a la diversidad de personas, de poder dar comienzo a un lugar de acuerdos y negociaciones; obrar juntos en orden al bien común, lugar donde se comparte la lingüística, la cultura y los valores. Se dan en cambio, en esta modernidad liquida, rupturas en los aspectos esenciales que hacen a la vida de las personas: transformaciones en los modelos familiares, desintegración familiar, precariedad laboral, desempleo, deserción escolar, marginalidad y pobreza.


En primer lugar la asociación entre pobreza y marginalidad suele ser frecuente y la mayoría de las veces, acertada. A fuerzas de carencias varias, un puñado de males estalla en el seno de los hogares y barrios de la mano del hambre, desempleo y la deserción escolar, multiplicando los problemas que refuerzan la exclusión de los ya excluidos. Donde las tensiones del mundo actual llevan a jóvenes a caer en conductas perturbadas que los adultos no comprenden y con respecto a los cuales no saben que hacer.
Sin embargo hoy mas que nunca  “Educar” es también preservar y consolidar la salud mental de las nuevas generaciones, precisamente porque los problemas emocionales están más difundidos, son más intensos, pueden bloquear y malograr el resto de la acción educativa. Esto nos exige como profesionales un esfuerzo adicional y conocimientos adicionales, dado que el trabajo educativo es y siempre será una fuente inagotable de aprendizaje.  La realidad configura el espacio donde se estructuran los modos de pensar y actuar, las formas de vida, y donde los niños y adolescentes en este contexto representan a la población mas vulnerada.

El adolescente marginal estructura su modo de vida, desde sus inicios en espacios sociales desfavorables, con privaciones y escasas o nulas posibilidades de recrear o resignificar sus experiencias de vida. Estos jóvenes, son victimas de procesos de desintegración y deterioro, situaciones de vulnerabilidad y riesgo social. Transcurren sus  vidas entre  la ausencia y el desencuentro, sucumben en la violencia, las adicciones y el delito. Y finalmente si escapan a la muerte..., poblar las instituciones que se crean para atenderlos, en donde la delincuencia crece y se vuelve cada vez más Juvenil.

2. Desarrollo

Para poder desarrollar que es la Marginalidad Juvenil, vamos a dedicar un espacio al actual mundo del trabajo, de la escuela y de la familia.
a) Trabajo Hace relativamente poco tiempo, el trabajador típico era el hombre, jefe de familia con un empleo estable. Hoy, es por lo general, la mujer jefa de familia, que sostiene con un empleo temporario, mal remunerado, con una jornada laboral extensa que conlleva a estar ausente largas horas de su hogar, donde los hijos la mayoría de las veces se encuentran solos. Por ende ingresaremos al grupo “por debajo de la línea de pobreza”, donde las necesidades básicas no están satisfechas
b) Escuela Es una de las instituciones que vive a diario las transformaciones del paradigma propio y el del contexto sociocultural – económico. Antes todos los niños eran incorporados al sistema u este era respetado y tenido en cuenta, además en una muy alta estima por padres, alumnos y el personal directivo y docente.
La grave crisis social desvirtuó las funciones de la escuela, ella transita por un camino casi desconocido, en el aula se reproduce la misma situación con la que los educandos cohabitan tanto en la esfera privada (hogar) como pública.
Los docentes acostumbrados a una determinada estructura de trabajo, los padres desorientados sin registro de la necesidad del ejercicio de su rol, con escasa señal de alarma y sin poder o querer escuchar y conocer la realidad de sus hijos, y la responsabilidad que les cabe.  Los niños y adolescentes, los cuales tienen una historia de ser la causa de todos los problemas familiares y escolares, donde todas las culpas le pertenecen a ellos, sobre todo en la adolescencia. Por ende la escuela funciona en consecuencia, aparentando una institución expulsora. Por eso nos parece verdaderamente necesario capacitar a los alumnos en la mediación, con el fin de que cada uno pueda utilizar sus dones, carismas, como así también agentes de cambio dentro y fuera del ámbito escolar.
Es de mucha importancia los acuerdos explícitos entre las instituciones, constituyendo los nudos de la red institucional, esta red constituirá el sistema de protección para los niños y adolescentes. Se realizaran intervenciones con la capacidad de poder integrar acciones que colaboren con la inclusión y con la efectividad de la convención de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, a fin de que todos se perciban a si mismo, como sujetos de derecho y deberes.
c) Familia La familia en su ser a tolerado modificaciones que van desde la llamada Familia Tradicional, aquella conformada por madre, padre e hijos, hasta las Familias Uniparentales, ensambladas, nietos a cargo de los abuelos. En cuanto a los vínculos ellos pueden ser contenedores o disruptivos, que ejercen límites claros o no, en ocasiones la comunicación es inadecuada, o el mensaje no se comprende y en otras no existe la palabra.

La familia es un sistema dinámico, cada subsistema tiene fronteras y jerarquías, también quien o quienes ejercen el poder, no siempre de una manera saludable para el grupo familiar, en variadas oportunidades producen situaciones de extrema gravedad en cada uno de sus miembros sobretodo en los más débiles mujeres, niñas, niños y adolescentes. Todo grupo familiar tiene creencias, valores y mitos, ellos sustentan el accionar de sus integrantes y que se transfieren a otras situaciones y a otros tiempos. Cada uno tiene su propia identidad en relación con los otros y contribuye a la construcción de la autoestima y se confirma con el afecto, la solidaridad, la tolerancia y el respeto de sus singularidades, cuando no sucede así se provoca un daño trascendental en la edificación de la vida familiar. Considerando que es en la familia donde se crece, se madura y se desarrollan las habilidades cotidianamente.
En el ciclo evolutivo de sus miembros, en la edad de la adolescencia las interacciones y los vínculos pasan por un período de grandes dificultades no solo con sus padres sino con el mundo adulto en general, es en ese momento cuando la familia no debe ni diluirse, ni expulsar o volverse invisible; al contrario, es imprescindible involucrarse con los/as adolescentes para acompañarlos, escucharlos y buscar juntos caminos de acuerdos y negociaciones, valorando el caudal bio-psico-social de estos/as. De hecho los adultos deben buscar la ayuda necesaria con el fin de desarrollar y afianzar su función educativa de crianza y protección, promoviendo la participación social, como responsables los unos de los otros, dando origen al sentido de pertenencia.

3. Marginalidad Juvenil

Al hablar de adolescente marginal, automáticamente pensamos en actividades delictivas por lo que debemos esclarecer que entendemos por dicho término y sobre que criterios nos basamos para designar a “alguien” como tal. De acuerdo al punto de vista que lo enfoquemos, el término nos remitirá a distintas definiciones:

4. Punto de vista jurídico 

Podemos decir que una actividad marginal, puede remitir en oportunidades a actuares delictivas y en principio, un delincuente es un sujeto que comete acciones penadas por la ley, es decir comete hechos que se encuentran plasmados en un código como delito. Este concepto de delincuencia es relativo al medio, al lugar, al país en donde el individuo acciona. Atenernos a este esquema legal seria atribuirle una simplicidad y pobreza que la ley no tiene, descartando los variados matices y las múltiples consideraciones que abarca en la conceptualización del delito. Si nos referimos a la marginalidad o delincuencia juvenil veremos que lo legal establece diferencias sustanciales con la consideración del delito adulto.

Cuando se habla de un joven en conflicto con la Ley Penal, se está hablando por un lado de alguien que ha cometido un delito a una edad determinada, por otro lado se está hablando no solo de un sujeto actor de una acción delictiva, sino también de “alguien”, de quién es ese “alguien”, de cómo es este alguien. Donde en la delincuencia adulta hay una relación causa-efecto, es decir a tal acción le corresponde tal sanción. En el adolescente cuando se dice que alguien ha cometido un hecho, el peso de la consideración no cae sobre el hecho en sí, sino sobre “alguien” que lo cometió, es decir el peso caería no  solo sobre la figura delictiva, sino sobre el individuo. Esto resulta muy interesante, porque lo que aparece como fundamental y con respecto al actuar juvenil es el sujeto y no la acción, y esto nos revela que existe otra óptica frente a la marginalidad juvenil, que incidirá en la respuesta que la ley proporcionará a los hechos cometidos por jóvenes.

Esta respuesta será la resultante de tener en cuenta, como es la persona de este marginal juvenil, como se ha desarrollado, cual ha sido el medio en que se ha criado, como se lo ha guiado, educado, que se le ha dado y que se le ha negado, de que ha carecido, y como se han comportado los adultos con él. Lo que se considerara va a ser no un sujeto que ha cometido una acción sancionable, sino un sujeto que ha sido comprometido en una acción delictiva por aquello que puede haber padecido, por habérselo privado de los aportes necesarios para su desarrollo, por haber carecido de cuidados y tutela necesarios y adecuado a su edad, por haber estado desprotegido. Es en base a esto que la ley considerara que el marginal juvenil no es alguien pasible de sanción por haber cometido un hecho antisocial, sino que es alguien necesitado de protección cuya carencia se manifiesta a través de la comisión de hechos delictivos. Además la ley considera a este joven como incapaz, en el sentido de que por ser menor no es capaz de tener una plena responsabilidad de sus actos.

5. Punto de vista Psicológico

Por su edad el joven marginal, así como todos los jóvenes menores, se encuentran en un periodo de inmadurez, de desarrollo, de crecimiento, que hace que exista una apreciación relativa con respecto a lo pautado, estaría en la transición entre el abandono de la total irresponsabilidad de la infancia (en que todo es determinado por los adultos), y la adultez en el ejercicio responsable. Por supuesto que a través del proceso de socialización que comienza desde el momento que el individuo nace, este va recibiendo e incorporando las pautas de la cultura, pero podemos decir que este trasgresor juvenil, por el solo hecho de ser adolescente todavía está en etapa de transición, periodo que llamaremos siguiendo a Erikson de “moratoria psico– social”, un periodo previo a la asunción real de los roles y responsabilidades adultas Es decir, que todavía estos roles adultos que van absolutamente relacionados con las normas, ya que implican aquello que la sociedad dispone para sus miembros y esperan su cumplimiento. La moratoria es un periodo de demora que se concede a alguien que no esta listo para cumplir una obligación o que se impone a aquel que debería darse tiempo asimismo.

La moratoria psico – social es una demora en lo que respecta a compromisos adultos. En este periodo el adolescente actúa una serie de comportamientos que implican un ensayo de los roles adulto, y también ensaya con lo permitido y lo prohibido a través de conductas provocativas, desafiantes para poner y ponerse a prueba. Por eso hay una serie de conductas en la adolescencia que pueden parecer a través de la óptica adulta, desajustada o antisocial y que no implican nada más que ensayos de aciertos y error. El conocimiento de esto nos previene de apresurarnos en el diagnóstico de una conducta adolescente, ya que el rotulo que se adquiere durante este periodo de moratoria puede tener enorme importancia para el futuro de la personalidad, presionando peligrosamente el joven a sentirse aquello que se lo ha denominado.
La presencia del acto antisocial en un adolescente será un llamado de atención, una alerta, que indicará que en el desarrollo emocional de ese individuo “algo” ha ocurrido, para que la manifestación de ese “algo” surja a través de un hecho antisocial.

Sabemos que el desarrollo de la personalidad puede describirse como “una sucesión de fases diferenciales” que presentan cualidades y modalidades distintas entre sí. Estos momentos de transición se caracterizan por trastornos en todas las áreas, con predominio de lo intelectual y lo afectivo. Si consideramos a la adolescencia como un periodo de crisis, en el cuál el sujeto se encuentra perteneciendo al mismo tiempo a algunas esferas del mundo adulto, concluiremos en que la lucha por ubicarse definitivamente puede llevarlo a conductas de desajustes, a comportamientos de diversa índole y modalidad.
Teniendo en cuenta estos conceptos, el acto antisocial de un adolescente puede ser visto como un episodio esperado en un periodo crítico, sin revestir en características patológicas Pero también el acto delictivo en un adolescente puede revelar una perturbación de la personalidad. En este punto es necesario detenerse para considerar la importancia de un diagnóstico psicológico. Dependerá del buen diagnóstico para formular
el pronóstico y en consecuencia arbitrar el tratamiento adecuado.

6. Punto de vista Psico–social

Nos referimos al individuo, pero enfocado a este de acuerdo al modelo conceptual de la Psicología Social “como totalidad en las situaciones concretas y en los vínculos interpersonales”, al individuo en situación.
Donde las características predominantes son: compulsividad a la acción, el sujeto se siente compelido hacia la actuación delictiva, actúa a través de lo antisocial permanentemente sus conflictos. Esta actuación simboliza una solución de conflictos y gratificaciones Ias de necesidades. El delito en si mismo, constituye sólo la manifestación más dramática de una deformación difusa de la personalidad total. Consecuentemente a esta característica y en directa relación con ella encontramos la intolerancia a la tensión y frustración, donde existe una permanente urgencia impostergable de resolverlas, todo debe se en el acto, ahora, inmediatamente, a través de cualquier medio porque lo que se siente es que es ahora o nunca.

De ahí que en gran parte la acción delictiva signifique una salida que permite al sujeto evadirse de una situación insostenible. Hay además una visión tergiversada de la realidad. La realidad deja de ser algo que se impone por su propiedad, que tiene valencia por lo que es, que existe en sus propias connotaciones para constituirse en algo dimensionado por el propio sujeto de acuerdo a sus demandas Se cambia y vive en relación a aquello que se precisa.
La noción del tiempo aparece como un presente absoluto, el tiempo es solamente “hoy”, no hay pasado con autoreferencia, ni por ende proyecto de la existencia lo que sucedió y el futuro carece sentido.
De aquí también que no pueda haber postergación porque no existe un porvenir que de sentido a la espera basada en la existencia pasada. Hablamos también de fallas en el proceso de simbolización donde el pensamiento se mantiene a nivel concreto, en donde la acción sustituye constante y permanentemente a la elaboración. El símbolo, el gesto, la palabra son reemplazados por el acto, hay un manejo del mundo como objeto, el mundo es vivido como cosificado, esta compuesto de cosas, cosas pasibles de ser manejadas Incluso su cuerpo pertenece a la categoría de cosa, instrumento para ser utilizado. Esto nos indicaría los trastornos en las relaciones interpersonales primaria, la perturbación en los vínculos.

Si nos preguntamos sobre el adolescente marginal, lo primero que encontramos es que sus historias infantiles son regularmente muy traumáticas Donde se descubren repetidos abandonos y rechazos, graves carencias y negligencias, castigos frecuentes y privaciones reales, y a menudo importantes periodos de la infancia han transcurrido en instituciones, lo cual fue un obstáculo para lograr identificaciones y donde no se les ha proporcionado en general oportunidad para adquirir y desarrollar un código consistente y cohesivo de normas éticas y valores. Estos jóvenes no recibieron la cantidad de aportes necesarios para el desarrollo normal, no fueron satisfechas sus necesidades de amor y cuidado, lo cual es esencial para permitir el desarrollo de procesos de identificación. La prolongada frustración de tempranas necesidades de seguridad, no solo interfieren en los mecanismos de identificación, sino que también tienen como consecuencia una persistente actitud de sentir que el medio es hostil y rechazante, junto con un profundo sentimiento de inadecuación personal y una sensación de desconexión. Esto es lo que provoca la desconfianza.

Este molde de desconfianza básica puede verse incrementando a través de un “quantum” de carencias y hostilidades de todo aquello que rodea al joven, medio ambiente precario, dificultades económicas, falta de educación, promiscuidad, maltrato, rechazo, etcétera Todo esto aumenta la vivencia de un mundo hostil, carenciado, rechazante, un mundo que no da y que imposibilita posteriormente que el sujeto sea dador. Donde si lo aprendido es la acción y la postergación no tiene validez, pues después no se recibe nada, es más fácil llegar a robar; a sacar cosas que se sienten como necesarias y que se sabe que nunca serán otorgadas.
Además observamos que para el adolescente marginal, el grupo de pares representa la posibilidad de canalizar todas las pulsiones agresivas; el grupo resulta ser el depositario que le permitirá llevar a cabo conductas con una finalidad vindicatoria, pero también en este grupo busca un lugar donde sentirse seguro, fuerte, un lugar donde encontrar su identidad.

De hecho que al ser el mismo grupo similar al grupo familiar es posible que el joven deposite en él o en sus miembros todas sus expectativas, en el sentido de haber encontrado un lugar seguro de sentirse querido y respetado; pero pronto será decepcionado, ya que sus compañeros que padecen las mismas carencias que él, no cubrirán sus necesidades, al ser estas insaciables en sus fantasías, la nueva derrota esta vez en manos de sus pares incrementará su visión hostil del mundo y su desconfianza.

Podemos decir que el adolescente marginal es un fenómeno universal que trasciende estructuras económicas, políticas y sociales, pero sin embargo la experiencia nos demuestra que la mayoría de estos jóvenes provienen de núcleos familiares que por sus características lo podríamos considerar como clase marginal. Lo que caracteriza a estos hogares son la promiscuidad y el hacinamiento, donde la discriminación, el sentimiento de intimidad, la noción de pertenencia está ausente en este tipo de hábitat.
La falta de organización interna, la carencia de límites se trasunta en un acentuado desorden y confusión de elementos cotidianos, donde tampoco se observa una valoración, jerarquización de las posesiones, un cuidado y conservación de lo propio como fruto de una adquisición elaborada, querida y necesitada. Podríamos decir que la sociedad global por diversos motivos ha fracasado en el intento de satisfacer en su conjunto las necesidades básicas de los individuos, generando grupos más débiles, perturbados, condicionando respuestas inadecuadas que constituyen sus núcleos enfermos.
La adolescencia marginal constituirá así un emergente de trastornos en la sociedad y la forma que asuma indicará la modalidad de sus trastornos “no es un fenómeno aislado, sino que refleja la estructura total de una comunidad” siendo como es, parte de ella.

7. Conclusiones

El ser humano es el de nuestro trabajo, permítasenos una breve reflexión, este ser es ambivalente: conocido y extraño, transparente y opaco, accesible e inabordable, es lógico e ilógico, es palabra ofrecida y es palabra rehusada, es comunicabilidad e incomunicabilidad, es torrente de amor o puede destilar odio, es mezcla de Eros y Tanatos. Construye maravillas, pero también las arrasa. Un padre lucha por tener un hijo y luego deshonra a su propio hijo. Una madre da a luz a su hijo y luego lo abandona. El ser humano tiene necesidad de convivencia y de solidaridad pero también es antisocial, donde la discriminación, la marginalidad, el sectarismo deshacen el tejido solidario.
El ser humano no es solamente herencia, es decisión, es génesis existencial, es conquista de todos los días Lidiar con el ser humano, es lidiar con la paradoja. Por todo lo mencionado es que nuestra propuesta como estrategia adecuada es la Mediación, y es a través de la misma que nuestra búsqueda será poder hallar el nido, es decir cuales son las necesidades, e intereses, deseos y objetivos de estos adolescentes marginales. Aquí podemos citar a Basaglia donde expresa “que tanto las cárceles como el manicomio cumplen una función de contención y control para salvaguardar el orden público, pero la violencia legitimada no deja de ser violencia. Las instituciones tienen un doble objetivo: reinsertar, rehabilitar que es el objetivo formal y segregar para proteger a la sociedad de aquellos que desvían de las normas que corresponden al objetivo real; que criminalizar las necesidades es en realidad la naturaleza artificialmente construida de manera que se enfrentan violencia y criminalidad, una como respuesta de la otra”.

Debemos abrir el camino hacia la resocialización, siendo las ventajas la discriminalización, la desjudicialización la desinstitucionalización y la diversificación, a efectos de que se cumpla con el objetivo formal previamente explicitado. Esto nos permitirá desarrollar programas preventivos primarios, secundarios y terciarios. De hecho la falla en la mutua regulación va creando un vínculo perturbado, por lo tanto será función nuestra lograr la modificación de ese vínculo, dando origen a una nueva relación valente de crecimiento exitoso, de este modo instaurando un yo capaz, operativo, discriminador y regulador de la experiencia.

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Autoras: Patricia Alvarez (Lic. en Psicología) y María Fassani (Lic. en Trabajo Social)
www.negocyar.com.ar
Revista N° 22 – Marzo 2007

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