Este trabajo tiene como objetivo ofrecer una revisión actualizada de los estudios publicados a nivel internacional sobre trastornos de la personalidad en víctimas de abuso sexual en la infancia. Se clasificaron los distintos trabajos en función de los trastornos más frecuentemente encontrados en los estudios llevados a cabo en este ámbito, especialmente trastorno antisocial y trastorno límite de la personalidad.
Los trabajos revisados muestran resultados poco concluyentes que muestran la necesidad de un mayor número de estudios longitudinales que permitan observar la dirección de la relación entre abuso sexual infantil, rasgos de personalidad y trastornos de la personalidad. Se subraya la importancia del concepto de resiliencia para explicar las diferencias interindividuales encontradas en víctimas de un mismo acontecimiento traumático.
Palabras clave: Abuso sexual, personalidad, trastorno, desarrollo, victimología, trauma.
Personality disorders in child sexual abuse victims
The main aim of the present study is to offer an updated review of the international studies published on personality disorders in child sexual abuse victims. The different papers were classified according to the most frequently found topics regarding this issue, with special focus on antisocial personality disorder and borderline personality disorder. The studies reviewed provide inconclusive results, which demonstrate the need for longitudinal studies that could test the directionality of the relationship between child sexual abuse, personality traits, and personality disorders. The concept of resilience is emphasized in order to explain the interindividual differences that are found in victims of the same traumatic event.
Key words: Sexual abuse, personality, disorder, development, victimology, trauma.
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia de la psicología y la psiquiatría, mucho se ha especulado acerca de la influencia de las experiencias potencialmente traumáticas acontecidas en la infancia en el desarrollo de la personalidad y su psicopatología(1, 2).
Actualmente, los diversos trabajos llevados a cabo en este ámbito han demostrado que en el desarrollo de la personalidad intervienen tanto factores biológicos como ambientales, así como la interacción entre ambos(3), sólo tenida en cuenta recientemente en estudios empíricos(4, 5). De hecho, lo que los estudios acerca de las bases genéticas de la personalidad y la psicopatología ponen de manifiesto es la importancia del entorno no compartido y la especial influencia de éste en el desarrollo(6). En los últimos años, el estudio del desarrollo de la personalidad se ha visto impulsado, entre otros factores, por los avances genéticos(7), mostrando que la personalidad viene dada por la combinación entre genes específicos y los acontecimientos vitales acontecidos por el individuo(8).
Son diversos los estudios que han observado la estabilidad de los rasgos de la personalidad a lo largo del ciclo vital y cómo el temperamento, presente desde la infancia(9), influye en el desarrollo de la personalidad adulta(10). El genotipo, sin embargo, se expresará de un modo u otro en función de las experiencias ambientales del individuo(4). Entre estos factores ambientales, destacan especialmente lo que se ha venido a llamar acontecimientos vitales o life events, de los cuales el abuso sexual infantil es uno de los más relevantes, tanto por sus implicaciones clínicas como sociales. La experiencia de abuso sexual en la infancia constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de una gran diversidad de trastornos psicopatológicos en la edad adulta(11), aunque los estudios realizados hasta el momento no permiten confirmar la existencia de una relación causal entre esta experiencia y la presencia de psicopatología(12).
Hasta donde llega nuestro conocimiento, muy pocos estudios han abordado de forma empírica y específica cómo afecta el abuso sexual infantil al desarrollo de la personalidad, siendo el de Tong y colaboradores(13) uno de los más importantes. En este trabajo, los autores llevaron a cabo un seguimiento longitudinal, de unos tres años, a niños y niñas que habían sido víctimas de abuso sexual. Encontraron que, al cabo de ese tiempo, tres de cada cuatro menores tenían menos confianza en los adultos que antes de la experiencia traumática, un 30% tenía menos amigos, un 20% se mostraba más agresivo, un 24% presentaba mayor conciencia sexual, un 28% tenía problemas de comportamiento, un 17% había repetido un curso académico en la escuela, e incluso otro 17% había empeorado su rendimiento académico en la escuela. Los autores concluyeron que el abuso sexual infantil podía tener implicaciones en la capacidad de las víctimas para relacionarse con los demás, tanto para las relaciones de amistad que podían establecer con adultos, como para la forma de relación con sus iguales.
Así, algunos autores constatan una peor salud mental general en víctimas de abuso sexual infantil(14), con una mayor presencia de síntomas y trastornos psiquiátricos en la edad adulta(15-18), estableciéndose una probabilidad cuatro veces mayor de desarrollar trastornos de personalidad en estas víctimas que en población general(19).
Diferentes estudios han demostrado cómo la historia de acontecimientos traumáticos en la infancia, entre ellos la experiencia de abuso sexual, parece incrementar el riesgo de trastorno antisocial(20), trastorno límite y antisocial de la personalidad(21), trastorno límite y trastorno de la personalidad por dependencia(22), trastorno obsesivo-compulsivo(23), o rasgos de personalidad psicopatológicos como el paranoide, el límite, el histriónico, el narcisista o el dependiente(24, 25), entre otros.
Recientemente, Putnam(26) en su revisión de los estudios publicados durante la última década sobre consecuencias psicológicas del abuso sexual infantil, destaca la gran variedad de condiciones psiquiátricas que se han asociado de forma consistente con la experiencia de abuso, como los trastornos depresivos, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de somatización, los trastornos relacionados con substancias, el trastorno por estrés postraumático, los trastornos disociativos y la bulimia nerviosa.
El artículo seminal de Johnson y colaboradores(19) concluyó que diferentes tipos de maltrato conllevaban el desarrollo de diferentes trastornos de personalidad, destacando el riesgo de trastorno límite en víctimas de abuso sexual y de trastorno antisocial y dependiente en el maltrato físico y la negligencia.
Por ello, es importante tener en cuenta la influencia de las denominadas variables mediadoras o moderadoras entre la experiencia de abuso sexual y el desarrollo de esta sintomatología(27, 28). La presencia o ausencia de determinadas variables relacionadas tanto con las características objetivas de la experiencia abusiva, como con variables psicosociales e individuales de la propia víctima y del agresor, pueden llegar a facilitar o minimizar los posibles efectos psicológicos relacionados con esa situación(29, 30).
Por ejemplo, Johnson, Sheahan y Chard(31) analizaron la posible interacción entre la presencia de trastorno por estrés postraumático, el uso de estrategias de afrontamiento evitativas y el diagnóstico de trastornos de la personalidad, principalmente trastorno por evitación, por dependencia, antisocial y límite, en víctimas de abuso sexual infantil. Los autores observaron que las víctimas de abuso sexual en la infancia que utilizaban estrategias evitativas para afrontar las dificultades, pero no aquellas que usaban estrategias de aproximación al problema, presentaban un mayor riesgo de desarrollar tanto trastorno por estrés postraumático como trastornos de personalidad.
La relación entre trastorno por estrés postraumático y trastornos de la personalidad en víctimas de abuso sexual también se ha observado en otros estudios. McLean y Gallop(32) comprobaron que las mujeres víctimas de abuso sexual que participaron en su estudio eran diagnosticadas tanto con trastorno por estrés postraumático como por trastorno límite de la personalidad y concluyeron que tal vez debería hacerse un solo modelo del trastorno en el que el eje I (trastorno por estrés postraumático) fuese el estado, y el eje II (personalidad límite) fuera el rasgo.
Otros estudios, como el de Bernstein, Stein y Handelsman(33), han concluido que, al contrario que en los demás tipos de maltrato infantil, el abuso sexual no correlaciona con ningún trastorno de personalidad en específico, si bien, en cierta medida lo hace con todos ellos. Sus resultados, no obstante, parecen estar mediados por el hecho que los participantes eran varones y el sexo puede haber actuado como factor moderador. Otros estudios posteriores no han sido capaces de replicar consistentemente esta asociación(34).
En esta línea, otros trabajos, como el reciente de Lobbestael et al.(36), han explorado mediante el uso de modelos de ecuaciones estructurales, la relación entre diferentes tipos de maltrato infantil y trastornos de personalidad, controlando la comorbilidad entre ellos. Así, siguiendo los hallazgos de Bernstein et al.(33), han encontrado que el abuso sexual infantil predice trastornos de personalidad en los tres clusters (concretamente trastorno paranoide, esquizoide, límite y evitativo), mientras que otros tipos de maltrato, como por ejemplo el maltrato físico, sólo afectan al trastorno antisocial de la personalidad.
El presente trabajo tiene como objetivo revisar los diferentes estudios publicados a nivel internacional sobre la relación existente entre la experiencia de abuso sexual en la infancia y el desarrollo de trastornos de personalidad en la edad adulta. Se presenta una clasificación basada en tres grupos de trastornos de la personalidad, que permita a los profesionales conocer aquellos trastornos que han sido repetidamente vinculados con el abuso sexual desde el ámbito científico.
MÉTODO
Selección de los estudios
Para este trabajo, se seleccionaron aquellos estudios en inglés o español centrados en los trastornos de personalidad en víctimas de abuso sexual infantil a través de una búsqueda en las principales bases de datos, incluyendo Psycinfo, Medline, Science Citation Index y Social Sciences Citation Index de la Web of Science. A fin de abarcar la mayor parte de los artículos publicados en esta área, se adoptaron dos estrategias más: (a) búsqueda a partir de las listas de referencias bibliográficas de los artículos más relevantes sobre el tema; y (b) búsqueda manual en las tres revistas de referencia dentro de esta temática (Child Abuse & Neglect, Journal of Child Sexual Abuse y Journal of Personality Disorders).
RESULTADOS
Para facilitar la comprensión de los resultados que se presentan, los distintos estudios que se han centrado en el análisis de los trastornos de la personalidad en víctimas de abuso sexual infantil se han agrupado en función de los clusters de la personalidad según el DSM-IV-TR(35).
Estos trabajos encuentran que el hecho de haber sufrido maltrato infantil eleva la verosimilitud de presentar un trastorno esquizotípico de la personalidad en la edad adulta(19,37, 38). Estos mismos resultados han sido replicados en un trabajo más reciente(39). Sin embargo, cuando en este trabajo se tuvieron en cuenta los efectos simultáneos de diferentes formas de maltrato, el único que retuvo una asociación significativa con el trastorno esquizotípico fue el abuso emocional. Otros trabajos llevados a cabo con muestras clínicas, no obstante, también han relacionado el abuso sexual grave (mayor frecuencia y cronicidad, uso de violencia, conductas más intrusivas) con síntomas esquizotípicos(40).
Respecto al trastorno paranoide de la personalidad, un trabajo reciente(34) con una muestra comunitaria encontró un aumento de la sintomatología paranoide en sujetos que no tenían ningún trastorno en el eje I del DSM-IV-TR(35). Por otro lado, en una muestra de pacientes ambulatorios, conjuntamente con el abuso emocional, el abuso sexual predijo la aparición del trastorno paranoide de la personalidad(36, 41).
Otros estudios reportan también más síntomas de trastornos de la personalidad del grupo A en víctimas de abuso sexual infantil(42-44) aunque de forma inespecífica, es decir, sin diferenciar el abuso sexual infantil de otras formas de maltrato infantil respecto a sus efectos, pero sí encontrándose que a mayor gravedad del abuso (por ejemplo, en los casos en los que se ha producido penetración), mayor gravedad en la sintomatología psicopatológica.
Grupo A
El grupo A se caracteriza por reunir aquellos trastornos que consideran que el sujeto tiene una personalidad extraña o excéntrica. Se incluyen el trastorno paranoide, el trastorno esquizoide y el trastorno esquizotípico de la personalidad(35).
Existen pocos trabajos que hayan explorado la relación entre la presencia de abuso sexual infantil y los trastornos de personalidad del grupo A(36). Entre ellos, los que han explorado la relación entre síntomas esquizotípicos y abuso sexual infantil en muestras comunitarias son los más frecuentes.
Grupo B
El grupo o cluster B de trastornos de la personalidad incluye los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista(35). Precisamente éste ha sido uno de los grupos de trastornos de personalidad que ha recibido más atención(45), tanto en la práctica profesional como en la investigación, debido a su relevancia clínica y social. En el aspecto clínico, por ejemplo, el trastorno límite es el trastorno de personalidad más prevalente entre aquellas personas atendidas en la red de salud mental pública estatal(46). Concretamente, una de cada cuatro personas atendidas en estos centros presenta un diagnóstico de trastorno límite de la personalidad, seguido por el trastorno histriónico. Cabe remarcar también, las graves consecuencias que puede conllevar para la vida de los afectados de este trastorno su no tratamiento(47). En relación a las consecuencias sociales del trastorno antisocial de la personalidad, éstas hacen que la OMS haya considerado la violencia y sus manifestaciones como uno de los problemas de salud pública más apremiantes del planeta(48). Así pues, no es de extrañar que estos trastornos sean los que hayan recibido más atención en la literatura.
Trastorno antisocial de la personalidad
En general, el comportamiento antisocial puede definirse como un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad adulta(35).
Algunas víctimas crecen en la convicción de que el empleo de la agresividad es el mejor camino para conseguir lo que quieren. Según afirman diversos autores (véanse las revisiones de Widom(49) o Maxfield & Widom(50)) el haber sido víctima en la infancia parece propiciar que de adulto se victimice a otros, conociéndose este fenómeno como la transmisión intergeneracional de la violencia. Según la evidencia, las experiencias de abusos en la infancia parecen incrementar en un 30% el riesgo de ser maltratador una vez en la edad adulta.
De hecho, en muestras pertenecientes a la población general(19, 51) se ha observado una asociación entre el hecho de haber sufrido abuso sexual en la infancia y comportamientos antisociales en la edad adulta, especialmente cuando tenemos en cuenta las interacciones con el sexo del sujeto.
Haller y Miles determinaron que, en el caso del abuso sexual infantil, casi el doble de mujeres desarrollan trastornos de la personalidad que en otros casos de maltrato. Para estas investigadoras, el hecho de desarrollar un comportamiento antisocial podría darse como una forma de autoprotección, como medio para poder ser independiente de los demás y evitar las relaciones íntimas, entendidas como signos de debilidad.
Por su parte, Semiz, Başoğlu, Ebrinç y Cetin(53) estudiaron la asociación entre el trastorno de personalidad antisocial y la historia de acontecimientos traumáticos en la infancia, encontrando que en adultos diagnosticados de trastorno de personalidad antisocial, se presentaba una elevada prevalencia de victimización en la infancia, entre ellas el abuso sexual. En esta misma línea, también destaca el trabajo de Bierer et al(.41) en el que se revela una conexión específica entre el abuso sexual infantil y el abuso físico en el diagnóstico de trastorno antisocial en una muestra de pacientes ambulatorios.(52)
Una de las publicaciones más importantes respecto a la relación entre el maltrato en la infancia, incluyendo como subgrupo el abuso sexual, y su posible relación con el comportamiento antisocial es la investigación de Caspi y colaboradores(54). Los autores encontraron que, parte de los individuos que habían sido víctimas de malos tratos infantiles incurrían en comportamientos manifiestamente antisociales en la edad adulta. El resultado más sorprendente fue que, al analizar el genotipo de este grupo, los individuos portadores de una determinada versión del gen de la MAOA (enzima cerebral implicada en la respuesta a situaciones aversivas y vinculada al comportamiento violento(55) fueron los que tenían un comportamiento mucho más violento que las víctimas de malos tratos, pero portadoras de otra versión del mismo gen. Es decir, el genotipo actuaba como factor modulador entre la experiencia de malos tratos y la posterior aparición de conducta violenta. Este trabajo ha sido replicado en diversas ocasiones, destacando por ejemplo, el trabajo de Haberstick et al.(56).
En un estudio de metanálisis posterior, Kim-Cohen et al.(57) concluyeron que el gen MAOA explicaba parte de la variabilidad en el desarrollo de conductas antisociales tras la experiencia de malos tratos. Parece ser que un acontecimiento como el abuso sexual en la infancia causa una hiperactividad en el eje, hipotalámico pituitario-adrenal y en el sistema autónomo lo que, junto con la baja actividad del alelo MAOA-LPR, puede provocar una propensión en el individuo a desarrollar un trastorno de personalidad como el antisocial(58).
Trastorno límite de la personalidad
Uno de los trastornos frecuentemente relacionados con la experiencia de abuso sexual infantil es el trastorno límite de la personalidad, definido como un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, así como una elevada impulsividad, que puede reflejarse en la existencia de abuso de substancias, desórdenes alimenticios caracterizados por atracones y conductas sexuales promiscuas, entre otros(35), y que se observan deddu y Maffei(84), han minusvalorado la supuesta relación existente entre la experiencia de abuso sexual infantil y el desarrollo de trastorno límite de la personalidad, considerando que el abuso sexual infantil no es un requisito necesario ni suficiente para el desarrollo de este trastorno, existiendo otras experiencias infantiles y múltiples variables implicadas, principalmente la gravedad del abuso experimentado, que exigen el desarrollo de modelos etiológicos multifactoriales.
Diversos estudios han confirmado esta relación en población general(31, 51, 60-63) y en muestras clínicas(36, 41, 64-69) o penitenciarias(70). Del mismo modo que en otros trastornos de la personalidad, el trastorno límite no se asocia con ninguna forma específica de maltrato infantil(71), aunque el abuso sexual infantil es un factor predictor muy potente de la sintomatología límite. Otros trabajos han confirmado esta asociación(34, 44).
A su vez, se ha constatado que mujeres diagnosticadas de trastorno límite de la personalidad presentan una mayor frecuencia de abuso sexual en la infancia, así como abusos sexuales más graves que aquellas mujeres no diagnosticadas(72, 73). Para Meza-Rodríguez(74) la experiencia de abuso sexual infantil puede activar el sistema hipotalámico-pituitario-adrenal lo que, relacionado con una hiperactivación del sistema serotoninérgico, puede hacer que se manifiesten conductas impulsivas.
A su vez, Rüsch et al.(75) demostraron una relación entre la experiencia de abuso sexual y un menor espesor del cuerpo calloso en mujeres con personalidad límite. Sin embargo, otros estudios no han encontrado esta relación entre disfunciones neurobiológicas y abuso sexual infantil en pacientes con trastorno límite de la personalidad(76).
Diferentes variables parecen influir en el desarrollo del trastorno, como que la víctima revele el abuso y sea sometida a tratamiento psicológico(77) o la presencia de baja autoestima(78). En esta misma línea, un estudio realizado por Gladstone et al.(79) considera el abuso sexual infantil un importante factor de riesgo para el desarrollo de trastorno límite de la personalidad lo que, a su vez, se relaciona con un mayor riesgo de depresión, actuando el diagnóstico de trastorno límite como mediador entre el estatus de abuso sexual y la depresión. Recientemente, otros autores(47, 80) han demostrado una fuerte relación entre la experiencia de abuso sexual, el desarrollo de trastorno de personalidad límite y la ideación y conducta suicida.
Sin embargo, algunos autores(29, 81-83), entre los que destaca el estudio de metanálisis llevado a cabo por Fossati, Madeddu y Maffei84, han minusvalorado la supuesta relación existente entre la experiencia de abuso sexual infantil y el desarrollo de trastorno límite de la personalidad, considerando que el abuso sexual infantil no es un requisito necesario ni suficiente para el desarrollo de este trastorno, existiendo otras experiencias infantiles y múltiples variables implicadas, principalmente la gravedad del abuso experimentado, que exigen el desarrollo de modelos etiológicos multifactoriales.
Grupo C
Los trastornos del grupo C se caracterizan por una alta incidencia de los síntomas relacionados con la ansiedad y el retraimiento social. Así, el trastorno por evitación se caracteriza por un patrón general de inhibición social, sentimiento de inadecuación y una hipersensibilidad a la evaluación negativa que comienza al principio de la edad adulta(35). Por su parte, el trastorno de personalidad por dependencia se caracteriza por una necesidad general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y adhesión y temores de separación(35). El último de los trastornos de este grupo, el trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad se caracteriza por una preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia(35).
Los trastornos del grupo C no presentan con tanta frecuencia investigación empírica vinculando el abuso sexual con su desarrollo, probablemente debido a que su prevalencia no es tan alta como la de los trastornos del grupo B. Entre los trabajos publicados al respecto, destacan el de Johnson et al.(31) en el que se constató una fuerte relación entre las estrategias de afrontamiento evitativas, el abuso sexual en la niñez y los trastornos de personalidad; o el de Lobbestael et al.(36), en el que se comprobó la asociación entre abuso sexual infantil y trastorno de personalidad evitativo controlando la comorbilidad con el resto de trastornos.
Otro de los estudios que concluyen la existencia de una relación entre el abuso sexual y la personalidad dependiente es el llevado a cabo por Strickland(22), en el que se investigó a un grupo de mujeres que cumplían condena en prisión. Esta autora llegó a la conclusión que las mujeres delincuentes sexuales, que han sufrido abusos en la infancia, tienen pocas habilidades para la negociación en contextos sociales, ade- más de un tipo de personalidad dependiente que las hace involucrarse en relaciones disfuncionales, llegando a no saber negociar tampoco sus relaciones sexuales.
Otros trabajos, mencionados anteriormente, también exploraron esta asociación entre abuso sexual infantil y trastornos de personalidad del grupo C son los de Johnson et al.(19), MacMillan et al.(51), Wonderlich et al.(71), Grover et al.(34) o Tyrka et al.(44), encontrando en la mayoría de los casos una asociación positiva entre el abuso infantil y la sintomatología relacionada con este grupo. Sólo en uno de los estudios(23) no se encontraron diferencias significativas entre el grupo de abusados y el de no abusados en relación a sintomatología obsesivo-compulsiva.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Los estudios revisados en el presente trabajo muestran la variabilidad interindividual en el desarrollo de trastornos de la personalidad en víctimas de abuso sexual infantil. Si bien en la bibliografía menos reciente se detectaban asociaciones específicas entre abuso sexual infantil y algunos trastornos de personalidad, una revisión más actual indica que los efectos del abuso sexual infantil parecen ser inespecíficos. Si sumamos ambos factores, la variabilidad interindividual y la inespecificidad del abuso sexual per se, llegamos inevitablemente al estudio de la resiliencia que, tal y como ha venido defendiéndose recientemente, debe analizarse desde una amplia perspectiva psicobiológica(85) que incluya tanto variables psicosociales del individuo como sus respuestas neurobiológicas al estrés(54, 86-88).
Sin lugar a dudas, entender las asociaciones e interacciones que se producen entre las experiencias traumáticas infantiles y las variables psicobiológicas del propio individuo durante el desarrollo de la personalidad permitirá llevar a cabo tratamientos más efectivos(89), ya sea mediante intervenciones ambientales de prevención primaria y secundaria, o bien mediante intervenciones personalizadas, en el ámbito de la prevención terciaria, si no ha sido posible evitar la exposición al abuso sexual infantil. En palabras de Lazarus(90) “Trauma can never be adequately defined as an external event. To be traumatized depends on the specifics of the connection between the event and the person who is responding to it – in other words, on the person-environment relationship”. En este sentido, se ha constatado de forma empírica la relación entre las experiencias positivas durante la infancia y la capacidad de resiliencia y de recuperación de un trastorno de personalidad, concretamente el trastorno por evitación y el trastorno esquizotípico(91). Conocer y promover las experiencias de relación interpersonales positivas puede ayudar, en función de los resultados, a favorecer la resiliencia en víctimas de abuso sexual. Estas intervenciones post-traumáticas deberían tener en cuenta las diferencias de los individuos en relación a su estructura de personalidad, estrategias de afrontamiento, sentimiento de culpa, redes de apoyo y soporte, o incluso en otro nivel, su dotación genética para una intervención farmacogenómica más eficaz, en caso que fuera necesario.
En general, parece que el abuso sexual infantil y la relación con los trastornos de la personalidad tienen que ver con la pérdida de confianza, seguridad, estabilidad, autoeficacia y regulación del afecto(44), variables presentes en gran parte de las víctimas y muy relacionadas con la personalidad paranoide, la personalidad límite, la antisocial y los trastornos del grupo C. Los estudios publicados sobre abuso sexual, no obstante, impiden establecer la existencia de un síndrome que defina y englobe los problemas emocionales, cognitivos y sociales que se relacionan con esta experiencia, constatando consecuencias que afectan a todas las áreas de la vida de la víctima, e incluso la ausencia total de síntomas en algunas de ellas(92).
Se hace difícil, por tanto, poder establecer relaciones causales que permitan describir la dirección de la relación entre la experiencia de abuso sexual en la infancia y el desarrollo de trastornos de personalidad en la edad adulta. Por otro lado, variables vinculadas a la metodología de los trabajos revisados, como que la mayoría de resultados provienen de estudios retrospectivos, la falta de control de posibles variables mediadoras en muchos de los estudios y el uso de muestras principalmente de sexo femenino, limitan establecer conclusiones claras respecto al desarrollo de psicopatología en víctimas de abuso sexual infantil. De hecho, las diferencias en la prevalencia por sexos en algunos de los trastornos expuestos dificultan la obtención de conclusiones sólidas al respecto. Otra de las limitaciones importantes es que la gran mayoría de los trabajos no ha explorado específicamente los efectos del abuso sexual infantil, sino que lo ha hecho dentro del marco general del maltrato. A pesar de que hay algunas herramientas para evaluar las diferentes formas de maltrato, entre las que destaca el Juvenile Victimization Questionnaire de Finkelhor, Hamby, Ormord, & Turner(93), o el Childhood Trauma Questionnaire(94), y que algunos trabajos han tenido en cuenta el solapamiento de tipos distintos de maltrato, es muy difícil separar los efectos del abuso sexual infantil de otras tipologías de violencia o de otro tipo de factores relacionados con un ambiente familiar disfuncional(43), o, sencillamente, con el paso del tiempo(95). Cabe destacar, que las víctimas de un único maltrato son muy poco frecuentes, siendo lo más común la combinación de diversos malos tratos(96, 97), siendo una de las causas que también ha dificultado el poder establecer tipologías consensuadas, así como determinar secuelas específicas ocasionadas por uno otro tipo de maltrato.
Sin embargo, la mayoría de estudios que controlan estas posibles variables interferidoras siguen constatando una relación clara entre la experiencia de abuso sexual y el posterior desarrollo de problemas psicológicos, independientemente de la influencia de otras variables(15, 19, 98-101).
En síntesis, como se ha expuesto en este trabajo, conocer cómo afecta la experiencia de maltrato y abuso infantil al desarrollo de la psicopatología de la personalidad, puede ayudarnos acerca de cómo favorecer la resiliencia y el tratamiento de estos trastornos, siendo una tarea que requiere de,todo nuestro esfuerzo como profesionales.
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Correspondencia:
Departament de Personalitat, Avaluació i Tractament Psicològics
Facultat de Psicologia
Universitat de Barcelona
Pg. Vall d’Hebron, 171
08035 Barcelona
Tel. 933125113
Fax. 934021362
Correo electrónico: npereda@ub.edu
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