Este libro trata de jóvenes que cometen delitos. No necesariamente Han sido acusados, aunque muchos de ellos si. Nos interesan múltiples cosas. acerca de estos jóvenes, su conducta y el sistema dentro del cual delinquen. Preguntamos quienes son, que tipo de cosas hacen, si sus actividades criminales van acompañadas de otros problemas, como han cambiado las tendencias con el tiempo y que se puede deducir acerca de los antecedentes de estas conductas. ¿Se puede hacer algo para intervenir o para prevenir la comisión de infracciones por jóvenes?
La cuestión de la terminología es siempre difícil, sobre todo cuando se escribe para un publico internacional; hemos de examinar brevemente nuestra utilización de los términos «conducta antisocial» y jóvenes», que aparecen en el titulo de este libro. Nos centramos en actos que suponen un quebrantamiento de la ley y en individuos que participan en dicha conducta antisocial. Podríamos habernos referido a «delincuencia» o a «crimen», y así lo haremos en el texto ocasionalmente, pero ambos términos implican una condena ( o su posibilidad) , y, como veremos, todos los estudios han mostrado que la mayoría de los delitos no tienen como consecuencia que aparezca alguien ante los tribunales y que muchas personas que cometen actos¿ por los cuales podrían ser procesados nunca figuran en las estadísticas criminales. Además, los niños por debajo de la edad de responsabilidad penal participan en una conducta antisocial por la que no pueden ser procesados. Para entender los orígenes de la delincuencia será crucial que consideremos la conducta antisocial que esta fuera del ámbito de la ley y también los actos ilegales que no tienen como consecuencia un procedimiento legal, además de los que si la tienen. Dichos actos están englobados en el termino «conducta antisocial» .
Los profesionales que se dedican a la practica clínica, tanto psicólogos como psiquiatras, tienden a referirse a categorías diagnosticas como trastorno hostil desafiante, trastorno de conducta y trastorno de personalidad antisocial antes que a delito como tal. Estos trastornos suponen a menudo desarrollar una conducta delictiva, pero están lejos de ser sinónimos de delito. Por una parte, los criterios para su diagnostico suponen muchas conductas que no implican el quebrantamiento de la ley. Por otra parte, muchos individuos que son objeto de condena no muestran el deterioro social y la disfunción psicológica que se requieren para un diagnostico psiquiátrico.
Consideraremos los hallazgos en estos modelos psicopatológicos en la medida en que sean relevantes para un entendimiento de la conducta antisocial, pero no de otro modo.
Nuestra utilización del termino "jóvenes» pretende indicar que el centro de la atención es el periodo de edad que precede a la madurez o edad adulta. En general hemos prestado atención especial a los que están por debajo de los 20 años, pero, como halla observado otros estudios (vease, Pág. ejem., Rutter y Smith, 1995), el desarrollo no cesa a los 19 años y en muchos aspectos es más apropiado extender el termino hasta los 25. De manera semejante, los hallazgos de la investigación son claros en su indicación de que la conducta antisocial se inicia con frecuencia en la niñez antes de que las personas puedan ser procesadas. Nuestra opinión refleja esta extensión hacia arriba y hacia abajo, pero hemos prestado la máxima atención al periodo de edad de los 10 a los 19 años.
No hemos definido este en términos del adjetivo "juvenil" porque esta palabra suele tener la connotación de que el límite inferior lo establece la edad de responsabilidad penal y el límite superior la edad en la que los jóvenes pasan. a ser competencia de los tribunales que se ocupan de los delincuentes adultos. Estas edades no solo varían dependiendo de los países, sino que también han cambiado con el tiempo y no son las mismas para todas las infracciones (Justice, 1996; Pease y Tseloni, 1996; Snyder y Sickmund, 1995).
¿POR QUE UN NUEVO ESTUDIO? Dos de los autores de este libro fuimos responsables de un trabajo hasta cierto punto similar hace unos quince años (Rutter y Giller, 1983) y es necesario preguntarse por que se precisa un nuevo estudio. Dominan tres consideraciones: un gran aumento de los hallazgos producto de la investigación, unos enfoques cambiantes en la teoría y un modelo diferente de las cuestiones derivadas de la política y la práctica. Desde el estudio de 1983 ha habido un considerable aumento del conocimiento empírico relativo a la naturaleza de la delincuencia, sus causas, los factores que influyen en su perpetuación en la vida adulta y su prevención y tratamiento. Las teorías del delito basadas en la idea de una sola serie unificadora de factores causales han caído en descrédito, y cada vez se ha prestado mayor atención a los orígenes de las diferencias individuales en cuanto a responsabilidad por la conducta antisocial y alas diferencias principales en los índices de delincuencia a lo largo del tiempo y entre grupos, definidos ya desde el punto de vista del genero o la nacionalidad. Los porcentajes crecientes de delincuencia, los cambios legislativos, una creciente atención internacional hacia los derechos y necesidades de los jóvenes y la general preocupación por el homicidio infantil y los delitos sexuales cometidos por jóvenes han alterado el modelo de cuestiones relativas a la conducta antisocial en los jóvenes. En nuestro estudio hemos tratado de reflejar estos diversos cambios y responder a ellos.
Las conclusiones del estudio de 1983 fueron numerosas y de amplio alcance, incluyendo un programa implícito para una futura investigación. Nuestro enfoque general en esta puesta al día de nuestro campo ha si do tomar el trabajo anterior como punto de partida y después evaluar la medida en la que la reciente investigación se ha sumado a la bibliografía anterior o la ha modificado, ha satisfecho las necesidades de la investigación que se han identificado o se ha ocupado de temas no tratados en el anterior estudio. No hemos revisado la investigación anterior a 1983, pero hemos resumido los hallazgos hasta el momento actual, incluyendo los nuevos testimonios en el marco general que proporcionaba el volumen anterior.
Esto ha supuesto una nueva evaluación de las conclusiones originales, de modo que el estudio resultante es una actualización integrada con una cobertura más amplia y una serie de conceptos un tanto diferente, y no solamente una revisión.
Un punto fuerte clave del estudio anterior era su enfoque multidisciplinario, que reunía el punto de vista clínico, el social y el criminológico. Sin embargo, el ámbito de la conducta antisocial era ya inmenso a fines de la década de 1970 y se ha extendido mucho desde entonces, de manera que ha habido que poner limites a nuestra cobertura bibliografiílla. Además de centrarnos en la investigación reciente, nos hemos concentrado en los hallazgos empíricos y en la investigación publicada en ingles.
Desde luego, los «hechos» desnudos son de poca utilidad por si mismos. Para que tengan significado y sean de valor en la planificación de políticas o en la modificación de las practicas es preciso situarlos en un. contexto social e integrarlos confererencia a la luz que arrojan sobre los meritos y deméritos de hipótesis y teorías explicativas en competencia. Esto es lo que hemos tratado de hacer; nos hemos referido así a enfoques como la sociología feminista o la sociología de la desviación, o a practicas e instituciones sociales, en las que ofrecen un contexto útil. Sin embargo, el que nos centremos en hallazgos empíricos ha significado que no hemos intentado ofrecer una cobertura general de las perspectivas teóricas, ni una descripción muy detallada del contexto cultural, excepto en los casos en los que hay investigación empírica o al menos hipótesis que se puedan comprobar.
De manera similar, no nos hemos basado en datos descriptivos, etnográficos o naturalistas, excepto donde tengan implicaciones para comprobar postitulados o mecanismos. La manera en que se juzgo la investigación para su inclusión en el librose describe en el siguiente capitulo, en el que quedara claro que el enfoque que hemos adoptado afecta al equilibrio del contenido en investigación del libro, pues los estudios que más a menudo cumplen estos criterios han tendido a centrarse en aspectos individuales o psicosociales de la conducta antisocial más que en influencias más extensas, que alcanzan a toda la sociedad, aunque consideramos estas conciertos detalle en el Capitulo 8, además de volver; sobre ellas en los Capítulos 11 y 12. Los datos, más limitados, sobre los factores sociales ref1ejan en parte las dificultades inherentes a la investigación de cuestiones más amplias; como veremos, se necesitan todavía ".: más datos empíricos en una serie de áreas sociológicas criticas.
El aumento de la cantidad y la calidad de la información sobre las infracciones cometidas por jóvenes a fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990 ha tenido lugar por tres vías principales: las estadísticas oficiales, los hallazgos de la investigación y el desarrollo de comparaciones internacionales. En primer lugar, ha habido importantes avances en las estadísticas oficiales sobre el delito.
Estas se están haciendo may amplias e incluyen informes de variadas fuentes. La oficina de Estadística de Justicia de Estados Unidos ha dirigido desde 1973 un Estudio Nacional sobre Victimas de Delitos (Nacional Crime Victimization Study, NCVS), basado en entrevistas con aproximadamente 49.000 familias (Perkins, 1996). En 1982, el Ministerio del Interior de Inglaterra y Gales siguió el ejemplo e inicio el Estudio británico sobre la Delincuencia (British Crime Survey, BCS) para completar la Estadística delictiva, que se publica anualmente (vèase, p. ej., Ministerio del Interior, 1996). En Inglaterra y Gales, el estudio de victimas consistió en entrevistas con más de 10.000 miembros de la población general. El BCS se repitió en 1984, 1988, 1992, 1994 y 1996 (vèanse Mayhew, Aye Mating y Mirrlees-Black, 1993; Mirrlees-Black, Mayhew y Percy, 1996). Además, el primer Estudio Internacional sobre la Delincuencia (Internacional Crime Survey, ICS) se llevo a cabo en 1989 seguido de posteriores barridos en 1992, 1994 y 1996- y cubrió veinte países europeos y otros entre los que estaba Japón (Mayhew, 1993; Van Dìjk, Mayhew y Kìllìas, 1990).
Estos estudios de victimas aportan mucha información para el conocimiento de que delitos se han experimentado y en que medida se han denunciado; proporcionan también una fuente de comparación para las estadísticas generadas por la policía (Bottomley y Pease, 1993). Además, los estudios sobre el delito proporcionan un útil correctivo a las simplistas interpretaciones "políticas" de los ascensos (o descensos) en la delincuencia registrada. Los patrones resultantes difieren muchas veces de las evidentes en las estadísticas policiales y de un país a otro. No es infrecuente que las tendencias que muestran los estudios de victimas sean menos espectaculares que las de las estadísticas oficiales, con menos cambios visibles en el tiempo.
En el Reino Unido, por ejemplo, los índices de vandalismo se duplicaron en las estadísticas del Ministerio del Interior enla década de 1980, pero se mantuvieron constantes en el BCS. Contrariamente, el más reciente estudio sobre La delincuencia (Mirrlees-Black 1996) mostró un aumento reciente de delitos que las estadísticas oficiales no reflejaban. Los análisis de estos tipos de comparaciones han significado que el entendimiento general de los puntos fuertes y débiles de las estadísticas oficiales se ha desarrollado considerablemente y ha incluido una aclaración de las tendencias a las que están sujetas y su relación con el mundo real de la delincuencia (vèanse, p. ejem Coleman y Moynihan, 1996; Walker, 1995).
En segundo lugar, coincidiendo con estos acontecimientos en los registros oficiales, la bibliografía psiquiatrita, psicológica, sociológica y criminológica ha contribuido de manera sustancial al desenmarañamiento de tendencias y puntos de vista acerca de la conducta infractora de los adolescentes. La propia criminología se ha desarrollado de manera considerable en la pasada década, como también la psicología infantil, siendo ambas disciplinas relativamente nuevas hace pocas décadas. Convergen en su creciente insistencia en la importancia de la minvestigación longitudinal para entender los patrones de evolución y para estudiar las cuestiones causales.
Tonry, Ohlin y Farrington (1991) defendieron con convicción la investigación longitudinal en criminología, al igual Rutter (1988) la psiquiatría infantil. Esto ha ido acompañado de avances en la aclaración de las maneras en que se pueden utilizar los datos longitudinales para comprobar hipótesis causales (Loeber y Farrington, 1994; Rutter, 1994a). Los estudios longitudinales importantes iniciados en los años sesenta, setenta y ochenta han aportado una cantidad considerable de datos a la investigación de la conducta antisocial cuando los miembros del grupo entran en la adolescencia y en la edad adulta y las continuidades y discontinuidades en la conducta se documentan mejor. Los hallazgos se relacionan con los orígenes de la conducta antisocial en el comportamiento preescolar (Campbell y Ewing, 1990; White ., 1990), el trastorno hostil/desafiante (Lahey y Loeber, 1994) y la hiperactividad (Rutter ., 1997b), así como su desistimiento y persistencia en la edad adulta (Farrington, 1995a, b; Kerner, Weitekamp y Stelly, 1995; Kratzer y Hodgins, 1996 a; Quinton., 1993; Rutter ., 1994; Tracy, Wolfgang y Figlio, 1990).El nuevo análisis de series de datos anteriores también. ha contribuido de una manera destacada (Sampson y Laub, 1993).
Así como de avances generales de la bibliografía, los últimos doce años aproximadamente han sido testigo de progresos concretos en determinados temas relacionados directamente con la conducta antisocial. Entre dichos progresos están el reconocimiento de su heterogeneidad y los avances en la comprensión de los procesos causales.
La investigación reciente ha sugeridomaneras en las que se podían diferenciar variedades de delincuencia, por ejemplo, las asociadas con la hiperactividad de aparición temprana o las que aparecen en edad temprana en vez de en la adolescencia (p. ej.,Hinshaw , 1993; Moffit, 1993a, b; Patterson y Yoerger, 1997).. Además, ha llegado a haber una mejor apreciación de la necesidad de distinguir entre los procesos causales, en cierto modo variados, implicados en las diferencias individuales en la responsabilidad de desarrollar una conducta antisocial, los cambios a lo largo del tiempo en el nivel general de delincuencia, las variaciones de situación en las actividades delictivas y la persistencia y persistencia de la conducta antisocial cuando los individuos se hacen adultos (Clarke y Cornish, 1985; Loeber y Hay, 1994; Quinton et al., 1993; Rutter y Smith, 1995; Sampson y Laub, 1993).
Una mejor comprensión de los temas que subyacen a la con morbosidad (es decir, la comparación de dos trastornos supuestamente separados) ha producido también como resultado datos relevantes para la aclaración de la naturaleza y orígenes de la conducta antisocial. Se sabe más de las asociaciones entre delito y abuso de sustancias (alcohol y drogas ilegales), entre delito y dificultades en la lectura, entre delito y suicidio y entre trastorno de la conducta y depresión (Harrington et al., 1991; Hinshaw, 1992; Miller y Pollock, 1996; Liebling, 1992; Maughan et al., 1996; Moffitt, 1993b; Robins y Rutter, 1990- Sumner y Parker, 1995).En tercer lugar, la creciente insistencia en la importancia de la perspectiva internacional (que se origina en fundamentales acontecimientos mundiales como los cambios en la Europa del Este, el fin de la guerra fría, el crecimiento de la Unión Europea, etc.) ha complicado el panorama y a la vez ha ayudado a asentar los acontecimientos nacionales en un contexto. Los estudios comparativos se están haciendo cada vez más ambiciosos y están extendiendo su mirada más allá del Reino Unido y Norteamérica, como muestra, por ejemplo, el Prìmer Estudio Internacional de la Delincuencia (Van Dijk et al., 1990)y el primer estudio basado en auto informes verdaderamente internacional (junger-Tas, 1994a).Surgen complicaciones a causa de las dificultades que tiene el tratar de comparar las tendencias subyacentes de la conducta antisocial en diferentes jurisdicciones y culturas. Por estas razones, uno de los participantes en el estudio internacional basado en auto informes ha expresado dudas sobre la validez de las conclusiones globales sacadas de datos de países concretos (Graham, 1994). Situar las estadísticas nacionales en el contexto internacional es útil, sin embargo, al poner de relieve destacados hallazgos concretos de algunos países, como el muy bajo índice de delincuencia de Japón y el sorprendente incremento de los homicidios cometidos por jóvenes en Estados Unidos (Kelley et al., 1997).
Junto a estos tres tipos principales de avances en los datos básicos, otras razones para llevar a cabo un estudio actualizado de la bibliografía sobre ladelincuencia incluyen los cambios legislativos y sociales. Dado que este es un estudio de la conducta antisocial más que de los trastornos de la conducta en general, los cambios legislativos tienen efectos potencialmente amplios sobre la imagen general. Este es el caso desde el punto de vista de las definiciones y registros de la conducta antisocial y también desde el de los requerimientos legales relativos al tratamiento de los niños y los jóvenes. La década de 1980 presencio importantes progresos europeos e internacionales en la protección de los niños (p. ej., la Convención de las Naciones Unidas de 1989 sobre los Derechos del Niño), pero dichos avances han chocado en ocasiones con otras áreas de política nacional relacionadas con disposiciones que atañen a los infractores jóvenes. En el Reino Unido, los llamamientos a una política de juventud más integrada se han hecho cada vez más urgentes, y algunos críticos han indicado que los planteamientos segmentados de la delincuencia y la atención a los niños están basados más en la distribución de los servicios y la conveniencia política que en la necesidad social o económica y en los hallazgos de la investigación.
Los cambios en las tendencias sociales que indicaron la necesidad de un estudio actualizado de la conducta antisocial incluyen transformaciones en los patrones familiares, cambios en la educación y el mercado de trabajo de los jóvenes, cambios en las experiencias normativas de los jóvenes y cambios sociales internacionales como el crecimiento de la sociedad de la información y la eclosión de los multimedia. Los cambios más evidentes en los modelos familiares incluyen un espectacular aumento de los divorcios: entre 1977 y 1992, tanto el número de divorcios como el número de hijos de menos de 16 años de parejas divorciadas se incrementaron de una manera drástica en el Reino Unido. El número de hijos de menos de 5 años afectados por el divorcio en 1992 fue de 57.000, casi dos tercios más elevado que en 1977 (Oficina Central de Estadística, 1994). En relación con esto se ha elevado también la proporción de padres y madres solos. En Estados Unidos, la proporción de niños que viven en familias con dos progenitores disminuyo durante un periodo comparable del 85% al 73% (Snyder y Sickmund, 1995).Como veremos, la relevancia de estos cambios para la conducta antisocial ha sido tema de muchos debates tanto en la bibliografía académica como en los medios generales.
Sucesivos rastreos de diversos estudios nacionales han mostrado que, en Este periodo, la proporción de jóvenes que permanecen en el sistema educativo ha aumentado espectacularmente y que en el Reino Unido y Estados Unidos, la secesión económica ha tenido consecuencias en el mercado de trabajo juvenil, Ahora es más probable que nunca en el pasado que los jóvenes entren en contacto con drogas ilegales y experimenten con ellas durante los años de su educación obligatoria (Parker, Measham yAldridge, 1995). Viven también en unasociedad en la que las nuevas tecnologías desempeñan papeles cada vez más importantes y en la que la comercialización de la información y de la comunicación está dando como resultado un mercado cultural mundial (Featherstone, 1991; Wartella, 1995).
Otra importante tendencia social que ha sido objeto de gran atención es el continuo ascenso de los índices de la delincuencia, como ponen de manifiesto las estadísticas oficiales. No hay duda de que, en una serie de países que incluye al Reino Unido, las infracciones registradas por la policía han aumentado desde la década de 1980, aunque las explicaciones de este aumento y su relación con tendencias de conducta subyacentes siguen siendo exclusivas. Esta claro que el aumento se aplica no solo al delito, sino también a la depresión, el suicidio y el abuso de drogas (Rutter y Smith, 1995).
Pensión produce finalmente como resultado la comisión de un acto ilegal concreto en un lugar concreto y en un momento concreto (Farrington, 1995a;Rutter et al, 1997b; Tonry y Farrington, 1995).Una vez más, esta consideración no se refiere en modo alguno específicamente a la conducta antisocial. Por ejemplo, la drogodependencia supone un concatenación de causas que se manifiesta primero en el consumo experimental de drogas por una persona (pero, en el caso de los usuarios de drogas duras, a menudo con unos orígenes incluso anteriores en forma de conducta antisocial), pasando a consumirlas sobre una base regular y llegando a ser psicológica y farmacológicamente dependiente de su uso, y sin tomar medidas para cambiar esta situación. Los estudios de Robins (Robins, 1993; Robins, Davis y Wish, 1977) sobre americanos que sirvieron en las fuerzas armadas en el conflicto del Vietnam mostraron que los factores implicados en cada una de estas fases no eran en modo alguno los mismos. Por ejemplo, los afroamericanos de los centros urbanos deprimidos constituyan el grupo que tenía más probabilidades de consumir heroína en primera instancia, pero los blancos que Vivian en zonas rurales eran los que tenían más probabilidades de seguir siendo adictos a la heroína después de ser desmovilizados de las fuerzas armadas. Es necesario, por lo tanto, que los procesos de concatenación de causas sean analizados eslabón por eslabón en vez de intentar encontrar una serie de factores que actúen de manera comparable en todas las fases.
COMPROBACIÒN DE HIPÒTESIS CAUSALES
Esta bien aceptado que la simple identificación de un factor que esta estadísticamente asociado con el delito no significa que haya desempeñado ningún papel en la causa .En nuestro estudio, por lo tanto ha sido necesario considerar las diversas medidas que se pueda tomar para comprobar hipótesis sobre mecanismos casuales (farrington 1988; rutter 1994) el primer requerimiento ha sido determinar si laasociación que, según se postula, representa posiblemente un mecanismo casual es constante en los muestreos y en los diferentes tipos de medición . desde luego , una falta de constancia podría significar que el mecanismo actúa
solamente en ciertas circunstancias, pero de ser así la coherencia en eras circunstancias tiene que ser comprobada y no aceptada.
La segunda exigencia ha sido diferenciar entre indicadores de riesgo y mecanismos de riesgo. En pocas palabras, los indicadores son rasgos que tienen relaciones directas con los procesos causales, pero que en si mismos no forman parte de los mecanismos que están directamente asociados con la causalidad.
La necesidad de establecer esta distinción se examina habitualmente en el sentido de tener en cuenta las llamadas variables creadoras de confusión. Habitualmente esto significa enfrentar una posible explicación causal: con otra. Por ejemplo, hace muchos años se encontró que los "hogares deshechos" se asociaban estadísticamente al delito, y se suscito la cuestión de si el mecanismo causal se hallaba en la separación del hijo de uno o los dos progenitores o en la discordia, el conflicto y la desorganización familiar que, suele asociarse con la ruptura de la familia (Rutter, 1971). Esto se podría comprobar comparando la ruptura que no va habitualmente asociada a la discordia (como la muerte del padre o de la madre) con la ruptura que se asocia más probablemente a la discordia (como el divorcio). Los hallazgos han demostrado
constantemente que, en conjunto, el divorcio acarrea el riesgo mayor de conducta antisocial (Rutter, 1971). Así, la ruptura del matrimonio de los padres es un indicador de riesgo, pero no constituye el principal mecanismo causal del delito. Alternativamente, se pueden realizar análisis multivariados para determinar si, dentro de niveles equivalentes de conflicto, la separación o los cambios familiares son predictivos de conducta antisocial o si, por el contrario, dentro de frecuencias equivalentes de separación, el conflicto es predicativo (Fergusson, Horwood y Lynskey, 1992). De nuevo, los hallazgos han indicado una mayor capacidad predictiva de discordia.
Es importante apreciar que lo que parece ser una variable creadora de confusión puede no obstante desempeñar un papel en las cadenas causales, si bien en un aspecto más lejanamente relacionado con la conducta antisocial. Por ejemplo, la pobreza y las presiones económicas parecen tener solamente una relación débil y desigual con la conducta antisocial, y por lo tanto es improbable que desempeñen un papel importante en los procesos cercanos que tienen que ver con la génesis de la conducta antisocial. Por otra parte, la pobreza y las tensiones económicas si que parecen desempeñar un papel al hacer más difícil mantener la armonía familiar y los patrones adaptatìvos de crianza de los hijos (brody 1994, conger, 1994 ) hay también mucha variables que, por su naturaleza, no tienen ningún significado con el respecto a los mexicanos causales hasta que se especifican más por ejemplo, como examinaremos en el capitulo 9, el hecho de ser varón va acompañado de un gran número del riesgo de conducta antisocial. Pero estono ayuda mucho a entender la casualidad hasta que uno puede pasar a determinar si este riesgo esta condicionado hormonalmente, por el cromosoma y por diferencias culturales en los modos de vida de varones y mujeres. hay varias medidas más que se pueden tomar para poner a prueba las hipótesis causales como señalo
farrington (1988) ,hay una ventajas considerables en poner a prueba las hipótesis causales mediante el examen de los cambios que se producen en el individuo con el paso del tiempo en relación con alteraciones en el factor de riesgo que se postula así es instructivo preguntar si por ejemplo, experiencias del desempleo (o la prisión, o el matrimonio armonioso ) aumenta o disminuye el riesgo de posterior conducta antisocial, habiendo tenido plenamente en cuenta la conducta anterior del individuo, sus circunstancias sociales y la posibilidad de que el cambio refleje un error de medición (Horney, Osgood y Marshall, 1995, Sampson y laud, 1993 ) .Es especialmente útil poder utilizar la prueba de la inversión es decir , cuando se pierde el factor de riesgo (por ejemplo cuando las personas que estaba desempleada encuentra trabajo)
¿disminuye el riesgo de conducta antisocial ¿hay muchos peligros metodológicos que salvar o vencer al emprender pruebas de este tipo, no obstante no hay duda de que se puede aprender mucho en la comprobación epidemiológica sistemática de las hipótesis casuales .
Hay tres explicaciones alternativas concretas que siempre hay que tener en cuenta y someter a comprobación en primer lugar, existe la posibilidad de que la flecha causal vuele en la dirección contraria , que la conducta antisocial haya causado el supuesto factor de riesgo en vez del al contrario esto es una posibilidad muy real en mucha circunstancias hay muchos testimonios de que la conducta problemática o antisocial de los niños provoca reacciones negativas en otras personas (Bell, 1968; Belly Chapman, 1986, Lytton, 1990; Ratter y Butter, 1993; Rutter et al., 1997b). Esto se ha hecho evidente utilizando diferentes modelos experimentales, así como por medio de estudios naturalistas, y la realidad del efecto no esta en tela de juicio. Así, cuando se ve (como ha sucedido con frecuencia, veanse, p.- ej., Reiss et al., 1995; Rutter et al., 1997b) que la critica y la hostilidad de los padres se asocian con la conducta antisocial de los hijos, es necesario preguntar si la critica de los padres ha predispuesto a los hijos a la conducta antisocial, si la conducta de los hijos ha provocado reacciones negativas en los padres o si esta actuando un proceso circular vidireccional. En relación con esto, es importante apreciar que las experiencias negativas que han sido provocadas por los mismos jóvenes pueden sin embargo seguir teniendo efectos en su propia conducta (Quinton et al., 1993; Rutter, Silberg y Sìmonoff, 1993; Sampson y Laub, 1993). Hay métodos de análisis que pueden comprobar la posibilidad de que este sucediendo esto.La segunda posibilidad es que la asociación refleje una mediación genética en vez de un proceso de riesgo ambiental. No ha sido hasta años recientes cuando se ha considerado seriamente esta posibilidad, pero ahora se dispone de una gran cantidad de pruebas de que los factores genéticos desempeñan un papel no solo en los orígenes de las experiencias de riesgo, sino también en los riesgos que surgen de dichas experiencias (Plomin, 1994; Plomin y Bergeman, 1994) Por ejemplo, es evidente que los padres no solo transmiten genes a sus hijos, sino que también ayudan a configurar y seleccionar sus experiencias. Así, por ejemplo, hay pruebas de que los factores genéticos cumplen un papel en la causa de la discordia familiar y de que este esfuerzo esta condicionado en parte por las características de la personalidad de los padres (Meyer et al. emprensa). Como las características de la personalidad de los padres pueden ser equivalentes a las que desempeñan. un papel en las características individuales que predisponen a los niños a la conducta antisocial, la posibilidad de condicionamiento genético es real. Es importante utilizar modelos genéticamente sensibles para determinar en que medida. sucede esto Por otra parte, precisamente porque los factores genéticos desempeñar un papel en la determinación de las diferencias individuales en el contacto con el riesgo ambiental, ello no significa desde luego que dichos riesgos no tengan efectos en los procesos causales que llevan a la conducta antisocial. Es más, los modelos genéticos, en su aplicación a la conducta antisocial (Meyer et al., en prensa) y al alcoholismo (Kendler et al., 1996), han mostrado la realidad de los riesgos ambientalmente condicionados.
La tercera posibilidad que hay que considerar siempre es que la causalidad guarde relación no con la conducta antisocial como tal, sino con algún otro rasgo con el cual da la casualidad que esta asociada. Ese“otro rasgo” puede ser de varios tipos diferentes. Es bien evidente que puede tener que ver con el hecho de si el perpetrador concreto de actos ilegales es detenido, acusado y condenado o no. La asociación, por lo tanto, puede ser con la respuesta de la sociedad al acto más que con el acto mismo. Alternativamente, como la conducta antisocial se asocia frecuentemente con otras variadas formas de perturbación emocional o de la conducta, se puede aplicar el proceso casual a estos correlatos de la conducta antisocial en vez de a la delincuencia perse. Finalmente, cuando se trata de muestreos especiales, como los que se remiten a los psiquiatras, existe siempre la posibilidad de que los procesos causales tengan que ver con esa forma particular de remisión o método de tratar la conducta en vez de con la conducta misma.
3. LA INTENSIDAD DE LOS EFECTOS
Hay numerosas maneras distintas de expresar la intensidad de los efectos que un factor de riesgo o protector tiene sobrela conducta antisocial (veanse Farrington y- Loeber, 1989; Fleiss, 1981; -Rosenthal y Rubin, 1982). Esto es así con los factores considerados en su relación con su posible papel en la causalidad (Lipsey y Derzon, 1998) y con las intervenciones estudiadas por su valor en la prevención o el tratamiento (Lipsey y Wilson, 1998).Hay que destacar dos aspectos al considerar los meritos relativos de las diferentes estadísticas. En primer lugar, muchas veces portan un significado de la “intensidad del efectos completamente diferente (Rutter, 1987a). En segundo lugar, tambien producen impresiones marcadamente opuestas de la « intensidad>» Lipsey y Derzon, 1998). Con respecto al primer punto, Rutter (1987a) utilizo el ejemplo del síndrome de Down.
Un el CI, lo cual Explica una proporción absolutamente trivial de la variación del Cl en la población general: 0,6% (es decir, 0,076 al cuadrado). Sin embargo, los niños con síndrome de Down tenían, como media, un CI 60 puntos por debajo del resto de la población, ¡un efecto absolutamente enorme! La explicación esta en la relativa rareza del síndrome de Down (12 por 25.000 en la población estudiada).
A un nivel individual tiene un efecto extremadamente poderoso en el descenso del CI, pero a un nivel de población sus efectos son triviales porque muy pocas personas padecen síndrome de Down. Las variaciones en el CI en el grueso de la población no afectada por el síndrome de Down tienen que deberse a otros factores. Ambas conclusiones son importantes, pero tienen significados completamente distintos.
Hay muchas razones conceptuales y estadísticas sólidas para preferir medir el delito y sus predoctores en términos dimensionares en vez de categoría les (vease, p. ej., Fergusson y Horwood, 1995). La razón conceptual es que la mayoría de las variables funcionan dimensionalmente. Es decir, hay una continuidad tanto para los predictores (como la discordia familiar o el CI) como para la propia conducta antisocial. En ninguno de los dos casos tiene sentido considerar, dichos predictores como presentes o ausentes, porque pueden estar presentes en diversos grados. La razón estadística es que la precisión de la medición se pierde inevitablemente al obligar a los datos a entrar en una dicotomía, y también se pierde capacidad estadística porque no se toman en cuenta las variaciones en toda la variedad. En consecuencia muchos investigadores (en especial -psicólogos) prefieren expresar sus hallazgos en términos de correlaciones.
Como hemos observado, estas no representan la intensidad de efectos un nivel individual si el preeditor se aplica solamente a una pequeña proporción de la población. En otras palabras, las correcciones se ven afectadas por el índice base. Además, se fundan en la permanencia de la asociación en toda la variedad (vease Rutter, 1987a). Si los efectos se encuentran principal o solamente en el extremo, la correlación subestimara la intensidad del efecto desde ese extremo.
Como mejor se demuestra la cuestión de las impresiones es haciendo comparaciones directas. Lipsey y Derzon (1998) hicieronpara diversos factores de riesgo para la conducta antisocial Así, el hogar deshecho mostró una correlación de 0,09 con la delincuencia grave o violenta posterior, lo que explica solamente el 0.8 de la varianza de población. Esto se equiparaba a un índice de probabilidad 1.98, lo cual significa que un hogar deshecho duplicaba apenas el riesgo de delincuencia grave o violenta. Esta última aseveración parece reflejar un efecto mucho más intenso que la primera, pero las dos se basan en los mismos datos. El contraste se hace quizás todavía más marcado en el genero masculino, para el cual la correlación era solo 0 .26 (7% de la varianza), pero con un índice de probabilidad de 18.55. En la mayor parte hemos optado por presentar índices de probabilidad porque proporcionan una mejor impresión intuitiva de la intensidad del efecto a nivel individual, pero nos hemos visto limitados por los modos en los que se han presentado los hallazgos en cada estudio.
ENFOQUES «POSITIVISTAS»
Una preocupación enteramente justificable por la excesiva atención hacia las diferencias individuales al considerar la causalidad, junto con un apropiado rechazo de las ideas de que cualquier factor .puede determinar actos delictivos (es decir, causarlos directamente), ha llevado a muchos criminólogos a aborrecer lo que denominan conceptos “positivistas” (vease, p. ej., Gilling, 1997). Esto ha conducido a afirmaciones según las cuales la «búsqueda científica de la causa [...] esta al servicio en la búsqueda política de la legitimidad para gobernar a poblaciones errantes y aliviar la ansiedad y la incertidumbre de la condición moderna (Pág. 205). Esta es una opinión equivocada, si bien se nutre inaprensiblemente de la creciente preocupación por la vigilancia el mantenimiento del orden y el control (vease Downes, 1992).El desarrollo de los medios eficaces para prevenir el delito requiere un entendimiento como funcionan los mecanismos causales; a lo largo de este libro tratamos de utilizar una gama de estrategias de investigación para examinar posibilidades alternativas. Como demuestran los testimonios no hay una sola causa y hay varios tipos diferentes de cuestión causal: Estas cuestiones requieren que se preste atención a una gran variedad de posibles influencias que se extienden desde la sociedad amplia, pasando por contextos sociales más personales (tales la familia, la escuela y el grupo de coetáneos)¿ hasta el individuo. Su investigación supone necesariamente enfoques sociológicos, amen de psicológicos y biológicos, lo cual precisa una amplia conceptualizaciòn de posibles influencias. Estos enfoques se consideran, sucesivamente en los Capítulos 5-10 y después se reúnen en el Capitulo 11, en el cual examinaremos enfoques de la prevención y la intervención.
CONCLUSIONES
Naturalmente, ningún estudio incluye ele solo todos los elementos necesarios para: ocuparse de esta amplia variedad de consideraciones. No obstante, la calidad de la investigación relevante ha mejorado grandemente en las dos ultimas décadas y, tomada en su conjunto, es posible muchas veces llevar las hipótesis causales muchomás lejos de lo que hubiese sido viable en la época de revisiones anteriores. Por tanto, hemos intentado, siempre que ha sido posible, ir más allá de las asociaciones estadísticas con posibles mecanismos causales. Esto ha supuesto habitualmente basarse en mediciones cuantitativas de uno u otro tipo. Como la mayoría de los procesos causales postulados implican cualidades de algún tipo (en relaciones, rasgos de conducta o experiencias fuera del hogar), hemos prestado una atención especial a las investigaciones que se han valido de detalladas mediciones discriminadoras que reflejan esas cualidades.
Los datos descriptivos, etnográficos y naturalistas han sido a menudo de gran ayuda para ilustrar la naturaleza de los posibles mecanismos causales o, alternativamente, sobre el contexto social concreto del cual los mecanismos pueden operar con más fuerza. Por lo tanto; los hemos utilizado cuando resultaba adecuado.
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