martes, 14 de junio de 2011

Tendencia antisocial: El acto del adolescente y su posible alojamiento en las políticas públicas. Laura García Domench. Parte II

Me propongo ahora reflexionar respecto de algunos lineamientos que deberían tenerse en cuenta al momento de pensar en cómo intervenir con adolescentes que presentan padecimientos como los descritos, pensando en los mismos como un ideal a construir, y siendo conciente de que, si de intervenciones en instituciones públicas se trata, éstas se encuentran condicionadas en gran parte por las políticas públicas vigentes en determinado momento y contexto. Si de todos modos, tenemos estos lineamientos en el horizonte la idea será desplegar un hacer creativo que sortee las limitaciones impuestas por la estructura estatal y construya un saber distinto respecto a lo que les sucede a estos adolescente y a la mejor manera de ayudarlos a que lentamente puedan ir redescubriendo cierto sentido y continuidad existencial en sus vidas.


Considero que uno de los principales ejes es realizar intervenciones coherentes, dirigidas y  claras. Se trata de adolescentes que ya han tenido mucho caos en su familias, que han visto muchas veces conmover las coordenadas temporo-espaciales, dado que cada nueva institución a la que ingresan se encuentra en un lugar geográfico distinto, con organizaciones de funcionamiento particulares, con vínculos que se pierden  fácilmente, por lo que si bien la situación de cada joven es particular, el eje de intervención  que se diseñe para cada uno de ellos deberá ser sostenido en el tiempo; aunque las diversas situaciones en las que se ven envueltos puedan modificar parcialmente el modo de intervenir, las bases deben mantenerse constantes. A las actuaciones que ellos protagonizan no se debe responder con actuaciones de los profesionales intervinientes,  más allá que, como ya se mencionó, generan  fastidio, impotencia y frustración -pues no aceptan soluciones falsas- no aceptan “los como si”, denuncian, piden explicaciones de las falencias del sistema y sobre todo, no se resignan a que el mundo sea tal como lo fue para ellos.
Otro de los ejes fundamentales es el trabajo con las familias de estos adolescentes, y con las personas más significativas para ellos, personas que ya les han fallado más de una vez, pero que, de lograrse mínimos cambios en el vínculo que mantienen con los adolescentes, generan en éstos importantes conmociones subjetivas.
Siguiendo a Winnicott en cuanto al tratamiento adecuado para niños y adolescentes que presentan tendencia antisocial, es esperable que en una primera instancia la terapia no sea el objetivo primordial. Cuando Winnicott se refiere al tratamiento psicoanalítico para adultos, lo hace pensando en una técnica apropiada para aquellos adultos que hubieran tenido la provisión ambiental necesaria para seguir adelante con el desarrollo personal  sin demasiados tropiezos. Con los niños con tendencia antisocial, el método terapéutico adecuado consiste en proveer al niño o adolescente de un cuidado que pueda redescubrir y poner a prueba, la terapia entonces es proporcionada por la estabilidad del nuevo suministro ambiental.
Se deberán priorizar entonces instituciones que resistan ser puestas a prueba constantemente. Estos adolescentes necesitan adquirir un considerable grado de confianza en el nuevo medio, a fin de poder renunciar a las defensas contra la intolerable angustia que cada nueva deprivación puede volver a desencadenar. La confiabilidad del hogar puede poner fin al sentimiento de imprevisibilidad, de ahí su poder terapéutico.
Winnicott realiza valiosas consideraciones respecto del lugar fundamental del personal que trabaja en las instituciones. Refiere que es imprescindible que éste se encuentre a su vez contenido. Advierte que más importante que los hogares puedan brindar estabilidad al modo en que esté organizado, debe considerarse que todo cambio de custodios interrumpe la terapia natural que el niño recibe por vivir en el hogar convivencial. Según refiere, estos niños y adolescentes necesitan estabilidad ambiental, manejo personal y continuidad en dicho manejo. Con respecto a la formación del personal del hogar refiere que deben estar informados sobre las características generales de las problemáticas que atraviesan los adolescentes, pero que más importante que su formación y experiencias previas, es su personalidad y capacidad de empatía. La realidad de los hogares convivenciales de la provincia de Buenos Aires es que no todos cuentan con equipo técnico, si bien la mayoría sí lo poseen. En los que no, la dirección de la institución, que suelen ser las mismas personas que se encargan de cuidado cotidiano de los niños, suelen embarcarse en dicha misión presuponiendo que estos niños y adolescentes han tenido familias que no les han brindado lo suficiente tanto en el plano material como afectivo, y que, por lo tanto, brindándoles mucho afecto y contención, los niños se sentirían a gusto en la institución. Estos presupuestos se caen cuando se topan con un niño o adolescente antisocial, en tanto, como respuesta a su cariño reciben agresiones, maltratos y fugas, no pudiendo significar las mismas como pedidos de ayuda. Por eso considero fundamental que todas las instituciones que trabajan con niños y adolescentes puedan contar con un equipo de profesionales capacitados en las problemáticas aquí planteadas, a fin de que puedan ayudar a decodificar la conducta de los adolescentes, y a su vez contener a los operadores que interactúan cotidianamente con ellos. Tengamos en cuenta que los rechazos por parte del personal hacia los niños alojados no hacen más que revivir los rechazos y maltratos que se encuentran en las primeras historias vinculares de estos niños y adolescentes. Todos en la institución deberán comprender que éstos tardarán mucho tiempo en poder recibir y dar  y deberán tener mucha paciencia y tolerancia.
El tema de la historia de estos adolescentes y de la difusión de la misma, merecería una extensa reflexión que excedería los límites del presente trabajo, por lo que sólo haré algunos breves comentarios. Será importante que el joven sepa que existe alguna persona o algunas personas que tiene un registro de todo lo referido a su historia, dado que, aunque de modo rudimentario, muchas veces es su legajo quien refleja algo de cierta continuidad en sus vidas. Se trata de adolescentes que han circulado por tantas instituciones, que han perdido tantas veces sus pertenencias, que en ocasiones son ellos los que requieren alguna información que solo se encuentra en sus legajos tales como por ejemplo teléfonos y direcciones de sus seres más significativos. Por otro lado, si bien es cierto que lo ideal pareciera que cuando el adolescente ingresa a una institución, el personal pueda tener la mayor cantidad posible de información sobre él, también es cierto que muchas veces, el revelar en profundidad su historia, genera cantidad de prejuicios y precauciones en el personal de la misma, que miran con desconfianza al recién llegado y se predisponen a ser una institución más que el adolescente derribará. Hay que reconocer también, que existen otras instituciones, escasas desgraciadamente,  en las que la historia del adolescente les genera un gran desafío, se comprende el sufrimiento que subyace en sus comportamientos. Estas instituciones tienen un importante margen de tolerancia y resistencia y parecieran ser las únicas efectivas para el tratamiento de los adolescentes aquí descritos. Desgraciadamente muchas veces, los funcionarios estatales  no les reconocen la significativa tarea que realizan.
Que al menos los directivos de la institución puedan conocer al niño o adolescente antes de que se decida derivarlo a la misma, pareciera también ser una línea de trabajo a seguir, dado que al vincularse con él podrán al menos en una primera instancia decidir si se sienten o no capacitados para el desafío que emprenden. Esta línea está lentamente comenzando a implementarse. Los riesgos que conlleva es que el hecho de que personal de una institución mantenga uno o dos encuentros con el niño, genera en éste un gran monto de ansiedad y expectativas, siendo muy frustrante para él no ser admitido en la misma. Sin embargo, puede pensarse que es mejor correr este riesgo, a que el niño sea ingresado compulsivamente en la institución y su rechazo se materialice cuando éste está integrándose en la misma.
El tema de las pertenencias de estos niños y adolescentes merece también cierta consideración. Es importante que las instituciones se preocupen para que cuando un niño sea trasladado de un lugar a otro, junto con él vayan sus pertenencias. Hasta hace uno años una política habitual en los hogares era no permitirle llevarle al niño sus pertenencias si éste decidía irse por su voluntad, con lo cual solo fomentaban que el niño se vaya de todos modos, sin poder llevar con él sus objetos más significativos. Esta tendencia también, lentamente, está tendiendo a ser modificada.
Winnicott es muy terminante en la siguiente afirmación: “Si (el niño)  ha tenido la experiencia de una buena relación temprana, aunque la haya perdido, podrá recuperarla en su relación con algún miembro del personal. Si ese buen comienzo nunca se dio, el albergue no tiene ninguna posibilidad de crearlo”[1]. Al respecto, considero que, muchas veces no se cuenta con un conocimiento profundo de la historia de las particularidades de los vínculos que ese adolescente ha tenido a lo largo de su vida, por lo que será necesario darle la oportunidad, una y otra vez, de que pueda vivir una nueva experiencia, y, por otro lado, siempre habrá que apostar a que ese sujeto pueda establecer un vínculo significativo con otro que resignifique las carencias de aquellas personas que le han tocado en suerte en sus primeros años de vida.
Será necesario entonces el desafío de mantener la coherencia institucional y a la vez adaptarse a cada niño, porque un niño o adolescente, solo podrá adaptarse a la institución ( y nunca totalmente) siempre y cuando haya sido el ambiente quien, en sus primeros tiempos de constitución, se haya adaptado a él. Los sujetos en los que aquí me refiero, no han corrido con tal posibilidad, por lo que muchas veces deberá ser el hogar convivencial, ese ambiente que, por primera vez, deba adaptarse al niño o adolescente, para que, recién después de mucho tiempo, éste sea capaz de aceptar las frustraciones que la realidad impone. Que el niño se resista en un primer momento a adaptarse totalmente a la institución, deberá considerarse entonces, como un índice de salud. Y será necesario que quienes interactúen con él así lo comprendan, en tanto se tenderá a una integración de la subjetividad que no sea reactiva ni defensiva, subjetividad propia del niño o adolescente que presenta trastorno antisocial. Si en un comienzo es el hogar quien se adapta al niño, esto será una oportunidad para el despliegue del verdadero self, lo que da origen al sentimiento de sí, al sentirse real. A la posibilidad de un hacer que deriva del ser. “Los logros originados desde el verdadero self son experiencias que enriquecen al self, en cambio, el hacer compulsivo, como forma de huida de sí mismo, no aporta nada al crecimiento de la persona y alimenta el sentimiento de irrealidad.[2]” Recién cuando el adolescente haya comprobado una y otra vez la resistencia de la institución, resistencia en cuanto a que a pesar de todo, aún lo aceptan y quieren, podrá comenzar a tener un mayor registro empático de los otros y comenzará también a experimentar su capacidad de hacerse cargo de sus pensamientos, actos y decisiones, de reconocer sus logros y de aceptar las consecuencias de sus errores y fracasos, sin necesidad de proyectar en otros sus aspectos idealizados o desvalorizados.
Quisiera destacar unas últimas reflexiones, que no intentan abarcar toda la problemática de la tendencia antisocial, dado que hay muchos aspectos que aún restarían seguir considerando.
Como bien lo dice Winnicott, uno nunca termina de resignarse ante la realidad, y este texto es prueba de ello, en tanto es un intento de continuar fomentando el debate respecto a las intervenciones que cotidianamente se realizan desde organismos estatales que tienen la compleja función de decidir sobre cuestiones muy  significativas de la vida de niños y adolescentes cuyas familias, por distintas razones, no han podido contenerlos en su núcleo familiar, siendo otros, quienes deben decidir por sobre encima de sus progenitores.
Será necesario que la sociedad comprenda que, más allá de que estos adolescentes requieren en el presente respuestas conforme a la situación que se hayan atravesando, el hecho de que puedan comenzar a elaborar algo de aquellos originarios fracasos ambientales que han padecido, puede ayudar a evitar que se conviertan en un futuro en obstinados trasgresores de la ley penal, con las negativas consecuencias que ello tiene tanto para el sujeto como para la sociedad en la que vive. Como señala Leonor Valenti de Greif: “La violencia como máscara de la deprivación, contiene en su origen la secreta esperanza de recuperar el marco de referencia perdido y fuerza a responder socialmente. De no ser así, dejamos lugar a que se instale una violencia que sólo tiene sentido por sí misma, sin proyecto, sin ambición, sin imaginario, como una expresión desesperada de la banalización de la vida y de la desinserción social”[3]
Este escrito solo pretende referirse a ciertas conductas generales de los adolescentes que presentan tendencia antisocial, dando por sentado que solo se trata de generalidades y que luego el abordaje de trabajo será con cada sujeto en su particularidad. Asimismo, se pueden desarrollar toda clase de ideas y planes, leyes y políticas públicas, pero en la práctica, el trabajo significativo siempre lo termina haciendo algún otro sujeto que entabla un vínculo fuerte afectivo  con el adolescente. Ya lo decía Winnicott: “Nunca llegaremos a darle al niño lo que él requiere promulgando una ley ni poniendo en marcha la maquinaria administrativa, ello es necesario pero no es más que en una etapa inicial y precaria. En todos los casos, el manejo adecuado de un niño incluye a seres humanos.”[4]. Y el desafío es ambicioso y sólo algunos pocos  podrán embarcarse en él, sólo algunos que estén dispuestos a pagar por errores y dificultades de otros que no han podido erigirse como padres suficientemente buenos, de niños y adolescentes que en su desenfrenada búsqueda por encontrar a otro que los quiera y acepte harán, sin embargo, todo para que se los rechace nuevamente.

Referencias


[1] Winnicott, D. Deprivación y Delincuencia. Pág. 83.
[2] Lic. Susana Levantini. Clase 8 “Concepto de creatividad en la obra de Winnicott” www.edupsi.com/winnicott 
[3] Valenti de Greif, “ Tiempos violentos” disponible enhttp://www.winnicott.net/ espanol/html/p_ten.asp-
[4] Winnicott D.D. op.cit. pág. 207



Bibliografía utilizada:
·                    Nelken, A. Coordinador del seminario virtual “El pensamiento de Donald D. Winnicott” disponible en  www.edupsi.com/winnicott ( última consulta: 8/11/2008)
·                    Pelorosso, Alicia, “La defensa maníaca, vedette de fin de siglo” artículo disponible enhttp://www.aap.org.ar/publicaciones/dinamica/dinamica-4/tema-4.htm (última consulta: 8/11/2008)
·                    Pelorosso, Alicia “Familias sin normas, cuna de potenciales criminales” artículo publicado en el suplemento Ciencia y Salud del Diario La Nación26/10/2002- disponible enhttp://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=444242 ( última consulta 7/11/2008)
·                    Saunier, R.V. “La práctica forense a caballo del derecho y el psicoanálisis” Seminario virtual disponible en http://www.edupsi.com/forense-psa.htm(última consulta: 7/11/2008)
·                    Stingo, N. R., Zazzi, M.C., Avigo, L. B., Gatti, C.L.  “El trastorno borderline. Evolución del concepto.-Clínica y patología”- ALCMEON 12. Disponible en http://www.alcmeon.com.ar/3/12/a12_09.htm. (última consulta 8/11/2008).
·                    Valenti de Grief, L. “ Tiempos violentos” artículo disponible enhttp://www.winnicott.net/espanol/html/p_ten.asp-(última consulta 8/11/2008)
·                    Winnicott, D.D.( 1956) Deprivación y Delincuencia. Bs. As. Ed. Paidós.
·                    Winnicott, D.D. “El delincuente y el transgresor habitual” (1940) en  Acerca de los niños. Ed Paidós. Bs. As.

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