martes, 23 de diciembre de 2014

ADOLESCENCIA Y SUICIDIO. Olga Patricia Barón B.Universidad del Norte. Colombia

Resumen

Adolescencia y suicidio es un tema sumamente amplio que ha sido estudiado desde diferentes perspectivas. La autora empieza por situar la problemática que se vivencia durante la adolescencia y, particularmente, por hacer un acercamiento a lo que es el suicidio en este período de la vida. Posteriormente hace un breve análisis de los datos epidemiológicos, estudia los factores que determinan el acto suicida y termina con una formulación de algunas posibles alternativas para el tratamiento de esta problemática en los adolescentes.
Palabras claves: Búsqueda de soluciones, ideación suicida, rumiación, cristalización, motivación, factores psicosociales, psicopatología individual.

Abstract

Adolescence and suicide are extremely wide topics which have been studied from different perspectives. The author starts by stating the issues which are experienced during the adolescence, and particularly, by approaching what suicide means in this period of life. Later, she makes a brief analysis of the epidemiological data, studies the factor which determine the suicidal act and ends with a formulation of some possible alternatives for the treatment of this problem in adolescents.
Key words: Search for solutions, suicidal thoughts, brooding.

Adolescencia y suicidio es un tema sumamente amplio que ha sido estudiado desde diferentes perspectivas. Comenzaré por situarnos en lo que pasa en la adolescencia y qué es el suicidio en este período de la vida, luego analizaré los datos epidemiológicos, que siempre son de interés, lo que podría denominarse el proceso suicida, los factores que determinan el acto suicida, y terminaré con una aproximación al tratamiento de estos adolescentes. Ire ilustrando la conferencia con viñetas de paciente adolescentes con los que he tenido la oportunidad de trabajar.

En primer lugar debemos situarnos en lo que pasa en la adolescencia, período comprendido entre la pubertad y los 25 años aproximadamente. La adolescencia es un período intenso de cambios a todo nivel: corporal, psíquico, afectivo, familiar y social. La infancia relativamente segura debe ser abandonada para ganarse un lugar en el mundo de los adultos; el adolescente quiere ser autónomo aunque aún dependa de los padres y de otros adultos. Hay un gran cambio en la percepción de sí mismo y de los demás, comenzando por los cambios corporales; los cambios de su cuerpo no le ofrecen una referencia segura, se siente desorganizado, torpe, fuerte, poco atractivo o muy atractivo. En el ámbito sexual, el adolescente debe definir su identidad, con el fin de poder establecer una relación con el otro. En el ámbito social, va y viene entre la infancia y la edad adulta, a veces se le exige comportarse como un adulto y en otras se le trata como a un niño. El adolescente además está siendo mirado críticamente; el mundo adulto lo evalúa, lo juzga, lo critica y lo confronta permanentemente. Su maduración intelectual le permite filosofar y preguntarse sobre el sentido de la vida y su lugar en el mundo. En el ámbito psicológico, es impulsivo, hipersensible, susceptible, emotivo, impaciente, apasionado. Se puede afirmar que el ado-
lescente está constantemente en desequilibrio y en estado de conflicto, lo que es normal debido a los múltiples e intensos cambios que está viviendo.

Todos estos cambios generan un grado de angustia que varía de un adolescente a otro. Por otro lado, el suicidio tiene múltiples acepciones, pero se puede definir como todo comportamiento que busca y encuentra una solución para un problema existencial en el hecho de atentar contra la propia vida. El suicidio o el intento de suicidio se toma como camino cuando no se encuentra otra salida posible a lo que se está sintiendo o viviendo. El adolescente, con o sin problemas, utiliza como mecanismo la actuación. Como sabemos, el acto es una de las formas privilegiadas para expresarse, descargar, y el suicidio es un acto. El intento de suicidio en el adolescente traduce, la mayoría de las veces, la expresión de un deseo de cambio, de poner fin a una situación en la cual se encuentra, de dejar de sentir lo que se está sintiendo; se puede afirmar que es una forma de reacción ante el sentimiento de impotencia para cambiar una situación que se ha hecho insoportable.

DATOS PROVENIENTES DE LA EPIDEMIOLOGÍA

Los datos provenientes de la epidemiología siempre son importantes y valiosos. Sin embargo, resulta fundamental hacer la salvedad de que existe un gran vacío en este aspecto, ya que sólo los suicidios consumados pueden ser conocidos como tales por los certificados médicos de deceso. Se sabe que en Estados Unidos, país con controles más eficaces que los colombianos, por cada suicidio reportado hay cuatro que no fueron consignados en las estadísticas oficiales; lo lógico es pensar que las proporciones reales son mayores. En cuanto a los intentos de suicidio, no hay realmente ninguna persona que pueda tener una idea clara de este aspecto, porque sólo se tiene acceso a los casos reportados en los hospitales como intentos de suicidio, pero debemos ser conscientes de que existen y se producen intentos de suicidio nunca diagnosticados como tales; en esto coinciden varios autores de todas las nacionalidades. En el servicio donde trabajo han llegado varios adolescentes que consultan por su primer intento de suicidio, pero después de un tiempo de trabajo con ellos cuentan haber tenido por lo menos un intento más en el pasado, o el caso extremo de una niña de 13 años, hospitalizada en el servicio, que aseguró haber realizado 10 intentos de suicidio y ésa era su primera hospitalización por uno de ellos. Generalmente, estos casos pasan como intoxicaciones, accidentes, o simplemente los padres o cuidadores no se dan cuenta. Lo que merecería preguntarnos si las estadísticas que voy a dar a continuación no son sólo la punta de un iceberg cuya parte sumergida está llamada a permanecer desconocida.

Según el Instituto de Medicina legal, de 2.046 suicidios reportados oficialmente en 1998, el 34 % tenían entre 15 y 24 años, por cada uno de ellos puede haber unos 10 intentos fallidos y 4 suicidios no consignados en las estadísticas. En 1996 se realizó un estudio detallado, a nivel de adolescentes, en el cual de 1.612 suicidios, el 38% correspondían a jóvenes entre los 15 y 24 años; de esta cifra, el 69% tenían entre 15 y 17 años y el 31% eran niños entre 5 y 14 años. En una investigación realizada en la Pontificia Universidad Javeriana –«Estudio aproximativo al suicidio en universitarios javerianos», en el cual se aplicó una encuesta a 1.120 estudiantes de 31 carreras de esta universidad de Santafé de Bogotá, con una muestra conformada por el 42.8% de hombres y el 57.9% de mujeres, cuyas edades oscilaban entre 15 y 57 años y el 90.6% estaba entre los 15 y los 24– se estudiaron algunas variables relacionadas con el suicidio. De la muestra total de 1.120 estudiantes, el 10.18% había tenido un intento de suicidio, cifra que coincide con la del Estudio Nacional de Salud Mental de 1993. De esta muestra de estudiantes que habían intentado suicidarse, el 62% lo había hecho durante la secundaria, el 4 % durante la primaria, el 23% durante sus estudios universitarios, el 7% en la secundaria y en la universidad, y el 3% en estas tres épocas de su vida.

Ladame, psiquiatra y psicoanalista suizo, subraya que una de las cuestiones más importantes de la problemática del suicidio en la adolescencia son las reincidencias. En un estudio realizado en Francia en 1986, dos de cada tres niñas y uno de cada tres varones reincidían en su intento de suicidio.

Además, es importante recordar que cada nuevo intento de suicidio es habitualmente de una gravedad médica mayor que la anterior. Una investigación realizada por Otto en 1972 encontró que de diez a quince años después de un primer intento de suicidio durante el período de la adolescencia, cerca del 10 % de la totalidad de la muestra de sexo masculino y el 3% de sexo femenino habían muerto por suicidio.

Volviendo al estudio realizado en la Universidad Javeriana, es interesante observar que a diferencia de otros estudios en los cuales se reporta una frecuencia dos veces mayor en las mujeres, al menos hasta los 17 años, cuando esta tendencia se equilibra en ambos sexos, se encontró que el género no constituye una diferencia significativa, lo que coincide con los datos del Estudio Nacional de Salud Mental. El 53% de la muestra total que habían intentado suicidarse correspondía a mujeres y el 47 % a hombres.

Entre las características de la familia en un estudio realizado en Canadá por Samy Mourni (1991), psiquiatra y psicoanalista, éste encontró que en el 72% de los adolescentes con intentos de suicidio, uno o ambos padres se encontraban fuera del hogar, más de la mitad tenían un padre que había reorganizado su vida con otra pareja; en las familias monoparentales, el padre presente (generalmente la madre) trabajaba fuera del hogar. En general, en los diferentes estudios realizados es significativo el elevado índice de conflictos, en particular la separación de los padres y la ausencia de una figura representativa de autoridad parental. En el estudio realizado en la Universidad Javeriana se encontró una diferencia significativa dentro del grupo con intentos de suicidio, de los cuales el 61% de los padres vivían juntos y el 31% estaban separados y el otro 7% correspondía a otro tipo de situación familiar, en comparación con los jóvenes que no habían intentado suicidarse, en los cuales el 74% vivían con ambos padres, el 19 % tenían padres separados y el 6% restante otro tipo de convivencia.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Reflexiones sobre la Muerte: el Duelo Infantil y el Suicidio Juvenil. Ander Fleming-Holland Rutherford (1). Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. México

Resumen

En este capítulo se examinan las teorías de la muerte y el dolor tanático desde hace cincuenta años hasta el presente, y considera las necesidades especiales del duelo infantil. Se enfatiza la necesidad de explicar la muerte de manera honesta y congruente al nivel del desarrollo de cada niño. El suicidio en los jóvenes se considera del contexto familiar, y se sugieren ciertos lineamientos para que padres de familia prevengan el suicidio en jóvenes. Se concluye que el duelo es un estado natural y necesario después de sufrir una pérdida, y como psicoterapeutas y miembros de la comunidad se debe dejar que se exprese sin minimizarlo ni suprimirlo.
Descriptores: muerte, duelo, suicidio juvenil, niñez, adolescencia.

Abstract

Theories on death and grieving for the last fi fty years are examined as well as the special needs of childhood grieving. The necessity of explaining death honestly and appropriately to the developmental level of each child is emphasized. Teenage suicide is considered in the context of the family, and suggestions are offered for parents to prevent teenage suicide. The author concludes that grieving is a natural and necessary process after suffering a loss, and that psychotherapists as well as the community should allow its expression without minimizing it.
Key words: death, grieving, teenage suicide, childhood, adolescence.


Consideraciones teóricas sobre la muerte y el dolor tanático. 

Si pretendes soportar la vida, adáptate a la muerte. SIGMUND FREUD

Morir es la condición humana y la reflexión referente a la muerte existe en todas las culturas. Desde el comienzo de la historia escrita, la realización de la fi nitud de la vida ha sido una fuerza poderosa e influyente sobre el hombre. Varios filósofos distinguidos, desde las épocas remotas de la civilización, han señalado que una de las características que más distinguen a la raza humana de otras especies es su capacidad de entender los conceptos de un futuro e, inevitablemente, de una muerte personal. 

Pero desde el siglo XVII, el pensamiento filosófico occidental cambió su enfoque desde el campo teológico hacia el campo científico, dando un nuevo énfasis a la maestría científica de la naturaleza, en vez de una maestría espiritual de la persona sobre sí mismo (Toynbee, 1968). 
Una consecuencia mayor de este cambio tan radical fue un empobrecimiento de las creencias espirituales profundas, sostén filosófico y religioso que ayudaba al hombre a trascender su muerte personal. El concepto de muerte llegó a ser más impermeable hasta que se formó una barrera, en vez de un portón y empezaron los tabúes “civilizados” acerca de los procesos de la muerte y del duelo. La muerte y sus concomitantes se aislaron descontaminados, esterilizados de sus cualidades ritualísticas vivenciales, y sólo así fueron permitidos para entrar a la empeñosa sociedad humana que existía al comienzo de la era despersonalizada de la tecnología.

Las consecuencias sociales de esta dominación filosófica del modelo mecanicista del ser humano,basado en los escritos de Hobbes y Locke aún antes de Descartes (Russell, 1961/2000), han sido un aumento de la fragmentación de la familia y del barrio, lo que los antropólogos nombran grupos de “parentesco”, es decir, homogéneos y constantes. Estos valores tradicionales proveían los soportes emocionales y sociales para amortiguar el impacto de la muerte cuando se interponía en la vida. Con la erosión de estos sostenes, el ser humano empezó a distanciarse de la muerte. Abrigado en el misterio y el silencio, sus cualidades desconocidas aumentaron hasta que la muerte personal llegó a ser provincia del profesionista, campo del técnico y terreno cercado con prohibiciones (Kübler-Ross, 1969).

Esta repugnancia cultural por la muerte siguió hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando el positivismo lógico empezó a ser derrotado bajo las influencias humanísticas y existencialistas que empezaron a florecer en Europa después de la guerra. 

Las dos décadas sucesivas se caracterizaron con la introducción de cursos y talleres sobre la muerte y el  proceso de morir en varias universidades y escuelas profesionales europeas y norteamericanas. A la vez, varios académicos como Kastenbaum y Costa (1977) y Kübler-Ross (1969, 1982), entre otros, empezaron a publicar sobre el tema de la muerte. Hoy en día existen revistas profesionales como Omega, Death Studies y el Journal of Thanatology, y varias asociaciones dedicadas específicamente a este tema. 

Aquí cabría hacer una pregunta: ¿Cuáles descubrimientos empíricos y percepciones psicológicas han resultado de estos trabajos y grupos tanatológicos en las últimas cinco décadas?

Primero que nada, que la muerte es un fenómeno de todas las estaciones de la vida humana. Esto quiere decir que su fuerza directiva está presente en todos nosotros: sanos y enfermos, jóvenes y viejos. No es un tema solamente apropiado a los soldados, moribundos, ancianos o suicidas. Es un ingrediente importante de la vida a través de toda la vida. Así, no beneficiamos a los niños cuando intentamos protegerlos de la experiencia de la muerte de un ser querido. Al contrario, impedimos su desarrollo emocional. Estamos descubriendo que los niños son más capaces de soportar la tensión asociada con la muerte que la tensión asociada con el misterio y el abandono implicados en el resultante vacío silencioso.

En segundo lugar, que el miedo a la muerte puede ser una ocurrencia del segundo orden, refl ejando el desplazamiento de una ansiedad de separación; ésta es la posición ortodoxa tradicional del psicoanálisis. Investigaciones con pacientes moribundos geriátricos y psicóticos han indicado que lo opuesto va más al grano; la aprehensión y el miedo referente a la muerte y al proceso de morir pueden por sí mismo producir síntomas psíquicos tales como depresión, miedos exagerados de pérdida, fobias, síntomas físicos tales como insomnio y manifestaciones psicosomáticas e incluso psicóticas (Whal, 1959).

El miedo tanático no suele ser una variable unidimensional, unipolar y unitaria; presenta varios componentes tales como la pérdida de identidad, la soledad o el miedo de “irse al infierno”.Así, las connotaciones negativas de la muerte suelen ser asociadas con sentimientos de desarraigo y el tener que enfrentar lo “desconocido” sin la maestría adecuada. Estos sentimientos, al parecer, son más importantes que los de no haber vivido suficientemente o de que la familia sufriría. Suele ser que la actitud hacia la muerte ya no refl eja la posibilidad de expiación y salvación consecuente sino aislamiento y pérdida del self (Feifel y Branscomb, 1973; García-Alandete y Gallego-Pérez, 2003; Berti y Scheider-Berti, 2003).

La muerte humana opera simultáneamente entre varios niveles de realidad o significancia, cada uno de los cuales puede funcionar con autonomía. Por ejemplo, existen discrepancias entre los mecanismos conscientes e inconscientes de la muerte. Mientras el miedo tanático al nivel consciente no se destaca verbalmente, al nivel de la fantasía se presenta como una ambivalencia en las imágenes manifestadas, y suele ser totalmente negativo (la “negación”) a nivel inconsciente. Este balance contradictorio de aceptación y evitación de la muerte personal parece servir a necesidades poderosas de adaptación. 

Estos hallazgos indican la necesidad de no aceptar evidencias superficiales del grado de miedo tanático como se afirman conscientemente, dado que existen evidencias contradictorias en otros niveles (Feifel, 1977). Del mismo modo a cómo se enfrenta una enfermedad grave, la amenaza de la muerte varía mucho entre culturas y situaciones. Por ejemplo, los pacientes geriátricos difieren significativamente de los pacientes con cáncer o con problemas cardíacos en la manera en que manejan situaciones tensionales como competencia, discordia, pérdidas económicas o del empleo, y el proceso de hacer decisiones en general. En contraste con mucha de la literatura clínica tradicional, la cual insiste en que los mecanismos de adaptación utilizados para enfrentar la amenaza de la muerte son los mismos mecanismos, aunque intensificados, que el individuo utiliza en situaciones personales en su vida cotidiana, las investigaciones de Feifel han demostrado repetidamente que las estrategias utilizadas para enfrentar a la muerte reflejan modificaciones significativas en la configuración de los mecanismos tradicionales (Feifel y Nagy, 1986; Feifel y Stack, 1989).

¿Varían estos mecanismos desde la niñez hasta la madurez? El nivel de desarrollo cognoscitivo de los niños implica que hay una aproximación diferente a la muerte y al dolor tanático en ellos.