Resumen
El propósito de este artículo está centrado en dar a conocer los avatares, es decir, las situaciones o vicisitudes contrarias o, que se presentan en la intervención psicológica de los trastornos disruptivos en niños y niñas, tarea que se lleva a cabo a través de una revisión desde la literatura científica que da cuenta de los tratamientos utilizados, de la adquisición de conductas adecuadas y eliminación de conductas inadecuadas como resultados obtenidos en el tratamiento que recibe el infante cuando padece un trastorno disruptivo. Palabras clave: Intervención, Trastorno disruptivo, Tratamiento, Conducta desafiante, Conducta.
El propósito de este artículo está centrado en dar a conocer los avatares, es decir, las situaciones o vicisitudes contrarias o, que se presentan en la intervención psicológica de los trastornos disruptivos en niños y niñas, tarea que se lleva a cabo a través de una revisión desde la literatura científica que da cuenta de los tratamientos utilizados, de la adquisición de conductas adecuadas y eliminación de conductas inadecuadas como resultados obtenidos en el tratamiento que recibe el infante cuando padece un trastorno disruptivo. Palabras clave: Intervención, Trastorno disruptivo, Tratamiento, Conducta desafiante, Conducta.
Introducción
La revisión desde la
literatura científica acerca del tratamiento de los trastornos disruptivos, permite vislumbrar que el
procedimiento más común a seguir cuando se busca la disminución de patrones de conducta hostil,
desafiante, oposicionista, violación de reglas y normas, inatención, impulsividad, etc. (Bralic,
Seguel y Montenegro, 1987, Félix, 2003 y Vicente et al., 2010), es el entrenamiento de los padres
o cuidadores en el manejo conductual del niño o del adolescente temprano (12 a 15 años) (Sauceda,
Olivo, Gutiérrez, y Maldonado, 2006, Costin y Chambers, 2007 y Montiel, 2006), el cual es
una de las intervenciones con mayor evidencia, además del tratamiento psicosocial y el uso de
medicamentos; por ejemplo, uno de los programas más usados en el tratamiento del Trastorno Negativista
Desafiante –TND–, que es uno de los trastornos disruptivos más frecuentes, es el programa
de Russell Barkley denominado “Defiant Children”, que “consta de ocho pasos con los que se
pretende mejorar la conducta, las relaciones sociales y la adaptación general en casa del niño y del adolescente
temprano” (Barley et al., 2001, p. 928) contemplando la intervención de los padres, según señalan
Rigau, García y Artigas (2006), mediante unas pautas muy estructuradas y
sistematizadas.
Desde el enfoque cognitivo,
por su parte, se encuentra el modelo Collaborative Problem Soluing (CPS) desarrollado por
Green, el cual parte de la idea de que el problema conductual debe contemplarse como un
trastorno de aprendizaje centrado en una disfunción cognitiva y está, por tanto, estrechamente
vinculado al lenguaje interno, al control de las emociones, a la motivación y al aprendizaje del
comportamiento (Rigau, García y Artigas, 2006 y Félix, 2005).
Es de señalar que hace
algunos años el DSM-IV (2004) no incluía en su clasificación la existencia de los denominados
trastornos disruptivos; sin embargo, el DSM-V (2014) incluye varios trastornos nuevos, dentro de los que se
destacan los trastornos disruptivos, del control de impulsos y de la conducta, el cual
abarca niños y adolescentes hasta los 18 años con irritabilidad persistente y frecuentes episodios de
descontrol conductual extremo, para evitar su sobrediagnótico y
sobretratamiento como trastorno bipolar,
entre otras.
Peña y Palacios (2011) sostienen que los trastornos de la conducta disruptiva –TCD– en la infancia y la adolescencia constituyen uno de los motivos más frecuentes de consulta y asistencia psicológica, neurológica y psiquiátrica; si bien el TND tiene una relevancia clínica importante, son relativamente pocos los conocimientos que existen sobre el mismo, posiblemente debido a la falsa creencia de considerar a este trastorno como una variante o una manifestación del Trastorno Disocial; apenas desde 2007, según los mencionados autores, se han difundido los parámetros prácticos para el diagnóstico y el tratamiento del TND, frente a lo cual el manejo psicosocial es la intervención terapéutica de primera elección. Para Félix (2007) uno de los aspectos más complejos a la hora de realizar el diagnóstico de los distintos trastornos es que existe una parte de la varianza que es compartida por todos ellos, ya que éste tiende a confundirse con otros trastornos en la infancia.
Peña y Palacios (2011) sostienen que los trastornos de la conducta disruptiva –TCD– en la infancia y la adolescencia constituyen uno de los motivos más frecuentes de consulta y asistencia psicológica, neurológica y psiquiátrica; si bien el TND tiene una relevancia clínica importante, son relativamente pocos los conocimientos que existen sobre el mismo, posiblemente debido a la falsa creencia de considerar a este trastorno como una variante o una manifestación del Trastorno Disocial; apenas desde 2007, según los mencionados autores, se han difundido los parámetros prácticos para el diagnóstico y el tratamiento del TND, frente a lo cual el manejo psicosocial es la intervención terapéutica de primera elección. Para Félix (2007) uno de los aspectos más complejos a la hora de realizar el diagnóstico de los distintos trastornos es que existe una parte de la varianza que es compartida por todos ellos, ya que éste tiende a confundirse con otros trastornos en la infancia.
Con base en las
investigaciones que se han venido examinando sobre el tratamiento de conductas disruptivas, se ha podido
identificar en las diferentes intervenciones y modelos utilizados una serie de avatares que se
fundamentan en situaciones específicas como falta de comunicación entre las instituciones y los
profesionales de la salud, algunos procedimientos que sólo tienen resultadosadecuados por cortos
periodos de tiempo, las posibles respuestas de los demás miembros de la familia en cuanto al
tratamiento, la ausencia de evaluación objetiva de conductas apropiadas o adaptativas, influencia
ambiental que refuerza constantemente las conductas disruptivas y la falta de acompañamiento de los
padres a los niños en el tratamiento.
Sobre dichos avatares trata
el presente artículo, buscando con ello crear un precedente a través de un estado del arte,
mediante el cual se sistematice y estructuren los contenidos en torno a dicho objeto de estudio, con lo
cual se apunta a la necesidad de determinar tratamientos multimodales o multisistémicos de este
trastorno, en virtud de la complejidad y multiplicidad de elementos que lo caracterizan.
Los trastorno disruptivos
Los Trastornos de la
Conducta Disruptiva (TCD), también llamados trastornos externalizados o del comportamiento perturbador,
es un trastorno de la infancia. Los niños con este tipo de trastornos "parecen estar fuera de
control, se pelean con frecuencia, hacen pataletas, son desobedientes y pueden ser
destructivos" (Sarason y Sarason, 2006, p. 481). Los niños que padecen
este trastorno son de especial preocupación
para los padres, los docentes y los profesionales clínicos por su irruptividad, pues no
prestan atención, parecen ser enormemente activos, se comportan de forma agresiva, rompen las reglas
y provocan daños significativos a otras personas y a sus bienes. A pesar de ello, es muy difícil
diferenciar estas condiciones y, como consecuencia, el diagnóstico puede no ser el adecuado para
categorizar un conjunto específico de síntomas.
El trastorno negativista y
desafiante, según el DSM-V, se caracteriza por un patrón de enfado/ irritabilidad,
discusiones/actitud desafiante o vengativa que perdura, por lo menos, seis
meses y que se manifiesta, al menos,
con cuatro síntomas de cualquiera de las siguientes categorías y que se exhibe durante la
interacción de, al menos, con una persona que no sea un hermano o hermana:
1. A menudo pierde la calma.
2. A menudo está susceptible
o se molesta con facilidad.
3. A menudo está enfadado y
resentido.
4. Discute frecuentemente
con la autoridad o con los adultos, en el caso de los niños y los adolescentes.
5. a menudo desafía
activamente o rechaza satisfacer la petición por parte de figuras de autoridad o normas.
6. a menudo molesta a los
demás deliberadamente; a menudo culpa a los demás por sus errores o su mal
comportamiento.
7. ha sido rencoroso o
vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis meses (American Psychiatric Association,
2014, p. 313).
Es de tener en cuenta que
hay que considerar la persistencia y la frecuencia de dichos comportamientos para diferenciar los que se
consideren dentro de los límites normales de los sintomáticos. En los niños menores de
cinco años el comportamiento debe presentarse casi todos los días durante un periodo de por lo
menos seis meses, a no ser que se observe que ha sido vengativo o rencoroso durante por lo
menos dos veces en los últimos seis meses. En los niños de cinco años o más, el comportamiento debe
presentarse por lo menos una vez a la semana durante al menos seis meses, a menos que se
observe que ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos seis meses.