A pesar del incremento en las tasas de incidencia y prevalencia de los trastornos en la infancia y
adolescencia, son pocos los trabajos con muestras amplias y representativas de niños y adolescentes
con síntomas psicopatológicos. El presente trabajo analiza 588 sujetos derivados por los pediatras de
Atención Primaria a una unidad especializada de Salud Mental de Infancia y Adolescencia. Como
resultados se observan relaciones signifi cativas entre edad y diagnóstico, de modo que de 0-5 años
la mayor incidencia se da en trastornos de conducta, comunicación, eliminación, control de impulsos
y trastornos generalizados del desarrollo; entre 6-11 aparecen también los trastornos de conducta
seguidos del trastorno por défi cit de atención e hiperactividad (TDAH); entre 12-15 años, trastornos
de conducta y de ansiedad; y de 16 hasta 18 años, trastornos de conducta. Respecto al género, existe
relación signifi cativa con el diagnóstico, con mayor incidencia en los chicos de los trastornos de la
conducta, y de ansiedad en las chicas. Como conclusiones, se indica la existencia de relación entre
trastornos y adquisiciones evolutivas en el grupo de menor edad, y mayor incidencia de trastornos
externalizantes en chicos e internalizantes en chicas en todos los grupos de edad.
Child and adolescent development: Common mental disorders according to age and gender. Despite
the increase in the incidence and prevalence rates of children and adolescents’ mental disorders,
there are few works performed with large and representative samples of children and adolescents
with psychopathological symptoms. The present work analyses 588 participants referred by fi rst care
pediatricians to a specialized unit for children and adolescents’ mental health. As a result of the study, a
statistically signifi cant relation was found between age and diagnosis: a larger incidence of behavioral
disorders, communication disorders, elimination disorders, pervasive developmental disorders, impulsecontrol
disorders from 0 to 5 years; behavioral disorders and attention defi cit hyperactivity disorder
(ADHD) were more common from 6 to 11 years, behavioral and anxiety disorders were more likely at
12 to 15 years; and, lastly, behavioral disorders were more prevalent from 16 to 18 years. With respect
to gender, there was a signifi cant relationship with diagnosis: boys had more behavioral disorders,
whereas girl had more anxiety disorders. To conclude, a relationship between mental disorders and
developmental achievements could be indicated in the younger group. Additionally, externalizing
disorders in boys and internalizing ones n girls were more prevalent across all ages.
El aumento progresivamente más marcado de los trastornos psicológicos
en la infancia, así como su incidencia creciente, ha llevado
a una mayor preocupación por parte de los profesionales de la salud y
a profundizar en el estudio de este grupo de población (Aláez, Martí-
nez-Arias y Rodríguez-Sutil, 2000; Ten y Pedreira, 1988). Además, al
ser un período en el que existe mayor plasticidad y se dan más cambios
evolutivos, resulta relevante su detección precoz, diagnóstico y
tratamiento para mejorar el pronóstico (Caraveo-Anduaga, Colmenares-Bermúdez
y Martínez-Vélez, 2002; Jiménez Pascual, 2002).
El desarrollo psicológico infantil y adolescente sigue una pauta
marcada principalmente por las infl uencias normativas relacionadas
con la edad (Baltes, 1998); conociendo la edad se pueden hacer
predicciones sobre sus procesos de desarrollo. Esta pauta evolutiva
está infl uenciada principalmente por determinantes biológicos y
ambientales que mantienen una alta correlación con la edad cronológica,
y es la etapa en la que se producen más cambios en menos
tiempo (Rodríguez-Hernández et al., 2007). Conocer estos patrones
normativos es importante para detectar alteraciones, realizar el
diagnóstico diferencial y determinar si se trata de alguna entidad
patológica o son adaptaciones evolutivas a acontecimientos vitales
estresantes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2001), la
prevalencia de trastornos psicológicos en la infancia oscila entre
el 10 y el 20%, existiendo importante variabilidad en las cifras
encontradas en diversos estudios (Alday et al., 2005; Pedreira y
Sardinero, 1996), variando entre el 7 y el 30,2%. Valero y Ruiz (2003) señalan que, del total de la muestra, un
8,5% presentaba trastornos de inicio en la infancia y la adolescencia,
y el diagnóstico más frecuente era el trastorno del comportamiento y de las emociones (F90-98 de la CIE-10), con una
incidencia del 66,1%. Se observó una mayor proporción de chicos,
siendo signifi cativas las diferencias, aspecto que corrobora Valencia-García
y Andrade-Palos (2005), en el que la mayoría de las
problemáticas presentadas en los niños se podrían circunscribir a
los problemas de conducta.
En otro estudio (Aláez et al., 2000), siguiendo la clasifi cación
de la Décima Revisión de la Clasifi cación Internacional de Enfermedades
(CIE-10) (OMS, 1993), se observa que son los trastornos
de conducta los diagnosticados con más frecuencia (un 23%),
seguidos de los depresivos (14,6%), los de ansiedad (13,3%), los
específi cos del desarrollo (12,7%) y los de eliminación (9,7%).
Respecto a los trastornos depresivos y de ansiedad, si tomamos en
conjunto las dos categorías, dada su alta comorbilidad, existe en
torno a un 28% de sujetos con ambos diagnósticos.
Se encuentra una correlación alta entre el tipo de trastorno y la
edad, a mayor edad, menos trastornos de conducta y eliminación
(Baeyens, Roeyers, Walle y Hoebeke, 2005) y más trastornos del
estado de ánimo y de alimentación (Aláez et al., 2000). Respecto
al género, según López-Soler, Castro Sáez, Alcántara López, Fernández
y López Pina (2009) existen, en varones de 6 a 12 años,
porcentajes más elevados de indicadores psicopatológicos externalizantes
que en niñas. Del mismo modo, el trabajo transcultural de
Crijnen, Achenbach y Verhulst (1997) mostró que los niños obtienen
puntuaciones más altas en alteraciones externalizantes y más
bajas en internalizantes.
La incidencia de trastornos en población infantil es poco conocida
por la inexistencia de instrumentos estandarizados que posean
signifi cación pronóstica (Pedreira, 2000), por la existencia de
distintos enfoques teóricos que llevan a diferentes diagnósticos o
tratamientos y por el manejo de varias clasifi caciones criteriales
taxonómicas. Además, habría que sumar la complicada tarea de
evaluar, diagnosticar y tratar a este grupo poblacional que, por su
menor desarrollo y madurez general y, específi camente, del lenguaje,
se ve en muchos casos difi cultada.
Dada la importancia de los trastornos en la infancia y adolescencia
por su gran impacto y repercusión en el rendimiento
académico (Terán, Vázquez y Pérez, 1995), es importante conocer
su incidencia.
Por tanto, como objetivo del presente trabajo,
se plantea describir la incidencia de diferentes trastornos
psicopatológicos en la infancia y adolescencia en una muestra de
pacientes derivados desde pediatría de Atención Primaria y atendidos
en una unidad especializada de Salud Mental de Infancia
y Adolescencia (USMIA), y su relación con la edad y el género,
partiendo de la hipótesis de que los trastornos de conducta se
darán en mayor medida en los varones y en las primeras etapas,
mientras que los trastornos internalizantes serán más frecuentes
en las mujeres y en etapas más avanzadas. Además, se prevé que
los trastornos de conducta sean los más frecuentes en la infancia
y adolescencia, concretamente el trastorno por défi cit de atención
e hiperactividad.
Dado que la mayoría de los estudios en el ámbito sanitario utilizan
la CIE-10 para la evaluación y diagnóstico de los pacientes
pero resulta un instrumento menos específi co en cuanto a salud
mental, en el presente trabajo se analizan los datos como plantea
el DSM-IV-TR (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales), puesto que encontramos una clasifi cación diagnóstica
criterial con una sección específica para los trastornos de la infancia,
niñez o adolescencia.
Método
Participantes
Se trata de un diseño ex post facto retrospectivo en el que todos
los sujetos eran pacientes de la Unidad de Salud Mental de Infancia
y Adolescencia. La muestra cuenta con 588 sujetos atendidos
entre 2005 y 2009. El criterio de inclusión fue el establecimiento
por parte de la USMIA de presencia de algún trastorno psicopatológico;
un 20,1% de los pacientes fueron clasifi cados como “sin
diagnóstico psiquiátrico”. Por lo que se refi ere al 79,9% de los sujetos
con diagnóstico, un 61,6% eran varones y un 38,4% mujeres.
Respecto a la edad, los participantes oscilaban entre 1 y 18 años,
siendo la media de 13,06 y la desviación típica de 3,9 (12,53±4,17
hombres y 13,79±3,9 mujeres). La edad se dividió en cuatro grupos
ajustados a las etapas escolares, quedando distribuidos de 0-5
años, 18 sujetos (3,8%) con un 72,2% de varones, de 6-11 años,
138 sujetos (29,4%) con un 70,8% de varones, de 12-15 años, 178
sujetos (37,9%) con un 57,6% de varones y de 16-18 años, 136
sujetos (28,9%) con un 56% de varones. Todos los padres o tutores
legales cumplimentaron el consentimiento.
Procedimiento
Los participantes fueron derivados por los pediatras de Atención
Primaria de las localidades del Departamento 10 de la Consellería
de Sanitat de la Comunitat Valenciana a la Unidad de Salud
Mental de Infancia y Adolescencia de referencia, en Catarroja
(Valencia), y evaluados por la psicóloga especialista en Psicología
Clínica.
Los casos de especial complejidad diagnóstica eran
evaluados en sesiones clínicas conjuntas realizadas por el equipo
multidisciplinar del área. Para el diagnóstico se consideró, además
de la información proporcionada por cuestionarios e inventarios,
la obtenida del paciente durante la entrevista y la proporcionada
por familia y escuela. En caso de discrepancia en la información,
se establecía un diagnóstico provisional. Posteriormente se recababa
mayor información hasta establecer el diagnóstico defi nitivo,
a partir del cual eran incluidos en este trabajo. Se ha tenido
en cuenta exclusivamente el diagnóstico principal del Eje I del
DSM-IV.
Instrumentos
Se evaluó a los sujetos mediante entrevista clínica en la USMIA,
tanto al paciente como a sus familiares o cuidadores, y a partir de
los síntomas observados se aplicaron instrumentos de evaluación
estandarizados, cumplimentándose de este modo la historia clínica.
Con ello, y en función de los criterios diagnósticos del DSMIV,
se establecía el diagnóstico clínico.
– Historia clínica elaborada por la propia USMIA, donde se
recopilan datos biográfi cos, escolares, psicosociales y familiares,
como el estilo y modo de vida, embarazo, parto
y desarrollo (desarrollo psicomotor, desarrollo del lenguaje,
control de esfínteres, alimentación, sueño, historia sexual,
sociabilidad…), personalidad (rasgos, afi ciones, preferencias…),
historia médica (antecedentes personales y familiares,
historia neurológica, intervenciones previas…), motivo
de consulta y descripción del cuadro clínico, evolución del
paciente y tratamiento.
– Pruebas generales en primeras visitas. Los más utilizados
fueron el Cuestionario de Análisis Clínico (CAQ), Cuestionario
de Personalidad para Niños (CPQ) y Cuestionario de
Personalidad para Adolescentes (HSPQ), así como el Cuestionario
de Autoestima (AF-5).
– Pruebas específicas en función de síntomas observados. Para
los trastornos generalizados del desarrollo, el Cuestionario
de Comunicación Social (SCQ); para el TDAH, la escala
abreviada SNAP-IV y la Escala para la evaluación del trastorno
por déficit de atención con hiperactividad (EDAH);
para trastornos de conducta el CBCL (Child Behavior Checklist);
el Inventario de trastornos de la conducta alimentaria
(EDI-2) para los de alimentación; para trastornos del estado
de ánimo el Cuestionario de Depresión Infantil (CDI);
si aparecían síntomas de ansiedad, el Cuestionario de Ansiedad
Infantil (CAS), y diversos registros en función de la
edad para los demás trastornos. Los datos relacionados con
trastornos del aprendizaje, comunicación y retraso mental
venían derivados de los centros escolares y servicios psicopedagógicos,
no existiendo homogeneidad en el tipo de
prueba empleada.