martes, 1 de marzo de 2016

LA CONDUCTA ANTISOCIAL DE LOS JÓVENES. Michael Rutter, Henri Giller, Ann Hagell. Cambridge University Press, Madrid, 2000

Los profesionales hablan de trastorno hostil/desafiante, trastorno de conducta y trastorno de personalidad antisocial antes que de delito como tal. Lo estudia hasta los 20 años, pero cree que hay que prolongarlo hasta los 25. 
Repiten un estudio hecho en 1983. "Desde entonces ha habido un considerable aumento del conocimiento empírico relativo a la naturaleza de la delincuencia, sus causas, factores que influyen en su perpetuación en la vida adulta, su prevención y tratamiento. 
Las teorías del delito basadas en una serie unificadora de factores causales han caído en descrédito y cada vez se ha prestado mayor atención a los orígenes de las diferencias individuales en cuanto a responsabilidad por la conducta antisocial.

Importancia de la investigación longitudinal. 
La investigación reciente ha sugerido maneras en las que se podían diferenciar variedades de delincuencia, por ejemplo, las asociadas con la hiperactividad de aparición temprana o las que aparecen en edad temprana en vez de en la adolescencia. 
Se sabe mas sobre las relaciones entre delito y abuso de sustancias, entre delito y dificultades de lectura, entre delito y suicidio y entre trastornos de la conducta y depresión. 
Los cambios más evidentes en los modelos familiares incluyen un espectacular aumento de los divorcios: entre 1977 y 1992, tanto el número de divorcios como el número de hijos de menos de 16 años de parejas divorciadas se incrementaron de una manera drástica en el Reino Unido. En EEUU los niños que viven con dos progenitores descendió al 73%. 
Acceso fácil a drogas. Continuo ascenso de los índices de delincuencia. 
Importancia de la pertenencia a un grupo étnico. 
Aumento general de los trastornos psicosociales en jóvenes. 
Los índices de delincuencia en varones son varias veces más elevados que los de las mujeres. A pesar de ello, ha habido escasas investigaciones sobre las diferencias varón ­mujer en la conducta antisocial. 

Hallazgos: 
1.­ Cuando son muy jóvenes, las personas que posteriormente desarrollan repetidas actividades antisociales tienden a ser superactivas, de conducta indisciplinada, hostiles y tienen dificultades para llevarse bien con los demás niños. 
2.­ También cuando son jóvenes tienden a ser impulsivos y a estar deseosos de buscar experiencias nuevas y excitantes. 
3.­ Además de estas características, en la niñez , media y en la adolescencia tienen más inclinación que los demás a mostrar sentimientos de infelicidad, a tener dificultades de lectura y a consumir drogas ilegales. 
4.­ Cuando estos rasgos persisten en el final de la adolescencia y en la edad adulta temprana, adoptan a menudo la forma de excesos en la bebida, un historial laboral irregular, dificultades en las relaciones con la familia y los amigos, tendencia a contraer deudas y a jugar y tendencia a responder a la frustración y a otras dificultades mediante el uso de la violencia. 

Biología y conducta. 
En épocas pasadas ha habido una tendencia a suponer que si algún rasgo o anormalidad biológica puede ser identificado y asociado con una conducta determinada, el rasgo biológico tiene que haber causado la conducta. Ahora esta claro que esta suposición es injustificada porque hay una compleja interacción de doble dirección entre psiquis y soma. Los procesos del pensamiento y las emociones y las tendencias de la conducta no aparecen fuera del cuerpo. Por el contrario, hay y tiene que haber, acompañamientos biológicos, al menos inmediatamente. Esto equivale a decir que cuando alguien se siente preocupado y asustado, eso irá acompañado de un aumento de las pulsaciones, la sudoración y la segregación de determinadas hormonas. 
También a largo plazo los efectos duraderos de las experiencias supondrán algún cambio en el organismo. Así los experimentos con animales han mostrado que los procesos de aprendizaje van acompañados de cambios en el cerebro y que los efectos del estrés van acompañados de cambios estructurales y funcionales en el sistema neuroendocrinologico.

Los estudios tanto animales como humanos indican de manera similar la interacción de doble dirección entre hormonas y conducta. Si se elevan artificialmente las hormonas sexuales masculinas, esto tendrá efectos mensurables en ciertas conductas como el dominio. Igualmente, sin embargo, la superación de situaciones sociales alterará los niveles hormonales. Así, por ejemplo, el ganador de un partido de tenis o una partida de ajedrez muy reñidos tiende a mostrar un aumento de hormonas sexuales mientras que los perdedores tienden a mostrar un descenso. Los trastornos funcionales del cerebro tienden a desaparecer cuando se alivian los síntomas mediante tratamiento. 

Causalidad. 

La simple comprobación de un factor que esté estadísticamente asociado con una conducta no significa que haya desempeñado ningún papel causal Una cosa son los indicadores de riesgo y otra los mecanismos de riesgo. 
El divorcio acarrea más riesgo de conducta antisocial que la muerte de uno de los padres, pero "no constituye el principal mecanismo causal del delito. 
La discordia tiene una mayor capacidad predictiva. 
La pobreza y las presiones económicas parecen tener solamente una relacion debil y desigual con la conducta antisocial, y por lo tanto es improbable que desempeñen un papel importante en los procesos cercanos que tienen que ver con la génesis de la conducta antisocial. 
Por otra parte, la pobreza y las tensiones económicas parecen desempeñar un papel al hacer más difícil mantener la armonía familiar y los patrones adaptativos de crianza de los hijos. 
Existe la posibilidad de que la flecha causal vuele en dirección contraria, que la conducta antisocial haya causado el supuesto factor de riesgo. Hay muchos testimonios de que la conducta problemática o antisocial de los niños provoca reacciones negativas de otras personas. 
La critica y la hostilidad de los padres se asocian con la conducta antisocial de los hijos. es necesario preguntar si la conducta de los hijos ha provocado reacciones negativas en los padres o esta actuando un proceso circular bidireccional. 
Otra posibilidad es que la asociación refleje una mediación genética en vez de un proceso de riesgo ambiental. Por ejemplo es evidente que los padres no solo transmiten genes a sus hijos, sino que también ayudan a configurar y seleccionar sus experiencias. 
Así por ejemplo, hay pruebas de que los factores genéticos cumplen un papel en la causa de la discordia familiar y de que este esfuerzo está condicionado en parte por las características de la personalidad de los padres 
La tercera posibilidad es que la causalidad guarde relacion no con la conducta antisocial como tal, sino con algún otro rasgo con el cual da la casualidad de que está asociada. Un hogar deshecho mostró una correlación del 0.09 con la delincuencia grave.

Edad y responsabilidad penal. 

Variaciones nacionales en la Edad de Responsabilidad Penal (1995): 
A los 7 años: EE.UU., Irlanda, Liechtenstein, Singapur, Suiza A los 8 años: Escocia, Irlanda del Norte. A los 9 años: Jordania, Malta. 
A los 10 años: Gales, Inglaterra. A los 12 años: Canadá, Grecia, Países Bajos, San Marino, Turquía 
A los 13 años: Francia 
A los 14 años: Alemania, Austria, Bulgaria, China, Eslovenia, Federación Rusa, Hungría, Italia, Japón, Letonia,Lituania. 
A los 15 años: Dinamarca, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Islandia, Noruega, República Checa, Suecia. 
A los 16 años: Andorra, Chile, España, Polonia, Portugal. 
A los 17 años: Costa Rica, Fidji
A los 18 años: Bélgica, Luxemburgo, Perú, Rumania, Siria 

En un estudio longitudinal sueco los delitos de robo eran habituales a todas las edades, pero los delitos violentos se iniciaban al parecer a los 15 años. En un análisis del Ministerio del Interior británico, un tercio de los adultos varones han sido condenados por una infracción antes de los 30 años. El 26% de delitos cometidos por jóvenes entre 10 y 17 años. EL 17% por adultos jóvenes entre 18 y 20. Hasta hace poco se ha prestado escasa atención a la cuestión de los vínculos entre la delincuencia y los jóvenes como víctimas. 
En el Reino Unido los índices registrados de víctimas en cuanto a violencia contra las personas muestran que, para ambos sexos, los del grupo en edad de 16 a 24 años son los que están en mayor riesgo. Los índices más bajos corresponden entre 0 a 9 años y los de 60 en adelante. En EEUU mas de un tercio de las victimas de asesinato son jóvenes de menos de 25 años; entre 1980 y 1994 el 46 % de las victimas muertas por delincuentes juveniles tenían entre 15 años y 24 años.
Tendencias recientes en la justicia de menores. 

La ética rehabilitadora decayó en los 70. Fue sustituida por la del justo merecido y la aplicación de los derechos humanos. 
Hay un aumento de la conciencia punitiva. 
Creencias básicas: 
(1).­ Aumentar los castigos reducirá la delincuencia mediante general disuasión y /o incapacitación. 
(2).­ La creencia segun la cual puede ayudar a reforzar un consenso moral en la sociedad en contra de determinados tipos de delincuencia, 
(3).­ la creencia segun la cual este enfoque satisfará a unos votantes determinados. 

Hess: "Si las actuales tendencias en Europa continúan, cada vez más niños y adolescentes en el futuro pueden esperar: crecer como hijo único o con muy pocos hermanos; experimentar el empleo materno; divorcio y/o nuevo matrimonio del progenitor; retrasar irse de casa; vivir solos una parte mayor de su vida; cohabitar como transición al matrimonio; tener varias cohabitaciones que se rompen; retrasar el matrimonio o negarse a casarse y a tener hijos; y elegir la maternidad o paternidad planificada fuera del matrimonio"(130) 

Hay cada vez mas pruebas de que en las naciones occidentales la sociedad se está volviendo cada más desigual. 
El cambio social: una instantánea de las experiencias de los jóvenes de EE.UU. a comienzos de la década de 1990: ­ 
Hay más. La población menor (por debajo de los 18 años) disminuyó a finales de la década de 1980 y principios de la del 1990, pero lleva creciendo desde 1984. En 1994 estaba en 69 millones y se piensa que crecerá hasta los 74 millones en 2010. Ahora constituye el 26% de la población total. ­ Algunos se están empobreciendo. En 1992, 14,6 millones de menores vivían por debajo de la línea de la pobreza, el 42% más que en 1976. El aumento mayor se dió entre menores blancos, pero este grupo incluía a los jóvenes hispanos, cuya población creció enormemente durante esta época. ­ 
Una proporción creciente ha nacido de madres no casadas: nacieron de madres no casadas uno de cada veinte en 1960 y una de cada cuatro hasta 1990. 
El divorcio se triplicó en este periodo. La proporción de los que viven en familias con dos progenitores disminuyó del 85% en 1970 al 73% en 1990. 
Las familias afroamericanas representaban la mayor disminución de esta cifra. 
La mitad de la totalidad de los niños pasarán algún tiempo en un hogar monoparental. ­ 
Los índices de los que abandonan la escuela antes de terminar (que dejan pronto la escuela superior) descendieron entre 1978 y 1992, variando según el nivel de ingresos familiares pero no según el tipo de comunidad. En 1992 el 11% no consiguió terminar la escuela superior; entre los hispanos, esta tasa era la más alta. 
Fuente: basado en estadísticas presentadas en Snyder y Sickmund (1995). Posibles razones del aumento de la delincuencia y los trastornos psicosociales de los jóvenes. 
1.­ Factores de riesgo individual. Influencias genéticas, un coeficiente intelectual bajo. Logros educativos escasos. 
2.­ Cambios en las condiciones de vida y los factores socioeconómicos. Lo mismo puede atribuirse a empobrecimiento que a prosperidad. 
3.­ La principal causa se basa en factores de familia y socialización, entre ellos la influencia de los medios de comunicación de masas. Parece que influye más las disputas que el divorcio, y que el papel de los medios de comunicación no es causal. 
4.­ Cambio del papel de los adolescentes en la sociedad. Se ha descrito un nuevo tipo de perpetua adolescencia, causada por una falta de dirección y seguridad motivada por la situación económica y las cambiantes pautas de las transiciones de la adolescencia. 

Consumo de drogas ilegales y aumento del consumo de alcohol.

Se han encontrado muchos factores de riesgos psicosociales: hogares deshechos, familias monoparentales, progenitores adolescentes, discordia o desatención, crianza coercitiva, falta de supervisión, delincuencia familiar, pobreza, gran tamaño de la familia, grupos de coetaneos delincuentes, deficiente escolarización y el vivir en una zona socialmente desorganizada. 
La delincuencia de los padres mostraba la asociación más poderosa con la delincuencia del hijo. La mediación genética se ha vuelto más probable. Hay además pruebas de que los niños causan efectos sobre sus padres y era posible que algunas de las supuestas influencias paternas fueran en realidad consecuencias de la crianza de hijos perturbadores y difíciles. 
Si las influencias familiares tienen impacto causal y ambientalmente mediado, es esencial preguntarse por los mecanismos a través de los cuales actúan los riesgos, atendiendo a si influyen por igual en todos los hijos. Hay algunos aspectos nuevos. Antes toda la atención se dirigía a la influencia ambiental en la familia. Ahora se sabe que las experiencias de la vida adulta desempeñan también un importante papel en el hecho de si la conducta antisocial continua. 
Otro asunto es estudiar las influencias del nivel general de delincuencia y no solo las individuales. 
Hasta los años 70 las relaciones estadísticas entre circunstancias psicosociales, como privación materna y malos tratos, se interpretaban casi siempre como un efecto causal del entorno de estos. Actualmente puede significar, al menos en parte, que los niños que se comportaban de maneras difíciles, perturbadoras o socialmente desaprobadas podían motivar que otras personas sintiesen un rechazo hacia ellos. (240). 
Los niños antisociales tienen una probabilidad mucho más elevada de ruptura de relaciones, acontecimientos vitales estresantes, graves adversidades psicosociales y desempleo. El aislamiento social tiene también gran influencia. 
Las experiencias que las personas producen por su propio comportamiento pueden tener importantes consecuencias para ellas. Un creciente conjunto de testimonios ha puesto de manifiesto que las mediciones que describen rasgos ambientales suponen también un componente genético. 
Las asociaciones entre los factores de riesgo ambientales y la conducta antisocial pueden reflejar mediación genética además de ambiental. Es importante diferenciar las dos. Hay tres puntos a destacar: 
En primer lugar, como ya hemos observado, la mayoría de los muestreos de gemelos e hijos adoptivos incluyen solamente una pequeña proporción de familias de alto riesgo ambiental; en consecuencia, es probable que la importancia de la mediación ambiental del riesgo haya sido subestimada. 
En segundo lugar, los análisis genéticos multivariados (es decir, los que se ocupan de diversas variables simultáneamente) suponen equivocadamente que los orígenes de un factor de riesgo y su modo de mediación del riesgo son sinónimos; esto significa que los efectos que implican correlaciones o interacciones genes­entorno se atribuyen en su totalidad a la genética, a pesar del hecho de que tiene que haber un grado de mediación ambiental implicado. 
En tercer lugar, todas las conclusiones se refieren a diferencias individuales y no al nivel general de conducta antisocial. Esto es una diferencia crucial porque, como ya hemos observado, ha habido un enorme aumento en la delincuencia en los últimos cincuenta años y esta elevación tiene que ser atribuida en buena medida a influencias ambientales de uno u otro tipo. (246). 
El incremento rápido en medio siglo no se puede explicar genéticamente. Los estudios con gemelos muestran que los efectos ambientales tienen aproximadamente la misma fuerza que los genéticos. Con frecuencia la conducta antisocial es compartida por varios hermanos. El criarse en una familia con más de cuatro hijos es un factor de riesgo, cuyo mecanismo se desconoce. 
Los hogares deshechos también se describen como un factor de riesgo de conducta antisocial. Una vez más la cuestión es lo que significa esa asociación, que es demasiado tosca. Es necesario tratar de desglosar los hogares deshechos en las diversas situaciones familiares que difieren de la familia tradicional, estable, con dos progenitores biológicos. Hay pruebas de que la adopción tiene unas condiciones de crianza excepcionalmente buenas, y que los hijos adoptivos tienen una asociación muy débil con conductas antisociales. 
Los riesgos de hijos ilegítimos que permanecen con madres solteras alcanzan aproximadamente el doble de los niños criados en familias normales, pero estos niños están socialmente desfavorecidos en innumerables aspectos y sería imprudente suponer que la falta de un padre es la única causa de este problema.

Conducta antisocial es un término muy amplio que actúa como un rasgo dimensional que la mayoría de las personas muestran en mayor o menor grado. Nos hemos centrado en la conducta de las personas que tienen entre 10 y 19 años. 
Las fuentes múltiples de información son importantes porque unas fuentes diferentes de información sobre la conducta antisocial y la delincuencia producen imágenes muy diferentes. 
Los estudios longitudinales a gran escala y enfocados hacia el futuro de muestras de la población general son los tipos de estudios más útiles porque dilucidan las raíces y consecuencias de la conducta antisocial a lo largo de la vida. 
Otros tipos de estudios son útiles porque responden a cuestiones específicas. Hay una compleja interacción de doble dirección entre rasgos biológicos y conducta que es preciso reconocer en cualquier consideración de los testimonios sobre vías causales. Cada uno influye al otro. 
El entendimiento de la causalidad se ha desarrollado considerablemente, incluyendo: 
a) la consideración de por lo menos cinco tipos de causalidad, 
b) la apreciación de que lo que actúa en un nivel de explicación puede no actuar en otro, 
c) una mayor exploración de los efectos concatenados indirectos, y 
d) una mayor comprobación de las hipótesis causales.

El delito es un objetivo móvil. 

El establecimiento de definiciones, niveles generales y tendencias históricas implica estimaciones en vez de hechos. Cada fuente de información está sometida a diferentes tendencias y distorsiones. La gran mayoría de las conductas antisociales no llegan a figurar en las estadísticas oficiales. La combinación de fuentes de información (estadísticas oficiales, datos de autoinformes, estudios de víctimas, etc.) ayuda a configurar una imagen más completa de los patrones de conducta subyacentes. Niveles de participación: Las estadísticas oficiales y los estudios de víctimas muestran que los menores (por debajo de los 18 años) representan aproximadamente entre la cuarta y la tercera parte de las infracciones en Inglaterra, Gales y EE.UU.

Las estadísticas oficiales británicas indican que aproximadamente un tercio de los hombres adultos tendrán antecedentes penales para cuando lleguen a la mitad de los 30, antecedentes que en su mayoría se formarán mientras sean menores de edad. Los estudios basados en autoinformes sugieren niveles más altos de delincuencia entre la población menor: se calcula que entre un 50% y un 80% de los varones participa en una conducta antisocial en algún momento, pero, lo que es importante, la mayoría de estas coductas son menos graves que las registradas en las estadísticas oficiales.

La mayor parte de la delincuencia es de poca importancia y transitoria. 

La delincuencia grave y reincidente aparece solamente en una minoría muy pequeña de jóvenes. La identificación y la definición de los delincuentes juveniles reincidentes sigue constituyendo una dificultad importante. Es indiscutible que este grupo representa una desproporcionada cantidad de delincuencia juvenil, pero la proporción exacta no está clara, oscilando entre el 10% y el 50% de la delincuencia juvenil. 
Tipo de participación: La mayor parte de la delincuencia juvenil está relacionada con el robo. Estudios basados en estadísticas oficiales de los Países Bajos, el Reino Unido y Suecia han mostrado que aproximadamente la mitad de los delitos cometidos por jóvenes fueron tipos de robos. Los estudios basados en autoinformes sugieren que esta proporción es todavía más elevada, estando relacionadas con el robo la mayoría de las infracciones descubiertas y no descubiertas cometidas por jóvenes. 
Solo una pequeña proporción de la delincuencia juvenil es violenta (aprox. el 10% de todos los delitos cometidos en el Reino Unido en 1995). Los datos de autoinformes muestran que estos delitos representan una pequeña proporción de la delincuencia general, pero muchos delincuentes han cometido al menos un delito violento en algún momento de su carrera delictiva. 
Los delitos que implican la utilización de un arma varían mucho según los países. Los que implican un arma de fuego se producen 15 veces más en EEUU que en Europa. 
La edad culminante de la delincuencia es habitualmente el final de la adolescencia. En el Reino Unido, por ejemplo, las estadísticas oficiales sugieren que es de 18 años para los varones y 15 para las mujeres. Estos índices difieren según el país y la fuente: los datos de autoinformes del Reino Unido han sugerido que la edad culminante es de 21 años para los varones y l8 para las mujeres.
Las estadísticas oficiales dejan pocas dudas acerca de que los índices de delincuencia han venido elevándose de manera constante en el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, con pocas excepciones nacionales (Japón). En el Reino Unido, los delitos notificables (y por tanto razonablemente graves) por cada 100.000 miembros de la población se cuadruplicaron entre principios de los cincuenta y finales de los setenta y a principios de los noventa se habían vuelto a duplicar. Los aumentos desde entonces han sido menos espectaculares y menos uniformes; algunos países informan de disminuciones. Los estudios de víctimas de las dos últimas décadas han mostrado también un incremento, aunque en ocasiones menos dramático que el sugerido por las estadísticas policiales. Dado que la delincuencia se ha incrementado en general y que no hay ninguna razón para suponer que la proporción que  representan los menores haya cambiado, podemos afirmar que la delincuencia protagonizada por menores se ha incrementado también. Sin embargo, en algunos países el número real de menores que pasan por el sistema ha descendido durante el mismo periodo en el cual se informa del ascenso de los índices de delincuencia. Se han ofrecido tres explicaciones: 
(1) que menos menores representan más delitos; 
(2) que más menores están siendo desviados del sistema de justicia penal; o 
(3) que la edad culminante de la conducta delictiva se esté elevando porque se está haciendo menos probable que los adolescentes desistan de delinquir, de manera que los adultos jóvenes representan ahora una proporción mayor que antes. 

Hay pruebas de que una mayor desviación de menores en los años ochenta en especial, pero aparte de esto, o bien estas explicaciones no están comprobadas o bien los datos son equívocos. 
Consultando otras fuentes de información sobre las pautas de conducta subyacente, vimos que los estudios americanos de las tendencias en los problemas de conducta han mostrado un aumento. 
Las estadísticas oficiales de EEUU. y el Reino Unido reflejan un aumento en la violencia protagonizada por menores, muy espectacularmente en EEUU, donde el índice de arrestos de menores por delitos violentos se elevó en más del 50% entre 1988 y 1994. 
Se puede identificar claramente a nivel internacional un importante descenso de la proporción entre delincuentes varones y mujeres, con la mayor claridad en los años setenta. 
La proporción en el Reino Unido bajó de 11: 1 aproximadamente a fines de los años cincuenta a 3,6: 1 en 1995. Hay algunas pruebas de que la violencia protagonizada por mujeres jóvenes mostró un especial aumento, aunque no está claro en qué medida esto refleja cambios en curso (no se dispone de datos sobre la tendencia en los autoinformes acerca de delitos violentos). La edad culminante de la actividad delictiva refleja tal vez cambios en las oportunidades de educación y empleo; parece que se está retrasando progresivamente en los países en los que la educación se está prolongando y el empleo es menos probable en los años de la adolescencia. (139).

La conducta antisocial es muy heterogénea. 

Destacan dos grupos principales: es muy posible que haya otros tres que resulten importantes, y otros nueve subgrupos propuestos fueron examinados y rechazados. ­ 
La coincidencia con hiperactividad afecta a un pequeño grupo de personas que desarrollan una conducta antisocial que se inicia pronto, va asociada con problemas sociales y cognitivos y persiste al entrar en la edad adulta. ­ 
La edad de inicio muy temprana afecta también a un pequeño grupo de personas, en coincidencia con el primer grupo que acabamos de describir, que muestra un patrón constante de conducta antisocial en contraste con las personas cuya conducta está limitada a la adolescencia únicamente.
­ 
Otros tres subgrupos potenciales que hallan un apoyo menos claro en la bibliografía incluyen a los delincuentes violentos, a los delincuentes psicópatas y a los delincuentes que padecen graves trastornos mentales. ­ 
Los nueve grupos de validez insegura incluyen a 
(a) aquellos cuya conducta delictiva forma parte de unas actividades subculturales normales, 
(b) los delincuentes sexuales, 
(c) los asesinos juveniles, 
(d) aquellos que cometen delitos relacionados con las drogas, 
(e) aquellos cuya conducta está causada por afecciones, 
(f) la delincuencia asociada con trastornos emocionales, 
(g) la delincuencia socializada, 
(h) la delincuencia no socializada y 
(i) los delincuentes reincidentes. (181).

Es muy probable que las características individuales influyan en el desarrollo de los tipos de conducta antisocial descritas en el Capítulo 5 como de inicio temprano y persistentes en el transcurso de la vida, en vez de en las formas, más habituales, de conducta limitada a la adolescencia. Por lo general parecen actuar no sobre la conducta antisocial en su totalidad, sino sobre aspectos concretos. 
Los factores individuales que tienen un papel establecido en el desarrollo de la conducta antisocial son: ­ la hiperactividad, que manifiesta la asociación más firme con la conducta antisocial de todos los factores individuales, una asociación que tiende a darse con un funcionamiento social deficiente en vez de con la delincuencia en sí. ­ una deficiencia cognitiva, especialmente de las capacidades verbales y planificadoras; ­ los rasgos temperamentales, sobre todo la impulsividad, la búsqueda de sensaciones, la falta de control y la agresividad; ­ un estilo distorsionado de procesamientos de la información social, que incluye una tendencia a percibir equivocadamente intenciones negativas en la conducta de los demás, a malinterpretar las interacciones sociales y a fijarse en la conducta agresiva de los demás. 
Es probable que estos rasgos individuales muy investigados, tengan sustratos biológicos que actúan de una manera probabilista como parte de una causalidad multifactorial. Los testimonios de la investigación revelan cada vez con mayor claridad que los genes ­probablemente varios o muchos­ constituyen una serie de influencias que establecen una proclividad a desarrollar una conducta antisocial en la infancia a través de dimensiones como la impulsividad y la hiperactividad, dada la presencia de otros factores de riesgo ambientales. Los cálculos del componente genético de la hiperactividad llegan al 60%­70% de la varianza. 
Puede que los genes actúen también incrementando la vulnerabilidad a experiencias y tensiones de la vida o por vías muy indirectas como influir en conductas que a su vez llevan a cambios en el entorno del individuo e inician un ciclo en espiral de factores de riesgo. La complejidad de estos procesos no debe ser subestimada. (235).
Hay una serie de indicadores psicosociales del desarrollo de la conducta antisocial establecidos desde hace mucho tiempo como clave. Lo que está menos claro en casi todos los casos es la naturaleza del vínculo que hay entre indicador y conducta, el papel de las experiencias de la edad adulta y el papel de los individuos mismos en la determinación de sus propios entornos psicosociales. 
Estos aspectos requieren un enfoque complejo a la cuestión de las supuestas influencias psicosociales, pero el terreno es tan inmenso que hay una serie de estudios que comprueban adecuadamente las principales hipótesis. 
Gran parte del riesgo asociado con características familiares (como la paternidad o maternidad en la adolescencia, gran tamaño de la familia y hogares deshechos) tiene su origen al parecer en la asociación de estos factores con la discordia familiar y la crianza ineficaz en vez de (por ejemplo) en las familias grandes por sí mismas. 
De manera similar, la pobreza y la situación social desfavorecida indican mayores riesgos, pero la investigación realizada hasta la fecha hace pensar que los efectos son indirectos y vienen mediados por la depresión de los padres y el conflicto familiar. La crianza es, pues, un factor crítico de riesgo. 
La crianza coercitiva u hostil, los malos tratos y la desatención y la supervisión o seguimiento deficiente están asociados con conducta antisocial en el presente y predicen el comportamiento futuro y tienen un efecto inmediato en las formas más graves y persistentes. Los efectos podrían ejercerse potencialmente a través de procesos de relación (que implican perjuicio del desarrollo social o de la vinculación social a progenitores y coetáneos) o mediante procesos de aprendizaje (que premian la conducta inapropiada y fomentan patrones de conducta coercitivos). 
La participación en grupos de coetáneos delincuentes hará más probable que se confirmen las predisposiciones a actuar antisocialmente y a que persista la conducta antisocial. Estos tipos de influencia pueden ser especialmente importantes en aquellos cuya conducta antisocial se inicia en la adolescencia más que en la temprana niñez. No es sorprendente, dada la mayor probabilidad de unos logros educativos por debajo de lo normal, que se haya demostrado la existencia de vínculos entre el desempleo y la conducta antisocial.

La investigación sobre los medios de comunicación de masas es metodológicamente muy difícil, pero sí indica un incremento, pequeño pero estadísticamente importante, de la conducta agresiva después de ver películas violentas en escenarios experimentales. Sin embargo, el principal papel de la violencia en los medios viene desempeñado probablemente haciendo la violencia más aceptable a un nivel cultural en vez de mediante la imitación directa o el aprendizaje, y como tal ha tenido quizá una contribución menor al aumento de la conducta antisocial entre los jóvenes desde la Segunda Guerra Mundial. Continúa el debate sobre si las diferencias de zona son un factor causal en los niveles generales de conducta antisocial, o por el contrario reflejan algo más, como los niveles de actuación policial. 
La composición de una zona en términos de las personas que residen en ella resulta quizá ser más importante en el desarrollo temprano de la conducta antisocial que las características de la vivienda o de la arquitectura, aunque esto no equivale a decir que los rasgos físicos no tengan un papel después en cuanto a proporcionar oportunidades de delinquir. 
Los testimonios empíricos de un papel causal de las escuelas son limitados, pero lo que existe demuestra que: 
1) las características de las escuelas como instituciones sociales son importantes (ética, buenos modelos de conducta de los profesores, dirección clara, etc.), 
2) la composición del conjunto de los alumnos es importante (presencia de modelos de rol delincuente masculino, intimidación, etc.) y 
3) estos dos factores afectan a la conducta antisocial indirectamente en vez de directamente. 
La dificultad de establecer el papel de la pertenencia a una etnía en el desarrollo de la conducta antisocial tiene su origen en parte, en la falta de congruencia entre los autoinformes y las estadísticas oficiales. No hay duda de que los grupos étnicos minoritarios están ampliamente sobrerrepresentados en las estadísticas de encarcelamientos; aunque se puedan demostrar el racismo y las parcialidades del procesamiento en todas las fases del sistema de justicia penal, problametne ello no explica la totalidad de la sobrerrepresentación. 

Concluimos que había diferencias en los índices de conducta antisocial (sobre todo de violencia) entre personas de distintas procedencias étnicas, diferencias exageradas por las parcialidades del procesamiento dentro del sistema. ¿Qué es lo que motiva estas diferencias subyacentes? las condiciones de vida, el desempleo, los factores familiares de riesgo o alguna combinación de ellos son posibles respuestas. Era importante observar que el fácil acceso a armas de fuego (y el contexto de su propiedad) tiene un papel importante que desempeñar en los niveles generales de la conducta más antisocial de todas: el sustancial aumento reciente de los homicidios en EEUU por obra de jóvenes puede ser atribuido casi por entero a la posesión de armas de fuego. Que el consumo de drogas por jóvenes se ha incrementado en paralelo con los niveles de conducta antisocial es algo que debe considerarse también; es probable que los dos estén interrelacionados en parte, aunque el vínculo no está claro.
Los hombre jóvenes cometen una mayor proporción de los actos delictivos protagonizados por menores que las mujeres jóvenes. En el Reino Unido, en 1995, los jóvenes de menos de 21 años representaron el 80% de los delitos registrados resueltos y atribuidos a este grupo de edad. 
Los datos de los autoinformes reflejan una proporción menor, pero los delitos de los que informan los jóvenes siguen superando en número a aquellos de los que informan las jóvenes. 
La proporción por sexos está descendiendo: las chicas representan crecientes proporciones de los delitos registrados oficialmente. Aunque la tasa es siempre más elevada para los varones, la proporción es ahora solo un tercio de la observada hace 40 años. Hay diferencias de tipo en cuanto a implicación y carrera delictiva, así como en los índices de participación. 
El predominio masculino es mayor en la edad adulta temprana y es más marcado en lo que se refiere a delitos violentos que al robo y a los delitos contra la propiedad; los varones tienen más probabilidades de ser reincidentes; y las delincuentes desarrollan carreras delictivas más cortas cuya culminación tiene lugar a una edad más temprana. 
En cuanto a los factores individuales asociados con la conducta antisocial, los índices de casi todos los demás trastornos evolutivos de inicio temprano (como el trastorno de conducta, la hiperactividad, el retraso específico en la lectura) son también más habituales en los niños varones. 
Cuando dichos trastornos tienen un papel que desempeñar, tiende a ser solamente en la conducta persistente en el transcurso de la vida. Las hormonas tienen quizá también un pequeño papel en las diferencias de género en la agresividad y el dominio, pero es improbable que esto sea una parte fundamental de la explicación. No se sabe lo suficiente de si los factores psicosociales, como los aspectos importantes de la crianza, son diferentes según el sexo del niño. 
Hay algunos limitados testimonios de que las niñas son objeto de una supervisión más eficaz, por ejemplo. La posibilidad de que haya una diferencia de género por lo que se refiere a vulnerabilidad psicológica no ha sido adecuadamente comprobada. Es probable que las niñas reaccionen de manera diferente a las tensiones familiares. 
Los ciclos coercitivos tienen quizá más probabilidad de desarrollarse entre los progenitores y los hijos varones, pero todavía no hay datos adecuados disponibles. Hay algunos testimonios de que las influencias contextuales sociales tales como los grupos sociales atienden a ser distintas en los dos sexos. Además, a causa de la tasa base, más elevada, de conducta antisocial en los niños varones, estos tienen más probabilidades de verse expuestos a más influencias de tipo antisocial del grupo de coetáneos. Por otra parte, la conducta antisocial en las niñas puede conducir a mayores vínculos domésticos a través de la maternidad adolescente, mientras que la misma conducta en los chicos acaba fuera de la familia. 

En la actualidad solo se puede conceder a estas afirmaciones el rango de teorías necesitadas de una rigurosa comprobación.
Varios de los grandes estudios longitudinales han recopilado ahora datos más allá de los años de la adolescencia, lo cual significa que se han recogido importantes datos sobre la evolución a lo largo de la vida y las carreras delictivas. 
Dichos datos nos permiten hablar con un poco más de claridad de persistencia y desistimiento y de diferentes patrones de implicación. A partir de los 3 años de edad se pueden identificar signos que indican formas de conducta antisocial más graves y persistentes en forma de conducta hostil e hiperactividad. Esto no es tan evidente por lo que se refiere a la conducta limitada a la adolescencia; en realidad, a distintos tipos de conducta antisocial se asocian diferentes factores de riesgo y diferentes resultados. Hay continuidades y discontinuidades en la evolución de la conducta antisocial. 
Las secuelas a largo plazo de los problemas persistentes de comportamiento en la niñez pueden ser muy amplias en la edad adulta, conduciendo a dificultades generales en el funcionamiento psicosocial y a actividades delictivas. Las experiencias siguen siendo importantes; nada es de piedra. Los acontecimientos de la vida, los momentos decisivos y los periodos de transición pueden influir en que la conducta antisocial continúe o cese.

Un prudente optimismo es el tono habitual de los estudios sobre prevención e intervención en jóvenes, en contraste con la actitud negativa, más decidida, de hace un par de décadas. Algunas cuestiones clave de fondo incluyen las siguientes: Las expectativas de modificabilidad tienen que ser realistas. hay claramente motivos para pensar que es posible modificar la conducta delictiva, pero hay indicaciones de que es probable que las disminuciones en la delincuencia futura sean relativamente pequeñas (p.e. 12%).

La evaluación es decisiva pero a menudo no existe. Las pruebas controladas aleatorias son el mejor medio para evaluar los programas, pero son difíciles de emplear en la práctica. Otras alternativas son los cuasi experimentos y las evaluaciones de campo de las intervenciones en la comunidad. Ha sido útil el reciente desarrollo de los metaanálisis de intervenciones. 
El objetivo primordial de muchos estudios que se han ofrecido como ejemplo de trabajo preventivo no ha sido reducir la delincuencia. Aunque es importante que se consideren una serie de resultados diferentes, hay que tener precaución al suponer que los beneficios de algunos programas se extenderán a la delincuencia. La intervención en la fase predelictiva tiene sentido intuitivamente, dados los resultados de las investigaciones sobre la continuidad de la conducta y la manera en que las experiencias sociales posteriores exageran y hacen realidad las tempranas proclividades. Son ejemplos de intervenciones en esta fase predelictiva los programas preescolares como High/Scope, el trabajo centrado en los niños, la capacitación de padres y profesores e intervenciones a nivel de la escuela como APEH y FAEU. 
Entre las cuestiones principales de las intervenciones en la fase predelictiva se hallan la necesidad de una intervención multimodal y la exacta identificación de proyectos que combinen actitudes alentadoras y disuasorias, hagan participar a las familias, se añadan a servicios existentes, tomen como objetivo a una variedad de tipos distintos de delincuentes y garanticen la coherencia dentro de los programas.

La prevención de situaciones de delincuencia puede actuar para prevenir que la proclividad a ser antisocial se traduzca en un acto delictivo real. Actualmente se han documentado una serie de técnicas que han tenido éxito; se han identificado las razones (p.ej. fracaso en la implementación, desplazamiento de la actividad delictiva, etc.) por las cuales algunas no lo han tenido. 
Con una puesta en práctica esmerada, esta puede ser una útil estrategia de prevención de la delincuencia. Los problemas en la puesta en práctica son al parecer la razón de que las iniciativas comunitarias hayan tenido un éxito considerablemente menor. La investigación de su eficacia es muy difícil, lo que tiene como consecuencia una escasez de buenas evaluaciones. La probabilidad de una condena es muy pequeña para los jóvenes; no está claro si la disuasión a nivel de la población ­aumentando las probabilidades de condena o de gravedad de los castigos­ supondrá una gran diferencia. 
Ha habido diversidad de reacciones a la delincuencia en el transcurso de estas últimas décadas, entre ellas políticas de desviación, regímenes de choque corto y agudo y demás. Los elementos que contribuyen al éxito o al fracaso de estos planes van estando más claros (por ejemplo, incluyendo experiencias positivas además de negativas, tratando elementos cognitivos además de elementos de conducta, etc.). Los meta análisis han identificado una larga lista de objetivos prometedores para utilizarlos en la elaboración de programas eficaces, además de objetivos menos prometedores o que distraen la atención. Aun tomados en conjunto, estos no proporcionan una plantilla para el programa perfecto, pero indican que se han hecho avances y que pueden hacerse más.

1 comentario: