domingo, 31 de mayo de 2015

Adolescentes latinoamericanos, aculturación y conducta antisocial. Jorge Sobral Fernández, José Antonio Gómez-Fraguela, Ángeles Luengo, Estrella Romero y Paula Villar Universidad de Santiago de Compostela

El principal objetivo de este estudio es analizar si los estilos de aculturación de Integración, Separación, Asimilación y Marginación propuestos en el modelo de Berry pueden ser replicados en una muestra de adolescentes inmigrantes latinoamericanos que viven en España y examinar la relación de esas estrategias con el nivel de conducta antisocial y abuso de alcohol. Para ello se ha analizado una muestra de 750 adolescentes inmigrantes latinoamericanos escolarizados en diferentes centros de Galicia y Madrid. Los resultados obtenidos confirman la existencia de las cuatro estrategias de aculturación, siendo la integración la más utilizada y la marginación la que menos. En cuanto a la relación de esos estilos con la conducta antisocial y el consumo de alcohol, se observa que es el grupo de adolescentes latinoamericanos que optan por la estrategia de separación los que presentan mayores conductas antisociales y, contrariamente a lo esperado, es el grupo de marginación el que se asocia con menores actos antisociales.

Latin-American adolescents, acculturation and antisocial behavior. The main purposes of this study are: a) To determine whether the acculturation styles proposed by Berry’s model (integration, separation, assimilation and marginalization) can be replicated in a sample of Latin-American immigrant adolescents living in Spain; b) to examine the relationships between acculturation styles and both antisocial behavior and involvement with alcohol. For these purposes, data were collected in a sample of 750 Latin-American immigrants in a number of schools in Galicia and Madrid. Results confi rm the existence of the four acculturation strategies, with integration and marginalization as the most and least used, respectively. With respect to the relationships of these styles with antisocial behavior and alcohol use, it was found that adolescents who use the separation strategy show the highest levels of antisocial behavior; conversely, and contrary to expectations, the marginalization group had the lowest levels of antisocial involvement. 

La inmigración es un fenómeno global en las interconectadas sociedades de nuestros días. Su magnitud es tal que implica a cientos de millones de personas en un amplio número de países (Informe Population Report, 2002, de la ONU) y muchos indicadores apuntan que continuará creciendo en un futuro próximo. Grandes multitudes de individuos están y estarán contribuyendo a constituir sociedades cada vez más interculturales, al tiempo que experimentan necesariamente el llamado proceso de «aculturación». Este concepto es un clásico dentro de las ciencias sociales desde que Redfi eld, Linton y Herskovits en 1936 lo propusieran para referirse a los cambios culturales resultantes del contacto directo e intenso entre individuos o grupos con distintas culturas. Desde entonces ha sido ampliamente empleado dentro de las ciencias sociales para referirse a los cambios producidos en colectivos tan diversos como los turistas, los refugiados políticos, los inmigrantes, etc. (Rudmin, 2003; Ward, Bochner y Furnham, 2001). 

En el ámbito psicológico, la aculturación se ha convertido en un concepto central para el análisis del fenómeno migratorio. Tanto es así que uno de los modelos psicológicos más ampliamente difundidos, y que probablemente haya generado más investigación sobre la población inmigrante, se centra en este concepto y las estrategias que los individuos adoptan para enfrentarse a tal proceso. Nos estamos refi riendo al modelo de Berry (Berry, 1997; Berry, Phinney, Sam y Vedder, 2006). Esta aproximación se fundamenta en el balance resultante del supuesto choque entre la cultura de procedencia y la de acogida. Los estudios realizados desde esta perspectiva suelen diferenciar las siguientes «estrategias de aculturación»: a) Integración (caracterizada por actitudes positivas hacia ambos contextos culturales, el de origen y el de acogida). 

El inmigrante parece esforzarse por «normativizarse» en su nuevo entorno, mostrando una disposición actitudinal positiva hacia los inputs que de él proceden; al tiempo que no reniega ni renuncia a las señas de identidad de su contexto de procedencia); b) Asimilación (aceptación y predisposición actitudinal positiva hacia el nuevo entorno cultural, acompañada de rechazo, desprecio y/o olvido de las características del de origen); c) Separación (cuando se constata un disgusto y/o rechazo ante el entorno de acogida y se acompaña de una cierta exaltación/idealización de la cultura de origen. Podría ser entendido como un patrón reactivo predominantemente «nostálgico»); y, por último, d) Marginación (estrategia en la que predominan actitudes negativas hacia ambos entornos culturales). 

Estos diferentes estilos de afrontar la experiencia de aculturación han sido puestos en relación con numerosos dominios, tanto  del ámbito de la «normalidad» como de la «desviación». En este último destacan aquellos trabajos que han relacionado el proceso de aculturación con dos contextos específicos: por una parte, el de la conducta antisocial y/o delictiva, y, por otra, el de la psicopatología y sus trastornos. Este ámbito psicopatológico ha sido conectado con la experiencia de la inmigración a través del concepto de «estrés aculturativo» (Bhugra, 2004; Collazos, Qureshi, Antonin y Tomás-Sábado, 2008), en la búsqueda de clarificar las confusas, y frecuentemente contradictorias, evidencias empíricas disponibles sobre la relación entre la experiencia migratoria y la prevalencia de ciertos trastornos mentales (depresión, ansiedad, esquizofrenia, etc.). Por lo que se refi ere a la conducta transgresora, Gómez-Fraguela, Sobral, Luengo, Romero y Villar (2009), en un estudio realizado con 2.400 adolescentes españoles y latinoamericanos, residentes en Galicia y Madrid, han encontrado menores niveles de conducta antisocial entre inmigrantes que entre nacionales, con la excepción de una mayor tendencia de los primeros a recurrir a la agresión interpersonal en situaciones conflictivas. 

En relación a las estrategias de aculturación mencionadas, estudios realizados con adultos han encontrado una relación relativamente consistente entre inmigración y delincuencia en aquellos que se enfrentan a la experiencia aculturativa con el estilo de «Marginación» (desprecio por la cultura de origen y por la de acogida; Berry, 1997; Coatsworth, Maldonado, Molina, Pantin y Szapocnik, 2005). Es necesario recordar que la mayor parte de estos estudios se ha realizado en contextos en los que la necesidad de aprender un nuevo idioma juega un rol fundamental en el desarrollo del proceso de aculturación, convirtiéndose la relación con el idioma en muchos estudios en el principal criterio para determinar la estrategia de aculturación de un individuo (Marsiglia, Kulis, Wagstaff, Elek y Dran, 2005; Rogler, Cortes y Malgady, 1991; Zarza y Prados, 2007). 

Así, el obstáculo idiomático es esgrimido con frecuencia como el dominio de aculturación que más fuertemente se relaciona con las difi cultades de adaptación de los inmigrantes (Kang, 2006). En escasas ocasiones se ha analizado este fenómeno en contextos en los que la lengua de la sociedad de origen y de acogida coinciden. También conviene resaltar la escasez de estudios insertos en este marco conceptual realizados con adolescentes. Se ha dedicado mucho esfuerzo a analizar los efectos del choque migratorio-cultural en adultos, y mucho menos en sus hijos. 

Es muy probable que la experiencia aculturativa tenga matices peculiares en una etapa evolutiva como la adolescencia, donde al estrés asociado con esta etapa vital —transición de la infancia a la adultez— y al incremento de confl ictos en el ámbito familiar habría que considerar también el estrés asociado a la transición desde la cultura de origen a la de acogida. Así, parece importante indagar no sólo sobre la aculturación misma de adolescentes en contextos donde no está presente el problema idiomático, sino también sobre la relación de los distintos estilos de afrontamiento de esa experiencia con el nivel de ajuste psicosocial de los menores. 

En este trabajo pretendemos: a) comprobar si los estilos de aculturación propuestos por Berry et al. (2006) se producen en adolescentes inmigrantes latinoamericanos en España; b) analizar la prevalencia de los distintos estilos de aculturación en esta población; y c) relacionar las estrategias de aculturación de los inmigrantes latinoamericanos adolescentes con sus niveles de inadaptación analizados a través de la implicación en distintos tipos de conductas antisociales y el consumo de alcohol. Método Participantes La muestra del estudio fue recogida en distintos centros públicos de ESO de las comunidades autónomas de Galicia y Madrid. En Galicia se seleccionaron los 21 centros en los que había mayor número de inmigrantes escolarizados de entre todos los centros de la Comunidad (se revisaron para ello los datos estadísticos proporcionados por la Consellería de Educación de la Xunta de Galicia). 

En la Comunidad de Madrid se recogieron datos en nueve centros de tres localidades en las que la presencia de inmigrantes latinoamericanos era muy numerosa. Para este estudio sólo se han considerado aquellos casos en los que, tanto los adolescentes como sus padres y madres, habían nacido en algún país latinoamericano. La muestra fi nal del estudio estuvo compuesta por 750 adolescentes procedentes de 15 países. Los colectivos más numerosos procedían de Ecuador (35% de la muestra) y Colombia (20,5%), seguidos ya a gran distancia por estudiantes procedentes de la República Dominicana (7,5%), Argentina (7,1%), Perú (6,7%), Bolivia (5,9%) y Uruguay (5,2%). De los 750 casos seleccionados, doscientos setenta y tres estudiaban en los distintos centros educativos de Galicia y los 477 restantes procedían de los centros de Madrid. El 53,4% fueron varones y el 46,6% mujeres, siendo su edad media de 14,3 años (con un rango de edad que oscilaba entre los 11 y los 17 años). Instrumentos 

Para categorizar a los adolescentes inmigrantes según la estrategia de aculturación dominante, utilizamos una versión modifi cada del Cuestionario de Implicación Cultural (BIQ), elaborado por Szapocznik, Kurtines y Fernández (1980). Este autoinforme indaga acerca del grado en que las personas aprecian y disfrutan con toda una serie de aspectos propios de las culturas de origen y acogida (costumbres, músicas, actividades de ocio, medios de comunicación, tradiciones familiares, etc.). La versión original estaba formada por dos subescalas de 21 ítems cada una (atracción por la cultura de origen; atracción por la cultura de acogida). 

Para este estudio eliminamos aquellos ítems que hacían referencia a cuestiones lingüísticas, utilizando una versión de 15 elementos en cada escala. Los adolescentes debían contestar a esas cuestiones en una escala de cinco alternativas (nada, poco, algo, bastante y mucho). La consistencia interna para las dos escalas fue elevada (α= ,91 para la vinculación con el país de origen y α= ,92 para la vinculación con el país de acogida). También analizamos el grado en que los adolescentes se identifi caban como españoles o como personas de su país de origen, para lo cual les preguntamos cuánto sentían que tenían en común con un español y cuánto con alguien de su país de origen. La escala de respuestas incluía cinco alternativas (nada, casi nada, poco, bastante y mucho).

 Consideramos también el tipo de personas con las que se relacionaban los adolescentes. Les preguntamos sobre la cantidad de amigos que habían nacido en España (ninguno, casi ninguno, algunos, la mitad y todos o casi todos), por el tipo de amigos con los que se relacionaban más frecuentemente en el colegio y fuera de él y por el tipo de personas que solían visitar su hogar. Las alternativas de respuestas en estos casos también se presentaron en una escala de cinco puntos (exclusivamente de otro país, la mayoría de otro país, mitad y mitad, la mayoría españoles, exclusivamente españoles). Con estas cuatro preguntas creamos un índice global sobre la cantidad de amigos españoles. La consistencia interna de esta puntuación fue elevada (α= ,78). 

Por último, aplicamos también la Escala de Actitudes hacia la Aculturación (Berry et al., 2006) al efecto de validar los conglomerados de aculturación generados. Esta escala está compuesta por 20 ítems referidos a distintos aspectos de la cultura del país de origen y del de acogida (tradiciones, actividades sociales, amigos, etc.) que se agrupan en cuatro escalas para evaluar las distintas actitudes propuestas por los autores: asimilación, integración, separación y marginación. Para evaluar la conducta antisocial se utilizó una versión reducida del Cuestionario de Conducta Antisocial (CCA; Luengo, Otero, Romero, Gómez-Fraguela y Tavares-Filho, 1999). 

En este instrumento se pregunta acerca de la frecuencia con que, en los últimos 12 meses, han realizado diversas conductas transgresoras que implican: a) agresiones interpersonales (p.ej., promover peleas con otros); b) vandalismo (p.ej., destrucción intencionada de mobiliario urbano); c) conductas antinormativas (p.ej., pasar la noche fuera de casa sin permiso); d) hurtos (p.ej., en tiendas); y e) problemas relacionados con drogas (p.ej., participar en actos ilegales para conseguir droga y/o trafi car con ella). Las alternativas de respuesta incluyen 4 opciones (nunca, pocas veces - de 1 a 5 veces, bastantes veces - de 5 a 10 o con frecuencia - 10 veces o más). Finalmente, a partir de cuestionarios empleados en investigaciones previas (Gómez-Fraguela, Fernández, Luengo y Romero, 2008) se seleccionaron una serie de ítems específicos dirigidos a evaluar el nivel de consumo de alcohol. 

Concretamente se les preguntó por la frecuencia de consumo en los últimos 30 días (debían responder en una escala con seis alternativas: nunca, una o dos veces, de 3 a 5 veces, de 6 a 10 veces, entre 11 y 20, y 20 o más), por el número de consumiciones que solían tomar cuando bebían y el número de borracheras en el último año. Procedimiento La investigación fue presentada a los equipos directivos de los centros educativos seleccionados para explicarles la fi nalidad del estudio y solicitar su colaboración. Todos los centros contactados se mostraron dispuestos a colaborar. Después de solicitar el consentimiento paterno para la participación de los adolescentes en la investigación, se invitó a participar a todos los estudiantes escolarizados en el centro (nativos e inmigrantes).

 La aplicación de las pruebas se realizó de forma colectiva dentro de las aulas y en el horario escolar durante una sesión de 60 minutos. Las pruebas fueron aplicadas por miembros del equipo de investigación que en todo momento garantizaron el anonimato de las respuestas y la voluntariedad en la participación. Análisis de datos Para agrupar a los inmigrantes en función de la estrategia de aculturación adoptada se realizó un análisis de conglomerados (método de Kmedias). 

Para realizar el análisis se utilizaron las puntuaciones típicas obtenidas en el BIQ, el grado en que se identifi caban como españoles o como personas de su país de origen y el tipo de amigos con los que se relacionaban (Hair, Anderson, Tatham y Black, 1999). Sobre los grupos resultantes se realizaron distintos análisis de varianza para validar los grupos creados y para comprobar si existían diferencias en su nivel de conducta antisocial y el consumo de alcohol. Para todos los análisis estadísticos se utilizó el paquete estadístico SPSS.15.1. Resultados En la fi gura 1 se representan las puntuaciones medias obtenidas en esas variables para los cuatro conglomerados solicitados. El conglomerado más numeroso fue el número dos, en el que se agruparon 302 inmigrantes (el 40,4% de la muestra). Este grupo claramente se identifi ca con aquellos inmigrantes que adoptan una estrategia de integración en el proceso de aculturación. Los adolescentes incluidos en este conglomerado presentan una alta atracción por la cultura de origen y de acogida, sienten que tienen mucho en común con los españoles y con las personas de su nacionalidad y se relacionan con bastantes amigos del país de acogida.

El conglomerado que le siguió en tamaño fue el cuarto, donde se agruparon 207 adolescentes (el 27,7%). Las características de este conglomerado nos lleva a pensar que en él predomina la estrategia de separación. Al observar la fi gura 1 podemos comprobar cómo se caracteriza por puntuaciones elevadas en la escala de atracción por su cultura de origen y por una alta identifi cación con las personas procedentes de su país. Por el contrario, presentan bajas puntuaciones en la atracción por la cultura de acogida, escasa identifi cación con los españoles y muy escasa relación con amigos españoles. El conglomerado número tres agrupó a 143 adolescentes (el 19,1% del total). Al analizar su perfi l podemos concluir que se trata de los inmigrantes que más se aproximan a la estrategia de asimilación. Aunque se sienten poco atraídos por la cultura de acogida, sí sienten que tienen mucho en común con los españoles y mucho menos con las personas de su país de origen. Además es el grupo que con más intensidad se relaciona con otros amigos españoles. 

El conglomerado menos numeroso fue el primero, donde se agruparon 96 adolescentes (el 12,8%). La escasa identifi cación con los españoles y con las personas de su país, las escasas relaciones con compañeros españoles y la atracción intermedia por la cultura de acogida y de su país de origen, indican que los casos agrupados en este conglomerado se acercarían al perfi l de marginación. En la tabla 1 se presenta la composición de los conglomerados en cuanto a la edad y el género de sus integrantes. Existen diferencias significativas entre los grupos en cuanto a la edad (F= 6,93, p<,001), siendo el grupo caracterizado por un estilo de separación el que presenta una edad media superior a los grupos de asimilación y marginación. Al analizar la distribución por género también se observan diferencias signifi cativas (χ2 = 13,13, p<,05), siendo superior el porcentaje de varones que se agrupan en el conglomerado uno (marginados) y tres (asimilados). Como estrategia adicional para validar los conglomerados hemos seguido la recomendación de algunos autores (Aldenderfer y Blashfi eld, 1984; Hair et al., 1999), comparando los grupos en un criterio no empleado en la creación de los conglomerados. 

Los criterios elegidos fueron las escalas de actitudes hacia la aculturación de Berry (Berry et al., 2006). Los resultados de esas comparaciones se presentan en la tabla 2. Las diferencias encontradas en las escalas de asimilación y separación son signifi cativas y coincidentes con lo esperable. Al realizar las comparaciones a posteriori (prueba de Scheffé) en la escala de asimilación las diferencias signifi cativas se producen entre el conglomerado tres (los asimilados) y el cuatro (de separación), siendo el primero el que presenta valores más elevados. Para la escala de separación el conglomerado cuatro (los separados) presenta valores significativamente superiores  a los otros grupos. Las diferencias encontradas entre los conglomerados uno y tres (marginados y asimilados) también alcanzan niveles de signifi cación estadística. 

En las otras dos escalas, pese a que las diferencias no llegan a ser signifi cativas, las tendencias van en la dirección esperada. En la escala de integración la media más elevada se corresponde con el conglomerado dos (los integrados) y en las actitudes de marginación es el conglomerado uno (los marginados) el que presenta los valores más elevados. 
Como se puede observar, el grupo que obtiene puntuaciones más elevadas es el cuarto que se corresponde con el perfil de separación. Al analizar las escalas aisladamente se observa en todos los casos que el grupo de separados presenta puntuaciones medias más elevadas, siendo esas diferencias significativas para tres de los cinco tipos de conductas analizadas: para las conductas agresivas, en las que es el grupo de asimilados el que presenta la media inferior, y para las conductas contra normas y los problemas con las drogas, donde es el grupo de marginados el que obtiene los valores más bajos. Al analizar la frecuencia y la cantidad de consumo de alcohol la tendencia es similar. 

En todas las variables es el grupo de separación el que presenta los valores más elevados, aunque esas diferencias sólo se muestran significativas en el caso del número de consumiciones tomadas en cada ocasión de consumo, donde vuelve a observarse que es el grupo de marginados el que presenta la media más baja. Discusión y conclusiones Los resultados de este estudio parecen confirmar la utilidad de las categorías de aculturación propuestas (integración, asimilación, separación y marginación) para clasificar a los adolescentes inmigrantes latinoamericanos en España. 

Los datos apuntan a que la estrategia más empleada es la de integración (satisfacción/agrado tanto con la cultura de origen como con la de acogida) utilizada por un 40,4% de la muestra. Otro grupo significativo de adolescentes reaccionan al choque migratorio con un patrón de notable agrado hacia la cultura española de acogida, acompañado de una minusvaloración de la de procedencia: patrón de asimilación (el 19,1%). Por lo tanto, un 59,5% de los adolescentes de nuestro estudio se muestran satisfechos con el entorno español de acogida. Por otra parte si agrupamos el 27,9% que optan por la estrategia de separación (rechazo del entorno de acogida y gran interés por la cultura de procedencia) y el 12,8% que no muestran preferencia ni por el entorno de acogida ni por el de origen (estrategia de marginación), nos encontramos que un 40,5% de los casos se muestran insatisfechos con el entorno cultural español. Así pues, aún a pesar de la razonable hipótesis de la influencia facilitadora del idioma común y de la homogeneidad religiosa mayoritaria, un amplísimo segmento de los adolescentes de nuestra muestra expresa su malestar respecto al contexto español de acogida. Ello debería hacernos refl exionar sobre hasta qué punto puede haberse construido un mito en torno a las supuestas facilidades de integración normalizadora de la inmigración latinoamericana en España. 

Esta idea, al menos, por lo que se refi ere a adolescentes, debe ser cuestionada. Es más, incluso entre aquellos en los que se ha encontrado como predominante el estilo de integración no se pueden obtener conclusiones excesivamente intuitivas/optimistas acerca de sus benef ciosos efectos. De hecho, en algunos trabajos se ha encontrado una relación no esperada entre el «esfuerzo» de integración con una mayor prevalencia de ciertos trastornos psicológicos (Achotegui, 2002; Bughra, 2004; Collazos et al., 2008). Probablemente, este tipo de resultados haya que entenderlos en relación con el papel del «estrés aculturativo», producto del esfuerzo de afrontamiento ante los cambios implícitos en el proceso migratorio (Levecque, Lodewickx y Uranken, 2007; Mena, Padilla y Maldonado, 1987). Es de destacar también las diferencias encontradas en función del género y la edad. Respecto al género, aquellos grupos caracterizados por un alejamiento/distanciamiento de la cultura de origen (marginación y asimilación) se observa una proporción mayor de varones. En cuanto a la edad, el grupo de separación incluye a adolescentes con una media de edad signifi cativamente más elevada. 

Es razonable suponer que ello se pueda deber a un efecto acumulativo producto de una mayor exposición al estrés aculturativo al que nos hemos referido. En este sentido sería necesario realizar futuros estudios en los que se analice de forma longitudinal el proceso de aculturación y en los que se tengan en cuenta la gran cantidad de variables que deben estar moderando este proceso (Berry, 1997). Otro propósito esencial de esta investigación era indagar acerca de las relaciones entre estrategias de aculturación y conductas antisociales. En este sentido debemos destacar los resultados relativos al grupo caracterizado por el perfil de Separación, con niveles signifcativamente elevados respecto a los otros grupos en agresiones interpersonales, conductas contra normas, problemas con las drogas y consumiciones alcohólicas por ocasión. 

Sin alcanzar la significación estadística, también muestran una tendencia superior en cuanto al consumo de alcohol en los últimos 30 días y el número de borracheras en el último año. Esta estrategia podría ser caracterizada, en gran medida, como una reacción nostálgica caracterizada por un fuerte sentimiento de pérdida en relación con aquello que se ha dejado atrás. Esta nostalgia se ha entendido como una reacción de duelo ante la pérdida de elementos identitarios de la cultura de origen que deben ser especialmente relevantes en la adolescencia y que ha sido referida como un factor fundamental productor de desajustes psicológicos en la experiencia migratoria (Achotegui, 2002; Smart y Smart, 1995). En términos conductuales y grupales parece plausible que esta actitud de rechazo hacia la sociedad de acogida, acompañada de un patrón nostálgico hacia la de origen, implique un repliegue en grupos homogéneos (pandillas y, en su caso, bandas) compuestas por otros inmigrantes de sus áreas de procedencia. 

Ello permite explicar el componente afectivo de rechazo al entorno de acogida («estar aquí es la causa de mi pérdida, de mi malestar») al tiempo que refuerzan los lazos con aquellos que fortalecen sus percepciones identitarias, sus sentimientos de membrecía y pertenencia. Es sabido que este proceso suele acompañarse de una cierta dialéctica de conflictividad intergrupal, lo cual puede expresarse a menudo en una mayor conducta antinormativa. 

Otro resultado llamativo que hemos encontrado en este trabajo es el bajo nivel de conductas antisociales presentes en el grupo de marginación (ausencia de implicación y actitudes de disgusto tanto hacia la cultura de origen como de acogida). Es éste un per- fi l que en población adulta se ha relacionado frecuentemente con conductas delictivas, probablemente debido a que expresa un notable sentimiento de fracaso en la experiencia migratoria: el éxito buscado en la sociedad de acogida no se ha encontrado tras años de búsqueda, y respecto a la sociedad de origen persiste aquel rechazo originario que había forzado la migración. Es por ello plausible que aquello que en los instrumentos al uso se detecta como marginación implique una deriva afectiva hacia la marginalidad y la exclusión social. 

Ahora bien, es probable que la estrategia de marginación tenga un sentido bien diferente en la población adolescente. Los marginados muestran en este estudio menores niveles de conductas desviadas. Es factible suponer que el perfil de marginación implique un mayor distanciamiento con el entorno, una menor implicación con grupos de iguales (inmigrantes o nacionales), con lo que ello supone de evitación de una de las principales fuentes de contacto con las conductas problemáticas/antisociales en la adolescencia. Además, su menor necesidad de buscar ajuste psicosocial (inserción grupal, estatus grupal, liderazgo) conlleva en el marginado un menor esfuerzo adaptativo, lo cual implicaría una disminución del estrés aculturativo y de sus efectos nocivos. Esta categoría de marginados podría vincularse, tentativamente, con la tipología de retraimiento manejada por el gran clásico de la Sociología, Robert K. Merton, cuando remite a un tipo de individuos cuyo malestar se expresaría por un quietismo ante las relaciones sociales (habida cuenta de la imposibilidad de conseguir los objetivos socialmente marcados). En palabras de Merton: «el que se retrae, por lo menos acata las costumbres»

(Merton, 1957, p. 154), lo cual acabaría funcionando como un elemento de protección a la hora de engancharse en las típicas actitudes antisociales adolescentes. Esto no quiere decir que nuestros marginados (al igual que los retraídos de Merton) no acumulen frustración y resentimiento y no la expresen a través de conductas agresivas. Nuestros resultados con el grupo de Marginación podrían también ser coherentes con la protección proporcionada por la Introversión, por contraste con los excesos de impulsividad y necesidad de estimulación social que anidarían en la etiqueta de extroversión, cuya relación con la conducta transgresora adolescente de intensidad leve y moderada ha sido bien establecida (Sobral, Gómez-Fraguela, Romero y Luengo, 2001; Sobral, Luengo, Gómez-Fraguela, Romero y Villar, 2007). Finalmente, resulta evidente que es éste un campo de investigación en el que se necesitan nuevas aportaciones que puedan ayudarnos a una mejor comprensión de la experiencia aculturativa. En este sentido parece que los efectos de esta experiencia vital en la etapa adolescente deben constituir un objeto privilegiado de estudio. Ello es así, tanto para el análisis de aquellos procesos que terminan en una integración normativa exitosa, como en aquellos que implican la aparición de diferentes conductas antisociales.


Referencias 
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