sábado, 31 de marzo de 2012

Consumo de drogas en adolescentes con conductas infractoras: análisis de variables psicosociales implicadas. LOURDES CONTRERAS MARTÍNEZ; VIRGINIA MOLINA BANQUERI; Mª CARMEN CANO LOZANO. Departamento de Psicología, Universidad de Jaén.

Resumen
Las  investigaciones  muestran que droga y  delincuencia  aparecen frecuentemente  asociados,  siendo  una   práctica habitual  entre  los menores infractores el consumo de distintos tipos de sustancias. A su vez, existen ciertas características psicosociales que están relacionadas tanto con el consumo de drogas como con la conducta delictiva y/o antisocial. Nos planteamos por tanto en este estudio profundizar sobre la relación entre el consumo de drogas en menores infractores y ciertas variables del ámbito psicosocial de este colectivo. Para conseguir este objetivo se ha analizado el total de expedientes de menores infractores archivados en el Servicio de Justicia Juvenil de la provincia de Jaén, desde 2001 hasta 2010. De los expedientes consultados se han analizado variables demográficas como el género y la edad, así como variables de tipo psicosocial como son el consumo de drogas, conducta violenta, grupo de iguales, el autocontrol, la tolerancia a la frustración y el estilo atribucional. Los resultados muestran que la mayoría de los menores infractores consumen algún tipo de sustancia, así como la existencia de diferencias en el patrón de consumo en función del género. También se observa que existe relación entre el consumo de sustancias y pertenecer a un grupo de iguales desviado, la conducta violenta y las variables psicológicas mencionadas, así como diferencias en estas variables psicológicas en función del tipo de droga consumida

Abstract

Research shows that drugs and delinquency are frequently linked, the abuse of various types of substance being a widespread practice among young offenders. At the same time, some psychosocial characteristics are associated with both drug abuse and criminal/antisocial behavior. To help us explore the relationship between young offenders’ drug abuse and certain psychosocial variables, we examined closed judicial files on young offenders from the Juvenile Justice Service in Jaén (Spain) corresponding to the period 2001 to 2010. From the contents of these judicial files we analyzed demographic variables such as gender and age, as well as psychosocial variables such as drug abuse, peer group, violent behavior, self-control, tolerance to frustration and attributional style. The results show that most of the young offenders use some type of drug, as well as revealing differential patterns of use according to gender. Also observed is a link between drug abuse and deviant peer group, violent behavior and the above-mentioned psychological variables. Finally, we found some differences in these psychological variables depending on the type of drug used

La conducta delictiva juvenil ha sido ampliamente investigada desde el ámbito científico (Andrews y Bonta, 2006; Lösel y Bender, 2003; Simoes, Matos y BatistaFoguet, 2008). Existe un acusado interés por determinar cuáles son los factores y circunstancias que propician que un adolescente comience a mostrar conductas infractoras. Esta extensa investigación ha resultado en múltiples propuestas para explicar este tipo de comportamientos, formulándose diversas teorías desde diferentes perspectivas y enfoques científicos. Parece claro que no existe una única explicación para este fenómeno, de forma que son múltiples los factores vinculados a la conducta delictiva, siendo ésta en la mayoría de las ocasiones el resultado de interacciones dinámicas entre las diversas variables.

Una de las variables que en este sentido ha recibido más atención es el consumo de drogas en cuanto a su relación y/o influencia recíproca sobre este tipo de comportamientos. Droga y conducta antisocial y delictiva aparecen frecuentemente asociadas en diferentes investigaciones (Mulvey, Schubert y Chassin, 2010; Muñoz, Graña, Peña y Andreu, 2002; Simoes et al., 2008),  encontrándose un patrón consistente de consumo de diferentes sustancias en los menores infractores y con conductas antisociales (Crespo, Perles y San Martín, 2006; Llorens, Palmer y Perelló del Río, 2005; Olivan, 2002; San Juan, Ocáriz y Germán, 2008). Según Loeber (1988) se produce un incremento en paralelo en el consumo de drogas y conducta antisocial, siendo este consumo más probable si la conducta antisocial iniciada durante la infancia persiste durante la adolescencia (Kandel, 1982). Cuando la conducta antisocial aparece a edades tempranas, y continúa en el comienzo de la adolescencia, puede ser considerada como un potente predictor de abuso de determinadas sustancias (Loeber, 1988). En otros estudios, los resultados muestran una relación a la inversa entre estas dos variables, puesto que se ha encontrado que la edad de inicio del consumo de sustancias es una variable predictiva de futuros consumos y actos violentos, de forma que los jóvenes que muestran conductas violentas comienzan a consumir drogas a edades más tempranas (Rivero, Marín e Infante, 2002). En cuanto a la influencia del género a la hora de consumir drogas, los estudios realizados con población adolescente general, indican que existen diferencias en cuanto al patrón de consumo de sustancias entre chicos y chicas. En este sentido, se ha observado que los chicos consumen en mayor proporción que las chicas todas las drogas ilegales, aunque en el consumo de drogas legales como el tabaco aparece un mayor número de consumidoras (Calvete y Estévez, 2009; Llorens et al., 2005; Observatorio Español sobre Drogas, 2009).

martes, 27 de marzo de 2012

ENFERMEDAD MENTAL Y DELINCUENCIA. ESPERANZA MUÑOZ ZAFRA



RESUMEN:
El objetivo perseguido en este artículo es analizar la posible relación entre enfermedad mental y conducta violenta y/o delictiva. Se recogerán algunos de los principales trastornos mentales y se valorará que porcentaje de ellos delinquen, que tipo de delitos suelen perpetrar, características de los mismos etc...Se recogerán así mismo los tipos de asesinos en serie y en masa y por su gravedad, se analizará la psicopatía y la personalidad sádica.


INTRODUCCIÓN


Históricamente, los límites entre el trastorno mental y la conducta violenta han sido muy imprecisos. En la actualidad aún persiste la creencia popular de que los delitos más graves como pueden ser el asesinato con componentes sexuales, la conducta parricida, el neonaticidio...y los que incluyen elementos que permiten la clasificación de agravamiento de un delito (ensañamiento y alevosía, víctimas muy vulnerables etc) son llevados a cabo por personas con algún tipo de enfermedad mental grave. Desde numerosas asociaciones de enfermos mentales se ha pretendido "limpiar" la imagen de los mismos. Sin embargo, sí que parece existir un porcentaje significativo de pacientes que a causa de haber abandonado su tratamiento farmacológico o su consumo irregular unido al abuso de drogas psicoactivas, pueden desarrollar conductas violentas. El papel de los medios de comunicación no hace más que aumentar la creencia en la asociación enfermedad mental- delincuencia. Delitos puntuales de gran violencia protagonizados por una proporción pequeña de estos enfermos pasan a convertirse en la generalidad.

Por otra parte, si se analiza la postura tomada por los profesionales de la salud mental, tampoco existe uniformidad de criterio. Así laAsociación Americana de Psiquiatría (APA), defiende que, "la mayor parte de las personas violentas no sufren enfermedad mental y que con tratamiento, la persona con trastorno mental no es más peligrosa que la población general". Al margen de este postulado, se encuentra en la literatura numerosos estudios científicos que demuestran que personas con desequilibrios psiquiátricos graves, aquellos que tienen un tratamiento inadecuado o que, aún siendo adecuado no lo siguen, son más propensos a manifestar conductas violentas que la población general. Gran asociación existe según estos estudios, entre la esquizofrenia (especialmente la de tipo paranoide) y la violencia. Hay que tener en cuenta que, gran cantidad de ellos han sido criticados por su falta de rigor científico y como consecuencia de esto, ha acabado produciéndose la llamada "psiquiatrización de la conducta criminal". Conviene romper una lanza a favor de otros muchos estudios que sí han llevado una metodología científica rigurosa. Destacar el llamado "Estudio MacARTHUR". Se trata de un trabajo multidisciplinar realizado en EE.UU. durante más de una década. Se perseguía un doble objetivo: por un lado, la valoración científica del riesgo de violencia, y por otro, la creación de una posible herramienta de actuación para que los distintos profesionales de la salud mental pudiesen valorarla. La investigación arrojó datos interesantes. Así, se observaron dos predictores para la conducta violenta: uno la psicopatía y otro, el haber sido víctima de malos tratos durante la infancia. También se halló que la tasa de violencia era significativamente superior en los esquizofrénicos y sobre todo en aquellos que eran consumidores de sustancias psicoactivas y/o alcohol.

viernes, 23 de marzo de 2012

Factores de riesgo de la conducta suicida en niños y adolescentes. Marcela Larraguibel Q.(1), Patricia González M.(1), Vania Martínez N.(1), Ricardo Valenzuela G.(1)


RESUMEN
El objetivo de este artículo es revisar en la literatura científica los factores de riesgo asociados al intento de suicidio en niños y adolescentes y de esta manera contribuir a la mejor delimitación de grupos de riesgo, con fines preventivos y terapéuticos. El suicidio es la segunda o tercera causa de muerte en jóvenes de 15 a 19 años de edad. Los análisis seculares apoyan la hipótesis que existe un verdadero incremento de este fenómeno, desde 1950 a la fecha, entre los adolescentes y adultos jóvenes de la población europea y norteamericana. En Chile, según los datos consolidados por el Departamento de Informática del Ministerio de Salud desde 1986 a 1996, las tasas de suicidio han tenido un aumento gradual en los últimos años, a excepción de los años 1992 y 1993. En el caso de los adolescentes las tasas han permanecido relativamente estables en el periodo observado. La prevalencia del intento de suicidio es aún más difícil de conocer. En general se acepta que los intentos son 10 a 50 veces más numerosos que los suicidios. Estudios de seguimiento de adolescentes que han realizado un intento de suicidio, muestran que el 10% se suicida dentro de los 10 años siguientes. El género y la edad aparecen como factores de riesgo relevantes. Los suicidios completados son más comunes entre los hombres; las mujeres tienen un mayor riesgo en las otras conductas suicidas. El riesgo de suicidio aumenta con la edad. El suicidio antes de los 15 años es inusual; la mayoría de los niños y adolescentes con conducta suicida presentan algún tipo de psicopatología. Los trastornos psiquiátricos más frecuentemente asociados son trastorno del ánimo, principalmente la depresión, abuso de sustancias y conductas antisociales. La ansiedad, agregada a un cuadro clínico de ideación suicida, más bien cumple un rol amplificador en el desarrollo y/o la mantención de la ideación suicida que un factor de riesgo per se. La evidencia es clara en cuanto a que las adversidades familiares contribuyen a incrementar el riesgo suicida. Ausencia de calidez familiar, falta de comunicación con los padres y discordia familiar aparecen como los factores más frecuentemente asociados a la conducta suicida. La derivación oportuna, evaluación del funcionamiento familiar y el desarrollo de tratamientos efectivos en gente joven con morbilidad psiquiátrica pueden ser muy efectivos en reducir la conducta suicida.
(Palabras clave: suicidio, intento suicida, niños, adolescentes, factores de riesgo.)

Risk factors of suicidal conduct in children and adolescents

The objective of this article was to review the scientific literature about the risk factors associated with attempted suicide in children and adolescents, in order to delimit with accuracy the risk groups and to be helpful for the prevention and treatment of young people. Suicide is the second or third leading cause of death in people aged 15-19 years. Secular tendency analysis supports the hypothesis of a real increase of this phenomenon since 1950 in teenagers and young adults both in Europe and North America. In Chile, data provided by the Information Department of the Health Ministry showed a gradual increase in the general suicide rate between 1986 and 1996 (except 1992-93). In adolescents suicide rates had shown a tendency toward stabilization. Determining suicide prevalence is difficult and there is a consensus that attempted suicides are 10-50 times more common than suicide. Follow up studies in teenagers that attempted suicide demonstrated that 10% of these commit suicide in the next ten years. Age and gender are the most important risk factors, males commit suicide more frequently and women are more prone to present other suicidal behaviours. The incidence of suicide increases with age, before the age of 15 it is a rare event. Psychopathology is present in most children and adolescents with suicidal behaviour. Psychiatric disorders such as mood disorders, especially major depressive illness, substance abuse and antisocial behaviour are common. Anxiety in a persistent suicidal ideation context rather than a causal agent or risk factor per se may exert an amplifying or maintaining role. There is clear evidence that familiar adversity contributes to an increased suicide risk, lack of warmth in family relationships, lack of communication with parents and general family dysfunction are frequently associated with suicidal behaviour. Accurate referral of these patients to the Mental Health Services, assessment familar and development of effective treatment strategies have shown to be useful in reducing suicidal behaviour in teenagers.
(Key words: suicidal behaviour, attempted suicide, children, adolescents, risk factors.)

Como problema de salud pública el suicidio ha adquirido especial relevancia en las últimas décadas. Las conductas suicidas en niños y adolescentes se definen como "la preocupación, intento o acto que intencionalmente busca causarse daño a sí mismo o la muerte". Se puede entender como un espectro que abarca a las ideas y deseos suicidas (ideación suicida), las conductas suicidas sin resultado de muerte (intentos o tentativas suicidas) y los suicidios consumados o completados. Los análisis seculares apoyan la hipótesis de que existe un verdadero incremento de este fenómeno desde 1950 a la fecha entre los adolescentes y adultos jóvenes de la población europea y norteamericana(1). Las tasas de suicidio en adolescentes entre 15 y 19 años se han cuadruplicado desde 1957 a 1987 en USA(2), y es la cuarta causa de muerte entre los 10-15 años y la tercera entre los 15 y 25 años(3). Este incremento hace necesario el desarrollo de efectivos programas de prevención, requiriendo la clara identificación de los factores de riesgo de la conducta suicida.
Diversos autores han postulado diferentes hipótesis para la explicación de este fenómeno; algunos han demostrado que las personas nacidas en el último período del siglo veinte tienen mayor riesgo de desarrollar trastornos del ánimo a temprana edad4, factor de riesgo asociado frecuentemente con la conducta suicida(5,6). Otra probable explicación es el incremento de las tasas de divorcio en las últimas décadas(7).

Abuso de sustancias y comorbilidad psiquiátrica en la población adolescente. Dr. Deas D

El consumo de sustancias es un problema significativo que afecta a la población adolescente, especialmente en presencia de comorbilidades psiquiátricas. El tratamiento puede ser satisfactorio para aliviar ambos cuadros clínicos y mejorar el pronóstico.
Introducción 
La prevalencia de abuso de sustancias en la población adolescente es elevada. Este cuadro puede acompañarse por conductas de riesgo y trastornos psiquiátricos comórbidos. Lamentablemente, el diagnóstico de estos pacientes no es adecuado debido a que los adolescentes no siempre cumplen los criterios incluidos en la cuarta edición del texto revisado del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR).
Epidemiología del consumo de sustancias
Los resultados de diferentes estudios permiten indicar que la sustancia consumida con mayor prevalencia entre los adolescentes es el alcohol, seguido por la nicotina, la marihuana y los inhalantes. Según los resultados de la Monitoring the Future Survey, la prevalencia de consumo de alcohol en la población adolescente observada en 2000 y 2003 fue del 78% y 80%, respectivamente. En la National Household Survey, llevada a cabo en 2003, se valoró el consumo de alcohol en la población adolescente, que aumentó desde 2.9% hasta el 70% en la población de 12 y 21-22 años, respectivamente. También se valoró la ingesta excesiva de alcohol, definida como el consumo de más de 5 tragos con alcohol durante los últimos 15 o 30 días. En este caso se halló, por ejemplo, que el 41.6% de los individuos de 18 a 25 años presentaba ingesta excesiva en comparación con los individuos de otras edades. También se informó que el 28.3% de los estudiantes presentaba episodios de consumo excesivo de alcohol, especialmente la población de sexo masculino y origen caucásico o hispánico.
El consumo de alcohol se asocia con la utilización de otras sustancias ilícitas como la marihuana. Según lo informado, el 64.5% de los individuos de 12 a 17 años que consumen alcohol en forma excesiva también utilizan otro tipo de sustancia. Este porcentaje aumenta al considerar la población que, además de consumir alcohol en exceso, es tabaquista.

Evaluación del consumo de sustanciasSi bien el DSM-IV-TR incluye criterios específicos para el diagnóstico de abuso o dependencia de sustancias, su aplicación en la población adolescente puede resultar inadecuada. Esto se debe a que puede existir un trastorno vinculado con el consumo de sustancias en ausencia de la totalidad de los criterios diagnósticos enumerados en el DSM-IV-TR. A esto debe sumarse la importancia de efectuar un diagnóstico temprano debido a la probabilidad de evolución rápida hacia la dependencia verificada durante la adolescencia. Es decir, los síntomas que no están presentes en el momento de aplicación de los criterios diagnósticos incluidos en el DSM-IV-TR pueden aparecer con posterioridad a medida que avanza la edad y el curso clínico.
Algunos autores propusieron que los pacientes adolescentes con trastornos relacionados con el consumo de alcohol que no reúnen todos los criterios, pero tienen riesgo elevado de dependencia, sean denominados huérfanos de diagnóstico. Estos pacientes presentan uno o dos de los criterios incluidos en el DSM-IV-TR para el diagnóstico de dependencia de alcohol y tienen elevada prevalencia de abuso de sustancias. En otros estudios realizados en poblaciones numerosas de adolescentes se halló una cantidad elevada de los denominados huérfanos de diagnóstico. De acuerdo con esto, la aplicación de los criterios incluidos en el DSM-IV-TR a la población adolescente debe ser cautelosa.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Factores Psicosociales Asociados a la Delincuencia Juvenil. Boris Andrei Valdenegro. Servicio Paz y Justicia


Psychosocial Factors Associated to the Juvenile Delinquency
RESUMEN
Este estudio analizó la relación entre participación social, anomia subjetiva, apoyo social percibido, locus de control y percepción de ser objeto de prejuicio, en relación con la variable infracción de ley. Se encontraron diferencias significativas entre los grupos en participación social (p < 0.05), apoyo social percibido (p < 0.001) y percepción de ser objeto de prejuicio (p < 0.05), no encontrándose diferencias en anomia subjetiva y locus de control. Se estableció una relación lineal entre participación social, apoyo social percibido, percepción de ser objeto de prejuicio e infracción de ley, con un 19.5% de varianza explicada. Los resultados demuestran la relevancia de dichas variables en la dinámica analizada y la complejidad del fenómeno, requiriéndose nuevas investigaciones que profundicen estos hallazgos.
Palabras Clave: factores psicosociales, delincuencia juvenil.
ABSTRACT
This study analyzed the relation between social participation, subjective anomia, perceived social support, locus of control and perception of being object of prejudice, in relation to the variable infraction of law. Significant differences were found between groups in social participation (p < 0.05), perceived social support (p < 0.001) and perception of being object of prejudice (p < 0.05). There were no significant differences between groups in subjective anomia and locus of control. A linear relation was found between social participation, perceived social support, perception of being object of prejudice and infraction of law, with a 19.5% of explained variance. The results demonstrate the relevance of these variables in the analyzed dynamic and the complexity of the phenomenon, requiring new investigations that deepen these findings.
 Keywords: psychosocial factors, juvenile delinquency.


En la actualidad es común oír hablar en determinados círculos académicos que la delincuencia es un problema de orden multicausal, no pudiendo ser abordado desde una única perspectiva explicativa: "la delincuencia es un fenómeno social, dado que afecta directa o indirectamente a toda la sociedad (...) está asociada a la dialéctica entre determinantes socioculturales y económicos, familiares e individuales" (Araya & Garat, 1998, p. 74). Sin embargo, tanto en las investigaciones que abordan la temática como en los discursos sociales referentes a ésta, se suelen resaltar las dimensiones individual o microsocial, las que en muchas oportunidades se asumen como elementos explicativos únicos y suficientes, incluso separadamente. Por otro lado, el fenómeno de la delincuencia generalmente es asumido de modo sesgado y alarmista, siendo normal en nuestra sociedad plantearse desde una "lógica militar" en la que se le visualiza como un enemigo al cual se debe derrotar. Contrariamente a lo que se podría suponer desde estos planteamientos, al analizar las estadísticas disponibles a nivel nacional se puede advertir que el fenómeno de la delincuencia no es mayor que el existente en otros países: de acuerdo a un estudio de la Fundación Paz Ciudadana (1996), Chile se encuentra por debajo de la media en relación a otros países respecto al riesgo de ser víctima de robo. No obstante lo anterior, según Vargas (2003), la delincuencia entre los años 1990 al 2000 es una de las problemáticas que adquiere mayor connotación dentro de los sondeos de opinión pública, disputando marcadamente un puesto de relevancia con temáticas de importancia histórica tales como la pobreza, la salud, la educación y el empleo, no obstante caer al cuarto lugar en la reciente Encuesta de Seguridad Ciudadana (INE, 2004). A lo anterior se suma que, de acuerdo con Paz Ciudadana (1998), en una investigación que representó al 45% de la población del país, el 34.1% de los hogares ha declarado haber sido víctima de robo o intento de robo durante 1998. De este modo, se debe asumir que la delincuencia es un fenómeno de nuestra sociedad que estaría afectando a una parte importante de la población, tanto desde la percepción que se tiene de la misma en tanto temática relevante como desde quienes se ven afectados directa o indirectamente por ésta. Un ingrediente de mayor complejidad surge al momento de intentar comprender la llamada "delincuencia juvenil", la cual necesariamente requiere de una aproximación que considere elementos propios de la especificidad de esta problemática. Según Paz Ciudadana (1998), la estimación del porcentaje de jóvenes que cometieron robos o hurtos en relación al total para igual categoría ascendió al 24% en 1998, lo que correspondería (según estimaciones de los investigadores) entre un 0.2 y 0.4% del total de jóvenes entre 14 y 18 años. Asimismo, durante el periodo 1990-1998, el porcentaje de aprehensiones de jóvenes en relación al total de éstas fluctuó entre un 7 y un 11%; dentro de este análisis, el porcentaje de participación de jóvenes en el total de delitos en contra de la propiedad habría aumentado de un 13 a un 23% en iguales años, siendo a la vez la causa más frecuente dentro de los delitos a nivel juvenil (50%). En relación a la violencia de los delitos juveniles (según el mismo estudio), se puede apreciar que se ha registrado una fuerte alza en la categoría de "Robo con Violencia", desde un 18% en 1995 a un 28% en 1998, lo que indicaría que se estaría ante una tendencia al aumento en el nivel de violencia con que operarían los jóvenes infractores o delincuentes. Las anteriores cifras son complementadas por un estudio realizado por Álvarez (1994), en el cual se indicaría un incremento de las cifras de los jóvenes ingresados al sistema de rehabilitación conductual, desde 1985 hasta 1994.

Los aspectos reseñados permiten establecer que la problemática de la delincuencia juvenil (en tanto cifras y en cuanto al tipo de dinámica generada) ha registrado un aumento en la frecuencia y en el grado de violencia con que es ejercida. Se entiende en este marco la relevancia de abordar este fenómeno en tanto realidad emergente y persistente.

En este contexto surge en la presente investigación la consideración de determinadas variables asociadas a la delincuencia juvenil desde una perspectiva psicosocial, es decir, incluidas dentro de una matriz que intente comprender el proceso incorporando elementos del nivel social e individual de manera conjunta: "Una perspectiva (óptica) psicosocial se sitúa en el interjuego entre el individuo y la estructura social, concibiéndose la relación entre lo individual y social, desde una dinámica de mutua constitución" (Asún, Alfaro, Fernández, Báez, Pérez & Vergara, 1998, p. 25).

lunes, 19 de marzo de 2012

¿Existe conexión entre TDAH y TC? Seguimiento longitudinal de 26 años. J.E. de la Fuente .Servei de Psiquiatría Infantil i Juvenil Hospital Clinic. Barcelona

Introducción
Los Trastornos Hipercinéticos (trastorno por déficit de atención con hiperactividad, según DSAM-IV) (TH) son el trastorno emocional, cognitivo y conductual más comúnmente diagnosticado y tratado en las edades jóvenes (Wilens et al., 2002; Jensen et al., 1999; Godman et al., 1998).
Estudios epidemiológicos indican que es un trastorno prevalente, afectando al 4-5% de niños en Estados Unidos, Nueva Zelanda/Australia, Alemania y Brasil (Szatmari 1992); según la APA (1994) la prevalencia estimada es del 3-5%; resultados de metanálisis recientes la cifran en 3-7%; en nuestro país se situaría en el 6% según estudio epidemiológico en doble fase de Benjumea y Mojarro (1993).
Las cifras de prevalencia en la literatura universal son dispares, estando en función de la variación histórica de los criterios diagnósticos, de los instrumentos y puntos de corte usados, y de la procedencia y referencias socioculturales de las muestras. A pesar de que se sugiere un marcado descenso de la síntomatología en la adolescencia y adultez (Mannuzza 1993), en una proporción de sujetos persisten los síntomas, no estando clara la proporción de adultos que presentan este trastorno (Hill y Schoener 1996 ; Wender 2000)

Los Trastornos Disociales (Trastornos de conducta, TC) (TD) es otro de los trastornos psiquiátricos más frecuentemente diagnosticados en estas edades; al parecer, la prevalencia estimada de TC para varones por debajo de los 18 años es de 6-16% (4-6% en población general y 10% en población psiquiátrica).
(Nota a pié de página: Tener en cuenta para la revisión bibliográfica realizada en esta introducción la distinta terminología usada y los diferentes subtipos establecidos para ambos trastornos por CIE-10 y DSM-IV, que pueden incrementar su complejidad).

La frecuente comorbilidad de ambos trastornos, su difícil tratamiento por la complejidad y su consecuencia como posibles predictores de desarrollo más tardío de Trastornos de Personalidad, suscitan interés y atención.
La impulsividad-hiperactividad y problemas conductuales son frecuentes en los Trastornos de la Personalidad (TP), cuyos rasgos pueden aparecer en la infancia o adolescencia y persistir en la madurez (APA 1994; WHO 1992). La prevalencia a lo largo de la vida del Trastorno Disocial de la Personalidad (TDP) (trastorno antisocial de la personalidad, TPAs) es del 6% en población general masculina norteamericana (Kessler 1994). La exploración de las relaciones entre ambos trastornos (TH y TD) y tipos individuales de trastornos de la personalidad podría contribuir a elucidar la etiología de los mismos.
Un obstáculo en las sucesivas clasificaciones del TH es la frecuentemente reportada co-morbilidad con TC (Caron et Rutter 1991); la evolución del TH en la adolescencia y edad adulta está muy influida por la presencia o ausencia de agresividad, comportamiento delictivo o conducta disocial, y sería la presencia de estos rasgos lo que haría referencia a la principal subdivisión de los TH (CIE-10).

El TC (TD) es una de las condiciones comórbidas psiquiátricas más características y mejor establecida del TH en la infancia y su solapamiento ha sido extensamente reportado en estudios epidemiológicos (Bird et al., 1993), estudios de muestras clínicas de niños con TH y niños con TC (Hinshaw 1987; Milich et al., 1987; Biederman et al., 1987, 1991; Loeber et al., 1990; Schachar et al., 1995) y estudios de seguimiento (Loney et al., 1981; Gittelman et al., 1985; Hechtman et al., 1986; Biederman et al., 1996); la presencia de TC anuncia una evolución comprometida. Sin embargo, otras investigaciones en niños con TH frecuentemente no han considerado el trastorno disocial como comórbido.
Estudios de resultados a largo término de niños TH han encontrado relativamente altas proporciones de conductas antisociales o TD en la Adolescencia (Barckley 1990; Hectman 1984; Klein y Mannuzza 1991; Lober 1995; Mannuzza 1989; Satterfield 1982) y altas proporciones de trastorno disocial de la personalidad en Adultos (Hectman 1984; Mannuzza 1993; Money 1983; Weiss y Hectman 1986; Weiss 1985).En varios trabajos se planteaban preguntas sobre si en los niños con TH y TD ambos trastornos eran diferentes y co-mórbidos, o si eran una nueva entidad (Taylor 1994, 1996); otros sugerían que desde una perspectiva familiar estos casos podían ser etiológicamente distintos de aquellos TH sin trastorno de conducta.

jueves, 15 de marzo de 2012

PATOLOGÍAS GRAVES EN LA ADOLESCENCIA. LOS QUE DESERTAN. Beatriz Janin*

ADOLESCENCIA Y CRISIS.
Revisando la bibliografía psicoanalítica sobre la adolescencia y, a pesar de todas las diferencias, cierta idea se repite: es una etapa crítica que supone riesgos.
Ya se plantee como un momento de cambios y duelos, como una crisis a acompañar, como una encrucijada con posibilidades creativas, como un momento de transición siempre hay algo de un peligro en juego. Psicosis, adicciones, suicidio, anorexia, aparecen generalmente en esta etapa. ¿Cuál es la exigencia que puede desencadenar la catástrofe? El adolescente se encuentra con un cuerpo indominable (desde sus propias sensaciones y desde la mirada que le devuelven los otros) y debe hacer un duelo por su cuerpo de niño, debe resignar identificaciones, separarse de los padres de la infancia y reconstruir su narcisismo puesto en jaque apelando a nuevos logros. Y al mismo tiempo, las urgencias pulsionales y las exigencias sociales presionan desde un internoexterno que vuelve a confundirse. Así, los requerimientos externos no son vividos como tales, se entremezclan con las  pasiones, operando como disparadores de éstas. Y todo requerimiento es vivido como algo a rechazar. (“Quiero dormir. No los soporto –refiriéndose a los padres y profesores–. Que me dejen tranquilo”, afirmaba un adolescente de quince años).
A la vez, hay una reestructuración de los contenidos representacionales del Inc. y del Prcc. y se reorganizan los límites entre ambos sistemas. La reedición del Complejo de Edipo reactualiza los deseos incestuosos. Se instalan las categorías de tiempo y de historia, así como las de cero y nada (que remiten a la representación de la muerte). Hay una construcción de categorías abstractas que incluyen el establecimiento de una ética. Julia Kristeva habla de una “estructura abierta a lo reprimido”. Pero para que la estructura se abra sin romperse, debe haberse constituído sólidamente. Para que lo reprimido no inunde todo el universo representacional, deben haberse diferenciado claramente, con la entrada a la latencia, los dos sistemas, estabilizándose la represión primaria.

Podemos pensar la adolescencia desde la idea de caos, de indeterminación, de un juego de fuerzas que posibilitará nuevas construcciones, nuevas formas. Reorganización representacional que dará lugar a diferentes posibilidades. Historia y proyectos, pasado y futuro se entrecruzan en el adolescente. Pero el pasado se le viene encima cuando quiere desembarazarse de él y el futuro aparece lejano e inalcanzable. En el presente, hay sufrimiento, pero también nuevos placeres. Es por esto que todo adolescente vive necesariamente una crisis y que esta crisis, generalmente, implica una pelea con el mundo adulto. A partir de la reflexión sobre el trabajo clínico con adolescentes que presentan dificultades severas, propongo la siguiente hipótesis: hay adolescentes que no pueden enfrentar esta pelea y hacen una retirada en la que arrasan con ellos mismos. Esta resolución de la crisis tiene sus raíces en una estructuración psíquica incapaz de soportar el caos de pasiones e ideales.

Considero que son adolescentes que, frente a la crisis, desertan de entrada. Y cuando hablo de deserción, no me refiero sólo a los que desertan de la escuela (que es sólo una de las caras de la huida), sino al abandono de toda lucha, que deriva en una vuelta sobre sí de la agresión. Abandono que se manifiesta en abulia, abatimiento, negativa a estudiar y a trabajar y puede derivar en adicciones. Así, investigando historias de adolescentes drogadictos me he encontrado con un tiempo previo a la adicción, que no fue registrado como patológico, en el que huían de todo vínculo, dormían todo el día, o tenían momentos de desborde, fluctuando entre estallidos violentos y estados de abulia, o eran incapaces de resolver solos las mínimas exigencias escolares (aunque hubiesen sido antes alumnos brillantes). Si bien son situaciones muy disímiles, siempre me encontré con ese “antes” perturbado en el que se insinuaba una oposición, un conflicto, exigencias internas y externas y un borrar-borrándose.
“Estoy mal, pero no sé qué me pasa. No tengo ganas de nada. Voy al colegio porque me llevan. No escucho lo que dicen los profesores. No me interesa. Es problema de ellos. No tengo amigos”, comenta, desplomado sobre el escritorio, un chico de quince años que repite segundo año y ha comenzado a consumir alcohol. “Es lo único que me pone contento”, afirma.

jueves, 8 de marzo de 2012

Semiología evolutiva de los Trastornos de Conducta. Joaquín Díaz Atienza

Es sumamente importante conocer la cronología con la que se presentan lo diferentes síntomas que conforman lo que hoy entendemos como Trastorno de Conducta o Disocial. Su importancia radica en el hecho de que este conocimiento es imprescindible para establecer programas de prevención.
El DSM-IV-TR describe cuatro grandes bloques de síntomas sobre los que se sustentarían el diagnóstico:
• Agresiones físicas.
• La destrucción de bienes materiales.
• Los robos, fraude y
• Violación de las reglas sociales.
Por tanto, intentaremos conocer, hasta donde sea posible, en qué momento aparecen cada uno de estos síntomas, como desaparecen o permanecen, si existen variaciones evolutivas de los mismos, cuales son las circunstancias que influyen en su desaparición o persistencia y, por tanto, cuales serían los factores de riesgo o de protección asociados a cada tramo de edad. Sin embargo, nos encontramos sin estudios longitudinales
suficientes para dar respuesta definitiva a estos interrogantes.

SEMIOLOGÍA EVOLUTIVA

Evolución de la agresividad
Las conductas agresivas se suelen presentar a lo largo del segundo año de vida incrementándose hasta el tercer año. Sabemos, igualmente, que en niños de dos años en la guardería, de cuatro interacciones establecidas con sus compañeros una de ellas puede ser catalogada como agresiva. Las agresiones físicas suelen ir descendiendo en número e intensidad a lo largo del desarrollo en la mayoría de los casos, igual que
sucede con las crisis de cólera o rabietas. Por el contrario, en una minoría permanecen las agresiones físicas. En éstos, normalmente ya suelen cumplir criterios diagnósticos para el trastorno disocial desde la infancia. La frecuencia de conductas agresivas suelen incrementarse en la adolescencia, aunque sin superar la frecuencia de la primera infancia, sin embargo, son más graves. En los casos de evolución crónica, las agresiones disminuyen en la edad adulta. De otra parte, cuando un niño no ha presentado conductas agresivas antes de los 10 años es difícil  que las presenten después.

Evolución de la destrucción de bienes materiales.
Han sido menos estudiados que la agresividad. Se sabe que este tipo de conductas siguen la misma evolución que las agresiones, aparecen durante la primera infancia y van disminuyendo con la edad.
La mayoría de los adolescentes delincuentes presentan este tipo de conductas, aunque suelen ser más frecuentes durante la primera etapa de la misma. Los adolescentes realizan entre dos y cinco veces más actos vandálicos que las adolescentes. 

miércoles, 7 de marzo de 2012

Papá es un 'hooligan'. REPORTAJE: vida&artes. El Pais.es

Un estudio revela que los padres son una de las principales causas de violencia en el deporte escolar 

- Muchos progenitores sucumben a lo emocional y sufren una transformación en los partidos - Los niños ya no quieren pasarlo bien, sino ganar

-¿Ve usted, don Santiago, a ese extremo rubio...? Lleva una progresión magnífica.
-Ya, ¿y quien ese señor que está apoyado en la barandilla viendo el entrenamiento?
-Es su padre, don Santiago.
-No me interesan juveniles con padre.
La conversación, nada literal, fuera verídica o leyenda urbana, se le atribuye a Santiago Bernabéu, presidente del Real Madrid entre 1943 y 1978 (año de su muerte), con un empleado o directivo del club. No es que Bernabéu quisiera futbolistas huérfanos, pero lo cierto es que desde entonces, y probablemente antes, ya se consideraba la figura del padre como un elemento a menudo pernicioso en el desarrollo deportivo de los jóvenes.
Llovió y llovió desde aquella conversación y ahora esa percepción social que cada cual en su condición -primero de joven y después de padre o madre- ha vivido ha sido ratificada por un estudio del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco, publicado en noviembre, y en el que destaca un dato aterrador: un 25% de los encuestados considera que la agresividad de los padres/madres de los jugadores explica uno de los motivos más importantes en los actos violentos que se producen en el deporte escolar. La muestra (820 entrevistas) está referida a la comunidad autónoma vasca y no se ha encontrado otro estudio similar con mayor dimensión geográfica, aunque nadie cree que la percepción variaría de forma singular en otras comunidades. Solo un concepto mucho más global como la falta de educación supera a la agresividad paterna como motivo de la violencia verbal, especialmente, o física, en menor medida.

lunes, 5 de marzo de 2012

LAS CONDUCTAS ANTISOCIALES Y LA ADOLESCENCIA. Arturo Rafael González Luna


RESUMEN
Se reflexiona sobre las conductas antisociales en adolescentes y se propone que para poder explicarlas, es necesario tomar en cuenta, aspectos como: el paradigma social imperante en este momento histórico, la doble moral de las instituciones sociales y por ende su doble discurso, las representaciones sociales y  el mecanismo de defensa de la identificación con el agresor. Así mismo, se mencionan los resultados del trabajo en talleres con adolescentes con conductas etiquetadas como antisociales.
PALABRAS CLAVE: Conductas antisociales, adolescencia, representaciones sociales, otredad, identificación con el agresor.
SUMMARY
It reflects on antisocial behavior in adolescents and proposes to explain, it is necessary to take into account aspects such as the dominant social paradigm in this historical moment, the double standards of social institutions and therefore has a double discourse, social representations and defense mechanism of identification with the aggressor. It also mentioned the results of work in workshops with adolescents with behaviors labeled as antisocial.
KEY WORDS: Antisocial behaviour, adolescence, social representations, otherness, identification with the aggressor.
LAS CONDUCTAS ANTISOCIALES Y LA ADOLESCENCIA


En la actualidad el “fenómeno” de los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales, ha aumentado de manera importante, dicho “fenómeno” se presenta en la gran mayoría de los países de nuestro planeta. Sin embargo, adquiere (mediáticamente) dimensiones realmente alarmantes, en nuestro país, desde hace cinco años.
En México, el tema de los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales  es sacado a la luz pública en los años noventa, y la percepción que se tiene de ellos es  ambivalente. La sociedad da una respuesta de negación, de rechazo, de represión o asistencialista; es decir, en un primer momento se niega su existencia, ya que la presencia de “ELLOS” y “ELLAS” nos llevaría a replantear las desigualdades económicas, pero fundamentalmente a replantear nuestra condición humana,  ¿qué somos?, ¿por qué reaccionamos así ante ellos? Si como describe Eco (1997),  es el otro, su mirada lo que nos define y nos forma, ¿cómo abordar el problema de la otredad, sin permitir que esa mirada, con frecuencia  tiránica, me niegue la existencia?  Es innegable que lo que nuestra realidad cotidiana nos muestra a diario, es justamente el desprecio por todo aquello que representa lo ajeno, lo extraño, lo otro, absolutamente otro. Conclusión: Darles existencia a los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales nos llevaría a replantear nuestra propia miseria humana. Al no poder negar su existencia, la sociedad reacciona  rechazándolos, reprimiéndolos o lavando culpas. Conclusión: Yo no fui o ¿Por qué yo?
Los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales hacen presencia y realizan todo tipo de actividades: desde lavacoches hasta su comercialización sexual (el problema de la explotación sexual es un asunto de focos rojos y que hay que atender de manera urgente). Actividades que les permiten sobrevivir de una u otra manera en la selva del asfalto, en la tierra del más fuerte, en el espacio donde todo se vale y todo se permite, donde los límites son transgredidos y la corrupción es la ley.
La  construcción de los niños, niñas y adolescentes con conductas antisociales tiene que ver con la putrefacción del tejido social y sus causas son evidentemente múltiples. Pero sobresalen de manera puntual: El modelo socioeconómico neoliberal, la desintegración familiar, los medios de difusión, nuestro sistema educativo, la corrupción de la política, el doble discurso institucional y la cultura de la violencia, que proponen que todo se tiene que resolver a través de la desintegración del otro, o de los otros, creando al interior de la sociedad, de las instituciones, de las familias y del propio individuo vínculos afectivos totalmente nocivos para el desarrollo humano.

viernes, 2 de marzo de 2012

EVOLUCIÓN DE LA TIPOLOGÍA DE MENORES INTERNADOS EN CENTROS DE REFORMA DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA VASCA* Ángel Estalayo Hernández**; Juan Carlos Romero León***

La evolución en la tipología de violencia en los centros de Justicia Juvenil, responde, a nuestro parecer, fundamentalmente a dos factores:
• el surgimiento de la nueva ley penal del menor que ha conllevado el incremento en edad de los menores internados
• el aumento de internamientos provinientes de sectores institucionales de protección del menor.
Si bien es cierto que desde el comienzo existían casos relativos a problemáticas relativas a dinámicas familiares disfuncionales, junto con situaciones características de la adolescencia, también lo es que en la actualidad se ve más que nunca cómo en las familias de los delincuentes la relación del padre con el hijo se produce bajo el signo de un  rechazo activo. De este modo, “la existencia de un vínculo negativo entre el adolescente y el padre provoca en el muchacho el sentimiento de verse rechazado activamente por el progenitor” (Cirillo et al, 1997:33).

Tal es así, que una de las formas más explícitas de rechazo activo es la necesidad de que un menor sea tutelado por una Institución pública. Su inserción en pisos o centros constituye la escenificación cotidiana del rechazo de que ha sido objeto.
Si, además, a ello se le suma los problemas de relación con los profesionales del servicio, la estigmatización parece cerrar un círculo que aumenta las posibilidades de salidas violentas al conflicto interno, máxime si entendemos que en las desviaciones o conductas antisociales se puede ver un desplazamiento hacia la sociedad de un resentimiento, en parte inconsciente, dirigido originariamente contra el padre. Así, puede observarse la reacción de los menores hacia el propio sufrimiento con la violencia, ante la dificultad que presentan para entender el contenido de excitación antidepresiva de determinados gestos antisociales. En este sentido, conviene tener en cuenta el significado del paso al acto en estos lapsos de edad, de manera que “expresa este carácter de irrupción violenta de un acto que viene a romper un cierto equilibrio. Es sinónimo lo más a menudo de impulsividad y tiene una connotación delictiva y asocial. En cuanto al contexto que sobreviene al acto, es preciso diferenciar lo que pertenece al registro del impulso y de la compulsión” (Jeamnet, 19:988). Este punto contribuye a diferenciar entre perfiles más primarios, caracterizados en nuestra opinión por registros de impulso, y aquellos secundarios, más relacionados con la compulsión.